La playa era preciosa. El mar se contrastaba con el cielo, y cuando era pequeña pensaba que estaban unidos. Hasta que mamá me explicó que el cielo tenía nubes y esa era la diferencia entre el mar y el cielo. Uno tenía más adornos que el de abajo. Entonces creía que no había nada más bonito que el cielo.
Hasta que un día de colegio, precisamente a finales de primavera, la pasaron a mi clase. Allí fue cuando todo en mi interior se desmoronó.
Jamás me había encasillado en algún gusto, por lo que muchos decían que era única -por no decirme a la cara rara - y si algo o alguien me gustaba simplemente me levantaba y lo cogía o le decía la causa de mis sentimientos.
Pero ella era tan perfecta que pasé casi un mes juntando el valor para hablarle, hasta que por culpa de un crayón rosa me dirigió la palabra. Comenzamos a hablar de sus tiernos dibujos hasta quedar en tomar un helado. Juntas, solas, sin ningún estúpido chico que la invitara a salir.
¿Su nombre? Kim Gwiboon, la niña más perfecta en la faz de la tierra.
Quedamos siendo mejores amigas, y eso me llevó a más, ¿Cómo? Dicen que el amor es inesperado. Un día accidentalmente le besé la mejilla, dejándole el rostro completamente sonrojado y yo con una terrible cara de pena.
Me decidí a confesarle cuan profundamente enamorada estaba de ella, obteniendo un "seamos pareja" de su boquita corazón. Ese día le di mi primer beso.
~**~
Pronto, la noticia de que salíamos corrió por toda la escuela, como cuando dejas caer un balde de agua y ésta se riega por todo el piso. Muchos nos miraban mal, otros nos felicitaban y el resto se encargaba de decirnos que nuestro amor no tendría futuro.
Las dudas comenzaron a surgir, ¿Sería realmente buena para ella? ¿La merecía? ¿Estaría feliz a mi lado?
Siempre que me atacaban los malos pensamientos, tomaba su mano fuerte, hasta hacer que me mirase; allí tomaba oportunidad y la besaba. Delante de todos, de los maestros e incluso de su hermano.
Y de Minho. El grandote de nuestro grado que siempre le regalaba rosas, que le apartaba un lugar en la aglomerada cafetería. Ese chico guapo que había puesto los ojos en mi Gwiboon, refiriéndose a nuestro amor como tonto y superficial. Pero el que sabía.
A Gwiboon no le gustan las rosas.
Secretamente no soporta tanta caballerosidad en un chico.
Odia comer en la cafetería.
Repudia a los chicos que siguen tras ella aún con las cosas claras.
Odiaba muchas cosas y me hacía odiarlas también, porque quería ser la única cosa/persona que realmente amara.
Y aprendí que Gwiboon era mi cielo.
~**~
Nada iba bien. Cada día la acosaban más. La juzgaban y la señalaban directamente en su perfecta cara. Ella no decía nada porque no quería hacerme daño, pero era de mi entendimiento lo duro que la estaba pasando.
Ese día la llevé a mi lugar favorito de Jeju. Un pequeño acantilado cercado y una banca blanca que ni con la corrosión del agua o el tiempo cambiaba de color. Mamá una vez me dijo que ese era el asiento de un ángel. Le creía porque las flores brotaban tan hermosas que eso solo podría ser obra de algún ser divino. Un bonito ángel.
Entonces decidí llevar a Gwiboon a su asiento especial.
Disfrutábamos la vista y cada vez se me hacía más difícil soltar las palabras que tenía que decirle. Primero porque eso la iba a lastimar y lo último que quería ver eran sus lágrimas. Después, por mí; porque internamente esto me iba a destrozar.
-Deberíamos terminar -El viento se sintió frío de repente. Sentí el apretón de sus manos sobre la mía y me miró seria.
-¿Eh? -No era tonta, claro que lo entendía.
-Ambas sabemos que esto no nos llevará a ningún lado Bommie, es mejor dejarlo hasta aquí.
-Te creería si no me lo estuvieras diciendo en tu lugar especial. Y mi respuesta es no -tan obstinada -No pienso dejarte ni porque tú lo digas. -Volteó el rostro, con el orgullo a punto de romperse; lo sabía por los leves temblores de su delgado y definido cuerpo. Entonces me dejaba apreciar su linda silueta, comenzando por la curvatura de su cuello hasta ir bajando por sus pequeños pechos y seguir con la línea definida de su cintura, hasta la piel pálida de sus piernas. Toda ella era perfecta. Ella y sus ojos felinos, marrones oscuros y perfectamente delineados, sus cabellos semi largos y negros. Sus labios que...
-Mierda... -susurré. Me iba a costar la vida... Me volteé en su dirección, acariciando su costado. -Digo que, hay más personas con las que no te mirarían mal. Gwiboon lo hago por tu bien. Las personas, ellas no se cansarán hasta que...
-¡Y una mierda las personas! ¡Que se jodan en el infierno los malditos hijos de puta! -Wow, ella tenía ese carácter tan explosivo. -Escúchame bien Kim Junghee, no he soportado 4 meses de miradas de asco, comentarios hirientes y burlas pesadas para que eches a la basura el amor que te tengo. No quieras pisotear mis sentimientos que antes te parto esa cara tan bonita que me trae loca. -No sé si sus palabras me dieron aliento, o si era simplemente la estúpida razón de que estaba equivocada, que me hizo inclinarme y besarla. Besarla tan pausadamente que hasta me di el lujo de acariciar su pierna con parsimonia, deleitando a mis dedos con la suavidad de su lechosa piel.
Le miré con amor. ¡Demonios! ¡Como amaba a esta chica!
Mi cabeza encontró reposo en su menudo hombro, con el aroma de sus cabellos medio rizados acariciando mi frente.
-Tú y yo somos como el mar y el cielo. -Seguramente no me había entendido, dado a que acunó mi rostro entre sus pequeñas y blancas manos.
-¿A qué te refieres? -
-Mira -le tomé del mentón y le hice mirar el bonito paisaje delante de nosotras. El mar azul se mecía a compás del viento y el cielo se mantenía apacible. -Yo soy el mar y tú mi cielo. A pesar de compartir un mismo color, hay una línea que nos separa. Por la noche millones de estrellas te adornan, y por el día el sol sale con esas increíbles nubes que te hacen ver incluso más bonita. Y yo, por más que quiero no cambio de forma. Sigo siendo azul, sin nada que me adorne más que piedras y arena en mi interior. –Comenzó a reír.
-Como nuestros bikinis luego de nadar un rato -asentí. Sentí un pequeño contacto entre nuestras bocas, como un pequeño chispazo. -Incluso el mar tiene espuma casi tan esponjosa y blanca como las nubes. He allí nuestra semejanza. - Nunca hubo un momento en el que me quedara embelesada contemplando su rostro como el de ahora. -No imagines esa línea. En realidad el cielo y el mar están conectados. Como tú y yo.
No sé cómo le hacía para enamorarme más. Lo cierto es que ahora podría contarle a mamá que el cielo y el mar eran uno solo y tenían similitudes.
