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Siempre hubo más de uno por Paz

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Notas del capitulo:

Aquí está el final de esta historia

Siempre hubo más de uno

 

Por Paz

 

2ª PARTE

 

 

 

Debido a que la universidad quedaba bastante alejada de casa, mi padre me propuso que buscara un alojamiento y así lo hice, lo que entonces no había pasado por mi mente era compartirlo con otros chicos y menos aún con mis dos amantes, Mito y Sakuragi, pensé que por un lado me vendría bien tenerles tan a mano, ellos podían ayudarme a relajarme cuando sintiera la necesidad, el único inconveniente era como conseguirlo sin que supieran que ambos eran mis amantes.

 

Resolví el asunto mas fácilmente de lo que había pensado, Sakuragi y yo lo hacíamos en las duchas cuando los demás jugadores se retiraban, después el pelirrojo se marchaba con sus libros de estudio a la biblioteca, único lugar donde podía estudiar sin ser distraído, yo me apresuraba a volver al piso y allí tenía a Mito, con la mirada clavada en los trabajos que debía realizar. Le distraía hasta que accedía a acompañarme a mi cuarto y estábamos juntos hasta que sentíamos que la puerta del apartamento se abría y la voz escandalosa de Sakuragi nos hacia saber que había llegado. Mito muchas noches corría a medio vestir hacia su dormitorio.

 

Cuando escuchaba los tímidos golpes en la puerta de mi cuarto y a mi respuesta asomaba la cabeza, me encontraba tranquilo, delante de mi mesa de estudios con los cuadernos y libros abiertos.

 

-Voy a preparar la cena, ¿quieres avisar a Yohei? –me pedía.

 

Solo asentía, porque mi respiración aún estaba agitada y en mi entrepierna pulsaba dolorosamente mi miembro, imaginaba que Mito estaba masturbándose para bajar la hinchazón, sin saberlo, Sakuragi me daba la ocasión para terminar lo que estábamos haciendo.

 

Apenas escuchaba a Sakuragi moverse en la cocina, entraba en la habitación de Mito y poniéndole la mano en la boca para impedir que se le escuchara me hundía dentro de él, mientras le embestía mi otra mano tomaba su miembro y le masturbaba hasta que se corría, solo entones yo podía hacerlo dentro de sus entrañas.

 

Cuando media hora después, con nuestro aspecto más relajado nos reuníamos con él, Sakuragi ya tenía la mesa puesta y los alimentos servidos.

 

Comíamos en silencio, cada uno metido en sus pensamientos, los míos no eran nada castos, me imaginaba a Sakuragi cogiendo a su amigo, en tanto yo lo hacia con él y como nuestras bocas se buscaban en un beso apasionado y duro, en el que nuestros labios se frotaban con frenesí ansiosos de tomar la boca de uno de ellos. Otras veces era Mito quien se la metía a Sakuragi y sus rostros mostraban una enorme satisfacción, pero al final solo quedaba en eso, en fantasías que nunca se cumplían, porque la amistad que los unía estaba hermanada por los años que llevaban tratándose. Ellos se veían más como hermanos que amigos y yo solo podía fantasear con tenerlos a los dos al mismo tiempo.

 

Antes que nos diéramos cuenta habíamos llegado a finales de julio y teníamos unos días de vacaciones, cada uno de nosotros se despidió, Sakuragi volvió a su piso vacío, Mito a casa de sus padres y yo con los míos a los que últimamente no tenía noticias suyas. Debían que pensar que ahora con dieciocho años no era tan crío para tenerme controlado con llamadas, aún cuando un año antes seguían haciéndolo y no era ningún adolescente atolondrado, si bien ignoraban que era un obseso sexual, hasta yo mismo me daba cuenta de que el sexo era imprescindible en mi vida, más de tres días sin hacerlo con alguien me descontrolaba, por ese motivo, si bien tenía a Sakuragi y a su amigo, había buscado otros entre los miles de estudiantes que pululaban por la universidad, no solo novatos de primer año, sino también que me había atrevido con uno de segundo, un chico que ví que me miraba demasiado y uno de tercero que tuvo el descaro de pedirme que le dejara cogerme, le respondí que yo era seme y que si lo quería así que de acuerdo. Le ví torcer el gesto, pero accedió.

 

Pensé que una semana en casa de mis padres iban a ser una tortura.

 

A media mañana, salía de casa con mi bolsa de deporte y no volvía hasta la noche. Mis padres solo me preguntaban si había comido y si había practicado mucho.

 

Les ponía al tanto de mis andanzas, correr por la playa, nadar un rato, acercarme hasta una cancha y practicar hasta cansarme, acercarme a un puesto de comida y comer unas bolas de arroz, beber soda para evitar deshidratarme. Por la tarde, dormía un par de horas bajo la sombra de unas sakuras y continuaba practicando un par de horas más, a las seis de la tarde estaba dándome un último baño para quitarme la traspiración y finalmente volver a casa totalmente descansado.

 

Mi madre me esperaba con mi plato favorito, cenaba y me marchaba a mi cuarto, una hora después salía preparado para darme un baño, mis padres estaban en la sala, hasta allí llegaba el apagado sonido de las voces trasmitiendo un debate económico.

 

Con puntualidad matemática, mi cuerpo comenzó a dar señales inequívocas, intente distraerlo, esforzándome más en mis prácticas, o nadando contra el oleaje para hacerle olvidar su necesidad. Vano esfuerzo, solo conseguí cansarme, en mi bajo vientre entre una tupida mata de vello mi sexo pulsaba hambriento.

 

Estaba a punto de llamar a Sakuragi o Mito, aunque sentía la necesidad de metérsela a alguien, mi mente, en esos momentos quería al más adecuado. Sakuragi se complementaba conmigo de un modo increíble, pero Mito también era bueno y solía mamármela y cuando terminaba de venirme no paraba hasta dejarme limpio y relajado.

 

Estaba con el móvil en la mano sin decidirme por cual de ellos cuando una voz conocida dijo mi nombre. Levante la mirada y la pose en el joven de la eterna sonrisa, y aunque sus labios sonreían, su natural alegría ya no llegaba a su mirada.

 

-Hola Akira –respondí a su saludo sin mostrar sorpresa al verle allí.

 

-¿Que haces tan lejos de tu casa?

 

-Practicar un poco –sabía que mis dudas habían terminado, allí estaba mi salvador- ¿Y tú vives por aquí?

 

-Mis suegros tienen una residencia al final de la calle, necesitaba salir un momento.

 

Su silencio me dijo mucho más.

 

-Vayamos a charlar tranquilos en un hotel, -él comprendió lo que eso implicaba y aún así me siguió.

 

Supe que su matrimonio no le satisfacía y pensé que Akira era más gay que bisexual, con una mujer nunca podría alcanzar el grado de satisfacción que con un hombre y esa tarde, los dos solos, encerrados en una habitación dimos rienda suelta a nuestros instintos.

 

-Es la primera vez que la soy infiel –musitó cuando quedamos un rato relajados, tumbados en la cama mirando al techo, donde estaban reflejados nuestros cuerpos desnudos y nuestras manos con los dedos entrecruzados.

 

-Alguna vez tenía que suceder.

 

Ví su reflejo asintiendo, tenía los ojos cerrados como si le costara verse admitiéndolo.

 

Me puse encima suyo, nuestros pechos y caderas juntos, me moví como si me deslizara sobre él, nuestros miembros se masturbaron el uno al otro, el rostro de Akira mostró el agrado que sentía a mi contacto.

 

Entrelace sus manos contra las mías y las apoye por encima de su cabeza rozando la pared, seguí moviéndome en vaivén, sintiendo la dureza de sus muslos contra los míos.

 

-¿Te arrepientes de lo que sientes conmigo? ¿Ella te hace gemir como lo haces ahora? Solo estoy tocándote y estas tan duro que me pregunto como sería tenerte dentro de mi.

 

-Podemos intentarlo… -abrió los ojos al decirlo encontrándose con mi sonrisa socarrona.

 

-No… prefiero ser yo quien te lo meta, hundirme dentro de ti, hacerte gritar no de dolor sino por el goce que te este dando, solté una de sus manos y lleve la mía hasta su abertura, estaba húmedo y tan abierto que apenas levantó sus caderas ofreciéndome una mejor posición no dude en metérsela hasta la base- ¡Te gusta como te meto mi polla -continúe excitándole con palabras soeces- ¿o prefieres comértela? ¿O mejor aún quieres que joda tu boca y me corra dentro de tu garganta? Sería interesante que luego la besaras a ella con mi sabor en tu boca. ¿Lo harías por mi? –pregunte excitándome ante ese diabólico pensamiento.

 

-Haz lo que quieras, pero que sea ya –mis palabras le calentaban.

 

-Te lo hare todo y esta noche cuando jodas con tu esposa, recordarás lo que has hecho conmigo –dije embistiéndole una y otra vez, moviéndome de forma que pudiera alcanzar su próstata y cuando lo conseguí su cuerpo se estremeció y de su garganta salió un grito que quiso sofocar sin conseguirlo. También a mi me encendía sus acaloradas reacciones, verle estremecerse con lo que le hacia, ver como sus manos se aferraban a las sábanas, eran claros indicios de las sensaciones que estaba experimentando.

 

Oír sus jadeos, sus gritos, sus gemidos, ver su cuerpo estremecerse y, los espasmos de placer, o su espalda arquearse cuando alcanzaba el clímax era suficiente para conseguir que yo llegara a mi culminación.

 

Pasaba de medianoche cuando nos separamos, Akira iba preocupado porque era la primera vez que no estaba en casa para cenar con su esposa y sus padres.

 

-Diles que te has encontrado con unos amigos y que no pudiste eludirles.

 

-Me dirán que pude haberles llamado.

 

-Recuerda que no te deje llamarles… te quite el móvil ¿Lo has olvidado? –dije mostrándoselo. Se lo había apagado para que no nos molestara, se lo devolví.

 

Akira se fijó que tenía diez llamadas perdidas, todas del mismo número. Oír el gemido de Akira me hizo confirmar lo que supe desde un principio. Akira no estaba hecho para el matrimonio, lo suyo era tener un buen rabo metido en su culo y yo estaba más que dispuesto a proporcionarle ese placer manteniéndole apartado de su mujer.

 

-Llámame para saber como te fue… -estaba pensando que debía hacer algo para sacarle de ese matrimonio que le hacía infeliz, lo veía en su mirada, no podía olvidar que fue mi primer amor, mi primer amante y mi primer amigo. Estaba obligado ha salvarle de ese matrimonio y tenía una idea sobre como hacerlo

 

Akira no me llamó hasta pasada una semana, para entonces, yo estaba de regreso en mi apartamento de la universidad. Aquella escapada a Akira le costo una bronca por parte de sus padres y suegros, junto a una esposa que lloraba desconsolada convencida que las acusaciones de sus padres eran ciertas y su esposo la engañaba con otras mujeres por eso no se defendía. Esa misma tarde, por mandato de padres y suegros se trasladaba de regresó a América con su esposa para continuar allí su carrera deportiva, lejos de los amigos que le llevaban por el mal camino. Pasaron tres años antes que volviera a verle y lo que ví no me gusto.

 

Comenzó el segundo semestre de mi primer año universitario y para entonces ya tenía controlado todo para que mis estudios no se vieran resentidos, además hasta el mismo profesorado nos había entregado un planing donde figuraba todas nuestras clases y el tiempo que teníamos que dedicar al estudio. Considerando que tenía que entrenar con el equipo universitario, estaba exento de algunas actividades extras.

 

Tenía por delante cuatro años, al cabo de los cuales la universidad me daría el grado de licenciatura, si quería podía continuar con un posgrado dos años más y más tarde una especialización, pero eso en ese momento no lo tenía tan claro. Lo decidiría cuando le llegara el momento. Por de pronto, lo único que tenía claro es que deseaba seguir jugando, pero también era consciente que llegaría un momento que debería dejarlo y necesitaba una carrera para cubrirme las espaldas. Recordaba que mis padres me decían continuamente

 

-"Tu primera prioridad es estudiar, luego decidirás si deseas seguir jugando"

 

Por lo que sabía Sakuragi estaba estudiando con una beca y una vez terminados sus estudios universitarios si era seleccionado para jugar en el equipo nacional iba a aceptar porque era su mejor opción, en cambio Mito lo tenía muy claro, una vez acabados sus estudios comenzaría a trabajar para ayudar en la economía familiar. De los tres él era el único que seguiría estudiando.

 

A veces se preguntaba como conseguiría seguir adelante, sin tener tan próximo a él a sus dos amantes, por ese motivo, deseaba convencer a Sakuragi para que continuara con un posgrado, después de todo estaban cursando la misma carrera, sin embargo, Sakuragi se escudaba en una razón muy simple. Su beca solo cubría cuatro años, después simplemente debía correr por su cuenta todos los gastos y no disponía de medios para seguir.

 

-Lo siento, me gustaría poder complacerte, pero en esto es imposible.

 

-Si encuentro el modo de que alguien financie tus estudios ¿seguirías dos años más?

 

-¿Quién querría hacerlo? –preguntó a su vez Sakuragi.

 

-Déjame pensar en ello… -tenía claro como hacerlo, solo que no se lo diría, había mucho tiempo por delante para conseguir mi propósito. Sakuragi iba a seguir estudiando, no solo el posgrado, sino también el doctorado. Le necesitaba a mi lado y no pensaba renunciar a él.

 

Se dice que un homosexual no intenta nada con un heterosexual y que reconocen cuando uno es de su mismo bando, yo debía ser bastante salido porque cuando iba tras un hombre solo buscaba en él que me atrajera y pudo decir que normalmente mis preferencias se dirigían hacía esos hombres que se consideraban muy machitos y luego acababan gimiendo con una dura polla dentro de su culo. Eran hombres y los denominó así porque algunos de ellos pasaban de haber cumplido los veinte, aunque yo estaba aproximándome a pasos agigantados para cumplirlos y unos pocos pasaban de los veinticinco, lo que ya era para mi una hazaña llevarles a mi terreno.

 

Durante una de las clases que teníamos, el adjunto del catedrático, se empeño en que mi trabajo práctico no entraba dentro de los cánones de lo solicitado y pretendía que me quedara después de hora para cumplir o perdía los créditos de ese ejercicio, él creía saber que la acumulación de créditos me proporcionaría una oportunidad de trabajar, por supuesto que no pensaba decirle que no necesitaba de ellos para conseguirlo, aunque siempre vienen bien de cara a los demás. Me explicó, para poder graduarse no solamente necesitaba estudiar cuatro años sino también adquirir una cantidad necesaria de créditos, algunas universidades exigían más que otras dependiendo de la carrera elegida, con 124 créditos tenía suficiente, pero al parecer el adjunto ignoraba ese detalle y los puntos que me daba ese trabajo incrementarían los que ya tenía. Cedí en sus pretensiones, con la advertencia que mis entrenamientos acababan a las siete y media, si quería quedarse por mi estaba bien. Quede en presentarme en su despacho a las ocho.

 

Ichigawa-sensei me esperaba tras su mesa, el despacho de un adjunto era un pequeño, dos metros por dos metros. Cabía un archivador con muchos papeles y carpetas, una mesa pequeña y un par de sillas, la suya y la que tenía para quien tuviera que hablar con él.

 

Preferí quedarme de pie para impresionarle con mi altura, sabía que mi trabajo era perfecto, lo que habían pedido, por ello, espere que él hablara, al observar que parecía titubear, me adelante.

 

-Yo sé y tú también que el trabajo se ajusta a lo que pidió Ishikawa-sensei. ¿Qué es lo que quiere realmente de mí?

 

-La universidad debe cuidar que el comportamiento de los universitarios sea el adecuado de cara a los demás. Es una norma que no debemos olvidar, no solamente en el recinto universitario, debemos dar ejemplo de rectitud.

 

Le miré sin que un músculo de mi rostro se moviera.

 

-Ha llegado a mi conocimiento que le han visto en una actitud indebida.

 

Ahora si que levanté una ceja invitándole con mi fingida extrañeza a que se explicara mejor. Empezaba a saber a que se refería, posiblemente me había visto salir de los aseos de la última planta del área del club de guitarra, me preguntaba que hacia él en una parte tan alejada de la universidad, era un área donde había poco movimiento de estudiantes a esas horas de la mañana. Para mi era el lugar adecuado para encontrarme con Sakuragi en uno de los excusados para descargar la urgente necesidad que se adueñaba de mi, aprovechando los pocos minutos libres entre clase y clase.

 

Había acordado con Sakuragi encontrarnos ahí cada dos días, de diez y media a once menos cuarto, quince minutos no daban para mucho, porque perdíamos algunos llegando al lugar.

 

Le ví levantarse intentando quedar a mi altura, le ví alzar el rostro para mirarme de frente, su cabeza me llegaba a la altura del pecho y esa posición era mala para su cuello, lo supo enseguida, por lo que me dio la espalda regresando a su silla.

 

No es que me atrajera, ni tampoco que le viera atractivo, solo que en ese instante mi cuerpo me recordó que llevaba más de dos días sin tiempo para satisfacer mis necesidades debido a ese trabajo y mis feromonas se desataron, solo le ví como el vehículo para tranquilizar mis sentidos. Estaba a un paso de la puerta, impulsivamente me giré para alcanzar el picaporte y trabé la puerta con el pestillo, estaba bien engrasado que se cerró de un modo silencioso, él de espaldas a mi no pudo ver mi movimiento. Algunas veces actuaba por instinto y aquella era una de ellas.

 

-¿Puede decirme Rukawa-san que estaba haciendo en los aseos de la sexta planta?

 

-Podría decírselo, pero es mejor hacer una demostración, así lo comprenderá mejor –sugerí y sin darle tiempo a moverse de su asiento por falta de espacio, se encontró arrinconado entre su asiento y yo sentado en su mesa, con las manos  apoyados en el reposabrazos de su butaca impidiéndole moverse hacia derecha o izquierda, tiré del asiento hacia delante dejándole a escasos centímetros de mi entrepierna, el bulto bajo el pantalón era harto elocuente- seguro que esto es lo que le gustaría ver.

 

-¡¡Rukawa-san!! Esto lo sabrá el decano…

 

-Hable con el si así lo desea, pero a quien crees que crearan, me citaste en tu despacho, a las ocho de la tarde, cuando ya casi nadie queda en este ala del edificio, si les digo que abusaste de mi, que me amenazaste con quitarme créditos por un trabajo bien realizado…, no se… creo que tu palabra en este momento no vale nada –y sin molestarme en dar más explicaciones, baje el cierre de mi pantalón y expuse ante su mirada desorbitada mi pene, hinchado, grueso y duro como una barra de acero.

 

-No puede… no… -mi mano se cerró en torno a su garganta obligándole a abrir la boca, se lo metí hasta la garganta, complacido al sentir como su boca se expandía, tras un par de arcadas, se acostumbró a su grosor.

 

-Haz un buen trabajo o seré yo quien te quite créditos –dijo con una sonrisa, al tiempo que sacaba mi móvil y grababa la satisfactoria mamada que me dio.

 

Podía ser inexperto, pero al menos me dejo satisfecho por un rato, el tiempo que necesite para obligarle a doblarse sobre su propio escritorio, cuando comprobé que estaba tan excitado que necesitaba liberarse, como todavía necesitaba más, le bajé el pantalón junto con su short hasta los tobillos dejándole medio inmovilizado, le separé un poco de la mesa, separé sus nalgas lo más dejando a la vista su ano cuyos esfínteres se cerraban apretadamente.

 

Me apoyé sobre su espalda para susurrarle al oído.

 

-Haz fuerza como si estuvieras en… -baje el tono de voz para que solo él pudiera oírme aunque estábamos solos.

 

-No, lo hagas, por favor, -me rogó pero yo estaba demasiado necesitado para prestar atención a sus ruegos, me posesioné delante de su abertura y se la metí cuando él comprendió que lo haría de todos modos. Así fue.

 

Su grito debió de oírse fuera de aquellas cuatro paredes, me quede quieto escuchando, todo permanecía tranquilo. Al parecer éramos los únicos que estábamos en aquella ala del edificio.

 

Era la primera vez que obligaba a alguien a tener sexo conmigo, más mi deseo era tal que no lo tome como si estuviera cometiendo una mala acción, sobre todo cuando termine con él y aun no estaba saciado.

 

Cuando le pregunte si vivía solo o acompañado no me quiso responder, pero cuando le mostré lo que había grabado, le vi palidecer. Estaba en mi poder y lo sabía.

 

-Solo… -contestó.

 

-¿A qué distancia de aquí?

 

-Una hora en tren.

 

-Demasiado lejos… -musité, en ese mismo instante lo decidí, con Sakuragi me veía los días pares, Ichigawa-sensei sería mi desahogo de los días impares, así tendría cubierto todos los días del mes, Sakuragi por la mañana, él por la tarde, después de mi entrenamiento y así se lo hice saber.

 

Ichigawa-sensei solo pudo asentir, la expresión de su rostro era de desesperanza, nunca supe lo que realmente pretendía decirme, porque no le di la oportunidad de expresarlo.

 

Mis horas de estudio se vieron reducidas porque cuando salía del recinto universitario pasaban de las diez, tenía que esforzarme doblemente, pero tampoco me importaba, porque tras esos encuentros mi estado de ánimo estaba más calmado y rendía doblemente.

 

Mis encuentros con Ichigawa-sensei se mantuvieron durante el resto de ese semestre.

 


 

Volví de las vacaciones de primavera en abril, empezando así el primer semestre de mi segundo año, fue entonces cuando me entere que Ichigawa-sensei el adjunto del catedrático de ciencias había renunciado a su plaza yéndose a trabajar a otra universidad.

 

Sabía que el causante de su marcha era yo, pero tampoco me molestó que lo hiciera, había muchos pescaditos en el mar y podía reemplazarlo cuando quisiera, sabía que mientras tuviera la grabación que le hice no intentaría nada contra mi y eso él lo sabia, aunque él lo ignoraba, no era aquella la única grabación que tenía suya.

 

Lo que si consiguió sorprenderse fue conocer la identidad del nuevo adjunto, Koshino-sensei. Mas tarde supe que estaba realizando un posgrado bajo la tutela de Ishikawa-sensei.

 

Me tiré algunos lances con él y pude notar que si bien se hacia el desentendido no lo tomaba a mal, lo que me indicó claramente, que era gay pero sabía guardar las distancias en la universidad.

 

En el transcurso de esos meses el único trato que tuve con él fue nivel académico, pero esa situación cambio cuando llegaron las vacaciones de verano y coincidimos una tarde, estaba en una cancha próxima a mi casa, debido a que mis padres se habían ido me quedaba practicando hasta bastante tarde, fue entonces que le ví apoyado en la valla, mirando mi juego.

 

Me detuve y le invite a jugar contra mí.

 

A partir de esa noche, practicábamos juntos a la caída de la tarde durante una media de dos horas, al cabo de las cuales cada uno tomaba un camino diferente, algunas veces después de jugar nos tumbábamos en la hierba a descansar un poco y comenzamos a hablar de amigos en común.

 

Fue así que me entere que Koshino siempre estuvo enamorado de su amigo Akira, su boda fue un duro golpe porque había creído tener alguna esperanza de conquistarlo, yo preferí callar lo que ya sabía, que Akira y yo fuimos amantes aún después de su boda, también evite decirle que Akira no era feliz en su matrimonio, en cambio, le di a entender que ambos de haberlo conseguido hubieran sido una pareja perfecta.

 

-Después de Akira, ¿hubo algún otro?

 

-Nada serio –admitió-¿Y tú?

 

-Nadie… -mentí como un bellaco.

 

-Creí que salías con Sakuragi… os he visto algunas veces juntos.

 

-No, solo compartimos piso –admití, sin mencionar que era mi amante y si no lo hice fue no solo porque era algo privado y por encima de todo porque estaba deseando hacerlo con él y no sabía como planteárselo. Si me sabía libre podía mostrar interés en mí.

 

Mi estratagema dio resultado, aunque no esa tarde, sino algunos días después. Estábamos jugando y nos entretuvimos más tiempo del previsto y cuando quisimos darnos cuenta, Koshino había perdido el último tren.

 

-Puedes pasar la noche en casa.

 

-Que dirán tus padres… -objetó.

 

-No lo se… estoy solo.

 

Media hora después le permitía el acceso a la vivienda. Como los dos estábamos traspirados por el juego, le cedí el primer tiempo para darse una ducha y le ofrecí alguna ropa mía pero al ver que le quedaba grande decidí buscar entre las cosas de mi padre que tenía una talla parecida a la suya. Le di un slip y una yukata. Mientras se duchaba prepare bebida y algunas cosas para comer. Lo deje sobre una bandeja en la sala y espere que saliera del aseo mirando un partido que estaban trasmitiendo, en ese instante sonó el teléfono, lo levante.

 

-Rukawa… ¿estas solo?

 

-No –respondí al reconocer la voz de Sakuragi- ¿Cómo es que me llamas? –pregunté un tanto sorprendido, aunque no se lo di a entender.

 

-Me aburro… -dijo con voz quejumbrosa.

 

-Pon la tele, creo que están pasando un partido.

 

-No es en directo y ya lo vi en su momento.

 

-Haz tus trabajos prácticos…

 

-Ya termine todo.

 

-¿Todo? –pregunté sin ocultarle que me había sorprendido.

 

-La primera semana, no quise dejarlo para el final.

 

Escuche que se abría una puerta y supe que Koshino había acabado su baño.

 

-Tengo que dejarte…, ven mañana a comer –le invite.

 

Corte antes de darle tiempo a contestar, más no necesitaba escucharle, sabría que estaría con puntualidad a la hora de comer llamando a la puerta.

 

-Me pareció escuchar el teléfono.

 

-Ya sabes como son los padres, no se siente contentos si no tienen a sus hijos controlados. –dije pidiendo disculpas mentalmente a mi padre porque desde muy joven me dio libertad para decidir por mi mismo, aunque eso no evitaba que en aquel entonces quisiera comprobar al estar ausentes que cumplía con las normas que me habían establecido. Me levante al tiempo que miraba hacia los alimentos- No te sientas cohibido y come lo que gustes, mientras me ducho.

 

-Esperaré por ti.

 

-Intentare no demorarme en exceso.

 

Me dí una ducha rápida. Tras secarme me puse un fundoshi, que apenas si era un cordoncillo por detrás, metido entre mis nalgas y por delante un trozo de tela que apenas cubría lo imprescindible, luego me vestí una yukata de color azul oscuro, la tela era muy fina y evitaba que el calor sofocante del día volviera a dejarme todo traspirado, esa noche iba de cacería y esa yukata de tela semitransparente era adecuada para lo que me proponía enseñar todo lo que se pretendía cubrir, si no lo conseguía con ese método tenía otro infalible.

 

Había dejado todo dispuesto en una mesa baja, con nuestra postura para sentarnos en el suelo le dejaría ver lo que fuera necesario para llamar su atención y atraerlo hacia mí.

 

-Aquí estoy –dije descendiendo las escaleras para que fijara sus ojos en mi, supe que mi primer propósito estaba cumplido- Por favor, siéntate –y yo lo hice mostrando un poco más de mi cuerpo, cierto que solo era uno de mis muslos, pero pude ver que su mirada quedaba fija en la blancura de mi piel.

 

Me incliné para servirle la bebida y cuando recuperé mi anterior posición la tela de la yukata se había deslizado dejando mi pierna al descubierto, no hice nada para taparla, como si no hubiera advertido ese detalle.

 

Mantuvimos una conversación informal mientras comíamos y bebíamos, al terminar recogí todo y lo lleve a la cocina, metí los utensilios usados en la pila para lavarlos a la mañana temprano junto con lo que manchara del desayuno.

 

Al volverme le ví parado junto a la puerta, cortándome el paso y dejándome un estrecho espacio libre, pasé por el restregándome contra su costado y aprovechando para deslizar mi mano por su entrepierna y descubriendo que estaba tan duro que sería un placer comérmelo.

 

-Ven… -dije al escuchar su gemido cuando le toque.

 

Subí las escaleras sabiendo que iba tras de mi, abrí la puerta de mi dormitorio y me hice a un lado para que pasara, cerré la puerta y seguí sus pasos hasta el borde de mi cama. Solté el cinturón de mi yukata y ví que el imitaba mi gesto. Como puestos de acuerdo dejamos caer al piso las yukatas, formando un lio a nuestros pies, el llevaba puesto el slip negro que le había dado que estaba quedándole pequeño por el abultado paquete que exhibía, pase la lengua por mis labios relamiéndome, él a su vez admiró mi fundoshi, me atrajo contra su cuerpo al tiempo que su mano se metía bajo el escueto trozo de tela y abarcaba en su puño no solo mi polla sino también mis testículos.

 

-¿Te gusta lo que has encontrado? –pregunté metiéndole mano también dentro de su slip.

 

-Mucho… -dejo escapar un gemido cuando apreté sus huevos.

 

Antes que pudiera pensar que iba a tomar el control de la situación, le empuje contra mi cama, sin darle tiempo a recobrarse, estaba desnudo por completo y su polla estaba dentro de mi boca, fue todo tan rápido y él estaba tan cargado que se vine en mi boca a poco de empezar. No me importó porque tenía toda la noche por delante.

 

Y ambos la gozamos al máximo, si bien como luego dijo Koshino, aquella era la primera vez que hacia de uke y reconoció que lo había complacido. No necesitaba decírmelo, cuando se la metí estaba tan estrecho que tuve que prepararlo bien para no lastimarlo y aún así estuve escuchando sus quejidos con cada una de mis embestidas hasta que el placer le hizo olvidar todo el dolor que le provoque.

 

Cuando quede saciado, Koshino estaba agotado que se quedo dormido enseguida, yo me levante, cediéndole mi cama y yendo a dormir al lecho de mis padres.

 

Me despertó el continuo sonido del timbre de la puerta de entrada. Me levante tambaleante, dándome cuenta que estaba desnudo, pase a mi habitación encontrándole vacía, la cama estaba hecha y las yukatas dobladas.

 

Eran las doce del medio día. Recordé que había invitado a Sakuragi a comer. Me asome a la ventana y le hice un gesto de espera.

 

Me lave con agua el rostro para despejarme y me puse un pantalón vaquero, lo primero que encontré al abrir el oshiire, saque una camisa y sin acabar de abrocharla baje a abrirle la puerta.

 

-Te he despertado? Lo lamento. –dijo mirándome con cierta curiosidad.

 

-Discúlpame tú a mi… no tengo nada para ofrecerte. Si me das tiempo, preparare algo rápido.

 

-Tomate todo el tiempo que necesites. ¿Sabes con quien me cruce? –preguntó sentándose a la mesa de la cocina y mirando como Rukawa se apresuraba a mirar en la nevera y armarios, sacando diversos alimentos.

 

-No.

 

-Koshino-sensei.

 

Durante un segundo me quede con la cabeza metida en la nevera, tratando de encontrar el modo de evitar contestarle, no fue necesario porque Sakuragi cambio de tema preguntándome que iba a cocinar, por lo que le dije que haría y él quedo satisfecho con el menú que iba a hacerle. Me prometí esmerarme por haberle dejado colgado el día anterior, le invite a comer para compensarle y volví a fallarle.

 

Cuando terminamos de comer, eran las dos de la tarde, y mientras le proponía salir a dar un paseo por la playa me acerque a un espejo para mirarme, no había olvidado que Sakuragi se había quedado mirándome un tanto sorprendido.

 

-¡¡Shimata!! –exclamé cuando ví el chupetón que Koshino había dejado en mi cuello y que destacaba notablemente por la blancura de mi piel, me apresuré a abotonar el primer botón consiguiendo que no quedara a la vista.

 

Cuando salimos Sakuragi se fijo en mi camisa abotonado hasta el cuello, no dijo nada y yo fingí otra vez no haberme dado cuenta de su mirada.

 

Estuvimos corriendo por la playa, éramos incapaces de estar juntos sin competir, al final ganó Sakuragi, el cuello de la camisa me ahogaba, el calor era sofocante, pero no me atreví a soltar los botones y dejar a la vista la marca que Koshino me había dejado y que destacaba como una señal de peligro. Me prometí que la que yo iba a dejarle, iba a estar mucho más a la vista que la que yo lucia.

 

No soy una persona vengativa, pero cuando volví a tener sexo con Koshino-sensei no pude menos que marcarle y no fui el único que advirtió que durante la siguiente semana, con un calor agobiante, llevaba puesto un jersey de cuello alto.

 

Después de su bochornosa semana, Koshino no volvió a marcarme, ni yo tampoco lo hice, nuestra relación continúo durante todo el primer año y se mantuvo en los siguientes hasta que el inesperado regreso de Akira desató mi rabia al ver que era una sombra de si mismo.

 


 

Habíamos quedado en encontrarnos después de clases en una conocida cafetería del centro de la ciudad, no importaba que nos vieran juntos, era de todos sabido que compartíamos piso, pero ignoraban que de allí iríamos a un hotel para distraernos durante un par de horas antes devolver al apartamento.

 

Sakuragi solía ser muy puntual, pero esa tarde se estaba demorado. Sabía que última clase terminaba a las ocho, y desde el suburbano solo se tardaba unos veinte minutos, empezaba a impacientarme cuando sentí la puerta del local abrirse y aparte la mirada de la calle para fijarla en la entrada, la primera impresión que recibí al verle es que estaba equivocado, ese hombre joven no podía ser él, sus ojos tenían un brillo apagado, sus cabellos caían lacios sobre su cabeza y su eterna sonrisa había dado paso a un rictus de amargura. Mis estudios, entrenamientos y algunos partidos entre universidades me habían impedido seguir los pasos de Akira en tierras americanas. Nada quedaba del joven del que me había despedido tres años. Las personas que entraron fueron tres mujeres y tres hombres, supone que se trataba de los padres de Akira y sus suegros además de su esposa. Ocuparon una mesa en dirección contraria a donde yo estaba sentado.

 

Llevado por un impulso, saque mi móvil y busque el nombre de Akira, en ningún momento se me ocurrió borrarlo y esperaba que él continuara con el mismo número. Cuando todos estuvieron ubicados y la camarera se retiró con el pedido me decidí. Marque su número y espere. Vi como todas las miradas se posaban en Akira, quien desconcertado, sacó de su bolsillo su móvil.

 

-Moshi…moshi…

 

-Akira… -vió que levantaba la mirada y me distinguía enseguida.

 

-Disculpe… se ha confundido de número –dijo la voz de Akira cortando la llamada a continuación y guardando su móvil.

 

Me fije que le preguntaban algo y él se encogía de hombros.

 

Así que había llegado a ese extremo. Supe que lo que estaba viendo no era de mi agrado, ese matrimonio había destruido la alegre y campechana personalidad de mi amigo.

 

Akira había regresado en el momento más oportuno, en dos días comenzaba las vacaciones de verano y tenía cuarenta para ocuparme de devolver a mi amigo la felicidad que había perdido, y quien podía ayudarme a conseguirlo era Koshino, quien me había confesado estar enamorado de Akira. Si conseguía unirles me daría por satisfecho.

 

Todo lo que necesitaba era apartarlo de padres y suegros, la esposa con toda probabilidad continuaba unida a su madre y le dejaría más libre.

 

Tarde una semana en averiguar las aficiones de unos y otros para planificar salidas. El padre de Akira era aficionado a la pesca, por lo que recibió una invitación a una jornada de pesca de altura. Las tres mujeres recibieron unas entradas para un pase de modelos y el suegro recibió una invitación a una exposición de arte del siglo XIV-XV.

 

Le había resultado bastante complicado organizar las salidas de todos el mismo día y a horas parecidas, cuando ya creía no poder alejar al suegro de la casa apareció ante mis ojos el modo de conseguirlo.

 

A las siete en punto, el único que estaba en la casa era Akira y que mejor forma de conseguir un rápido divorcio si allí mismo se realizaba una orgia sexual, no solo su amigo, sino algunos de los allegados a Akira estaban enterados de la situación de Akira, sin titubear se unieron a su causa prometiendo ayudarle, solo se trataría de un montaje, pero tan bien urdido que parecería real. Tenían dos horas de tiempo para disponerlo todo.

 

Diez minutos después de marchar el suegro, me presenté en la mansión, por lo que pude averiguar pertenecía a los padres de Akira y estos habían invitado a quedarse allí a los padres de la esposa de su hijo con quien les ataba lazos de amistad y también económicos al enlazar por matrimonio una de las empresas de la que también eran socios, ambos mayoritarios.

 

No dudaba que después de convencerse de la culpabilidad de Akira, esa amistad desaparecería, por lo que pudo saber el suegro era bastante intransigente respecto a los homosexuales, de haber sabido que su yerno lo era, con toda posibilidad habría roto el compromiso adquirido mucho antes que su hija naciera y cuando Akira era apenas un embrión.

 

Llamé al timbre de la puerta del jardín, me había asegurado que no había cámaras de seguridad, porque no estaba solo. A mi espalda se encontraba Aida Hikoichi con su equipo fotográfico a cuestas, a mi derecha Koshino Hiroaki se mostraba un tanto nervioso, su papel en aquel montaje era más activo que el de los otros, en sus manos, o más bien en su polla estaba dar placer a Akira para que fuera más creíble la armonía del grupo, también venían Ikegami Ryoji, Fukuda Kicchou y Uekusa Tomojuki, excepto Ryoji que era el mayor, los demás eran de la edad de Akira y podía parecer un grupo armónico, todos ellos con bellos cuerpos para mostrar, solo que el rostro de Akira sería fácilmente reconocible, los demás estarían de espaldas al enfoque de la cámara. Aida era un magnifico fotógrafo y no dudaba que seria capaz de sacar buen provecho a esa situación.

 

-¿Quién?

 

-Ábreme… -dije con la seguridad que reconocería mi voz. Así fue, sentí el clic de la cerradura, baje el picaporte y entre, tras de mi lo hicieron los demás tras asegurarse que la casa no quedaba a la vista, habíamos decidido que yo dejará la puerta sin cerrar para que pudieran pasar.

 

Atravesé el camino de grava hasta llegar a la vista de la vivienda, era una casa de estilo, varios edificios se enlazaban a través del engawa, todos ellos de una sola planta.

 

Akira me esperaba bajo el engawa.

 

-¿Qué haces aquí? ¿Sabes a lo que me expongo?

 

-Tranquilo, tenemos dos horas para nosotros.

 

-¿Cómo sabes? –al parecer su inteligencia no le falló esa vez- ¡¡Tú!!? –exclamó.

 

-Tenia que encontrar el modo de contactar contigo. Vayamos dentro y hablaremos de lo que has hecho hasta ahora –mis palabras estaban siendo escuchadas con toda probabilidad por ese motivo no deseaba que se supiera que Akira era mi amante cuando las oportunidades se me daban.

 

Apenas la puerta se cerró a nuestra espalda, mis manos y mi boca entraron en acción, sentir gemir a Akira era todo lo que necesitaba saber. Lo que hubo entre nosotros aún perduraba.

 

-Tu dormitorio…, llévame…

 

-No… ahí no.

 

-Si, quiero hacerlo en la misma cama que compartes con ella –le susurré al oído, mientras lamía y mordisqueaba su lóbulo dejándole estremecido, sabía como manejarle- Quiero escucharte gemir –no aclaré que no sería yo quien consiguiera esa hazaña.

 

Ni siquiera se enteró del clic que produjo la puerta al abrirla. Sabía que me darían diez minutos para dejarle desarmado ante nuestros planes. Al cabo de ese tiempo, aparecieron todos delante de mi vista, Akira estaba maniatado al cabecero de la cama con cintas elásticas para permitirle cierta movilidad y no quedar lastimado. Una banda negra cubría sus ojos impidiéndole ver, iba a sentir y escuchar, más no podría impedir lo que íbamos a hacer con él. Su desnudez atrajo más de una mirada, se que algunos se preguntarían como lo había conseguido tan rápido, pero si eran inteligentes lo comprenderían, para entonces ya no importaba que lo supieran.

 

En silencio, todos comenzaron a quitarse las ropas, actuaban tranquilos, ya no que en el pasado habían compartido duchas y existía entre ellos una camaradería indiscutible, podían haberse negado a prestarse a aquella farsa, dos de ellos estaban prometidos, pero la amistad creada durante su adolescencia era más fuerte y Akira seguía siendo para ellos la persona que había conseguido mantenerles unidos mientras jugaban.

 

-Ponle a tono –dije bajo a Koshino que asintió turbado por su activa actuación.

 

Todos estaban al tanto del papel que tenía que llevar a cabo su compañero, por ese motivo a nadie extrañó que momentos después se escucharan los gemidos de Akira, en silencio, todos entraron en la habitación y tomaron las posiciones alrededor de la pareja principal, ví en sus expresiones que se preguntaban como era posible que su amigo hubiera caído tan bajo, su desmoralización se plasmaba en su rostro que en esos instantes, mostraba el placer que Koshino estaba dándole con su mamada.

 

-¿¡¡Quién..., -ante su silencio insistió- Kaede, que significa esto? –había sentido como unas manos se apoyaba en sus piernas inmovilizándole y como se apoyaban en sus hombros, sintiendo el aliento de sus bocas cerca de su piel y unas manos sobre sus tetillas en un gesto harto elocuente, desde donde estaba todo parecía muy real.

 

-Disfruta el momento –le dije, hasta ese instante me había mantenido apartado, junto a la puerta. Me fije que Aida ya tenía todo listo y se movía alrededor de la cama sacando foto tras foto, los figurantes se movían en una danza orgiástica que no existía.

 

Las protestas de Akira quedaban en el olvido porque las intercalaba con gemidos, sacudidas y jadeos entrecortados, Koshino estaba dando rienda suelta a su desenfrenado deseo por el y después de hacerle venirse atacó sus tetillas mordisqueándolas y lamiendo todo su cuerpo hasta dejarle nuevamente tan excitado que Aida se explayó a su gusto sacando fotografías que posiblemente luego guardaría en su colección privada, lo que me costaba, porque me había pedido que posara para él en demasiadas ocasiones.

 

-Muchachos, la función se ha acabado, dejemos a los tortolitos solos –dije desde mi ubicación junto a la ventana.

 

Al instante todos se apartaron de ellos, fue en ese instante, que Koshino con mayor espacio para maniobrar, alzó las piernas de Akira sobre sus hombros, tuve que apartar a Aida casi a empujones, no sin antes dejar que sacara un par de fotos de ese instante. Aunque la reputación de Akira se desmoronaba, era preferible a verle destruirse a si mismo.

 

Cerré la puerta dándoles intimidad. Agradecí el gesto de todos ellos y les despedí.

 

-Aida, quiero ver todas las fotos antes de publicarlas o me aseguraré que sean las últimas que puedas vender.

 

Aida asintió consciente que era capaz de cumplir mi ultimátum.

 

-Te llamaré apenas las revele. –me dijo.

 

Aida cumplió, al punto que me entregó todos los originales, me constaba que había tenido tiempo suficiente no solo para revelar los carretes, si no también para sacar cuantas copias deseara poseer.

 

Le dí mi aprobación a las mejores, aunque todas ellas eran excelentes. Unos planos muy reveladores, se podía decir que parecían que los cuerpos de los amantes cobrarían vida y saldrían del recuadro.

 

Una semana más tarde, una reconocida revista deportiva, dedicada a sacar los trapos sucios de renombrados deportistas de todas las aéreas, tuvo el placer de escribir acerca del comienzo deportivo de Sendoh Akira y de su salida del armario. Las fotográficas que acompañaban el reportaje eran ineludiblemente una prueba de su condición de gay. Dieciséis páginas a color que conmocionaron la ciudad de Kanagawa y que como un reguero de pólvora se extendió al resto del país, en menos de seis horas todos estaban enterados de su condición sexual. Las redes sociales actuaban también muy rápido.

 

Y si acaso en la residencia Sendoh no se compraba ese tipo de revistas, tuve a bien enviarles tres de ellas, una para Sendoh-sama, otra para Akira y la última para su suegro. Nunca supe que ocurrió tras aquellas paredes, pero sus resultados se dieron como una exhalación pues la esposa de Akira también tuvo eco en las revistas del corazón y ninguna de ellas la favorecía, el divorcio ante ese agravio se efectuó en pocos días, y al padre de Akira en compensación por los daños morales ocasionados por su hijo le llevaron a ceder su parte en la empresa que compartía con el ex suegro de Akira como pago compensatorio. La amistad que había entre los dos hombres se rompió generándose entre ellos críticas nada halagüeñas el uno del otro.

 

Akira no renovó su contrato en América, en contra de lo que se creía, su fama creció como la espuma y los clubs de básquet se lo rifaban. Aceptó el que mejor condiciones le ofrecían. Compró una casita en la costa, próxima a un puerto deportivo y también cerca de una playa, cuando tenía tiempo libre podía vérsele paseando con Koshino o pescando en solitario. Su paciencia era increíble me dijo Koshino ignorando que estaba enterado de esa costumbre que tenía de pasarse horas inmóvil esperando que picaran, a veces regresaba con un par de pescados, otras volvía con el morral vacío, sabía que esos momentos de quietud le relajaban y que no le molestaba tener compañía. Así se lo comenté a Koshino y si bien perdí dos amantes, gane dos leales e inseparables amigos.

 

Los camaradas de Akira empezaron a buscar mi amistad cuando coincidíamos en algún evento universitario, si bien solo ocurría en pocas ocasiones ya que frecuentábamos diferentes campus repartidos en la prefectura, porque no íbamos a la misma universidad, de esos encuentros no tarde en darme cuenta que Ikegami cojeaba de mi mismo pie y que no puso ningún impedimento cuando le propuse una escapada a uno de los aseos mas visitados por mi. Las siguientes veces que coincidimos siempre encontrábamos un momento para desaparecer.

 

Ese segundo trimestre estaba llegando a su fin y el siguiente año, sería el último de mi carrera, al poseer una cantidad de puntos más que aceptable, no dudaba que cuando llegara el momento superara el límite marcado por las universidades con las empresas y que mi nombre estaría en esa lista para tener trabajo antes de graduarme. Sakuragi seguía mi mismo camino y por ello con toda seguridad seguiríamos en contacto a menudo. Saberlo me satisfacía y me congratulaba saber que podía pedirle que siguiéramos compartiendo piso en el caso que nuestros trabajos coincidieran en la misma empresa.

 

Y así llegó el final de mi tercer año.

 


 

El primer trimestre de mi último año como estudiante transcurrió sin alteraciones dignas de contar, mi vida sexual continuaba por el mismo derrotero de siempre, según mi medico el elevado aumento de testosterona era anormal y por ese motivo mi deseo sexual era cada vez mayor y tuve que buscarme algunos refuerzos, Sakuragi y Mito no eran suficientes para la noche, por ese motivo, me volví más adicto al sexo. Lo que no comprendía como era capaz de seguir ese ritmo junto a mis estudios y practicas deportivas, sin que el primero se resintiera, apenas dormía un par de horas hasta que Sakuragi aporreaba la puerta de mi dormitorio para despertarme. No podía saber que en el mismo edificio donde vivíamos había conseguido visitar a otros inquilinos también estudiantes y que accedían a mis demandas sexuales con agrado.

 

Por la mañana, la incontinencia de mi deseo era tal que Sakuragi y Mito como si comprendieran mi problema, acudían presurosos a una mirada mía durante los recesos. Que comprendiera que lo que me pasaba no era normal ocurrió durante mi segundo curso, permanecía excitado durante las clases y ni siquiera me había tocado, me vi en la necesidad de acudir a un especialista, alguien que no estuviera relacionado con mis padres, no deseaba que fuera a contarles el problema que tenía. Prefería lidiar con él a mi manera, el tratamiento que me dio lo deje cuando comenzó a darme somnolencia y me dejaba como ido. Ya tenía bastante con mis crisis de narcolepsia para lidiar con fármacos que me dejaban peor aún. Deje de tomarlos y mi necesidad de sexo se acrecentaba con el tiempo en lugar de disminuir.

 

Y así fueron transcurriendo los meses. Hasta que le conocí a él, el más bello ejemplar de hombre, caí enamorado de él como un colegial y entonces ocurrió lo impensable, por primera vez me vi debajo, dominado por alguien más fuerte que yo y que supo darme placer y satisfacer mis necesidades de un modo tan rotundo que no dude en seguirle. Cubría mis necesidades nocturnas y también algunas diurnas.

 

Se llamaba Hirogoshi Yoshitgusu. Tenía cuarenta y cinco años y era catedrático. Daba clases de Economía Internacional. Estaba viudo y no tenía hijos. La atracción que hubo entre nosotros fue instantánea. Era de complexión robusta, un cuerpo trabajado con la natación y el gimnasio. Se cuidaba en extremo y tenia algunas manías bastante curiosas, pero yo no prestaba atención a ellas mientras me diera lo que yo deseaba y vaya que si me lo daba. Era apasionado, y ocultaba ante todos sus tendencia homosexuales, a mi eso tampoco me preocupaba, todo lo que quería lo obtenía con solo pedirlo. No tuve en cuenta la diferencia de edad entre nosotros, por entonces era perfecto para mi, nos acoplábamos como si estuviéramos destinados a permanecer siempre juntos. Aunque ese pensamiento nunca paso por mi mente, no era hombre de un solo hombre. Nunca lo fui y aunque estuviera enamorado, no podía prescindir de mis amantes.

 

Ni Sakuragi ni Mito me reclamaron el porque había dejado de pasar la noche en el apartamento que aparentemente seguía ocupando. Muchas de mis cosas continuaban ahí, además seguía pagando mi parte y mientras lo hiciera tenían que comprender que mi vida me pertenecía.

 

Aunque estaba enamorado de mi profesor, era difícil para mi dejar de hacer lo que siempre había conseguido mantenerme activo, el sexo para mi era como una droga y mi dependencia hacia ella no podía cesar de un día para otro, por ello continuaba manteniendo viva mi relación con Sakuragi.

 

Hirogoshi no siempre estaba disponible para mi, al principio, durante los primeros meses si, luego comenzó a prestar más atención a sus clases, a sus reuniones de trabajo con otros profesores y mis necesidades sexuales quedaron a un lado, por ese motivo, aunque él buscaba el modo de tenerme controlado mediante el sexo, no siempre podía conseguirlo y durante sus ausencias, cuando él me creía en casa estudiando o preparando mis trabajos prácticos, yo salía en busca de sexo y lo encontraba entre mis habituales amantes, mi enamoramiento no me cegaba al punto de no satisfacer mis ansias de sexo porque él no estuviera a mi lado. Supongo que esperaba de mi fidelidad, sin embargo, mi problema me impedía ser fiel a un solo hombre y él pareció olvidarlo cuando antepuso su trabajo a mí.

 

Cuando no estaba en la universidad me dirigía a su apartamento, donde él esperaba encontrarme cuando a las ocho regresaba del campus universitario. Siempre conseguía sorprenderle cuando le esperaba recostado en su lecho, desnudo y con una vara de acero deseando ser atendida.

 

Era verme y olvidaba toda formalidad, se tiraba como un naufrago entre mis piernas y me chupaba y mamaba hasta dejarme seco, aunque solo momentáneamente por algunos minutos después al menor toque volvía a haber función, al principio, él pensaba que tomaba algún excitante, pronto al conocer mis hábitos supo que no y eso le excitaba mucho más y que decir de mi al verle erecto ante mis ojos.

 

Nos olvidábamos de cualquier otra actividad, que no fuera su polla dentro de mi y sus manos masturbándome. Era cuanto deseaba de él y cuando agotado se derrumbaba, era yo quien le masturbaba con mi boca y quien lo montaba desenfrenado, tal como a él le gustaba, fuerte y duro.

 

De algún modo comenzó a olvidarse del gimnasio y de la natación, tal vez porque sin el darse cuenta yo le exigía más de lo que podía darme, solo le dejaba tiempo libre como no fuera por causas mayores, entre ellas su trabajo. Cuando estaba corrigiendo trabajos me tenía sobre su espalda frotando mi pelvis contra él y satisfaciéndome así y distrayéndole cuando mi mano iba hacia su entrepierna y le encontraba tan duro que a pesar de sus protestas le bajaba el pantalón, había dejado de llevar slip a petición mía, le montaba rápidamente sentándome en su regazo.

 

Hirogoshi creía tenerme bajo su control, ignoraba que era todo lo contrario, él estaba prisionero del placer que conseguía conmigo.

 

Por entonces, mis padres habían tomado la decisión de tomarse un año sabático y lo emplearon renovando sus votos matrimoniales con un crucero alrededor del mundo.

 

Se fueron convencidos que a mi edad no necesitaban darme consejos, lo cual agradecí. Les despedí una tarde de verano, cuando partieron con su nuevo velero, deseosos de poner en práctica una vez más sus conocimientos del mar, no iban solos, les acompañaba un capitán y timonel y un par de marineros, prometieron volver para estar presentes en mi graduación.

 

Mis vacaciones las pase encerrado en el piso de mi enamorado, juntos, desnudos, solo poniéndonos una bata para ir a recoger a la puerta la comida que solicitábamos por teléfono, comíamos con ansia hasta agotar las raciones que pedíamos, luego nos zambullíamos en el más puro de los placeres, no importaba donde lo hiciéramos, conocíamos cada rincón de la vivienda y podía decirse que mi insaciable apetito sexual colmó las reservas de mi amante, su cuerpo fornido comenzó a languidecer, sus músculos faltos de ejercicio se aflojaron y cuando se levantaba del lecho, arrastraba los pies consumido por mi deseo. Solo que no fui consciente de esos detalles hasta que colegas y amigos al verle incorporarse a la universidad se inquietaron por su salud, creyendo que había pasado ese periodo enfermo.

 

Iba a buscarle a la sala de profesores cuando escuche su conversación con otro profesor y ví lo que me había negado a ver. Nada quedaba del hombre del que me había enamorado y del mismo modo que me atrajo, deje de sentirme atraído hacia él. Era uno más del montón.

 

-¿Qué haces? –me preguntó al verme guardar en mi mochila mis libros de estudio, mi bolso con el resto de mi ropa ya guardada estaba a mis pies.

 

-Me voy… -no añadí más y él aceptó mi marcha- Ha sido bueno mientras duró. Búscate un buen chico, te lo mereces.

 

Asintió en silencio.

 

Me fui sin mirar atrás. Volví al apartamento, Sakuragi y Mito no dijeron nada al verme llegar con mis bultos.

 

Dos meses más tarde, fue noticia publica acerca de un profesor fue hallado muerto al realizarse una redada en un local de alterne gay debido a una llamada anónima. Una práctica sexual extrema había acabado con su vida. Tenía una bolsa de plástico anudada alrededor de su cuello, la asfixia acabó con su vida. Lo sentí por él, mientras duró lo mío con él me sentí colmado, ahora tenía que volver a reanudar antiguas amistades.

 

Mis padres cumpliendo su promesa regresaban a casa. Lamentablemente, un temporal partió el palo mayor de su velero quedando a merced de la tormenta, sus llamadas de auxilio fueron escuchadas por otros barcos, pero la tormenta les impidió acercarse, supusieron que el velero naufragó debido a la violencia provocada por el golpe de una ola. Solo restos flotantes aparecieron en el mar cuando se restauró la calma y llegaron los barcos en su auxilio, sus cuerpos nunca fueron encontrados, así como tampoco apareció la tripulación. El mar se los había tragado.

 

Encaré la muerte de mis padres de una manera realista, sin miedo, los dos habían vivido siempre como deseaban y estaba seguro que en su último instante de sus vidas esperaron la muerte con valentía, dándole el valor que correspondían a sus dos realidades, vivir y morir, porque hasta yo mismo, a pesar de mi juventud era consciente que podía morir en cualquier instante de mi vida y esa certeza conseguía que viviera libre de miedos.

 

Aunque no era muy creyente, cumplí todos los requisitos necesarios para darles a mis padres un entierro budista, estaba convencido que las fuerzas espirituales de la naturaleza, en su caso el mar habían acogido en su seno a mis padres y por ello aunque sus cuerpos no pudieron ser incinerados, el monje recitó unas sutras acordes con el momento de la muerte, encendí incienso y ore unos momentos ante el altar donde estaba ubicada una fotografía con sus imágenes y al concluir el rito me dirigí a la entrada del templo, allí al salir todos los que se habían congregado para acompañarme se detenían para darme sus condolencias, volvería a verlos en la despedida que se efectuaría en mi hogar, donde se hablaría de ellos y se bebería a su salud.

 

Ví muchos rostros conocidos, compañeros de trabajo de mi padre o de mi madre, amigos de cuando ambos eran jóvenes y también todos aquellos que me conocían y deseaban acompañarme en ese doloroso momento.

 

Quería a mis padres, eso no podía negarlo, pero no sentí como si les hubiera perdido para siempre, estaba acostumbrado a sus largas ausencias, a sus continuos viajes, tal vez con el tiempo, empezaría a extrañar sus llamadas telefónicas, única forma que teníamos para comunicarnos cuando viajaban.

 

Desgranaban anécdotas de mis padres y yo escuchándoles me preguntaba si realmente estaba hablando de ellos, sentía como si hablaban de dos desconocidos, las horas pasaban y poco a poco se fueron despidiendo, hasta que solo quedó una persona.

 

-No te vayas… -le pedí al ver su intención de despedirse- Quédate, por favor.

 

-¿Estas seguro? –preguntó.

 

-Si, te necesito… -eso basto para convencerle.

 

Esa noche necesitaba sentirme vivo y solo Sakuragi consiguió que sintiera que merecía la pena vivir si le tenía a mi lado. Lamentablemente con el nuevo día olvidé aquel pensamiento.

 

Estuve una semana sin ir a la universidad debido a arreglos de herencia, el abogado de mis padres se presentó al segundo día, tras darme sus sentidas condolencias  me explicó en que condiciones quedaba mi patrimonio. Cuando terminó dos horas después pensé que tenia suficiente para vivir sin necesidad de trabajar, no solo heredaba la vivienda familiar, sino también que mis padres poseían acciones en las empresas que trabajaban, y que ambos pertenecían al Consejo Directivo en sus respectivas empresas. Solo entonces comprendí porque me insistieron en que olvidará mis sueños de jugar, mi futuro estaba en los números, en el trabajo empresarial. Ellos deseaban que estuviera preparado para cuando tuviera que estar en posesión de mis acciones, firmé los papeles de la aceptación de su herencia y otros sobre temas bancarias, las cuentas corrientes de mis padres pasaban a mi poder, decidí unificarlas ya que estaban en el mismo banco, una considerable cantidad engrosó mi economía familiar, además tenían depósitos que producían intereses que me permitían vivir sin tocar el capital. Mis padres poseían una propiedad en Hakone. Con sus muertes sentí que mi futuro estaba resuelto. No solo heredaba lo que mis padres poseían, sino que cuando cumpliera veinticinco años tendría también lo que mis abuelos habían dejado a mi nombre pensando quizá que antes de esa edad no iba a necesitarlo. Mi abuelo paterno llevaba dos años fallecido y mi abuela lo hizo seis meses después.

 

Tenía veintidós años y estaba a un paso de graduarme.

 

Cuando llegó esa fecha, estaba solo. Ningún familiar me acompañaba en esa señalada fecha.

 

Estaba bien informado acerca de las actividades que mis padres llevaban a cabo, aún sin graduarme estuve poniéndome al día de sus ocupaciones respectivas, decidí rodearme de gente de mi confianza, Mito miraba por mis intereses en la empresa en la que mi madre trabajaba y Sakuragi lo hacia en la de mi padre, en tanto yo continuaba estudiando el posgrado para estar mejor preparado para conseguir lo que me proponía.

 

Dos años más tarde, empezaba un curso de especialización, solo entonces me sentí capacitado para tomar el control total de las dos empresas, a las que refundí en una sola, Sakuragi y Mito me informaban detalladamente de cuanto se llevaba a cabo. Sus actividades en aquellas fechas me resultaron muy satisfactorias, a través de ellos fue conociendo los entresijos mercantiles y empresariales.

 

Hice convocar al Consejo para informarle de los nuevos cambios, todos ellos habían vendido poco a poco sus acciones sin saber quien las compraba, su presencia en el Consejo era prescindible, no les necesitaba y así se lo hice saber.

 

Todas las decisiones a partir de entonces serían tomadas por mi puesto que controlaba el 80%, Sakuragi y Mito poseían el resto, un 10% cada uno, de esa manera me aseguraba su fidelidad.

 

Tenía veintiocho años y sentía que podía llegar mucho más lejos. Bajo mi atenta mirada en esos años había duplicado mi capital y me sentía capacitado para lograr mucho más en los años venideros.

 


 

Hanamichi asomó la cabeza por entre la puerta entreabierta, Kaede sentado delante de su escritorio había dejado a un lado su pluma de escribir, las cuartillas se amontonaban a su derecha, las de la izquierda había descendido tanto como las otras habían crecido.

 

Tenía los ojos cerrados, y sus dos manos abiertas se extendían a los costados de la última cuartilla escrita.

 

Durante los últimos siete días Kaede había estado expulsando sus demonios escribiendo a sugerencia suya. Ahora la vida continuaría ante ellos sin más escollos que los propios de su relación.

 

Aunque hasta momento no habían vivido juntos se podía decir que Kaede era su pareja porque habían trascurrido más de veinte años manteniendo una relación que se podía denominar estable, trabajaban juntos y como si eso no fuera suficiente, algunas noches se quedaba a dormir con él, no siempre, porque había aprendido que Kaede prefería dormir solo que acompañado, los fines de semana principalmente marchaban juntos a Hakone, donde Kaede tenia una propiedad heredada de sus padres, allí en los terrenos hizo construir una cancha y pasaban jugando al básquet, se podía decir que estaban más horas juntos que separados, se acercó sin que Kaede pareciera advertir su presencia, se puso a su espalda y apoyó sus manos sobre sus hombros, Kaede estiró el cuello, comenzó a darle masajes para relajarle, sentirle suspirar fue más un alivio por su parte que otra cosa, se fijo que en sus sienes algunos cabellos comenzaban a encanecer.

 

-¿Lo has terminado? –no necesitaba su respuesta para saberlo, él no se hubiera atrevido a interrumpirlo si no tuviera esa certeza.

 

-Si. –levantó sus manos para tomar las suyas que quedaron unidas en sus hombros.

 

-¿Te sientes mejor?

 

-Necesitaba decírtelo, pero no sabía como empezar, quiero que lo leas, así comprenderás…

 

-Si te pedí que lo escribieras, no fue para leerlo, sino para que tú sacaras dentro de ti todo eso. Guárdalo en el fondo de uno de tus cajones y olvida todo, como yo lo he hecho. No necesito leer esas cuartillas Kaede, te conozco, se como eres, como sientes, como amas, eres demasiado apasionado para conformarte con un solo hombre, yo lo supe enseguida, se que siempre hubo más de uno y te acepté así como eres.

 

-¿Sabias? –giró la cabeza para mirarle sorprendido de su afirmación.

 

-Si, tú podrías ser bastante discreto, pero ellos no y podía saber quienes eran por sus expresiones, por sus miradas y no me extrañaría que tras el escandaloso divorcio de Sendoh estuvieras tú de por medio.

 

Kaede tosió al verse descubierto, no amaba a Akira, pero verle tan desgraciado por un matrimonio impuesto que no dudo en intervenir, ahora Akira era feliz viviendo con Koshino. Cierto que el divorcio le costó a la familia de Sendoh una desorbitarte cantidad de dinero por resarcimientos de daños morales, pero ¿qué era eso en comparación con la felicidad de su amigo Akira? Nada.

 

Vió la sonrisa en el rostro de Hanamichi y supo lo que siempre se había negado a reconocer, amaba a su pelirrojo, de un modo u otro siempre estaba a su lado.

 

Se levantó y le echó los brazos alrededor de la cintura atrayéndole contra su pecho, sintió las manos de Hanamichi alrededor de su nuca.

 

Sus miradas conectaron.

 

-Te amo, Hanamichi, he sido un tonto al no reconocerlo antes.

 

-Te amo, Kaede, lo supe desde el instante que te ví en la playa, tan arrogante y creído de tí mismo, solo por eso me enamoré, luego encontré muchas otras cualidades que conquistaron mi corazón, él te ha pertenecido siempre. Aquella, nuestra primera noche mis sentimientos ambivalentes hacia ti me hicieron saber que estaba enamorado, por lo que no se me resulto desagradable nada de lo que esa noche hicimos.

 

Un beso, suave al principio, los unió, un tanteo de sus labios, una atracción que nunca había dejado de sentir. Sus labios presionaron con mayor intensidad los suyos hasta sentir que su boca se abría a él, su lengua buceó en esa cálida caverna que respondía a su caricia con igual intensidad, sus lenguas se enredaron entre si, se acariciaron, sus salivas se mezclaron al mismo tiempo, su boca era dulce y suave. Solo la necesidad de respirar los separó.

 

-¿Quieres vivir conmigo? ¿Para siempre? –preguntó acariciando con ternura el contorno de su rostro, escuchando aún la respiración anhelante de su pelirrojo.

 

-Si…, si… -respondió a sus preguntas y el brillo de su mirada era tan hermoso que se perdió dentro de ella.

 

-Vamos… tú y yo tenemos mucho que hacer juntos –dijo con una mirada picara que encendió las mejillas de su koi, maravillado de que Hanamichi aún se ruborizara cuando algunas de sus palabras tenía connotaciones sexuales y no pudo evitar turbarle un poco más- Ten en cuenta que ahora tendrás que esforzarte mucho más, vas a ser el único hombre en mi vida. –al decirlo, su mano se deslizó por su espalda hasta sus nalgas dándole un apretón.

 

-¡¡Kaede!! –gimió estremecido porque sabía lo que le esperaba apenas traspasaran el umbral del dormitorio.

 

Esa noche y todas las siguientes Hanamichi complació plenamente a Kaede, siempre tuvo la certeza que fue a él al único hombre que Kaede entregó su corazón.

 

Fin

 

Viernes, 21 de septiembre de 2012

 

Paz

Notas finales:

Glosario

Fundoshi: especie de calzón japonés.


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