Buscar una salida al lugar más aterrador en el que te has sumergido mientras estas solo no es fácil,  siendo joven, lo complica más. Esa etapa en la cual tu personalidad no está definida, influyen de manera importante las personas que te rodean, tus acciones, los obstáculos que se interponen en tu camino… todo, absolutamente todo se vuelve parte de ti. La “madurez” llega en el momento en que aprendes a separar lo que te hará mejor persona y lo que te llevara al fracaso rotundo… ¿o tal vez no?

Daisuke es un chico juzgado por sus compañeros de clase por el hecho de ser “diferente”; él es un chico emo. Se aleja de las personas tanto como le es posible. Su vida es tan monótona que se ha cansado tan solo de asistir al colegio, ver la cara de sus compañeros de clase y sus profesores; las miradas de siempre dirigidas a él… desprecio. La vida estudiantil no es buena, la detesta, pero su hogar tampoco es mejor. Los problemas con su padre comenzaron después de la partida de su madre, dejando con ello un profundo rencor hacia el pobre chico. Él no es culpable, y su padre lo sabe, sin embargo se ha encargado de hacerle creer al adolescente que su existencia no le es importante a nadie en el mundo. El cansancio se nota en su cuerpo, la frustración en sus palabras y la desesperanza en sus ojos. Necesita un final… dejar el maldito mundo en el que fue encerrado…no, necesita una luz. Se supone que estaba terminado todo, ya no había marcha atrás, entonces… ¿Quién es ese chico que le hace luchar por una última esperanza? Le hace olvidar su dolor.