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Overly dramatic one-shot por Leia-chan

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Notas del fanfic:

... me doy cuenta de que necesito escribir lo que sucediò en el rol para que esto se entienda u.u Lo siento, tratarè de hacerlo cuando tenga tiempo

Notas del capitulo:

...Lo de tortura es porque Arian de repente es malo con el otro demonio... ojojojo

No había nada que atrajera a Sophia a aquel castillo. Sentía la presencia de un demonio de fuego más poderoso que ella y eso más bien la instigaba a alejarse, pero ese olor… Algo sucedía en ese castillo que podía crear mucho caos. Y el caos era algo que motivaba a Sophia. Tenía que acercarse sigilosamente y recabar información, moverse tras bambalinas y tirar de cables hasta que todo se derrumbara. Porque sería tan, pero tan divertido y obtendría tanto poder… Pero al acercarse al castillo una barrera la dejaba fuera. No podía pasar y no sería nada, nada divertido quedarse afuera, salivando por un postre que no puede comprar.

Estudió los alrededores, el pueblo no tenía ninguna barrera, así que era libre de recorrer arriba y abajo, de un lado para otro, entrando en los pensamientos y sueños de las personas, buscando pistas sobre lo que sea que sucedía en el palacio. En la mente de los más viejos, el recuerdo de la muerte de la reina era lo más interesante, porque Sophia recordaba vagamente que en esa época, un demonio muy poderoso había intentado rencarnar y huir de su prisión, robándose la vida de un mortal. Tal vez, calculó, el demonio iba a por el hijo de la reina, pero la reina lo notó y terminó engañando al demonio de alguna forma, a cambio de su vida.

Era sencillo imaginarse eso. La gente que reinaba allí eran las hadas de hielo. Tal vez, su magia no se comparaba a la de muchos demonios, pero ciertamente podrían representar una amenaza para Sophia y otros demonios menores. Ahora bien, muy pocas hadas podrían someter al demonio que estaba protegiendo el castillo. No era de los más fuertes, pero estaba allí arriba, muy arriba. Así que podía descartar que alguien de la nobleza tuviera a un demonio cautivo y lo obligara a poner la barrera. Y realmente, no podía pensar en otro motivo para que un demonio haga tal cosa. Ta vez, un trato… pero ¿qué puede ofrecerle un humano con una vida tan corta y efímera a un demonio que vivirá centurias?

Sophia estaba intrigada, cada más intrigada. Necesitaba entrar, o al menos dejar que sus palabras resonaran en las paredes del castillo. Pero ¿cómo?

Y la respuesta llegó en un carruaje, con toda la pompa real a su alrededor. Era uno de los príncipes volviendo a casa. Atravesaba el pueblo, donde su gente lo recibía con algo muy parecido a un desfile, vitoreo, rosas y alaridos. La realeza era muy querida en este reino… Pero lo más importante, el príncipe iría al castillo. Se apresuró a colarse al carruaje real, donde el príncipe observaba a la gente discretamente detrás de una cortina. Era un príncipe pálido, de presencia frágil, pero con un corazón amable.

-       Ellos te adoran… - habló Sophia, aún sin hacerse visible. Le encantaba hacer eso.

-       Sí, así es… - respondió el príncipe y Sophia sabía que lo siguiente sería algo como “… tanto como yo a ellos” o “me hace sentir orgulloso”, pero cuando el príncipe movió la cabeza buscando a su interlocutor y no encontró nada, el pánico se vio en su rostro - ¿Quién habla? – preguntó, más pálido que de costumbre.

-       Solo un alma curiosa – sonrió Sophia, apareciéndose de a poco, como un espejismo – Tengo preguntas, mi príncipe, y me parece que usted es el adecuado para responderlas.

-       ¿Eres un demonio? – pregunto el príncipe y Sophia, por respuesta, ensanchó la sonrisa – Jamás le tenderé la mano a un demonio – sentenció, sacando una daga hechizada. Sophia levantó una ceja. Esa daga podía dañarla seriamente. Esta gente estaba preparada.

-       Tanto odio hacia los míos, príncipe. Pero lo entiendo. En cambio… - Sophia se deslizó por el aire, inclinándose sobre el príncipe – Después de lo que aquel demonio le hizo a su madre, uno pensaría que es estúpido dejar que uno de los nuestros se albergue en su bello palacio, su majestad.

El príncipe movió la daga hacia el rostro de la aparición, pero Sophia lo esquivó, volviendo al otro lado del carruaje.

-       Ningún demonio tiene derecho a poner un pie en mi hogar – amenazó el príncipe, con la daga en alto.

-       Entonces, es una rata sin invitación la que se ríe a sus espaldas… - Sophia volvió a desaparecer como una brisa y solo su voz se escuchó en el carruaje – Me pregunto… a quién estará succionándole la vida en aquel bello palacio suyo… ojala no sea alguien querido – sus risas resonaron en el carruaje, haciéndose cada vez más lejanas, hasta que dejaron de escucharse, pero el príncipe se quedó allí, pensando en las palabras del demonio.

¿Qué uno de esos seres habitaba su palacio? Imposible, sus hermanos no lo permitirían.

Siendo el segundo príncipe, de Yui no se esperaba precisamente una gran habilidad al reinar. Sería su hermano mayor el que heredara el trono y eso estaba bien. Yui no se sentía precisamente capaz de gobernar. Era frágil, muy sensible y no era capaz de tomar decisiones certeras bajo presión. Pero Yui tenía sus puntos fuertes. Era un gran artista.  Y un gran mago. Mucho mejor que su hermano mayor. Sabía que así podía ayudar a su reino y el solo rumor de que un demonio se había colado a su palacio… era como un golpe a su orgullo.

Tenía que saber si era verdad, aunque lo hubiera oído de otra de esas horribles criaturas. Espero a la noche, a que la luna estuviera en su apogeo, para que el hechizo sea más más poderoso y empezó el ritual de búsqueda. Una vez que terminara, por un tiempo, sería capaz de oler a esas bestias, así como ellas se huelen entre sí. No se sentía nada cómodo saber que sería casi igual a ellos por un tiempo, pero no podía arriesgar a su familia y a su hogar.

Apenas terminó, sintió la presencia. Clara y fuerte en todo su palacio. Apestando cada recoveco. Yui sintió una rabia que no había sentido en mucho tiempo. Cerró su libro y con pasó decidido se puso a buscar al intruso. Solucionaría ese problema enseguida.

Arian estaba en el balcón de Yue, jugando con la nieve que le había rogado a Yue hiciera aparecer en verano. Estaba muy feliz haciendo bolas y lanzándoselas así mismo y justo cuando estaba empezando a hacerse su muñeco de nieve, la lluvia empezó a caer.

-       Awww… - lloriqueó Arian, dejándose caer en medio de la nieve que comenzaba a derretirse.

Yue lo miraba desde la puerta, rodando los ojos. ¿Cómo se podía ser tan infantil? – Vamos, entra. Sino, te mojarás demasiado… - Arian se sentó y lo miró como un perrito tratando de entender a tu dueño – Y si estas muy húmedo, no te dejaré entrar.

Con esa amenaza, Arian se levantó de un saltó y voló, llevándose a Yue de pasó. Terminaron en la cama, Arian abrazándolo fuerte, pidiéndole que no le dejara afuera en la lluvia y Yue quejándose de que estaba mojando toda la cama. Un trueno resonó en la distancia, asustando a Yue, quien se aferró aún más fuerte a Arian, pero el demonio se irguió, flotando sobre la cama.

-       Algo… pasa… - murmuró, mirando la puerta. Su rostro se fue deformando a una mueca de puro horror mientras veía la puerta.

-       ¿Qué? ¿Qué sucede? – preguntó Yue, asustado y sin entender nada.

-       Esta llegando – dijo Arian, absorto en sus ideas y antes de que Yue pudiera replicar, Arian ya había desaparecido.

-       ¡No te vayas así como así otra vez! – gritó Yue, enfadado y al borde de las lágrimas.

Pero antes de que pudiera ahogarse más en su dolor, su puerta se abrió de un golpe, con un estruendo casi tan ensordecedor como el trueno. Yui entro a su habitación hecho una furia y Yue se apretujó en su cama, asustado. Su hermano Yui no era nada violento, por lo general, y verlo así era tan… extraño.

-       ¿Hermano? ¿Qué sucede? – preguntó - ¿Por qué abres mi puerta de esa forma?

-       ¡¿Dónde esta?! – preguntó Yui por su parte, ignorando el susto de su hermano menor – Aquí lo siento mucho más fuerte. El olor me desespera.

-       ¿Dónde esta qué? – se atrevió a preguntar Yue, que no lograba captar lo que enfurecía tanto a su hermano.

-       ¡El demonio! Sé que estaba aquí. Lo huelo… - comenzó a buscar en cada recoveco, lanzando hechizos para que el demonio pudiera hacerse visible. Yue sabía que su hermano era bueno con la magia, pero jamás lo había visto tan fluido en lanzar conjuros.

-       No sé de qué hablas – tartamudeó Yue, sonrojándose. No era precisamente el mejor momento para decir que se veía a escondidas con un demonio de fuego.

Su hermano lo estudió con la mirada de arriba abajo, acercándose para olerlo mejor. - ¡No mientas! Apestas a él – Yui se dio cuenta de lo que dijo y abrió los ojos de par en par - ¿Qué rayos haces con un demonio, Yue? ¿Cómo siquiera dejas que se te acerque, sabiendo lo que le hicieron a mamá?

-       No, Yui, no entiendes… - trató de defenderse Yue.

-       Sabiendo lo viles que son y que tan bajo pueden caer…

-       ¡Arian no es así! –gritó Yue, hablando antes de pensar en sus palabras.

Se tapó la boca, asustado y Yui solo se quedó viéndole, con la mirada helada. – Así que así se llama… - dijo Yui y se acercó a la ventana, recitando un par de hechizos, que Yue sabía eran para mantener alejado a Arian – No sé que te ha hecho para engatusarte así, pero seguro que un tiempo lejos te curará.

-       No, Yui. Deja que te explique – Yue siguió a su hermano a la puerta, pero este volvió a empujarle dentro y selló la puerta.

-       Y tú también te quedarás un rato aquí, a pensar en lo que hiciste – lanzó un conjuro – Este no es un hechizo muy difícil de romper, estoy seguro que tú podrías liberarte… - hizo una mueca de asco – Si no hubieras desperdiciado el tiempo jugando con uno de… esos…

Yui se dio vuelta, dándole la espalda y caminó, ignorando los gritos y las plegarias de su hermano que quedaría encerrado en su habitación hasta que su locura se pase.

Arian tuvo que apartarse mucho para despistar a Yui. El segundo príncipe era lo bastante hábil como para desterrarlo para siempre si lo encontraba. Lo peor era que la barrera que protegía el castillo se desvanecía. Eso lo ponía nervioso. Dio una vuelta rápido por los límites del castillo, tratando de no entrar en el radar de Yui, pero era imposible. Volvía a alejarse cuando vio la presencia que trataba de colarse entre las ranuras de su debilitada barrera. Comprendiendo vagamente la situación, tomó al otro demonio y se lo llevó consigo.

El demonio gruñó de dolor cuando Arian lo estampó contra la pared de una cueva.

-       ¿Qué has hecho? – preguntó, asegurándose de sellar la salida de la cueva para que el oro no escapara.

-       Jo, al fin deja de servir a esos humanos. La libertad, ¿eh? – Sophia trató de ponerse del lado del otro.

-       Entonces, sí fuiste tú. ¿Qué buscas en el castillo? – Arian reconoció que el otro demonio se alimentaba del caos. Más valía no darle ninguna información más que pudiera ayudarle.

-       ¿Por qué lo proteges? – Sophia por su parte, no se rendiría. Allí había algo que podía destrozar el reino y ella quería apretar ese botón y estar ahí para ver la caída.

Arian entrecerró los ojos. – Dime cómo te llamas – ordenó, sabiendo que la otra no podría negarse a sus órdenes por ser de rango inferior. Sophia frunció el ceño y se mordió el labio. Que frustrante, ese demonio era tan aburrido. ¡No le dejaba acercarse a sus juguetes!

-       Sophia – respondió reluctante. Se cruzó de brazos, bufando enfadada.

Arian se acercó unos pasos y habló con voz autoritaria. – Lo que sea que allí en ese palacio, me pertenece y más te vale no acercarte, ¿entiendes, Sophia?

Sophia apretó los dientes, sintiendo que su sangre hervía.

-       Es más… - agregó Arian, flotando hasta salir de la cueva, pero Sophia aún lo oía – Sophia no debería salir de este agujero – Sophia levantó la mirada, asustada. ¿Iba a encerrarla allí? – Jamás – terminó por decir Arian, sellando la caverna con ella dentro. Le lanzó una última sonrisa altanera y se esfumó.

Sophia se quedó allí, con el orgullo pisoteado. No importaba cómo. Iba a salir de allí y destruir los juguetes de ese demonio. De todas formas, era lo suficientemente astuta como para ponerlo en problemas sin siquiera tocar el piso de su estúpido castillo.

Yue lloraba arrodillado frente a la puerta del balcón. Ni siquiera podía cruzar ese umbral. No podía hacer nada. Era prisionero en su propio cuarto y su hermano, su bondadoso hermano, era el culpable. ¿Por qué había sucedido todo eso? ¿En qué se había equivocado? Yui seguramente perseguiría a Arian hasta el último recoveco de la tierra por haberse acercado a Yue. Y Yue no podía explicarle que Arian no era malo, no era como los otros… Que él… Lo quería. Lloró más amargamente al recordar eso. ¿Por qué su hermano no le escuchaba?

Oyó unos pasos y levantó el rostro. Arian estaba allí y se acercó al umbral lo más que pudo, pero no podían tocarse.

-       No… - gimió Yue, tratando de pasar la puerta, pero sus manos chocaban contra una pared invisible – Arian…

Arian apartó la vista, dolido. – Basta, Yue. Si te esfuerzas demasiado, podrías hacerte daño –Arian también extendió la mano hasta acariciar la pared invisible, a pesar de todo – Tu hermano aún me esta buscando.

-       ¡Traté de hablar con él, de explicarle, pero él…! – se defendió Yue.

-       Lo sé. Y es razonable que le tenga tal odio a los demonios. Digo… uno mató a tu madre. Eso… parece ser importante para ustedes… - bajó la mirada. Quería abrazar al otro, pero no podía. Tal vez, nunca más podría – No sé qué hacer, Yue… Podría enfrentarme a tu hermano, podría matarlo… y así solucionar el problema.

-       ¿Qué? ¡No! No puedes hacerle daño a mi hermano – Yue golpeó la pared, tratando de hacer entrar en razón al otro – Estaremos bien, ya lo verás. Sólo ten paciencia.

Arian se sonrió al oír eso. Él era inmortal, claro que era paciente. Podría esperar años, dejar que la naturaleza haga su trabajo y que Yui finalmente muera de viejo o de alguna enfermedad. Eso le parecía nada a él. Pero Yue… - De acuerdo… Voy a esconderme, voy a esperar – dijo Arian, desapareciendo. Pero Yue sintió pánico al verlo irse. Sabía que el demonio podía desaparecer por años y no sería nada para él, pero para Yue…

-       ¡No, espera! – le pidió, volviendo a golpear el vidrio, desesperado. Arian volvió a hacerse tangible y se rio. Sabía que pasaría eso - ¡No te rías! – le regañó el otro al borde las lágrimas – Voy a salir de aquí, voy a buscar a tu hermano y le explicaré todo. Le explicaré que tú y yo estamos unidos. Para siempre – habló Yue con la resolución evidente en su voz.

Arian levantó la mirada, algo sonrojado y sorprendido. Juntos. Para siempre. Para siempre era algo que él entendía. Para siempre era lo que él quería que durara. Pero Yue era mortal y su para siempre solo era hasta el final de su vida… aun así… Aunque el resto de la eternidad, Arian la pasé solo, extrañándolo… Arian sonrió. Se sentía tan masoquista.

-       De acuerdo… - musitó Arian, dando un paso atrás – Ahora bien, ¿ya sabes cómo salir de aquí? Yo podría hacerlo, pero Yui se encargó de repeler toda mi magia.

Yue se sonrojó. No, no sabía. Aun. Levantó la mirada, con el ceño fruncido. – Enséñame – ordenó, resuelto a aprenderse lo que sea con tal de encontrarse con su hermano. Arian volvió a sonreírse. Yue a veces podía encontrar las soluciones más sencillas a los problemas más complicados.

Le tomó a Sophia toda la energía que tenía el escaparse de la cueva. Por ende, cuando se vio fuera, había poco que podía hacer. Ya no podía moverse con magia, volar o hacerse invisible. Todo debería hacerse a la antigua. Bufó, molesta, y se puso en marcha. Creía oler al príncipe del carruaje cerca y hablar con él era su mejor oportunidad de finalmente hacer explotar la paz del reino. Para su suerte, no tuvo que caminar mucho, porque el príncipe se dirigía precisamente a donde Sophia estaba. Sophia sabía que el príncipe la dañaría, no se sorprendió cuando la flecha la atravesó y la clavó a un árbol. Sabía que pasaría, pero no tenía magia para evitarlo, así que, qué más daba. Además, sin energías para una entrada triunfante, lo siguiente mejor era tener una flecha clavaba en el pecho y que ella siguiera hablando como si nada… eso solo asustar mucho a los cazadores.

Yui, lastimosamente, no era cazador y no estaba nada asombrado.

-       ¿Dónde esta? – preguntó Yui, sin reconocerla del carruaje.

-       ¿Quién? – Sophia se hizo la inocente, sonriendo

Yui sacó una navaja y se la clavó en el pecho. – No estoy para juegos – dijo y le dio vuelta. Sophia tosió sangre. Era una navaja encantada. Si seguía con ella dentro, eso la mataría.

-       H-hablas del demonio de fuego, ¿no es así? – sonrió Sophia, con los dientes ensangrentados. No pudo evitar suspirar de alivio cuando la navaja dejó de tocarla – No lo sé… Llegó y me encerró en la cueva… Dijo que… que… - esa era su oportunidad – Que lo que esta en ese castillo, le pertenece – se relamió los labios ensangrentados y sonrió, sintiendo los caóticos sentimientos del príncipe y sacando energía de ellos – Y nadie podría tocarlo.

Sophia se sintió de maravilla después de decir eso. Tal vez, no entendía porqué Yui se enfadaba tanto con eso, pero no le importaba. Ese príncipe y su corazón en caos eran fuente de energía y se aferraría a él. – Escucha, príncipe… Así como se encuentra ahora, no podrá hacerle nada a ese demonio de fuego. Y si espera hacerle algún daño serio, deberá sacrificar su propia vida. Aún así, el demonio seguiría vivo y su reino indefenso.

Yui lo ignoraba. No quería saber de las mentiras de un demonio. Limpiaba la navaja para volver a guardarla.

-       Pero, con mi ayuda… Podríamos matarlo, de una vez y por todas

Yui le miró de reojo. – Me dices que no puedes vencerlo solo…

-       Soy un demonio inferior, y usted es un hada de hielo. Ninguno, por cuenta propia, representa una amenaza para él.

-       Pero él ha estado huyendo… de mí – se ufanó Yui – Eso significa que me teme.

-       O que no quiere hacerle daño – resolvió Sophia, en voz alta. Pero lo hizo sin quererlo. ¿Podría ser que lo que el demonio de fuego protege… es la familia real?

El príncipe frunció el ceño al oír eso. Una duda nacía en su corazón. Si el demonio no quería hacerle daño, tal vez… era por Yue. Pero no quería pensar en que su hermanito tenía algún trato con ese otro demonio, así que no lo pensó.

-       ¿Quieres hacer un trato? – preguntó Yui, con el semblante gélido  propio de su especie.

-       Jeje, no soy ese tipo de demonios. Los tratos no son un beneficio para mí, pero…

-       Pero me ayudarán a mantenerte en línea – completó Yui – Tú me ayudas a liquidar a ese demonio y yo…

-       Tú me dejas quedarme aquí…

-       No, te dejo vivir – corrigió Yui – Pero muy lejos de mi reino – amenazó, dejando que su poder se evidenciara. Sophia gruñó. Ese mago podía hacer lo que quisiera con ella, y eso no le gustaba nada. De todas formas, sabía que ayudarlo llevaría a la destrucción del reino, así que… ¿qué problemas había en ser desterrada de un país que ya no existe? Pues, ninguno, ninguno.

-       Acepto – afirmó, sonriendo con petulancia.

Yui ignoró esa sonrisa y volvieron al palacio, sabiendo que Arian estaba allí, al parecer, ya esperándolos.

Yue caminaba de un lado para otro, incapaz de quedarse quieto por el nerviosismo. Estaban en la sala del trono, con Arian flotando despreocupadamente de aquí para allá, dejando que su presencia se notara para todo aquel que lo buscara. O sea, para que Yui pudiera encontrarlo. Yue se había aprendido el hechizo enseguida y logró salir sin mucho esfuerzo. Era, a pesar de todo, un buen mago, muy listo, solo sin experiencia. Arian podía ayudarlo con eso, pero primero tenían que encargarse de Yui.

-       ¡Arian! Deja de flotar como un estúpido globo – regañó Yue, ya sin saber que hacer con toda su energía negativa. Arian solo se rio, descendiendo suavemente, hasta sentarse en el suelo con las piernas cruzadas.

Justo en ese momento, las puertas de la sala se abrieron de golpe y Yui entró acompañado del otro demonio, Sophia. “Maldita perra”, pensó Arian, sabiendo que con ella de por medio, Yui estaría aun más enfadado.

-       Así que aquí te ocultas – exclamó Yui, arremetiendo contra Arian con la vara en mano.

Pero Yue se puso en medio, evitando el ataque. - ¡Espera, Yui! Déjame explicarte. Arian…

-       Arian dice que tú le perteneces – acusó Yui. Yue dio un paso hacía atrás, sorprendido y avergonzado por la forma en que lo dijo – Te entregaste a un demonio – afirmó - ¿Por qué? ¿Qué podrías desear con tanta fervencia que…?

-       A-amor – respondió Yue, interrumpiendo y asombrando a Yui – Y-yo… quería a Arian… pa-para mí – terminó por explicar, sintiéndose tan abochornado por tener que afirmar eso en voz alta, frente a su hermano, y con  Arian tras suyo, balanceando contento al oírlo.

Yui no estaba contento. Alzó la mano, dispuesto a sacarlo del camino de una bofetada, pero una mano le tomó de la muñeca, impidiéndolo. Luego, vio a Arian, frente a él, con la mirada en llamas. - ¿Sabes, Yui? Aún con ese demonio de pacotilla como mascota, yo puedo matarte – informó, apretando la muñeca en su mano y asegurándose de quemarlo. Yui lanzó un quejido de dolor, intentando liberarse del agarre, pero Arian n ole dejaba – No lo hice hasta ahora, porque eso devastaría a Yue. Pero si vas por ahí, levantándole la mano, no me molestaría causar uno que otro accidente – rugió y Yui apretó los dientes. Podía sentirlo. Podía sentir que Arian podía con él.

-       ¡Arian! ¡No! – pidió Yue, estirando de sus ropas.

Arian se separó reluctante. Sophia entonces rio a carcajadas.

-       Qué patético, un demonio al mando de un humano – siseó el demonio y Arian chasqueó los dedos.

-       Molestas – dijo - ¿Por qué no te tragas la lengua, Sophia? – ordenó Arian y se inmediato, el otro demonio terminó en el suelo, agarrándose la garganta y tosiendo – Y vete de una vez, has hecho demasiado – hizo un gesto con la mano y finalmente, Sophia desapareció – Debí hacer eso desde un principio – dijo Arian, y se alejó, sin dejar de ver a Yui.

El mayor aún se frotaba la muñeca quemada. Se sentía tan idiota por haber bajado la guardia.

-       Yui, hermano… - Yue se acercó, para ayudarlo con la herida, pero Yui lo alejó de un manotazo.

-       ¿Por qué eliges a este demonio antes que a tu familia? ¿Acaso olvidas lo que le hicieron a mamá?

-       ¡No fue Arian! – le gritó Yue – Arian no tuvo nada que ver con eso y es tonto ponerlos a todos en la misma bolsa. Arian es diferente… Arian es…

-       ¡Es un demonio!

-       Pero él no trató de lastimarme – lanzó Yue, lagrimas escapándose de sus ojos – Jamás. Ni en broma. Incluso me salvó de morir congelado. Me enseñó algunos hechizo, me… me… - bajó la cabeza – Arian me hace feliz, Yui. ¿Por qué no lo entiendes?

-       Porque es asqueroso – escupió Yui.

Yue apretó el puño. – Tú no eres así, hermano. Eres tú quien me enseñó a mantener siempre la calma. A no juzgar sin saber… y tú no sabes nada de Arian y ya lo estás juzgando, Yui. Por favor…

Se miraron a los ojos. Los de Yui estaban embebidos en odio, mientras en los de Yue se veía la suplica. Se pasó un tiempo en silencio, cada uno esperando a que el otro cediera. Arian solo observaba desde la distancia, atento a cualquier intento del mayor de lastimar a Yue. Y Yui sabía que el demonio estaba cerca, que… estaba protegiendo a su hermano… de él. Yui cerró los ojos. Un demonio protegía a su hermano, A SU hermano, de su propia mano. Yue tenía razón.  ¿Qué le sucedía?

Soltó aire y se dio vuelta, resignado. Se sentía tan cansado. – Estoy cansado – sentenció y se fue de la sala del otro, sin mirar atrás. Tenía mucho que pensar y haber usado tanta magia lo había llevado al límite. Tenía que descansar.

Después de eso, las cosas se calmaron. Yui revocó los hechizos y Arian volvió al palacio y restauró la barrera. A pesar de todo, Yui no se acercaba a Arian, ni Arian a Yui. El segundo príncipe podía entender que Arian no estaba allí para hacer daño, podía entender que su hermano quisiera a ese demonio, pero no era nada sencillo aceptar tales hechos después de haber pasado tantos años odiando a los demonios. Pero cada día que pasaba y que veía a su hermano tan contento y avanzando tanto en sus estudios, se convencía un poco más de que por lo menos Arian no era tan malo.

Era de tarde y la clase que Yui le daba a Yue había terminado. El menor se había ido al patio, a leer, aprovechando que era uno de los pocos días que no nevaba en el reino. Yui arreglaba los libros, cuando notó que Yue se había olvidado la novela que leía. El tonto seguro se daría cuenta solo después de sentarse en el patio. Negó con la cabeza y tomó el libro para llevárselo. Como había predicho, Yue estaba en el patio, buscando el libro en su bolsa, ya caminando de vuelta al palacio.

-       ¿Buscas esto? – preguntó Yui, sonriendo y pasándole el libro.

-       Oh, sí. Justo iba a buscarlo a la biblioteca. Gracias – agradeció, tomando el libro.

-       Has avanzado mucho en tus clases últimamente – elogió Yui.

-       Síp, Arian me ayuda a estudiar – se le escapó a Yue, y esperó a ver la reacción de Yui ante el nombre del demonio. Yui sólo se puso tensó por un segundo y luego le revolvió los cabellos al menor.

-       Lo sé – le aseguró – Y esta bien – agregó, suspirando – Tengo que ayudar a nuestro hermano mayor con un tratado de paz. Asegúrate de no meterte en problemas – le avisó, caminando de vuelta al castillo.

-       ¡No me meto en problemas porque quiera! – se defendió Yue, inflando los cachetes. ¿Por qué todos los trataban como a un niño?

Yui siguió su camino, riendo por el comportamiento infantil de su hermano. Oyó una voz que cantaba y se acercaba  y reconoció a Arian con una bandeja de sándwiches. Se quedó quieto, esperando a que Arian se acercara. Arian se paró frente a él, tenso. No sabía que pasaría. Era la primera vez que se topaban desde su confrontación en la sala del trono.

-       Arian – dijo Yui, con la voz seria y la espalda recta. Hizo un pequeño movimiento de cabeza, que demostraba que notaba la presencia del otro. Arian se quedó allí, sin saber que hacer, pero Yui tampoco se movía más y Arian se puso nervioso.

-       Yui – terminó diciendo Arian, imitando al mayor.

Yui parecía estar satisfecho con eso y siguió su camino, sonriéndose discretamente al notar lo incómodo que hizo estar al  demonio. Definitivamente, Arian no era tan malo.

Notas finales:

:D


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