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Koto blanco. por TheYoko

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Notas del fanfic:

“Koto blanco”.

(Prólogo).

 

 

¡Buenas y santas! Ya me conocen, soy TheYoko, la traductora de los fics de Yusahana6323… Soy quien publica la traducción de ese fic tan maravilloso que es “Never Mine”, y que tiene otras historias más en camino de traducción (si me tienen la suficiente paciencia, publicaré las otras obras de esta mujer). Bueno, hoy no traigo ningun fic ajeno, sino uno propio mio… Sí… Me animé a escribir un fic de Monochrome Factor, y como todo lo que escribo yo (recuerden que soy escritora de fics de Saint Seiya, primigeniamente), creo que me salí un poquito de la norma habitual con esta historia. Osea, me salgo un poco de lo que es el canon del manga y el ánime; pero creo que el resultado les va a gustar.

 

Son dos capítulos apenas; no planeo hacer muchos más para que no se me vaya el fic al cuerno y lo deje inconcluso (porque soy terriblemente inconstante y puedo dejar fics sin terminar POR AÑOS…). Además, tengo planeado otra historia más extensa, y a esa sí que me le voy a dedicar con alma y vida (y hasta donde aguante la inspiración, claro está). ¿Y de qué va la cosa en esta historia? Es un Ryûko-Shirogane, con un gatito en medio y dos mascotas fuera de norma. Y es un sumario terrible, no sirvo para resúmenes…  ¡Sólo lean el fic y después me comentan, por favor!.

 

Si me quieren ver en plan más personal, búsquenme en el Face. Pongan “Pleasy Stay” y salgo yo.

 

Si me quieren mandar mail: kundalini_today@yahoo.com.ar

 

Dedico este fic a todas las fans de Monochrome Factor!!!! A levantar el Fandom, se ha dicho, gentes!!!! Escriban muchos fics y publíquenlos!!!!! Si alguien se anima con un bonito Homurabi-Shisui se lo voy a agradecer, que es una pareja que me encanta…

 

A propo: Hoy, 3 de Octubre, es el cumpleaños de Master/Shisui!!!! Felíz Cumple, Wagatsuma-san!!!!

 

Nos vemos!!!.

 

 

[Fecha de comienzo de este fic: 23 de Noviembre de 2009. 21:24 Hs. Cuándo lo voy a terminar: ¿¿¿…???]

 

 "Koto blanco".

 

Un fic de Monochrome Factor, por TheYoko.

 

 Capítulo Uno: Un error.

 

El Kokuchi emitió un sonido sibilante, mientras buscaba pacientemente por entre las amplias estancias. Cada tanto se detenía e intentaba oir alguna señal de que su compañero se encontraba cerca. Al no encontrar nada volvía a sisear de una manera extraña, desplazándose entre las sillas y cortinados, metiendo la cabeza por cuanto rincón encontrase. Y entonces lo halló, con las orejas gachas, y presto a una amistosa emboscada debajo del sillón favorito de su Amo.

 

El Kokuchi entrecerró sus ojos rubicundos y fingió no verlo, pasando de largo. Pero no acabó de alejarse un metro con su esbelto andar cuando sintió los agudos dientecillos hundirse apenas en su rabo. Unas delicadas uñas se frotaron en una de sus patas, y pronto ambos rodaron por el suelo mordiéndose el cuello en un claro juego de lucha fingida que acabó cuando el gato rebotó sobre el Kokuchi con el pelaje de su lomo completamente erizado.

 

Desde la altura de una silla, arqueó el lomo nuevamente, siempre gachas las orejas, y torciendo la cabeza en una invitación a continuar el juego que el ser oscuro comprendía perfectamente.

 

El Kokuchi se elevó hasta que su nariz y la del animal se tocaron. El gato lanzó un par de zarpazos inseguros y se lanzó nuevamente al cuello de su compañero, abrazándolo e hincando los dientes con suavidad, mientras el otro ser siseaba sin parar, como si riera.

 

De hecho, el Kokuchi estaba riendo...

 

De hecho, estaba feliz de tener un compañero con el cual matar el tiempo cuando su Amo no se hallaba con él. Aquel extraño animal del mundo humano se había convertido en el mejor amigo que tuviera nunca, si excluía a su Amo. Pero el futuro Rey de los Shin siempre estaba obligado a estudiar sus obligaciones y ya casi no lo veía por esa parte del Palacio. Entonces, cuando una noche Shirogane se apareció en el cuarto con el rostro tan radiante y lo llamó para que viera dentro de la caja de madera que traía, se retorció de gusto ante la visión de aquella pelota de pelo blanco asustada que se mantenía acurrucada en un rincón de la misma, temblando como una hoja y observándolo con grandes ojos azules.

 

Azules como los de su Amo.

 

No pasó mucho tiempo hasta que aprendió a comprender el nombre de su especie -Gato-; y el nombre que se le había dado como mascota -Koto-; de modo que cuando Shirogane despertaba en las mañanas y no hallaba al animalito en su lecho, le pedía que lo buscase.

 

"Hotohori...", decía mientras frotaba su ojos soñolientos. "Trae a Koto. Trae al gato. Gato, Koto, Hotohori. Tráelo."

 

Invariablemente lo hallaba en la cocina, degustando algún manjar que los cocineros le regalaran especialmente, y que colocaran en un recipiente de porcelana adornado con dibujos de otros gatos. El Kokuchi se acercaba con lentitud y luego pasaba una cálida lengua por sobre la cabeza del gatito, siseando y pidiéndole que lo acompañara, en su idioma. Pero el animalito solía ignorar esos llamados... Sólo se quedaba observando la silueta negra mientras esta rondaba impaciente.

 

En su mente de criatura de las sombras no cabía la razón por la cual aquella bola blanca del mundo humano ignoraba lo que le decía con insistencia: "Shirogane te quiere", decía chasqueando la lengua y soplando por la nariz. "Amo ahora te quiere, Koto Blanco, gato". Pero el gatito no se movía del sitio, y daba pequeños zarpazos cerca de su cola cuando lo rozaba, o se echaba de espaldas y tomaba alguna de sus afiladas garras, jugando.

 

Al final el Kokuchi se rendía e iba donde el cuarto de su Amo, cabizbajo. Apoyaba la cabeza sobre los cobertores y gemía su derrota. Shirogane solía sonreír y lo invitaba a acercarse mientras los sirvientes Reales abrían las cortinas y preparaban las ropas que el joven futuro Rey usaría ese día.

 

"Hotohori...", murmuraba cerca de su oído, sin dejar nunca de sonreír. "¿Le has hablado y pedido que venga, verdad?". El ser oscuro abría las fauces y lanzaba una exclamación que sonaba como un gemido. Su Amo entonces colocaba ambas manos en su hocico para callar sus protestas. "Hotohori, Koto no te puede oír... Koto es sordo, ¿comprendes?." Shirogane se llevaba ambas manos a sus propios oídos y los tapaba. "No te oye ni a ti, ni a mí, ni a nadie, ni a nada. Está sordo. Es así de nacimiento. Busca la manera de enseñarle que te siga, ¿está bien?." Y señalaba la puerta nuevamente.

 

El Kokuchi volvía donde el animal continuaba aguardando, con los ojos redondos puestos en él, limpios e interesados.

 

En un solo movimiento lo tomaba con los dientes y lo arrastraba por el suelo, despacio y con cuidado, para enseñarle el camino de vuelta. Hotohori no había comprendido una sola palabra acerca de la sordera del gato, lo único que creía entender era que el animalito no regresaba porque no conocía bien el camino. Era algo así de simple. El Palacio Shin era vasto y repleto de habitaciones y pasillos y galerías. También a él le había costado memorizar todos los posibles caminos que lo llevarían a todas partes. Pero si él había podido era gracias a que Shirogane se había hartado de guiarlo por doquier, y ese gatito lo tenía no sólo a Shirogane, sino también a él. 

 

Cuando al fin alcanzaban el aposento, Shirogane estiraba los brazos y Hotohori levantaba al animalito en sus fauces, para depositarlo en las manos cálidas de su Amo, quien lo abrazaba, primero al gatito, y luego a él, felicitándolos a ambos por su destreza.

 

Después de eso, el gato no se separó jamás del lecho de su Amo en las mañanas; y si tenía hambre, solía levantarse y tocar el rostro de Shirogane con una pata trémula. Si ello no funcionaba, entonces se arrojaba sobre Hotohori y corría hacia la puerta, repitiendo el acto hasta que el Kokuchi, ya harto, empujaba con su hocico negro el picaporte hasta conseguir abrirla. Luego acompañaba al animal hasta la cocina, donde el agua fresca y la comida abundante nunca faltaban. Al atiborrarse, volvían a la cama, y Koto se acurrucaba entre los brazos de su Amo, tibio y repleto, ronroneando contra el cuello de Shirogane, quien reía al acariciarlo, y el Kokuchi se arremolinaba feliz en torno de ambos, oyendo la risa espontánea de su Amo, porque antes de que Koto llegara a la casa, Shirogane se había mantenido muy, muy serio durante mucho tiempo -por algún incidente que tenía que ver con su Padre seguramente, a juzgar por los gritos que oyera de ambos aquel lejano día-; y hasta parecía triste. Pero Koto le había devuelto la alegría, y al Kokuchi, un motivo más para no aburrirse cuando su Amo no estaba.

 

Claro que todo ello no se traducía de esa manera en la mente del oscuro ser, sino que más bien era como una sucesión de imágenes y sentimientos. El Kokuchi tenía bien en claro que 'Koto' era lo más preciado para Shirogane -incluso antes que el mismo Kokuchi, de quien era poseedor desde niño y que le había regalado un nombre-, y que debía cuidarlo con su vida tanto como a su Amo.

 

Y además era su mejor amigo.

 

Por eso, mientras estaban echados en el suelo y Koto pasaba su áspera lengua por su hocico negro, cuando observó con el rabillo rubí de su ojo la llegada del otro Kokuchi -mucho más grande que él mismo y sumamente torpe y maligno- llamado Amachi, se incorporó de inmediato y ocultó al gato tras de sí, intentando burlar al otro.

 

Amachi le pertenecía a Homurabi, y rara vez se le despegaba, así que era extraño que rondara solo por palacio, lo que significaba que su Amo estaba en el mismo lugar y tiempo que Shirogane: En la Sala de Audiencias, instruyéndose para lo que su Shirogane deseaba más que nada en su vida: Ser ratificado como Príncipe de los Shin, para poder así visitar el Mundo de la Luz a voluntad y volver a ver a...

 

La cadena de imágenes se rompió bruscamente en su mente y la voz de Shirogane susurrándole su secreto en el recuerdo se desvaneció ante el súbito miedo que le provocó la cercanía del otro ser. Lo vio olfatear un par de veces debajo del sillón donde minutos antes Koto lo emboscara, y luego se dirigió directamente hacia Hotohori.

 

"Jugar...", exclamó Amachi al descubrir al gato tras de su compañero. Giró velozmente alrededor de ambos y volvió a gruñir. "Jugar... Koto". El animal movió la cabeza curioso ante aquel otro Kokuchi que se parecía a su amigo. No oía lo que decía, pero sí sentía la vibración en el aire que producían sus palabras. Aquel Kokuchi parecía amistoso. Koto se encogió sobre sí mismo y movió su parte trasera, listo para saltar sobre Amachi y rodar juntos, que era lo que más le agradaba hacer con Hotohori.

 

Hotohori no vio con buenos ojos la reacción de Koto. Para él era claro que era un juego, pero Amachi no pasaba tiempo con ellos y no comprendía las reglas. Una vez lo había visto atacar a otro de los kokuchis del Reino simplemente porque este lo había rozado por descuido. El Padre de su Amo tuvo que sacrificarlo al hallarlo con terribles heridas, y Homurabi recibió un castigo severo por permitir que su Kokuchi se comportara en forma violenta. Desde entonces el Segundo Futuro Rey se aseguraba de no separarse de su ser de la sombra, encerrándolo si no podía llevarlo consigo.

 

Pero ese día no estaba encerrado como debiera.

 

"Koto... Koto...", repetía Amachi, mirando al gato con fijeza estúpida. Koto agachó las orejas y se dispuso a saltar sobre el otro Kokuchi.

 

Y para desesperación de Hotohori, lo hizo.

 

En un instante, los dientes diminutos se aferraron al cuello del Kokuchi más grande; este dio una vuelta completa en el aire, buscando la razón de su dolor, y hallando a aquella cosa llena de pelos aferrada a él. Dio un alarido y sus garras se transmutaron inmediatamente en dos cuchillas. Una de ellas alcanzó la pata trasera derecha de Koto, haciéndola sangrar para luego volverse púrpura y brillante cuando el veneno se esparció.

 

Koto chilló y sus labios se contrajeron hacia atrás, expeliendo aire y un jadeo seguido por un estruendoso ffffffffsssssssss. Hotohori intentó atraparlo pero ya el animalito huía del lugar, chocando contra uno de los divanes en su carrera por alejarse de aquel Kokuchi que siseaba endemoniadamente. Amachi lo vio salir por la puerta y lo siguió. Hotohori intentó escabullirse primero en pos de su amigo, pero el otro lo mordió en el rabo arteramente. Aún aullando de dolor, el Kokuchi de Shirogane no se amilanó y consiguió deslizarse fuera del cuarto, dejando un reguero de sangre en el camino.

 

 Amachi aullaba por el pasillo mientras su vista seguía cada movimiento del gato. Este intentó refugiarse tras un biombo, pero el Kokuchi cortó en dos el objeto y el animalito dio un salto que lo llevó a rebotar contra la pared, arrojando al suelo un pequeño cuadro. El Kokuchi se sintió atraído por el ruido súbito y se distrajo un momento. Hotohori tomó ese momento como una ventaja, y se deslizó con inusitada rapidez a pesar de su horrible herida, para tomar al gato de la piel del cuello con una garra y echar a correr tanto como pudiera hasta una de las salas que más conocía, y que le serviría para esconder a Koto.

 

Al menos hasta que Shirogane apareciese y diera fin a toda esa guerra doméstica...

 

Koto maullaba insonoramente y sus ojos azules se movían buscando a su compañero. El Kokuchi siseó algo y acercó al animal hacia su rostro, lamiéndolo por completo. Aquello pareció calmar al gatito. Pero Amachi dejó sentir su presencia con un grito agudo al final del pasillo, y Koto se revolvió nervioso, arañando para liberarse, lográndolo con facilidad debido a un segundo de distracción de su amable guardián. Su pata dolía horriblemente y no tuvo más chance que la de saltar sobre las tres restantes para salvar la distancia de la bestia que bramaba cerca de él. Sintió súbitamente una gran vibración en el suelo y ello le instó a correr más rápido. A su izquierda sus ojos cayeron sobre un ángulo de luz trémula colándose entre una puerta abierta y hacia allí fue, aferrándose con las uñas en el pulcro piso de mármol al doblar con brusquedad para entrar. Las almohadillas de sus patas ardían por la fricción, pero ya estaba adentro.

 

Un nuevo temblor lo obligó a detenerse cuando alcanzó los escalones de un pequeño desnivel en el centro del cuarto. Apenas apoyó su pequeña pata sobre el último, aquella puerta se cerró pesadamente sobre sus goznes. Koto giró la cabeza, asustado, pero no hubo otra vibración aparte de ella. Sin embargo, algo estaba ocurriendo, porque un gran círculo de luz rodeado de anillos brillantes crecía de la nada frente a él, cada vez ampliando su circunferencia más y más, hasta superar ampliamente incluso el tamaño de la habitación misma.

 

Koto observaba, inquieto y a la vez curioso del fenómeno. Olvidó por unos momentos su herida para intentar atrapar entre sus patas delanteras algunas de las pequeñas luces brillantes que escapaban de aquella especie de portal, y sólo cuando el suelo y las paredes reverberaron con los golpes que Amachi propinaba a la sellada puerta, furioso, fue cuando todo su terror retornó. 

 

Con un ágil salto oblicuo se internó en la luz.

 

Ni bien lo hizo, el círculo desapareció.

 

 Fin capítulo uno.


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