¿Día o noche? ¿Frío o calor? ¿Vivo o muerto?
¿Es que la habitación era obscura o ya había quedado ciego?
Podia asergurar que se encontraba en algún lugar debajo de la tierra. Era casi seguro que la habitación era hexagonal con cadenas saliendo de cada extremo de esta aprisionando su cuerpo. Podía jurar que aquel salón estaba bien protegido por más de treinta guardias. Era imposible de negar que llevaba más de tres meses allí.
Inspiro profundamente llenando sus pulmones con ese aire desgastado y putrefacto que se lograba colar de algún lugar.
Movio los dedos de su mano derecha y sintió el sonido de las cadenas chocando unas contra otras sobré su piel.
Hace tanto que había sentido el calor del sol por última vez...
Bien, ya era tiempo de salir y ver como las cosas iban de mal en peor.
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Salir al aire fresco, lo que anhelaba.
La realidad que vivía, lo que odiaba.
El sol de la mañana se colaba por la ventana abierta de su habitacion. Al fin se dignó a abrir los ojos como crisantemos que poseía sólo para verificar que todo estuviera en orden.
En realidad lo que más odiaba estaba justo frente a el, en el espejo. Por eso desvió la mirada y recorrió su habitación; Su ventana casi transparente abierta de par en par, su cama de madera de caoba con sábanas de seda morada y mullidas almohadas, su espejo frente a el, el escritorio lleno de papeles, la puerta al baño...
Sus ojos volvieron una vez más a aquella silueta frente a el.
Odiaba aquella silueta más que nada. Esos ojos rojos, sus cabellos desordenados, su piel nívea, sus caros ropajes- que podrían haber alimentado a muchas personas-, todo de el gritaba "¡Mírame! Soy un Soyeri"
Pero ese odio no le serviría de nada.
El mundo no iba a cambiar si el se quedaba ahi sentado como un convicto.
La paz del lugar finalmente fue interrumpida por el rechinido de una puerta abriéndose, tras la cual apareció un gato gris que le salto al chico acarameladamente.
–¡Esmerald!- miro al gato detenidamente– Vaya, estoy seguro de que tu también deseas escapar de aquí ¿no?
Claro, no esperaba una respuesta ni mucho menos pero el gato era su única compañía en aquella monótona mansión... Bueno, la única compañía que lo comprendía.
Los ojos del chico se ablandaron al acariciar al felino ronroneando entre sus brazos. En cierta forma era realmente tranquilizador.
Después de varios minutos dejo al gato en el suelo y lentamente salió de su habitación, cual prisionero llevado a la orca.
Sus botas cafés con broches de plata hacían eco por todo el pasillo cuando besaban el suelo de caoba.
Ese sólo acto demostraba el estado de abandono, a esepcion de unos cuantos sirvientes que se dejaban ver de vez en cuando, en el que estaba la casa.
Era lógico; su madre posiblemente en alguna misión, su padre en algún viaje de negocios y su hermano... Posiblemente con su madre.
Al bajar las escaleras y llegar a la cocina pudo ver en la mesa central una nota de pergamino con fina escritura en ella.
Se leía:
"Bueno días.
El desayuno se encuentra en la mesa.
Tu misión de hoy es eliminar a un grupo terrorista llamado "Eleven", se encuentra su escondite en el callejón Isce.
Atte. Kirin Soyeri."
El chico salió por la puerta principal dispuesto a cumplir con su deber... Igual que siempre.