LOS GEMELOS
Molly amaba a Arthur su esposo, solo que a veces le habría gustado que este no quisiera estamparse tanto con la cultura muggle como lo hacía desde que lo conocía, pues su obsesión era tal que había insistido aun en contra de su voluntad en mandar a sus hijos al colegio de estos antes de entrar a Hogwarts para asi según él, tener un horizonte amplio. Y precisamente por ello ese dia como casi todos los días se encontraba en un predicamento al tener que llevar a sus dos revoltosos gemelos al cole mientras su anciana vecina cuidaba a sus dos hijos más pequeños.
Desesperada pues ya estaba contra reloj por las travesuras que sus gemelos hacían en la calle y aun teniendo que ir por las compras diarias, por primera vez en su vida les dio un voto de confianza a sus pequeños diablillos suplicándoles que tuvieran cuidado al cruzar la calle a lo cual ambos asintieron felices por hacer algo que a sus cortos 8 años otros compañeros no hacían aun, como cruzar la calle solos.
La mujer apenas se dio la vuelta escucho un fuerte sonido a sus espaldas y un golpe seco que le arranco el corazón del pecho al percatarse que sus dos hijos yacían en el suelo uno al lado del otro totalmente cubiertos de sangre.
Dos meses después de estar en coma murieron casi simultáneamente dejando desolada a su madre que llena de culpa jamás volvió a salir de su casa hasta que una noticia caída del cielo le hizo olvidar el horror de la perdida de sus dos amados hijos.
Como si de un milagro se tratara Molly volvió a tener gemelos, varones ambos otra vez y aunque para ella le parecían idénticos a sus fallecidos retoños para el resto de la familia no lo eran, pero aun asi preferían no quitarle aquella ilusión a la pobre mujer, ya que sabían cuan mal había estado tras la pérdida de sus pequeños.
Desde entonces dedico su vida a esos dos pequeños tanto asi que hasta que salieron del colegio muggle los llevaba hasta la puerta de entrada y luego cuando entraron en Hogwarts lo hacía hasta dejarlos instalados en un compartimiento del tren para bochorno y horror de los dos jóvenes que no podían creer la aprensión exagerada de su madre.
Decididos por la vergüenza anual próxima, para su penúltimo año por fin lograron convencer a su padre para que los ayudara con su pequeño problema convenciendo con gran esfuerzo a su madre que antes de verlos partir para tomar el bus noctambulo que los llevaría directo hasta la estación de trenes les dijo la misma frase que le dijera a sus dos difuntos hijos con el alma en un hilo.
“Tengan cuidado al cruzar la calle, por favor amores mios”
A lo cual estos dos rieron contestándole al unísono.
“¿Crees que después de 25 años, vamos a cometer el mismo error?”
Fin