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- La araña - por Estrella31

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Notas del fanfic:

Bueno, como sabrán, los personajes no me pertenecen. Le pertenecen a Masami Kurumada.

Este fic esta dedicado a una chica especial por el día de Halloween! :3

Notas del capitulo:

Bueno, esete fic es mi primer intento de terror. Ustedes perdonen si no da miedo... u.u

La Araña.

Una noche tranquila en aquella casa. Una ráfaga de aire fría golpeaba fuertemente la ventana de aquella casa. Una tras una golpeaban ese cristal, hasta que proclamándose vencedora, abrió la ventana de aquella habitación, colándose el frío de aquella noche.

Dos pequeños dormían en una cama muy abrigados ellos, uno en brazos del otro y tapados hasta el cuello con una gruesa manta.

Pasaron algunos minutos antes de que el frío despertara a uno de ellos. Primero apretando fuertemente los párpados para luego abrir un ojo y después el otro. Miro perezosamente a su compañero que también le abrazaba y fue cuando escuchó el ruido de la ventana golpeando todavía la pared por la entrada brusca de aquella ráfaga y, con cuidado de no despertar a su amigo, fue soltándose poco a poco del abrazo.

Ya en libertad, se sentó en la orilla de la cama y puso sus pequeños pies en unas pantuflas de pingüino, acercándose a la ventana. Cuando estuvo frente a ella, y como si fuera una travesura, una ráfaga le pegó directamente a la cara. Bufó molestó. Ya recuperado, cerró lo más rápido que pudo aquella ventana.

- ¿Camus?

El llamado le hizo girar la vista a su compañero  que se restregaba uno de sus ojitos a la vez que  acomodaba su espalda en la cabecera.

- Perdona Milo, ¿Te desperté?

- No, sólo que soñé con que me caía, no es nada. – le sonrío. Aunque él no lo entendiera todavía, ya a sus 12 años había sentido algo extraño en el pecho aún dormido al no tener en brazos al galo. Pero claro,  no podía decirle eso a Camus.

- Ah... –dijo el pequeño pelirrojo mientras que se acercaba a la puerta de la habitación.

- ¿A dónde vas? – preguntó el rubio ya despierto.

- Tengo sed, volveré pronto. – giró el picaporte para luego salir.

Milo suspiró. Deslizándose por entre las sábanas, pensaba conciliar el sueño de nuevo, y cuando ya había cerrado los ojos, el grito de terror de Camus le hizo abrirlos de nuevo. Con rapidez quito las sábanas de su cuerpo para correr a ver que sucedía, pero no vio que en el suelo había un carrito de juguete que le hizo caer de espaldas al suelo produciéndose un ruido sordo en la habitación: Milo había quedado inconsciente.


** **



- Milo, Milo despierta por favor... – decía el galo sentado de rodillas a su lado golpenado suavemente su mejilla.

- aah... – se quejó el rubio llevando sus manos a la cabeza - ¿Camus, que pasó?

- ¡No tenemos tiempo para explicar eso! – el galo tomó una de los brazos del rubio tirando de el - Milo, ¡debemos irnos de aquí! ¡Hay algo horrible en la cocina! – decía el pequeño temblando.

- ¿Qué? – dijo el rubio sentándose con las piernas abiertas en el suelo - ¿Que viste?
 
- ... – agacho la cabeza.

- Iré por mi tío Saga. –decía Milo al tiempo que se ponía de pie y no fue hasta unos pasos adelante que se percató que su amigo seguía allí con la cabeza gacha.

- ¡¿Camus, que esperas?! Vamos a por mi tío.

- Milo... tus tíos... – decía el pelirrojo que empezó a sollozar – yo vi... araña... – decía entrecortadamente, temblando, abrazándose a si mismo. – Debemos... irnos, por favor...

- No te entiendo... – decía Milo acercándose a él alzándole la carita cubierta de lágrimas con sus dos manos - ¿Dónde están mis tíos?

El ruido de algo de la maceta cayéndose en la escalera les hizo dar un respingo a ambos.

- Oh no... – dijo el pelirrojo que se acercó rápidamente a cerrar la puerta, pero al tiempo que quizo cerrarla, una pata peluda más grande que ambos pequeños se coló no permitiéndole al pequeño cerrar la puerta. El pelirrojo empezó a empujar con todas sus fuerzas con la espalda en la puerta.

Milo miro horrorizado aquella cosa grande negra y peluda que había entrado a su habitación y poniéndose de pie, empezó a empujar con todas sus fuerzas junto a Camus para detener a lo que sea que estuviera detrás.
Empujaron y empujaron, pero la cosa esa parecía más fuerte, y de un solo golpe, tiró la puerta dejándose ver ante la mirada horrorizada de los pequeños.

Una araña que les sobrepasaba el tamaño estaba frente a ellos, con sus patas enormes peludas y su “mirada” que estaba dirigida a sus dos pequeñas presas que no tardaron en tratar de alejarse de aquella cosa que trataba de meterse en aquella angosta entrada. La cosa esa emitió un ruido como que estuviera juntando saliva en la boca y poco rato después, de su “boca” empezó a salir una espuma espesa de color verde. Parecía hambrienta.

Milo que temblaba, empezó a moverse con las manos y piernas, hasta que su espalda chocó con la pared y tanteando con una mano debajo de su cama, buscaba una cosa que recordaba haber puesto allí y que tal vez podría ayudar a combatir. No podía contar con Camus, ya que se había paralizado y estaba contra la pared mirando de frente a aquel animal.

La cosa esa estaba moviendo algunas patas de enfrente y pudo entrar cuatro de ellas, pero su abdomen grande parecía que le dificultaba la entrada y al parecer eso la desesperó tanto que empezó a moverse frenéticamente, todas las patas y cuerpo sin detener su chillido.

Milo encontró el ansiado objeto y lo tomo entre sus manos. Miro primero al objeto y de nuevo miró a la cosa esa que seguía moviéndose más frenéticamente, como queriendo entrar si o si a aquella habitación. Le asustó, pero recordó tener ese objeto entre sus manos y pensó que al menos tendrían una oportunidad para escapar.

Miró a Camus debajo de la ventana. La ventana... ¡Claro! pensó en ella como posible salida en ese instante, pero estaban en el segundo piso  y no había donde agarrarse ni donde caer. Era una muerte segura, así que descartó la idea de inmediato.
La cosa esa seguía tratando de entrar y pronto la pared empezó a resquebrajarse. ¿Acaso esa cosa era tan fuerte?
Milo tenía que pensar rápido; dando algunas vueltas al asunto, en ese mismo instante ideo un plan.

- Camus, ven. – le extendió su mano, pero el galo no reaccionaba – ¡Camus! ¡Reacciona!

Camus estaba aterrado; conocía a Milo sí, eran amigos sí; pero jamás le había contado su pequeño secreto: Tenía fobia a las arañas. Con los ojitos húmedos miró a un Milo que se sorprendió de verlo así.

- Tengo miedo... Tengo miedo... –balbuceaba el pelirrojo llevándose las manos a su pecho cerrando los ojos.

- Camus, escúchame, se nos está acabando el tiempo y debemos salir de aquí. Cuando yo te diga, pasarás por debajo de esa cosa... – Camus de inmediato lo miró como si estuviera loco – Para luego salir yo también. Debemos salir de aquí y buscar a mis tíos. Aunque no entiendo, debieron despertarse con el ruido...

- Milo, tus tíos... Yo los vi.... – decía el pelirrojo a punto del sollozo – La araña...

- Que... ¿De qué estás hablando? – La cosa esa interrumpió su conversa luego de dar un severo empujón que empezó a resquebrajar más la pared. No les quedaba mucho tiempo.

- Camus, ¡Debemos salir! Cuando yo te diga, irás por debajo. ¡¿ENTENDISTE?! – le gritó Milo decidido.

- ¡NO PUEDO! – gritó de la misma manera el pelirrojo –YO... YO LES TENGO PÁNICO...¡POR FAVOR, NO ME OBLIGUES A HACER ESO! – decía dejando escapar algunas pequeñas lágrimas. – Vete sin mí...

- ¡NO VOY A DEJARTE AQUÏ! –replicó el rubio justo cuando la cosa esa empezaba a estirar lo más posible sus patas hacia ellos. - Camus, no quiero dejarte, iremos juntos, no sé como lo haremos pero te juró que saldremos de esta... – decía comprensivamente ganándose una mirada más tranquila de Camus.

- Lo intentaré...- dijo el pequeño. – Pero ¿como piensas salir?

- ¡Con esto! Le mostró el frasco de matainsectos en su mano.- Ahora dame tu mano. Debemos rociarle un poco y estoy seguro que se atontará al menos; luego, aprovecharemos para salir, ¿entendiste? – El pequeño pelirrojo asintió y tomados de la mano se pusieron de pie.

Miraron unos minutos a aquella “araña” que se había tranquilizado un poco y parecía que les inspeccionase.

- ¿Listo? – dijo con seguridad observando directamente a la araña.

- No... – dijo vacilante el pelirrojo – Odio a estas cosas...

Milo apretó su mano. Era ahora o nunca.

La cosa esa empezó de nuevo a moverse, pero Milo valientemente se acercó con Camus agarrado de la mano y rocío el spray en la “cara” del insecto. El chillido que produjo esa cosa al contacto del mata-insectos, les hizo retroceder unos pasos para luego el rubio jalar del brazo a Camus y gatear rápidamente debajo de aquel cuerpo de insecto que le hizo hacerse un hueco en el estómago a Camus mientras pasaba por debajo al tener tan cerca a aquel bicho.

- ¡Corre! Le dijo Milo al salir con Camus de la mano después de pasar bajo ella.

Corrieron como alma que lleva el diablo hasta el primer piso. Con la mirada, Milo buscó a sus tíos, y le pareció increíble que ellos no se hubieran despertado por el ruido.

- ¿En dónde están? ¡Debemos salir de aquí! – decía el pequeño mientras avanzaba con Camus a una de las habitaciones. Camus se detuvo e instó a Milo a mirarlo.

- Tus tíos están muertos- dijo secamente con una mirada sombría.

- ¡¿Qué?! – replicó el rubio tomándole de los hombros - ¿Cómo lo sabes?

- Cuando baje a la cocina, vi a esa cosa... comiéndoselos... –dijo con tapándose la boca ahogando un sollozo.

- No... No puede ser...

- ¡Oh Por Todos los dioses! –dijo el pequeño temblando tapándose la carita con ambas manos.

El sonido muchas patas golpeando el suelo de manera rápida les distrajo. Los pequeños se miraron para luego correr a donde se guardaban los abrigos y con brusquedad deslizaron la puerta cerrándola mientras contenían la respiración.
Del otro lado se podía observar entre las rejitas de madera, al bicho que caminaba lentamente como si estuviera buscándolos y al no notar nada extraño en ese corredor, se fue dejando a los pequeños que respiraron aliviados.

- Estamos tan cerca de la puerta...- le dijo el galo a Milo que estaba muy cerca a él.

- Camus, me dijiste que mis tíos estaban muertos, sin ellos no podemos salir de aquí.

-¿Qué dices? – preguntó el galo con extrañeza.

- No sé donde guardaron las llaves. La puerta ahora esta con llave... No podemos salir.

- Milo, tú tenías un plan, ¿No es así? ¿cuál era?

- Quería despertar a mis tíos y juntos escapar, pero ahora... Ya no sé que hacer... – decía pasándose la mano haciendo que sus cabellos quedaran hacia atrás.

- ¿Tú no sabes en donde podrían haber puesto el manojo de llaves?
 
- No... Pero es muy probable que estén en la cocina... Mi tío Kanon guarda todas sus cosas en una pequeña bolsa de tela de allí...

- ¡Ni hablar! – Camus se tensó – Será mejor que esperemos por ayuda, no pienso ir allá.

- Yo también soy de esa idea, tal vez aquí no nos encuentre. – Milo tomo asiento abrazándose a sus piernas al igual que Camus. Pasaron segundos de silencio.

- Camus, tú... ¿Viste a mis tíos? ¿Estas seguro qué...?

- Milo, yo los vi... –decía mirándolo con suma tristeza - Lo siento mucho...- decía el pequeño acercándose al rubio para abrazarlo. El rubio le correspondió. A pesar de haberse mostrado tranquilo y sereno, no pudo evitar las lágrimas al ser confirmado su temor. Sus tíos... Los quería más que a nada en este mundo y ahora... Estaban muertos. Simplemente no podía hacerse la idea de estar sin ellos. Le dolía tanto...

Camus lloró con él. Lloraron juntos un largo rato hasta que poco a poco empezó a dolerles la cabecita de tanto llorar. Soltándose de ese abrazo, se miraron con los ojitos húmedos y se sonrieron. Saldrían de allí, esa era la promesa silenciosa.



** **



Al pasar un largo rato, los dos pequeños quedaron dormidos abrazados a si mismos, soñando que cuando abrieran los ojos, esta realidad fuera una pesadilla.

Un ruido parecido a un chillido producido probablemente por aquella cosa nuevamente, les hizo despertar.  Primero se miraron y luego trataron de mirar por aquellas rendijas de aquella puerta cualquier señal de parte de la bestia,  pero nunca se imaginaron que en tan solo segundos, las rendijas empezaron a ser tapadas desde fuera. Camus y Milo en la obscuridad se horrorizaron al sentir como entre sus pies caminaban pequeños seres que no podían distinguir, pero no demoraron en reconocer que eran: miles de miles de pequeñas de arañas se colaron por entre las rendijas y los pequeños desesperados, abrieron la puerta corrediza sin rumbo fijo mientras que en techo de la sala la “madre” de las pequeñas criaturas se posicionaba esperando  pacientemente oportunidad para capturar a sus presas.

En medio de la despavorida salida, Milo y Camus corrían mirando a la casa a oscuras tanteando de no chocar más con aquellas cosas, pero, percatándose también que la casa estaba cubierta con lo que parecía la seda de la araña.

-Pero... esto no estaba así. – dijo Milo acercando una mano a la pared de uno de los pasillos que daba a un cuarto; se dió cuenta que esa tela era muy pegajosa y ejerciendo algo de fuerza liberó su extremidad. Camus se acercó a un lado de él y quizó imitarlo, pero de inmediato Milo negó sosteniendo su mano y regresándola a donde estaba.

- Debimos escapar... Ahora ya no tenemos salida... – decía Milo con un dejo de amargura. –La única esperanza es tratar de conseguir las llaves de la casa y quitar la seda de la puerta, pero... con toda esta cosa en las paredes, ya ni siquiera puedo decir exactamente donde esta la puerta... – dijo cabizbajo.

- Milo...

- Te prometí que saldríamos de aquí, y eso haré...-le sonrió sinceramente. – Sé que tienes miedo, yo también, pero ahora necesito tu ayuda – le miró con el cejo fruncido – Camus, es necesario que vayamos a la cocina. Buscaremos las llaves y algunos fósforos para tratar de quemar esta cosa; luego, iremos a la sala donde está la puerta. Debemos ser rápidos, esa cosa podría percatarse de nuestros movimientos. ¿Entendiste?

- No... ¡No a la cocina! – murmuró el pelirrojo – Allí no...

- ¡No tenemos más opción!

Camus tragó duramente saliva. A veces envidiaba a Milo por su valentía y fuerza para afrontar situaciones; pero eso era lo que admiraba y sin duda alguna, algo de aquella fuerza le invadió.

- Es-Esta bien – asintió. - ¿Qué es lo que quieres que haga?

- Quiero que me cuides la espalda mientras caminamos hacia allá. Ahora todo esta oscuro por esa cosa pegajosa...

- De acuerdo. –dijo el pelirrojo – lo haré...

- Cuento contigo Camus.

Los pequeños caminaron en medio de la oscuridad. Espalda con espalda, Milo de lo que recordaba de su casa fue recorriendo el pasillo hasta salir de allí y después de algunos minutos, quedaron en medio de la sala.
 
- Camus, estamos cerca... – susurró. Pero Camus no le devolvió palabra alguna - ¿Camus? – preguntó nuevamente.
Al no recibir respuesta, giró para ver la espalda de Camus que temblaba con la visión del techo que era iluminado con cientos de ojos que no eran sino de aquel bicho que empezó a descender con un hilo de su seda.

Milo y Camus corrieron despavoridos, y más adelante vieron la luz de la cocina encendida.
 
Aquella cosa soltaba chillidos de animal herido mientras caminaba moviendo esas ocho patas peludas en el suelo rápidamente detrás de sus presas.

Los dos pequeños corrían a aquella luz, pero Milo al llegar a la cocina (que no tenía puerta), vio horrorizado dos bultos colgando en el techo empapados en sangre que goteaba al suelo y que empezaba a formar un charco.

Se tapo la boca tratando de ahogar un grito. Camus que paso por su lado, regresó algunos pasos para jalarlo junto a él hacia adelante. No sabía hacia donde iba pero cualquier lugar era bueno para ponerse a salvo; pero la cosa esa se estaba acercando peligrosamente y sin que se dieran cuenta, llegaron al final de un pasillo que parecía que daba a un cuarto, pero estaba pegado con la seda pegajosa de aquel ser.

Se vieron pronto acorralados por aquella cosa. Que se paro ante ellos de sus cuatro patas traseras elevándose  algunos centímetros del piso, para luego disparar una cosa de boca mientras Milo y Camus se abrazaban fuertemente y cerrando los ojos, esperaron su final...



** **


Milo despertó en medio de una habitación  Respiraba agitado con el corazón latiéndole a mil mientras que gotas de sudor corrían por su rostro. La luz de su habitación se encendió de repente.

- Milo, ¿sigues despierto? – preguntó el pelirrojo que se acercaba a la cama con un vaso entre sus manos sin dejar de mirar al rubio.

Milo tragó grueso y mirando a su amigo, se movió en la cama hasta llegar al lado que correspondía a su amigo y levantándose de un salto le abrazó.

- Camus... Yo... tuve tanto miedo... – dijo el rubio sin querer ocultar su alegría.

- ¿Miedo? ¿Por qué? – Preguntó el pequeño que miraba con extrañeza al rubio – No me digas que le tienes miedo a la oscuridad... – dijo levantando una ceja y estirando una mano para colocar el vasito en la mesita.

- ¡No! ¡No es eso! – dijo el rubio que se soltaba del abrazo para ver fijamente a su amigo. – Había una araña... – abrió sus brazos tratando de mostrarle el tamaño -Una gigante en la casa y mató a mis tíos y... nos quedamos encerrados; luego nos acorralo y... ¡Ah! –decía sobándose con la yema de los dedos la frente. – Pensé que moriríamos...

- Milo, ya te he dicho que no comas tanto antes de dormir. –dijo el pelirrojo mientras se tapaba la boca ocultando un bostezo. – Creo que me contarás esta historia mañana, ahora es mejor irnos a dormir. Mañana tus tíos nos llevarán de paseo a la playa, y debemos madrugar.

- Sí... –dijo Milo que ya más calmado se sentaba en la cama – Pero creo que yo ya no podré dormir...

Camus al darse cuenta del miedo de su amigo, atino a acercar una mano y acariciarle la cabeza.

- Solo fue un mal sueño. Ahora, anda, ponte más allá; tengo sueño...

Milo le obedeció de inmediato y Camus se acostó a su lado.

No podía caber en felicidad que aquello no haya sido más que un sueño y agradecía silenciosamente tener a Camus a su lado, y sin preguntarle siquiera, se acostó de costado y extendió sus bracitos para tomar él  a Camus entre sus brazos; lo acomodó en su pecho mientras lo apretaba fuerte contra sí. Camus vaciló en decirle que le estaba ahogando, pero extrañamente, no le incomodó tanto, así que se acurrucó más a él y cerró sus ojitos. Milo al poco rato hizo lo mismo.


La habitación quedó en silencio sepulcral, con la luz de la luna que empezaba a desvanecerse por la luz del amanecer. Pero, la luz que entra, nos deja ver a un insecto, que del techo observaba a los pequeños dormir en su cómoda telaraña...

FIN

Notas finales:

Comentarios? Tomatazos? ^^ Déjame un review! :3

(ok... eso sonó como a comercial n.nU )


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