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"Tienes un don" Parte II por ElleLover

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Notas del fanfic:

:D Queda un día para el 24... pero como ya tengo episodios avanzados desde hacía tiempo os subo el primero, ¿ok?

^^

La primera parte la pueden leer aquí:

http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=111660

O DESCARGARLA AQUÍ:

  • PDF COMPLETO: "Tienes un don". Bien corregido y bonito.

- Capítulos 1,2,3,4,5,6,7 + epílogo:

https://mega.co.nz/#!GdlRyZAJ!SEwZlituDsrgSY3XCllI808WHO8KM0kN5a8f3TFdYUM  

Notas del capitulo:

^^  ... empecemos a conocer un poco mejor a

 

Song para Blaine. Impossible:

http://www.youtube.com/watch?v=Ytv62b6KMcw

 

Song para Kenta: Canción de cuna, japonesa. Chugoku Chiho No Komoriuta

http://www.youtube.com/watch?v=NlGhPikWbRY

 

Tenía la sensación de que había cometido otro de sus errores imperdonables.

Como cuando aceptó salir con su expareja...

Como cuando fingió quererla...

Y, luego, le pidió matrimonio.

FLASH BACKS

Blaine estaba borracho, liándose con una chica en una discoteca. Qué... vergüenza, él a los treinta y tantos años haciendo aquello.

-          ¿Qué se le ha perdido a un hombre tan guapo como tú en estos lugares?

La chica parecía saber que él no era del tipo que solía hacer esas cosas.

-          ¿Ahora eres psicóloga? Vayamos al grano... ¿te parece?

La chica rió, borracha.

FLASH BACKS

No se había sentido muy bien con ese sexo esporádico en el bao: muy sucio e insatisfactorio.

Había sido una locura.

¿Él... con ese tipo de mujeres... incultas e idiotas, que iban vestidas y maquilladas como prostituas? Qué bajo había caído... sí.

Y todo para  poner celosa a su expareja: para mostrarle en su cara lo: “crees que soy un aburrido, ¿eh?" que no era. "Yo también puedo hacer cosas de... idiotas... si me lo propongo”.

Porque se había cansado de ser cuidadoso. Se había cansado de ser bueno... de sufrir siempre él... de no recibir nunca nada a cambio: de que lo trataran como el malo... cuando solamente recibía y recibía.  Y había sonreído largamente cuando se los había encontrado en ese bar, como sabía que ocurriría: la venganza perfecta.

Había notado los celos de ella en sus ojos... viéndolo con esa mujer de tetas plástico. Todo el mundo odiaba a las zorras que enseñaban carne: y más si estaban tan buenas como aquella... un pacto no declarado entre mujeres. “Odiar a quienes enseñan las tetas o las curvas o se hace notar, porque incita sexualmente a los hombres...”. Él no entendía mucho de esas cosas, pero... había funcionado. Sus celos competitivos de mujer se habían activado.

Y por entonces ya sí que descubrió el pastel: él y ella... ambos... comprendieron que Blaine... nunca la había querido. Si lo hubiera hecho... no haría toda aquella tontería. 

Obvio que se fuera con otro, con alguien que realmente la quisiera. Ciertamente: nunca la había amado... y su rechazo le había herido su ego. Su ego... de cristal.

Lo único que tenía.

“Tú fuiste el malo, Blaine. No supiste darle nada, tan solo no querías verte solo el resto de tu vida... eres despreciable”.

Siempre... había sabido que era algo imposible... querer a alguien de verdad... justo como le había dicho... Kenta... ese día... - bendito genio, él lo descubrió 10 años antes que él... y sin sufrir por desamor ¿o sí? ¿se habría enamorado de alguien más... a parte de él?-  pero aún así, Blaine, herido... intentó forzar la situación, pidiéndole matrimonio, pensando que tal vez en esa nueva etapa podría llegar a surgir algo distinto... y nuevo... y luego ella le había “dejado” y había renunciado su "gran generosidad", dejándole como a un idiota.

Tan solo quedaba... vengarse... para sentirse mejor.

¿Cómo se atrevía a... rechazarle...?

Sabía que estaba loca por él... ¿qué más le daba que no la quisiera del mismo estúpido modo?

Mujeres... ya lo decía su estúpido amigo, Freud: siempre tan complejas. ¿Qué esperaba? ¿Qué el otro la quisiera mucho más que él? El amor no existía. Oh, bueno, sí, la querría con devoción, como une estúpido perro... seguramente, porque ella era inteligente, guapa, graciosa y encantadora...  era una de las mejores opciones.

¿Pero por qué Blaine no era suficiente... para ella?

¿Porque no veía ese estúpido juego?

¿Realmente creía en princesos y princesas?

Se lo había dado todo... SE LO HABRÍA DADO TODO.

"Detalles... siempre estúpidos detalles"

A pesar de ser psicólogo y haberle contado a un montón de personas que no era culpa de nadie cuando una relación se terminaba... cuando le dejaron a él... sintió... que todo eso que había dicho a un montón de corazones rotos... se desfiguraba. ¡Eran pamplinas! Jodidas... pamplinas. Poco a poco, dejó e creer en la psicología... fue tomando una visión negativa y deprimente de la vida.

“Claro que alguien tiene la culpa..”.

¿Él...  y ella? Sí. Ambos.

Ella había continuado permitiéndolo.

¿Pero qué más daba ya?

 

Estaba en el teatro.

Apartó su mirada de una pareja... la cual le había hecho recordar... su antigua relación.

 

Y miró las cortinas... pensando en Kenta.

Él... quería más a la música.

Lo veía en sus ojos.

Era obvio.

Su corazón... era demasiado frágil...no aguantaría una relación con... ese tipo de persona que era él: un famoso, un genio, una persona que iba de un lado a otro...

Kenta necesitaba estar una gran parte de su tiempo atada a la música y a su “mundo”: viajando de un sitio a otro, cantando, en soledad... y no tendría espacio para él, siendo como era. “Y no soy de los que le gustan que les mantenga... o de los que esperan a su pareja, cual migajas de un tercio de su tiempo... ni... de los que la persiguen, cual perrito... para eso, mejor no tener a nadie... y seguir soltero”.

  Sabía que él mismo se estaba comportando como un crío egoísta; no es que no quisiera ver a alguien sufrir: era él mismo quién no quería volver a verse sufrir.

Aquella separación le había dolido demasiado.

Había planeado toda una vida... con ella.

Y ella le había dejado.

Ya lo decían las miles de canciones, día tras día: el amor duele. Blaine... recordó las cicatrices de la muñeca de ese joven. El amor por la ópera también le dolía... profundamente... hasta el punto de... verse atrapado por ella y sus expectativas. Solo la gente que esperaba demasiado y que no podía... querer "menos"... se suicidaba. Gente... egoísta.

¿Dos egoístas impulsivos... saliendo juntos?

No funcionaría.

¿Y cómo podría ayudarle él, por más psicólogo que fuera, si no conocía nada... de su mundo? No era mánager, no era publicista... se había especializado en investigación.

Además... no le necesitaba. Tan solo le molestaría.

Ese joven era... una de las personas más fuertes y espectaculares que había conocido en persona – y no sobre un papel o un documental-, Blaine se veía tan... insignificante a su lado, que tenía miedo de que poco a poco le apartara de él, tal y como ella hizo.

Si a los 20 años era así de espectacular... ¿qué haría al pasar 10 años? Él seguiría siendo un genio, recibiendo alabanzas... y él... no habría hecho nada con su vida. Otra vez... atacaría a su ego... a su autoestima.

Solo le quedaba alejarse para que no le hirieran, aunque así no pudiera disfrutar de lo bueno con aquella persona. No valía la pena: lo malo de aquella relación seguramente sería de lo peor: lo más complejo, intenso, y crudo que hubiera sentido jamás con nadie... y Blaine no  podía asimilarlo... no estaba en su mejor momento... para aguantar cosas tan complejas. 

Estaba... echo trizas. aunque fuera... egoístamente.

Sabía que había gente que lo pasba peor.

Se conocía bien y sabía predecir perfectamente lo que podía ocurrir, con una certeza casi mágica. No era el momento... y quizás, ya nunca más lo sería. Esa había sido su elección; no tenía por qué explicarla a ese japonés, no quería darle falsas esperanzas o que creyera que era un maniático controlador... tan solo se tomaba las cosas... en serio. Y ese joven crío... merecía ser tratado "en serio" pues... aún tenía una vida por delante.

Aún así... la culpabilidad le carcomía, en el asiento de ese teatro. Blaine siguió mirando la ópera, como todos los espectadores... atrapados por esas voces y esa puesta en escena tan espectacular. Era una de las óperas más interpretadas, porque había pocos personajes.

En un principio “Orfeo” tenía que ser un castrati, pero lo adoptaron a tenor.Y ahí estaba Kenta... interpretándolo a la perfección.

Esa sería una de las mejores versiones de la historia.

Si Gluck levantara cabeza... estaría orgulloso.

Ese Orfeo le iba como el anillo al dedo.

No es que a Blaine le disgustara la ópera, pero nunca la había analizado de un modo muy serio hasta ahora: y ya que ese joven le había regalado las entradas para verle interpretar a Orfeo, tenía que interesarse por el origen... e historia de ese arte... y pieza musical.

 Originariamente, Gluck y Calzabigi habían sido los creadores de esa composición musical y libreto: los considerados reformadores de la ópera, hasta entonces. Habían  quitado las repeticiones típicas de los protagonistas, los desmanes en los que demostraban sus grandes cualidades; también muchos de los melismas – esa gran capacidad de pasar de una nota a otra en un tiempo récord, como en una carrerilla, cosa que Blaine encontraba dificilísimo- para buscar una mayor continuidad musical y una escritura silábica para hacer comprensible el texto y dar un poco más de credibilidad emocional.

 La verdad es que el escocés sí encontraba que esas cosas a veces podían ser muy “impresionantes”, pero también le quitaba realismo a los personajes: muy artificioso y artificial.

Era como si él, para ir a comprar pan, lo tuviera que repetir cien mil veces y en una sílaba le metiera cuarenta notas. Blaine rió, intentando simular un ataque de tos... tan solo en pensar en Kenta haciendo esto.

“Podría ser... divertido, el panadero se quedaría boquiabierto, desde luego”.

Alguna gente le miró con malos ojos, pensando que se estaría riendo de la interpretación de Eurídice.

Volvió a repasar mentalmente sus nuevos conocimientos operísticos. Tampoco era un experto... pero estaba orgulloso de la faena que había hecho.Blaine había hecho los deberes. Había estudiado bien los autores, la vida y todo de esta obra.

La interpretación de hoy era del libreto de Raineri de Calzabigi. Los personajes que había eran: Eurídice, Orfeo, Amor y coro vocal, junto  a la banda y el director. 

Orfeo, en sus principios, había sido interpretado por el castrato Caetano Guadagni, que a los 33 años estaba en un momento brillantísimo de su carrera, estrenando la obra el 5 de octubre de 1760, en Viena.

“La ciudad de la música”.  “O la ciudad de los sueños”, según los psicólogos, ya que esa fue la casa de Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y “la interpretación de los sue...”

“Venga, Blaine... no te lo lleves a tu campo:

¡¡música, ópera... castrati!!”

 

Blaine se incomodó un poco al pensar

en esa estúpida moda.

 “¿Cómo podían castrar a los pobres niños solo para mantener su agudez aún en pleno siglo XVIII?!  ¿No era el siglo de las luces? De pocas luces, diría yo... tan avanzados en unas otras, y retrasados en otras tantas. Y luego decían salvajes a las colonias americanas: ¡jah!”

Blaine sabía que castrar a niños para que se les quedara la voz aguda era una práctica muy común en el siglo IX, para satisfacer a emperatrices, con sus bellos cantos, como le gustaba a Elia Eudocia, la cual tenía un coro de niños cuyo maestro era eunuco, también.

Perder testículos podía ser... normal. A veces los hombres perdían sus testículos en la guerra... y por ejemplo, eran bien temidas las historias o leyendas de Grecia que contaban como las Amazonas, feroces guerreras, cuando no necesitaban de los hombres para la reproducción les mutilaban... o mataban.

Blaine sintió un escalofrío en sus partes bajas.

“Dios mío... si Maslow se diera cuenta de como las necesidades básicas de bienestar y protección han sido suplidas en la historia muy a menudo por las necesidades sociales o de autorealización, se replantearía lo del orden de su estúpida pirámide... ¡Qué de estupideces y moda salvajes sistematizadas ha habido en la historia!. Incluso se castraban, en el oriente y en china, Índia, por otras razones, incluso de prestigio, o a los criminales se los...”.

El atractivo inglés dejó de pensarlo. La sola idea de dejar que alguien le cortara su preciado miembro, junto a sus testículos... le ... horrorizaba.

¡¡Con lo que debía doler aquello...!!

Miró otra vez el libreto.

“Oh, sí... estaba con Orfeo”.

Bueno, siguiendo con Orfeo, en el siglo XIX, en el teatro Lírico de París – ¿sería el mismo que este? se encontraba ahora en el Palais Garnier, la Ópera nacional de parís... y era hermosísimo, el teatro lírico más grande del mundo...-.. pues eso, que Orfeo había sido interpretada por la mezzo hispano-francesa: ¡Pauline Viardot!

Genial de castratti a mujer.

Aún se sorprendía de que la voz viril de Kenta le quedara tan bien al personaje. Nada que envidiar a grandes como Pavarotti. No se imaginaba... ese personaje interptado por una...

¡¿Una chica?!  Qué curioso.

En los inicios del teatro lo normal era que los hombres se vistieran de chicas para interpretar sus papeles, ya que la mujer no podía trabajar, considerándosela inferior, pero aquello que una chica sustituyera a un “protagonista” barón, le parecía fascinante.

Punto para la ópera:

1(de más por mujer)-1 (de menos por lo del castrati).

Como psicólogo que era, Blaine sabía que la mujer no era para nada menos inteligente... solo tenían estructuras cerebrales diferentes... y sí, la mujer era... un tanto extraña y complicada. ¿Cómo sería Kenta si fuera mujer? Miedo... le daba. Seguramente ya se habría suicidado, si además de tanto estrés, tuviera que soportar sus perdiodos menstruales... aunque puede que se estresaría más y sería más solvente, ya que tendría su atención selectiva mejorada.

“Ohm, ¡¡Blaine, estás viendo la obra, venga!!”

Su cabeza se le iba completamente de un lado a otro, pensando en todo aquello.

 

Orfeo y Eurídice...

Volvió a ver el libreto.

¿Precisamente esta ópera... Kenta?

Irónico... porque él... no había hecho nada...

para “atraparle”...

 

Los flash backs de sus momentos felices con su expareja le volvieron. Sorprendentemente, en la obra había un final feliz... pero... en la historia original ... él... sabía que no. Aquella estúpida ópera le estaba... afectando demasiado.

 “¿Esta... es tu sutileza? ¿Qué quieres que haga?

¿Te dejo o me voy?”.

Blaine sonrió, a pesar de la tristeza y  el dolor.

No quería dejar de observarle...

Si se hubiera visto a sí mismo, se hubiera visto totalmente como un enamorado, observando a su querido ídolo, con gran dedicación.

Pero aquello... se estaba terminando.

Y con la última canción  del tercer acto, (ese magnífico tempo dedicado al amor): Orfeo y Eurídice, precedidos de un grupo de pastorcillos y pastorcillas que festejaban el regreso de Eurídice, comenzaron con un alegre baile.

Orfeo... con sus... vestimentas griegas que le favorecían bastante, a pesar de ser oriental, entonó el principio de un coro con el que acabaría esa adaptación moderna de la ópera, después de unas cuantas estrofas más, junto a Amor y eurídice y los pastorcillos:

“Triongi Amore! E il mondo intiero.

Serva all’impero..."

 “¡Triunfe amor!

¡Y el mundo entero sirva al imperio de la belleza”

Blaine sentía ese vacío en su interior.

Estaba aplaudiendo. Él no le veía con tanta gente.

Después de largos 10 minutos de aplausos... la gente fue alejándose de esa espectacular obra maestra.

 

Antes de irse... Blaine se giró, por última vez.

 

Entre las cortinas, Kenta estaba observándolo... sintiéndose feliz y triste... como si Orfeo se hubiera girado para mirarle ... y despedirse para siempre.

-          Te odio...  – se dijo Kenta, solitario, tras el telón...

Había sonado... como un te quiero... seguía atrayéndole.

Ese estilo... ese posado reservado: callando siempre lo mucho que sabía. Ojalá... pudiera leerle el pensamiento.

Kenta no había conocido nunca un hombre tan guapo y fascinante a la vez: una convinación... mortal.

Si aquello fuera una estúpida película romántica americana Blaine haría lo que fuera para recuperarle: pediría perdón, reconocería que había sido un gilipollas... él dudaría y al final ambos se darían cuenta de que se necesitaba el uno para el otro. ¡Que triunfe el amor!

¿Pero en la vida real? Con Blaine... aquello no ocurriría nunca.

¿Por qué era así? Quería que se lo contara...

Que confiara en él...

Seguía queriéndole irracionalmente.

Y mientras veía alejarse ese guapísimo inglés por el pasillo... se dio cuenta de que se había enamorado precisamente del hombre que había estado jugando con su mente y  le había roto su corazón... pero como Amor decía en la ópera:

A veces desespera, a veces angustia como una tirana la crueldad! ¡Pero luego la pena olvida el amante en el dulce instante de piedad!”.

El japonés sonrió... un poco triste, recordando su primer beso en la iglesia del Saint Andrews... y ese sexo que le hubiera gustado que fuera mucho más apasionado. El corazón le dolía, demasiado.

Ahora sabía cuánto podía doler el amor... por eso... había interpretado tan bien esa obra. Ahora sabía lo mucho que dolía... dejar... marchar a alguien... y que ésta te rechazara. ¿Pero lo había hecho? No... no le había dicho  nada. no le había rechazado... ¿o sí? Creía... ¿que su amor era... imposible?

“No... no lo es. ¿Tú también... lo notas, verdad?”

Se miró su dedo meñique y luego tocó el medallón de su madre, sonriendo. El que siempre llevaba a todas partes desde que empezó a cantar... y más, desde su muerte.

"Mamá... ahora entiendo... lo mucho que te dolió...

que papá nos abandonara . Tú... le querías."

*******

Blaine llegó a casa. El perro se abalanzó hacia él, tirándolo al suelo.

Se quitó el esmoquin. Se puso el pijama.

Los años venideros serían los que tendrían que motivarle para hacer alguna investigación que dejara a todo el mundo boquiabierto. Aunque le hubieran denegado sus experimentos... volvería: tenía que descubrir algo... ser alguien... ser lo suficientemente bueno... para... para sentirse mejor y... 

Empezó a llorar...

¿Por qué le tenía tanto miedo? Se decía una y otra vez.

Habría podido romper con ese hombre, ¿por qué no aceptar una relación con él?

 

 “Porque... si me dolió que ella me dejase... imagínate lo que me podría hacer él... si llegáramos más lejos”. 

Quizás... pensaba demasiado... pero sí... tenía miedo.

No estaba acostumbrado a conseguir algo tan valioso... tan... fácilmente... y lo encontraba peligroso.

 

Si no se te ocurría nada por lo que preocuparte...

Es que podías dejarte algo.

 

Y al pensar en Kenta... todo se le desfiguraba...

No sabía si es que estaba muerto de miedo... o que no tenía ninguna excusa y tenía que inventárselas para no acercársele... ni siquiera se entendía... pero...

Lloró... tenía ganas de llorar.

 

El perro se dejó abrazar y acariciar, gimiendo tristemente, al ver a su amo tan desolado.

 

 

*****

3 AÑOS DESPUÉS

****

 

 

Soy estúpido, soy estúpido... ¿por qué voy al campus? ¿Por qué...?

Era primavera y la gente estaba sonriendo, en el campus. A pesar de haberse estado horas y horas por ahí, Blaine no estaba. Ni siquiera estaba ese rubio en la barra. Se acabó de tomar el café. Abatido, se fue, un poco desanimado, tras sus gafas y gorra de incógnito.

No era como si pudiera... volver a verle, así como así...¿O sí?

Si pasaba por su casa, tal vez: no...

Parecería un acosador...

“Oh, hablando de acosadores”

Kenta se acordó luego de aquella carta amenazante de hacía exactamente unos 3 años.

Se había recreado tanto en la respuesta. Rió.  Sabía que podía haber llegado a ser serio, pero... a él no le manipulaban tan fácilmente. Por algo era un genio, ¿no? No solo en el canto.

FLASH BACK

Respuesta a la carta:

 “Hola, Jeremy.

Un amigo mío hacker me ha conseguido tu correo; no ha visto ningunos vídeos en tu pc.

 Qué mentiroso eres, ¿eh? Ha pasado tanto tiempo desde que tuve sexo desenfrenado con todo tipo de chicos... que ya podría ser que alguno pudiera haberlo hecho; gracias por darme un toque de atención. Supongo que ya he dejado esta vida atrás... ahora tengo un caché.

Ah, y en caso de que fuera cierto y tuvieras esos misteriosos vídeos: ¿crees que esto es una amenaza para mí? ¿Crees... realmente... que me importa la opinión de la gente?

No tengo madre; no tengo familia. No hay nadie a quién pueda avergonzar, además de a mí mismo. Y la verdad es que yo siempre he sido un poco desvergonzado. Aunque sí, me tienen como a un joven respetable por la voz de ángel, tengo estilo... pero soy desvergonzado. El mundo dice que tengo una vil inocencia que hace que se “me perdone todo”.  Supongo que será cosa de mi sinceridad. Pero gracias por tu preocupación y tus ganas de “impulsar mi carrera”: hoy en día ser famoso es dificultoso... hay mucha competitividad, tienes que estar constantemente innovando y creando polémica...  este tipo de vídeos no serían “nada” en comparación de otros escándalos que circulan por ahí... es un poco triste, pero la verdad es que no solo por tener talento o por tener unos estúpidos vídeos sexuales te van a recordar en este mundo; puede que suene un poco maquiavélico decirlo, - perdón, supongo que es mi “vil inocencia- pero... el caso es que... ese tipo de cosas... me beneficiarían, al final. Propaganda.

No es el típico anuncio de perfume de cada año, ni un anuncio de navidad de champany o vino... pero también entra en la promoción: escándalos de famosos. Como el surrealista pintor Dalí decía: sea bien o mal, que hablen de mí, es lo importante. O algo así, no me acuerdo.

Además... si hice sexo y me gravaste... estoy seguro que yo era menor... y tú no.

Es mi culpa, sí, era consentido. No puedo evitarlo: me han gustado siempre los maduritos. Pero en tu caso diría que me forzaste, evidentemente. O diría algo como: “no tenía consciencia” fue una etapa dura de mi vida; y el que saldría mal parado... serías tú. Esa es la única verdad...

Mira, no me gustaría causarte problemas: soy bueno, al fin y al cabo. No llamaré a la policía, pero si sigues acosándome tendré que hacerlo: sé quién eres porque, como eres gilipollas, te han rastreado, y aunque tengo todos los nombres y direcciones de los tíos con quienes me he acostado en una libreta, por si acaso, ni siquiera había pensado en ti durante todo este tiempo.

Me alegra que tú pienses tanto en mí, qué ferviente admirador.

Me harás ponerme colorado. Ais, cuantos fans tengo...

Puede, que incluso, un día de estos, te vuelve a llamar. Bueno: no creo... si no nos hemos visto de nuevo es que no me debiste parecer gran cosa. Además, no soy de los que van tras la gente;  odio que se apeguen a mí. Por cierto: tengo buenos abogados. He ganado muchos juicios... y no me gustaría arruinarte en el caso de que estos inexistentes vídeos salieran a la luz. Pues eso: espero que te hayas equivocado de persona. Y no es por ser pasivo-agresivo, lo digo de todo corazón... ¡ten un buen día... que creo que lo necesitas!

La gente que recurre a este tipo de amenazas no suele tener una vida muy satisfactoria.

Sé feliz, sin amargar a los otros, ¿eh?

 Un saludo. Kenta Takahashi”

Miró alrededor.

Blaine no estaba.

Puede que él le hiciera dañó apartándole de él... pero, seguía queriéndole con locura.

No era como ese gilipollas sin vida que le había mandado esa carta. No era malo...

La diferencia entre ese acosador y Blaine... es que éste último... nunca le había prestado la suficiente atención... cosa que odiaba... y le excitaba...  mucho más...

Kenta estaba acostumbrado a que la gente le hiciera caso.

¿Cómo se vería ahora Blaine?

Como genio que era siempre se había sentido mejor con la gente mayor... pero también le ponía, sexualmente hablando.  Finalmente decidió r ir a ese pequeño hostal de Saint Andrews. No había habido suerte. No estaba. La mañana siguiente tendría que ir a Londres... para el concierto. Tenía la esperanza de encontrárselo casualmente... en ese pueblecito... pero no.

La noche cayó y se quedó mirando una película de terror en la que estaban los típicos jóvenes en la carretera con un asesino suelto.  Pero... no podía quitarse esa inquietud de encima:

 “¿Cómo era... su apellido? ¿Blaine... qué? ¿Estará con un hombre o con una mujer? ¿Tendrá hijos? ¿Le habrán dado otra beca para una investigación? ¿Y ese... amigo rubio suyo? ¿Y la pelirroja? ¿Seguiría viviendo con el perro?”

 Sonrió, recordando ese día en el que seriamente, le dijo como por culpa de su perro le había destrozado el diario. Apretó sus manos contra el cojín, como un tonto enamorado. “Ahora no tiene

 “¿Debería haberme acercado ese día que vino a París?”

Pero... ahora ya era... demasiado tarde...

La gente podía cambiar la vida... en tan poco tiempo. Durante todo ese tiempo se había centrado en su trabajo: canto, canto, canto... conciertos, fama... pero....

Él... solo...tenía el canto. Le gustaba, pero...

Se sentía... muy solo.

No estaba triste... pero tampoco alegre, del todo.

Apagó la tele.

Estaba ¿cansado?, ¿sería la palabra? ¿Aburrido?

Había sido feliz con el bailarín ruso. Echaba de menos sus besos, sus abrazos... cosas pequeñas. Pero... últimamente, cuando hacían sexo solo podía pensar en Blaine. No se le iba de la cabeza. Todos los hombres que se les acercaba... parecían simples extraños. No había logrado nunca una conexión tan profunda como la que ese día sintieron ambos, al verse por primera vez.

Y sospechaba que nunca la tendría de nuevo.

El corazón le dolía. No podría soportarlo. Una mezcla de odio y de amor... se diluía en su conciencia. Estaba... harto... “¿Por qué... Blaine... no me acosa?”. Rió. Ni siquiera tenía ganas de comer.  Las galletitas y el té que había tomado antes ya eran suficientes... más por gula, que por hambre, agarró uno de sus paquetes de bombones que le regalaba el hotel.

No había nada más bueno que el chocolate... “excepto esa vez que Blaine me dio duro contra el escritorio”, aunque hubiese sido corto y intenso... aún sentía escalofríos al recordarlo.

Se lamió el dedo. Intento apartar sus pensamientos de él... otra vez.

 Pero no podía... nunca.

****

Kanto, Japón,

6:49 mañana.

 

Una chica japonesa de 17 años miraba la foto familiar de su casa, por última vez. Estaba cansada de sus “sermones”. ¿De qué le servía la escuela si no enseñaban lo que a ella le gustaba? Había ganado muchos premios de electrónica, pero no: no eran suficientes para “ellos”, sus rectos padres.  ¿Tenía que ir a esa estúpida escuela de snobs, luego a la universidad, como su hermano, buscar un lindo hombre y crear una “perfecta” familia japonesa, siendo una chica sumisa? Pues no quería. Ni siquiera... le gustaban los hombres. ¿Cómo podía... decirles aquello, si ni le dejaban hacer nada con su vida porque querían que fuera lo más “normal” posible? Ella... no es que odiara ser normal, es que simplemente... era como era. ¡No quería ir a la escuela, era una pérdida de tiempo!

Los grandes emprendedores y triunfadores no tenían estudios.

Un título ya no te garantizaba nada. No, en su campo. Tenía que hacer cosas innovadoras.

Y luego, el mundo entero la querría: con o sin título. Así funcionaba el mundo: utilidad.

Estaba tan segura de sus capacidades, que no le hacía falta seguir el “camino de todos”.

Volvió a leer la carta, por última vez, imaginándose la expresión de horror de sus padres, intentando hacer un esfuerzo por no romperla, volver a la habitación y echarse a dormir, pero no... la volvió a leer:

“Papá, mamá... no os preocupéis por mí. Ya puedo trabajar y tengo el dinero ahorrado de los concursos que he ido ganando... juro que os enviaré un mensaje cada mes para que sepáis que estoy bien... pero dejadme vivir MI vida. Me voy a EE.UU. Ahí perseguiré mi sueño... ¡Dejadme, al menos, un año! He estado 17 bajo vuestro yugo, tan solo para que me digáis que no sirvo para nada... cuando desde los 7 años siempre he sabido a lo que quiero dedicarme... la escuela ya no puede enseñarme nada más, no... de ese modo: me informaré e iré por mi camino, consultando a expertos... sabéis que fácilmente puedo hacer contactos. Por favor... entendedme. No viajaré sola de noche, no haré locuras, os lo juro, solo dejadme este año... para mí, y ya veréis... de lo que soy capaz de hacer”.

Se sentía como esa chica de esa leyenda china:  Mulán.

“Qué tontería”; no se iba a una guerra; tenía dinero, no viajaría mucho de noche, iría por lugares seguros... realmente no había por lo que preocuparse... pero... en parte, se sentía emocionada: nunca le habían dejado ni hacer un “viaje” con amigos... y esa noche, de repente, SE FUGABA.  Ni siquiera se preocupaba por el estúpido examen de ciencia que tenía mañana.

Se sentía como una ave a punto de aprender a volar, tirándose al vacío.

Si fallaba, pro... tenía red. Podía volver... sí, claro.

Se miró su traje de colegiala. Le encantaba. Se en el espejo de la entrada, tapándose el flequillo, observando su pelo azul. Ya no podría teñírselo tan seguido el pelo... ¿o sí? Qué aventura... bah, qué más daba el pelo.“Soy libre, al fin, sí...”. No sabía qué le depararía ese año... ni a qué personas conocería en EE.UU, pero ya estaba ansiándolo.

¿Conocería a alguna chica guapa... y disponible en EE.UU?

Con solo pensarlo se sonrojó. En Japón eran tan cerrados y tímidos.

En la funda delo que parecía un violín en realidad llevaba su radial favorita. Le encantaba cortar cosas... no podía irse sin sus utensilios. Con ella, el soldador y un par de aparatos más podría crear increíbles nuevos inventos. Ni siquiera sabía qué era lo que buscaba... pero no quería quedarse en Japón... ni ser alguien “normal”. Quería... crear algo fascinante...

Sus padres, por mucho que le quisieran... no sabían lo que era lo “mejor” para ella. Y si se equivocaba, le era igual... por lo menos lo habría intentado. No le cortarían las alas sin dejarle volar, al menos. Necesitaba un poco de aire fresco... sentirse viva...

-          Es... mi vida... papá, mamá... lo siento.

 Se llevó su móvil, el cargador, un par de mudas de invierno, un par de manga corta... algo para dormir, tres de ropa interior y calcetines. No llevaba mucha ropa, porque lo que importaban eran sus utensilios. Tenía muchos cables y muchas placas en su habitación... pero ya se conseguiría un taller propio al llegar ahí. Tenía dinero, ganas... ¿qué le faltaba? Mh... gente...

Se sonrojó: “Y una chica que sea graciosa y simpática... bonita y...”

Apartó esas ideas idiotas de su cabeza.

No se iba para encontrar el amor, sino para formarse y vivir. Para trabajar.

 Sí... necesitaba ayudantes o amigos, o personas diferentes... para no acabar sintiéndose sola o marginada... solo eso, no quería terminar hablando con amigos imaginarios.

Bueno... la aventura había llegado: era hora de salir.

Miró su pasaporte falso en el que ponía que ya tenía mayoría de edad.

“¿Y si la policía me persigue?”

Volvió a escribir algo en la carta, rápidamente, en boli...  se notaba que estaba hecho más deprisa:

“PD: No llaméis a la policía, por favor. Durante este primer mes juro que os enviaré fotos y os diré exactamente dónde estoy, y os juro que si estoy en peligro os llamaré... pero por favor, dejadme hacer este viaje... si me queréis, como vuestra hija... os lo pido. No os preocupéis por “cómo” lo hago, ya sabéis que tengo contactos de confianza... aunque no os guste. Y tampoco estoy tan loca... tengo unos buenos padres que me han enseñado a ser sensata, ¿no?

Besos!! Kokone Shiranui”

Esa chica de pelo azul, cuerpo de escándalo y ropajes modernos agarró la mochila, dejó la nota y se fue, con el maletín de su “radial” en una funda de violín. Nunca se sabía si hacía falta cortar un par de cosas para sobrevivir... o ... incluso por... ¿si le atacaban? “Jajaja..., sí, claro Kokone... ¿qué te crees que será tu aventura?” Rió en sus adentros, intentando no hacer ruido; en silencio, y salió por la puerta, tranquilamente...

-          Ni que fuera una apocalipsis zombie...

Lo sabía... era una mala hija; pero su pasión por su sueño era demasiado. Necesitaba hacer esa locura. Aunque no se lo permitieran: pero no volvería. No volvería quizás, ni en un año... o nunca. Quién sabía...  pero como le obligaran a llevársela, y volver, sabían... que les odiaría de por vida. Incluso sus “tradicionales” padres lo sabían, por muy formales que fueran.

Cuando algo se le metía a la cabeza a Kokone Shiranui... nadie se lo quitaba.

“¿Qué más les da? Siempre he sido la oveja negra de la familia. Mejor si me voy”.

********

Costa este de Escocia, Saint Andrews

Era otro de esos días grises. Era muy temprano, la hora en la que todo el mundo se levantaba para irse a trabajar. Una voz de una mujer chillaba en su puerta, como una posesa.

-          ¿¡Blaine, Blaine!?

Le dolía la cabeza. Estaba harto. ¿Qué quería ahora?

-          ¿¡Qué coño quieres?!

Cuando salió y vio que ahí estaba su hermana... con su hija... fue cuando se dio cuenta... de lo hondo que había caído. Ni siquiera la pequeña le reconocía. Desde que su perro había muerto  a golpes de bate por unos jóvenes, hacía 3 años, cuando habían entrado a robarle en casa... y desde que le habían despedido por culpa de unos rumores falsos sobre cómo había forzado a un alumno sexualmente...  que Blaine no había vuelto a levantar cabeza.

Ataques de ansiedad, fobia social... depresión: todo lo que había estado curando durante años y que creía que era tan fácil de tratar... ahora lo experimentaba en su carne, como si fuera un castigo divino. Una depresión era poco: estaba en paro... sobreviviendo de lo que sus padres le daban porque entendían que tenía una mala racha. Aquello no dejaba de aumentar su sentimiento de “perdedor”.

“¿No tenía que ser un puto genio? Mírame...”

Pensó una y otra vez en como nadie hacía nadie por él... nunca nadie lo había hecho, realmente: le dejó la que iba a ser su esposa, le dejó el que iba a ser su pareja... le dejó su amiga... James, el profesor de matemáticas, el cual murió de un ataque al corazón,y le dejó su perro. Si no hubiera sido psicólogo... ya se habría suicidado hacía unos cuantos años. Pero... nadie... por más dinero que le dieran y “palabras” de apoyo que le ofrecieran... le devolvería... ese “Blaine” seguro de antes. Nunca más volvería... el inocente Blaine optimista.

“¿Un genio, yo? A la mierda... Eso es otra mentira... nunca lo he sido”.

Y su hermana... también lo veía. El dolor del que creía que era “desprecio” y no preocupación, hirió al frágil de su hermano...

-          ¡¿Qué... quieres?!

-          ¿Blaine?... ¿te has visto...?- otra vez, esa voz de “desprecio” y pena... como si ella fuera mucho mejor que él.

-          ¿¡Qué tengo que ver?! ¿quieres que cuide a tu niña, no? Claro... Blaine puede hacer de todo por todo el mundo...

-          Me lo prometiste, Blaine... ¿no te acuerdas?

El escocés la miró con descaro. Odiaba que le tratara como al hermano pequeño que era. ¿Se creía mucho más madura que él? Bah: vivía de su marido, ella no podría vivir en una casa como esa sola... como él. “Y como siga sin trabajo... yo tampoco”.

La gente era una hipócrita... odiaba al mundo entero... con toda su alma.

Una vez más quiso echarse a llorar. Pero estaba su hermana en frente. No podía.

Solo podía sentir... odio... para no derrumbarse.

-          Pues se me ha olvidado...

-          Blaine... ¿qué te ha pasado? Eso ya... es demasiado... tienes que acudir a un profesional... o puedes ir a visitar una temporada a papá y mamá...

“Jah... irónico”. ¿Para qué? Nadie nunca daba nada por nadie, sin dar algo a cambio. Ahora lo sabía. Ni su propia familia. Aunque, la verdad es que le habían dicho de volver a su casa, pero... él no quería. Sería como una derrota. Y perdería su libertad: no quería volver a vivir con sus padres. Con lo alegre que se sintió al independizarse de ellos, sería un paso atrás.

-          Estoy bien solo, aquí, viviendo a mi bola, gracias...

Ni siquiera sabía cómo podía seguir viviendo ahí, por encima de sus posibilidades, pero le era igual. Apenas comía bien, ni dormía, ni... vivía. ¿En qué día estaban? Su hermana estaba decepcionada. “Mierda... ¿tenía que hacer de canguro?”. Ahora se acordaba. Le había dicho que sí, que ese sería su nuevo trabajo, y así volvería a intentar hacer algo con su vida, pero...

-          ¡Eh, espera... ¡ ¿Dónde vas?

Intentaba encontrar las palabras adecuadas, pero seguía medio dormido... y su hermana ya se iba con la niña, en brazos.

-          Apestas a alcohol... no voy a dejarla contigo. Lo llevaré con  nuestros padres. No quería molestarlos más... pero ya veo que en ti no se puede confiar...

Blaine puso el pie en el charco, sin querer. Otra vez había estado lloviendo esa semana. No le salía nada bien. Con un poco de nostalgia se acordó de esa vez, hacía tanto tiempo, cuando Ricky le tiró a ese mismo charco que se solía formar siempre; miró la parte en la que solía haber su casita y en vez de sentirse triste... se enfureció...

-          ¿¡Y QUIÉN COÑO DIJO QUE YO TUVIERA GANAS DE CUIDARTE AL NIÑO EH!? Oh, claro... Blaine siempre tiene que cuidar de los demás... Blaine no tiene derecho a tener una vida: Blaine lo está pasando mal, pero no importa...los problemas de los demás son mucho más importantes...  ES SU TRABAJO.

La hermana se quedó escuchándolo, siendo comprensiva. Era la primera vez que le decía algo sobre lo que sentía, al fin. Su hermano siempre solía callárselo todo...

-          ¿¡Qué!? ¿Se ha quedado sin trabajo? ¿Se le muere el estúpido perro? ¿Está depresivo? ¿No tiene pareja porque no quiere y es un solitario amargado? ¿No quiere formar una familia y se le pasa el arroz porque siempre ha sido un rarete obsesionado con el trabajo? ¡¿Crees que no sé lo que decís a mis espaldas?!...

La hermana se avergonzó. Porque todo aquello era cierto. Creía que él... no lo sabía.

-           Se os nota en la cara...oh, qué irónico: el obsesivo con el trabajo que se da cuenta de lo patética que es su existencia, ¡¡DÍMELO A LA CARA!! ¿Eso es lo piensas, no?

La mujer le chilló, tapando los oídos a la niña, la cual no reconocía a su tío, que siempre había sido tranquilo y ahora apenas se le reconocía con esos rizos y esa barba.  Se puso a llorar y a Blaine le dio igual. Estaba tan enfadado... nunca se había enfadado tanto en la vida...

-          ¡¡Hemos intentado ayudarte,Blaine!! Incluso te hemos ofrecido ayuda para que acudieras a un...

-          ¿¡PARA QUE ME DIGA LO QUE YO YA SÉ!? ¿ESA ES VUESTRA AYUDA?! ¿CONTARLE MIS DESGRACIAS A OTRO!? ¡¡PERO SI NO HACÉIS UNA MIERDA POR MÍ, NUNCA!!

La mujer estaba a punto de llorar. Pero no lo  hizo: no soltó ni una sola lágrima. Así que con la mandíbula temblando, se fue, con frustración:

-           Yo ya... no sé qué hacer para ayudarte, Blaine... Tienes que poner de tu parte... – le miró, con decisión- Siempre has sido un rebelde... no es culpa nuestra: tú nunca has querido la ayuda de mí ni de nadie... por eso te hiciste psicólogo, ¿no? ¿Para poder decir que eres autosuficiente? Pues vale... ¿no necesitas ayuda? De acuerdo, no te molestaré nunca más. Por lo que a mí respecta, si te encuentro por la calle, como si fueras un desconocido: ¡¡adiós!!!

Con la mirada totalmente airada, la mujer arrancó el coche y se fue. El hermano también estaba hastiado de todo y de todos. Sus vecinos, ante los gritos, empezaron a salir y le miraron. Al lado tenía una puñetera y “perfecta” familia que le miraban con desprecio por tratar así a un miembro de su familia... le miraban como si fuera un estúpido fracasado.

 Él tenía los ojos lloros, la rabia aún estaba en su cuerpo. ¿Por qué le miraban como si estuviera loco? ¿Es que no tenía derecho a descontrolarse de ese modo? Nunca lo había hecho...

-          ¿¡QUÉ COÑO MIRÁIS VOSOTROS!? ¡¡BIEN QUE YO AGUANTO VUESTRAS ESTÚPIDAS PELEAS FAMILIARES A TRAVÉS DE LAS PAREDES SIN MIRAROS DE ESTA MANERA, VALE? ¡¡MALEDUCADOS!!

El jardín estaba sin cuidar... él mismo estaba horrible. Cuando entró en la sala,  se vio en el espejo... pero ni siquiera sintió vergüenza... así que volvió hacia la nevera;  pero no había nada. En un ataque de ira rompió una silla.

-          ¡¡¡QUEEE OS DEEEEN!!!

Se quedó en el suelo. Sin fuerzas... con un dolor de cabeza inmenso. Esa presión en el pecho no se iba. Empezaba a sudar y a marearse más de lo debido. ¿Qué... le ocurría, realmente?

 La verdad es que hasta él mismo se preocupaba: estaba harto de sentirse perdido, con esas ojeras... de estar de tan mala leche todo el día... estar como una alma en pena. Se aliviaba a sí mismo diciendo que era una pequeña mala racha... ¿pero cuánto tiempo ... quedaba para... deshacerse de esa mala racha? ¿Cuánto.. había empezado todo...?

Hizo la cuenta...

“3 largos... deprimentes y solitarios años”.

3 años...

Ahora... sí sentía vergüenza. ¿Por qué no se había dado cuenta de nada? Vaya... psicólogo más patético era... que ni podía superar la... muerte de su perro... o lo que sea que hubo con...

“Venga, Blaine... nunca hubo nada con ese japonés: eso es lo más gracioso.”

 Él era joven e inexperienciado, y ya se habrá olvidado de él...

Tenía... ese estúpido novio... bailarín...

Alto, rubio... ojos azules...

Golpeó otra vez otra silla, pero esta vez se hizo daño y se tuvo que sujetar la mano; con el entrecejo fruncido ante el dolor.  Finalmente se fue a la cocina. ¿Cuándo fue la última vez que había comido uno de sus típicos full breackfasts? Con salchichas, bacon, judías... ¿Desde que murió el profesor James. ¿Cuándo Ángela se fue a Oxford y le dejó solo en ese pueblo... de mierda? Siempre lo solía comer, al acabar la semana... para recuperar fuerzas...

 “Jah, en realidad... me alegra haber dejado al estúpido Blaine del pasado. Era... un idiota que aún creía en que iba a hacer algo en la vida... no soy nadie especial... ni nunca lo seré”.

 Comió una galleta medio comida y blanda. Estaba horrible, pero era lo único que había por ahí. Luego se puso agua en un vaso medio sucio y tomó un analgésico.

-          Como... me duele la cabeza... – se puso la mano en la frente, recordando la cara de decepción de su hermana. Sintiendo algo de culpabilidad...

Ahora iría hacia sus padres y le diría lo de siempre. Que era un fracasado que no servía para nada.  ¿Y por qué tenía que hacerse cargo él de su hija?

Sintió el silencio. Y aquello le recordaba... la ausencia de su perro.

Odiaba... ese silencio...

Vio que había un cartón de leche, se puso unos cereales en la boca y bebió directamente de él... hasta que se dio cuenta de que era  leche caducada, y al sentir la viscosidad y el putrefacto olor por poco vomitó. Lo escupió, esparciéndolo por todo el suelo de toda la cocina.

Escupió un par de veces más en la basura, para quitarse el mal sabor de boca, pero esa sensación asquerosa y viscosa no se le iba y por poco creyó que iba a vomitar, pero cuando se echó agua fresca en la cara mejoró un poco...

-          Dios... mío... qué asco....

“Soy estúpido...”. No debería dejar las botellas abiertas, por semanas. El escocés, cansado y hundido... encendió la tele... esperando que le distrajera algo. Hacía mucho tiempo que no veía la televisión: nada... nada...

Siguió pensando en aquella frase de su hermana: “en ti no se puede confiar”... le había afectado mucho. Y resonaba en un eco. “sí... para lo que te interesa, ¿no? Pues mejor si no confías en mí”.

-          Como si cuidar a estúpidos críos fuera a ayudarme en algo. Soy psicólogo, no una niñera. – estaba ofendido- Ella... lo que quiere es tener canguro gratis y joderme aún más la vida mientras todo le va perfecto... con su estúpida familia modélica... ¡¡no soy su puto esclavo!!

¿Y sus padres? Jah... odiaba a sus padres. Eran tan “tradicionales”, estrictos y... despegados. Nunca le habían dicho que hacer amigos o ir a lugares para socializar era bueno: lo primero los estudios. ¿Por qué se obsesionaba con el trabajo? Porque era lo único que le habían enseñado que estaba bien. Pero claro, ahora le decían que tenía que encontrar una pareja tan encantadora como el “hindú ese tan mono que te pillaste, que encima era matemático... No volverás a tener a nadie igual. Si no tenías la intención de salir en serio con él, mejor no hubieras salido, eres una vergüenza de hijo: ser gay no significa ser promiscuo, blablba...”.  Cuánto... odiaba los sermones. Los odiaba... a muerte.

 Si tenían algo que decirle, que fueran a su casa: pero no hacía falta repetírselo una y otra vez, a sus espaldas... y enterarse por vecinos. Pero siempre se tenía que enterar por terceras personas o por su hermana: “¿sabes lo que dicen?”. ¡PUES QUE DIGAN!. Tenía una puta familia de psicópatas. Ya estaba harto de tener que decir él siempre las cosas. Eran unos putos egocéntricos. Odiaba a su familia... con toda su alma.

“Arg, no encuentres culpables, venga... Blaine... tú eres tan egoísta como ellos...”

¡¡POR SU CULPA, ELLOS ME CRIARON ASÍ!!

A LA MIERDA.

Cuando cambió de canal y vio a ese japonés se dio cuenta de que  quizás la culpa de aquella situación no era... ni de su familia, ni el despido, ni la muerte de su perro... sino el haber conocido... a ese maldito... joven...  que le había hecho replantearse un montón de cosas en tan solo 3 meses.

-          ¿Cómo llevas tu día a día, Kenta?- dijo, el entrevistador.

Era más maduro, pero seguía siendo ese atractivo joven de mirada magnética que con una sonrisa quitaba el hipo a cualquiera. Si ahora mismo se presentara en su casa, como hacía 3 años... estaría más nervioso que la primera vez que lo había visto. Con los años... había mejorado, como sabría que lo haría: y en el canto... también.

Se quedó encantado escuchándole: su voz era tan bonita... que al escucharla sentía que podría alegrar al más depresivo ser de los seres. ¿Por qué no se había dado cuenta nunca de lo realmente sensual que podría llegar a ser su voz, simplemente hablada? Intentó apartar su mirada estúpida de la pantalla, pero no podía... así que frunció el ceño. Atento.

-          ¡¡Muy bien!!  La verdad es que cada día es como un sueño hecho realidad... brillante y perfecto. No podría alegrarme más de vivir. Vivo el presente y me enfoco hacia el futuro con mucho ánimo, de vez en cuando... porque sino, mal...

Aquello no le sentó bien a Blaine. Aunque... debería alegrarse por él.

Al verle no podía evitar sentirse un gilipollas por lo que le había dicho y nunca había hecho: pedirle “perdón”.¿Ahora qué más daba? Tan solo sería una molestia. No formaba parte de su vida. Ni nunca lo había hecho... 3 años...

Ya no parecía haber una pizca de depresión en Kenta... parecía tan seguro y maduro. A la vez que juguetón y extrovertido; pero siempre amable y con parte de introversión, con la educación típica de su país.  Los medios no solían sacar mucho a cantantes de la ópera, pero Kenta era especial. Era como una estrella del rock. Quizás influía su juventud y su belleza, además de su talento.

-          ¿Qué opina tu pareja de todo esto, Kenta? Se hace duro, supongo... tantas horas cantando y de un lado para otro...

Una depresión inmensa iba a acecharlo otra vez, pero las palabras siguientes... se la quitaron de un golpe:

-          Bueno, al final lo hemos dejado.

Sus ojos se abrieron como platos y no puedo evitar sonreír, de oreja a oreja. “Jah...”.

-          No me gusta decir estas cosas, pero ha sido de mutuo acuerdo y... ahora seguimos siendo... grandes amigos... es solo que... tenemos puntos de vista diferentes en la vida y... son cosas que pasan...

El corazón le saltó. Por un momento un sentimiento de algo que pudiera haber parecido “amor” le invadió. No podía negarlo: lo seguía en twitter, face, en su canal, en su blog... en las revistas, en todos los medios y redes sociales desde que le abandonó: estaba loca y perdidamente enamorado de ese hombre, aunque quisiera negarlo de una manera enfermiza.

Ese mes se había enganchado al alcohol por culpa de la nueva pareja de Kenta. No habían durado ni un mes: se alegró. “Sí, es verdad... ya recuerdo”. Qué... patético admitirlo. “Uh, tú le quieres, tú le quieres”. No... es solo que... no le merecía... era un simple bailarín guapo... nada espectacular. “Mh, bueno... y quién te crees tu que eres, ¿Blaine?”. Pensó, depresivamente.

-          Oh, bueno... lo lamento, pues, nos despedimos de Kenta, y te esperamos en tu próxima interpretación en Londres. Un placer y mucha suerte.

-          El placer ha sido mío, muchas gracias.

¿Londres? Cerró la televisión, estupefacto. Sabía todas las giras de ese hombre, pero había estado unos meses desconectado. Miró por su teléfono y sí... Londres... ¡¡LONDRES!!

Se puso nervioso. Como si incluso pudiera venir ahí... tras tanto tiempo. Hacía años que ni se acercaba a Inglaterra, siempre con alguna excusa mala... y de repente, pasados tantos años...

-          Qué tontería... aunque fuera a verle... volvería a ocurrir como en París. Ni siquiera me dejarían acercársele. Soy un simple espectador... y... no me atrevería a hacerlo yo...

Miró su teléfono. ¿Se lo habría cambiado? Claro que sí... seguro. Se fue hacia su habitación. Miró la fotografía de Ricky.

-          ¿Qué tonto es tu amo, eh? ... El más tonto... de todos... pero bueno, ¿por qué no?

-           

Se fue hacia  el baño y agarró su maquinilla.

Había visto muchas veces al peluquero de su barrio hacerle ese peinado recto, por debajo... y luego agarró las tijeras y con una destreza que hasta le sorprendió a él, a pesar de su debilidad y estado de medio embriaguez. Pudo ver un atisbo del “antiguo” Blaine. Pero esas ojeras seguían... y la barba también. Estaba entrando a los cuarenta ya. Al descuidarse tanto estos años, había ganados unos quilos. Se miró en el espejo. Desde que no sacaba a Ricky o iba ala universidad que hacía muy pocos viajes... y esa barriga se tendría que... quitar, con mucho esfuerzo...

Sabía lo que tenía que hacer. Sería duro... pero lo haría. Con decisión agarró la cuchilla que iba quitándole los pelos de la cara, mostrando su fina piel, bastante más blanca de lo que recordaba. Cuando al fin terminó se vio en el espejo, sorprendido.

-          Qué horrible... me veo...

“Venga, si Kenta puede cantar esas óperas, siendo solo un crío... ¿por qué tú no puedes verte bien en unos meses? Además,  tengo a mi estúpida psicópata y rara familia preocupándose y cuidándome.”. Aquello le daba fuerzas. Ahora solo faltaba... encontrar un trabajo, aunque fuera de mozo de un almacén o reponedor de supermercado. Necesitaba dinero... para irse de ahí, lo más rápido posible... y empezar una nueva vida: de cero. ¿A EE.UU? Sí...

Hoy... era... el día decisivo.

La aventura empezaba.

No quería que Kenta le viera en ese estado... sería humillante. Tardaría meses... pero tenía que volver a ponerse en forma. Quería... hacer algo con su vida. Y luego...

 “Yo... le pediré perdón, en persona...”

Era algo que tenía pendiente.

Necesitaba hacerlo.  Miró las botellas vacías, relamiéndose. “Mierda, va a ser duro...”

Ya tenía ganas de beber alcohol... pero... no podía... así que se fue a la ducha y se puso la poca ropa limpia que pudo encontrar: un traje. Curioso... bueno, pues un traje. Quizás le estaba esperando para que saliera, desde hacía mucho tiempo...

Cuando Blaine salió, como un hombre de negocios, la familia de al lado, se sorprendió: no veía a Blaine en ningún sitio. Él volvió a gritarles, con una sonrisa:

-          ¿QUÉ OS PASA? ¿NO HABÉIS VISTO NUNCA A UNA PERSONA CON TRAJE?

El padre sonrió. Aunque la mayoría de personas le temieran, por creerle un abusador sexual, por aquellos rumores de la universidad; él sabía que no era cierto...

-          Podríamos invitarle a cenar, algún día, cariño...- dijo la mujer, adivinando el pensamiento de su marido.- Él siempre ha sido un buen profesor...

El hombre volvió de sus recuerdos. Aquellos tiempos en los que su padre le hablaba de ese “profesor” callado que siempre iba a todas sus conferencias... su vecino, desde hacía tantos años. Había sido duro no verle salir cada mañana, ni verle llegar, con los ladridos de ese monstruo enorme, en apariencia, pero que era tan cariñoso cuando su amo llegaba. Verle degenerar de esa manera, encerrándose en su casa...

Se le había roto el corazón. Le creía perdido. Pero sabía que estaba de vuelta.

-          Papá... siempre decía cosas muy buenas de él, antes de que muriera. Creo que la gente le tiene envidia... y por eso le acorralaron y le expulsaron. Sus alumnos nunca le habían tenido mucha estima... era un profesor duro...

La mujer sonrió, apoyando su mano en su hombro.

-          ¿Duro? Venga, ya... nadie superará nunca al “demonio de Saint Andrews”, el gran matemático James...

El hombre rió. Tenía ya sus canas. Sus hijos, adolescentes, ya se iban hacia el instituto.

-          ¡Adiós, papá! Me voy con Alex.

-          ¡Adiós mamá: ya comeré en el insti!

La madre les riñó.

-          ¿¡QUERÉIS HACER EL FAVOR DE COMER ALGO!?

La chica iba con un peinado muy fashion, maquillada y bien conjuntada. Tenía un blog de “moda” en la red, y ella era toda una gurú. El hijo estaba todo el día con cómics. Jugando y dibujando.

-          ¡Ui, es que sus fans le esperan, no tiene tiempo para cosas de mortales!

-          Cállate friki, ¿por qué no te casas con una consola, como los japoneses esos?

El padre intentó calmar a las bestias:

-          ¿Podrías dibujar algo para el video-vlog de tu hermana, no? ¿Y tú podríais cambiar el look de Nathan, eh? Creo que va tras una chica, últimamente se compra más ropa...

Los adolescentes se miraron, con repulsión.

-          ¡Sí, hombre! Si quiere que le dibuje algo que me pague... y me compré ropa porque me iba pequeña...

-          Pse, igualmente... Si quiere consejos, que vea mis vídeos... ¡¡y dale like!!

-          Ahora mismo...

La madre se volvió, resignada:

-          Vale... iros ya... me cansáis... ¡¡y recordad que como suspendáis este trimestre no habrá nada de ropa, ni videojuegos!!

Los dos chicos se miraron con miedo. Aquello debía significar que sus notas no iban muy bien. Y entonces pensó... en una solución idónea: “ohm... claro, Blaine...”.

*******

********

 

Seguía teniendo unos rasgos bonitos, pero la cara gastada por el alcohol y el mal sueño lo hacían verse fatal. Aún así se fue a casa y empezó a limpiarla. Vida nueva. A veces... con cambio de look, con un nuevo ambiente... era suficiente para darse cuenta de las grandes cualidades que uno tenía: para empezar a mover el culo y hacer algo. Incluso solo con una “falsa ilusión”... se podía conseguir esa chispa que avivaría el más ardiente fuego.

Una vez tiró todas las botellas de alcohol salió a la calle. Era de noche. No quería que sus vecinos vieran cómo sacaba tanta basura de su casa. Le daba vergüenza. Cuando entró se puso a limpiar bien el suelo. La cabeza le seguía doliendo. Se fue a la cocina y se dio cuenta de que aún quedaba un poco de vodka en la nevera.

-          Oh, venga... Blaine, no...

Sabía que no podía dejar de beber así de golpe, sino podrían darle alucinaciones y un chute muy grande... así que tan solo bebió un sorbo. Agarró un vaso de plástico y puso una señal.

-          Vale... vamos a... desintoxicarnos...

Y justo cuando se sentía buena persona, su hermana la llamó. “Perfecto... podré disculparme”.

-          ¿Diana? Yo... lo siento, quería que...

Su hermana estaba llorando. No sabía qué ocurría, pero cuando recibió esa noticia, el mundo entero se le volvió a derrumbar... justo ahora, cuando estaba intentando solucionarlo todo...

-          Blaine... papá... ha...- volvió a contenerse y le salió un hilo de voz, pero antes de que lo confirmara, las lágrimas ya caían por su cara, como si lo comprendiera-  ha muerto...

Las imágenes de Ricky... volvieron en flash... y luego sintió esa sonrisa tierna de su padre, mientras leía y leía, tras horas... esa noche que él había dejado de trabajar, y se venía a su habitación a darle un beso de buenas noches... a pesar del cansancio y el estrés...

-          ¿C-como?

No podía creérselo... no... ¿NO! ¿Acaso tenía alguna enfermedad? ¿Un accidente? No podía ser... ¿cómo?

-          ¿Dónde estáis? ¿Y mamá?

Intentó ser fuerte, pero sabía que ya no había solución por los lloros desesperados de su hermana. Su madre estaba al lado, llorando también,y de repente hubo un silencio en el que Blaine solo pudo llorar. “¿Y... papá?”. El dolor de... la muerte de su abuelo... volvía a él, otra vez. No podía volver a pasar por aquello... era tan horrible...

-          ¿Dónde... estáis?

-          En el... hospital... pero ahora se lo llevan en el tanatorio... en una bolsa...la... la policía está aquí y...

Una voz de un hombre que le resultaba familiar le respondió.

-          Doctor...Blaine, no sé si me recordará... 

Blaine aún estaba con una sensación de mareo increíble. Tuvo que ponerse en el sofá. Todo le daba vueltas: pero no había bebido nada. “Tiene que ser una broma”.

-          ¿Cory? ¿Llegaste... a policía?

El policía afirmó, le hubiera gustado decirle algo como: “gracias a tus consejos o a tu ánimo”; estaba contento de que le recordara... a pesar de no haberse visto durante tantos años, por haber ido a la academia y alejarse de ese lugar, sin apenas despedirse, pero inmediatamente se puso en situación.

-          Sí... lo siento mucho, doctor Elliot, hemos encontrado el cuerpo de su padre en su habitación... no parece haber signos de violencia, pero todo apunta a que... no ha sido por muerte natural, así que estamos investigando... este caso. En su escritorio había una carta con unas fórmulas matemáticas en las cuales pone: “para mi hijo, Blaine”. Necesitamos que venga para que nuestro inspector le haga una pequeña entrevista y pueda ver estas fórmulas matemáticas... aunque nuestros criptólogos ya están en ello.

El corazón de Blaine estaba a cien. ¿Cómo su vida había pasado de una estúpida película romántica de autosuperación a una serie dramática de policías y asesinatos?

-          ¿Quién... querría matar a mi padre?

Los ojos se le llenaban de odio... “¿Cómo puede haber gente tan horrible en este mundo?” ¿Un mensaje cifrado? ¿Por qué para él? ¿Qué quería decirle? Él era psicólogo... no matemático...

Pensó en su madre... y en su hermana. Estarían destrozadas... sobretodo su madre, que siempre había vivido para él. Temía que pudiera hacerse cualquier cosa. Nunca la había escuchado gritar de ese modo.

-          ¡¡¡ROGER, ROGEEEEEER!!! ¿por qué?! ¿por qué? ¡¡NO, NO!! ¡¡NO SE LO LLEVEN ASÍ, ES MI MARIDO!! ¡¡DEJADLO!! ¡¡DEJADLOO!! ¿¡QUIÉN OS CREÉIS QUE ES?! ES UN GENIO, ES UN GENIO... es... Roger... ¡¡ROGER!!

Las lágrimas de Blaine no podían parar de bajarle.

-          ¿Mamá...?

Nunca había escuchado gritar tanto a su madre, parecía una loca... peor que algunos que había tratado.  Escuchó la voz de Cory ordenando que la agarraran entre tres.

-          Dentro de poco llegará el apoyo psicológico pero si pudier...

-          Ahora...vengo... cuidad de mi madre y mi hermana, por favor...

“Aunque yo... no podré calmar a ninguna de ellas... suficiente las he hecho sufir”

Colgó el teléfono, temblando. Aún no podía creérselo. Miró su piso: limpio, perfecto. ¿De qué servía? Miró su nevera, esperando encontrar licor... pero... no era momento para beber... aunque sintiera que su boca estaba seca...

-          Me... necesitan... deja de ser tan gilipollas, Blaine...

Pero aún no podía creerse nada. ¿Cómo podía cambiar tanto una vida... en unos segundos?

*******

Los aplausos volvían a llenarle. Con orgullo, Kenta los aceptó.

Kenta fue buscando en las butacas... esa cara...

Pero no estaba. Bueno, estaban en Londres.

Pero tenía la estúpida sensación de que quizás... le vería.

¿Qué estaría haciendo... Blaine?

 

Al estar en el camerino volvió a coger el medallón con la fotografía de su madre, nostálgico.

-          Otra gran noche, mamá. Todo gracias a ti- dijo, acariciando el medallón.- Ojalá pudieras estar entre la gente... que me aplaude... y sentirte orgullosa de tu hijo.

Cerró los ojos y recordó esa leyenda que le contaba, de pequeño.

FLASH BACK

-          Mira, mira...

-          ¿Qué?, yo no veo nada...

Luego hizo como que tenía algo en el dedo meñique.

-          ¿No ves este hilo rojo? Yo sí...  quizás cuando crezcas lo verás, aún eres muy pequeño.

-          ¿Un hilo rojo?

La madre le besó.

-          Aha. ¿Sabes? Cuenta la leyenda... que hace mucho... mucho... tiempo, un emperador se enteró de que en una de las provincias de su reino vivía una bruja muuuy poderosa, quien tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino y la mandó traer ante su presencia. Porque la gente no puede verlo... ¿sabes?

El hijo rió.

-          ¿A no? ¿Y de dónde sale el hilo?

-          Pues eso es porque un anciano que vive en la luna, sale cada noche y busca entre las almas aquellas que están predestinadas a unirse en la tierra, y cuando las encuentra... alehop... ¡¡las ata con un hilo rojo para que no se pierdan!!

Kenta sabía que no era verdad, pero quería saber más de esa historia.

-          ¿Entonces eres como esa bruja? ¿Qué pasó con ella?

La madre empezó a actuar, como la extrovertida que era. Solo había una cara más feliz, que cuando cantaba, y era cuando estaba con su hijo. Kenta no se había dado cuenta de ello, hasta que fue demasiado tarde...

-          Cuando la bruja llegó, el emperador le ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado al meñique y lo llevara ante la que sería su esposa.

Kenta se quedó escuchando la historia, como si él mismo fuera el emperador.

-          ¿A sí? ¿Y qué pasó?

-          La bruja accedió a esta petición y comenzó a seguir y seguir el hilo...  esta búsqueda los llevó hasta un mercado, en donde una pobre campesina con una bebé en los brazos ofrecía sus productos.

Agarró un peluche, como si fuera un bebé.

-          Al llegar hasta donde estaba esta campesina, se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie. El joven emperador se acercó. La bruja le dijo : «Aquí termina tu hilo».

Kenta sonrió, alegre por el emperador. Pero entonces su madre hizo un salto.

-           ¡¡Pero al escuchar esto el emperador enfureció!! Creía que era una burla de la bruja y empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeña bebé en brazos y la hizo caer, haciendo que la bebé se hiciera una gran herida en la frente. Luego ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y le cortaran la cabeza.

Como niño que era, le entró un poco de miedo ante aquella horripilante historia.

-          Qué.. malo...

-          Uh, sí... y muchos años después, llegó el momento en que este emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor era que desposara a la hija de un general muy poderoso. Porque los ricos solo tienen que casarse con ricos y los pobres con pobres, ¿sabes? Así lo decía la gente en esos tiempos...

-          Pues qué tonta era la gente...

La madre rió y imitó al rey, poniéndose parte de su pelo bajo la nariz para hacer un bigote:

-          ¡El rey aceptó y llegó el día de la boda! Y en el momento de ver por primera vez la cara de su esposa, la cual entró al templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente…

Kenta quiso saber el final. ¿Sería la campesina?

-          Al levantárselo, vio... que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente.

-          ¿Y si... la chica no hubiese sido... hija de un general muy rico...?

La madre agarró su mano.

-          ¡¡Los hilos siempre están ahí!! De un modo u otro, se hubieran encontrado. Como el nuestro: siempre ha estado ahí, desde que naciste y te tuve en mis brazos... aunque no salieras de mi vientre, ¿me oyes? El hilo no miente... y nunca lo hará.

El niño, inconsciente, dijo aquello que tanto daño le hizo a su madre.

-          ¿El hilo de papá... se ha roto? Por eso... ¿no vuelve?

Ella nunca contestó. Pero le sonrió, con fortaleza.

-          Uoh, qué hora es. ¡¡A dormir!!- le hizo cosquillas y  Kenta rió.- ¿Me cantas una canción? Venga... que se te da muy bien...

-          ¡¡No, no!! Tú, a ti se te da mejor...

La madre insistió.

-          No, no me iré de aquí hasta que me cantes tu canción favorita... en 4 lenguajes, y no te puedes equivocar... que sé que lo sabes bien...

Su madre era tan feliz cuando estaba con él; le quería tanto... y a pesar de que su marido fuera un gilipollas que les abandonara, siempre sonreía y continuaba sola, haciendo de padre y de madre. Eran una familia... y tenían una misma pasión, el canto.

-          Oh, mamá... tengo sueño...

La madre le sonrió.

-          Vale, te cantaré una cortita... me la cantaba tu abuela, que en paz descanse.

-          ¿Cantaba tan bien como tú?

Ella sonrió.

-          Se le daba fatal, pero me gustaba mucho... a veces no todo es cantar bien, sino lo que transmites con esta canción, cariño... – sonrió, como si recordara tiernos momentos- cierra los ojos...

Empezó a cantar, con su voz aterciopelada de ópera. Chugoku Chiho No Komoriuta...  Canción: http://www.youtube.com/watch?v=NlGhPikWbRY Parecía un poco triste, pero tenía algo enigmático... como su madre. Cuando la miraba se daba cuenta de que no se parecían en nada: ella era rubia, ojos azules, occidental... a veces se le hacía muy raro que los otros niños le preguntaran quién era, ya que no tenía los mismos rasgos... pero ahora que le había dicho aquello del hilo rojo, se sentía mucho mejor... aunque solo fuera una leyenda... se sentía más unido a ella...   Le agarró la mano, sonriendo, mientras seguía cantando. Cerró los ojos... cayendo en el sueño. Sabía que estaban destinados a encontrarse: solo ella... era su madre...   A veces se enfadaban, pero siempre era tan buena y cariñosa con él... y le hacía querer cada vez más ese modo tan extraño de cantar que tenía. Al principio lo encontraba extraño, pero imitándola, se había dado cuenta de que era muy difícil cantar de eso modo... hasta le parecía divertido. Y la canción de cuna japonesa seguía, disfrutando de esos dos minutos que sabía que duraba. Era bonita... pero...  A Kenta... le parecía tan “solitaria”... e incluso enigmática... como si no fuese solo una simple canción de cuna, sino como una medicina para el alma de su madre. Se convirtió en un momento íntimo para ellos dos... como un blues extraño y precioso, mágico... en el que descargaban sus penas... a la vez que se calmaban...   Kenta acabó por dormirse. Sintiendo el beso de su madre en la frente. -          Buenas noches, cariño...   FLASH BACKS OFF   Como si estuviera en trance dejó de ver la foto de su madre...  

Se dio cuenta de que no tenía nada que le recordara a Blaine, a parte de los recibos de su terapia incompleta... y él no tendría ningún recuerdo “bueno” o alegre de él... ya que durante esa etapa estaba depresivo y... había actuado tan estúpido, tal vez: pero no se arrepentía.

El japonés de brillante y sedoso pelo miró su nuevo diario y apuntó lo que había sentido:

“Hoy he vuelto a recordar la nana que solía cantarme mi madre... ha sido bonito recordarlo.”

Iba a poner algo de Blaine... pero no podía ...

Miró las primeras páginas de ese diario que había empezado de nuevo justo  después de que ese hombre escocés le hiciera lanzar el antiguo, en Irlanda. En ese nuevo diario solo apuntaba lo bueno. No era como el otro. Y se alegraba. En él había expresado tantas cosas tan emocionantes de su nueva gira... las releía, a veces, para levantarse con pasión, y recordar ese “sentimiento”, esa mecha que... Blaine le supo encender, en esas ruinas, después de toparse con él en el campus, en la playa... y aún, a veces... aunque le avergonzaba confesarlo, en sus más secretos sueños.

Pero no podía seguir persiguiendo el fantasma del pasado. Era tan estúpido como creerse esa leyenda... de los “hilos del destino”.

-          Dijiste que no se rompería nunca, mamá... pero te fuiste de mi lado...

Pero no había sido su culpa. Aún así... sentía aún como si ese hilo estuviera ahí...

Incluso sentía... que había otro...

La puerta se abrió.

Sus compañeros entraron. Dio un bote del susto. Les saludó, un poco nervioso y fingió, como tantas otras noches, que estaba “perfecto”, aunque en realidad solo fuera una fachada. No era del todo mentira: estaba feliz... pero... necesitaba saber si el propietario de ese hilo... era él...

¿Nos volvernos a encontrar? ¿Ocurra... lo que ocurra? Pero... seguía enfadado.

“Yo... no pienso llamarle...”

Entonces un hombre se le acercó, y como si sus mejillas se pusieron automáticamente de color rojo ante tanta belleza...

-          Hola, encantado de conocerle. Soy un gran admirador suyo, señor Kenta.

 

Miró... como enfrente tenía un gran ramo de...

“ ¿Rosas?. En serio... ¿rosas? ¿En qué época se creía que estaban?”

Aunque le parecía... romántico. Su voz era... tan melódica. ¿Quién era? Los músicos se inclinaron hacia él. Kenta agarró las rosas, por no hacer un feo... ¿pero qué hombre regalaba a otro rosas, sin motivo aparente? Rojas... ¿en el lenguaje de los signos no significaba... amor? “¿¡SE CREE QUE SOY UNA ESTÚPIDA MUJER?! ¡QUE SEA GAY NO SIGNIFICA QUE...!! Arg, será culpa de mi ex...  tenía mucha pluma: pero YO NO SOY ASÍ”. A pesar de todo, fingió sonreír:

-          No hacía falta... pero gracias.

-          Oh, sí, sí hacía falta. No sé si me conocerá: también soy tenor...

Ante la negativa del japonés el hombre se sintió dolido, pero también fingió una sonrisa:

-          Me llamo Charles Watson. No importa: entiendo que... no soy  tan famoso como usted... aunque...  llevo bastantes años en esto. Por cierto... ¿Cómo lo hace? Yo tardé muchos años en hacer muchas de las cosas que parece que le salgan automáticamente... como si fuera... magia... o hubiera hecho un pacto con el diablo.

Los chicos se fueron, con alguna excusa, dejándolos a ellos dos a solas. “¿¡Qué es eso?! No... no me dejéis solo con este extraño...”. Le sonrieron pícaramente, como si se pensaran que sentía... atracción por ese completo desconocido y le hicieran un favor marchándose:

-          Oh Kenta, ¡nos vemos mañana en la fiesta de despedida!

-          Sí, ¡adiós!

-          ¡Hasta mañana!- uno le hizo una sonrisita.

Estaba temblando. “¿¡Se piensan que quiero estar a solas con este?! ¿Tan superficial me ven? ¡¡He cortado una relación hace solo un mes!!”. No estaba acostumbrado a aquello. Era cierto que se había enamorado a primera vista de Blaine... pero, ahora ya no podía: no era tan inocente... y ese hombre... le intimidaba... bastante.

Al marchar sus compañeros Kenta cambió automáticamente su cara de chico bueno. Ya no lo era. En absoluto... se había cansado de serlo.

-          Bueno, ¿y qué quieres, un autógrafo...? Odio los lameculos...

Charles se sorprendió. Pero sonrió, como si en parte ya lo supiera.

-          Oh... espero que no me veas así... no lo soy en absoluto... es admiración verdadera.

Sabía que podía quedar poco educado, pero le había dicho que todo su esfuerzo era “como por arte de magia”... y estaba harto de que la gente tirar por la borda todo su esfuerzo en mejorar en ese campo:

-          Además, si no sabe cómo he llegado dónde he llegado quizás es porque no se ha esforzado nunca lo suficiente como para entenderlo...

Aquello le hizo gracia a ese hombre de pelo largo, recogido en una coleta. Era castaño, tirando a un color madera precioso: reflejos caoba. Sus ojos eran castaños, de color miel. Tenía una perilla recta que se unía con sus patillas, muy moderna.

-          Lo siento... no quería desmerecer su trabajo...- le dio la mano- Empecemos de nuevo... ¿vale? Hola, me llamo Charles... mucho gusto. ¿Haces algo esta noche?

A Kenta se le cayeron las rosas que le habían regalado al suelo. Aquello había sido... directo.

-          ¿Tratas... de...?

-          No negaré que me pareces atractivo e interesante. He tenido que sobornar a algún que otro guardia para que me dejara pasar...

“Qué bien... dejan pasar a cualquier psicópata”. Se levantó, un poco asustado. Como si el propio hombre se diera cuenta de lo malo que podía parecer aquello intentó sonar menos seductor:

-          Eh,  no te confundas... no suelo hacer estas cosas... es solo que...- le miró, confuso, como si lo acabara de descubrir- Me pareces... interesante... y quería conocerte...

 Tal vez antes, en años pasados, se había dejado llevar por el físico y la pasión, pero desde su última relación, al ver lo destrozado que había dejado al bailarín, que ya no le gustaba... aquello de “jugar” con el amor. No podía volver a hacer las locuras de antes... porque ya nada le hacía sentir tan intensamente. Ya no era un niño. Ahora  tenía... que responsabilizarse y: “bueno, vale... tengo 23 años, tampoco es que sea tan adulto, pero... este tío me da un poco de miedo...”. Quiso probarle.

-          ¿Has traído protección? ¿Te parecería bien... hacerlo aquí, ahora mismo?

El hombre se quedó mudo. Casi pareció pasar una eternidad hasta que contestó.

-          No soy de esos...

Kenta estaba harto. Ya no se abriría a nadie tan fácilmente: solo a él... Blaine.

-          ¿¡Qué quieres, pues!? Si  vienes tan solo para intentar impresionarme, como no me cantes un área mejor que yo lo tienes crudo... Oh, ya sé... ¿venderás la exclusiva a algún sitio si haces que yo me enamore de ti o algo así? ¿buscas fama? ¿Qué quieres?

El castaño le miró, sonriendo, con perversidad.

-          Creía que eras un niñato... educado y sin cojone...s que lo ha tenido muy fácil en la vida... pero ahora empiezas a gustarme más: eres claro, sabes lo que quieres y lo que no...- le miró, con una mirada lujuriosa- ¿Puedo ser tu “nuevo novio”, Kenta?

Decía la palabra novio con quién hablaba de cosas de críos:

-          Igualmente... tú no crees en estas cosas, ¿no? Yo tampoco, pero podremos pasárnoslo bien durante un tiempo, como hiciste con ese bailarín...

Kenta estaba serio. Algo... le hacía querer alejarse de él. “¿Blaine?”. Qué tontería... ¿y si él ya estaba con otro? Pues él... le haría rabiar también... tenía que buscar otro sustituto...

-          Bésame...

“¿¡QUÉ ACABO DE DECIR?”. Sus entrañas se movieron en un vacío.

Odiaba su impulsividad... pero si no fuera por ella no se hubiera atrevido nunca a provocar a Blaine o a besarle. Y por culpa de ello podía quedar en ridículo ante ese... estúpido.  El hombre llamado Charles se quedó mudo por segunda vez. A Kenta le encantaba intimidar a esos hombres que iban de gallitos: “Lo sabía. No se atreve”. Pero él también estaba... acojonado.

-          ¿Lo dices... en serio?

Kenta se sentó en la silla de su camerino, cruzando las piernas, fingiendo que no le importaba que lo pudiera hacer. “Oh, no... ¿se atreve...? No lo hagas, idiota, no lo hagas”. Pero su orgullo de macho se lo impedía:

-          Claro... solo un beso. ¿Si ni siquiera sabes besar bien cómo puedes pretender ser mi novio? Hazme sentir algo, lo que sea... y te diré si quedamos o no, luego... para seguir avanzando en nuestra... posible o inexistente relación.– miró sus  dedos, que hacían algo extraño- Y nada de tocamientos raros con las manos.

El castaño sonrió. Aquello hizo que en el interior de ambos se formara un remolino no esperado, antes siquiera de que le tocara los labios con sus finos dedos.

-          Entiendo...

 El extranjero se quitó su chaqueta, quedándose en camiseta. Se acercó y empezó a tocarle el pelo, con gran suavidad.

-          Qué pelo más bonito tienes, Takahashi...

Solo con aquello su corazón ya dio un vuelco.

Entonces le agarró por el cuello tiernamente con una mano y la otra la dejó en su rodilla, mientras  ese beso que le ofreció... le hizo recordar esa vez que Blaine y él se besaron accidentalmente en la iglesia del campus.

Kenta se puso rojo como un tomate.

Charles se dio cuenta y sonrió, como si fuera un tigre ante un lindo gatito salvaje.

Con elegancia volvió a ponerse la chaqueta y se puso recto, como si esperara su veredicto.

-          Bueno... ¿veredicto?

Hacía tantos meses que no tenía sexo. Sí... claro, debía ser eso. El japonés le dio su tarjeta.

-           Este beso está bien dado, pero no he sentido nada... lo siento, no. Pero podemos colaborar en alguna ópera... y así me demuestras qué más sabes hacer... a parte de besar y hablar por los codos...

El inglés sonrió, excitado.

-          A sus órdenes... señor Takahashi...

Cundo Kenta pasó por su lado el hombre le agarró por la mano.  Al sentir un papel entre sus dedos vio que también era una tarjeta. La suya.

-          Tú también puedes llamarme... cuando quieras. Gracias por tu valioso... tiempo...

Kenta se perdió en esos ojos castaños.  Pero los evitó. No caería... ante ellos. Por más guapo que fuera... no se fiaba de nadie: eso le había enseñado Blaine. A no caer ante la primera belleza... porque podía ser muy cruel. Sabía que no tenía que generalizar... pero ese hombre... no quería nada bueno de él... estaba seguro.

-          Claro... gracias... así seguro que no se me olvida tu nombre la próxima vez que nos veamos, señor... ehm... - miró su tarjeta, para dar a relucir que su nombre no era tan reconocido como el de él- Charles... perdona, se me había olvidado. Cuando cantes en tantos sitios como yo, quizás se me quede... tu nombre... vulgar y ordinario...

El castaño sonrió. “Qué cabrón puede ser este bonito japonesito, cuando se le enfada... jajaja”. Sabía que él estaba en desventaja. Si quería enamorarle, no podía insultarle de ese modo tan sutil o directo, pero continuó con esa extraña “colisión” que a Kenta le era tan... familiar.

-          Con que resuene el tuyo, estoy satisfecho; eres de los pocos que se merece la fama que tiene. ¿Sabes? Antes te odiaba... pero ya no...

Kenta y Charles sentían la competitividad.

El japonés había escuchado muchas personas que cantaban técnicamente muy bien... pero que no tenían sentimiento: odiaba este tipo de personas. Y otras que se pasaban de sentimiento y no pulían su técnica... ¿de qué tipo sería ese tío? No lo había escuchado, ni lo haría, hasta mañana por la mañana, como le había dicho.

-          ¿Me odias... y ya no?  ¿Qué eres, un fan? No me conoces de nada como para odiarme o quererme por hablar  conmigo cinco minutos. ¿O crees que me conoces por verme por la tele y escuchar mis entrevistas? Eso es de críos...

Le lanzó las rosas al suelo y pasó por encima.  Luego se fue y dejó al castaño con una sonrisa aún más grande.

-          Eso... es lo que quiero... Kenta... sé duro conmigo... muy duro...

Notas finales:

ooohm... misterioso eh?

 

Siguiente capi... ;) próximamente...

 

(dejádmelo revisar bien xDD )

 

Besos, Ellelover


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