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La del fondo del pasillo por karasu

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Notas del fanfic:

Este fanfic, one-shot, está basado en mi anterior fic, Moth. Los personajes son los mismos y están en su mismo ambiente. Se puede encontrar el fic *aquí*

No es una continuación, simplemente un fic aislado en el que he aprovechado la historia anterior y el mundo que había montado. Ni siquiera el estilo es parecido, y creo que se puede entender sin haber leído Moth~

Notas del capitulo:

Ahora. Fuuuuuuf~ Tengo muchísimas ganas de publicar, por fin lo hago... Tengo mono, pero del serio, no puedo, ya no aguanto. Estaba un poco cansada de mis propios escritos, así que he decidido empezar de nuevo como escritora. Nada serio en realidad, pero... Un fic sencillo, solo lemon, sin argumento propiamente dicho, un estilo cutrillo... Pero necesitaba escribir a gusto, sin pensar demasiado, sin complicarme mucho... Porque estoy cansada de que me duela la cabeza al ponerme ante la continuación de Shiro (si alguien recuerda ese fic, perdido en las profundidades de AY sin ser actualizado... Ah~)

Ya os he dejado la explicación, pues ya está.

Llevaban ya un mes viéndose. Él iba a la tienda, pasaba ahí la tarde y a la hora de cerrar daban un paseo, salían y acababan en casa de Kouyou. Eso se repetía una, dos o incluso tres veces por semana. Funcionaban bien, se llevaban bien, todo iba bien.

Empuchó la puerta de cristal ejerciendo la presión adecuada para abrir con suavidad, ya se la conocía.

- Buenas tardes, Kou- él llamándolo por su nombre le provocaba escalofríos. No le gustaba que lo hiciera, pero nunca se lo había dicho. Devolvió el saludo con educación, tratando de sonreírle. Por mucho que se esforzara, no lograba que ese pelinegro le cayera bien.

-¿Dónde está Ruki?- preguntó, demasiado brusco. Pero deseaba verlo.

- Qué frío eres conmigo, Shima-chan- lloriqueó Aoi. Kouyou se sorprendió de que recordara su apellido. Ruki siempre lo llamaba "Kouyou", o "Uruha" (apodo con el que el más bajo de la tienda lo había bautizado; según él mismo, aquello le salía del alma), nunca por el apellido. Al no recibir respuesta ni atención, el pelinegro habló, después de unos segundos de silencio. Una musiquilla alegre y repetitiva molestaba desde el ordenador- En la sala del fondo, ya sabes.

Esquivó el escritorio y a Aoi sin decir nada, dirigiéndose a la habitación del fondo a través del pasillo. Había otras puertas abiertas en la pared blanca. Por lo que sabía, una de ellas correspondía al baño y el resto eran habitaciones vacías o almacenes

Al girarse no vio al pelinegro en su silla, el juego estaba en pausa en la pantalla del ordenador y la música seguía reproduciéndose en un volumen más bajo. "Qué extraño". Pero no le dio importancia. Podía haber ido a cualquier sitio.

La luz natural de esa tarde nublada y la iluminación artificial se fusionaban en el pasillo. Pocos pasos y llegó a su destino. Entró sorprendiéndose al encontrar esa habitación vacía. Sólo aquel sofá de dos plazas de cuero negro, la mesa sencilla y la silla de despacho. 

Las paredes también eran blancas en ese sitio. Habían sido ensuciadas por dibujos hechos rápidamente con algún tipo de rotulador permanente, muchos de ellos firmados por Ruki. Se acercó para ver mejor aquellos garabatos, sonriendo interiormente al reconocer su estilo en esos trazos. 

Recuperado del tiempo aún frío del exterior se quitó la chaqueta de cuero negra que llevaba, dejándola sobre el sofá donde apenas se veía, como camaleón. La piel del chico no era mucho más oscura que la camiseta blanca que llevaba, y en su brazo descubierto, sobre la muñeca, destacaban unas letras; letras, formas, curvas immortales bajo su piel que siempre le provocaban una estúpida sonrisa. Los recuerdos de ese día eran tan buenos.

Esperaría a que Ruki, su Ruki, su adorado, precioso Ruki bajara a cambiarse y después irían a comprar por ahí, aunque había la posibilidad de echar uno rápido antes... Kouyou dirigió su atención al sofá, preguntándose si el mueble resistiría. Después se dispuso a esperar sentado, apoyando su trasero en el sofá.

No había ningún reloj a la vista y sacar el teléfono móvil del bolsillo de los pantalones apretados requería demasiado esfuerzo, por lo que el castaño no tardó a perder la noción del tiempo. Para él pasaron horas, pero apenas fueron unos minutos. 

Echaba vistazos a su alrededor perezosamente. Aoi seguía sin regresar al ordenador y el juego seguía en pausa. Al parecer, tenías que conducir un pingüino por los diferentes niveles helados. No sabía que jugara a tales cutradas. Se convenció de que Aoi habría ido a avisar a Ruki de que él estaba ahí para darle una explicación a su ausencia.

La puerta entreabierta desde la que podía ver todo el pasillo, sus puertas y el espacio principal de la tienda. La ausencia de movimiento y el sonido repetitivo le empezaban a provocar somnolencia. Pero al distinguir una sombra en el principio del pasillo Kouyou se levantó de un salto, desperezándose y caminando al instante hacia la puerta para recibir al que había estado echando de menos por las largas horas de un día y medio.

- ¿Aoi?- fue ese pelinegro el que recorrió el pasillo y entró en la sala del fondo, cerrando la puerta detrás suyo con sumo cuidado. Kouyou, en pie, se detuvo- ¿Y Ruki?- no recibió respuesta alguna por parte del pelinegro, el cual avanzaba por la habitación, acercándosele. Con una calma perturbadora, como si los minutos no pasaran para él. Aquello ponía nervioso al castaño, que retrocedió un poco instintivamente. Pero Aoi avanzó entonces a pasos rápidos, quedando cerca, muy cerca del otro chico. Silencio. Inhalar, exhalar, inhalar... El pelinegro se estaba acercando a él peligrosamente, apenas podía enfocar la vista en su cara, cada vez más cercana. Sus intenciones parecían claras. Demasiado cerca... Aunque no muy rápido de reflejos, Kouyou lo esquivó, con movimientos torpes, pasando bajo el brazo ajeno para dejar de sentir al otro encima suyo, alejándose camino a la puerta.

- Bueno, lo seguro es que Ruki no está aquí, iré a buscarlo...-dio tres largos pasos hablando con voz temblorosa, excusándose para salir como si nada hubiera pasado. ¿En qué estaba pensando Aoi? Maldito, maldito tipo. Por eso no le caía nada bien. 

Fue poner la mano en el pomo de la puerta que Aoi le cerró la salida, colocando un pie que impedía abrir esa puerta hacia dentro. Aún así el castaño giró el pomo y tiró de él con ambas manos, sacudiendo la puerta. Sin resultado alguno. El pie del de la tienda seguía en su sitio, y las manos del mismo se posaron en la cintura del castaño con esa misma calma. Kouyou se giró hacia el otro, con una especie de miedo en la mirada, miedo porque le acababa de confirmar lo que pretendía. 

-¿Aoi?- trató de sonreír, calmándose y tragando saliva. Son imaginaciones tuyas, son imaginaciones tuyas... La seriedad del pelinegro lo asustaba- ¿A que me soltarás... E iré a buscar a Ruki?

No hubo respuesta. Nervios atacando. Visto que no le soltaba, Kouyou intentó despegar esas manos de su cuerpo, dedo por dedo. Pero sólo consiguió que Aoi las apretara contra su carne hasta hacerle daño. Se quejó, y el silencioso aflojó el agarre. 

-Aoi... Déjame ir, venga- insistió una vez más. Porque aquello sólo era una broma, una estúpida broma de ese hombre tan pesado. Pero no hubo respuesta, ni una media sonrisa que confirmara que la bromita funcionaba, nada. Kouyou bufó, queriendo aparentar molestia. Pero todo él temblaba imperceptiblemente.

Pasaron minutos en silencio, el castaño hasta empezaba a acostumbrarse a aquel contacto. Pero atrapando a Kouyou desprevenido, Aoi inclinó su cabeza y empezó a besar de improvisto su cuello. 

-¿Qué coño hac...-una mano presionando su boca le impedió seguir. Su cuello era humedecido por labios y lengua del pelinegro. Kouyou se estremeció. Era asqueroso sentir la saliva caliente de ese tipo secándose sobre su piel. Se quejó en un gimoteo, consiguió que Aoi retirara la mano de su boca. Para sustituirla por sus labios. Cuando el castaño quiso huír, el otro tenía un brazo alrededor de su cintura en un fuerte agarre. Aoi masajeaba sus labios con los suyos, humedeciéndoselos y acariciándolos. Intentó profundizar el beso pero no fue correspondido. Sonidos húmedos salían del contacto entre las bocas en el que realmente sólo participaba una. Y Kouyou intentaba alejarlo empuchándolo con ambas manos. 

- ¡Mhhhh!¡Mnnn! Joder Aoi- gritó cuando sus labios quedaron libres. Se limpió con el dorso de la mano con asco, mirando mal al pelinegro. Que seguía sin sonreír. Y sin hablar. ¡Ese tipo sin sonreír ni hablar! Eso sí daba miedo. 

-Suéltame- insitió Kouyou de nuevo. Pero no lo soltaron- Suéltame... Déjame ir- volvió a ello- Aoi, joder, que me dejes- alzó la voz, intentando separarse por la fuerza del que lo estaba poniendo demasiado nervioso. Consiguió separarlo unos centímetros de su cuerpo, pudo tomar aire dos veces, dar un paso hacia la puerta, y el pelinegro lo tomó de un brazo. Por mucho que lo sacudió e intentó deslibrarse de él, nada sirvió de nada. Aoi venció- Aoi, por favor...- acabó por suplicar el castaño, conservando aún la esperanza de que le soltara, le sonriera, le dijera que era de lo más gracioso. La esperanza es lo último que se pierde, dicen. 

Una mano traviesa levantó la camiseta blanca de tela fina y se coló en los pantalones del castaño.

- No hay mucho tiempo- susurró Aoi, como si eso lo explicara todo. Su aliento acarició la oreja perforada del castaño, que quería desaparecer de ese sitio en ese instante. La mano dentro de su pantalón se empezó a mover con calma, con esa misma calma que flotaba en la habitación, extraña calma aterradora y violenta. Al joven se le cortaba la respiración y todo su cuerpo parecía bloqueado, sin querer aceptar la situación. La maldita mano lo frotaba y apretaba sobre la tela fina de su ropa interior- Qué calentito está ahí abajo...

Eso no debería estar pasando.

- Aoi...- pudo pronunciar simplemente, con voz ahogada. Deberías estar luchando, Kouyou...- Déjame...

- Pidiéndolo así te voy a dejar ir- respondió irónico el negro, colando la mano dentro del bóxer del castañito, forzando el elástico. El contacto íntimo incomodaba a Kouyou, sentía que lloraría, ¿qué estaba pasando?

Aoi lo acarició directamente, sin telas de por medio.

- Déjame...- poco a poco fue arrastrado hacia el sofá, en el que el pelinegro se sentó con las piernas abiertas, situando al otro chico entre ellas, sin retirar la mano del interior su pantalón.

- ¿Se siente bien?-preguntó Aoi con esa voz ronca que llevaba usando desde que había entrado en esa habitación, transformado. Acariciando el miembro de Kouyou con más ganas. Kouyou negó con la cabeza y reunió voluntad y fuerzas para levantarse. Su culo se separó del sofá y al instante el pelinegro pasó un brazo rápido alrededor de su cintura, en un agarre férreo, apegándolo a su cuerpo.

De nuevo, los labios en su cuello, la nariz de Aoi apartartando su pelo castaño, bastante largo, para dejar via libre a su boca. El cuerpo de la víctima empezaba a reaccionar a la masturbación forzada. La cara pálida ardía. Gimoteó, quejándose, moviéndose contra ese cuerpo intentando deslibrarse, pero las piernas le fallaban.

- Kou -la mano, esa mano, cómo podía tocarlo de esa forma. Voz ronca, caricias, fuerte agarre, saliva. Su cuerpo reaccionaba. El pelinegro liberó el miembro del joven de la ropa que lo escondía para su propio gozo. El trozo de carne duro y enrojecido se movía al ritmo impuesto.

El brazo alrededor de su cintura sirvió a Aoi para subir la camiseta blanca de Kouyou hasta la altura de sus pezones rosados. Admiró por un rato su abdomen y pecho con la cabeza colocada sobre el hombro del chico, pellizcó después esos botoncitos sensibles hasta enrojecerlos sin detener la mano trabajadora. En ese momento habría sido más fácil que Kouyou escapara, el agarre no era tan fuerte, el que lo forzaba estaba para otras cosas... Pero Kouyou no se movió, con los ojos cerrados, tan apretados que los músculos de la cara dolían.

Estaba débil, o simplemente se sentía sin fuerzas. Eso no debería estar pasando.

El brazo volvió a su cintura y la mano lo acarició hasta correrse. Le costó tragarse el gemido, que resonó en su garganta.

Jadeaba después, tembloroso por haber llegado, débil instantáneamente, entre sus brazos. Los calzoncillos a medio bajar húmedos.

- Oh, oh. ¿Qué ha pasado aquí?- preguntó irónico Aoi. Ensució el abdomen liso al descubierto, alrededor del ombligo, con esa sustancia blanquecina y caliente- Shima-chan se ensució...- Kouyou vio la mano manchada ante su cara al abrir los ojos- Chúpalos, Kou...

Negó con la cabeza y  dos dedos fueron forzados dentro de su boca. Los mordió. Pero no con suficiente fuerza, no podría. Los dedos acariciaron su lengua, haciéndole probar su propia esencia, se hundieron hasta la garganta, provocándole arcadas.

- ¿Los has chupado bien?- preguntó el pelinegro como si no lo supiera. Una sola lágrima cayó por la mejilla del castaño y los dígitos se retiraron.

Pero eso no significaba descanso. Era el momento de seguir. Kouyou estaba ocupado lloriqueando y preguntándose por qué aquello le tenía que pasar a él. Ninguna persona se había interesado por él nunca, y justo en esa tienda, en esa etapa en concreto de su vida, tuvo que encontrar a dos. Y él sólo quería a una. ¿Por qué no escapaba corriendo? Su cuerpo estaba bloqueado.

Despertó de sus lamentaciones cuando Aoi empezó a manipularlo como un muñeco. Le arrancó la camiseta desde detrás y lo tiró al suelo para levantarse. No de forma muy violenta, pero sin ningún tipo de cuidado. Kouyou volvió hacia el sofá a cuatro patas como si el  muebre fuera un bote salvavidas enmedio de un naufragio. Sentía la mente nublada y se movía por instinto. Dándole la espalda al pelinegro. Mal hecho. Desde detrás de nuevo, Aoi tiró de sus pantalones, que resbalaron en sólo unos tirones. Kouyou gimió, prácticamente desnudo ante el otro. Se sentía inferior e intimidado. Se aferró al cuero negro del sofá desde el suelo, respirando demasiado deprisa.

¿Aoi? ¿Ese era Aoi? No se le parecía en nada. Temblaba, tenía miedo, quería irse. Quería estar con Ruki.

Sintió unas manos en su trasero. Masajeándolo, apretándolo. Pero no eran las manos pequeñas de Ruki. La goma de los bóxers apretaba sus muslos. Desnudo ante él. Sabía que temblaba incluso más violentamente.

- Ya está...- un "Ya es suficiente" cansado. La única respuesta fueron los labios de Aoi en su hombro derecho. Sus manos ásperas en su cintura, elevándolo para colocarlo de forma que su pecho quedara sobre cuero negro, sus rodillas en el suelo, su cuerpo en ángulo recto inclinado hacia delante- No lo hagas...- susurró sin fuerzas ni esperanzas.

Sintió los dedos húmedos entre sus nalgas, otra mano separándolas, esa presión. Intentó tensar todos sus músculos, pero el pelinegro era insistente y el pequeño anillo de carne cedió.

- Nghh.

Kouyou recordó ese "No hay mucho tiempo" cuando Aoi forzó el segundo dedo en su trasero. Demasiado rápido. Doloroso y molesto. Desagradable. Asqueroso.

- Sácalos- musitó. Con voz firme, aquello habría impresionado. Pero de su garganta sólo salió un hilo de voz. Pudo ver la figura del pelinegro negar con la cabeza como si fuera un paciente profesor ante el alumno perdido. Y siguió moviendo sus dedos de uñas cortas dentro suyo, en un intento de abrirlo. Kouyou sólo hundió la cara en la superficie blanda. No quería pensar en lo que vendría.

Hurgar era el verbo adecuado. Aoi dejó aquel intento de dilatación a medias y retiró los dedos. Niño impaciente. Apretó las nalgas de Kouyou una vez más. Le gustaban. Acarició sus muslos y los separó levemente. No hubo resistencia alguna, por lo que se dispuso a seguir.

- Aoi... Por favor... ¿Por qué...?

Manos ásperas separando sus nalgas. El pelinegro se hundió en el más joven de una sola estocada, tan profundo como pudo. Kouyou gritó. Y Aoi empezó a moverse.

Gemía con voz ronca y grave, sujetando las caderas del castaño para mantenerlo quieto al penetrarlo. Su estrechez era deliciosa. "Ruki, te comprendo". La columna vertebral marcada en la espalda del chico bajo suyo. Su cintura. Costillas abriéndose al llenarse sus pulmones, notándose así su respiración agitada. Su pelo alborotado y el blanco de su piel desnuda resaltando contra la muerta y oscura del mueble.  

Eso no debería estar pasando. Le dolía, le dolía el maldito culo. Quería desaparecer de ahí, borrar sus recuerdos. Se sentía terriblemente mal, se sentía una montoncito de basura. Quería estar con Ruki. Y sólo tenía que gritar para que los escuchasen. Abrió sus labios de forma peculiar.

- No querrás que Takanori te vea así ¿verdad? - habló Aoi como si hubiera podido leer su mente. Y Kouyou calló, dejando caer alguna que otra lágrima de frustración. Ahí acabó su rebeldía.

Y él sentía ese arito apretado acompañarlo al entrar y al salir, torturádolo con aquella presión alrededor de su miembro. Daba estocadas en diferentes direcciones, pero el castañito solo sollozaba y se estremecía bajo sus labios.

Minutos después, rompiendo la monotonía de la penetración, reduciendo el ritmo, tomó a Kouyou por la barbilla, forzando su  cuello para poder ver su cara. Sus mejillas enrojecidas y húmedas, los ojos hinchados y los labios rojos, llenos de marcas de sus propios dientes. Contacto visual. Se hundió un poco más en ese cuerpo delgado. Le gustó la mueca de Kouyou. Parecía dolerle, pero no le disgustaba. Eso demostraba la erección maltratada entre su pelvis y el sofá.

Aoi se dio por satisfecho. Soltó la barbilla del joven y volvió a colocar la mano en su sitio, apretando la poca carne que tenía sobre el hueso de la cadera, aumentando el ritmo de nuevo. 

Se sentía bien. No pensaba darle descanso hasta correrse en su trasero. Había esperado tanto por eso... Desde esa primera vez en la que el chico se coló en la tienda. Por fin lo tenía donde quería.

El pelinegro se movía con todo su cuerpo ardiendo, empezando a transpirar. La camiseta que no se había quitado se le pegaba como si fuera una segunda piel. Sumido en su trance de placer, observando la espalda del chico que forzaba sólo a medias. Se sentía en el cielo...

- ¿Qu-qué coño...?

Su voz grave interrumpió la escena. Dos corazones se detuvieron. Dos cabezas girádose a la vez. Dos caras sonrojadas y húmedas enfocando hacia la puerta.

La puerta abierta, en la que se estaba Ruki en pie, con expresión de sorpresa, en shock. Llevaba puestas unas gafas de pasta demasiado grandes que aumentaban la medida de sus ojos abiertos al máximo.

Aoi tuvo la amabilidad de detenerse, sin salir del castaño. Miró a su compañero de trabajo sin vergüenza alguna.

- Aoi...- dijo con voz demasiado grave, en tono de advertencia, frunciendo el ceño. El pelinegro salió de Kouyou con un movimiento de cadera y un sonido húmedo. Al verse liberado, el castaño corrió a dirigirse hacia Ruki, su salvación, y a alejarse de Aoi, su... su... lo que fuera.

- Kou...- observó al que podía llamarse su pareja, que se había acercado a él prácticamente a rastras. Desnudo. Hacía unos ojitos que le decían que merecía un abrazo y bastante cariño. Pero Ruki quería una explicación, antes de moverse. La buscó en Aoi, pero él sólo sonreía. Maldito tipo- ¿Qué ha pasado aquí?

- Me estaba divirtiendo. Es que no compartes- se explicó Aoi con un puchero.

El más bajo llegó a su propia conclusión. Aoi era capaz de forzar a la pareja de otro, ya había acosado a trabajadores jovencitos de la tienda que extrañamente habían dejado el trabajo a los dos días.

Dirigió la mirada a Kouyou, a cuatro patas en el suelo y ojos llorosos. Se arrodilló a su lado y besó sus labios con tranquilidad. Mordió su mejilla con cariño, acarició su espalda sudada.

- Únete, Ruki.

La petición tampoco lo sorprendió. Sonrió a su amigo. Porque era su amigo. Las discusiones sólo eran parte de su peculiar amistad. Y empezó a desabrocharse la camisa de cuadros. Vio la mirada asustada de Kouyou y se lanzó a besarlo. Se dio por satisfecho cuando el chico correspondió con timidez.   Acarició su pelo despeinado y se acercó para susurrarle en la oreja. "No lo estabas pasando tan mal, bebé". Pudo escuchar como tragaba saliva. Siguió desabrochándose la camisa y la dejó caer por sus brazos, quedando su pecho desnudo.

- ¿Has engordado?-se escuchó preguntar desde el sofá, donde Aoi estaba recostado, observando la escena risueño, pero con un bulto notable en sus pantalones a medio abrochar. Se había quitado esa camiseta húmeda y lucía su cuerpo joven.

La mirada de Ruki fue suficiente para hacerlo callar.

Ruki tardó a convencer a Uruha, ninguna palabra, bastantes besos. Lubricó con cuidado su entrada dolorida con su lengüita después, en un intento de reducir el dolor en la siguiente penetración. Las vistas que tuvo del trasero de su amante mientras realizaba esa tarea habían logrado calentarlo.

~Piedra, papel y tijera.~

- Kou...- Ruki lo miraba de reojo, con las mejillas teñidas de rosa. Apoyado en la pared, con su cuerpo que parecía el de un niño, dando la espalda a los otros dos. Kouyou se le acercó lentamente para colocar las manos en su cintura, dibujando sus costados hasta la cadera. Besó su cuello y su mejilla dulcemente.

- Cuidado, no vaya a ser que le hagas daño a la princesita- se rió el pelinegro de su trato cariñoso.

La pareja lo ignoró. Ruki sonreía por la inseguridad de Kouyou y Kouyou dudaba.

- Hazlo, venga- le susurró.

- Ah...- hizo el castaño, como si no supiera si le hablaban a él. Ruki tiró atrás el trasero para restregarse sin vergüenza contra el miembro del chico detrás suyo.

- Kou, precioso -pidió con un punto de desesperación en la voz. Y Kouyou no se hizo rogar, conduciendo su erección hacia el traserito de Ruki. Era su primera vez de esa forma.

Se introdució en él con cuidado, viendo a Ruki lamiéndose los labios mientras lo hacía. Le parecía imposible poder entrar completamente en ese agujerito estrecho, pero prácticamente lo consiguió. Y no se sentía para nada mal, oh, no. Mucho mejor que una simple mano, diferente a una boquita húmeda. Mucho más apretado. Placentero.

- Hm, muy bien Uruha... Me gusta nhh... como se siente tu polla- elogiaba el más joven a su estilo. Kouyou empezó a moverse con cuidado, temeroso por si dañaba a su ahora pasivo.  

- ¿Ya, ya? - preguntó Aoi con impaciencia infantil, sólo para molestar, paseando alrededor de la pareja.

- Aah... Joder Aoi... Sí...- habló Ruki por el castaño, que se abrazó a él con fuerza, apegándose a su espalda.

- Qué bien...- susurró el pelinegro en el oído de Kouyou. Voz ronca, su voz ronca de nuevo. Acarició los costados del castaño y bajó hasta su trasero. Aoi adoraba su trasero, la forma y suavidad de esas nalgas, apretujables. No tardó a hundirse en él. Al sentir Kouyou ese miembro erecto invadiendo su recto gimió. Dolía, pero sólo era un dolor molesto.

- Puto Yuu, cuidado con lo que le haces - gruñó Ruki. Aoi rió.

- Mhh- pudo gemir sólo Uruha. Ah, aquello no era normal. Locos, todos locos. Eso no debería estar pasando... O sí. El curso de su vida lo había llevado a tal situación.

El surrealismo de la situación en contraste con los movimientos pévicos del pelinegro clavándose en él. Kouyou se mordió los labios, Aoi se movía dentro suyo, su voz sería demasiado escandalosa en ese silencio. El pelinegro salía y entraba con calma, disfrutándolo, mordisqueando sus hombros.

Ruki, que se había mantenido quieto y suspirando, no tardó a notar el vaivén de Aoi, que se transmitía a través del cuerpo dentro suyo.

- Gime, Shima-chan - pidió el pelinegro. Y aquello lo desencadenó todo. La boquita de Kouyou abierta, jadeos y gemiditos; el más bajo buscando más, buscando movimiento, estocadas, penetraciones, placer, a su castaño volviéndolo loco. Kouyou reaccionó con cierta dificultad, se sentía mareado, lleno y apretado. Penetrado y hundiéndose en otro a su misma vez. Se sostuvo en Ruki y se dejó conducir por la  intuición.

La habitación del fondo del pasillo acogía y amortiguaba sus voces, escondía sus cuerpos ardiendo y guardaba su secreto.

Los tres gemían, sudaban y gozaban. Los dedos del pelinegro marcados sobre la cadera del castaño, las uñas de este dibujadas en la piel del rubio. Ruki, con la cabeza apoyada en la pared, restregaba su frente sobre la pintura blanca buscando desahogarse. Las manos pequeñas entre sus piernas, masturbándose.

Palabras sucias, saliva, mordiscos. Kouyou sentía a Ruki apretado, muy apretado alrededor de su erección. Aoi acertaba en su maldito punto desde hacía un buen rato, haciéndolo gemir hasta dejarse la voz, haciéndolo morder con fuerza el cuello y hombros del más joven, al que aquello sólo parecía excitarlo más. Así, Kouyou fue el primero a terminar. Se corrió, se vino como nunca lo había hecho en el interior de Ruki. Gimió desesperado, le fallaron las piernas. El pelinegro lo sostuvo, abrazándolo por la cintura, para seguir moviéndose dentro suyo unas veces más. Y Ruki se contrajo alrededor del tembloroso castaño, llegando en silencio, quedando immóbil, apoyado en la pared con ambas manos, calmando su respiración agitada. A su misma vez, Aoi llenó la cavidad del del medio con su esencia en un gemido ronco.

Los tres chicos jadeantes resbalaron hasta quedar acostados en el suelo frío. Aoi se retiró del castaño con cuidado, dejando resbalar la sustancia viscosa entre sus nalgas de bonita forma. Kouyou, pero, sólo se abrazó a Ruki pasando los brazos sobre su pecho.

- ¿Kouyou? - lo llamó Ruki en voz baja.

- Hmm - respondió el avergonzado y soñoliento castaño, escondiendo sus mejillas sonrojadas contra la espalda blandita de Ruki, inspirando su aroma. Una palmadita de Aoi en su trasero lo animó a moverse. Se separó de Ruki, rompiendo ese contacto íntimo que empezaba a hacerse incómodo, pero el recuerdo reciente de la calidez del interior del bajito seguía en su mente. Sintió los labios de Ruki sobre los suyos y respondió con suavidad, sin abrir los ojos que había cerrado. Escuchaba movimiento, el roce de la ropa. El suelo frío y su piel húmeda, que empezaba a secarse. El aire olía a sudor, a perfume y a sexo.

Se giró hasta quedar mirando al techo, tirado en el suelo, notando el semen de Aoi escurrirse aún entre sus piernas. Pasaron segundos, un minuto, puede que fueran dos. Un tic-tac mental. Y abrió los ojos. Ruki se subía los pantalones dentro de su campo de visión. Al ver que tenía su atención, la de los dos que habían empezado aquello, habló.

- Esto que quede olvidado - sentenció. Pero un risueño Aoi detrás suyo, completamente vestido, tenía otra opinión.

- Si crees que lo voy a olvidar es que no me conoces - comentó, revolviendo el pelo que Ruki trataba de peinar con los dedos. Kouyou rió en voz baja y se dispuso a levantarse y avanzar en cuatro en busca de su ropa.

- No se volverá a repetir- se giró sólo para ver el puchero que de seguro hacía Ruki. Acertó.

- Pero si a ti te van estas cosas... - susurro de Aoi. Se escuchó a Ruki maldeciéndolo en voz baja. Kouyou se puso la camiseta. Le quedaba larga y estaba demasiado cansado para buscar algo más.

- Qué tipo de cosas - preguntó el castaño en un ataque de curiosidad.

- Estas cosas, como cuando...- cuando el pelinegro se disponía a ilustrar con alegría sus palabras con aguna experiencia pasada Ruki lo detuvo con una mirada helada filtrada por las lentillas azules.

Al parecer, Ruki almacenaba en su cabeza recuerdos que debía esconder...



Notas finales:

Yaaaaaaaaaaaaay~

¿Opiniones? Porfiplis. Esta niña quiere saber qué pensáis de su nuevo comienzo. Sed duras si os apetece~ Dadme duro (???) En los reviews, digo.

No me gustó mucho, pero espero que a vosotros, humanos que habréis leído esto, sí os haya gustado. Y recordad, podéis leer Moth aquí (click~) o si tenéis una duda y no queréis leer se pregunta en un lindo comentario. Bye ~


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