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Paraíso. por keny_shawol

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Notas del capitulo:

Hola. Ya estoy de nuevo por acá. Esta vez, tratando de hacer sufrir a Minho. Esto es para Javiera, ella quería a Minho así, entonces yo se lo doy, y para todas las que quieren ver sufriendo a Minho. 

 

 

Minho lo siente en sus besos. En la forma en que sus dedos ya no se sienten cálidos sobre su piel. Es diferente, los ojos de Kibum son iguales, pero si mira más de cerca, si ve a través de ellos, ya no reflejan lo mismo. Ya no tienen el mismo amor que tenían al comienzo de la relación.


 


Y duele. Le duele como alguien tomando su corazón y pisoteándole. Le duele de la misma manera en que pelearon la primera vez.


 


Su cuerpo está ahí, pero a la vez no está. Está perdido, está cansando, está como sin vida. Le gusta decirle que es el cansancio, le gusta cubrirlo con capas de mentiras. Minho lo sabe, lo conoce tan bien que sabe que de esos labios bonitos, sólo escapan mentiras.


 


—Ahora no, Minho. —Dice, cuando sus manos se encuentran bajo su ropa. Se aparta de él como si hubiera sido golpeado. Se aparta porque Kibum lo quiere y él no puede obligarle.


 


Y sigue doliendo.


 


Porque extraña besarle. Extraña el dulce de los besos, los sentimientos en las caricias, el amor en sus ojos. Son fríos ahora, sus labios son fríos, son amargos. Pero a Minho aún ama besarle, porque de alguna manera cree poder hacer revivir el amor que tenían. Quiere creer que con un simple beso, los ojos de Kibum brillaran de nuevo.


 


Pero no lo hace, los días pasan y Minho se cuestiona si debe dejarle ir.


 


No quiere, porque su corazón aún late por él como el primer día. Porque aunque los besos sean fríos, a Minho le gusta el sabor agridulce que tienen. Dulce porque son sus labios favoritos. Amargo porque ya no es lo mismo.


 


Le causa gracia la manera en que su relación es ahora. Es graciosa la manera en que aún late su corazón con sólo verlo, pero es más gracioso, saber que Kibum puede estar olvidándolo.


 


Pero ahí está de nuevo tratando de salvar esa relación. Y entonces le besa otra vez, esta vez un poco más profundo y desesperado. Esta vez queriendo mostrar cada milímetro de amor que tiene hacia él.


 


Pero Kibum parece querer hacerlo sufrir. Sólo está ahí con sus labios juntos, fríos y sin sabor. Está ahí de pie, con las manos a los costados, como si besarlo fuera lo más difícil del mundo.


 


Le deja ir, le deja alejarse poco a poco, y Minho lo siente como pasos hacia la salida. Hacia la puerta principal. Un paso más alejado de él y de ese cuento romántico que él creyó tener.


 


 


—Podríamos ir al cine. —Dice, mientras se deja caer a un lado de Kibum en el sofá. —No sé, ver una película, ir a cenar después. Como en los viejos tiempos, ¿Qué dices?


 


Los ojos de Kibum brillan un momento, como si hubiera recordado sólo un segundo ‘los viejos tiempos’, pero de nuevo, sus ojos son como hielo. No necesitan ser del color del hielo para ser comparados. Son afilados, son pequeños, y no tienen nada, y eso basta para que sean fríos y desesperantes.


 


Piensa que tal vez Kibum sí está cansado. Le recuerda como en los días en que se conocieron. Kibum había sido frío y cortante con él, pero Minho no se desanimó por eso. Y lo conquistó y ahora ahí está.


 


Sufriendo por el Kibum cortante que ha regresado. El dolor no disminuye, piensa, aumenta aún más, sí.


 


—Tengo trabajo que hacer. —Kibum masajea su sien y lo mira sólo un momento. —además, debería marcharme pronto.


 


Mira el reloj como si esperará que las horas pasen rápido, pero Minho no quiere que suceda. No quiere verle ir, porque sentirá su corazón doler y romperse un poco más.


 


—No creo tardar mucho, aun así, no esperes por mí, Minho.


 


 


Pero lo hace. Espera por él y Kibum no llega temprano como dice. El reloj marca las tres cuando él llega a casa.  Llega mareado, tropezándose con todo y apestando a alcohol.


 


—Te dije que no lo hicieras. —Lo señala con el dedo, dejándose caer el sofá. —Te dije que no me esperes, pero lo hiciste. —Sonríe, pero a Minho no le gusta la manera en que lo hace. —No me escuchas, ¿No es así?


 


No responde, se limita a mirarle. Los ojos de Kibum se cierran y se abren y parece adorable. Su corazón duele de nuevo y esta vez no sabe si es porque Kibum está alcoholizado o si es por lo adorable que lo encuentra en esos momentos.


 


—Vamos a la cama. —Dice después de unos minutos en donde sólo le ha observado.


 


—No. —Kibum niega con los dedos y la cabeza. —¿No lo ves, cierto? No ves lo que está sucediendo con nosotros.


 


Pero sí lo hace, piensa. Ve cómo todo se está derrumbando en sus ojos, ve cómo Kibum se está perdiendo rápidamente. Cómo no parece ser el mismo, cómo el amor se va desvaneciendo, poco a poco, lentamente.


 


Y es lo que le duele aún más. Es lo que hace que todo sea difícil. Es el tiempo, es la forma en que se desvanece. Minho quiere que sea rápido, que el amor que Kibum le tiene se acabe ya, porque siente que es más rápido. Porque de la manera en que lo está haciendo, lenta y tortuosamente, le lastima más. Porque de alguna manera extraña, a veces ve un poco de amor en sus ojos favoritos, y de alguna forma, la esperanza todavía se enciende en él.


 


Se piensa como una vela. Como el fuego que se va acabando, como la vela que se está desvaneciendo. Así es su relación con Kibum. Y es así como desea fervientemente que no sea.


 


—Sólo vamos a la cama.


 


—¿Sabes? —Kibum comienza. —Creo que todo sucedió rápido entre nosotros. Creo que te amé con tanta intensidad al principio que fue demasiado.


 


Él deja pasar las palabras ‘te amé’. Deja pasar el pasado y se obliga a creer que Kibum sólo olvido el ‘te amo’ porque el alcohol no lo deja pensar con claridad.


 


—Kibum.


 


—Nos movimos rápido. Sí, eso fue. —Se levanta del sofá y camina hacia el pasillo. —Sólo éramos unos adolescentes creyendo conocer el amor, pero adivina qué. —El tinte de diversión está en su voz. —Fracasamos con esto del amor. Fracaso total.


 


Minho siempre ha creído que las palabras duelen más que los golpes y con las palabras de Kibum, lo confirma totalmente. Duelen como golpes a su corazón y al amor que le tiene. Duele como pequeñas agujas golpeando contra él y como una pelea con sangre por doquier.


 


—No sigas.


 


—O tal vez, Minho. —Lo mira está vez, sus ojos encontrándose y el hielo ahí presente. Frío como la peor nevada, frío como la lluvia. —El amor entre nosotros no existió. Creímos que fue amor, pero la verdad es que nunca lo fue.


 


Y Kibum sigue murmurando y hablando sobre el amor fallido, sobre el amor que nunca fue. Sobre lo rápido que dejaron todo, sobre lo rápido que la monotonía y, después, el olvido los atrapó.


 


Continua así hasta llegar a la habitación y Minho siente como si con cada paso tuviera que sostener su corazón más fuerte. Como si con cada paso hasta la habitación la esperanza se esfumara, la realidad lo atrapara y  cada paso pesa más que el anterior.


 


Kibum entra en la cama y le da la espalda. Y entre sueños suspira su nombre.


 


—Minho. —Su nombre se escucha mejor desde sus labios, pero también se escucha más doloroso. Menos romántico, más culpable.


 


Le observa dormir, murmurar entre sueños y arrugar la frente. Es la cosa más hermosa que sus ojos han visto. Es un ángel dormido y su demonio por la mañana. No le importa que sea un demonio, no le importa que sea el motivo del dolor, él sólo quiere que él demonio lo ame, como ama el infierno.


 


Pero es difícil de pedir, es difícil de hacer, porque Kibum parece olvidarle cada día más. Parece distante con más frecuencia. Parece otro, parece dolido, parece de todo, pero menos feliz.


 


Minho se pregunta, de nuevo, sí dejarlo ir, sería lo mejor para los dos.  


 


 


Pero Kibum no recuerda nada el día siguiente, o eso es lo que él dice. No habla con él, pero prepara el desayuno como todas las mañanas. Y está el beso en su mejilla, con sus labios suaves contra él. Está ese beso y Minho cree que todo puede estar mejorando.


 


Cree que tal vez, el que Kibum dejara ir todo la noche anterior es un paso más a una mejor relación. Y lo cree así.


 


Lo siente así esa tarde cuando llega del trabajo. Kibum le besa fuertemente y sus piernas se enredan. Caen sobre el sofá y Kibum se encarga de deshacerse de la ropa.


 


Son fríos y silenciosos sus labios. Son lentos por momentos y más rápidos después. Y están sus cuerpos encontrándose una y otra vez y están sus labios uniéndose por más tiempo, más profundo, un poco mejor. 


 


Y a Minho no le importa nada más cuando está ahí con él. No cuando sus manos viajan por ese cuerpo perfecto. Le recorre todo su ser, le traspasa con la mirada, y es entonces que se da cuenta que no hay nada ahí.


 


Pero se obliga a no tomarlo en cuenta. Se obliga a disfrutar de Kibum entre sus brazos como si del último momento se tratara. Minho entrega todo de él. En sus besos, en sus manos, en su cuerpo en sí.


 


Y por un momento siente como si Kibum se dejara hacer, como si no le importara el acto que están teniendo. Se tensa y Kibum encuentra su mirada. No brillan, pero tienen algo que no logra descifrar.


 


—Dios, Kibum, te…—pero Kibum lo corta, el ‘te amo’ queda perdido entre sus labios, entre sus respiraciones rápidas y se da cuenta que Kibum no quiere escuchar las palabras que tanto ama decirle.


 


 


Minho se siente como en paraíso entre su abrazo. Sus cuerpos juntos y sudados, cansados y extasiados.  Como el cielo, como el paraíso, Minho decide. Como los viejos tiempos en donde la ropa caía al llegar al departamento, cuando sus pasos eran rápidos y seguros y caían el sofá o la cocina y no importaba el lugar.


 


Pero es extraño, porque sus cuerpos son fríos. Cuando el aire golpea sus cuerpos, Minho se da cuenta, no había amor ahí como él creía al principio y lo siente como dos extraños teniendo sexo por primera vez.


 


Ríe cuando su realidad lo atrapa y Kibum lo mira confundido. Le duele saber que su relación está retrocediendo un paso de lo que era antes y duele saber que el paso que retrocede, es un paso más cerca al final.


 


No quiere que sea el final. Necesita a Kibum en su vida, al Kibum de antes, al de sonrisas soñadoras y besos lindos. Necesita al Kibum que se acurruca con él en las noches, al que prepara té a media noche y al que no para de hablar por las noches.


 


 


Minho tiene un mal presentimiento. Como el saber que has fallado en el examen, como el darse cuenta que mamá sabe la mentira que has dicho. Como cuando sabes que no hay que salir de casa.


 


Y entra. Su casa está casi igual, casi. Pero puede ver que el cojín favorito de Kibum se ha ido, puede ver que los libros de Kibum ya no están en el estante. Que el abrigo que Kibum utiliza frecuentemente no está en el lugar de siempre y que los zapatos de Kibum esperan en la puerta.


 


Sabe que está pasando algo malo.


 


Y entonces Kibum entra a la sala, arrastrando una maleta a su paso y el mundo de Minho se derrumba. Kibum le mira, sus ojos agrandándose, su labio inferior atrapado entre sus dientes.


 


—Llegaste temprano. —Dice, mientras se queda parado, sin moverse, sin hacer el intento.


 


—¿Qué está pasando?


 


Kibum parpadea, sus ojos siguen sin decir nada. Como muertos, sin vida. Mueve la cabeza y entonces toma la maleta con más fuerza.


 


—Me estoy marchando. —Camina sólo unos pasos más, cerca del sofá donde está la manta con la que vieron la última película juntos. —Estoy terminando con esto.


 


Kibum toma la manta y la mira sólo unos segundos, antes de dejarla en el mismo lugar. Olvidada, como parece estar haciendo con todo lo que tenían.


 


—¿Por qué?—Minho nunca se ha sentido tan débil y roto en su vida, no como ahora. —Pensé... sólo pensé que todo estaría mejor.


 


No necesita decir a que se refiere, Kibum lo sabe y por eso desvía la mirada, con la culpa en él.


 


—Fue… como despedirse, Minho. —Camina hacia la puerta, el agarre en la maleta, jamás perdiendo su fuerza. —Fue una despedida.


 


Minho se rompe en ese momento, con esas palabras, porque lo ama de una manera en que no amara a otra persona. Y duele verle con la maleta en la mano, con los ojos perdidos. Duele mirarle de lejos y saber que está apunto de marcharse para siempre de su vida.


 


—Kibum, por favor. Sólo intentémoslo de nuevo.   


 


Él sonríe, la sonrisa olvidada que Minho esperó por mucho tiempo volver a ver. Pero no es nada bueno, Kibum sonríe como despedida, como un adiós definitivo.


 


—Sabes, Minho, creo que tú y yo fuimos destinados a conocernos. —Kibum abre la puerta principal y mira la casa una vez más. Lo mira a los ojos esta vez y sonríe, y Minho se regaña, porque aún en ese momento, su corazón late más rápido por esa sonrisa. —Pero el amor, no es tú y yo juntos.


 


Se marcha, esta vez sin ninguna mirada en su dirección y a la casa.


 


Y cuando la puerta se cierra con un golpe silencioso, el corazón de Minho se rompe, y sabe que su corazón no funcionara de la manera correcta sin Kibum.


 

Notas finales:

Estoy considerando seriamente tomar prompts/peticiones o como quieran llamarle (?)


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