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No Hoy por Cinnamon

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Notas del fanfic:

Todos los personajes le pertenecen a Masashi Kishimoto.

Fanfic perteneciente al especial navideño y dedicado a: Suge-kou

¡Espero te guste :D!

Notas del capitulo:

Sí, me demoré. Pero no contaba con que hoy era Domingo de Adviento u.u

¡Se me olvidó!

*suspiro*

Aún así, a penas pude lo publiqué :) Espero les guste, fue una idea que tuve mientras buscaba los adornitos para mi árbol >.<

¡La segunda palabra (frase) está dentro~!

Suerte :3

-

No Hoy

-

Algo que los humanos siempre olvidan es que los seres que llaman demonios alguna vez fueron ángeles. Ángeles que fueron desterrados del Paraíso, el motivo ya no importaba, al menos él ya había olvidado el porqué de su destierro. Pero al haber sido ángeles, ellos compartían parte de esa energía que los ángeles poseen; esa energía que los hace diferentes a los humanos, esa energía que los hace superiores, esa energía que, aunque estuviera contaminada con pecado, los diferenciaba del resto de seres y los ponía en la misma balanza junto a los tan prestigiosos ángeles.

Resentimiento. Celos. Odio. Envidia. Superioridad. Orgullo.

Podía escoger cualquiera o quizá todos y más para explicar la razón de esta guerra eterna entre ambos bandos, grupos, razas. Pero eso él también lo había olvidado, solo sabía que participaba y que tenía una misión.

Disfrazado, no, esa no sería la palabra correcta. Usurpando, quizá sería más precisa. Usurpando a un humano, un demonio caminaba junto a humanos, viviendo con ellos, comiendo con ellos, saliendo con ellos, riendo con ellos, siendo sus amigos, sus hijos, padres, esposos. Tentándolos. Siempre tentándolos a tomar la ruta más fácil, la equivocada y ellos siempre aceptaban. Ellos siempre dispuestos a obtener lo que desearan sin preocuparse por lo que destruían a su paso.

Pero esa no era la misión, oh no, eso era algo que uno hacía por diversión, por pasar el tiempo o por simple costumbre. La misión era otra.

Porque si bien los demonios rondaban en el mundo humano, los ángeles hacían lo mismo. Los bondadosos y maravillosos ángeles, viviendo entre humanos, entre pecado, en suciedad. Pero aún así combatiendo las acciones de los demonios y siendo amables con los humanos. Amándolos, animándolos, apoyándolos, perdonándolos, ayudándolos a ser salvos. Y los humanos se veían encantados por estas creaturas brillantes y optimistas, siendo contagiados por esa luz y ese brillo, tanto así que comenzaban a reflexionar y algunos decidían por el camino correcto.

Pero esa tampoco era la misión de los ángeles, o al menos no la principal. Porque si bien ellos bajaban al mundo de los humanos para protegerlos de los demonios, esta lucha para ganar almas en algún punto hace varios siglos cambió. Cambió y el objetivo ya no era ver quién gana más seguidores, más almas, más sacrificios, no. El objetivo, la misión, la razón por la que tanto ángeles como demonios rondaran un mundo que no les pertenecía era ahora: el exterminio.

 

-

 

Shikamaru estudiaba Criminalística en la universidad de Tokio porque Azuma le había insistido que era una carrera interesante y bastante similar a su antigua profesión. Él había planeado no hacer nada y escoger ser mantenido por su superior y sus fondos anteriores. Pero al idiota se le ocurrió morir. Así que ahora estudiaba la odiosa carrera, que honestamente era interesante y lo mantenía ocupado.

Él vivía solo en un departamento a una hora de la universidad. Así que todos los días tenía que levantarse a las seis, salir a las siete y llegaba a las ocho. Luego eran clases hasta las dos, almuerzo, clases hasta las cinco. Finalmente, regresar a su solitario departamento a tomar una siesta antes de cualquier proyecto que tuviera que realizar para alguno de sus cursos. La universidad era pagada con una media beca y con los fondos que Azuma le había dejado, así que no necesitaba ningún trabajo de medio tiempo.

En conclusión, su vida era una rutina de seis a diez, cuando se iba a dormir.

Así que esa mañana del doce de septiembre, cuando por pura mala suerte su alarma no sonó y su vida rutinaria comenzó con nueve minutos de retraso, no esperaba que al estar parado a que la luz cambie a verde su vida dejara de ser la misma.

Porque en ese momento, al otro lado de la pista, a solo diez metros, estaba parado él.

Él, aquel desconocido con el que hizo contacto visual; él, que tenía ojos como el cielo y un brillo innato. Él, del cual no sabía nada, pero que al mismo tiempo sabía lo esencial. Lo único importante. Él, que tenía una energía diferente a todos quienes lo rodeaban; única e idéntica a la suya. Él, que se había quedado congelado pese a que la luz ahora estaba en verde. Pero ninguno se movería, ninguno retrocedería; ninguno haría nada hasta ver que el otro lo hiciera. Porque ya no había vuelta a atrás. Ya no había forma de no verlo, de no saber quién era, de impedir lo que debía pasar, de evitar lo inevitable.

Porque ya se habían visto y lo único que quedaba era la muerte.

 

-

 

La misión era simple. Vivías como humano hasta que te encontraras con un ángel, desde ese punto, desde ese encuentro, desde ese intercambio de miradas y reconocimiento mutuo solo quedaba una cosa por hacer. Exterminar al otro. Uno de ellos sobreviviría, el otro no.

 

-

 

El ángel dio el primer paso, su postura rígida, sus hombros tensos. Miedo. Shikamaru no sabía si era miedo a la pelea, miedo a luchar o miedo a morir. Pero pese a eso, el ángel avanzó, Shikamaru relajó su postura, si el ángel no atacaba, algo que no haría en mitad de una calle llena de humanos, él no tendría que estar a la defensiva. Así que demostrando en su expresión corporal que él no atacaría, avanzó.

Ambos cruzaron la pista, mientras la luz verde parpadeaba indicando que iría a cambiar. La gente a su alrededor corría para llegar al otro lado y Shikamaru lo único que pensaba era que aún no estaba listo. La última vez fue cuando ya había vivido cuarenta años como humano. No estaba listo para volver a hacerlo, no estaba listo para volver a luchar, los años humanos eran muy cortos.

Resignación.

Cuando ambos pasaron al lado del otro ninguno giró a verse. No era necesario, la decisión estaba dada, ya nada podría cambiarlo. Ninguno podría escapar y ninguno podría ignorar que se vieron.

La luz cambió a rojo cuando había llegado al otro lado. Podía sentir la fuerza insistente que lo llamaba hacia el ángel, podía sentir el cambio de su punto de equilibrio, de su punto de vista, de su mundo, porque ahora todo su centro sensorial era ese ángel. Pudo sentir cómo se iba alejando. Un metro, dos, tres. Shikamaru suspiró. No estaba listo para esto.

Su celular vibró, un mensaje entrante.

Cerraron la puerta. Te pusieron falta. Sabes que Takeda te odia.

Volvió a suspirar y guardó su celular. Había perdido su primera clase y posiblemente una práctica sorpresa. Bueno, ahora había cosas más importantes con las que lidiar. Nada le aseguraba que mañana seguiría con vida.

Todo era demasiado problemático.

 

-

 

Desde el momento que se reconocen, un lazo es formado, una conexión, un contrato, algo que hace al ángel tanto como al demonio sensible a la existencia del otro. Una de las formas de ubicarse el uno al otro y saber cuándo su existencia al fin logró ser destruida. Una forma de comprobar que la misión fue cumplida.

 

-

 

Viendo a la ciudad bajo sus pies extenderse no pudo evitar pensar en el poco tiempo en el que había estado aquí, en este período. Y pese a eso lo mucho que había pasado. Alzó el rostro hacia el cielo opaco, las nubes cubriendo a un sol que estaba huyendo. Dejó salir el humo del cigarrillo de entre sus labios. No le gustaba fumar, aún así lo hacía. El sabor amargo del tabaco le recordaba una época mucho menos problemática.

—Sabes que puedo sentir tu presencia—dijo al viento.

—No me ocultaba—respondió con un bufido en molestia. Pero Shikamaru podía notar la indecisión en el ángel.

Al final había faltado a clases, ya nada de eso era importante. No cuando la única razón por la que estaba en este mundo se había presentado. Ahora lo único que le quedaba hacer era acabar con esto. Estaba alejado de la ciudad, solía ser una estrategia de los ángeles, pero a Shikamaru no le molestaba. Sabía que él vendría. Parados en la cima de una colina viendo a toda la ciudad como si estuviera sobre ellos. Dejó de ver el cielo y tiró el cigarrillo al piso, pisándolo con una fuerza que no tenía. Sus ojos se posaron en el ángel.

La apariencia que tenía era la de un muchacho, más bajo que él, de cabellera rubia y ojos que le hacían recordar a un cielo despejado. Su expresión seria. El silencio se extendió. Él estaba listo para atacar en con cualquier seña que el ángel hiciera para atacar. No estaba listo para hacer esto de nuevo, pero eso no significaba que no lo haría. Reglas eran reglas, por muy problemáticas que fueran.

—No tenemos que hacer esto. —Las palabras salieron unidas al viento, naturales, rítmicas y con seriedad infligida.

Shikamaru parpadeó, sus ojos abriéndose ligeramente. No solía ser así, los ángeles, por mucho que fueran la esperanza, la luz, no parpadeaban cuando se enfrentaban a un demonio. Porque para ellos, lo que Shikamaru era, era pecado, suciedad, algo que debía ser eliminado.

—No hoy—dijo después del largo silencio y por la intensidad que le infringía esa mirada. Por un momento sintió al ángel relajar sus hombros, algo que no duró mucho.

—No hoy—repitió.

Mientras Shikamaru veía cómo el ángel se alejaba, cerró los ojos. No necesitaba de sus sentidos para poder percibirlo. No era miedo a luchar o pelear o a la muerte. Era miedo a otra cosa. Quizá ni si quiera era miedo.

Shikamaru suspiró, todo esto se volvía cada vez más problemático.

 

-

 

Como era de esperarse, esa noche recibió una llamada. Él no solía recibirlas, acostumbrado a solo mandar mensajes porque las llamadas eran molestosas. Pero algo le decía que debía contestar a este número desconocido.

—¿Aló? —preguntó con su mismo tono de aburrimiento.

—¿Lo encontraste? —la voz era exigente, tan conocida que no pudo evitar ponerse alerta.

—¿Cómo conseguiste mi número?

—Contesta—exigió la voz de mujer del otro lado—, según esto te has encontrado con uno. ¿Es cierto?

Él fácilmente podía mentir, podía decir que no había encontrado, que fue una falsa alarma. Que él seguía sin conexión con el enemigo. Pero su parte racional le preguntaba ¨¿Por qué mentir?¨ No es como si ese ángel fuera alguien de importancia, no es como si él no fuera a hacer todo lo posible por conseguir la victoria y sobrevivir.

Recordó el pedido del ángel. Sus palabras. No tenemos que hacer esto.

—Sí, lo encontré. —Pero nada de eso tenía que importarle. Debía evitar los problemas y acabar con este asunto de una vez.

—Bien, entonces estaremos esperando el resultado—esa voz dijo. La indiferencia y el frio demostraban que ella no tenía ningún problema en exterminar al ángel que le tocara.

 

-

 

 

—¿Qué haces aquí? — Shikamaru abrió los ojos.

—Reposando—respondió antes de bostezar y estirar sus extremidades. Había sido una buena siesta.

—¿En medio del parque?

—Veo a mucha gente haciendo lo mismo—respondió levantándose y sentándose con las piernas cruzadas. Vio al ángel, su postura rígida, su forma frente a él cubriendo lo que sea que él no quería que Shikamaru viera, sus ojos fieros y radiando amenaza.

—No aquí, no hoy—fue lo que dijo, Shikamaru sabía a lo que se refería.

—No hoy. —Aceptó—. ¿Cuándo? —decidió preguntar, porque ya había pasado una semana. Una semana y podía sentir al ángel aún lejos, esto no era común.

El ángel miró a sus alrededores, como si la respuesta y la solución a sus problemas estuvieran escritas en los árboles. Vio cómo este lamió sus labios antes de tragar saliva y volver a verlo a los ojos.

—No sé. —Siempre honestos—. Por favor, no hoy. —Miró hacia atrás, Shikamaru siguió la mirada donde un grupo de niños jugaban y un par de mujeres veía a estos jugar en los columpios. O la memos eso hacía la castaña, la rubia tenía su mirada hacia la dirección del ángel, pero mucho más precisamente enfocada en Shikamaru. Era reconocido como una amenaza.

—Involucrarte es-

—¡Lo sé! —gritó sobresaltándolo. Shikamaru solo siguió viéndolo, la misma expresión aburrida en su rostro. Esto no debería importarle, debería decirle al ángel que acabaran con esto de una vez. Pelear, morir o vivir. Miró de nuevo hacia donde estaba el grupo de niños y mujeres. Debían ser los humanos en donde el ángel había estado instalado.

Shikamaru suspiró y se levantó del pasto.

—No hoy—dijo antes de girar e irse caminando.

Él nunca fue un buen demonio al fin y al cabo, un retraso no era algo de qué preocuparse, nadie se daría cuenta si se demoraba una semana o dos demás, era Shikamaru después de todo.

 

-

 

—¿No hoy? —preguntó a penas vio cómo el ángel caminó hacia él cuando fue reconocido. Este sorprendentemente le mostró una sonrisa ligera. Nunca había sido tratado bien por uno antes- Oh. Casi nunca. No podía olvidarse de ella.

—¿Qué haces aquí? — Esta vez no sonaba amenazante, era simple curiosidad. Shikamaru giró a ver al mismo grupo de la semana pasada, al parecer venían aquí los domingos.

—Reposando—respondió honestamente. No tenía otra cosa que hacer, lo único que rondaba su cabeza últimamente era solo la misión, el ángel y el ¨no hoy¨ suave y melódico. El ángel alzó una ceja en incredulidad—. Es un buen día para recostarse en el pasto—dijo alzando y bajando los hombros en desinterés mientras se sentada en el pasto.

—Eso puedo creer. —Esa ligera curva de labios volvió a su rostro.

—¡Naruto! — Alguien gritó y el ángel giró hacia la voz.

—¡Ah! ¡Ahí voy! —gritó en respuesta, su postura cambió levemente cuando miró a la mujer que lo había llamado, su rostro mostrando una calidez que Shikamaru no había visto, algo que no era una sorpresa. — No hoy—esta vez lo dijo con una voz normal, no suplicante, no tímida, no tensa. Como un simple hasta luego.

—No hoy. —Hasta luego.

El ángel, Naruto, giró hacia los niños y la mujer, y su sonrisa creció y su brillo resplandeció y Shikamaru podía ver al ser celestial más claro que nunca.

 

-

 

De algún modo, el visitar el parque todos los domingos se había convertido en parte de su rutina. Llegaba sabiendo que el ángel aún no estaba ahí, pero que no tardaría. Se acostaba en el pasto, sintiendo la frescura del viento y mirando las nubes pasar. Juraba que no había cosa mejor en este mundo. La hora y media que le tomaba llegar hasta aquí lo valía. Incluso el hecho de que cada vez, el ángel se acercaba hacia él, preguntándole cualquier cosa banal como el estado en el que se encontraba para luego preguntar lo que realmente le importaba, saber si tendría otro día.

Hoy no era diferente.

—Hmm… Este…—Shikamaru no se había tomado La molestia de mirarlo cuando el ángel se había acercado, pero él no solía sonar nervioso antes. Así que giró su rostro y lo vio con algo de impaciencia al verlo moverse en su sitio inquieto.

—¿Sí? —preguntó cuando unos buenos minutos habían pasado y el ángel no había dicho nada.

—Bueno…—Este tomó aire y Shikamaru se vio víctima de una mirada en llamas de determinación—. Obaa-chan dice si quieres sentarte con nosotros—dijo rápido y sin soltar el aire que había tomado, algo que no parecía iría a hacer hasta que obtuviera una respuesta. Por su parte, Shikamaru estaba confundido, incrédulo y sin saber qué decir. Se levantó hasta quedar sentado y mirar en cuestionamiento al ángel.

—¡Naruto! ¡Apúrense! —gritó, aparentemente ¨obaa-chan¨. El ángel soltó el aire cuando comenzaba a ponerse rojo por el esfuerzo, su mirada fija en Shikamaru. Según parecía, tendría que responder.

—Bue-

—¡Genial! —Naruto no lo dejó aceptar ni negar la invitación, simplemente lo cogió del brazo y lo hizo levantarse de donde estaba sentado. Shikamaru aún sorprendido por el atrevimiento de un ángel a tocar un demonio, seres sucios de pecado, con tanta facilidad; no pudo decir palabra. Siendo llevado hasta el grupo de niños que estaba sentado en un círculo alrededor de una manta con diferentes aperitivos sobre ella.

Al llegar, el ángel solo lo empujó hasta que quedara sentado y este sin decir nada se sentó a su lado. La sorpresa y mutismo aún firme en su cuerpo, Shikamaru lo vio queriendo explicación.

—¿Qué? —susurró como si no hubiera hecho nada fuera de lo común. El ángel sabía muy bien lo que estaba haciendo, la forma que evitaba su mirada era prueba de eso.

—¿Por qué estoy aquí? —preguntó en respuesta. Irritado e incomodo de estar entre estos humanos, los humanos del ángel.

—Es qu-

—Naruto—interrumpió la rubia—, ¿no nos presentarás a tu amigo? —preguntó esta. Shikamaru la vio ocultando el horror que sintió ante la acusación. ¿Amigos? Ellos no eran amigos. No podían serlo. Giró de inmediato hacia el ángel esperando que él arreglara este embrollo para que fuera liberado del problema y pudiera regresar a su rincón del parque y ser dejado en paz.

Por la mirada del ángel él estaba tan incómodo como él, su cuerpo nervioso y sin saber qué decir. Shikamaru podía notar que comenzaba a sudar del nerviosismo. Shikamaru suspiró. Solo le quedaban dos cosas por hacer. La primera era pararse e irse de ahí. Esto no era de su incumbencia, esto no tenía nada que ver con él y si ignoraba a la mujer que tenía en frente no le afectaba. Era un demonio, por todos los infiernos. La segunda era apiadarse de inquieto ángel y sonreírle a la mujer, presentarse y actuar como los amigos que no eran. No tenía tiempo para esto.

Sintió en su interior esa conexión que tenía con este molesto ángel. El hilo era débil, pero firme y vibraba en tensión cargada y culpa.

Shikamaru suspiró. Era su culpa por no encargarse de este asunto antes. Había tenido varias semanas para esto, era realmente su culpa. Tch, que problemático.

—Soy Shikamaru—dijo sin saber en qué estaba pesando pero sus palabras no se detuvieron—, conozco a Naruto desde hace ya varias semanas—dijo sin sentirse cómodo llamándolo por un nombre humano. Él era un ángel y en su mente seguiría siendo uno.

—Al fin sabemos tu nombre—dijo la rubia—Naruto iba a verte todos los domingos pero nunca nos decía quién eras—ella recibió un recipiente de la castaña que giró a verlo.

—Hola, soy Shizune—dijo ella con una sonrisa y dándole otro recipiente a uno de los niños. Este exclamó un ¨gracias nee-chan¨.

—Yo soy Tsunade—se presentó la rubia—. Después de tantas semanas decidí que ya era hora que este mocoso recordara sus modales-

—¡Obaa-chan! —chilló el ángel, indignado. Ella lo ignoró.

—y de una vez te trajera a pasar la tarde con nosotros en lugar de que estés solo y lejos. —La mujer siguió pasando recipiente al resto de niños, eran unos siete, todos se veían de menos de diez años. Cada uno dándole las gracias y después abrir el contenedor donde había un obento tibio, palillos en mano y decididos a acabar con lo que tenían.

Shikamaru no sabía qué decir, menos cuando esta le alcanzó uno de los obento y lo recibió antes de seguir viendo esa mirada firme y no acostumbrada al rechazo.

—Gracias—murmuró. Recibió una sonrisa de parte de ella.

—Saluden a Shikamaru niños.

—¡Hola, nii-chan! —canturrearon sin que realmente le prestaran atención pero haciéndole caso a la rubia. El asintió ante el grupo de niños que segundos después se olvidaron de él.

—Espero te guste, no es mucho, pero definitivamente sabe bien—ella afirmó con firmeza antes de girar a ver a uno de los niños que llamó su atención jalando una de sus mangas. Al instante, la rubia y la castaña estaban envueltas en un mundo de servilletas, preguntas incómodas y mejillas con salsa.

No es como si él no hubiera sido testigo de esto ya varias veces, pero era algo completamente diferente cuando formaba parte de este grupo tan bullicioso, alegre y diferente a todo a lo que estaba acostumbrado. Tan absorbido por una escena tan extraña para él no se dio cuenta de la mirada del ángel hasta que el hilo que los conectaba dejó de estar tenso y comenzó a emitir calidez y alivio. Shikamaru giró a verlo.

—Es-estaba preocupado—susurró. Algo que no era necesario considerando que nadie les estaba prestando atención. Shikamaru entendía a lo que se refería. Él era un demonio después de todo, un mal demonio, un vago demonio, pero seguía siendo alguien impuro, pecador, el mal.

—Es comprensible—respondió no queriendo hacer de esto la gran cosa. A pesar de que lo era, es decir, ¿cuántas veces un demonio y un ángel que estaban destinados a matarse entre sí comían juntos? Él solo recordaba una vez que ocurrió, no terminó bien. Miró al ángel y sabía que esta vez tampoco terminaría bien.

—Soy Naruto—volvió a susurrar no queriendo llamar la atención del par de mujeres.

—Lo sé—él respondió.

Quizá ese fue el momento el punto de inflexión. El punto de cambio, el punto en que todo tomó un turno que no debía. Porque el ángel, Naruto, le sonrió. Le mostró, a él, un demonio, un ser impuro, un ser que representaba el pecado y la impureza, esa sonrisa brillante y de aceptación que no había recibido de nadie que no fuera Azuma. Y era doloroso, era frustrante y melancólico e injusto.

—¿Estás bien? —preguntó con un tono de preocupación.

—Debo irme—dijo obligando a que las palabras salieran de su boca—, yo- —dejó el obento a un lado, sin si quiera haberlo tocado y se levantó—tengo que-

—Llévatelo—fue lo único que le dijo, comprensible, alcanzándole el obento y la sonrisa intacta. Él realmente comprendía—. Es un camino largo—y claro, él sabía hasta dónde iría.

—Yo-

—No hoy—la frase le trajo la sensación de rutina, de costumbre, de alivio. Una sensación  de que todo seguiría igual, pese a que no iba a ser así.

—No hoy—asintió, mirando a la rubia antes de irse y no atreviéndose a voltear y ver su rostro de nuevo.

Los ángeles eran problemáticos.

 

-

 

La siguiente vez él dudó en ir. Pero su cuerpo, acostumbrado a la rutina y a su tiempo de observar las nueves los domingos, él suspiró y cogió sus cosas, saliendo a tomar el tren. A penas llegó, ocupó su lugar y esperó la llegada del ángel.

—Shikamaru—escuchó, sintiendo el cambio en su relación. No debía permitirlo, no debía-

—Naruto—respondió, no tenía poder cobre este fastidioso cuerpo humano. Abrió los ojos, y sin sorprenderle, admiró esa sonrisa que brillaba como el sol. Cerró los ojos y volvió a acomodar su cabeza en el pasto.

¿Qué estaba haciendo?

 

-

 

—Obaa-chan me necesita—dijo de la nada. Naruto, el ángel, se había acostumbrado a pasar la tarde sentado a su lado. AL principio Shikamaru se sentía aún alerta ante la presencia de su enemigo. Pero en la conexión que poseían él podía sentir que no había ninguna intención mala o dañina. Poco a poco llegó a relajarse, algo que lo alarmaba—. Ella no tiene a nadie más. —El ángel miraba a su familia, porque sí, entre las conversaciones que Naruto infligía sobre él, el fastidioso ángel le había contado lo que esos niños y esas mujeres eran para él.

—Tiene a Shizune y a los niños—respondió. No ocultaría lo obvio, uno de ellos morirían, pero nada decía que podrían ser ambos.

—Es diferente—dijo en un suspiro—. Para ella, Naruto es un hijo, su tesoro. Lo único que aún no pierde.

Shikamaru no quería entender, porque los ángeles eran creaturas demasiado complicadas y desinteresadas, preocupándose más por otros que por ellos mismos. Quizá era por eso que Shikamaru no había logrado permanecer como uno. Él era muy racional, muy curioso, muy inconforme con las respuestas que le daban.

—No podemos evitarlo—dijo en finitud. Las cosas eran así, ambos lucharían y uno moriría. Shikamaru no pensaba morir, no pensaba desaparecer, ser exterminado. Mirando el deseo, el anhelo en la expresión del ángel mientras veía a su familia, él supo que Naruto tampoco pensaba ser derrotado.

—Lo sé—Naruto se levantó, sacudió sus pantalones y miró a Shikamaru con una sonrisa cansada y triste—. No perderé. —Su voz no era amenazante, no era fría, ni indiferente, ni llena de odio, era un simple hecho, era un deseo, era un reto.

—Yo tampoco—respondió mientras se sentaba cruzando sus piernas. El viento alzó los cabellos rubios y las nubes dieron paso a rayos del sol que brillaron sobre ellos. Sus ojos celestes, reflejo del cielo que siempre admiraba, mostraron una determinación ardiente.

—¡Naruto! —escucharon el grito de Tsunade.

Naruto giró a verla y alzó un brazo, agitándolo.

—Ve—respondió Shikamaru volviéndose a recostar en el pasto—. No hoy.

Pudo sentir la calidez y felicidad pasar por la conexión que tenían.

—No hoy—su tono sonaba cada vez más feliz y esperanzado. Su ángel se fue.

No supo en qué momento la conexión que fue creada para asegurarse que su oponente sufriera, pereciera y fueran finalmente exterminado; se había convertido en una conexión donde ambos compartían calidez, felicidad y seguridad. Pero lo que menos entendía ni quería entender, era en qué momento dejó de llamarlo el ángel y comenzó a ser su ángel.

 

-

 

—¿Extrañas el Cielo? —preguntó de la nada. Shikamaru giró a la derecha donde Naruto estaba acostado junto a él. Frunció el ceño no entendiendo la pregunta—. Siempre paras observando hacia arriba.

—Solo me gusta mirar las nubes—respondió después de unos minutos. No había pensado en el Cielo hace mucho. No recordaba cómo era, no recordaba qué se sentía no sentir dolor, ni tristeza, ni solitud, ni remordimiento. No recordaba la felicidad perenne, promesa de Él.

—¿Las nubes? —preguntó—. No parecen divertidas—respondió después de unos segundos, en los que supuestamente había estado mirándolas.

—No las veo por eso—respondió, ya acostumbrado a interactuar con su fastidioso y preguntón ángel—, me relajan.

—Hmm—sintió a su ángel intentar buscar la razón por la que Shikamaru gustaba de las nubes. Él sabía que Naruto no entendería su punto. Así que antes de que el rubio se aburriera, recordó algo que Azuma siempre solía hacer.

—Muchas veces puedes ver formas en las nubes.

—¿Formas?

—Sí. Solo usa tu imaginación—explicó. Buscó alguna de las nubes que tuvieran alguna clase de forma. —Mira esa—dijo señalando un grupo de nubes—, esas parecen un zorro con un-

—¡Plato de ramen! —interrumpió su ángel. Shikamaru afiló la vista para ver el plato de ramen. No pudo verlo. Pero solo asintió— ¡Mira esa parece un bastón de caramelo! —gritó señalando una nube… circular. No sabía si su ángel tenía una gran imaginación o solo no tenía idea de cuál era la forma de un verdadero bastón.

El resto de la tarde Naruto se la pasó señalando nubes y riendo y con una sonrisa eterna en su rostro. Shikamaru no soportaba verla y le enfuriaba saber que sus ojos solo podían extraviarse en su brillo. Esto no podía estar pasando, se estaba acostumbrando a esto, se estaba acostumbrando a Naruto, se estaba acostumbrando a la presencia de su ángel. Y ya debía dejar de tomarlo como suyo.

Esa tarde se despidió con la misma frase de siempre, una frase que poco a poco ganaba más significado. Una promesa, un secreto, un pacto.

 

-

 

Como todo en su existencia, cuando las cosas parecían ir sin problemas todo se complicaba.

Era un sábado, estaba enfrascado en sus trabajos de la universidad a la que aún iba, cuando recibió una llamada de un número desconocido. Lo primero que hizo fue entrar en alerta, él no solía recibir llamadas, sus compañeros solo solían mandarle mensajes porque él pocas veces respondía. Otra cosa era que era un número que no conocía, pero aún así presentía que debía responder o sino…

—¿Aló? —preguntó cuando contestó.

—Era hora—escuchó la voz de alguien familiar. Pudo sentir el peso ardor caer en el fondo de su estomago, como las brasas del quinto infierno—. ¿Por qué te tardas tanto? ¿No lo habías encontrado?

Se había olvidado completamente de ella. Se había olvidado que tenía alguien que lo vigilaba, alguien que se aseguraba que si él no cumplía la misión o moría en el intento, ella se encargaría.

—Estoy en eso—dijo con más frialdad de la que quería. El silencio en la otra línea le demostró que había demostrado más de lo que debía y ahora estaban dudando de él.

—Recuerda lo que pasó con Azuma—fue lo único que dijo antes de colgar.

Shikamaru lanzó el celular contra la pared, este cayó en pedazos y la habitación se hundió en un frio tan helado como el noveno infierno.

No pudo evitar reír, reír y reír sin sentir alegría alguna. Porque todo esto era ridículo, desde cuándo él seguía los pasos de su problemático superior. Del idiota demonio que se enamoró de un ángel y murió por ella. Del imbécil que prefirió morir en lugar de ella. El muy egoísta que murió y la abandonó, y lo abandonó. Lo abandonó sin pedirle nada, pero sabía que le debía tanto a Azuma y aún así no pudo hacer nada cuando otro demonio vino y la mató. A ese ángel que lo miró con cariño y perdón ante su inhabilidad de defenderla. A ese ángel que no lo miró con odio o como si fuera algo sucio. A ese ángel que amó a su superior y no aceptó conocer a Shikamaru solo por protegerlo.

¿Desde cuándo él elegía el camino problemático?

 

-

 

Cuando llegó ese domingo más tarde de lo usual y vio a su ángel sentado bajo el árbol de siempre. Pudo darse cuenta que él sabía que algo había cambiado. Era la conexión,  su ángel había sentido sus cambios de emociones del día anterior y estaba seguro que él podría sentir la presencia de la daga que llevaba en su mochila. Junto a sus cuadernos y su estuche de útiles, como si no se tratara de un arma ancestral.

Vio alrededor y el grupo de niños no estaba. No sabía cómo su ángel había logrado que ellos no vinieran. Pero era sorprendentemente un alivio. Solo caminó hasta quedar unos pasos de él.

El parque estaba vacío, seguro a causa de su ángel. El cielo estaba cubierto de nubes y los rayos de sol no atravesaban. El viento azotaba con fuerza y se sentía la cercanía de una tormenta. El clima perfecto para lo que pasaría.

Vio cómo su ángel le mostraba la espada. Porque por muy buenitos que parezcan, los ángeles tenían unas espadas que no cortaban carne o metal, cortaban almas. Era de un blanco brillante que si Shikamaru tocaba solo ardería y sufriría de un inmenso dolor.

Sin pensarlo más, él sacó la daga y también se la mostró. Sucia, llena de pecados y sangre de ángeles pasados. Ángeles que en épocas pasadas lo habían atacado antes de si quiera pasara un minuto. Feroces y sin remordimiento de acabar con un demonio. Pudo ver a su- al ángel estremecerse al sentir la angustia de los suyos en su daga.

Shikamaru suspiró. Era inteligente, era mucho más inteligente del promedio y sabía que si él no mataba a este ángel otros vendrían, porque con la estupidez del día anterior ya estarían desconfiando de él. Y no solo matarían a su ángel, también lo matarían a él por desobedecer, por traición.

Caminó más cerca hasta quedar junto a su ángel. Su ángel. Porque era él el que tenía la conexión con este ángel, era él el que lo encontró, era a él a quien le tocaba decidir el destino de su ángel. No otro demonio, no otro ser, ni otra fuerza. Solo él.

Sintió el ambiente cambiar, podía sentir la presencia de más demonios acercarse y con esto, más ángeles vendrían. Porque el caso de Azuma se repetía y eso no lo soportaría ninguno de los bandos. Y Shikamaru no sabía si él amaba a este ángel como Azuma amó al suyo. Pero solo sabía una cosa, este ángel, Naruto, era suyo.

—No la conocí—dijo su ángel. Su tono cansado y el agarre del mango de su espada incrementándose—. Pero fue injusto. Fue injusto que sus amigos, sus camaradas, su familia solo se quedara mirando mientras los demonios la mataban. ¡Ellos debieron detenerlos! ¡Ellos debieron hacer algo!

El cielo negro comenzó a llorar lágrimas de amargura que se mezclaron con la tristeza de Naruto.

—Son las reglas.

—¡Pues apestan! —gritó al cielo enfurecido. Este vibró en horror en respuesta del grito, Shikamaru quería reír ante el berrinche de su ángel.

—No deberías decir eso—se acercó y tomó la mano de Naruto, la que sostenía la espada—, te desterraran.

—Se supone que somos amor, somos paz, somos-

—Justicia—alguien respondió. Shikamaru no giró, sabía que era alguien que Naruto conocía por la expresión en sus ojos y el temblor en sus manos—. Somos justicia y salvación. Para cumplir con eso debemos aniquilarlos—repitió la voz de hombre. Naruto miró al sujeto con ojos enormes, para luego girar hacia Shikamaru. Inseguro. Furioso. Sus ideales se mezclaban, sus enseñanzas y lo la realidad se contradecían ante sus ojos.

—¿Qué haces? —preguntó Naruto cuando Shikamaru movía los dedos de Naruto del mango de la espada. Segundos después abrió los ojos en sorpresa, seguro presintiendo que cometería el mismo pecado que Azuma. Shikamaru sintió que Naruto intentaba evitarlo pero no lo dejó moverse. El otro ángel no hizo nada para evitar lo que ocurría. Sentía que solo era un observador.

Shikamaru miró a Naruto, a su ángel a su hermoso ángel que él había contaminado.

—No hoy—dijo antes de hacer que los dedos de Naruto soltaran la espada y esta cayera al suelo. La palma de su mano llena de llagas y ampollas.

Segundos después, cuando un trueno cayó, Shikamaru lo aferró a su cuerpo y cerró los ojos.

Notas finales:

¿Qué les pareció? x3


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