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Yes, my Lord por Love of L

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Notas del capitulo:

medio lemmon ejejejej

 * En un colina verde cerca de la mansión *

Sebastian los había llevado a grandes saltos sobre árboles hasta una bonita colina en la que lucía mucho el sol.

-¿Está bien, señorito? Espero que no le haya resultado muy brusco el viaje.

-Se...Sebastian- Ciel estaba impresionado.

-Como sirviente de la casa Phantomhive, ¿cómo no podría hacer algo tan simple?- mirándolo con humildad.

Ciel rió sutilmente y se sentó a contemplar la mañana. Sebastian esperó de pie a su lado.

Las ráfagas de viento despeinaban el pelo del pequeño y llevaban su aroma hasta el olfato del mayordomo. Este se intentaba controlar mientras recibía ese olor que lo seducía, propio de la mezcla del deseo demoniaco de ese alma oscura y la sensualidad que le provocaba la falsa frialdad de ese niño al que servía con todo su ser. Al rato, no pudo evitar un suspiro de desesperación mientras se aflojaba el cuello de la camisa.

-¿Huh? Sebastian, ¿ocurre algo?- El niño se había girado sorprendido por la respiración inusual del demonio.- Oh, Sebastian, ¿y tus guantes?

-Me los dejé en el salón de baile, joven amo, disculpe.

-No es propio de ti olvidar cosas.- Ciel recordó el contacto de sus pieles durante el baile y se estremeció.

Cuando la brisa se volvió más suave, la temperatura era cálida, muy agradable.

-Ah, lo cierto es que hace un día genial.- Ciel se tumbó sobre la hierba mirando el cielo despejado y desabrochó su camisa. -Se agradecen días así de vez en cuando... ya tengo demasiado oscuridad en mi interior.- hablaba bajo con la mirada perdida.

La escena de su amo con el pecho desnudo lo volvió loco y se descontroló. Sus ojos tornaron a fucsia y se abalanzó sobre el muchacho.

-¡Sebastian!

-Mi joven amo...- lo miró fijamente con ese poder de convicción y comenzó a acariciar su pecho con un solo dedo, recorriéndolo de arriba abajo.

-Se...sebastian...- Ciel se había ruborizado y lo miraba sin comprender.

Sebastian acercó peligrosamente su boca a la oreja del pequeño y susurró:

-si no lo desea, usted solo tiene que ordenarme parar, mi joven amo.- y deslizó la camisa dejando al aire libre el suave hombro del menor.

Ante el silencio de Ciel, el perverso mayordomo sonrió con malicia, elevó la barbilla del pequeño con un gesto decidido y gentil y comenzó a lamer su cuello.

Ciel cerró los ojos con fuerza y ahogaba quejas en su garganta que se escapaban en forma de jadeos cada vez más fuertes, según aumentaba la intensidad su demonio, que mordía y chupaba su cuello con talento. El menor estaba tenso, apretando todo su cuerpo, pero no oponía resistencia.

Sebastian olía cada poro del joven humano y suspiraba. Decidió jugar con su oreja lentamente, y eso torturaba al muchacho, que empezaba a sudar mientras su entrepierna se abultaba.

-Se...seba..ah...as...tian- lo llamaba preocupado entre pequeños gemidos.

La sonrisa del mayordomo era cada vez más perversa. Llevó una mano al pezón izquierdo del muchacho y lo empezó a acariciar:

-¿Sí, joven amo? ¿Desea ordenarme algo?

-Más... más rápido.

Los ojos de Sebastian se entornaron mostrando determinación:

-Yes, my Lord.

Sebastian se dejó caer completamente sobre Ciel encajando una de sus piernas entre las del chico. Alargó los brazos del pequeño sobre su infantil cabeza y los sujetó con una sola mano. Comenzó a acercar su rodilla a la entrepierna del menor acariciando su rostro con lujuria.

Ciel Phantomhive... quiero devorarte. Devorar tu alma y tu cuerpo...

Y se dispuso a cumplir su orden.

Los círculos en el interior de su oreja se volvieron frenéticos, acompañados por los del pezón.

Los gemidos del menor ya no podían disimularse.

-Ah... ah.. AH AH...

El experto mayordomo comenzó a pellizcar y pinzar el pezón. Abandonó la oreja para morder el otro pezón, que pronto se erizó y se rosó.

El pequeño apretaba sus piernas, molesto por la hinchazón de su miembro, como si pretendiese bajarlo. Al ver esto, Sebastian se sorprendió, y bajó su mano marcada hasta el bulto. Se notaba inmaduro pero deseoso. Desabrochó los tres botones del pantalón de su joven amo.

-Sebastian, n..no...

-¿No desea aliviar este picor, mi señorito?- acarició suavemente por encima de la tela.

-Hah...etto...bu..bueno- miraba hacia otro lado para evitar la vergüenza.

-Entiendo.- Sebastian soltó los brazos del pequeño, que fue a abrazarlo inconscientemente y frenó, dejando caer sus brazos sobre la hierba.

Puediendo utilizar ambas manos, Sebastian bajó un poco los pantalones del menor, dejando la mitad de su ropa interior a la vista. Acercó su rostro al miembro del pequeño y este pudo notar su aliento contra su sexo. La respiración del mayor aumentaba hasta que paró, de repente, y se levantó ágilmente. Ciel lo miraba desconcertado.

Sebastian sacó su reloj de bolsillo.

-Pronto será la hora de la comida, mi joven amo.-y le tendió una mano servilmente para ayudarle a incorporarse.

El pequeño se aclaró la garganta con indignación y se giró de espaldas al mayor para vestirse correctamente. Sebastian intentaba contener la risa.

-Llévame a casa, Sebastian.- el joven amo estaba muy enfadado y avergonzado.

 

Al entrar en la mansión, los sirvientes saludaron con efusividad al pequeño, que salió corriendo por las escaleras.

-¡Señorito! ¿Le ocurre algo?- los sirvientes se preocuparon.

-NANDEMONAI!!!- y se encerró en su habitación.

-Jm...-Sebastian se quedó pensativo. Interesante.

 

Una vez calmado, Ciel se echó agua en la cara, decidió no darle importancia y bajó a comer, fingiendo que no habia pasado nada.

Durante la comida, el pequeño conde se comportó como de costumbre, frío y seguro. Sebastian observaba sus movimientos disimuladamente.

Al terminar, Ciel se fue a su despacho y Sebastian se quedó recogiendo con el resto de los sirvientes.

 

* En la habitación a oscuras *

Maldito Sebastian... no quiero pensarlo pero... no entiendo nada. No debería hacerme esas cosas. Tsk... malditos demonios. Este no es nuestro contrato.

 

* En la cocina *

No debí perder las formas de esa manera, qué poco control; casi llego tarde para la comida. Pero... este señorito... es realmente interesante.

 

Tras la cena, Sebastian acompañó al joven conde al aseo para bañarlo. Como siempre, el pequeño se desvistió y entró en la bañera. Estoy desconcertado... después de lo de esta mañana, no sé si es muy seguro esto. Estoy desnudo frente a él. ¿Intentará algo?

Sebastian se quitó la chaqueta y remangó su camisa para poder enjabonar a su amo sin mancharse.

Ciel miraba de reojo la esponja sujeta por la firme mano de su demonio, que recorría su cuerpo dulcemente.

El baño trancurrió como de costumbre, en silencio y sin nada fuera de lo común.

Ciel salió del baño y comenzó a secarse con una rara sensación: parecía que le pesaran los hombros y se sentía... ¿vacío? No lo entiendo... no ha mostrado ningún tipo de interés... y yo... ¡¿estoy decepcionado por ello?!

-Puedo vestirme yo, Sebastian. Retírate.- se apresuró en ponerse el pijama y se fue a la cama.

 

* TOC TOC *

-Pasa.- Sebastian entró a la habitación con el candelabro.

-Señorito, se ha abotonado mal la camisa del pijama. Permítame.- Ciel se dejó de mala gana.

Cuando al abrochar el último botón, el guante rozó el vientre del menor, este se giró rápidamente y se recostó.

-¿Se puede saber qué le ocurre, joven amo?- Sebastian intentaba mostrar su lado más humano como le habían enseñado.

-Me produces sensaciones extrañas.- su tono era entre enfado y preocupación.

Sebastian sopló el candelabro y se dirigió a la salida de la habitación con su exquisita sonrisa:

-¿Yo? Si solo soy un simple mayordomo.

Notas finales:

espero que no les haya decepcionado :3


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