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With a thousand Lies. por black_phenix

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Notas del capitulo:

Lamento la tardanza y espero lo disfruten: lo hice con mucho esfuerzo.

Energy race.










“El placer es una onda expansiva que recorre los sistemas nerviosos de un nuevo mundo”. 









Su cuerpo serpenteo ante el delicado tacto de aquellas manos en su piel, movimientos curvilíneos y rectos; rudos y excitantes; vagos y precisos. Una gama única de sensaciones en un contorno completamente diferente al que había imaginado. ¿Ser pasivo o activo? ¿Qué importancia tenía cuando el placer era esporádico con cada toque propiciado? Lo único que interesaba eran las sensaciones que querían propiciar al contrario. Amor, deseo, pasión. La lujuria pululaba en la habitación con una presión indescriptible, que sumía sus cuerpos en un rictus sardónico de besos, mordidas, e incitaciones a llevar aquello a un nivel más alto. Sus cuerpos, aún provistos de suficiente ropa, chocaban en esperar de deshacer el fuego que se extendía en su interior.








Sus ojos se estudiaban, buscando duda alguna que detuviera lo que planeaban hacer, encontrándose con el mismo deseo ferviente de pertenecer al otro. Para Harry, quien había buscado la manera de implementar todas las ideas que pasaron por su mente cuando Draco se le había insinuado de manera tan descarada (la cual le encanto), ese era un momento de vergüenza. Draco lo tenía a su merced, desquebrajando su autocontrol y quitando todo pudor que pudiese encontrar en su camino al placer, con el solo implemento de su finos dedos con tacto de seda. Su cuerpo ardía en torrentes inagotables de sensaciones abrumadoras cuando Draco lo besaba, cuando arremetía contra su pene por sobre la tela, haciéndolo jadear, suspirar, gemir y gruñir como animal en celo, salvaje y buscando dueño. 










Draco lo beso y mordió su labio inferior en el proceso, halando de su piel, dejándola roja e hinchada a mas no poder. Un fuerte jadeo escapo de entre sus labios cuando una mano se coló entre sus prendas. La mano de Draco era igual a sentir una pluma, y eso era verdaderamente malo si es que esa pluma jugaba tortuosamente con la punta de su pene. Su glande palpitaba incontrolable cuando sentía la presión, deseando explotar, y siendo desilusionado cuando la sensación era detenida abruptamente por ese maldito de Malfoy, quien se vanagloriaba de sus logros mostrando abiertamente aquella arrolladora sonrisa tan suya.










De nuevo suspiro cuando sintió su boca ser invadida por aquella lengua. No podía ver del todo bien, sus lentes estaban en alguna parte de la habitación, perdidos en combate. Cuando habían decidido hacer más carnal su relación, ellos se habían caído, habían sido pateados y él, siendo el premio principal del bando enemigo, fue capturado y apresado en aquella cama cubierta de sabanas negras, que al parecer esperaba su llegada. Draco había arremetido con tretas entre movimientos sensuales, miradas lascivas que eran comprendidas al instante por la forma en que su piel chillaba entre complacida y asustada. Gimió, muy a su pesar, con un placer afeminado y enfermizo cuando Draco pasó la punta del dedo índice contra su glande, y lo estrujo con fuerza.










—No me gusta que me ignores a mí y mis esfuerzos, Harry—musito cerca de sus labios, consciente de que Harry estaba prestando todos sus sentidos a su persona. Sus ojos verdes se habían empañado y sus labios resplandecían en carmín por lo hinchados que estaban. Draco los toco y los beso con suavidad, cuidando de que toda la atención, aún empañada por la miopía, se centrara en sus toques, sus labios, su cuerpo y el placer que podía otorgar. Potter iba, no, ya no en retrospectiva. Potter le pertenecía. Y esa noche lo demostraría carnalmente—. Quiero que me prestes toda la atención que merezco. —Froto sus caderas a las de Harry, buscando esa fricción que hizo a Potter cerrar los ojos y morderse el labio avergonzado. Era hermoso. Y era suyo.










—Draco…—gimió deseando más, quería más contacto. Más placer de aquel ostentosamente ofrecido. Sintió a Draco levantarse y posarse delante de él. Escucho el zíper descender con lentitud y la risilla burlona mientras el vago sonido de las telas rozando piel era perceptible. Harry no tenía mucha idea de lo que planeaba Draco hasta sentir aquel duro pedazo de carne frotarse contra su mejilla, y aquel fuerte olor a hombría inundar sus fosas nasales. Draco esperaba que se la chupara (lo sabía por el choque del glande circunspecto chocando contra sus labios). Abrió la boca y se dejó llenar con aquella pieza de arte. 











—Harry, aprieta los labios a su alrededor y mueve la lengua mientras lo entro y saco—le explico mientras hacia el movimiento hacia dentro y fuera, moviéndose en círculos en algunos momentos. Harry lo sentía casi llegar al fondo de su garganta. El sabor y la sensación eran extraños, pero no malos. Era, en cierta forma, demasiado placentero. Saber que le estaba haciendo una felación a Draco se la ponía dura, y más al saberse digno de arrancar unos jadeos y suspiros de aquellos labios de porcelana. Pronto sintió el sabor agridulce dilucidarse en sus papilas gustativas, arrancando placenteras sensaciones a su cuerpo. Intuyo que el sabor era parte del pre-semen. Él había tomado el control en ese momento. Draco estaba a su merced, y eso lo complacía enormemente.








Lo saco de sus labios y dio una leve mordida al glande, mirando aquellos faroles de mercurio que brillaban entre las formas bizarras que observaba. Lamio la extensión y llevo a su boca los genitales, acariciándolos dentro de ella con su cálida lengua. Draco gimió y pareció ronronear cundo rozo con sus dientes su pene, el cual había entrado de nuevo en su acogedora boca. Los dedos de Malfoy se enredaron en su pelo y marcaron un ritmo entre las chupadas. Cuando sintió la tensión latente en los músculos de su boca (provocados por la futura corrida del rubio), lo saco de su boca; topándose con su rostro cubierto de semen. Draco estaba respirando entrecortadamente a medida que él lamia la blanquecina esencia. 









Si la miopía no fuese un problema, se hubiese percatado del color rojo que adornaba el rostro del joven amo de la familia Malfoy. Harry era una delicia incluso haciendo algo inocente. Sin pararse a pensar mucho en las consecuencias, beso aquella tentadora boca que pedía a gritos ser hinchada de nuevo. Las camisetas habían desaparecido de sus torsos para hallarse tiradas en el suelo. Draco aprovecho y se tiró morder de nueva cuenta aquellas suculentas tetillas. Las chupaba y mordía a placer mientras Harry gritaba y suspiraba. Al poco tiempo, ambas estaban erectas y ciertas marcas de chupones adornaban la morena piel del de ojos verdes. La respiración de Harry era intercalada; su pulso por niveles ínfimos y sus pantalones siendo arrancados con aquella voraz mirada puesta en su persona no ayudaban en nada. Se sentía débil, como si la magia faltara en su cuerpo.








Draco se relamió los labios cuando diviso la libre y erecta pieza que buscaba. El pene de Harry era suculento, y más cuando se lo ofrecía de aquella manera tan inocente y descarada a la vez. Sus piernas flexionadas a ambos lados, con su trasero a la vista, mostrando aquel lugar que se había planteado profanar con todas las fuerzas que tuviera, durante toda la noche si era necesario. El ambiente era cargado, y su cuerpo se sentía mermado pero no del todo cansado. Deseaba demasiado que aquello que tanto había esperado se consumara. Quería que Harry fuera suyo, y él de él. Mucho tiempo esperando, mucho tiempo deseándolo. Y sabía bien que si desaprovechaba esa noche, siendo quienes ambos eran, algo les impediría consumar la muestra de amor y pasión que tanto habían necesitado. Lamiéndose una vez más los labios, se acercó a su presa, dándole un lengüetazo desde la raíz hasta la punta, arrancando un suave, pero profundo, gemido de aquella dulce garganta.







Una, dos, tres… varias lamidas y Harry le estaba ofreciendo un concierto esplendido que levanto el vigor a su compañero de juegos. Lo emocionante de aquello no era escuchar a Harry gemir descontrolado, era verlo intentar apagarlos, sin despegar la mirada de su persona, quien ofrecía una felación perfecta. Sin error alguno en los puntos de placer que había encontrado entre las piernas, muslos y genitales: los cuales tocaba a placer, jugando al gato y el ratón con aquella rebotante erección, logro encender del todo aquel bello cuerpo. El pene de Potter saltaba de adelante hacia atrás cuando lo inclinaba con la lengua.







Draco era bueno en su labor, demasiado bueno para cordura de Harry. Muchos caerían en la mala cuenta de que él tenía mucha experiencia en aquella área del placer, pero la realidad era que esa era su primera vez interactuando con otro cuerpo en ese sentido carnal. En Hogwarts corrían todo tipo de rumores sobre su persona teniendo sexo frenético con muchas personas que no conocía, y que no quería conocer. Pero eran sólo eso; rumores muy mal infundados por los miembros de la honorable casa de Slytherin que buscaban esa oportunidad, la oportunidad de poder tomarlo a placer, o que él los tomara a ellos como en los rumores. El único ser que siempre se había merecido la pena de ser suyo, y él ser de él, era Harry. Nadie más, y gracias a Merlín su deseo se estaba consumando.







Un suave gemido lo trajo de vuelta para fijarse en la penetrante mirada de Harry. Ninguno lo notaba, pero el aire contenía sus magias danzando a su alrededor, de manera magnética, atrayente y hermosa. La de Harry era dorada y verde, mientras que la de Draco era plateada. Los colores se mezclaban en torno a ellos, haciéndolos sumergirse con más premura en el loco placer que sentían. Sin esperarse mucho más, y sin que Harry se percatara del todo, invoco por medio de la varita ilegal un pequeño frasco de lubricante. Enristro uno de sus dedos mientras se esforzaba por mantener el ritmo en la mamada. Lo coloco en el ano y comenzó a penetrarlo con suavidad. Harry no lo sentía, no del todo, la sensación de ser devorado de aquella manera lo había apartado casi del todo de la realidad. No había más que Draco, él, y un frasco de lubricante de por medio en su fantasía. Sintió el frenético movimiento chocar contra sus paredes internas, y el de otro dedo adentrándose, moviéndose en tijeras, chocando contra su próstata (lugar que Draco busco con mucho esfuerzo). Jadeos, suspiros, gemidos… todo en aquellos intransigentes movimientos que lo llevaban a la locura momentánea y lo regresaban de golpe a la tierra para luego ser arrastrado al círculo del vicio del infierno.








Una suave mordida a su glande y no pudo sentir cuando un cuarto dedo acompaño al tercero. Ya no podía vislumbrar nada más que Draco cogiéndoselo con fuerza. Salvaje, frenético. Lo quería dentro de sí, y ¡ya!: —Mmmm… ¡Draco! Por favor…. Mmmm… ¡Clávamela…!








Grito logrando la total atención del sorprendido Malfoy. Escuchar palabras tan eróticas de Harry era demasiado para su cordura. Sin rebatir esa orden, se posiciono entre sus piernas y poso su deseoso miembro en el centro, empujando suavemente la punta hasta tenerla dentro. Harry lo sintió deslizarse hasta el fondo con tranquilidad. Dolía poco, puesto que la preparación que le habían hecho antes era perfecta. La magia que pululaba a su alrededor envolvió a Draco y su miembro, creando una fina capa bermellón sobre su piel, la misma que se extendía en el interior de Harry y viajaba hasta su piel, haciéndola brillar de la misma forma. Los minutos parecieron horas, unas que los estaban torturando con demasiada severidad. Draco deseaba moverse, y Harry deseaba que la molestia pasara para sentir el pulsar y los movimientos de aquel duro pene en su interior.







Harry…—se inclinó hacia delante y lo beso en los labios, descendiendo hasta su cuello con la lengua puesta como contacto con su piel, la cual tenía un ligero sabor a miel. Algo que no había tenido antes. Harry asintió con los ojos entornados, y moviendo un poco su trasero, para que Draco comenzara el vaivén. Jadeo con suavidad cuando lo sintió salir y meterse con parsimonia. Se sentía extraño, pero no por ende era malo o asqueroso. Draco era muy dedicado en su labor de hacerlo sentir bien, y eso era lo que estaba sintiendo desde que su próstata fue golpeada por el grande y sobada por el tronco. Un agudo gemido se le escapo, logrando hacer sonreír con chulería a Malfoy. Suerte que Harry no podía verlo o le hubiera roto la boca a besos.








Los movimientos rectilíneos se volvieron más intensos, más precisos. A tal punto que Draco no fallaba ningún golpe en la próstata de Harry, haciéndolo mantenerse en un sonido afónico mientras era zarandeado por morreos y mordidas en el cuello cual víctima de vampiro. El pene de Draco se sentía más resbaloso, logrando una fricción bastante placentera que lo aunaba en ricas sensaciones llenas de caricias propinadas por la pared de músculos del ano de Harry (y sin que se dieran cuenta, de la magia que comenzaba a hacer estragos en ambos de manera desconocida). Tomo el pene erecto de Potter y lo masajeo al ritmo de sus fieras envestidas logrando volver loco a Harry. Este se sostenía de las sabanas o intentaba buscar algo más estable. Decidido, tomo el cuerpo tendido y lo coloco a horcajadas sobre él, aun siendo clavado por su polla: —Muévete. —Le indico con voz ronca en el oído. Harry movió su cadera hacia arriba, saliendo lo justo y dejando la punta semi a la vista y se sentó de golpe, logrando una mayor profundidad que le encanto a ambos. Un segundo golpe, y un tercero y un cuarto…








Un frenesí único.








Ambos se besaban y Harry brincaba consentido y mimado por caricias placenteras. La magia se había vuelto un torbellino que entraba y salía de Harry a medida que las penetraciones aumentaban. Un color psicodélico. El miembro de Potter saltaba y friccionaba entre ambos vientres, logrando correrse en un momento dado, apretando sus paredes mientras daba botes sin control hasta lograr que Draco se corriera en su interior, provocando una oleada que removió las defensas de la casa y todo lo que fuese mágico en diez kilómetros a la redonda.









Sin fuerza alguna en sus cuerpos, se dejaron caer entre las sabanas, abrazados, con sendas sonrisas complacidas dibujadas en sus rostros. Habían alcanzado la consumación de un sueño, que ni siquiera sabían que poseían hasta su llegada a aquel sitio. Y así, abrazados y envueltos por una fina sabana negra (aparecida sobre sus cuerpos), ambos quedaron completamente dormidos, entregados a los brazos del contrario, y los placidos de Morfeo.













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Severus no comprendía del todo la situación en que estaba metido, lo había agarrado con extrema sorpresa todo aquello, así, sin más, todo a la pura y dura realidad del acontecimiento más extraño que jamás pudo experimentar. Pero, vamos, él era el amo entre las sorpresas aparecidas, nunca se fiaba de nada; por ello nunca fue agarrado con la guardia baja. Algo que, por el contrario en ese momento, no había podido usar. Es que nunca pensó que el sumiso de Remus Lupin fuera a dar un salto tan grande en su personalidad de un momento a otro. Y dar un salto grande, era poco.








¡Se lo estaban cogiendo! A él, Severus Snape, se lo estaba cogiendo un hombre lobo con muy buena mano para el sexo. Y no supo cómo había accedido a ser tratado de aquella manera; él no era un maldito pasivo, pero tengamos en claro que Remus Lupin puede ser muy persuasivo cuando lo quiere. El uso de palabras correctas, algunos toques en lugares específicos (ignorando las amenazas de ser aporreado por un muy buen grupo de imperdonables) y algunos besos en lugares estratégicos. ¿Conclusión? Ya la estaban observando. Snape había perdido la guerra y se dejó hacer cuanto Lupin quería.









Pero, ciertamente, no estaba del todo mal la sensación de sentirse lleno y querido de aquella manera. Remus le besaba el oído, y de un momento a otro se tornaba de lindo y seductor, a una fiera salvaje que lo hacía ver las estrellas cuando se la clavaba y lo presionaba contra la pared, cuando le abría las piernas y lo miraba fijamente a los ojos con el deseo quemando en sus doradas pupilas. 








En las cortas relaciones que entablaba en sus vacaciones, o con alguno que otro Mortifago dentro de las filas en la que le tocaba hacer misiones, él siempre fue el Top, jamás el Bottom. Se mordió el labio cuando sintió que Remus lo volteaba y se la pegaba de improviso. ¡Por Merlín! ¿De dónde sacaba tanta fuerza? Esa era la quinta vez que se corría y aún tenía para mucho más. Tres horas encerrados en el cuarto de baño era demasiado para la cordura de cualquiera, pero no así para un hombre lobo sediento de sexo desenfrenado y frenético, y para un mago experto en Oclumancia y que había soportado muchas veces la cruciatas.








Remus observo su pálido cuello y lo lamio para luego pegar un pequeño chupón. Estaba demasiado consumido por las emociones de su lobo como para entrar en razón cuando se había corrido en el interior de Severus cinco veces en el tiempo que llevaban haciéndolo. No se disculparía, no había razón si Snape también disfrutaba de aquella sesión de placer mutuo que compartían. Lamentablemente no podía refrenar los deseos de estamparlo contra las baldosas y clavársele con más fuerza y con más frenesí. Era como si su lobo interior le gritara todo lo que pasaba por la mente de Snape y ese grito se convirtiera en una sincronización del deseo con los movimientos de su cuerpo.








Ciertamente, él, siendo Severus Snape, jamás había rogado a nadie; más que al Lord para que detuviera el crució. Y, lamentablemente para su pesar, Lupin se convertiría en la segunda persona en escuchar una súplica de su parte. Para bien o para mal debía decirla: —Por Merlín, Lupin…. Por lo que más quieras…. ¡Más duro!








Y Remus no rebatió nada, sintiendo la sorpresa de encontrarse con un masoquista empedernido de primera categoría. Apretando los labios y curvando una austera sonrisa que asustaría al mismo Voldemort, se encargó de empotrar con salvajismo digno de una bestia a Snape. Aquella noche seria memorable para ambos.









—A… A sus órdenes, mi Lord.











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Para disgusto de los jóvenes que descasaban en la hermosa cama matrimonial, la mañana llego demasiado rápido. Sus cuerpos continuaban entrelazados mientras que, desde la ventana, el sol irrumpía en la estancia, estampándose contra el rostro de Harry. Potter murmuro algunas incoherencias entre dientes mientras buscaba protegerse de los mortíferos rayos cubriéndose en el pecho de su amante. Aún no abría los ojos, necesitaba dormir un poco más antes de decidir levantarse. Además, cierta parte adolorida impediría el avance en algunas de sus clases matutinas que requirieran de demasiado movimiento de su persona.









También deseaba regresar a aquel hermoso sueño donde sólo eran él y Draco, y nada más ennegreciendo su apacible vida. Le encantaba aquel pequeño Château: era la esplendorosa imagen de su más ferviente deseo hecho realidad. Suspiro el aroma que emanaba de la sedosa piel de Draco, sintiéndose de nuevo en el cielo. Por su parte, el joven Malfoy observaba el interludio entre las muecas que Harry lograba hacer con un pensamiento o un suspiro de por medio. Era hermoso. Y ahora era suyo. Quizás Harry se molestara si lo decía, pero realmente así lo sentía. De alguna manera un tanto extraña de definir. Pero la sensación estaba allí. Harry era suyo y él era de Harry. 








Sonrió con ternura y entorno los ojos de manera cálida, atrayendo a su pequeño león más arriba para robarle un casto beso: —Buenos días, Harry, ¿dormiste bien? — Su vos salió pastosa, algo afónica, pero con el exclusivo ronroneo que quería añadirle a las palabras. Harry se ruborizo hasta la raíz del pelo y asintió ocultando el rostro en el hombro de Draco. Había recordado todo de golpe, afectándole en sobre manera. Nunca se hubiese imaginado siendo tomado de aquella manera tan escandalosa. ¡Oh, Merlín! No quería pensar en ello o se vería de nuevo con una erección bastante problemática. Al menos pudo dormir tranquilamente sin sueños eróticos de por medio (por que los había vivido en carne propia). Y ahora estaba allí; aquella bella mañana, abrazado al cuerpo desnudo del hermoso Draco Malfoy, viendo sólo borrones de colores. 









Draco lo separo un poco y le sonrió, viendo que no tenía el efecto de ruborizarlo aún más como suponía debía ser. Rodo los ojos al darse cuenta de su desliz, más precisamente al ver los lentes de Harry al fondo de la habitación, tirados en el piso. Tomo la varita ilegal y apunto a aquellos hermosos ojos esmeralda mientras decía algunos encantamientos. La vista de Harry, después de una intensa luz azul, se tornó vidriosa. Segundos después, Harry había perdido su miopía: —Es un hechizo contra la ceguera—le explico luego de ver la expresión interrogante—. Por supuesto, es temporal. Pero también existen hechizos que la eliminan permanentemente.










Harry frunció el ceño un tanto molesto: — ¿Por qué gastaste tanto dinero en lentes y lentillas si podíamos curar mi problema de la vista? —Le espeto con seriedad, posando sus brazos como jarras en su desnuda cintura. Draco le sonrió con chulería y levanto una ceja de esa manera tan guay que tenía.








Le robo un beso y luego contesto:










—Porqué te vez sexy con esas gafas—se encogió de hombros. Harry tenía la mandíbula por el suelo. ¿Eso era una razón? Draco río con suavidad mientras le cerraba la boca y le plantaba otro de sus castos besos, levantándose luego de la cama.










—Discutamos luego, en el desayuno. —Le puntualizo mientras ronroneaba desperezándose. Harry recorrió aquella hermosa espalda hasta donde esta perdía su sacrosanto nombre. Draco era realmente bello. Su mirada paseo por aquellas largas y fuertes piernas, por aquella ancha espalda y por aquellos largos y hermosos brazos. Era una obra de arte exquisita. Draco giro con una sonrisa lasciva, consciente de que Harry lo estaba admirando; y eso lo complacía. Harry desvió la mirada, totalmente rojo de la vergüenza—. Es mejor que tomemos un baño, uno bastante largo, para poder bajar a por el desayuno. ¿Vamos? 










Harry lo miro nuevamente y, muy a su pesar, extendió los brazos con expresión abochornada. Draco alzo una ceja interrogativamente: —Me duele esa parte, y no creo que logre llegar a la ducha sin ayuda. —Sintió una mirada llena de ternura posarse en su cuerpo cuando inflo los cachetes—. ¡No te pienses que me veo lindo así! Sólo… Sólo es que tengo mis defensas bajas contra ti… Somos algo más que conocidos o amigos… No creo tener que necesitar mascaras para aparentar dureza… Yo…









Antes de que continuara, Draco acallo su boca con sus labios. Por todos los dioses, Harry era un pecado andante; SU pecado andante. Si seguía escuchando más se lo tiraría de nuevo allí mismo, sin darle tiempo a reaccionar. Era demasiado inocente para su propio bien, y eso le gustaba.








—Yo también me quite todas esas mascara sólo por ti, y seguirán bajas mientras sólo seamos tú y yo, Harry. —Retiro las sabanas negras y lo tomo en brazos cual princesa—. Y, no es algo más que amigos, somos novios. —Harry le beso la mejilla y sonrió —. Mejor duchémonos para bajar al desayuno. También tenemos que seguir con las clases de etiqueta y pociones avanzadas, y las de Defensa Contra las artes Oscuras; retirare las clases de duelo por hoy, dudo mucho que puedas moverte durante mucho rato con la pequeña irritación en esa parte.









— ¡Cállate! —Mascullo molesto y avergonzado. Joder, Draco era un caso—. Usted es demasiado exigente, profesor—añadió con burla mientras era depositado en la tina a medio llenar.








—Por supuesto, mon Amour, la perfección requiere de sacrificios. —Se metió a la tina y abrazo a Harry por la espalda, dejando caer la mueca burlona—. Si tienes que enfrentarte al Lord, deseo que estés lo mejor preparado que puedas. Pueda que sea tu destino enfrentarte a él, pero te lo advierto, Potter, más te vale salir con vida de todo este asunto… —suspiro y le dio un beso, añadiendo con voz dulce: —Eres demasiado importante como para perderte ahora que te tengo.










Harry se giró y lo beso: —No pienso morirme, no ahora que siento que soy feliz. A medias, pero feliz al fin y al cabo. Aunque me falta terminar con Tom para sentirme por completo. No me perderás…—Le dio otro beso—. Soy tuyo… siempre tuyo…










—Y para que lo comprendas—lo giro sobre su cuerpo y lo puso frente a si: —Le daré una lección muy instructiva, señor Potter. Espero y esté preparado para una dura sesión de estudio…









Se mordió el labio: —Le aseguro que estoy más que preparado, profesor Malfoy…











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Lucius estaba, muy a su pesar, sentado en una cafetería de baja calaña en el mundo Muggle, Francia. Tenía dos días allí, toda la información recabada indicaba que Draco había ido a ocultarse en aquel lugar. Realmente estaba curioso. Pueda ser cierto que el Lord no soportaba a los desertores, pero Draco nunca fue parte de los Mortifagos como para darle caza tan abiertamente. El Lord se traía algo entre manos con su hijo, y era algo que no dejaba a su mente tranquila desde que supo que Voldemort lo buscaba con apremiante desespero. 








Estaba tan irritado los últimos días que ya varios miembros estaban sepultados en el jardín de la, ya de por sí, lúgubre mansión Riddle. Eso confirmaba sus sospechas que algo bastante grande se traía entre manos como para desear de esa forma tener a su hijo delante de él. Ni siquiera con el traidor más grande de todos los Mortifagos había osado implementar a la mayoría de sus hombres para la caza de un simple adolescente.










Sorbió un poco de su café, ojeando algunas de las páginas del diario francés. No había muchas noticias de interés en el mundo Muggle, pero sus bolsas de valores eran interesantes. Él había ido allí a recabar información de una de las fuentes mágicas que aún trabajaban con su persona. Como anterior amo de los Malfoy era bastante fácil hurgar en los ministerios de magia para recabar cosas interesantes, pero ahora como un vil fugitivo de la justicia era un poco más difícil. Incluso andar sin un disfraz resultaba demasiado malo. Por eso andaba con el pelo corto, tintado con un simple hechizo de negro. Sus ojos poseían un glamur para simular que eran azules. Incluso andaba vestido con un simple (sólo a su parecer) traje de color negro, contrastado por una camisa blanca y una corbata azul eléctrico.










Estaba esperando a uno de sus contactos, el cual había augurado que su encuentro seria con un Muggle a su servicio. La idea le desagradaba en demasía, pero no había nada mejor que hacer si sus fuentes estaban siendo vigiladas por si llegaba a comunicarse con ellas de alguna manera. Inútiles. Sus cavilaciones se vieron interrumpidas por la llegada de un joven bastante guapo, ojos avellana y caballo negro. Expresión serena y profesional. Bien, le agradaba superficialmente.









—Señor Allister —oh, linda voz. El joven tomo asiento frente a él luego de su cabeceo, sacando un sobre amarillento de la solapa de aquel traje gris—. Yo soy Antoine, el mediador. La información que ha pedido logramos confirmarla luego de ciertos problemas e inconvenientes con ciertos lugares oscuros aquí en Francia. El señor Montgomery utilizo a muchos contactos que debían algúnfavor a su persona—explico mientras extendía el sobre. Lucius, por su parte, saco un sobre del mimo color, sólo que más pequeño y muy abultado. La cantidad pedida por aquella alimaña llamada Montgomery. Nunca le gusto hacer negocios con ese cerdo, pero era la mejor opción que tenía en ese momento. No dirigió palabra alguna al Muggle más que simples cabeceos hasta que este se levantó y desapareció tal cual llego.








Lucius estudio el sobre antes de abrirlo. Esa era la última oportunidad que le quedaba, sino tendría que recurrir a métodos bastante oscuros. Cuando saco los documentos y los leyó, una tenue sonrisa adorno su pálido rostro: —Nuestra reunión padre e hijo tendrá que ser más temprana que tarde, mi querido Draco…—acaricio su cabello mientras dejaba la cuenta paga y desaparecía dentro de un callejón común.


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