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El reencuentro por Paz

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Notas del fanfic:

Disclaimer

Este fic está basado en Slam Dunk, los personajes pertenecen a Inoue Takehiko, no saco ningún beneficio utilizando sus nombres, cuyos derechos de autor le pertenecen. Mi propósito es distraerme colocándolos en situaciones inverosímiles o dramáticas, sin faltar un toque romántico.

Personajes:

Sakuragi y Rukawa los personajes que han salido de la magistral mente de Inoue, aquellos que no son reconocidos como suyos, me pertenecen.

Notas del capitulo:

Disclaimer

Este fic está basado en Slam Dunk, los personajes pertenecen a Inoue Takehiko, no saco ningún beneficio utilizando sus nombres, cuyos derechos de autor le pertenecen. Mi propósito es distraerme colocándolos en situaciones inverosímiles o dramáticas, sin faltar un toque romántico.

Personajes:

Sakuragi y Rukawa los personajes que han salido de la magistral mente de Inoue, aquellos que no son reconocidos como suyos, me pertenecen.

-Esta increíble historia comenzó el invierno pasado cuando se produjo el reencuentro de dos antiguos rivales…

El reencuentro

Por Paz

Capítulo Unico  

 

Nunca antes se había sentido así, viendo todo lo que poseía, su casa en Berverly Hills, su novia emplazandole a casarse enseguida, su familia presionandole en todos los sentidos, le entró pánico, había creído que la fama le daría todo lo que ansiaba, pero llegado a ese punto se dio cuenta que estaba equivocado.

Huyó.

Ansiaba volver a ser el niño de su infancia perdida, con su timidez, su sencillez, dejandose llevar por el tiempo sin agobios, sin presiones, sin una novia a la que no deseaba, sin una familia que solo veía en él a la persona que necesitaban para vivir por todo lo alto.

Abandonó su trabajo.

Aquello que tantas satisfacciones le había dado en su juventud, engañandose a si mismo creyendo que en el basquetball estaba escrito su futuro.

Fama.

No la quería cuando le hacia sentir tanto dolor. Quería encontrar nuevamente la sencillez de su vida, darle un nuevo sentido, un nuevo rumbo a su existencia.

Mar.

Le aterraba ver tanta agua, pero aún así le atraía poderosamente, por ello, cuando en su huida llegó a aquella zona pesquera, supo que allí recomenzaría una vida nueva. Le hablaron de una cabaña abandonada, su anterior dueño, un viejo pescador, salió una mañana con su barca y nunca más regreso, una triste historia dijeron los que escuchaban. Se adueño del lugar apenas la descubrio oculta entre la maleza, quedaba a un tiro de piedra del mar.

Soledad.

 

Todas las mañanas salía a correr por la playa, pequeña y solitaria, dando varias vueltas para recorrer la distancia que se había marcado. Entre los lugareños se ganó un nuevo mote “el loco de la playa”, nadie le molestaba y él tampoco. Agradecía la soledad.

Telefóno.

No lo necesitaba, él mismo se había encargado de tirar todo lo que pudiera recordarle la civilización, lo había metido en una bolsa de plastico y lo había enterrado tan profundo, que con la primera tormenta el terreno cambió su configuración consiguiendo que todos los árboles y arbustos fueran iguales, aunque hubiera querido recuperarlos hubiera tenido que cavar en más de un lugar para dar con ellos.

Televisión.

Otro elemento del que podía prescindir. No deseaba saber que pasaba en el resto del mundo, solo mencionanban, guerras, muertes, disturbios, no necesitaba que le hablaran de las desgracias ajenas, él mundo podia llegar a ser un paraiso, si él deseo del poder estuviera arraigado en el ser humano.

Dieta.

Había aprendido a pescar y él mismo se procuraba su alimento diario, frutas y pescado, era su dieta habitual. Todo eso cambio cuando una noche, al volver de su paseo nocturno, encontró sobre la desvencijada mesa un plato de cartón envuelto en un plastico, al desenvolverlo su contenido arrancó en él una mirada sorprendida. Alguien había descubierto su identidad, nunca había creído en las casualidades y aquella comida, su preferida, no podía ser una coincidencia.

Detalles.

Que alguien aprovechaba su ausencia era evidente, lo notaba por los pequeños detalles que iban apareciendo día tras día, no le interesaba conocer a la autora de tales hechos, así que seguía ignorandola y aceptando lo que encontraba, pensando que acabaría cansandose y marchandose, volviendo a quedar como al principio.

Pelirrojo.

Una tarde volvió antes de la habitual escuchando el sonido de pisadas que se alejaban por la parte de atrás de la cabaña, se apresuró a llegar al engawa creyendo ver al mirar en esa dirección una roja cabellera que desaparecía tras los arbustos.

Curiosidad.

Nunca había sentido esa emoción y sin saber como sucedió, se dejo llevar por una actitud desconocida en él, a la mañana siguiente bien temprano, estaba caminando por el estrecho sendero que conducía a la  pequeña aldea, un pequeño pueblo de unas cincuenta viviendas, cuyos hombres salían a la mar para ganarse el sustento de sus familias.

Sus pasos le llevaron a cruzar la calle principal, cuyas casas aparecian alineadas a ambos lados, disponian de una limitada variedad de negocios, él dirigió sus pasos a una tienda donde se vendía de todo, desde alimentos a redes de pesca.

La habitual sorpresa de los niños era comprensible, era rara la vez que pasaba por allí, se podía decir que en los seis meses que vivía por los alrededores, era la tercera vez que iba. La primera para comprar alimentos, cuando se hartó de su dieta a base de pescado, compró un saco de arroz y otro de té, sal y algunas especias, también un par de ollas para sustituir las viejas que estaba usando y que habia encontrado dentro de la cabaña, también una rejilla que hiciera las veces de asador.

Se acercó y tras dar los buenos días, compró algunos alimentos que se le estaban acabando, era la excusa perfecta para entablar una amable conversación con la anciana señora.

Al cabo de media hora de escucharla hablar de casi todos sus vecinos y conocidos hizo la pregunta que le picaba en la punta de la lengua.

-Obasan… ¿quién es una persona que tiene el cabello pelirrojo?

-¿Pelirrojo? –sus ojillos le miraron como desconcertada.

-Si… ayer me pareció ver a una mujer rondando alrededor de mi cabaña –no tenia sentido ocultarle ese detalle. Se fijo que adoptaba una expresión de extrañeza.

-Ninguna mujer de la villa tiene ese color de pelo, todas negro.

-¡¡Qué extraño!! Quería agradecerle que estos días estuvo limpiando la cabaña y volviendola más habitable.

-Mujer no… -y ahora sus ojillos mostraban un brillo inteligente, como si un recuerdo volviera a su mente- Tal vez preguntar al pintor… él saber.

-¿Pintor? –no pudo menos que preguntar sorprendido.

-Muy famoso…, cuadros bonitos… él pinta mujer pelirroja.

No podia pensar que una figura inanimada saliera del cuadro para hacer más agradable su existencia. Carraspeó como si así apartara de su mente ese pensamiento que incidioso se había metido dentro de su cabeza. ¡El no podía pensar que era agradable las atenciones de una desconocida!

-¿Y dónde puedo encontrarle? –preguntó.

Un brillo malicioso asomó en sus ojos, al fijarlos en su rostro.

-No lejos cabaña, tú cala sur, él cala norte –su sonrisa desdentada acabó en una carcajada cloqueante.

-¿Le ves a menudo?

-¡Oh si!... todos los meses un hombre muy elegante viene con un coche grande. El pintor aparece poco despues cargado con un fardo, la primera vez mostró su contenido, ví pintura de mujer pelirroja, el hombre moreno, tengo que reconocer que muy guapo recoge las pinturas y se marcha con ellas. Sin embargo, antes de irse vienen a tomar una copa, hablan mucho y se despiden muy efusivos, el hombre moreno intenta convencerle para volver a casa, pero él sacude la cabeza y niega. Le entrega un sobre antes de marcharse, compra comida en abundancia y se marcha hasta el mes siguiente, la última vez compró el doble de todo…, -hizo una corta pausa para dar énfasis a ese detalle- la soledad debe darle mucha hambre. –concluyó satisfecha de saber tanto de él.

-Me llevaré unas bolas de arroz –dijo recogiendo su atado y pasando las cuerdas por sus hombros a modo de mochila, del bolsillo del pantalón sacó un par de billetes que entregó a cambio de su comida- Gracias por la conversación.

-Ven más a menudo y charlemos un rato. Seguro que tengo nuevas noticias.

-Procurare encontrar tiempo –dijo como si estuviera muy ocupado.

-¿Tu también pintas?

-No, corro. –sabia que cuando se calmaran los ánimos por su escapada, intentaria retomar su anterior vida con un ritmo más calmado. Sin dejarme llevar por vanas ilusiones.

-¿Eres deportista?

-Algo así… -se inclinó a modo de despedida, cuidando que la carga no se desplazara de su espalda.

-¿Por qué no le dijiste que Sakuragi-kun es pelirrojo? –preguntó una voz desde el interior de la casa cuando el hombre joven quedo fuera del alcance de su voz.

-Ya lo sabra cuando se vean de frente.

-Ba-chan, no deberías hacer eso.

-¿Qué cosa? –rió bajito.

-Son dos hombres. –dijo como perturbada por la idea de su abuela.

-Sakuragi-kun es un buen hombre, merece volver a encontrar la felicidad.

-¿Cómo sabes tú que puede encontrarla con otro hombre? Además ni siquiera conocemos su nombre.

-Nosotras no, pero si Sakuragi-kun… ha dicho que estuvo en su cabaña. –su mirada se torno soñadora- Tiene un precioso color de ojos. Azules, como el cielo y se ven tristes, sino ¿porque vendría a un lugar tan apartado? Ellos se necesitan.

-¡¡Ba-chan!! ¡¡Qué cosas más extrañas dices!! A tus años deberias avergonzarte –la regañó, aunque su rostro mostraba el cariño que sentía hacia el unico familiar que la había criado desde la muerte de sus padres, treinta años atrás.

La risa de la anciana la acompañó mientras volvía a su ocupación, coser alguna ropa mientras estaba situada detrás del mostrador.


Pasaba de medio día cuando alcanzó el tramo final que conducía a la cabaña, tuvo que detenerse algunas veces para dejar en el suelo su carga, también él se habia excedido comprando. Como algo especial había comprado cerveza, que puso a enfriar en un torrente que pasaba a cincuenta metros de distancia, aunque quedaba un tanto lejos, no dudaba que nadie tomaría algo que no le perteneciera y si en aquella zona estaba el pintor y él solo, no dudaba de su honorabilidad.

Llevado por un impulso, que ni el mismo comprendio, con las primeras horas de la tarde, recogió tomó las bolas de arroz y al pasar por el torrente se llevó la cerveza fresquita, miró su reloj para orientarse hacia el norte y sin dudarlo tomó el sendero que encontro minutos después, media hora más tarde distinguio la siguiente cala y la cabaña construida de cara al mar.

Como ya había llegado hasta allí no pensó en dar la vuelta, aunque si tuvo un segundo de duda.

Descendio por la senda de tierra que conducia serpenteante hasta bajar a la cala.

-Ohayo… -saludó acercándose al engawa.

Solo le respondió el sonido del mar al romper contra las rocas.

-¿Hay alguien ahí? –preguntó alzando la voz.

No obtuvo respuesta.

Se sentó en el engawa para descalzarse, se puso unas zapatillas que había en el borde y con toda tranquilidad traspasó la puerta abierta.

Enseguida supo que no se había equivocado de lugar, el olor a trementina se respiraba en el ambiente. La cabaña en si era de un solo ambiente, cocina con mesa y un par de sillas y un refrigerador, miró sus botellas que no aguantarian el frio mucho más y sin dudarlo, abrio la puerta dejandola en un hueco que encontró vacio, también guardó la comida que llevaba. Luego se disculparia con el pintor por hacer uso de él. En otro extremo, un caballete con un lienzo cubierto por una lona con tantas manchas de pintura que no se veía el color original. Otros lienzos se veían apoyados contra una pared, sosteniendose unos sobre otros, con la pintura del lado que no estaba a la vista. Sobre una mesa, se veian tubos de pinturas, pinceles de distintos tamaños, el grosor de las fibras para pintar diferian unas de otras. Se dio cuenta que el tiempo pasaba cuando dentro la claridad de la tarde disminuyó.

No ibaa  marcharse sin saludar, ya que había tenido la idea de acercarse. Por lo que salió al engawa y se sentó con las piernas cruzadas, cerró los ojos y se dejo mecer por el sonido de las olas que llegaban a la playa. La cabaña que él había ocupado, quedaba más al interior, por lo que no se veía la playa, aunque si alcanzaba a oir el rumor del mar.

Unos pasos sobre los guijarros le alertó acerca de la presencia del pintor, se incorporó con presteza, quedando quince centimentros del encima de un hombre joven que le resultó conocido.

-Me has encontrado… -dijo con naturalidad, subiendo al engawa y quedando frente a su ex compañero de equipo en Shohoku.

-¡¡Sakuragi!! –fue lo unico que pudo pronunciar una vez que sus cuerdas vocales se soltaron de la impresión.

-¿No lo sabías? –preguntó haciendole un gesto para que entrara.

-No…, me hablaron de un pintor y vine a saludarte, traje comida y bebida, me tome la libertad de utilizar tu refrigerador.

-Vengo con hambre y eres mi salvación –dijo melodrámatico.

En ese instante lo comprendió todo, nunca hubo una mujer, era Sakuragi quien aprovechando su ausencia, le dejaba comida o arreglaba la cabaña.

-¿Has estado haciendo una de las tuyas? –preguntó mientras Sakuragi bajaba la mirada como avergonzado- Gracias.

-¿No estas molesto? Fue una casualidad verte corriendo, esa mañana estaba  intentando pescar mi desayuno cuando pasaste por delante.

-No te vi.

-Ibas muy concentrado. Supuse que estabas entrenando para alguna competición.

-Solo estoy buscando tranquilidad.

-Entonces he sido una molestía para ti, disculpame.

-Al contrario, ha sido un aliciente tu presencia. –dijo colocando sobre la mesa la comida y bebida. No estoy seguro si te gusta.

-No suelo beber, sin embargo, hoy celebremos nuestro reencuentro. –destapó la botella sirviendo en el vaso de Rukawa, quien a su vez lo hizo en el suyo.- ¡¡Kampai!!

-¡Kampai! –repitió.

Aunque fue una cena frugal ambos quedaron satisfechos, por primera vez desde que se conocian, hablaron como si hubieran sido amigos de toda la vida aun cuando llevaba más de diez años sin verse, como si estuvieran de acuerdo, ninguno de los dos mencionó el motivo que les había llevado a estar asentados en aquella alejada región rural y pesquera de por si.

A partir de aquella noche cimentaron una sincera amistad.

Rukawa al volver a la cabaña, encontró un pequeño cuadro adornando una de las paredes y supo que su autor era Sakuragi. Admiró las suaves pinceladas de color y identificó el paisaje enseguida. Una pequeña cala y una figura corriendo por la playa, su perfil se le hacia perfectamente reconocible.

Sintió la necesidad de corresponder a su regalo, solo que no sabía como, de pronto, una tarde paseando encontró una piedra de regular tamaño, la sopeso entre sus manos, debia pesar aproximadamente un kilo, su forma era la adecuada y se preguntó como había llegado hasta allí, porque que él supiera no era su habitat natural.

A la mañana siguiente se acercó al pueblo.

Se detuvo frente a la tienda.

-Buenos días, obasan. –saludó.

-¿Ha encontrado lo que buscaba? –preguntó con una sonrisa desdentada.

-Si, gracias. Ahora quisiera pedirle un inmenso favor. Necesito comprar todo lo que esta en esta lista –dijo enseñandosela.

-Mi vista ya no es tan buena como antaño.

-Se la leere… -y Rukawa así lo hizo- Se trata de material especial para trabajar la piedra. –dijo al concluir su lectura.

-Eso tiene que ser muy caro. –razonó la anciana.

-No importa, tienen que ser de las medidas que he puesto al lado de cada cosa… -metió la mano en la manga de su kimono sacando un sobre- Aquí tiene una cantidad a cuenta. –lo puso en sus manos al ver que no hacía ademan de recogerlo- Obasan, confio en ti, si me guardas el secreto, te diré que es para hacerle al pelirrojo el regalo que se merece por todas sus atenciones hacia mi comodidad en mi desvencijada cabaña. Gracias a él ahora parece un hogar.. –fue oírle y la anciana cloqueó.

-Le diré a mi nieto que se acerque a la ciudad más proxima, seguro que allí encuentra todo lo que necesitas.

-Gracias.

-¿Vas a tallar tú la piedra?

-Voy a intentarlo, porque creo que lo que se aprende no se olvida por completo y hubo un tiempo que me gustaba trabajar la madera, la tecnica de transformar la piedra me desanimó y lo deje, pero ahora tengo un motivo para volver a intentarlo.

-Tienes pensado que hacer.

Rukawa nunca comprendió porque siempre llevaba con él en su cartera una vieja fotografia, la habia recortado de una revista deportiva y nunca se desprendió de esa imagen que le recordaba un gran momento de gloria. La sacó y se la mostró a la anciana.

-Sois vosotros. –les reconoció enseguida.

-Teniamos quince años y en aquel instante comprendí que eramos especiales, que la vida podía darnos grandes satisfacciones, porque no nos faltaba el valor para perseguir nuestros sueños. Encontrarle aquí ha sido una autentica sorpresa y más aún saber que él me ayudaba sin darse a conocer, solo por el placer de ayudarme.


Hanamichi quedo gratamente sorprendido cuando se presentó en su cabaña, pasado el medio día, llevando en su mano un paquete burdamente envuelto en papel de embalar.

-Lamento no poder envolverlo en un bonito papel. –dijo ofreciéndoselo con ambas manos.

-¿Para mi?

-Es mi modo de agradecerte, el que hicieras más llevadera mi vida aquí. Sin ti creo que hubiera acabado enloqueciendo.

-Creo que exageras, estabas haciéndolo muy bien. –lo recogió de sus manos y al hacerlo advirtió que pesaba –sorprendido le miró- ¿De que se trata?

-Abrelo..

Le quitó el cordón de embalar y lo desenvolvió con cuidado, dandose cuenta que tenía bordes desiguales. Cuando vió el contenido del paquete, sus ojos se humedecieron por la emoción, al contemplar, las dos figuras, dos jóvenes dandose las manos tras un partido memorable, la unica vez que de forma voluntaria se acercaron el uno al otro.

-Gracias.

-Lamento no haber podido sacarle más el parecido…

-Es precioso. Lo atesoraré como algo delicado y hermoso, porque tú lo has hecho para mi.

-Es algunas partes la figura esta sin pulir, por más que me esforzaba no consiguia llegar.

-Eso lo hace más admirable ante mis ojos.

Posó la base de la figura sobre la mesa, entre los dos, que la contemplaban inmersos en sus propios recuerdos, de aquella admirable tarde, en el que todo el equipo luchó hasta el último segundo de aquel partido. Rukawa marcado por varios de sus contricantes y haciendole un pase ante el asombro de todos y él marcando el gol que les dio la victoria.

-Te hubiera matado si no hubieras marcado… -musitó recordando aquel instante.

-No habia tiempo para detenerse a pensar, tuve una inspiración e hice lo correcto.

Volvieron a quedar en silencio, mirandose hasta que Hanamichi se levantó y comenzó a preparar agua para el té.

-¿Sabes como estan las cosas fuera de aquí? –preguntó cuando le llevaba el jarró con el té que humeaba.

-¿Te refieres al resto del mundo? –ante su gesto afirmativo, el negó- No tengo medios de enterarme. ¿Por qué? –miró hacia donde Hanmamichi tenía su portatil, suponía que él leía todos las mañanas la prensa.

-¿Has contado los días que llevas viviendo solo?

-No, pero recuerdo haber pasado dos inviernos.

-Dieciocho meses, tres semanas y un día –dijo Hanamichi por él.

-¿Tanto? –preguntó sin sorprenderse porque llevara la cuenta tan exacta.

-¿Qué fue lo que te llevó a venir hasta este perdido rincón? No es necesario que me contestes si no quieres.

-Es desquiciante intentar sobrevivir a los preparativos de una boda. Mi madre y mi prometida buscaban realizar una boda de postín, la ceremonia debía realizarse en San Patricio, la fiesta en el Wardorf, los invitados no podian ser menos de quinientos, había que pensar en las invitaciones, en como serían las flores, como se vestirían las damas de honor, como se cubririan las mesas y las sillas, como se adornaria la iglesia, sin olvidar luego la ceremonia al rito shintoista, nuestra casa tenía que ser un piso con vistas al Central Park, había mil detalles para tener en cuenta, pintura de las paredes o papeles pintados, los muebles, la cuberteria, el ajuar completo de la novia, en fin tantísimas cosas que acabe diciendo que ellas tomaban todas las decisiones sin contar con mis deseos, yo hice lo más apropiado para mi salud mental. Me largue. Rescindí mi contrato y compre un billete para volver a casa, una vez aquí supe que si me quedaba en mi casa de Kanagawa o en la de Tokyo me encontrarían, por lo que tomé mis precauciones para no ser reconocido, saqué del banco una fuerte cantidad, suficiente para una larga temporada y compré un billete para el JR y trasborde dos o tres veces para despistar en ciudades donde mi pista pudiera perderse y todo era para evitar a cualquiera que pudiera identificarme, llegué aquí con la seguridad que estaba lo bastante lejos para que no dieran conmigo. Si hubiera sabido que no importa donde te escondes, que siempre alguien acaba encontrandote, me hubiera ido a una isla desierta. –respondió así a su pregunta- Tú también te escondes, ¿de quien? ¿una esposa? ¿una novia? ¿un padre ansioso de nietos?

-No…, es curioso como se han invertido nuestras vidas, tu dabas la impresión de no agradarte las chicas, a mi me rechazaron demasiadas, y ahora, tu huiste de un matrimonio y yo me refugio aquí para que mi ex novio no me encuentre.

-¿Eres gay?

Se llevó la mano a la cabeza, dando un fuerte repaso a sus cabellos, enmarañandoles entre sus dedos.

-No se como pasó, un día me dí cuenta que los hombres me la ponían dura, disculpa mi lenguaje, tuve una época de negación, no podía admitir la posiblidad de que me gustaran los hombres, intentaba salir con compañeras de la universidad, como amigas eran geniales pero cuando decidía acabar la noche con ellas, no habia manera de que mi amiguito reaccionara. Finalmente, me rendí a las evidencias. Era gay. Intente ser discreto con ellos y ahí si que rendía los honores a pleno rendimiento. Acabe la universdad y me matricule en una escuela de arte y fue allí donde conocí a quien sería mi pareja durante cinco años. Estaba convencido que eramos la pareja ideal, que nos complementabamos como si fueramos uno, que él era definitivamente el amor de mi vida. Hasta que una tarde, adelante el regreso después de una ausencia de tres días y le descubrí, según él solo se trataba de un polvo, en nuestro apartamento estaba con el portero, un tipo cachas y con un cuerpazo de muerte, dejandose coger mientras estaba esposado a la cama. El tipo ni se inmutó al verse, siguió con lo que estaba haciendo, sin hacer caso a sus gritos pidiéndole que le soltara y al mismo tiempo disfrutando de la intensa cogida.

-¿Te quedaste mirandoles? –preguntó sorprendido.

-No, era inevitable escucharles mientras preparaba un par de maletas, metí dentro todo lo que encontré que que pertenecia y cuando terminaron y pudo levantarse acabó en el pasillo intentando cubrirse con las manos, sin escuchar sus explicaciones, le cerré la puerta en las narices, una semana despues cansado de sus llamadas o de encontrarmelo a caulquier sitio que fuera me largue.

-Bien hecho. ¿Por qué viniste aquí?

-Cualquier lugar de Kanagawa me lo recordaba, habiamos viajado a menudo, eramos como dos bohemios, él escribía, yo pintaba. Así que cualquier lugar al que fuera recordaba los gratos momentos que habíamos pasado. Tan al norte nunca estuvimos, así que era un buen lugar para quedarme, además que me acosaba con llamadas, le encargue a Yohei que vaciara todo el apartamento por si quedaba alguna cosa que le perteneciera y le dí un poder para alquilarlo a perpetuidad.

-Al menos tu no te has desconectado, sigues pintando y tu amigo viene a recoger tus pinturas.

-¿Cómo sabes? –una sonrisa asomó en sus labios- ¡¡Oba-chan!! Una encantadora abuela, cuyo entretenimiento principal es enterarse de todos los chismes de los alrededores. Fue ella quien me dijo que había un nuevo inquilino en la cabaña abandonada. Te reconocí enseguida, me sorprendió que estuvieras en un lugar tan remoto por lo que decidí investigar acerca de ti.

-Ella también me habló de ti –en ese instante su mente registró el sentido de sus palabras- ¿Dime que no es cierto?

-Tranquilo, ha sido a traves de la red, estuve leyendo noticias atrasadas, tus padres alegan que tu desaparición fue por locura temporal. Tu prometida, ya no lo es, a los tres meses se casaba con otro hombre, un multimillonario. –observo su rostro al decirlo, más no hubo ninguna reacción en él- A los tres meses de tu desaparición han comenzado a especular sobre tu posible muerte, ya que nadie da razón de ti, desde que tu velero apareció florando en alta mar sin ti, la certeza de tu muerte se confirmó. Al parecer se enteraron que que habías vendido el apartamento de Tokio y la casa de Kanagawa y que el dinero se habia volatizado, tus padres pusieron el grito en las alturas diciendo que les habían robado tu herencia.

-Nunca tuve un velero, ha debido ser un montaje para sacar provecho de mi desaparición. Antes de dejar Tokyo deje un poder para vender las dos propiedades y que el dinero me fuera transferido a un banco de Kyoto quedando allí en custodia hasta que yo fuera a reclamarlo.

-¿Lo harás?

-Debería… solo que no dispongo de medios para sacarlo sin que se conozca mi identidad y posiblemente todo comenzaria de nuevo.

-Conozco un chico muy bueno, capaz de mover el dinero sin que tú te muestres. Puede transferirlo a distintos bancos hasta perderse su pista, dejandolo donde tu quieras.

-¡¡Un hackers!!

-¡¡Aha!!, solo que no se lo digas a él. Se llama a si mismo "experto en movimientos de datos"

-¿Quién de ellos es? –preguntó.

-Noma, el del bigotito.

-Le recuerdo.

-Tendría que venir hasta aquí.

-Si se lo pido lo hará, con solo traer su portatil, es capaz de todo.

-Lo tendré en cuenta… tengo tiempo para hacerlo.

-No mucho…

-¿Qué quieres decir?

-Al año de tu desaparición, tus padres han pedido que se te declaré muerto. Si lo consiguen, rastrearan todas tus cuentas.

-Comprendo, son capaces de acelerar el tramite solo por echarle mano a mi herencia.

-¿Tanto posees?

-Hay bienes que ni siquiera yo puedo tocar, mi abuelo materno poseeía una inmensa fortuna, en propiedades y otros bienes como acciones de las mejores empresas del país. Era tan rico que cuando su unica hija de diciocho años fue atrapada por un buscafortunas que la enamoró y la embarazó, se negó a admitirle en la familia, les dijo que ninguno de los dos vería ni un yen, que él ya no tenía hijas y así ha sido. Tuvieron que vivir miserablmente con la que ganaba mi padre y ambos quejandose de lo que habían perdido. Mi nacimiento fue una desgracia para ambos, solo cuando comence a jugar profesionalmente, vieron el cielo abierto y se trasladaron a vivir conmigo. Por aquel entonces mi abuelo todavía vivia. Cuando murio lo dejo tan bien atado que mi padre no pudo impugnar el testamento, todo paso a mi nombre con la condición que en caso de muerte prematura, fue previsor, todo pasaría a obras beneficas. Tambien añadió que yo no tomaría posesión de mis bienes hasta cumplir los treinta y cinco años. Como ves tampoco se fiaba de mi. Ellos no ganan nada en ningún sentido. Han sabido aprovechar mi desaparición para disponer un montaje de mi muerte, para que nadie pudiera acusarles, saben que no pueden tocar la herencia, pero si apoderarse de las propiedades en las que invertí mis ganancias, una casa en Beverly Hills y un rancho en Colorado. De ahí si que podran sacar beneficio si se lo permito.

-¡¡Menudos padres que tienes!! y yo que me lamentaba porque tenias un hogar y unos padres.

-Pasaba más tiempo en la calle que en casa y ellos nunca se quejaban por ese hecho, más bien mi madre le reprochaba haberla embarazado, perdiendo todos los beneficios que tenía en casa de su padre y él a su vez despotricaba contra ella por su falta de valor para reclamar lo que le pertenecia por ser quien era. Eran tal para cual.

-Lamento haber contribuido a hacerte más desgraciado… -bajando la mirada al piso con expresión de arrepentimiento.

-Al contrario, me diste una razón para seguir luchando por lo que deseaba. Si no te hubiera conocido, posiblemente, me habría rendido. Tu fuiste el pilar sobre el que pude apoyarme. Gracias por ayudarme entonces y ahora.

-¿Qué harás respecto a todo este embrollo respecto a tu muerte?

-Hare unas llamadas a mis representantes legales, aquí en Japón. Ellos se encargaran de dejar en claro mi situación legal. Ahora que todo esta aclarado entre nosotros, una última pregunta ¿sigues enamorado de tú ex?

-No. ¿Y tú, aun amas a tu prometida?

-Nunca estuve enamorado de ella, mi compromiso, fue una obligación que mis padres me impusieron presentandome a cuanta chica casadera encontraban, sabían que si me casaba podían acceder a su herencia. –reconoció, que ella se casara al poco tiempo de desaparecer no le molesto para nada. Pensar que podía estar casado le daba escalofríos. Se levantó dispuesto para marcharse.

-¿Quedate?

-¿Estas seguro? ¿Es lo que quieres? –inquirió, en esos meses también él habia dejado en claro sus sentimientos.

-Si. Esta noche y todas las noches, quedate a mi lado.

-De acuerdo.. –le paso el brazo por la cintura atrayendole contra su cuerpo, a su contacto, ambos se miraron estremecidos, sus miradas llenas de amor quedaron presas, luego acercó su rostro al suyo, sus labios rozaron levemente los suyos que temblaron a su contacto, fue el suyo un beso timido, inexperto, era la primera vez que besaba a un hombre y se le hacia extraño- Te amo, Hanamichi.

-Te amo, Kaede –y esa noche Hanamichi le enseñó a besar y le dió instrucciones acerca de lo que tenía que hacer, fue un alumno muy aplicado y tuvo toda una vida para hacerle sentir a  su koi que la mejor elección que hicieron ambos fue compartir toda su vida en una pequeña cabaña, donde le amo y donde fue correspondido.

Ambos perdidos en un remoto lugar, en el pequeño paraíso que recrearon para su disfrute.

 

Fin

15 de agosto de 2012

Paz

Notas finales:

Aquí tenéis la primera historia que nos regala Hanamichi.

 

Glosario:

Ba-chan: Abuela, de modo cariñoso, aunque en la web de donde lo saque no estaba muy seguro.

Obasan: Abuela.


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