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MANCHESTER & JEJU - 2MIN por HMin

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Notas del capitulo:

Que yo escriba 2min, para las personas que me conocen, saben que es raro puesto que no me gusta. Entonces, que haya escrito un oneshot sobre ellos es... sospechoso (?) 

Lo he escrito porque quiero dedicarselo a EvilInMyMind (y sólo la puntita a E). A ellas les gusta y simplemente me apetecía escribirlo. No suelo ponerme ghei, si lo hago, ellas se ríen de mí así que... me voy a contener. 

 

Admito que el oneshot es algo extraño, pero tampoco no es nada del otro mundo. Simplemente no tiene sentido ninguno.

¡A leer!

PD: no tenía la menor idea de qué título poner.

12 de Junio de 2013. Seúl, Corea del Sur.

No quería pensar en nada, quería mantener la mente en blanco para no provocar ningún incidente. Taemin estaba de brazos cruzados mirando a través de la ventana, odiaba ponerse el cinturón, pero decidió no hacer ningún comentario. Su madre, totalmente sumergida en sus pensamientos mientras conducía, tarareaba la canción que sonaba en la radio; Taemin odiaba el canal de radio que escuchaba ella, tan solo era música clásica, para él era aburrida. La tarde anterior su madre había llamado a la clínica para confirmar que iba a internar a su hijo. Taemin ya hacía tiempo que sabía que iba a llegar ese momento, por eso se hizo a la idea en seguida, deseaba largarse de su casa y no volver a ver a su madre. La odiaba con todas sus fuerzas.

Llegaron al lugar. Era una clínica a las afueras de Seúl, justo se encontraba en medio del campo, ni siquiera se podía ver de lejos los altos edificios de la ciudad. Taemin rápidamente desabrochó el cinturón que tanto le molestaba, ni siquiera su madre se molestó en apagar la radio para despedirse de su hijo. El odio era mutuo. Tampoco tuvo la intención de mirarle por última vez; Taemin bajó del coche con la mochila colgada sobre el hombro, cerró la puerta de un portazo y en menos de un segundo, su madre se marchó.

—¡MORIRÁS! —gritó Taemin.

En seguida dos enfermeros salieron para atenderle, ambos le cogieron cada brazo y entraron. En recepción le pidieron sus datos, aun estando medio enfadado por su madre (en realidad, detestaba la simple existencia de ésta) intentó parecer amable. Los mismos enfermeros que salieron a buscarle, le acompañaron a su habitación. Taemin no se molestaba en mirar cómo era el lugar dónde iba a vivir, quería tumbarse en la cama y quedarse ahí sin hacer absolutamente nada. Cuando entró se cercioró de que habían dos camas, iba a rechistar nada más verla, pero uno de los enfermeros se adelantó a hablar.

—Acomódate. Estarás solo poco tiempo, pero vas a estar vigilado, todas las habitaciones tienen una cámara de seguridad.

—No voy hacer nada —respondió impasible, dejando su mochila sobre la cama.

—Está bien. Hasta luego.

Taemin observó cómo ambos se dirigían a la puerta, les analizó bien, de arriba abajo. Antes de que pudiesen cruzar la puerta, soltó:

—Vas a morir.

Se giraron para mirarle nada más escuchar el despreciable comentario, Taemin sonreía con maldad, luego se acabaron marchando. Había que admitir que el pequeño parecía un muñeco, tenía una piel blanca y fina, un rostro digno de modelo. Sin embargo, era malo, muy malo. Malvado quizás sería el adjetivo perfecto para describirle. Y todo era a causa de su penumbra, esa de la que jamás se ha podido deshacer con sus casi quince años.

Se tiró en la cama mirando el techo. No hacia ni cinco minutos que había llegado y ya se aburría. No tenía televisión, tampoco el teléfono móvil, ni un ordenador. Más que una recuperación iba a ser su muerte. El techo, al igual que toda la habitación, era de color blanco. Se le ocurrió la ligera de idea de pintarla, de hacer algún dibujo pero se dio cuenta que no tenía ni siquiera un simple lápiz, tampoco creía que se lo iban a dejar pues podrían pensar que quería matar a alguien con el dicho objeto.

—Buenos días —entró un chico vestido todo de blanco. Taemin creyó que era un enfermero, así que no le hizo caso—. ¿Cómo te llamas?

—Míralo en mi ficha, la han hecho hace un momento.

—Ah, ¿piensas que trabajo aquí? Soy tu compañero de cuarto, acabo de ingresar —se sentó en la cama libre mirando a Taemin—. ¿Cómo te llamas? —repitió, pero no obtuvo ninguna respuesta—. No te gusta hablar por lo que veo. ¿Cuántos años tienes?

Taemin se dio la vuelta dándole la espalda. No le hacía gracia tener un compañero, pero no le quedaba otra. Sí, él era un conformista. Al otro chico le gustaba hablar, pues en menos de dos minutos volvió a abrir la boca, provocando que Taemin saliese de sus pensamientos.

—No me importa los años que tengas, ya se ve que eres más pequeño que yo. Y sobre el nombre… podríamos hacer un juego —eso le llamó la atención a Taemin pues se giró para mirarle—. No diremos nuestros nombres reales hasta el día que nos curemos. De momento nos pondremos un apodo. El mío será Manchester.

—¿Por qué Manchester?

—Porque me gustaría ir. Cuando sea mayor y tenga hijos, iremos de viaje a Manchester para ver en directo al Manchester City. ¿Te gusta el fútbol? ¡A mí me encanta! ¿Qué apodo te pondrás?

—Jeju.

—¿Jeju? ¡Vale! Encantado de conocerte, Jeju. Seremos grandes amigos.

No le dio la menor importancia a sus palabras, le parecía un chico extraño. Pero, ¿quién de la clínica no era extraño a parte de las personas que trabajan ahí? El chico en concreto en realidad se llamaba Choi Minho, era dos años más grande que Taemin. Y al igual que éste, era de Seúl.

—Cuéntame algo sobre ti. ¿Por qué estás aquí? —preguntó Minho tras tumbarse en la cama. Taemin empezaba a darse cuenta que éste no podía dejar de hablar.

—Estoy loco, como tú y el resto de personas que estamos internadas.

—Yo no creo que estemos locos, simplemente miramos la vida desde otra perspectiva.

Taemin creyó que esa frase era la más bonita que había escuchado en su vida. Siempre había pensado que era un bicho raro, que estaba loco —de hecho, lo estaba— pero nunca lo miró desde la perspectiva de Minho. Su madre se había pasado todos esos casi diez años llamándole loco, así que se lo acabó creyendo. No obstante, Taemin no mostró ningún interés en las palabras de Minho, él era así, no era capaz de demostrar ningún sentimiento que no fuese el odio.

—Tengo un trastorno de personalidad desde que nací y mi mentalidad no está acorde con mi edad. Durante todo este tiempo mis padres han cuidado de mí, me he ido portando bien hasta que la zorra me dejó. Dejé de tomarme los medicamentos y mi cabeza se volvió loca. Ahora estoy tranquilo porque antes de venir me tomé una pastilla —Taemin, una vez más, no respondió—. ¿Y tú por qué no hablas?

—Vas a morir.

—¿Qué?

—Lo veo.

Minho se quedó sin habla mirando a Taemin, el cual se limitaba a observar el techo con la mirada perdida. Por unos segundos el mayor de ambos tuvo miedo, pero en seguida se le fue pues creía que Taemin era frágil por su apariencia. Desde luego, no sabía la verdad sobre él.

A partir de ese día empezó la rutina para ellos; se levantaban, desayunaban, hacían terapia, comían, hacían el vago, jugaban, tomaban la medicación y dormían. Las dos primeras semanas apenas hablaban, y si lo hacía era Minho, muy pocas veces obtenía una respuesta por parte de Taemin. La doctora les explicó que en realidad no debían de estar juntos pues no tenían planeado que así fuera, pero por falta de habitaciones les había tocado estarlo. Aun así, en cualquier momento les podrían separar.

Taemin deseó que eso ocurriese pronto. Minho hablaba y hablaba, eso le ponía más enfermo de lo que creía. Hubo un día que el mayor no se tomó la mediación, así que a media noche empezó a gritar, a tirar las sabanas por el suelo, junto con el colchón, a propinar patadas a la pared. Incluso llegó hasta Taemin, le arrancó las sábanas y ahí se quedó puesto que entraron corriendo las enfermeras para pararle. Taemin se quedó helado al ver como, el charlatán de Minho, era un agresivo que gritaba cosas sin sentido, y palabrotas. Por raro que pareciese, no le tuvo miedo. En realidad empezó a mirarle con diferentes ojos; Minho necesitaba que alguien le hiciese caso, por eso no tomó la medicación, quería llamar la atención.

Tras el suceso, Minho le pidió disculpas a Taemin, éste las aceptó haciendo que el mayor se sorprendiese ante la reciprocidad del otro. Tuvo la esperanza que después de ese suceso se volvieran más cercanos.

Y exactamente eso ocurrió.

—Jeju, hace un mes que estamos aquí, que nos conocemos. ¿Realmente no vas a contarme qué es lo que te ocurre? Pareces un chico bien normal —preguntó Minho.

—Tú dijiste que somos normales, tan solo es que vivimos la vida desde otra perspectiva.

—Tienes razón. Pero quiero saber sobre ti.

Ambos estaban sentados apoyados sobre la pared, ya era de noche, acababan de cenar y de tomarse la mediación. Ninguno de los dos tenía sueño así que se quedaron hablando en el suelo porque se estaba más fresquito.

Taemin bufó dándose por vendido. Finalmente accedió a contarle todo a Minho.

—Supongo que la imagen que tienes de mí cambiará. Intenta no odiarme Manchester, por favor —le salió del corazón pedírselo.

No demostraba sus sentimientos y además le costaba admitirlos, pero le tenía aprecio al mayor. A todas las personas que le había contado aquella penumbra que le perseguía, acababan juzgándole mal y le acababan odiando.

—No sería capaz de odiarte, Jeju. Jamás.

—Vi a mi padre suicidarse cuando tenía cinco años —empezó—. Salí al jardín a buscarle porque la cena ya estaba lista. Le vi justamente en el momento en el que se colgó de la cuerda; recuerdo que me miró estupefacto, no se pensaba que iba a verle… Éramos ricos, la empresa de mi padre quebró y se suicidó porque no podía mantenernos.

»No corrí a salvarle, estaba demasiado en shock. Vi exactamente todo el proceso, hasta que dejó de respirar y murió. Era una cobarde, fue por la vía fácil para acabar con sus problemas. Mi madre salió a buscarnos, obviamente vio a mi padre ahorcado, empezó a llorar, a mí me apartó de golpe para acercarse a él. A partir de ese día me trataba mal, decía que la muerte de mi padre había sido mi culpa, que era un monstruo por matarle, y todo porque ni siquiera le intenté salvar. Tampoco lloré por él. Caí en una depresión, eso me provocó que empezase a ver la muerte de la gente. Tengo  una obsesión con eso. Deseo la muerte a todo el mundo.  

—Jeju… —le llamó Minho en un susurro y le acaricio la espalda.

En el momento que sintió como su compañero casi le estaba abrazando, Taemin se dio cuenta que estaba llorando. Las veces que había contado su historia nunca había entrado en detalles, simplemente decía: “vi a mi padre suicidarse y no corrí a salvarle”. Era la primera vez desde hacía muchísimo tiempo que se atrevía a sincerarse.

—Odio a mi madre con todo mí ser. Fue expandiendo a todo el mundo que yo lo maté, que era un asesino. Todo el mundo me hizo el vacío, por su maldita culpa.

—¿Y por qué te internó aquí después de tanto tiempo?

—Le tiré por las escaleras de casa después de decirme que estaba embarazada de su nuevo amante. Ha perdido el niño.

—¿Por qué lo hiciste?

—Quería que tuviese motivos para llamarme asesino —dejó de llorar—. Que se joda. Ojalá se muera.

—¿Realmente ves mi muerte?

—No quiero que te mueras, Manchester —Minho sonrió.

—No llevaré a mis hijos a Manchester, te llevaré a ti. Cuando salgamos iremos los dos, ahí y a Jeju.

—Me parece bien —dejó que Minho le abrazase.

A partir de esa noche se hicieron más cercanos. Taemin poco a poco iba intentando ser más hablador. No obstante, no le dijo que el día que le contó su verdad, era el día de su cumpleaños, y que el mejor regalo que le había dado, fue ese abrazo.

En dos meses Minho tuvo tres ataques de bipolaridad, mientras que el pequeño sufrió una crisis de odio cuando su madre le visitó tan solo para traerle la ropa que se había dejado en casa y además, le deseó no volver a verle nunca más. Cuando ésta se marchó, Taemin corrió tras ella, consiguiendo salir de la clínica para matarla. En esos momentos Minho no supo cómo reaccionar pues no había tenido la oportunidad de ver a Taemin de esa forma; su imagen de muñeco de porcelana se volvió el del muñeco de Chucky: aterrador. Esa misma noche llevaron a Taemin a una sala especial para intentar tranquilizarle, le costó una barbaridad conseguirlo. Minho no pudo pegar ojo por estar preocupado por él, incluso pidió que le dejasen verle, pero se lo negaron.

La rutina no era tan pesada como las primeras semanas, con lentitud intentaban sacarle la parte positiva a las cosas e intentaban pasárselo bien. Soñaban con salir de la clínica los dos e ir a Manchester y a Jeju.

Hubo un día que Minho llegó a la habitación con lápices de colores, se los enseñó a Taemin y le propuso:

—Pintemos la pared, está demasiada blanca.

—Pero nos verán por la cámara.

—Qué va. Si lo hacemos justo debajo de la cámara, no nos verán. ¡Vamos!

Y lo hicieron. Minho pintó cómo se imaginaba el estadio del Manchester City, mientras que Taemin se imaginó cómo debía de ser la playa de Jeju. A pesar que llevaban dos meses y medio internados, aún no sabían cómo se llamaban.

Hasta que un día que los padres de Minho fueron a visitarle, a su madre se le escapó. Todas las semanas iban a verle, desde el primer día Minho les avisó que no podían decir su nombre, que estaba jugando con Taemin. Sus padres lo aceptaron, accedieron a su juego hasta que, a su madre se le hizo inevitable pronunciar su nombre.

—¡Haz como si no lo hayas escuchado, Jeju! —casi le suplicó Minho.

—¡Pero si no he escuchado nada, Manchester!

Todos rieron. Al principio, a Taemin le daba vergüenza estar con los padres de su compañero, creía que iba a sentirse desplazado pero se sorprendió al ver que le trataban como su propio hijo. Siempre que le traían un regalo a Minho, se lo traían a él. Muchas veces le entraban ganas de llorar porque nunca sintió ese afecto paternal, y lo necesitaba. Una persona no puede vivir sin el cariño de la familia, si no tienes una que esté a tu lado, ¿qué te queda? Puedes elegir tus amistades, pero no a la familia. Taemin no tenía ni amigos, ni familia. En realidad sí tenía, pero no se daba cuenta: Minho.

Con sus recaídas y sus subidones, cada vez se iban conociendo más, y cada vez tenían menos ganas de separarse. Ambos vivían con el miedo que algún día la doctora entrase en la habitación y les dijese que uno de los dos debía de marcharse a otro lugar. Ya no se veían separados.

Un día Taemin se despertó bastante temprano, había tenido una pesadilla y ya no podía dormir más. Se levantó de la cama, su idea era la de sentarse en el suelo y quedarse ahí hasta que Minho se despertarse, pero no lo hizo, algo le llamó la atención. Ese algo era nada más y nada menos que su compañero. El susodicho dormía plácidamente destapado, llevaba una camiseta de manga corta y un pantalón corto; pues en la zona del pantalón, en su entrepierna había algo que llamaba el interés de Taemin: una erección. Se quedó mirando la zona hasta que Minho se iba despertando poco a poco, en el instante que lo hizo se encontró al pequeño mirándole con mucho detalle, ni siquiera él mismo se dio cuenta del problema que tenía entre las piernas.

—Es pronto, ¿verdad? ¿Qué haces despierto?

—He tenido una pesadilla —se sentó en la cama del mayor con las piernas cruzadas, provocando que Minho imitase su misma postura—. Creo que te pasa algo, ahí. —señaló la entrepierna.

—Ah, esto le suele pasar a muchos chicos.

—A mí no.

—Todavía eres pequeño, Jeju. He soñado contigo, por eso estoy así.

—¿Qué has soñado?

—Que estabas atado en la cama mientras te metía mi pene en tu culo —se sinceró—. ¿Alguna vez has besado alguna chica?

—Nunca… nadie se fijaba en mí. Vivía encerrado en mi habitación.

—Cierra los ojos.

Al principio Taemin le miró dudoso, pero acabó obedeciéndole. Cerró los ojos y esperó algo, en ese momento no sabía de qué se trataba. Minho se pasó varios segundos observando el rostro inexpresivo del pequeño, se puso nervioso al bajar su vista hacia los labios de éste, gruesos, carnosos, apetecibles. Se acercó con lentitud a él hasta el punto que su nariz rozó la de Taemin, sentía la respiración del menor chocar contra su rostro, así que en seguida plasmó sus labios sobre los de él.

Se quedaron parados en la misma posición por segundos; Taemin abrió los ojos de par en par en el instante en el que sintió los labios del mayor sobre los suyos. Minho dudó en seguir,  no sabía si Taemin iba a darle una bofetada pero decidió no arriesgarse a profundizar más el beso. Se apartó de él de la misma forma de como se había acercado, lentamente.

—He sido la primera persona a las que ha besado.

—¿Puedo tocar? —volvió a señalar la erección del mayor.

Minho asintió no muy seguro, sin embargo se bajó los pantalones sin preámbulos. Taemin soltó un leve “wow” al ver el miembro erecto de su compañero. Obviamente se había visto su pene, pero no tenía comparación con el del mayor. Rápidamente alargó su mano para tocarlo, lo acarició de arriba abajo, provocando que Minho soltase un pequeño suspiro de placer. Taemin era una persona muy curiosa y no conocía casi nada de la sexualidad.

—Es muy gruesa, Manchester.

El susodicho no le respondió, posó sus manos sobre las mejillas de Taemin y se acercó a él para volver a juntar sus labios. Esa vez sí iba a profundizar el beso, de hecho coló directamente su lengua dentro de la cavidad bocal del pequeño, estaba más excitado que cuando se había levantado. Por otra parte, Taemin movía su mano alrededor del pene del mayor sin saber lo que le provocaba, no sabía que a eso se le llamaba masturbación. Además, empezaba a sentir un calor recorrer por su cuerpo que iba a parar a su miembro. Movía los labios al mismo ritmo lento que Minho dirigía. De repente, empezó a sentir un líquido espeso en el pene del mayor, así que se separó de él y lo miró detalladamente. Tan solo se le ocurrió la idea de metérselo en la boca.

—¿Puedo lamerlo?

—Sí.

Antes de hacerlo, le sonrió provocándole a Minho un pequeño ataque al corazón; le pareció lo más tierno del planeta. Y ese ser tan tierno se agachó hasta llegar a la altura de su pene, lo lamió. Con una sola lamida Minho creyó tocar el cielo. Volvió a hacerlo. Una, dos, tres… varias veces seguidas. Lo hacía como si fuese lo más natural del mundo, como si de una piruleta se tratase.

—Ah… Jeju… —jadeó el mayor.

Entonces, sin que se lo esperase, Taemin se metió todo el pene en la boca, hasta la garganta. Lo succionó, lo volvió a lamer. Ese calor que le había entrado mientras Minho le besaba, empezó a intensificarse en el momento que disfrutaba de su desayuno. Quería que Minho hiciese lo mismo con él, que le tocase, que le volviese a besar, que lamiese su pene aunque fuese más pequeño que el de él. Empezó a entender lo que estaba haciendo, y se sintió celoso al pensar que Minho había hecho exactamente eso mismo con su ex novia.

—¡¿Qué hacéis?! ¡Separaros ahora mismo! —entró de repente una enfermero.

Taemin sacó el pene de Minho de la boca para mirar al chico, éste cogió del brazo al pequeño, tiró de él cual pluma haciendo que se bajase de la cama.

—Minho, vístete.

—¡Pero no te lo lleves! —gritó Minho.

Ninguno de los dos recordó que había una cámara grabándoles, que los enfermeros se pasaban el día observándoles. Minho, a pesar que era el único que sabía lo que estaban haciendo, no le importó que otras personas mirasen las obscenidades que hacía con Taemin.

Durante los tres consiguientes días los mantuvieron separados. Taemin no tuvo ningún ataque, pero Minho recayó. Amenazaba con no tomar el medicamento si no volvía Taemin. La doctora sabía que era su forma de llamar la atención, en realidad el motivo de su ataque no era el que quería que Taemin volviese con él, sino simplemente quería que alguien le hiciese caso. No obstante, por el lado del pequeño se dieron cuenta que Minho se había vuelto indispensable para él, se le veía decaído y apenas sonreía; dependía del mayor.

Así que les volvieron a juntar. Sin embargo, no hubo más tocamientos.

 

9 de Diciembre de 2013. Seúl, Corea del Sur.

Después de que la familia de Minho se fuera, Taemin decidió que ya era hora de darle su regalo. Exactamente: era el cumpleaños de Minho. Sabía que éste cumplía diecisiete años. Se enteró dos días antes que iba a ser su aniversario, así que le pidió a la doctora que le dejase practicar un baile para Minho. Ésta decidió a su propuesta. El baile era el hobby secreto de Taemin.

—Manchester, ahora vengo ¿vale? —le dijo apoyándose sobre la cama.

Minho miraba atento un libro que le habían regalado. Sin darse cuenta, Taemin se había acercado bastante a su rostro, así que cuando le miró y le vio de cerca, se puso nervioso. Además, dirigió su mirada hacia los labios del pequeño. Desde hacía tres meses de que se había besado con él, el acercamiento de Taemin le provocaba muchísimos nervios. Las mariposas que yacían dormidas en su estómago, de golpe se habían despertado y volaban por todo su cuerpo.

—Vale.

El pequeño le sonrió emocionado, tenía ganas de darle esa sorpresa. Aunque no podía comprarle nada, decidió hacer algo con lo que mejor se le daba: bailar. Además, que pintó una libreta escribiendo todos los detalles de cómo sería el viaje a Manchester y a Jeju. Salió de la habitación para buscar la doctora y que le dejase el radiocasete. Ésta se lo dejó añadiendo un “¡buena suerte!”. Cuando llegó a la habitación, Minho estaba de pie junto a su cama, Taemin dejó el reproductor de música en el suelo.

—¿Para qué es eso? —preguntó curioso Minho.

—Es tu regalo de cumpleaños —aunque Taemin no podía dejar de sonreír, veía extraño al mayor.

Se acercó rápidamente a Minho. Se cercioró que éste estaba completamente pálido, blanco como la nieve. Taemin le tocó el rostro pensando que podría ser que tuviese fiebre, pero no tenía nada que ver.

—¿Qué te pasa, Manchester? Estás pálido.

—Quiero ver tu regalo… —Minho arrastró las palabras, incluso balbuceaba.

—¿Qué te pasa? Cuéntame. No me asustes, Manchester.

—He tomado más de diez pastillas…

—¿Qué?

—Las robé… Son tranquilizantes… Porque cuando te tengo cerca… mi corazón… se acelera…

Taemin no supo reaccionar. En menos de un minuto entraron tres enfermeros a coger a Minho, éste se desplomó en manos de uno de ellos, debían de haberle visto tomárselas a través de la cámara. Se lo llevaron rápidamente, dejando a Taemin en shock. No se movía para nada, no hacía ningún gesto, ni siquiera pestañeaba.

—Taemin no te preocupes, Minho se pondrá bien. Vamos, ven conmigo. Taemin, venga —le hablaba una enfermera, pero éste no reaccionaba.

Y no lo hacía porque recordó el suceso de su padre. Durante mucho tiempo se torturó pensando que le hubiese podido salvar. Ahora le pasaba lo mismo con Minho, si no se hubiese ido, no se hubiese tomado tantas pastillas.

—Man… ¡MANCHESTER! —empezó a gritar. Se deshizo del agarre de la enfermera—. ¡MUÉRETE!

En seguida salió corriendo en busca de Minho.

—¡MANCHESTER! ¡MANCHESTEEER! —gritaba y gritaba por los pasillos—. ¡TAEMIN! ¡ME LLAMO TAEMIN! ¡MANCHESTER, MANCHESTER, MANCHESTEEEEEEER!

Intentaban cogerle para detenerle, pero conseguía deshacerse del agarre. Intentaban saber a quién llamaban, pero nadie comprendía que llamaba desesperadamente a la única persona que no le juzgó, que le enseñó muchísimo sobre cosas que desconocía, que le enseñó lo que era una amistad, una familia y el amor.

 

Continuó gritando el nombre de “Manchester” todas las noches en aquella oscura habitación donde no había ningún rastro de luz.

Notas finales:

Podéis tirarme piedras.

 

Gracias por leer <3

PD2: Ahjumma&E puercas, os adoro.


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