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DIME QUE ME QUIERES por lyra

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“Me parece bien que seas gay”

Esas palabras todavía flotan por el aire, llegando a sus oídos y quedándose en ellos fuertemente prendidas.

Si le parecía bien, ¿por qué se había enfadado? ¿Por qué no se lo había dicho antes?

Se limpia las lágrimas de sus mejillas y decide bajar a buscarle. Tiene que saber lo que realmente opina de él.

Llega al piso inferior y se encuentra a Georg y a Gustav mirando por la ventana muy divertidos.

-¿Qué miráis? –les pregunta con curiosidad.

-El hermano tan tonto que tienes-le dice Georg riendo.

-Ha salido a caminar bajo la lluvia. Va a regresar calado hasta los huesos-le explica Gustav.

-Voy a ver que le pasa-dice abriendo la puerta.

Sale al exterior sin importarle su miedo a las tormentas. Su hermano está ahí fuera sintiéndose mal y él quiere estar a su lado.

-La tontería es hereditaria-comenta Georg viéndole correr bajo la lluvia.



Echa a correr sin saber a donde dirigirse. El autobús se encuentra parado en mitad de la nada. Hay un campo que crece al lado de la carretera y a lo lejos le parce divisar un viejo cobertizo.

Con una corazonada se dirige a el corriendo. Le cuesta hacerlo a través de la hierba que le llega hasta las rodillas.

La lluvia le empapó desde el primer momento que puso un pie fuera del autobús y la ropa se le pega al cuerpo haciéndole temblar de frío.

Se quita con una mano el pelo empapado de la cara, se para un minuto para recobrar el aliento, pero un relámpago que ilumina el cielo le hace soltar un grito y salir huyendo.

Corre mientras solloza por el miedo. Llega al cobertizo y grita más cuando unas manos le cogen por los hombros.

-¡Soy yo!-le dice Tom abrazándole fuertemente.

Le había visto venir corriendo hacia donde estaba él y hasta había escuchado el grito que dio cuando el relámpago cruzó el cielo.

-¡Tom!-jadea aliviado.

Se aferra unos momentos a él y luego le suelta llevándose una mano al pecho. Siente que el corazón le late a mil por hora, siente como quiere salirse de su pecho.

Pero no es por la carrera, es por lo que ha sentido cuando su hermano le ha estrechado en sus brazos. Corría por el miedo y él se lo quitó con un simple abrazo.

-Te vas a coger algo así de empapado-dice Tom quitándose su sudadera.

-Tú también te puedes coger algo-le contesta negando con la cabeza,

-Da igual, tú eres más importante.

Se quita la camiseta que tiene seca y caliente y se la tiende, pero su hermano vuelve a negar con la cabeza.

“Tozudo”-piensa tirando de su camiseta empapada.

Se la quita sin prestar atención a sus protestas. Le pone la suya como si de un niño pequeño se tratara y tira la empapada bien lejos.

-Ya está-le dice sonriendo al verle con la suya puesta.

Le está enorme y le hace a él muy pequeño. Le llega hasta las rodillas y las mangas casi le cubren los brazos por completo.

-Por lo menos ha servido para que vuelvas a sonreír-dice Bill en voz baja.

Tom deja de hacerlo enseguida. Se le había olvidado que estaba enfadado con él.

Carraspea y se pone de nuevo la sudadera, no porque tenga frío sino porque se siente incómodo estando medio desnudo delante de él, más ahora que sabe su secreto.

Pasea por el cobertizo y se sienta en un tocón de paja.

-¿Desde cuando lo sabes?-le pregunta sin mirarle.

Bill suspira y pasea por el cobertizo también. Era normal que le preguntara eso, o si habían sido solo unos besos o había habido algo más.

Nunca habían tenido secretos entre ellos, o al menos no hasta ahora. Cuando decidió no contarle a su hermano la decisión más importante de su vida se sintió como si le estuviera traicionando.

-Desde hace 4 meses, no sé. Poco tiempo-le contesta encogiéndose de hombros.

-¿Y estás seguro?

Eso hace que Bill suelte una carcajada. Pues claro que estaba seguro. Uno no era gay unos días y luego lo dejaba. Lo sería toda su vida, ya lo tenía asumido.

-Lo tomaré como un sí-dice Tom al ver que no le contesta.

-¿Te molesta que lo sea?-le vuelve a preguntar.

Quiere saber su verdadera opinión, no solo eso de que le parece bien que lo sea. Su opinión cuenta mucho para él, más que la de cualquier persona.

-No, no me molesta. Solo me has sorprendido.

-Creo que sorprenderé a más de una persona.

-¿Lo vas a hacer público?

-De momento no, no creo. Pero seguro que con el tiempo, cuando encuentre al chico adecuado y quiera estar con él no me quedará más remedio que hacerlo. No quiero vivir en las sombras, escondiendo mi amor por miedo a lo que el mundo opine de mí.

Tom se queda pensando en sus palabras.

“No quiere vivir en las sombras, no quiere esconder su amor”

Si estuvieran juntos ese sería su cruel destino. Vivir siempre a escondidas, amarse entre las sombras para que nadie se diera cuenta de que dos hermanos se han enamorado.

Agacha la cabeza y niega con ella. Nunca podrá decirle lo que siente por él. Vivirá el resto de su vida viendo como es feliz al lado de otra persona mientras que él será muy desdichado en su soledad, porque no buscará a nadie que lo sustituya, porque sabe que no lo va a encontrar.

-¿No, qué?-pregunta Bill al verle negar con la cabeza.

-Nada-le contesta para quitarle importancia.

Pero Bill no se da por vencido. Sabe que le pasa algo y no se lo quiere contar. Se arrodilla delante de él y le mira desde el suelo.

-Dime que te pasa, sé que estás molesto por algo, lo veo en tus ojos. Si es por mi, dímelo.

Tom mira como le suplica de rodillas que le abra su corazón y le cuente que le pasa. Pero no puede hacerlo, no debe decirle lo que de verdad siente porque cuando le dio el beso le hizo llorar.

Si le contara la verdad le asustaría y seguro que se alejaba de su lado para siempre.

En vez de contestarle mira hacia la puerta del cobertizo y ve que ya ha dejado de llover. El sol comienza a salir tímidamente entre las grises nubes y ya no hay tanta oscuridad a su alrededor.

Es una señal, de que debe dejar las cosas como están. No decirle lo que siente. Vivir con su secreto para siempre.

-Ha dejado de llover-dice levantándose.

Le tiende una mano y le ayuda a incorporarse. Se la suelta cuando ya está de pies y va a recoger su camiseta que tiró cuando loe puso la suya.

Se da la vuelta con ella en la mano y se tropieza con él.

-Tu camiseta-le dice en un susurro.

-No me has contestado-le recuerda.

-Otro día, ¿vale?-le contesta acariciando su mejilla.

Le devuelve la camiseta y sale del cobertizo en dirección al autobús. No se gira para ver si le sigue o no, porque sabe que lo hará.

Siempre estará un paso detrás de él, y así nunca lo podrá alcanzar.

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