Le Odiaba, realmente Le Odiaba.
Él siempre fue un tipo insolente, arrogante, egoísta, ególatra e idiota. Pero no era por ninguna de esas razones que le odiaba, pues si bien, eso podía crisparle los nervios a cualquiera, la razón de su odio hacia el moreno era una, muy simple; con nombre y apellid0: Sakurai Ryo.
Cuando Wakamatsu lo vio cruzar el portón de la escuela por primera vez, se enamoró de él. Cuando lo vio entrar en uno de los salones de primero, se emocionó como niño en navidad. Pero… cuando lo vio entrar en el gimnasio preguntando por su capitán, aquel sentimiento de clara coincidencia se apoderó de él. Que se le cruzara a cada rato era simplemente cosa del destino. Entonces se propuso que sería para él costase lo que le costase.
A Wakamatsu solo le bastó una mirada para quedar prendado del castaño de brillantes ojos cafés, ¿Era eso lo que llamaban amor a primera vista? Pues, no sabía. Pero aquel sentimiento que crecía dentro de él se le acercaba.
Tal vez era su estilizada figura, sus bellos ojos color chocolate, su contorneo al caminar o sus adorables facciones parecidas a las de un niño pequeño, las que le hechizaban a tal punto de que se veía demasiado hermoso a sus ojos. Y es que al rubio todo le parecía perfecto proviniendo de Ryo… ¡Si hasta su maña de disculparse de todo le hacía delirar!
El día en que Aomine cruzó por primera vez la puerta del gimnasio poco le importó. El moreno hizo una entrada tan llamativa, muy digna de él. Pero en ese momento se ganó una severa mirada del rubio, que no se cargó de ira sino hasta ver a su pequeño amor suspirar por el de cabellos azules.
-“Es un arrogante” – fue el pensamiento general.
Pero esa ira solo quedó en eso.
El verdadero odio nació al notar la mirada llena de emoción, devoción, y por sobre todo, amor que Sakurai le dedicaba al verlo pasar. Todas aquellas reacciones no pasaban desapercibidas ante sus ojos.
Envidia.
Eso fue lo que sintió… quizás era un sentimiento tonto y egoísta por su parte, pero si de algo estaba seguro Wakamatsu, es que quería que esa mirada fuese dedicada a él… ser el dueño de aquella devoción. De aquel sentimiento.
Junto con aquella envidia otro sentimiento surgió en él… competencia.
Wakamatsu se planteó la idea de que tenía que ganarle, costase lo que le costase. Pues quizás al hacerlo, se ganaría el respeto, amor, admiración y una gama de sentimientos más, provenientes del de ojos almendra. Por Sakurai, por él lo haría, por él lucharía contra el resto del mundo. No importaba si por él debía ganarle en un One-on-One al moreno. No importaba el esfuerzo y el dolor físico con cada entrenamiento.
Por desgracia no importaba cuántas veces lo intentó… nunca lo logró.
- ¿Qué eres? ¿Su madre? ¡¿Por qué lo haces, Sakurai?! – le cuestionó evidentemente enojado, luego de que el día anterior lo sorprendiera entregándole el almuerzo al de ojos azules.
Inevitablemente los celos ya habían salido a la luz. Pero el rubio no podía evitarlo, su decepción ya comenzaba a ganarle terreno, desbordándose como el agua en un recipiente.
- Lo-lo siento, Wakamatsu-san –comenzó a decir el chico del cabello marrón, realizando repetidas reverencias.- Aomine-san me lo pidió, y yo, no me pude negar.
- ¿Ah? –levantó una ceja incrédulo - Entonces si te lo pido ¿Me traerás el almuerzo a mí también a diario?
- E-eso… es… distinto.
Wakamatsu iba a refutar, pero una nueva y varonil voz lo calló antes de siquiera pudiera abrir la boca.
- Ryo~ -escuchó canturrear- Date prisa ¿Quieres? Tengo hambre y a este paso me comeré mi zapato- el as de la Kiseki no Sedai se acercó lentamente. - ¿Eh? ¿Wakamatsu? – lo escaneó a detalle con esa típica mirada de superioridad- ¿Qué necesitas?- cuestionó molesto.
- Contigo, nada… Estoy hablando con Sakurai – respondió tajante.
- Pues sea lo que sea, puede esperar – rodeó el hombro del más bajo con su brazo- Vámonos Ryo.
- ¡H-Hai! – asintió el más bajo comenzando a caminar a lado de Aomine– Lo siento y permiso – hizo una reverencia antes de seguir al moreno.
El rubio les vio marcharse, pero justo unos pasos después, Aomine se detuvo e inclinó el rostro para besarlo… suave… tierno… despacio… justo como él soñaba hacerlo y ahora sabía que jamás lo iba a lograr.
- Aomine-san – reclamó el castaño, rojo hasta las orejas.
- Daiki, me llamo Daiki… llámame así- le corrigió y beso nuevamente, logrando otro rubor aún más fuerte que el anterior. – Jeje, te ves tan lindo sonrojado, Ryo – y otro beso, aunque esta vez, un poco más demandante – me dan ganas de comerte. – soltó comenzando a reír ante el rostro cargado de asombro y vergüenza de Ryo.
Wakamatsu se quedó en su lugar, de pie…. imperdurable… parecía una estatua, una con el corazón roto. Lo sabía, siempre lo supo, no tenía, corrección: nunca tuvo una oportunidad con Ryo. No desde que el castaño miró a ese peli-azul entrar, enamorándose como Wakamatsu lo había hecho de él. Qué idiota se sintió al creer que lo lograría… Al conservar una ilusión.
Se hizo mil y un castillos en el aire.
- Ahh – suspiró- Lo peor de todo es que se ve feliz- Y sin notarlo y sin siquiera poderlo evitar… una solitaria lágrima rodó por su mejilla.