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The dog and sirvient por Mask Matt

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Notas del fanfic:

Death note ni los personajes me pertenecen, sino a sus respectivos dueños.

Disfruten y espero opiniones.

¿Les gusta o no? ¿Lo odian, lo aman? :33 haganmelo saber con RR :33

Notas del capitulo:

Un ligero cambió en el fic para los que ya lo leyeron y los que no, espero les guste.

Se encontraba corriendo por las extensas calles sin siquiera mirar atrás, no quería, no podía. Era un gran riesgo parar esa increíble velocidad que hacía mucho no había podido lograr, una gran sorpresa para el joven. El cigarro vaya que lo limitaba mucho pero no por eso lo dejaría o no después que saliera de esta.

Llegó hasta una esquina en donde solo por reflejo dio la vuelta, no estaba cansado, no en ese momento, aunque si algo agitado. Sus piernas casi no las sentía a excepción del dolor recorriendo su largo, no estaba hecho para correr, para nada.

Sin detener su marcha fue cuando vio un callejón a lo lejos, justo lo que necesitaba. Acelero el paso sin importarle que quizás pudiera caerse con los tantos obstáculos, pero por la adrenalina los esquivaba de manera ágil, poco a poco esa alteración se iba alejando de su cuerpo, estaba a pocos pasos de conseguirlo, a pocos pasos de que escapará de esa y así fue. Se perdió entre la obscuridad que había en ese callejón, al parecer desolado, tratando de regular su respiración agitada, mucho le había costado deshacerse de aquellos tipos como para arruinarlo.

Espero unos minutos que se fueron haciendo eternos, asomó la cabeza muy apenas para revisar los dos lados, esperando que los haya perdido. Estaba casi seguro de ese hecho, iba a salir, pero al divisar uno de esos hombres bajar de un auto negro, que justamente se había detenido frente al callejón, desistió.

Regresó sobre sus pasos, caminando por el dichoso lugar al que fue a parar, no veía casi nada, pero conforme iba avanzando, los tenues brillos de luna iban iluminando aquel lugar. Veía con prisa todas direcciones, no era momento para relajarse y apreciar la vista, no, tenía que escapar.

¿De quién? Pues resulta que hace unas semanas atrás estaba feliz en su casa, hackeando varias cuentas del banco al azar, sin siquiera pensar en las consecuencias que le traería ese hecho, pues según él, no eran muchos los que encontraban con tanta facilidad a sus presas como lo hacía el mismo, pero esa respuesta era errada. Ahora estaba sudando y casi quedándose sin aire por un maldito rico caprichoso, que gracias a su capacidad -debería reconocer- muy alto y siendo bastante inteligente, listo y acertado, logró encontrarlo.

—Maldición…— mascullo de inmediato viéndose en una situación poco agradable; no había lugar a donde huir y al final de aquel callejón se encontraba otro auto negro, volvió su vista atrás, ahí seguía el otro auto. —Es interesante— sonrió para sí mismo al tiempo que uno de los hombres lo apuntaba con una pistola y se acercaba lentamente. Alzó ambas manos hasta su nuca sin dejar esa sonrisa que de la nada se había formado en su rostro.

—Vaya, vaya. ¿Tú eras el que robo esa cantidad verde? — dijo uno de los grandulones que salía del vehículo apenas. —Para tu buena suerte, no te mataremos. El joven quiere verlo.

¿Joven? ¿Acaso se referían al chiquillo consentido de esa familia? Seguramente.

—Esperaba algo así. — dijo el pelirrojo que ni se inmuto ante aquello, estaba con tono tranquilo y relajado, algo así había previsto.

Que el consentido quisiera saber quién era el responsable, que quizás y quería castigarlo, torturarlo el mismo o simplemente ordenar eso y ver como lo iban matando lentamente. O eso pensaba el chico de ojos color verde esmeralda.

Sin siquiera ejercer fuerza, fue llevado hasta el carro frente a él, sentado en la parte trasera y con dos hombres en ambos costados. Incómodo, eso era en lo único que pasaba por la mente del chico, estaba bien eso de que lo llevarían pero tenerlos tan cerca le parecía absurdo, si quisiera huir lo habría hecho, es verdad que no pensaba que lo descubrirían pero siempre era precavido por si acaso.

Ni siquiera podía ver por las ventanas, ya que estaban siendo tapadas por sus acompañantes, no iba a decirles algo como “Deja ver” o por el estilo, quizás y eso solo lograría que lo golpearan un poco, además de que era evidente que no quería que supiera el camino, se lo iba a memorizar para cuando intentará escapar, no sería bueno, no para ellos.

Pasaron como dos horas y aún no llegaban a su dichoso destino por lo que comenzó a preocuparse el pelirrojo, ¿tan lejos vivía? No, no podía ser eso. Al último de seguro decidieron deshacerse de él por otros medios, eso debía ser. “Yo que solo quería una vida tranquila… sí, claro.” Se distrajo unos segundos en sus pensamientos, en ese momento el coche se detuvo, haciendo que volteará hacía los lados pudiendo apreciar que se habían detenido en un gran jardín, enorme y hermoso.

—Desde aquí iras solo. — uno de los guardias salió del lado derecho, dejando la puerta abierta para que seguido este saliera. Al notar que el delincuente lo miraba extrañado se apresuró a aclarar su posible duda. —Solo te quiere a ti, no a nosotros. Ordenes son órdenes.

El chico solo asintió, saliendo rápido y quedando sorprendido ante lo que sus ojos veían; árboles y flores muy bien cuidados, estaban a los costados del camino que daba en dirección a la casa pequeña, una fuente al lado de esta y con unos caminos que daban a el pasto, las flores, en si el jardín, haciendo que el agua recorriera esos caminos y así era como regaban las plantas. Simplemente una imagen muy hermosa a comparación de las casas de la ciudad.

¡Claro! Por eso mismo se habían tardado tanto, estaban fueras de la ciudad, quizás eso les pareció mejor; salir de la delincuencia que se vive día con día y que claramente este hermoso lugar no duraría ni siquiera un día sin estar intacta. Siguió embobado con aquel hermoso lugar, no le importó cuando escuchó el carro arrancar e irse alejando de donde estaba, no le importaba nada en ese momento ni siquiera se había percatado de que alguien se acercaba desde atrás hacía él.

—Con que tú eres Mail Jeevas.

El pelirrojo quedo petrificado en su lugar, sin siquiera mover ningún musculo. Sabía su nombre, ¿Cómo? ¿Quién? ¿Acaso era ese niño engreído y mimado que lo había llamado?

El ambiente estaba silencioso, pacifico, adornado con los bellos cantos de los pájaros que revoloteaban de un árbol a otro, pero aun así era incomodo, mucho más que estar con dos gorilas a los lados, mucho, mucho más que eso.

Volteó su rostro lentamente, mostraba un semblante tranquilo y despreocupado, por dentro estaba nervioso y se sentía sumamente indefenso. Debía de ser fuerte en ese momento, quizás y en un descuido del mocoso ese, podría irse corriendo… tal vez no. Suspiró cansado, viendo la figura que se encontraba de pie y masticando una barra de chocolate con clara irritación y diversión en su rostro.

—Tal parece que te comieron la lengua los ratones.

*Crush* otro mordisco a su barra.

Veía con detalle a ese chico que simplemente había llamado su atención de la forma en que vestía; un chaleco negro de cuero y unos pantalones del mismo material, ajustados, haciendo notar la excelente y deseable figura que poseía, unas botas cortas, muy de su propio gusto y un rosario colgando de su cuello.

*Crush*

No parecía el típico niño de papi, no, era muy diferente.

*Crush*

Subió la vista encontrando dos ojos azules realmente hermosos, combinaban a la perfección con su piel blanca y su cabellera dorada larga que llegaba hasta sus hombros con un flequillo, sino fuera muy observador diría que parecería una mujer de no ser también por cómo se viste y el tono de su voz.

*Crush*

— ¡Contesta! ¡Deja de verme tanto!

— ¿Ah? — Ese grito de parte del chico, hizo que dejará de verlo tanto, ciertamente su apariencia lo había distraído.

—Idiota. — comenzó a caminar en dirección al pelirrojo, una sonrisa poco a poco se iba ensanchando en su rostro. —Trabajarás para mí, quieras o no.

Al final ambos cuerpos quedaron a poca distancia que los separaba, Mail estaba extrañado, ¿Trabajar? ¿Para él? ¿En serio? No entendía bien todo lo que pasaba pero no se iba a dejar por ese chico que apenas ha visto y ni siquiera conoce.

—Sí, claro niño. — Sonrió divertido al tiempo que se iba alejando del rubio de espaldas, después de cierta cantidad de pasos, le dio la espalda y comenzó a caminar viendo los alrededores, sin prestar atención al chico detrás, que se encontraba con el ceño fruncido y sus labios apretados haciendo una mueca.

Realmente el lugar era muy grande, demasiado hermoso y muy cómodo, fácilmente el ambiente era liviano, demasiado, quizás y si se regresa a la gran ciudad, terminaría ahogándose con la contaminación del lugar. Seguía observando, olvidando por completo al chico de hace unos segundos atrás, no le importaba, no le desagradaba pero simplemente no iba a cumplir con sus caprichos.

Siguió caminando hasta quedar enfrente de la puerta principal de la casa, le pareció extraño que teniendo tan grande jardín, la casa fuera muy pequeña o más bien de tamaño normal. Se mantuvo viéndola cuando de pronto alguien llamó su atención.

—Es mi casa y de ahora en adelante serás un simple sirviente más. — era el pelirrubio que caminaba a un lado del pelirrojo, llegando a la puerta, para de inmediato abrirla y entrar, dejando a Matt con las cejas levantadas e intrigado.

Sin saber el porqué, simplemente caminó entrando a la casa, pues aquel chico no había cerrado la puerta detrás de sí, lo que significaba que lo invitaba a entrar o eso creía. Apenas y pudo observar unos cuantos muebles, cuando de la nada su vista se oscureció, causado por unas prendas que se le fue lanzado.

— ¿Qué? — rápidamente las retiro de su cara, viendo estas; un traje de sirviente, color negro, una corbata color rojo y una camisa blanca. — ¿Y esto?

Alzó la mirada encontrando enfrente de él al rubio, cruzado de brazos y suspirando ante su pregunta.

—Creí que eras más listo. — sonrío muy apenas, siendo rápidamente cambiada a una expresión seria y calculadora, analizando por completo el cuerpo contrario.

Comenzó a moverse aquel chico blondo, caminando hacía la sala, donde prendió la televisión de plasma y seguido tomo asiento en uno de los sofás, sacando de uno de los bolsillos de su pantalón, una barra de chocolate.

—No trabajaré para ti. — dijo el pelirrojo al notar a que venía eso. Aventó el traje a un costado, dispuesto a marcharse de ese lugar.

Vio por última vez al chico que no había hecho caso a lo que había mencionado, de hecho se le veía demasiado relajado y ensimismado, cosa extraña pero decidió solo ignorar eso. Se volteó hacía la puerta y decidido comenzó a caminar hacia ella.

—No podrás salir, recuerda de quién es esta casa, por lo que yo mando y decido quién sale y quién no. — degustaba de su deliciosa barra de cacao, sin siquiera molestarse en ver a Matt.

El pelirrojo solo lo ignoró y coloco su mano en la manecilla, dispuesto a abrirla, aunque está no giraba en lo más mínimo. Ejercía más fuerza y el resultado era igual, estaba cerrada y tal parecía que no iba a poder irse si seguía así. Bufó algo molesto, no podía quedarse ahí, menos trabajando para ese malcriado.

—Te lo dije.

Matt rodo los ojos, estaba harto de tener que soportar a ese rubio, se volteó y camino hasta la sala, colocando ambas manos en las bolsas de su sudadera roja. Una vez estaba frente a frente con él, se sentó en la mesa que estaba justo enfrente del sofá donde estaba, con las piernas cruzadas y encima de la mesa, sin haber retirado sus manos de las bolsas.

—Mira tengo que irme, abre la puerta.

—Tú me debes dinero.

—No te debo nada.

—Claro que me debes o acaso ¿se te olvidó la cantidad que robaste de MI cuenta?

—Agh… eso. — Matt lo había olvidado por completo, si estaba en ese lugar era por robar dinero, justamente estaba en más problemas. —Luego te lo pago.

—Genial, entonces te quedarás. — le dio una mordida a su dulce mientras subía ambas piernas a la mesa, estando muy cerca del pelirrojo, haciendo que este retrocediera. — Ahora quítate, no me dejas ver el programa.

— ¡Oye!

—En unos momentos viene Watari y te llevará a tu pieza.

Suspiró y se bajó de la mesa, dirigiéndose hacia la cocina, tenía hambre y más porque tuvo que correr, gracias a los gorilas de ese chiquillo. Pensó por unos momentos que se le negaría comer, pero no fue así, agarró unas cuantas frituras y uno que otro postre y regresó a donde estaba Mello. Se sentó al lado de este, comiendo y viendo aquel dichoso programa.

Al ver de re ojo, pudo notar que su compañero seguía comiendo chocolate, de una manera muy peculiar. Lo observó unos minutos más, la forma en que paseaba su lengua con aquel chocolate, deleitándose y saboreando hasta el más mínimo tramo, hizo que algo en él comenzará a despertar.

“¿Qué mierda?”

Rápidamente dirigió su mirada al frente, tratando de olvidar aquellos movimientos y relajando su cuerpo, no sería buena idea si un problema se hiciera presente y menos por una cosa tan ridícula. Una leve risita se escuchó muy apenas, era de Mello quién había notado al pelirrojo viéndolo.

—Vaya, no sabía que fueras precoz. — se burló un poco, ya se había terminado su chocolate y eso hizo que el pelirrojo se sintiera aliviado, pero eso no duró pues de inmediato saco otra tableta.

—No molestes. — un leve sonrojo se notaba en sus mejillas y por como seguía riendo Mello, seguro que le parecía divertido.

Pasaron unos cuantos minutos y ambos quedaron en silencio, Mail se sentía un poco aburrido, no sabía qué hacer. Se dispuso a revisar sus bolsillos en busca de algo que seguro le ayudaría a entretenerse y esperaba que lo tuviera; su preciada consola, PSP.

Para su buena suerte la traía consigo, la prendió entusiasmado, sin notar al rubio que lo miraba algo molesto. Comenzó a jugar y un sonidito que venía de la consola iba llenando el espacio silencioso.

—Deja eso. — dijo Mello muy apenas sin dejar de comer.

— ¿Ah? — siguió jugando sin prestar mucha atención al chico.

Justo cuando estaba intentando pasar al último nivel, se le fue arrebatado el aparatito y seguido fue lanzado hacía el suelo, haciendo que la pantalla se rompiera, dejando a un Matt petrificado y viendo como su preciado juego se iba a la mierda.

— ¡¿Por qué cojones hiciste eso?! — se levantó encarando al contrario, cara a cara a poca distancia. — ¿Sabes cuánto me costó pasar ese juego? ¿Cuánto tiempo? — estaba realmente enojado, no permitía que nadie tocará su PSP y ahora menos viniendo de un extraño.

—Es tu culpa por ignorarme. — Mello estaba más que tranquilo e incluso le pareció gracioso que se enojará por esa pequeñez.

Los dientes de Matt rechinaban, había pasado la línea, se marcahría de ese lugar a como diera lugar. Aunque ahora que lo pensaba mejor, no sería mala idea seguir con su trabajo de hacker desde adentro. Ensancho una leve sonrisa, viendo al rubio, que lo miraba con una ceja arqueada.

El rubio sabía que ese cambio de expresión no era del todo bueno, ese pelirrojo era muy listo, demasiado.

Este bastardo…

Dio una última mordida a su chocolate, acabando por completo su cacao, se levantó con toda la paciencia posible para no moler a golpes a ese nerd, caminó hacía unas escaleras y antes de comenzar a subir por estas, se volteó ligeramente en dirección a Mail.

—Te espero en mi cuarto. 

Estando el pelirrojo a solas, comenzó a observar la sala. Era confortante aunque ahora que lo pensaba, demasiado tranquilo y no había vuelto a ver a los subordinados, además ¿Dónde estaban los padres de ese chico?

Ese chico… Mierda, no le había preguntado su nombre y él si sabía el suyo. Si de por si era difícil encontrar de dónde provenía el ladrón, saber su nombre, ya es mucho más increíble, ese pequeño no era tan mimado y consentido como creía, tenía más capacidad que una persona normal. Debía tener cuidado.

Suspiro y se estiró un poco, no sería mala idea revisar los demás rincones de esa casa. Sin más se encaminó a las escaleras, subiendo con mucha lentitud, odiaba hacer ejercicio. No solo lo había hecho correr, romper su preciado juego, también subir escaleras que era mil veces peor y todavía de alguna forma lo estaba obedeciendo.

Cabrón…

En unos minutos había llegado hasta el segundo piso, había un largo pasillo y en cada lado una puerta, en total había tres. Suponía que sería el baño, un estudio y el cuarto del niñito.

Camino tranquilamente a la primera puerta, iba a abrirla pero no fue necesario ya que se abrió rápidamente y una mano sujetó su ropa, tirando de esta y forzándolo a entrar, eso le sorprendió. Había entrado por la mala, ya que había caído al suelo, boca abajo y ganando un doloroso golpe en su mentón.

—Eres un lento. — esa voz, que fastidio.

Se levantó lentamente mientras seguía resintiendo el golpe, sus ojos volaron por toda la habitación. Las paredes eran de un color amarillo canario, unas cortinas color blanco muy bien cuidadas y lo demás, ni se diga; una cama pequeña, un librero grande que tapaba una pared completa y un escritorio con una computadora.

— ¿Será mi cuarto? — sonrió mientras caminaba en dirección a la ventana. No tenía malos gustos, aunque era demasiado alegre para él.

La vista por la ventana era hermosa, más bien el jardín que tenían a los alrededores era esplendido. 

—No seas imbécil.

Ignoró por completo aquel insulto, estaba viendo algo hermoso y ese blondo no se lo arruinaría. Unos insultos más fueron escuchados por la habitación o al menos eso creía, pero después de unos cuantos minutos, todo estaba en silencio. Extrañado, el pelirrojo volteó su vista a la cama, no estaba aquel chico.

— ¡Jeevas! — el mencionado dio un leve brinco, ese grito le había destruido un oído, le había gritado muy cerca. El rubio sonrió, era un idiota de primera, el primer idiota que robaba de su cuenta, claramente no sabía con quién se metía. —Ten. — estiró su brazo junto con unas prendas.

Matt arqueo la ceja, dudando pero aun así agarró lo que le daba.

—Póntelo… Empezarás tu trabajo en este cuarto, limpiarás.

¿Limpiar? Sí, claro.

—Claro, claro… Si me permites unos segundos… para cambiarme. — movía su mano como un abanico, después  dejó la ropa en la cama y sus manos se deshacían de su sudadera.

El oji azul pestañeo un par de veces, era su imaginación o ese chico tenía agallas y muchas. Cuando decidió responder por su falta de respeto, el pelirrojo ya iba quitando su playera, dejando ver un poco de su piel; era blanca, muy blanca y hermosa, se veía que estaba tersa y a la vez suave.

Se cruzó de brazos y se mantuvo en su lugar, viendo como la última prenda de la cintura hacía arriba, dejaba de ser estorbosa y contemplaba el torso del chico, era delgado pero estaba marcado. No era un debilucho pero si era un flojo, mira que tardar tanto en subir unas escaleras que no tenía más de veinte escalones. Cerró sus ojos con calma, la imagen que había presenciado hace segundos, seguía en su mente con mucho detalle.

— ¡Ey! ¿Qué es esto? — abrió lentamente los ojos, viendo como le enseñaban a pocos centímetros de su cara un vestido de sirvienta, ahora que lo recordaba, había sido su idea molestar a Mail. — ¡No me pondré eso! ¿Qué eres? ¡¿Una clase de depravado?!

—Dame un respiro… Es tu uniforme, como no quisiste ponerte el primero que te di, creí que tenías esa clase de fetiche con tu vestuario de trabajo.

—Es porque no piens- B-Bueno… Te debo dinero, así que…— aventó la ropa en la cama. Seguía viendo al rubio frente  a frente. — ¿Me darás el otro uniforme?

—Mhn… No, ese te quedará bien. — sonrió con malicia. —Seguro que causarás envidia a las demás empleadas.  

Matt se sintió ofendido, aunque de cierta forma le daba igual, se limitó a corresponder la sonrisa que le había dado, provocando que el rubio borrara la suya de inmediato y saliera sin dirigirle la mirada.

Una vez estaba en el cuarto sin nadie más, comenzó a quitarse las demás prendas para ponerse las de su supuesto trabajo. Estando ya arreglado, salió del cuarto y se apresuró a ir a las demás habitaciones, seguramente por ahí tenía una computadora que diera con los datos personales, ya que el de su cuarto estaba vacío, sin una pisca de evidencia y eso lo hizo interesarse aún más. Si lograba encontrar lo que quiere alimentaría su ego y destruiría otro. No era muy su estilo pero esa era una excepción.

Con paso lento y cauteloso se aproximó al siguiente cuarto, observando constantemente el pasillo junto con los alrededores. Nadie, eso podría ser genial, no tenía señal de ninguna muchedumbre o de su actual “jefe”, en un rápido movimiento abrió la puerta y se adentró en la obscuridad.

Entrecerró los ojos, intentando adaptar estos de la negrura del lugar, aunque no le era muy efectivo, ni siquiera lograba encontrar un interruptor y mucho menos la ventana que se suponía tenía que estar justo enfrente. Un cuarto por completo cerrado, eso era lo que tenía en mente, podría ser un tipo de almacén, por eso estaba en esas condiciones aunque tanto para no tener una ventana… no podría ser.

Camino lentamente por el lugar, buscando con sus pies y manos algún obstáculo que le impidiera seguir y evitando que se tropezara con algo. Poco a poco fue abriendo más y más sus ojos, cuando de repente una puerta de la cual no conocía que estaba por ahí, se abrió, dejando que una tenue luz iluminará una parte del piso. Volteó rápidamente en la dirección de la puerta, viendo que llevaba a una alcoba, ese rayo que iluminaba; era la luz de la luna, rápidamente había anochecido y ni siquiera se había dado cuenta.

Se dirigió hasta la alcoba, viendo en cada rincón. No había nadie, entonces ¿quién fue el que…?

Unas pisadas se escucharon justo detrás de él, como si hubiera sido un pequeño roedor corriendo a gran velocidad, haciendo que saltará de sorpresa, su corazón se aceleró de gran manera y un escalofrío le recorrió la espalda, estaba solo, se suponía. Regresó por sus propios pasos, viendo caja objeto que había en el lugar; desde unas cuantas cajas, unos cuantos costales pegados en una esquina y al parecer un colchón muy bien cuidado.

¿Dormirán aquí?

Suspiró aliviado pues no había visto a nadie, bien decían que: “ay que tenerle más miedo a los vivos que a los muertos” y él optaba por que esa era una verdad inigualable.

Al estar de espaldas con la puerta principal que daba hacía el pasillo, vio como un bulto del tamaño de una persona se comenzaba a mover lentamente. Se paralizó, tenía algo de miedo a lo que pudiera haber ahí. Pudo notar como esa silueta negra iba tomando forma; unos brazos sosteniendo las piernas hacía su pecho, el delgado perfil de su rostro, el alborotado cabello que se perdía con la obscuridad y finalmente unas orbes rojas que se podían distinguir por el blanco que normalmente se tiene alrededor de estas, aunque por si solas se hacían notar demasiado.

Al parecer tenía ropa, no estaba del todo seguro pues la iluminación no daba con toda la habitación y él se encontraba muy lejos para que le diera.

Un momento… entonces él había abierto la puerta… ¿no?

Carraspeó la garganta, tratando de aclararla. Se acercó unos cuantos pasos para que pudiera escucharlo bien pues por cómo estaba seguramente hablaría muy quedito.

—Disculpa… — trató lo más que pudo hablar fuerte, pero solo salió un leve susurro.

— ¿Qué haces aquí? Es lo que me querías preguntar… ¿no? — contestó aquella persona que se mantenía en su lugar, viendo fijamente la reacción de ese nuevo chico.

Ni siquiera esperaba una respuesta, el pelirrojo solo asintió, asombrado de que haya resultado mejor de lo que tenía previsto. Intentó hacer más preguntas que tenía en su mente rondando y repitiéndose, pero esa voz de aquel extraño hizo que se contuviera.

—Seguramente eres un nuevo esclavo de Mello.

— ¿Mello? — repitió algo dudoso, seguramente se refería al chico rubio de esa mañana.

—Sí, justamente me refiero al chico que piensas. — una sonrisa se ensancho en su rostro, era algo inquietante verlo sonreír aunque Matt no entendía bien el porqué, al final solo ignoró eso.

Casi no podía diferenciar la silueta de las demás cosas, eso se debía a que llevaba puesto sus googles, que eran indispensables para el pelirrojo pues desde siempre sus ojos fueron muy sensibles a cualquier tipo de luz. Lentamente fue levantando una de sus manos, sosteniendo uno de los soportes, no lo quitó, se mantuvo un momento así, debía acostumbrarse a la poca luz del lugar.

Suspiró, en cuanto sintió que estaba listo fue bajando despacio su adorada protección, viendo con mejor claridad y sin poder evitar parpadear repetidas veces antes de acostumbrarse. Volvió su vista a donde se suponía estaba el sujeto. Nada, no estaba donde creyó verlo. Frunció el ceño extrañado, estaba seguro que estaba ahí, segurísimo.

Mantuvo su mirada viendo los alrededores, seguramente se había escondido o algo por el estilo, una mala broma o quizás era muy infantil, lo cual no dudaba ni por un segundo.

—Tsk… — el pelirrojo se sorprendió por aquel… ¿chistar?

Se había escuchado demasiado cerca, justo al lado de su brazo izquierdo. Sin más y sin dudarlo dirigió su rostro a ese lugar, topándose con unos grandes ojos rojos; tan claros, profundos y aterradores, pero a la vez lo hacían querer ver más dentro de ellos.

Sin dar previo aviso el oji-carmín se le abalanzo al pequeño Matt, sosteniendo ambos brazos con sus manos, ejerciendo demasiada fuerza para que no intentara zafarse sin duda dolía e inmovilizaba su agarre. Acercó peligrosamente su boca hasta el blanquecino cuello del pelirrojo, dejando que su aliento pegará directamente e hiciera que se erizará por completo.

—Hueles bien… Casi como a mermelada… pero no… — esbozo una larga y siniestra sonrisa antes de pasear libremente su lengua por el largo del cuello ajeno.

Sentía como el pequeño chico pelirrojo temblaba sin cesar ante su “ataque” claramente se podía notar que no estaba acostumbrado al contacto físico y eso le pareció aún más divertido. Aferró más sus dedos a las mangas de la playera a rayas, acercándolo cada vez más hacía sí.

Matt se había perdido, hace un momento solo había estado viendo a ese tipo y ahora era él quién lo estaba inmovilizando e invadiendo su espacio personal.

Detuvo su movimiento con su lengua, comenzó a abrir su boca como si fuera a morder esta vez, lo cual no era erróneo. Solo encajó unos cuantos dientes en su cuello, sin llegar a hacer más fuerte la mordida, es como si estuviera esperando, pero ¿esperando qué?

—P-Para… — apenas y se le podía escuchar un hilillo de voz a la víctima.

Ambos se mantuvieron inmóviles sin volver a decir nada esta vez, Matt estaba esperando el momento adecuado para poder separarse, si se movía en esos instantes, seguramente su acompañante no dudaría en estirar su piel y arrancársela. El simple hecho de pensar en esa posibilidad hacía que se le revolviera el estómago de lo desagradable que le parecía.

Sus brazos comenzaban a pesarle, ya habían pasado unos cuantos minutos desde que se estuvieron en esa incómoda posición y al parecer no le importaba en absoluto a ese chico. Iba a moverse pero una succión en su cuello hizo que alejará esa idea, su piel se encontraba erizada por completo, sentía escalofríos en casi todo su cuerpo, se sentía extraño.

—Ey… E-Espera…

Sintió como no detenía su acción y hasta se apegaba más a su cuerpo, comenzó a sonrojarse demasiado al notar que el contrario tenía un sospechoso bulto en una zona muy íntima. Estaban muy cerca, demasiado.

El contrarío comenzó con un movimiento tentador y nada bueno, frotando su virilidad con la suya, que apenas estaba comenzando a despertar. Había olvidado también la clase de vestimenta que traía, seguramente todo comenzó por eso. Sentía como la falda se iba levantando conforme seguía frotándose contra él, dejando visible unos calzoncillos blancos que en ese momento se arrepentía de habérselos puesto; su miembro iba saliendo del resorte de estos y sentía más contacto con la ropa ajena, haciendo que se excitará de sobremanera.

Su respiración se iba acelerando, perdiendo cada vez más la cordura, se sentía bien aquel tacto y roce, ni se había dado cuenta cuando le habían liberado los brazos y apenas se daba cuenta sintiendo las manos aferrando su cintura. El tacto era agradable, pasó ambas manos por encima de los hombros del chico, agarrando fuertemente con sus dedos su ropa, jaloneando y estirándola.

Leves y notables jadeos salían de la boca del pelirrojo, estaba apenado pero simplemente no podía evitarlo, era una reacción de su cuerpo. Pudo escuchar uno que otro gemido proviniendo de ese chico, le estaba gustando, tanto como a él, no lo culpaba se sentía tan bien.

Apenas comenzó a mover su cadera hacía adelante para tener más contacto, cuando escuchó unos pasos; se iban haciendo cada vez más fuertes y se detuvieron justo en donde se encontraba la puerta de la recamará.

—Jeevas.

Matt reconoció de inmediato esa voz y por alguna razón se espantó, no quería que supiera lo que estaba haciendo…

¡Lo que hacía!

Cayó en cuenta de lo que estaba pasando, se separó bruscamente de aquel chico, respirando de manera acelerada, estaba muy agitado y excitado. Giró su cabeza un poco y trató de relajarse, pensar en otra cosa que ayude a que su ahora notable erección, disminuyera un poco. Eso no estaba bien, casi lo hace con un chico extraño… Sin saber ni siquiera por qué le siguió el juego.

Unas leves risillas se escucharon al tiempo que comenzaba a arreglar sus ropas, era el azabache que tal parecía que quería estallar en carcajadas por su nerviosismo. Frunció el ceño inconforme, odiaba que se rieran o que no se preocuparan por ese tipo de cosas, era algo grave… Eso le parecía, aunque si lo descubriera así, quizás lo dejaría ir… Quizás lo encerrarían y lo tacharían de puta o algo por el estilo y abusarían de él…

—Agh… yo y mi cambio de ver las cosas. — se reprochó susurrando sin siquiera notarlo.

—Eres muy divertido, Mail. — el pelinegro sin dejar de seguir soltando leves sonrisas,  una que otra burlona, se acercó al pelirrojo con la intención de terminar con lo que habían empezado.

En ese instante la puerta fue tumbada, cayó sin más al suelo y levantó una fina capa de polvo. El pequeño gamer se separó de nuevo, más asustado de lo que estaba anteriormente, el que había derrumbado la puerta no era nadie más, ni nadie menos que ese niño mimado.

¡¿Cómo mierda podría hacer eso un consentido?!

El blondo a paso calmado y comiendo una barra de chocolate se fue introduciendo al cuarto con demasiada tranquilidad, lo cual era extraño para el de googles, este imaginaba que estaría hecho una fiera por no haber limpiado el cuarto, pero no era así. El rubio pasó de largo al azabache que le sonreía de manera rencorosa.

—Siempre arruinas el momento, Mello. — el mencionado ni siquiera le prestó atención y siguió caminando en dirección a Matt. El pelinegro al ver eso sin decir nada más solo se fue por la alcoba, no sin antes lamerse los labios y asegurandose de que el pelirrojo lo viera. Se había ido.

Aquello solo había desconcertado al pequeño Matt, claramente no se quedarían las cosas así con ese chico y eso le hacía sentir escalofríos. Volvió la vista a donde estaban los contrarios, brilantes, furiosos y algo ¿decepcionados?

—Jeevas… Te estaba buscando… Pensaba que eras alguien digno para ser mi perro…

Matt no dijo nada, no entendía demasiado a que se refería, prefería quedarse callado y no meterse en tantos líos. A diferencia del blondo, él se había criado solo, casi inmediatamente cuando cumplió los seis años, por lo que se sabía defender, pero por alguna extraña razón, sentía que no iba a poder con él.

Conforme el tal “Mello” se iba acercando el pelirrojo se iba alejando, no quería peleas… Raro, pero cierto. Seguía escuchando como se escuchaban las pisadas con mucha intensidad, como castigando al mismo suelo. Sinceramente podría pasar la tarde ignorando a ese niño pero por alguna razón no lo haría en ese momento, no era el indicado, tendría que ser cuando eso afecte la reputación del chico, si, ya sabría cuando fuera necesario.

Cuando chocó con la pared podía ver con más detalle el rostro del rubio, estaba bastante enojado. Veía con detenimiento a pesar de estarse muriendo del miedo. A pocos segundos, ambos estaban a una corta distancia, fue cuando se dio cuenta de que… ¿Mello estaba sonrojado?

¿Pero porque?

—Jeevas… No te ves tan mal con eso.

¿Eso?

Siguió la mirada contraria, ubicando a donde miraban.

¡Lo miraban a él!

Se observó… era el uniforme, que bueno, solo era eso… Espera…

— ¡Se me había olvidado! — instantáneamente su rostro comenzó a dar una dura pelea con su tono de cabello, vaya que ese chico era tan inesperado, tan impredecible, tan raro para él.

El pelirrubio se había sorprendido por aquella reacción, ¿Cómo jodidos se le iba a olvidar que tenía puesto? Se acercó más al pelirrojo que con ambas manos intentaba insistentemente cubrir lo poco que se le podía ver con ese uniforme, no era mucho pero el chico era algo exagerado, no se veía mucho, mucho… ¿Por qué tanta insistencia en taparse?

Y ahora que se acordaba, ¿Dónde se encontraba ese molesto Beyond?

Volteó su rostro viendo en toda la habitación, al parecer se había ido de una vez, aunque no dudaba que fuera a volver. Miro a Matt de re ojo, claramente volvería de nuevo por él. Beyond no era de la clase de personas que tenga interés por alguien pero con lo poco que había visto, más bien su acción con su ahora nuevo sirviente, se lo dejaba todo en claro. No era un idiota, minutos antes había estado vigilando al rojito por sus cámaras que se encontraban en casi toda la casa y ese cuarto, no había sido la excepción.

Por dichas acciones que había estado presenciado desde la comodidad de su cuarto, su ira inmediatamente salió y sin siquiera dudarlo se había encaminado a donde se encontraban ambos. Ahora que lo memorizaba, ¿Por qué no solo dejo que se lo violarán? Así pagaría un poco por su robo, aunque de cierta forma no sería él quién se lo hacía pagar… Violarlo… Aunque no se veía que se resistiera mucho por aquello… ¡No! ¿Qué mierda pensaba?

Se mordió fuertemente uno de sus labios, estaba empezando a actuar extraño desde que ese chico había llegado o más bien desde que lo había traído. Suspiró y regresó su mirada a Matt que lo veía curioso, esta vez sin estarse tapando, de hecho dejo el vestido en paz y ahora que lo veía bien, le quedaba un poco corto, podía ver sus blancas y largas piernas.

— ¿Qué te pasa? — el pelirrojo lo vio de manera desconfiada. Notaba claramente como se le quedaba viendo y eso era algo molesto pero de cierta forma lograba hacerlo sentir nervioso. — ¡Ah! Ya entiendo, eres un pervertido y por eso tienes un tipo de negocio, más bien “ese” tipo de negocio en tu gran mansión… ¡Por eso casi me violan! — dijo apuntándolo con uno de sus dedos de manera acusadora.

— ¿Qué? Tú y tus estupideces, si eso fuera así… — lo miro de nuevo de los pies a la cabeza con una sonrisa socarrona. —No ganarías tanto, no tendrías clientes y simplemente no servirías en el negocio. — soltó una leve risilla y una de sus manos se aproximó a levantar un poco su falda pero unas manos se lo impidieron.

— ¿Qué crees que haces?

Matt se fue alejando poco a poco de donde se encontraba ese chico, era por demás extraño, no entendía porque no se había ido de una buena vez, ya le había pasado mucho en un solo día, no podría aguantar un solo día más y menos con unos dementes como ellos.

—En definitiva perderías clientes. — hizo un gesto de molestia, de cierta forma eso era como perder contra Beyond, ya que Matt no se había resistido a lo que le hacía y él ni siquiera le había tocado directamente como para que se alarmará tanto.

— ¡Eso a mí que me importa!

Comenzó a caminar en dirección al pasillo, pasando por encima de la puerta que estaba en el suelo sin darle mucha importancia, llegando hasta las escaleras, si no fuera porque estaba bastante enojado ni se pondría a bajarlas como estaba haciendo. Estaba harto de ese niño mimado pero fuerte, de ese extraño demente que solo con ver a alguien se le lanza con su gran…

—Tú fuiste el que me diste la idea de hacer ese negocio.

Escuchaba al chico que lo iba siguiendo, lo cual no se lo esperaba pero seguramente le estaría diciendo que le debía dinero y esa clase de cosas. Bajo más rápido las escaleras de lo que se imaginaba, seguido se dirigió hasta la puerta principal sin importarle que fuera a fallar con abrirla.

—Eso menos me importa. — dijo ya con la mano en la perilla, la giró. Para su sorpresa estaba abierta y sonrió, podía irse. —Creo que es un adiós, niño.

—Si te vas a ir…  puedes quedarte con el uniforme, ya que veo que te gusto mucho~ — se burló el pequeño de cabellos rubios.

— ¿Eh? — lo miro extrañado pues de nuevo se le había olvidado.

—Eres un chico tan… — suspiró de manera cansada, no podía creer que ese chico fuera un idiota. —Serás mi perro.

—Claro, como se tu nombre… — lo miró un poco enojado aunque no mucho. — No lo creo niño.

Fue jalando la puerta hacía sí, se iba a ir de una vez por todas de ahí, pero una mano que pegó directamente a la madera, impidiendo así que tan siquiera se abriera un poco más, se lo evitó.

—Mihael… Keehl… P-Puedes decirme Mello.

Se sorprendió, no esperaba que le fuera a responder, pero al parecer quería que se quedara y ahora solo quería saber el porqué. Lo miró algo desconfiado, se volteó por completo, soltando la perilla, no se iría… por ahora.

 —Sí, eso ya lo sabía… Me lo dijo el tipo de hace un rato.

—Beyond Birthday… Un tipo que conocí hace mucho tiempo pero eso no importa, tal parece que le interesas... Y eso no está bien. — volteó el rostro evitando que el oji esmeralda lo viera directamente, se había sonrojado ligeramente por pensar en algo como proteger a ese malnacido.

— ¿Eh? ¿Por qué no? — arqueo una de sus cejas, tratando de verle la cara al rubio.

—Porque no, anda vamos, tienes trabajo que hacer.

Mello comenzó a caminar pero esta vez a uno de los cuartos de la planta baja, sin siquiera decir nada Matt solo lo siguió; pasaron por el comedor y la sala, había una puerta hasta el fondo entre estos dos. Entraron y prendió la luz, ya que el cuarto había estado solo desde hace mucho tiempo, ahora sería el cuarto del ladrón ese.

—Entonces este será mi cuarto… Prefería el otro… — dijo mientras se apresuraba a checar el lugar, rincón por rincón.

No estaba del todo mal, no era tan alegre como el anterior, de hecho este cuarto tenía unas grandes y gruesas cortinas de color azul marino que impedía perfectamente bien el paso de la luz del sol, lo cual ya era un gran punto a favor. Ahora que se ponía a pensar, no tenía cosas para siquiera cambiarse de ropa.

—Si te preguntas que te vas a poner, no te preocupes, mis demás empleados se encargaron de dejar todo en los cajones y en el armario…  Está todo limpio por si tu distraído cerebro no se dio cuenta. — caminó tranquilamente hasta sentarse en la cama del chico nuevo, viendo como esté se movía de un lado a otro, curioseando como si tuviera seis o cinco años.

—Bueno eso me parece bien pero… ¿Y los videojuegos? Teniendo tanto dinero deberías gastarlo en algo así, te hacen más ágil y es divertido.

—Por favor, yo lo gasto en algo mejor que eso… — buscó en uno de sus bolsillos hasta lograr sacar dos barras de chocolate, la cual una de ellas se la lanzó al pelirrojo, quién no tardó en reaccionar y logró cacharla.

Mientras ambos chicos degustaban de su rico postre, Matt esculcaba el armario y los cajones, encontrando playeras y pantalones muy de su gusto, en un principio pensó que estaría repleto de trajes como el que llevaba pero para su buena suerte –o la buena acción de los empleados- no fue así.

—Sí que saben hacer su trabajo… aunque sea para un niño como tú. — volteó y le sonrió con autosuficiencia, de cierta forma era divertido hacer enojar al pequeño rubio.

— ¿Qué edad tienes? Supongo que tus padres no te educaron como deberían pero no los culpo teniendo esa actitud por ti mismo. — sonrió de igual o con más autosuficiencia que el pelirrojo, cerrando los ojos y relajando su cuello en dirección a abajo.

Pasaron los segundos y el rubio no escuchaba ninguna replica o insulto por la forma en que le hablo, eso le pareció extraño, alzó la mirada para encontrarse con unos ojos verdes tristes que veían por la ventana, sosteniendo con una de sus manos una de las cortinas. Una punzada en su corazón lo hizo cambiar su gesto de victoria a una de culpa, había hecho sentir mal a ese chico tan alegre y enojón por el momento, además de que no se había percatado del hermoso color de sus ojos.

Jugaba un poco con sus dedos entre sí, se había formado un ambiente tenso entre los dos, estaba incómodo y solo sentía la enorme necesidad de disculparse, pero tenía orgullo, aun sabiendo que había sido su culpa, no iba a pedirle disculpas.

Agachó la cabeza, no iba a hacerlo, ni tampoco sabía qué hacer para remediar su falta de respeto, él no conocía al chico, no tenía derecho a decir algo que no sabía si era o no verdad, solo quería ganarle en el juego de palabras.

—Nunca me educaron. — se escuchó finalmente, haciendo que el rubio solo lo viera con atención esperando a que le contará aunque sea un poco más de aquello, ya que por la forma en la que se había puesto, no debía ser nada bueno.

Matt dejo de sostener la cortina, dejando que volviera a su respectivo lugar. A paso tranquilo y sereno camino hasta llegar a la cama, sentándose a un lado de donde estaba Mello, ignorando por completo el cómo lo veía, quizás con lastima, arrepentimiento o tan solo como si no le importará, eso no lo sabía y no le interesaba en absoluto. Vio de reojo como los labios ajenos intentaban formular una pregunta, sonrió levemente y sin dejarlo siquiera realizarla, continuó.

— ¿Qué pasa, te comió la lengua el gato?

— ¿Ah?— se quedo pensativo un micro-segundo y enseguida frunció el ceño. ¡Ese mocoso! ¿Cómo se atrevía a jugar así? — Imbécil. — escupió al momento que se iba levantando.

—Por favor, sé que tienes insultos mejores, niñita. — con ambas manos hizo la forma del cabello del rubio, en forma de boob y con un ligero toque femenino, jugando con las pestañas al momento de verlo.

—Perro. — sonrió y con los dedos hizo unos googles y los colocó en sus ojos. —Nerd.

El pelirrojo sólo atinó a reírse, no le molestaba en absoluto aquello, de hecho, se le había hecho infantil de parte de ese niño. Siguió con una sonrisa en su rostro viendo como “Mello” salía de la habitación, estando según él enojado aunque se le notaba que le había agradado ese cambió de ambiente.

Sacudió la cabeza, se supone que estaba ahí en contra de su voluntad y ético no era cómo para devolver el dinero así como así o pagarlo de alguna forma. Tendría que ingeniárselas para salir de ahí.

Notas finales:

Bueno, espero comentarios y gracias por leer.

Espero atualizar lo más rápido posible.


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