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Hímero por Mascayeta

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Su instinto de supervivencia le exigió marcharse de ahí, no era muy hábil entendiendo las emociones de los que se encontraban a su lado, pero tampoco tan lento como para no distinguir el tipo de mirada que su jefe tenía.


Retrocedió indicando que estaba a punto de llover, se dirigió lo más rápido que pudo al auto. El peliplata lo imitó, pero en vez de tomar con dirección al puesto del conductor lo hizo quedando detrás suyo. Los fríos dedos se deslizaron por su hombro provocando una corriente que le invadió todo el cuerpo, tragó saliva volteándose para encarar a Akihiko de manera indiferente. Sin embargo, la cálida mirada en los ojos lila le hizo latir el corazón tan rápido, que pensó que el otro podía escucharlo, el ardor en sus mejillas lo terminó de delatar.


- Usami-san… - la voz temblorosa de Takafumi le invitó a recorrer con su mano los labios que sugerentemente se le habían ofrecido en la madrugada, subió su mirada a los ojos azul-grisáceo que brillaban en una mezcla clara de miedo y placer, habló tan bajo, que el peliplata aceptó que no debió hacerlo, ya que la súplica quiso entenderla como una expresión de lo que su corazón le pedía – por favor…


Acabó por acortar la distancia entre ambos y lo besó de manera urgida. Estaba comprobado: sí había una boca más dulce y suave que la Misaki, sí existía un olor más embriagante para sus sentidos, sí podía alguien superar su racionalidad y dejarlo a merced de sus instintos eróticos.


Se apoyó por completo sobre el cuerpo de quien trataba de seguirle el paso en el ósculo que pedía por más; tantos años sin tener esa sensación le estaban pasando factura. No es que no hubiese tenido otras personas después de su recuperación, pero los pequeños gemidos que comenzaron a escapar del menor eran diferentes, era como si pidiera que lo devorara por completo. Su erección estaba doliendo demasiado, entre más probaba del hombre, más pedía su organismo. Por eso cuando pudo apretar el duro trasero de Takafumi, le fue imposible no separarse de la boca del chico para pasar a su cuello, y bajar por la piel que estaba tan exquisitamente expuesta ante él.


Sus manos subieron por debajo de la ropa que agradeció fuese tan grande para su comodidad. Poco le importó el lugar donde estaban, levantó el saco para poder recorrer con mayor facilidad el pecho y apretar uno de los pezones con sus dientes.


Isaka eligió de manera perfecta el nombre artístico del modelo, Yokozawa era la personificación del deseo, Hímero.


- ¿Qué maldita cosa me hiciste? – susurró en el oído de quien ya estaba perdido en su propio placer. El ojilila dirigió su acción al pantalón, desabotonó la pretina para bajar tranquilamente la cremallera. El peliazul imitó su acción sin ningún tipo de timidez. Usami lo miró y notó el cambio en su expresión, daba gusto apreciar la sensualidad que poseía; hubiese querido tomar una foto y mandársela a Queenie, porque nunca ella podría verlo así. Besándolo otra vez, murmuró – No tienes ni idea lo difícil que se me hace dejar de tocarte…


Takafumi no pudo menos que sonreír internamente, la expresión en la cara de su jefe le obligó a restregarse contra él para sentirlo un poco más, en su cabeza solo pensaba en tenerlo dentro. Usami lo soltó para girarlo mientras bajaba lo suficiente su pantalón…


- Lamento interrumpirlos, pero… necesito hablar contigo Usagi-san.


 


 


Takahiro revisó los informes de ventas de las últimas semanas. El celular mostró el mensaje de Manami en la pantalla, lo dejó en visto y siguió con su trabajo. Cada página fue escrutada tratando de hallar alguna inconsistencia, algo que le permitiera ayudar a su amigo. Sin embargo, los informes no mentían, la casa matriz había vuelto al juego de manera contundente.


Se echó para atrás en la silla mientras sobaba su frente, si Haruhiko le escuchara no estarían persiguiendo fantasmas… pero siempre le había dicho que en los negocios era a todo o nada, y esa frase la aplicaba también en su vida personal. Fijó su mirada en el cuadro frente a su escritorio, jamás le había gustado, pero era un regalo del pelinegro y el verlo satisfecho era suficiente razón para tener esa pintura.


Una nueva vibración, le hizo acomodarse y guardar los documentos en los que estaba trabajando, esa noche sus suegros los habían invitado a cenar, y por más razones que le dio a su esposa, sabía que no podía evadir la ocasión. Entró al baño para arreglar un poco su atuendo, se veía horrible. Por mucho que lo odiara, le tocó recurrir a la oficina de su jefe y amigo, Haruhiko le había comprado dos trajes por si se presentaba un imprevisto. Nunca los quiso aceptar, así que terminaron en el vestier que tenía en su despacho.


En la medida que se dirigía a cambiarse, marcó el número de su cónyuge para poder llegar al restaurante, no se percató de la situación hasta que fue demasiado tarde. Colgó sin siquiera despedirse, pidiendo disculpas cerró con fuerza la puerta para retirarse… sentado frente al volante trató de calmarse, ¿por qué le ocurría esto? El mensaje en su celular lo puso en contexto de nuevo, limpiando las gafas leyó la pantalla: “Sabes que tú eres el único, perdóname”. Borró el texto para comenzar a llorar, era un completo estúpido.


 


 


Kirishima acarició la cabecita castaña que sobresalía de las cobijas, su pequeña estaba cansada después de la jornada de compras con sus abuelos. A sus seis años, la niña físicamente era una copia de Sakura, pero con el paso de los días veía más cosas de su personalidad en ella.


La amaba, y era una de las razones por las que no dejaba su hogar, si llegaba a perder a Hiyori enloquecería. Cerró la puerta y se dirigió a la nevera por una cerveza, la llamada a Yokozawa le dejó un mal sabor de boca, no sabía si debía seguir con la idea de tenerlo de nuevo, ¿qué sentía realmente por él?


Hace seis años, cuando lo vio en el hospital, el miedo de perder a su hija lo lleno de cólera, los médicos habían dicho que Sakura cayó por de las escaleras, y la enfermera mostró el reporte con su declaración; en el documento claramente se leía que la persona que la había traído era el responsable. En su corazón, el dolor de perder un cuarto hijo, más cuando solo faltaban días para poder tenerlo en sus brazos, lo enloqueció.


Una cosa llevó a la otra. Saber que su mujer iba a permanecer en su última semana de embarazo, conectada a una máquina y con alta posibilidad de que la niña muriese, y que el responsable era su amante, no lo dejó razonar.


En fracción de segundos el terror y la rabia se mezclaron, Sakura no sabía que tenía un affaire, pero por lo visto Takafumi si se había enterado que tenía una esposa. Lo mínimo que esperaba de él era que lo hubiese dejado, era entendible, pero ¿llegar a ese extremo? ¿Qué tan irracional podía ser una persona? Bien dicen que la rabia es mala consejera…


Cuando regresó a la habitación y acarició a su legítima pareja, los rastros de la sangre de su examante en la mano, la hicieron narrar lo sucedido. Aún recordaba la expresión de culpa en el rostro de la mujer, las palabras que entre sollozos pronunció por haber dado la declaración de manera que entendieron mal las cosas… pero era demasiado tarde para ellos, lo había herido con sus acciones y con sus palabras.


Tan pronto los sedantes hicieron efecto en su esposa, intento llamarlo, uno a uno los mensajes quedaron en el buzón hasta que la voz electrónica aviso que estaba lleno. No podía marcharse de allí, pero tampoco sabía dónde ir a buscarlo. Fue un imbécil, lo seguía siendo, porque a pesar de que quería tener al modelo a su lado, poder amarlo y que le repitiera que era correspondido, también sabía que no dejaría a Hiyori... y con ella tendría que aceptar la seguridad del hogar con Sakura.


Dejó la lata vacía en la mesa de centro y se recostó en el sofá, daría lo que fuera por volver a tenerlo tan solo una vez… una vez para sacarlo definitivamente de su cabeza y sobre todo de su corazón, porque, aunque en ocasiones pensaba que el deseo primaba sobre sus sentimientos, seis años esperando por alguien solo podían indicar que en algún momento del juego se había enamorado de él.


Los labios de Sakura sobre los suyos le provocaron un sentimiento de terrible impotencia, al abrir los ojos la abrazó para que ella no viera su rostro, ¿Cuándo su matrimonio comenzó a girar en torno a sus hijos? En algún momento de su relación ¿Sakura le había despertado el mismo sentimiento de posesividad que tenía por Yokozawa? Prefirió no dar respuestas, aunque claramente las sabía para ambas.


 


 


Akihiko fue recibido por Tanaka que saludó afablemente al joven que acompañaba a la pareja, dándole un beso en la frente a Yokozawa le ordenó esperarlo en su habitación, habló lo suficientemente fuerte para que su invitado lo escuchará. Esa noche quería compartirla con él. El menor asintió con la cabeza, para retirarse al comedor donde el mayordomo le indicaba estarían sirviéndole la cena.


Una vez estuvieron solos, Usami le indicó que podían hablar.


- ¿Le harás lo mismo que a mí?


- Nunca hice nada que tú no quisieras – respondió fríamente, no entendía el porqué de su visita, pero sobre todo estaba furioso por haberlos interrumpido.


- Tenía dieciséis años, le diría sí a cada cosa que tú me pidieras… - dijo un poco exasperado el ojiverde.


- Si mal no recuerdo ya llevábamos un año juntos, así que conocías muy bien mis gustos, - dijo con sarcasmo, jamás pensó encontrarse en un escenario tan patético.


- Te amaba… -gritó Misaki con dolor, era la primera vez que hablaban de su relación después de lo ocurrido.


Akihiko lo observó. Ahí en el estudio, frente a él como un hombre, no como el niño que le robó la calma años atrás. Aplaudió mentalmente lo bien que separaba los espacios, lucía diferente al profesional fotógrafo que le atendió hacía unas horas en el plató.


La noche que le dijó que no lo amaba, sus ojos estaban llenos de rabia, de odio. Esos sentimientos le dieron a entender los errores que había cometido con el menor de los Takahashi. Su ego le encegueció al punto de no darse cuenta que el chico era su pareja y no su juguete.


Ese día le iba a regalar un anillo de compromiso, como Misaki nunca utilizaba nada en sus manos, lo colocó en una fina cadena, la piedra que lo adornaba era del color de sus ojos…pero era otra forma de mostrar que le pertenecía. Antes de llegar a la cena, habló con Takahiro y Manami, ella no podía opinar, pero si fue una sorpresa saber que su amigo aceptó sin problemas su relación. Su expresión fue de total satisfacción, el “al fin” que pronunció esa noche le sonó como si le estuviese reclamando no haberle dicho antes, pero ahora no estaba tan seguro, algo en esos seis años le había dado que pensar sobre la lealtad de su colega.


Cuando salieron del restaurante, se dio cuenta que debía cambiar si quería realmente mantener al ojiverde a su lado, pero pudo más su lado dominante, en la intimidad podía demostrarle su verdad… el accidente solo fue una consecuencia de una mala noche, no lo culpaba.


El fuerte aguacero, las llantas lisas, el exceso de velocidad, todo se unió para que perdiera el control en una de las curvas de la carretera que llevaba a su casa paterna… tal vez el error fue frenar, ya que el impulso provocó que el auto girará, sintió el golpe contra la barrera y cómo algo aprisionaba sus piernas, y luego nada.


Tres años de operaciones y terapias, los huesos de sus piernas estaban completamente astillados, dos años recibiendo mensajes de Misaki dándole ánimos para que se mejorara, por más que quiso responderle no veía razón para mantener un vínculo, él lo había rechazado por completo, entonces porque buscaba una oportunidad para hablar, ¿hablar de qué?


Ahora la tenía, y lo único que había hecho era reclamarle, ¿acaso sentía celos?


- Si lo que buscas es una disculpa, listo: Lo siento por hacerte mi sumiso. El error fue mío desde el comienzo, nunca debí meterme con un niño - el tono déspota de Usami provocó que las lágrimas de Misaki resbalaran por sus mejillas, pero no podía quejarse, él era el culpable de su comportamiento…


- Vine porque quiero regresar contigo… - el ojilila no pudo evitar soltar una carcajada, ¿lo creía tan estúpido? – te aseguro que es por el bien de tu nuevo esclavo...  – el súbito silencio le demostró al ojiverde que al menos había captado su interés - escúchame primero y después decidirás si aceptas o no.


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