Era una mañana, con el cielo gris con nubes negras de las cuales empezaban a caer unas finas gotas de lluvia sobre los presentes, algunos llevaban paraguas otros solo se quedaban parados frente a un féretro que estaba a punto de descender para dar el último adiós. Un sacerdote daba la última bendición y alguna oración para el cuerpo que ahí yacía, había un silencio, había lágrimas, había una carga pesada en varios corazones que dolían ante tal perdida de aquel amigo, aquel amante.
En el rostro de un pelinegro que siempre se caracteriza por tener una sonrisa y comentarios divertidos hoy, sus lágrimas se perdían con las gotas de lluvia que perdía. Parecía tranquilo, parecía resignado. Querían sus compañeros de equipo apoyarlo pero sabían que ningún abrazo o palabra podría aliviar ese corazón afligido, ese corazón doloroso, ese corazón destrozado.
¿Cómo pudo suceder tal desgracia….?
Iban caminando en la calle, esos últimos días había lluvia en toda la cuidad, los pequeños canales de agua se iban llenando. El pavimento tenia agua, las llantas de los autos por momentos patinaba en aquel asfalto, los accidentes suceden cuando eso pasa. Efectivamente eso sucedió….
Aquel que pertenecía a la generación de los milagros iba caminado junto con su compañero y amante, quien hace poco se había confesado. Tuvo suerte le correspondieron aquellos sentimientos que había intentado mantener oculto, una cosa llevo a la otra el más bajo de los dos arrastro a su nuevo amante a su casa.
En la casa del pelinegro era acogedora por no decir pequeña, había un silencio, no había nadie allá. Apenas entraron en la puerta se empezaron a besar apasionadamente, sus lenguas se entrelazaban los labios se pegaban y despegaban las manos buscaban sacar aquella ropa que estorbaba.
Subieron las escaleras, la ropa era dejaba atrás a medida que subían. Las manos hacían un revoltijo en el cabello de ambos, chocaban y botaban todas las cosas a su paso, porque iban avanzando mientras se besaban desenfrenadamente. Llegaron a la puerta del cuarto del dueño de la casa, la abrieron. El pelinegro fue empujado a la cama, se monto encima aquella persona que tanto deseaba empezó a bajar hasta llegar a la entrepierna en todo el recorrido su lengua humedeció el abdomen.
Había calor, había placer, había excitación. Las respiraciones de los dos se unificaron la agitación de su cuerpo y aliento eran igual, sus cuerpos se habían fundido en una sola persona. Los movimientos de vaivén eran deliciosos, con cada entrada y salida el cuerpo de ambos quería mas sus manos querían recorrer cada centímetro de aquella piel. La desesperación de tocar era tal que removió los vendajes de sus dedos para poder sentir mejor, cada dedo lo humedecía y lo pasaba por la espalda de su nuevo amor.
Las lágrimas de placer, lágrimas de alegría caían en el rostro que estaba siendo amada, los movimientos se hacían cada vez más intensos, tan intensos que los gemidos se escuchaban más, hasta que los dos llegaron al orgasmo al mismo tiempo. Luego de hacer el amor por primera vez se quedaron recostados se besaban y abrazaban, el tiempo transcurrió, era hora de irse de aquella casa.
Ambos salieron con paraguas por la lluvia interminable de ese día, sin imaginar que iba a suceder.
Estaban a unos cuantos metros de la entrada del subterráneo, cuando un auto perdió el control de las llantas por aquella maldita lluvia que no cesaba, iban dirigiéndose hacia el pelinegro pero en un acto inconsciente o de amor el as del equipo lo empujo con fuerza…
Ya se imaginan que sucedió después…
Luego de dar el último adiós en el cementerio, regreso a aquella casa que la sentía ahora diminuta, el silencio reinaba como siempre. Subió las escaleras mientras veía el fantasma de aquel día de emoción y lujuria, eso había quedado atrás. El cuarto era más doloroso, aun se sentía el aroma de su amor, se tumbo sobre la cama en silencio ya que no podía llorar, se ahogaba en tristeza pero no podía desahogarse.
“Ahora que está todo en silencio y que la calma me besa el corazón, os quiero decir adiós, porque ha llegado la hora de que andéis el camino ya sin mí, hay tanto por lo que vivir”
En su mente solo pasaban las imágenes de ese amor correspondido, aquellas caricias, aquellos besos apasionados. Ahora solo era fantasmas del paso y nunca más las iba a volver a sentir. Poco a poco le iba cayendo un balde a agua fría que le hacía reaccionar sobre lo que en verdad había pasado. El dolor empezaba a emerger desde el interior del corazón, las lagrimas recorrían un trayecto desde los ojos a la barbilla, eran lagrimas calientes, eran lagrimas de tristeza… ya no había motivo para sonreír, ya no había motivo para vivir.
“no llores cielo y vuélvete a enamorar, me gustaría volver a verte sonreír, pero mi vida yo nunca podre olvidarte y solo el viento sabe lo que has sufrido por amarme”
Parecía que ese día feliz junto a él fue un simple sueño, una simple ilusión que había sido producto de su imaginación. Era todo tan irreal, quería dormir y no despertar para calmar aquellos sentimientos de aflicción que lo torturaban, que lo mataban lentamente. Como el frio mata a las flores, aquel frio sentimiento de no estar junto a la persona amada.
“Hay tantas cosas que nunca te dije en vida que eres todo cuanto amo y ahora que ya no estoy junto a ti te cuidare desde aquí”
Solo pensaba recostado que si él no se le hubiese confesado aquel maldito día de lluvia el no tendría que haber venido a su casa, el no debía haber muerto, el debía estar junto a él aunque no como amantes. Era mejor tenerlo solo como un amigo, en vez de que este muerto. De que le servía tener aun el sentimiento de un amor correspondido si nunca más lo iba a volver a ver, nunca más lo iba a tocar, nunca más lo iba a sentir. Todo eso era su culpa, eso era lo que pensaba…
“Sé que la culpa os acosa y os susurra al oído "pude hacer más", no hay nada que reprochar, ya no hay demonios en el fondo del cristal y solo bebo todos los besos que no te di”
“Pero mi vida yo nunca podre olvidarte
y solo el viento sabe lo que has sufrido por amarme..
ahí tantas cosas que nunca te dije en vida;
que eres todo cuanto amo y ahora que no estoy junto a ti.. “
Al fin pudieron salir unas palabras que se volvieron gritos de desesperación, llamaba con toda su fuerza a aquel amor muerto. No conseguía respuesta y su frustración aumentaba tanto que las lágrimas eran cada vez mayor que parecía que ríos se desbordaban de aquellos ojos de melancolía y sufrimiento. Parecía que empezaba a perder la cabeza…
“Vivo cada vez que habláis de mi y muero otra vez si lloráis, he aprendido al fin a disfrutar y soy feliz, no llores cielo y vuélvete a enamorar, nunca me olvides me tengo que marchar”
“Pero mi vida yo nunca podre olvidarte
y solo el viento sabe lo que has sufrido por amarme..
ahí tantas cosas que nunca te dije en vida;
que eres todo cuanto amo y ahora que no estoy junto a ti.. “
El dolor pesaba cada instante más, hasta que llego el momento que toda las energias habían sido utilizadas en esas llamadas de desesperación sin respuesta. Lo mejor era dormir para olvidarse de este infierno que vivía, para olvidar este dolor punzante en el corazón, para olvidar a al dueño de aquel cabello de color verde, para olvidar sus gafas que llevaba que eran perfectas en sus ojos, sus pestañas negras y largas, para olvidar aquellos vendajes en sus dedos, para olvidar sus locos ítems de la suerte, para olvidar mejor tirador de la generación de los milagros para olvidar a Midorima Shintaro…
“Desde mi cielo os arropare en la noche y os acunare en los sueños y espantare todos los miedos, desde mi cielo os esperare escribiendo, no estoy solo pues me cuidan la liberta y la esperanza, yo nunca os olvidare”
FIN
