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*ღ Un lazo de dos ღ* por Sabaku No Ferchis

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Notas del fanfic:

¡Hola! n.n/

Hum..., no soy nada buena con los resúmenes en primer lugar; una disculpa por eso xD En segunda, éste es un fic completamente crack... oséa... ¡SasoGaa! xDD ¿Por qué?... ¡PORQUE SON MIS DOS PERSONAJES FAVORITOS!

Bueno, bueno. Esto surguió porque pronto será el cumpleaños de mi bello Gaara, así que quise regalarle a Sasori... (como lo hice con Itachi y Deidara xD). No puedo prometer nada con esto ahora, es tan sólo un prólogo xD Tengo ideas frescas para este fic, y espero que sea de su agrado y me animen a trabajar en él para pulir las telarañas en esta cuenta u.u Aunque, no creo que ese sea el caso porque... A ustedes no les gusta el crack, ¿verdad? :c Entonces estoy como loca hablándole a nadie, pero no importa n.n Si hay algún alma bondadosa por ahí, espero que le guste esto nwn/

Por supuesto que sé que hoy no es el cumpleaños de mi Gaara, pero quería subirlo ahorita para ver si gusta y subir el primer capi en el cumpleaños de él :3

 

Notas del capitulo:

¡CUIDADO! Ni Naruto ni Naruto Shippuden me pertenecen, de lo contrario no hubiera acabado el manga así. Hubiera mucho Yaoi con ItaSaso, SasuGaa, GaaNaru, SasoDei, SasoGaa, ItaSasu... etc. O en su defecto hubiera dejado a Sasuke con Karin xD (No me odien D:)

 

¿Advertencias? Supongo que es Crack, con toques ItaSaso y SasuGaa, quizá. (Soy rara, muy rara xD) Y que la autora a veces tarda un poquitín n.nU

PRÓLOGO

 

 

*Víspera de Navidad. *

 



"Eres como la nieve que se derrite en mis manos: De pureza, blancura y fragilidad. Y con un corazón resguardado por una coraza de hielo"


Es en esta noche silenciosa donde él rememora el momento en el que lo conoció. Con los ojos miel mirando a través de la oscuridad hacia el techo, se relame los labios. El ceño fruncido ligeramente se intensifica cuando, dentro de su memoria, se ve a sí mismo sentado, en el corazón de una ciudad que celebraba la víspera de Navidad. Recuerda el frío que hacía esa noche. A pesar de que estaba resguardado por guantes, gorro, abrigo y bufanda, podía sentir el gélido roce del viento invernal intentando traspasar la tela de su ropa. A sus espaldas estaba el impotente árbol de Navidad, centellando como una luz en medio de la oscuridad; una gran estrella dorada lo coronaba, lanzando destellos de luz dorada en intervalos. Abundaba el típico espíritu navideño, aunque lo que Sasori sentía en ese momento distaba mucho de ser eso.

No es que le molestara la Navidad, en absoluto —aunque tampoco era muy afecto a ella—. Pero en ese momento tenía un hueco en el pecho que le dolía de una forma inexplicable y desconocida. Había indicios de lágrimas en el rabillo de sus ojos acaramelados que ni siquiera se molestaba por limpiar. Parecía un maniquí depresivo ahí, inmóvil y cabizbajo. De sus ojos, una mirada vacía se clavaba en el suelo tapizado por una alfombra blanquecina. El muchacho estaba ausente de todo el ambiente navideño, de los villancicos y las alegres familias que pasaban a su lado con amplias sonrisas y bolsas de regalos colgándoles de las manos. Estaba, en pocas palabras, destruido.

¿Cómo podría explicarlo? Ni siquiera ahora lo sabe. Pero sentía que cada vez que recordaba al moreno el corazón se le encogía dolorosamente. Esa tarde había decidido salir a dar una vuelta por el centro a ver si así podía despejar su mente un poco, pensar con claridad y darse cuenta que sentirse así por Itachi era estúpido e ilógico. Pero había resultado todo lo contrario, porque nada más se sentó en la banca, y todo ese extraño dolor dio una aguda punzada en su pecho. Los ojos se le nublaron y enrojecieron, y las lágrimas comenzaron a nacer sigilosas.

Él no pudo darse cuenta de sus sentimientos hacia el moreno hasta que éste le confesó, con ligero rubor en las mejillas y una sonrisa nerviosa, que estaba enamorado de alguien más. Entonces Sasori se había quedado helado, escuchando el sonido de un cristal romperse en su interior. Después de unos segundos asintió levemente y le preguntó a Itachi de quién se trataba. Pero lo único que pudo percibir después fueron los labios del chico moviéndose, y él ya no escuchaba nada.

Pagó la cuenta y ambos salieron de la cafetería. Itachi parecía no percatarse del repentino cambio de humor del pelirrojo, que de pronto se había hecho más cortante y hostil que de costumbre. No mencionaron nada más sobre el tema, y Sasori vio con una mueca dolorida cómo Itachi se despedía de él para tomar el camino a su casa.

Las reacciones que le siguieron a eso fueron tremendamente patéticas. Sasori había azotado la puerta de su habitación tras él, se lanzó contra la cama, y cuando sintió sus ojos humedecerse decidió que era suficiente, se abrigó y salió de casa.

Y helo ahí aquella noche helada, cuando por fin se hartó y se levantó de la banca en un movimiento algo brusco. Aspiró una bocanada de aire sin importarle cuánto frío pudiera llegarle a su garganta. Sus manos se ciñeron en puños y su boca se hizo una fina línea.

"No es amor. Definitivamente no es amor." Pensó, pero él era bueno mintiéndose a sí mismo.

Así que se integró al gentío regado por las calles, con sus sonrisas de oreja a oreja y conversaciones alegres. Las risas de los niños y las melodías que se escuchaban de las tiendas. Metió las manos en los bolsillos de su abrigo negro, hundió el rostro entre la bufanda y el gorro de color café. Y sintió cómo las lágrimas volvían a formarse.

Le hubiera encantado lanzar una palabrota a los cuatro vientos, en un grito que lo librara de ese sofocante nudo en la garganta. Pero no se arriesgaría a parecer un loco, no más de lo que ya se creía por haberse enamorado de Itachi. Lanzó un suspiro mientras caminaba, tenía la mirada sobre la nieve del piso, donde se dibujaban las huellas de zapatos, patitas de perro y le pareció ver una de un pie descalzo por ahí, aunque sinceramente no le prestó atención. Su mente, como debía de ser, estaba divagando en el moreno.

Sasori nunca creyó que llegaría a experimentar algo como eso, ni mucho menos por Itachi. Siempre lo vio como una molestia andante, con su porte elegante y enigmático que le resultaba a él un tanto egocéntrica y engreída. No entendía por qué razón terminó tolerándolo y más aun siendo amigo del Uchiha. Y ahora, cuando todos sus sentimientos escondidos le dieron una bofetada en la cabeza, se sentía patético. Frunció el ceño y sus mejillas adoptaron un tenue color rojo de ira. Le dolió en el pecho volver a recordar a Itachi diciéndole que amaba a otro, y un gemido afligido escapó de sus labios, como si alguien le hubiera dado una patada en el estómago.

"¿Pero qué mierda...?"

Fue cuando alzó la mirada que se dio cuenta de que él no había soltado ningún sonido. Los ojerosos ojos miel se expandieron al notar como un perro pequeño gemía dolorido sobre la nieve, frente a una tienda de pasteles.

— ¡Sal con tu basura de mi establecimiento, maldito mocoso!—Escuchó los gritos de un hombre gordo en el umbral de la puerta, que salió sujetando del cuello del suéter a un muchacho y lo aventó como si fuera una bola de boliche hacia el piso.

Sasori, que estaba a unos metros, pudo notar como los ojos del chico refulgían de ira, y se paraba de golpe de la nieve a lanzársele al hombre de la pastelería sobre la espalda, colgándose sobre él y lanzándole golpes a diestra y siniestra mientras el hombre soltaba palabrotas y hacía todo lo posible para quitarse al muchacho de encima. Eran unos ojos muy peculiares, como una fusión entre el aguamarina y el turquesa. Sasori dio un paso hacia delante, pero no pudo ver más nada cuando la entrada de la tienta fue bordeada por un círculo humano.

— ¡Quítenme a este mocoso de encima!—Gritaba el hombre colérico. Pero la gente no hacía nada, se quedaban mirando indecisos y murmurando por lo bajo. Sus rostros se deformaron en una expresión de asombro cuando el muchacho le mordió el hombre entre el cuello y el hombro y éste soltó un alarido. Sasori se abrió paso entre ellos y contempló con cierto horror.

El chico parecía un animal salvaje sobre aquél hombre, había sangre manchando sus dientes y la ropa del pastelero. Pensó en que quizá podía separarlos, pero se quedó parado, ahí, como los demás. Le echó una mirada al perro. El pequeño se estaba levantando apenas, y cuando vio lo que acontecía frente a sus narices, empezó a ladrar. Intentó correr hacia el pastelero, que no hacía más que lanzar golpes a lo tonto al chico sobre su espalda, pero Sasori lo alcanzó y lo cargó intentando calmarlo.

Momentos después llegaron dos oficiales de policía. Uno de ellos se encargó de dispersar a la gente mientras el otro arrancaba al muchacho de la espalda del señor. Sasori fue el único que se quedó ahí cuando todos se hubieron ido, con el perrito aun ladrando entre sus brazos.

— ¿Usted lo conoce?— Le preguntó el policía con mirada severa y tono impaciente. Sasori miró más allá del oficial, a su compañero que por fin lograba que el chico soltara al pastelero.

— ¡Maldita escoria, me ha mordido!— Reclamó el hombre gordo al oficial, sosteniéndose el hombro herido con la mano. El oficial sujetó al muchacho fuertemente con las manos y Sasori lo contempló. No parecía tener más de dieciocho años y su aspecto era deprimente. Tenía un suéter roto de las mangas y codos, en un pasado de color hueso, pero ahora de un gris oscuro, y unos vaqueros con agujeros por todas partes. Los cabellos enmarañados de un rojo sangre, curiosas ojeras negras y un singular tatuaje rojo en la parte izquierda de su frente.

—Responda mi pregunta, ¿usted lo conoce?—La voz del oficial que estaba frente a él lo sacó de sus pensamientos. Para ese momento el perrito estaba más calmado y se acomodaba en su regazo de tal manera que podía contemplar mejor a su dueño.

—Sí, lo conozco; es mi primo— Contestó y el oficial arqueó una ceja. Le dijo que esperara un momento y se volvió a su compañero, que intentaba hacer todo lo posible para calmar al pastelero sin soltar al chico pelirrojo. El policía le susurró algo al oído a su compañero y ambos se volvieron hacia Sasori.

— ¿Nos podría explicar lo que acaba de pasar?

Sasori abrió la boca para hablar, pero el pastelero le interrumpió olímpicamente.

— ¡Lo que acaba de pasar, es que ese mocoso y su rata— Señaló al perrito, quien dejó al descubierto sus dientes soltándole un gruñido— entraron a robarme y me hirieron el hombro!

—El que te mordió el hombro fui solamente yo, idiota; no el perro.

Tanto los oficiales como el pastelero le lanzaron una mirada iracunda al muchacho de cabellos rojos. Entonces Sasori entendió que aquél chico se estaba metiendo a sí mismo a la boca del lobo. Seguramente lo arrestarían y al perro lo sacrificarían, si él no hacía nada. Es ese momento, un sentimiento de repentina protección apuñó el pecho de Sasori.

—Me disculpo en nombre de mi primo— Dijo de pronto, dirigiéndose al pastelero—, y también en nombre del perro. Me haré cargo de enmendar el daño.

— ¿Tú?—Escupió este, déspota. Al parecer no se había percatado de la presencia de Sasori hasta ese momento—. ¿Tú quién eres?

La nieve caía sobre ellos como ligeras gotas de unicel. Sasori podía ver la expresión tosca del sujeto a través de los copos.

—Soy su primo— Respondió con tono indiferente. Los ojos aguamarina del pelirrojo se abrieron como platos.

— ¿Qué dices, idiota? Yo no...

—Es un tarado, perdónenlo— Interrumpió Sasori, haciendo como que el pelirrojo no había dicho nada—. Tiene problemas en la cabeza, le gusta salirse de casa y hacerse el rebelde, ¿saben?—Bajó al perro que de inmediato corrió al lado del chico de ojos aguamarina. Sasori comenzó a rebuscar en el bolsillo de su abrigo mientras seguía hablando. Era un gran actor y eso lo sabía—. Pero ya estamos acostumbrados. Como sea, yo pagaré los daños y su doctor, señor—Y sacó de su cartera la cantidad necesaria de dinero para que el pastelero abriera los ojos y la boca sorprendido—. Tome.

Sin dudar, éste tomó el dinero casi arrebatándoselo. Le dedicó una mirada llena de ponzoña al muchacho de los ojos aguamarina.

—Tienes suerte, escoria. Si tú y tu rata se vuelven a aparecer por aquí, no tendré compasión—Escupió las palabras como serpiente escupiendo veneno. Pero el muchacho a penas y le prestó atención. Sus ojos acuosos fijos en Sasori con incredibilidad. Ya ni siquiera intentaba zafarse del agarre que el oficial ejercía sobre él.

En esta ocasión nadie le prestó atención al pastelero. Los policías miraban a Sasori de la misma manera que el pelirrojo. Si esto lo puso nervioso, no lo demostró. Actuó lo mejor que pudo para hacerles creer que el chico en verdad era su primo y librarlo de ese apuro ¡Hasta había regalado el dinero que había estado ahorrando para la nueva jaula de Levi—su hurón—! Por fin, después de echarles varias ojeadas a ambos, los oficiales asintieron. Ese muchacho tenía suerte de que ambos fueran pelirrojos.

Con un movimiento para nada delicado, empujaron al muchacho a Sasori y este lo tomó del brazo. Lo jaló como si fuera un costal de harina, y el perrito les siguió por detrás. Sasori no tenía idea de lo que acababa de hacer. Bueno, había salvado a un desconocido sin razón aparente. Debía de estar volviéndose loco. Soltó al muchacho apenas doblaron una esquina y éste empezó a jadear —al parecer, Sasori lo había jalado muy aprisa—. Unos fruncidos ojos aguamarina se clavaron sobre él.

— ¿Qué te pasa? ¿Estás loco?— Soltó el otro. Su pecho subía y bajaba rápidamente. Las mejillas se le habían enrojecido un poco, y su boca llena de sangre le recordó a Sasori a los personajes de los creepypastas que leía cuando no era tan noche y no tenía nada que hacer.

—Acabo de salvarte el pellejo, tonto. Al menos podrías agradecer—Dijo con tono ofendido. El muchacho dejó de jadear y se irguió. Sasori notó que el chico era un poco más alto que él se sintió un enano.

—Pues nadie pidió tu ayuda— Soltó el muchacho, tajante. Empezó a sacudirse la nieve del suéter, de cuando el pastelero lo había empujado. Luego se inclinó hacia el perrito, que de pronto de acercó a él y se dejó cargar. Aquello le produjo a Sasori cierto enternecimiento, pero no dijo nada y desvió la mirada.

—Deberías cuidar más a tu perro, ¿no, mocoso?— Inquirió Sasori mientras daba media vuelta y comenzaba a caminar. El pelirrojo se había entretenido en rebuscar alguna herida en el perrito, pero todo se hallaba en perfecto estado. Se pasó el antebrazo por la cara para limpiarse la sangre en el suéter y levantó su mirada hacia Sasori, pero éste ya se iba caminando.

— ¡Oye, tú! — Hizo la mitad de un megáfono con una de sus manos y le gritó a Sasori, quien de inmediato giró en redondo y le miró expectante—. Gracias. Por ayudarme, quiero decir.

Sasori había logrado distanciarse apenas tres metros del muchacho.  La gente en esa calle era muy reducida, así que por la cortina de copos de nieve contemplaba al muchacho fijamente. Era delgado, pero para ser un chico de la calle, no era muy desnutrido. Su piel, aunque un poco cubierta de mugre, era blanca. Pensó que aquello contrastaba muy bien con su cabello rojo sangre. Quizá hasta lo hacía brillar más. Hubo un viento gélido que arrasó la calle. El muchacho apretó los dedos de los pies y sólo hasta entonces Sasori se dio cuenta de que estaba descalzo. No pudo evitar pensar en las huellas que había visto antes en la nieve, las que eran de un pie descalzo. Frunció un poco el entrecejo y a zancadas llegó hasta el muchacho y le tomó de la muñeca.

—Ven conmigo— le dijo como si fuera una madre regañando a su hijo. El pelirrojo volvió a abrir los ojos como platos y dando traspiés intento zafarse del agarre de Sasori, con el perrito siguiéndole por los talones.

— ¿Eh? ¿Qué te pasa, estúpido? ¡Suéltame!—Gritaba el taheño una y otra vez. Sasori se sintió avergonzado por las personas que pasaban a su lado y los veían con extrañeza—. ¡Suéltame!

—Cállate— dijo el pelirrojo de ojos miel—. Cállate y camina.

Pero el muchacho no obedeció. Se la pasó quejándose todo el camino que Sasori terminó preguntándose por qué no lo había mandado al cuerno. Ya frente a la casa de Sasori, el pelirrojo se encontraba callado. Tenía los brazos cruzados a la altura del pecho, mirando a Sasori con el ceño fruncido. El perro olfateaba la esquina de la casa de Sasori.

— ¿De verdad piensas meterme a tu casa en víspera de Navidad? Porque no creo tu familia tenga un asiento reservado para mí ni una media en la chimenea—La voz del chico era sarcástica. Y aquella le sacó una débil sonrisa a Sasori, mientras introducía las llaves a la cerradura.

—Eso no importa, tonto— respondió. La puerta se abrió y Sasori dio un paso dentro, haciéndole al muchacho un ademán con la mano para que le siguiera.

— ¡No voy a entrar! No quiero y además voy a ser un estorbo—Replicó, apretándose con los dedos los brazos muy digno. El perrito estaba sentado a su lado.

—Te he dicho que eso no importa—Repitió Sasori, reprimiendo con la mirada al muchacho desde el umbral de la puerta. La fachada de la casa al pelirrojo se pareció muy sencilla; nada ostentosa pero tampoco austera. De hecho, parecía muy acogedora. Era de color azul pálido —o eso parecía bajo la luz de la noche—.Había un pequeño jardín resguardado por una reja negra y varios tipos de flores decorándolo. Después de contemplar por segundos aquello, el muchacho volvió su mirada a Sasori.

— ¿Por qué?— Preguntó en su afán por seguir sintiéndose indeseable—. ¿Por qué no te importa?

Sasori se irguió y pareció crecer dos centímetros más —¿o fue sólo la imaginación del pelirrojo?—.

—Fácil— Contestó Sasori, como si fuera lo más normal del mundo. Tomó al muchacho de la mano y lo jaló dentro de la casa. El perrito se coló entre sus piernas—. Porque yo no tengo familia.


CONTINUARÁ...

Notas finales:

Me quise sentir importante al poner ese¨"Continuará" xDD

Bueno, si alguien ha llegado hasta aquí, quiero decir que ese alguien me ha hecho muy feliz c: Y si dejaran su opinión me harían estallar de felicidad xDD (¿Pero qué me pasa, mendigando reviews? xD) Ya lo he dicho, me falta un tormillo D:

¡HASTA LA PRÓXIMA! (Oséa, quizá, el 19 de Enero) C:


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