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In Another Life por keny_shawol

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Notas del fanfic:

Esta idea no me abandonaba por días y terminé de escribirlo hoy. Es corto y no sé, espero que les guste. 

Cuando Minho entró en el lugar llenó de gente, los recuerdos lo inundaron. La nostalgia y melancolía se apoderaron de él, pero se obligó a sonreír como siempre lo hacía en esas situaciones.

 

 

 

Hacía años desde la última vez que se había encontrado con las personas de ese lugar. Todos estaban diferentes, tenían rostros nuevos entrelazados a sus brazos, sonrisas distintas, pero Minho pensaba que el fondo, muy en el fondo, seguían siendo los mismos adolescentes que el conoció años atrás.

 

 

 

Saludó y presentó a su esposa a algunos de sus ex-compañeros y charló lo necesario con otros cuantos. Minho no estaba del todo feliz por estar ahí y sólo había ido por una razón.

 

 

 

Kibum.

 

 

 

Recorrió entonces con la mirada el lugar, buscando al dueño de los suspiros del pasado y las sonrisas sinceras que también había olvidado.

 

 

 

¿Cuándo había sido la última vez que lo había visto? No podía recordarlo con exactitud. Pero si recordaba la sonrisa triste de Kibum y las lágrimas que habían bañado su rostro. La imagen que tenia de él lo había hecho sentir culpable la mayor parte de su vida, y esa era una de las razones por las que quería verlo.

 

 

 

Sus ojos recorrieron como locos la habitación, y cuando por fin dio con los ojos que estaba buscando todo se detuvo.

 

 

 

Todo el color había desaparecido, solo para hacer resplandecer al dueño de los pequeños y salvajes ojos. El lugar se había difuminado, pero la figura de Kibum estaba ahí, viéndose espectacular como sólo él sabía hacerlo.

 

 

 

Minho sonrió, la primera sonrisa sincera desde que había llegado al lugar. Kibum sostenía una bebida contra sus labios, pero sus ojos se encontraron por sobre encima del cristal. Los pequeños ojos brillaron y Minho sintió como si de nuevo fuera un adolescente.

 

 

 

Sintió esa sensación de adrenalina que siempre llegaba cuando Kibum y él se miraban. Jonghyun, uno de sus antiguos amigos, siempre decía que cuando ellos se miraban a los ojos parecía que una chispa estaba a punto de explotar. Minho también lo creía así, Kibum podía lograr eso y más a su persona.

 

 

 

Se perdió en él, escuchando vagamente a su esposa y a las personas a su alrededor. Minho sólo tenía ojos para él y esa risa que escuchaba hasta donde estaba. Todo perdió sentido, Minho solo quería ir ahí con él. Quería respirar el mismo aire y sonreír por las mismas bromas. Quería sostener sus manos una última vez, sólo una vez más. Él daría todo por hacerlo.

 

 

 

Cuando Kibum rió por algo que él desconocía, Minho no lo pensó dos veces, encontró con los ojos de Kibum con su mirada y señalo a la puerta que llevaba a algún lugar desconocido. Kibum asintió, casi imperceptible y lo observó disculparse con las personas a su lado.

 

 

 

Minho hizo lo mismo, se disculpó suavemente con la mujer y besó su mejilla pidiendo otra disculpa silenciosa. Estaba a punto de encostrarse con su ex-pareja, eso significaba muchas disculpas silenciosas y grande culpabilidad después. Pero lo último que Minho quería era pensar en eso. Solo quería unos minutos en compañía de Kibum.

 

 

 

—Pero, Minho. —Ella replicó con una mueca y su pequeña y delicada mano apresando su muñeca. —No conozco a nadie aquí. Me siento un poco tonta.

 

 

 

—Estarás bien. —Minho sonrió para tranquilizarla. —No tardaré. Lo prometo.

 

 

 

Minho se alejó antes que ella pudiera replicar y avanzó a pasos rápidos la estancia. Y cuando sus pasos estuvieron a la altura de los de Kibum, su mano encontró el camino hacia la de éste. Cuando Minho sintió los dedos de Kibum entrelazarse con los suyos, todo volvía a estar bien de nuevo. Como en los viejos tiempos.

 

 

 

Sus pies lo llevaron hasta un pequeño, pero espacioso jardín. Estaba oscuro y solitario y Minho agradeció por eso. Nunca soltó la mano de Kibum, estaba demasiado feliz y cómodo con ese gesto que no quería perderlo tan pronto.

 

 

 

—Estás aquí. —Esas fueron las primeras palabras que abandonaron su boca. Quería decir más, quería decir cuánto lo había extrañado o la forma en que su corazón aún latía rápidamente por su cercanía, pero nada de eso era correcto. No lo era ahora, no ese momento.

 

 

 

—Estoy aquí. Estás aquí. —Kibum sonrió, de esa misma manera que Minho amaba. Los pómulos de Kibum se alzaban y su boca formaba esa esplendida sonrisa. —Es bueno verte, Minho.

 

Entonces Kibum lo abrazó. Y Minho no pudo evitar la sonrisa que se extendió en su rostro.  Era como volver a su adolescencia, cuando los abrazos de Kibum eran cosa de todos los días. Y ese abrazo no era diferente. El cuerpo de Kibum aún encajaba a la perfección contra el suyo. Y Kibum aun desprendía un agradable olor a coco y verano.

 

 

 

—Estoy feliz de verte también, Kibum.

 

 

 

Él hubiera dicho ‘amor’ o ‘bebé’, pero eso no estaba permitido ahora. Aun así los ojos de Kibum brillaron cuando reconoció su nombre y Minho quiso besarlo justo ahí. Como en los viejos tiempos.

 

 

 

—No es incómodo como creímos que seria, ¿Cierto?

 

 

 

No lo era, Kibum tenía razón. Minho había soñado con ese momento cientos de veces, pero ninguno fue como eso, con Kibum entre sus brazos y sonriendo como si nada hubiera pasado. Como si los últimos años jamás hubieran pasado sin ellos juntos, como si la pelea jamás hubiera sucedido.

 

 

 

—Estás diferente. —Su manó viajó entonces al cabello de Kibum. Seguía siendo sedoso, pero el color era diferente. Le gustaba más. —Pero aún sigues siendo el pequeño Kibum. —Sonrió, inconsciente. —Mi pequeño Kibum.

 

 

 

—No soy un niño, Minho. —A pesar del tono de sus palabras, las comisuras de los labios de Kibum se elevaron suavemente.

 

 

 

—No, no lo eres. —Minho susurró ajeno a todo lo que no era la persona frente a él.

 

 

 

Kibum no era un niño más, ni tampoco era el adolescente del que siempre estuvo enamorado. No era el Kibum que rogaba por ver películas de terror y que después se escabullía a su cama.

 

 

 

Era el mismo y la vez diferente. Y Minho se sorprendía por la forma en que su corazón aún latía un poco más rápido cuando estaba con él.

 

 

 

—¿Cómo está el señor Choi?

 

 

 

Él sabía que sólo nombrar a su padre, traía malos recuerdos. Pero Kibum era diferente ahora, y hablar de la persona que hizo que su relación terminara, ahora no le afectaba de la misma manera en que lo hacía antes.

 

 

 

Lo decepcionó y alegró de la misma manera. No había rastros de lágrimas y ojos rojos, Kibum no estaba suplicando y su corazón no se estaba rompiendo de la misma manera que años atrás.

 

 

 

«El tiempo mata el dolor» Su madre lo había dicho cientos de veces, pero Minho jamás creyó que pudiera ser cierto. Pero ver a Kibum de nuevo, ver la sonrisa que siempre había amado, entonces lo hacía pensar que podría ser cierto.

 

 

 

—Él está bien. —Acarició con el pulgar la mejilla de Kibum y acercó solo un poco su rostro. —Ha pasado mucho tiempo, pero sé que aún te debo una disculpa. Lo siento mucho, Kibum.

 

 

 

Kibum frunció el ceño y después negó con la cabeza.

 

 

 

—No tienes porque. Hiciste lo que creíste correcto.

 

 

 

Pero la verdad fue otra y Kibum lo sabía, Minho estaba seguro. Fue la cobardía lo que le hizo cometer el error del cual se arrepentía todos los días. Fue el miedo a su padre, fue la poca confianza en él, fue todo lo que no pudo ser para Kibum.

 

 

 

—Pero no fue así. —Acunó el rostro de Kibum como siempre lo hacía cuando quería decirle algo importante. —No fue lo correcto. Kibum, perdí lo más importante en mi vida; tú.

 

 

 

Perdió a Kibum, perdió el amor que solo podía tener con él.

 

 

 

Y cada minuto se arrepentía.

 

 

 

Kibum sonrió y Minho lo amó un poco más. Kibum podía ser caprichoso ante otras personas, pero el Kibum que él conoció se preocupaba por otras personas antes que él.

 

 

 

—Es pasado ya, Minho, déjalo atrás. —Él tomó las manos de Minho, alejándolas de su rostro y simplemente sosteniéndolas. —Te perdoné tiempo atrás.

 

 

 

Minho no podía hacer eso. No podía simplemente dejar el pasado atrás porque era algo que siempre lo perseguiría. Toda la vida.

 

 

 

Y Kibum era un ángel. Era el ángel que había dejado marchar. Después de lo mucho que Kibum sufrió, Minho pensó que la vida estaba siendo justa; era su turno para sufrir y vivir con eso.

 

 

 

—Al menos aún quedaran los recuerdos.

 

 

 

Minho podía recordar cada momento con él. Desde las peleas que terminaban en reconciliaciones entre besos y abrazos, hasta las veces que Kibum y él escapaban del instituto.

 

 

 

Kibum había sido rebelde, caprichoso y espontaneo y llevó a Minho a lugares que jamás hubiera imaginado y lo había hecho descubrir partes de él que desconocía. Kibum lo había cambiado.

 

 

 

Aún tenía esos sueños en donde ellos aún era pareja, en donde aún tomaba la mano de Kibum y besaba sus bonitos labios. En sus sueños el cuerpo de Kibum aún estaba entrelazado al suyo al dormir y aún podía sentir su dulce respiración.

 

 

 

En los sueños los besos sabían a café, dulce y Kibum. Pero cuando despertaba la realidad lo atrapaba bajo su manto oscuro y tosco y la persona que tenía a su lado no era Kibum. Era cierto, no estaban juntos y a Minho aún le costaba creerlo.

 

 

 

—Aún quedan los recuerdos. —Kibum susurró, su mirada perdida y su boca sonriendo. Perfecto y lindo como siempre.

 

 

 

—Aún te amo como el primer día, Kibum. —De nuevo sus manos acunaron el rostro que tanto quería. —Siempre lo haré.

 

 

 

Y entonces miró a los ojos de Kibum, esos pequeños y salvajes ojos que había aprendido a leer. Por un momento sus ojos confesaron todo ese amor que Kibum un día juró tener, por un momento un Kibum cinco años menor estaba frente a él.

 

 

 

Cuando miró a sus pequeños ojos, Kibum sonrió. La tímida y encantadora sonrisa de siempre. Y entonces Minho no pudo soportarlo más. Sus labios encontraron el camino nunca olvidado hacia los labios de Kibum y los acarició suavemente como el último beso que era.

 

 

 

Era aún mejor de lo que recordaba. Y aún tenía su mezcla favorita: café, dulce y Kibum. Se sintió como el cielo y Minho lo saboreó con la punta de los dedos, rápido y guardándolo para siempre en su memoria. Esos cálidos labios se separaron lentamente de él, y sus ojos favoritos parpadearon y parpadearon.

 

 

 

Kibum sonreía, pero se estaba alejando de él. Por un momento Minho regresó a esa época que tanto guardaba celosamente.

 

 

 

—No podemos hacer esto, Minho.

 

 

 

Asintió, sin estar de acuerdo. Él quería hacerlo de nuevo y otra vez y otra vez y una vez más. Pero Kibum tenía la razón, no podían hacerlo porque dentro del salón había una chica esperando por él.

 

 

 

—Quería hacerlo una última vez. —Confesó y antes que pudiera decir otra cosa, un móvil sonó y vio a Kibum registrar entre sus bolsillos. Frunció el ceño, mientras dejaba el móvil de nuevo dentro y lo miró a los ojos.

 

 

 

—Era Dongwoon, mi pareja.

 

 

 

Asintió, sin hablar. Había escuchado de alguien que Kibum tenía una pareja, pero que él lo reconociera era aún más doloroso.  

 

 

 

—Ve con él. —Esas simples palabras dolieron más de lo que debería y sabía perfectamente la razón.

 

 

 

Kibum se marcharía para siempre de su vida. Y dolía demasiado para soportarlo.

 

 

 

—Me hizo feliz verte una vez más, Minho. —Kibum besó suavemente su mejilla y Minho respiró una última vez su aroma. Aún seguía siendo coco. —Cuídate.

 

 

 

El cuerpo delgado de Kibum le dio la espalda y Minho comenzó a sentir la pérdida. Por un momento quiso llamarlo, escuchar una última vez su voz, besar de nuevo su boca, escuchar su risa. Lo quería otra vez.

 

 

 

Pero no podía ser.

 

 

 

—¡Oye, Kibummie!—Usó ese sobrenombre que tanto le gustaba y odiaba a la vez. Kibum dio la vuelta y Minho bebió una última vez su sonrisa. —Tal vez en otra vida.

 

 

 

Tal vez en otra vida no seré cobarde, pensó. Tal vez en otra vida él pudiera amarlo por el resto de la eternidad.

 

 

 

Kibum rió antes de contestar.

 

 

 

—Tal vez en otra vida, Minho… tal vez. 


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