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Todavía recuerdo la primera vez que le vi por akemichuu

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Yo volvía a casa después de la escuela y a la vera del río pude advertir una pequeña figura, con el pelo tan negro como el azabache. Sentado con un libro entre las manos y completamente inmerso en su mundo allí estaba él, de espaldas a mi, de espaldas al resto del universo. Era todo un ratoncillo de biblioteca, leyendo esos libros que a mi siempre me habían parecido tan complicados. Todavía no sé por qué sentí ese impulso irrefrenable de acercarme a ese chico solitario. Aunque no éramos más que unos críos, recuerdo que me pareció tan frágil, tan indefenso, tan puro... Y a la vez tan triste. Tenía ese aura que gritaba "ayúdame"... El aura de la tragedia. Lo único que pude pensar fue "Quiero protegerle... Tengo que protegerle."

¿Cuánto tiempo había pasado ya? Bueno, todo eso daba igual ahora porque allí estaba de nuevo, de espaldas a mi... Que cosas tiene la vida, ¿eh?. De espaldas a mi otra vez... Aunque esta vez había sido el resto del universo quien le había dado la espalda a él. Si este iba a ser el final ¿tenía que ser así? Su pelo negro se había tornado del color de la nieve y de su cuerpo, mucho más torneado de lo que podía recordar, brotaban la sangre y el kagune a partes iguales. Estaba herido y parecía fuera de sí, pero no necesité más que un segundo para saber que era él. Ese aura, ese sentimiento, todo seguía ahí. Hemos pasado tanto juntos... ¿Cómo no iba a reconocer a la persona a la que amo?

- ¡Hey, Kaneki! ¿Qué clase de vestimenta es esa? ¿Es lo que se lleva ahora...? - Cuando se giró no pude evitar dejar escapar un ligero quejido lastimero mientras intentaba ahogar un grito en lo más hondo de mi garganta.
- ...Hi....de... - No pude saber si lo había dicho en voz alta o si había sido yo el que había leído mi nombre en sus labios.
- ¡Vaya! Ese maquillaje causaría furor hasta en las películas de terror de Hollywood. - dije mientras trataba desesperadamente de forzar la más creíble de mis sonrisas en lo que fue el más fallido de todos los intentos. Una profunda angustia me invadió por completo - ... Y pensar que has sufrido tanto todo este tiempo. Ya no tienes que seguir con esto... Esa máscara...Ya no la necesitarás nunca más.
- ...Vuelvo a tener alucinaciones. Hide nunca podría estar en un sitio así, n-no, él no podría, porque entonces Hi-Hide... Entonce él lo sabría, sa-sabría que soy un... sabría que yo soy... - Su voz... Era su voz. Sonaba a pánico, decía incoherencias y salía entrecortada pero era su voz.
- Pero hombre, ¡si ya lo sabía todo! ¿A quién le importa eso ya? Va, Kaneki, volvamos a casa, ¿vale? - Dije mientras me acercaba a él y me ponía en cuclillas para estar a su altura, tentiéndole una mano. En algún rincón de mi corazón esperaba que todo fuese tan fácil como levantarle e irnos a casa. Siendo consciente de todo lo que estaba pasando a nuestros alrededores el miedo se reflejó a través de la mueca que quedaba de mi sonrisa.

En ese momento pude sentir cómo me miraba con el pánico y el alivio mezclados en su mirada, oculta tras la máscara del ciempiés. Y en un impulso, me lancé hacia él. Lo rodeé con ambos brazos, con toda la fuerza que los nervios del momento me permitían, arrastrando tras de mi un inmenso desasosiego, mientras él, inmóvil, respiraba desacompasadamente. Había esperado tanto para volver a tenerle entre mis brazos... Y allí estábamos los dos, de rodillas, sumidos en un silencio que temíamos cualquier cosa pudiese romper. Le había abrazado tantas veces... Siempre que lo hacía podía ver sus preocupaciones alejarse poco a poco... ¿Por qué hoy no desaparecían? ¿Cuánto hacía que me había vuelto incapaz de aliviar su dolor? Podía notar cómo temblaba. Podía sentir cómo mi ropa se teñía con su fría sangre. Aflojando el abrazo en que lo mantenía prisionero, temiendo que volviese a desaparecer ante mis ojos, tomé su nuca con una mano mientras con la otra acariciaba cada milímetro de su mejilla, como si el mundo se hubiese detenido en ese instante, para nosotros, para no olvidarle jamas... Para que no me olvidase jamás. Volvíamos a estar juntos. Podía sentir la ansiedad en su respiración, el miedo a tocarme en su cuerpo tembloroso... Pero yo no le tenía miedo, nunca jamás se lo tuve. Le atraje hacia mi, reduciendo la distancia entre nosotros a milímetros y junté nuestras frentes, aguantando la respiración para poder escuchar la suya jadeante. El simple hecho de oír su respiración me hizo sentir un poco aliviado, ¿qué idiota, no? Deslizando la mano que tenía su nuca por el contorno de su brazo alcancé su mano y la entrelacé con la mía. Pude sentir cómo un escalofrío recorrió su cuerpo y separándose de mi caricia rompió el silencio:

- Hide... Y-yo las oigo... Esas voces me hablan... Tienes que irte, Hide, si no y-yo...

No tienes que decirlo, idiota. ¿No te he dicho antes que ya lo sabía todo? Tú sabes que lo sé. Y en lo que me pareció el instante más breve de la historia me armé del valor del que me debería haber armado hacía ya mucho tiempo y tomándole con dulzura por el mentón le besé, aún con nuestras manos entrelazadas. Tan solo quería poner fin a aquella conversación, evitar oír lo que no quería, sentir el calor de sus labios, pero joder... ¿cómo iba yo a saber que serían tan suaves? ¿cómo iba yo a saber que serían tan dulces? ¿cómo había podido aguantar tanto tiempo sin besarle? ¿cómo no me había dado cuenta antes de que tenía el cielo frente a mi? No... Sí que lo sabía, simplemente nunca tuve el valor de probarlo. Pensaba detenerme con tan solo haber podido rozar sus labios, juro que era mi intención, ya había asumido mi destino, pero un extraño sentimiento de desesperación comenzó a apoderarse de mi... En algún lugar de mi subconsciente podía oír "vas a perderle...", "se acabó..." y sin pensarlo dos veces lo atraje hacia mi mientras me recostaba en el suelo aún con nuestros labios unidos, esta vez en un beso mucho más apasionado. No iba a llorar, no, no quería que él me viese llorar. Kaneki atónito, no opuso resistencia pero yo sabía que se debatía entre la cordura y la demencia. Simplemente se dejó llevar, como quien acepta un regalo, como quien es consciente dentro de un sueño y cambia las cosas a su antojo. Así se sentía, en un sueño, en algo que no es real, en un mundo sin consecuencias. Y aun sabiendo que él no era del todo consciente de lo que pasaba pude advertir cómo el miedo y el placer se mezclaban en sus besos. Cómo luchaba y se temía a si mismo. Sabía que él tenía miedo de lo que iba a pasar, pero yo no iba a permitirlo, quería que llegase al final sin arrepentimientos... Necesitaba hacerle feliz. Lo atraje hacia mi con más fuerza aún, besando su cuello, sus clavículas, su mandíbula y volviendo de nuevo a juntas nuestras bocas en besos cada vez más y más encendidos que los anteriores... Pude sentir sus lágrimas resbalar por mi mejilla y sus gemidos volverse más intensos. Por momentos sentía que estaba besando a dos personas completamente distintas, una feroz que me devolvía los besos con tentadores mordiscos, que se había entregado al placer, al desenlace y otra dulce y sumida en el miedo que lamía cada herida que iba dejando tras de sí su compañero, que quería ser responsable, que no quería dejarse consumir por su lado salvaje... A ratos podía saborear mi propia sangre mezclada con su saliva. Poco a poco iba perdiendo el control, pero no tuve miedo, nunca lo tuve.

Juntando las rastros de lo que en su momento fue compostura aparté mis labios de los suyos y por primera vez fui consciente del dolor mientras la sangre que brotaba de mi boca fluía ya por todo mi cuello. Cerrando los ojos y dispuesto a afrontar el final le susurré:

- Oye, Kaneki, ¿puedo pedirte algo? ¿puedes volver a luchar con todas tus fuerzas una vez más?

¿Por qué nunca pude protegerle?

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