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Un japonés en las mil y una noches por Paz

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Un japonés en las mil y una noches

 

Paz

 

Capítulo 7: Drama familiar

 

 

 

-¿Quién es? –preguntó mirando con interes la fotografia que había encontrado en el fondo de un cajón cuando a instancias de Rukawa estaba realizando una limpieza del mismo.

 

-Ya sabes que te comente que mi madre nos abandonó… -fijándose en la imagen que le mostraba, él estaba sosteniendo en sus brazos a un niño, su hermanito tenía entonces dos años.

 

-Si…

 

-No solo nos deje a mi padre y a mi, sino también a mi hermanito que entonces tenía seis meses. Mi padre se sintio desbordado, tenía que atender a un bebé, ir a trabajar y encima la mujer que amaba le había abandonado. Recuerdo que entonces me dije que nunca dejaría que una mujer me hiciera sentir como veía a mi padre. No fue capaz de soportarlo y dos meses dejo una nota diciendo que se dirigia hacia el bosque de los suicidas, su cuerpo no fue recuperado, se ignora que tan profundo se internó por él, ni como buscó la muerte.

 

-Lo lamento…, tuvo que ser terrible, tú apenas un niño y un bebé solos…. –se condolió.

 

-Afortunadamente teniamos mucha familia, ya fuera por parte de madre o padre, durante los siguientes años mi hermanito y yo deambulamos de casa en casa. Cuando mi hermano estaba proximo a cumplir cuatro años, pensé que ya era el momento de que tomara la responsabilidad de cuidarlo solo, por lo que a pesar de la oposición de la familia de mi madre, me traslade definitivamente a esta casa. Mi posición en la familia era… -se llevó la mano a la cabeza como si intentara encontrar la palabra justa- Mi padre era el mayor de los hermanos y ostentaba el control absoluto de la familia, se podia decir que después de él, era yo quien debía tomar las decisiones como jefe de la familia. A cambio de mi emancipación, cedí mis derechos al segundo de los hermanos, el hombre que conociste el otro día.

 

-Creí que tenía una empresa de transportes.

 

-La tiene, pero también controla muchas otras.

 

-¿Qué paso con tu hermanito? –se le hacia extraño que Rukawa no le hubiera mencionado hasta que aparecio esa vieja fotografia. Al oír su respuesta lo comprendió.

 

-Murio…, no deseaba que hubiera nada en la casa que me recordara a mis padres, por lo que estuvimos haciendo muchos cambios, teníamos arcones con todo tipo de cosas por las distintas habitaciones, todos estabamos cansados y nos  quedamos a dormir aquí para no perder tiempo viajando al dia siguiente. No recuerdo que paso, posiblemente, mi hermanito quiso que jugaramos al escondite, era algo que haciamos a menudo, él disfrutaba escondiéndose en los lugares más insospechados, solo que aquella noche, estaba demasiado cansado y me quede dormido mientras él esperaba que le encontrara. El arcón donde se habia escondido se trabó y no pudo salir por si mismo.

 

-Debio asustarse mucho.

 

-No, confiaba en mi, se acurrucó entre las telas y se quedo dormido, con sus manitas juntas y una sonrisa en sus labios. Solo que nunca despertó. Le fallé.

 

Hanamichi vió las lágrimas asomar en sus pupilas, se acercó a él, sus brazos le rodearon calidos, estrechándole contra su pecho, haciéndole saber que estaba ahí.

 

-Es por eso que ahora no duermes…, sigues buscándole.

 

-Le fallé. –y aferrándose a la ropa de su compañero, con el rostro hundido en su pecho, lloró desgarradamente, lloró por todo lo que no pudo llorar cuando la tragedia le alcanzó arrebatándole lo que más quería. La unica razón que tenia para seguir adelante- Quise darle un unico hogar… y solo encontró la muerte. Le fallé…. le fallé. –repetía una y otra vez sin que ese sentimiento de perdida lo abandonara y sus ocultos sentimientos de dolor se desbordaron en aquel momento.

 

Le confortó una y otra vez, con palabras de aliento, tratando de apartar de él la culpa, bien sabía él lo que eso significaba. Susurró en su oído no solo palabras que intentaba animarle, sino también de cariño. Sus labios dejaron suaves besos en su rostro secando todo rastro de lágrimas ante la mirada asombrada de Kaede que poco a poco dejo de sollozar, se quedaron quietos, estrechamente abrazados, con la cabeza apoyada en el hueco de su cuello, hasta que escuchó la suave respiración, claro indicio que se había quedado dormido, agotado por el llanto y la tensión que había sostenido consigo mismo. Con él en brazos se levantó de la cama donde habían permanecido sentados durante su crisis de llanto y le recostó, tapándole hasta los hombros.

 

Al salir al pasillo lo vió allí parado.

 

-Te lo ha dicho. –era una afirmación.

 

-Si.

 

-Nosotros nunca pudimos conseguir que lo hiciera, se ha sentido culpable durante todos estos años. Tenía que hablarlo, pero se negaba a reconocer que necesitaba arrancar de su pecho la culpa. No la tenía, si acaso así fuera, aquella noche, estabamos en la casa todos, mi esposa, mi hijos y yo ademas de Kaede y su hermanito. Fui el último en ir a dormir y no adverti su ausencia. De haber algún culpable, era yo. Nunca pude convencer a Kaede que no habia culpables, que fue un desgraciado accidente, una travesura que había terminado mal. Espero que no siga diciendo que le oye llamándole.

 

-¿Dice eso? –preguntó sorprendido levantando la mirada de su tazón de té.

 

-Kaede quiere creer que padece insomnio, la realidad es que no. Se duerme apenas se acuesta.

 

-Pero… le he visto despierto hasta la madrugada.

 

-Ahora si, porque le mantienes despierto con tus historias, la realidad es otra muy diferente a lo que él cree… -unos sonidos provenientes del piso superior los alertó- Ahí tienes la verdadera respuesta… ha vuelto a pasar. –e inquieto prosiguió- Nunca antes le sucedia a estas horas del día.

 

Se levantaron y subieron las escaleras. Vieron salir a Kaede de uno de los cuartos que estaban en desuso. Su rostro resplandecía con una luminosidad que nunca antes había visto en él Sakuragi. Sus labios sonreían y sus ojos brillaban con un cariño que parecía imposible que hubiera en él.

 

-Voy a encontrarte… -susurraba con un tono travieso.

 

-Kaede… -trato de conseguir su atención, más él no le escuchó, sus pasos fueron hacia otro cuarto, le siguieron.

 

-Si él actua así, ¿Cómo es que nadie esta con él?

 

-Todas las noches venía el mayor de mis hijos, cuando te vió la primera vez me llamó para decirmelo, le pedí que volviera a casa cuando se asegurara que no se levantaba después de que le dejarás.

 

-Por eso llegaste temprano a la mañana siguiente.

 

Asintió.

 

En aquellos instantes se fijaron que abría el armario y miraba dentro, también lo hacia por debajo de la cama.

 

-¿Dónde estas, pequeñín? Te has escondido muy bien, pero recuerda que siempre te encuentro. –le vieron mirar a su alrededor como si buscara donde más mirar.

 

Al verle avanzar hacia la puerta se apartaron a cada lado, Kaede paso a su lado sin verles.

 

-Esta dormido… -susurró cuando dejaron de verle tras un recodo del pasillo.

 

-Es sonámbulo desde que murio su hermano. Casi todas las noches se levanta para buscarle. –comentó su tío.

 

-Tiene que haber alguna manera de evitarlo.

 

-Pense que si hablaba de ello, al parecer me equivoque. –sacudió la cabeza pesaroso.

 

Se apresuraron a seguir sus pasos. La voz de Kaede les guiaba por donde se encontraba.

 

-Hacia donde llevaba esta escalera.

 

-Arriba esta a la vista el armazon de las vigas que sostiene el techo, apenas si hay espacio para caminar derecho, se utiliza para guardar viejos arcones. Nunca antes había subido ahí.

 

-¿Arcones? No fue en uno de ellos donde… -no terminó la frase subió el resto de las escaleras de prisa llegando hasta la puerta que encontró abierta, del interior llegaba la voz de Kaede.

 

-¿Dónde estas? ¿En donde te escondes? –la dulzura de su voz se dejaba oir al mismo tiempo que se oía el chirrido de los goznes al abrirse y como enseguida dejaba caer la tapas con un sordo estruendo al no encontrar lo que buscaba, sin que el sonido le sacara de su trance.

 

Se movieron en la penumbra, Hanamichi agachado esquivando las vigas que se entrecruzaban por encima de sus cabezas hasta alcanzar verle.

 

-Ahí esta.

 

Estaba arrodillado ante un arcon abiertó.

 

-¡¡Te encontré, pequeñín!! ¡¡Es aquí donde te escondías!!

 

Oyeron el júbilo que había en su tono de voz y vieron como alargaba las manos hacia el interior del arcón, como si fuera a sacar algo.

 

Se quedaron inmovilizados, al ver que parecía sostener en sus manos una bruma blanquecina que les dio la impresión que se espandía alrededor de su cuello, al mismo tiempo que los brazos de Kaede se cerraban alrededor de esa misma neblina que flotaba a su altura.

 

-Yo también te quiero –le oyeron decir.

 

Al instante la neblina comenzó a diluirse ante sus ojos hasta desaparecer por completo, se fijaron que Kaede se dejaba caer al piso.

 

Se apresuraron a llegar a su lado.

 

Hanamichi le recogió apoyando su espalda en su pecho y su nuca a la altura de su hombro derecho.

 

-Esta dormido –dijo su tío.

 

-Necesito una manta, esta temblando –dijo Hanamichi envolviéndole en sus brazos. Cuando quedo solo, volvió su mirada hacia el arcón abierto, en el fondo, se veían una telas y en ellas estaban marcado el contorno de un cuerpo pequeño- Descansa en paz, pequenín, -repitió el cariñoso nombre que Kaede le daba a su hermanito- Vete tranquilo. A partir de ahora yo cuidare de Kaede. –con cuidado cerró la tapa del arcón.

 

-Se que lo harás.

 

Las palabras se dejaron oír como un susurro, no supo si dentro de su mente o fuera de ella, lo que estaba claro es que las habia escuchado con total nitidez.

 


 

Abrió los ojos y quedo sorprendido al ver a Hanamichi, sentado en el suelo, con la cabeza apoyada en la cama, pero lo que más la impacto, fue el contacto de su mano alrededor de la suya.

 

Se sentía a gusto por lo que no hizo nada para romper el contacto. Alargó la otra mano llevandola hacia la rojiza cabellera, rozandole apenas, con cierto temor de despertarle y que el hechizo quedara roto.

 

No recordaba que la noche anterior le contara una de sus historias para justificar su presencia allí, pero lo más inquietante era que se sentía mucho mejor, sentía como si hubiera estado durmiendo muchas horas y su cuerpo se hubiera liberado del cansancio acumulado

 

Recordaba que le había hablado de su hermanito y que no pudo evitar dejar salir el dolor que llevaba acumulado dentro, llorar, algo que no fue capaz de hacer en su momento. En ese instante se sintió en paz consigo mismo, una sensación de alivio le recorrió alcanzando su corazón.

 

-Kaishou… -musitó su nombre- Adiós.

 

Hanamichi que solo dormitaba abrió los ojos al oirle, supo que aquella era su despedida, libre de la culpa que había atenazado su corazón y que habia dado un giro inesperado en su vida. Sus dedos presionarón la palma de su mano. Kaede deslizó su mirada encontrandose con la suya.

 

-Se fue para siempre. –musitó con una sospechosa humedad en sus ojos.

 

-No, él seguira dentro de ti, mientras tengas sus recuerdos, siempre le tendras a tu lado.

 

-Gracias. –se dio cuenta que Hanamichi estaba muy tranquilo, sentía como si hubiera perdido la noción del tiempo trascurrido- ¿Qué día es hoy?

 

-Jueves, te has despertado temprano… aún tienes tiempo para quedarte acostado un rato más.

 

-Ahí estaras incomodo. Recuestate conmigo.

 

-¿Estas seguro?

 

-Si.

 

Se apresuró a ocupar el espacio que le dejaba.

 

-¿No vas a soltar mi mano? –preguntó.

 

-Solo si lo quieres.

 

-No.. –se dio cuenta que no lo deseaba.

 

-Entonces no lo haré.

 

-¿Te quedarás siempre conmigo?

 

-Solo si es eso lo que quieres…

 

-Si, tienes aún muchas historias que contarme.

 

Hanamichi soltó una carcajada.

 

-Ya me parecía que ese era el motivo. Además, le prometí a tu hermanito cuidarte.

 

-¿Lo hiciste? –abrió mucho los ojos.

 

-Si, y él me contestó. –acarició la mejilla que estaba a su alcance, mientras la otra reposaba en la almohada. Sus miradas no se apartaban.

 

-¿Le escuchaste? ¿Qué te dijo?

 

-"Se que lo harás" y solo podré hacerlo si estoy siempre contigo. No deseo que me persiga por no cumplir mi promesa de cuidarte.

 

-Solo por eso lo harás…

 

-También porque te amo Kaede,

 

-Yo también te amo Hanamichi.

 

Sus rostros se acercaron y sus labios entraron en contacto, una suave presión que les dejo sin aliento.

 

-Esta noche no me has contado ninguna historia.

 

-Lo hubiera hecho, pero me fue imposible. Has estado durmiendo dieciseis horas seguidas.

 

-¿Tantas?

 

-Aha…, pero no temas. Tenemos muchas noches por delante, a mi lado no te aburriras.

 

-Estoy seguro que no. –dijo acercando su cabeza para apoyarse contra su pecho y sintiendo el calor de sus brazos al rodearle- Quiero despertar siempre en tus brazos.

 

Continúa en el próximo capítulo...


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