Tema: #27 - ¿Bailamos?
Resumen: Las palabras no son necesarias cuando los hechos y las expresiones lo muestran todo. Para Dante, una simple mirada es una invitación al baile, al pecado y a la locura.
Advertencias: Smut ligero
Notas: El escrito se ubica en un tiempo después de lo sucedido al final del juego DmC, sin tener en cuenta el DLC "Vergil's Downfall"
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No recordaba cuando ni como las cosas se habían vuelto de esa manera, mucho menos le atormentaba el hecho de que aquello que aun no sabía cómo ponerle, fuera totalmente prohibido por el gran y notable hecho de que aquella persona que ahora dormitaba sobre su pecho compartía su misma sangre, los mismos lazos familiares… Lo único que podía afirmar sin rechistar ni titubear es que aquello le encantaba.
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Aquella forma de comenzar las cosas se había vuelto casi una especie de ritual, una danza exclusiva de ellos dos, solo buscando más atención del otro.
Para Dante, el hecho de ver a Vergil caminando en su dirección, acercándose con aquella mirada que demostraban sus ganas de luchar, y aquel brillo de deseo y lujuria, era la invitación necesaria para comenzar con esa danza, no hacían falta más invitaciones, no hacía falta más palabras.
Y así todo comenzaba el con Rebelion en mano, Vergil con Yamato.
El sonido del metal de las espadas al chocar una contra otra no se hacían esperar, eran constante, ninguno bajaba la guardia ni cesaba los ataques, pero aquello no era con la intención de matarse el uno al otro, o ver cuál de los dos sobreviviría al final de esa larga e incansable lucha, a diferencia de las primeras veces, eso se había vuelto un juego, un precalentamiento , ya que Dante sabía que si peleara enserio, podría derrotar a Vergil sin problema alguno, o al menos eso pensaba.
Un par de cortes por aquí, heridas nada profundas por allá, aquello iba y venía, nada que en un rato no estuviera curado, pero al igual que aquello, los besos no se hicieron esperar. Las pequeñas distracciones de ambos hacían que el otro aprovechase, uno o dos besos cortos, otros un poco más largos y entre esa constante lucha, así seguía, hasta que ya ninguno podía aguantar más.
Los besos se volvían más intensos, y sus cuerpos se buscaban el uno al otro buscando poder fundirse, buscando con impaciencia seguir con aquel baile que había comenzado como una lucha y pronto terminaba en la cama, o en algún otro punto de la casa, como la danza más placentera y erótica que pudiera existir, al menos para ellos dos. Besos apasionados, cargados de lujuria, rasguños, mordidas, y una que otra palabra sucia hacían parte de todo aquel acto, que como única y mejor música, ante los oídos de Dante, tenía los gemidos y jadeos que escapaban por los deliciosos labios de su hermano.
Pero como todo lo bueno que empieza, debe acabar, al final de este acto solo quedaba la calma y el silencio, con Vergil apoyando su cabeza en el pecho de su hermano, y con un Dante que solo podía sonreír ante la satisfacción que sentía al tener el cuerpo del otro entre sus brazos, mientras velaba por unos minutos el sueño de este.
Para Dante no existía, ni existiría jamás, mejor pareja de baile para el, de lo que el hombre a su lado, ya lo era.