A veces es el trabajo de otras personas entrar a nuestras vidas para hacernos aprender lecciones, pero no por eso es necesario que se queden en ella. A veces simplemente tenerlas en el corazones duele, y el dolor es algo que los humanos no podemos soportar.
Mi vida fue muy trágica, y desesperante. He lidiado con ella unos 10 años y a pesar del tiempo que ha pasado, a veces las heridas son demasiado profundas y nunca llegan a curarse del todo.
El amor es algo que a mi temprana edad de 15 años era absolutamente todo, pero para un muchacho como yo, que tenía que aguantarse los golpes y gritos de sus padres cada tarde después de la escuela, era otra cosa que muy bien podía irse al bote de la basura.
Siempre había algo en mi mente que decía: “Abre tus ojos y mira a tu alrededor. ¿Crees que de verdad tienes tiempo para el amor?” Nunca me di la verdadera oportunidad de abrir mi corazón y entregar mi todo a esa persona especial, aunque fuese el primer amor. Como siempre dicen: “El primer amor nunca dura”, y no podría estar menos de acuerdo.
Mi primer amor, a menos para mí, no fue un típico amor colegial. Fue algo que llegó más allá de los límites. Un amor prohibido, diferente y de verdad: Un amor entre profesor y estudiante.
Suena raro la verdad, cada vez que lo digo, pero sé que no puedo estar menos agradecido. Él lo fue todo para mí porque fue el único que se quedó cuando las cosas estaban tornándose más difíciles de lo acostumbrado.
Mis padres comenzaron a ser más incomprendidos, a tratarme mucho más fuerte después de que pasé 4to año. En 5to año ya era casi normal que llegara a la escuela con algún moretón o corte nuevo. Y nadie lo notó, excepto él.
Un día estaba en su salón de consejería, ya que él muy cautelosamente (evitando que lo esquivase, porque ya lo había hecho antes) había pedido que me quedase, para hablar sobre “ese” tema del que habíamos “hablado la otra vez”. Y fue completamente extraño al principio. Era simplemente yo, sentado en una silla enfrente de su escritorio, mientras él, escribiendo en un montón de papeles no sé qué y lo que sea. Todo estaba más callado que en un funeral, hasta que abrí mi boca:
-Profesor, si de verdad no me va a decir nada, ¿no cree que será mejor. . .- Me interrumpió justo cuando me había levantado del asiento con amabilidad.
-Señor Mackenzie. Por favor, siéntese. Ya le dije que necesito hablar con usted. En un momento lo atiendo.- y volvió a su papelerío. Por supuesto ya me estaba hartando. Simplemente me quedé ahí esperando que hablara o que amenos se diera por vencido y me dejara ir a casa. Si él quería hablar de lo que yo temía que él quería hablar, ya era caso perdido. Era el mismo problema todos los días y todas las tardes desde 1 año cuando nos mudamos a la ciudad. Ya era un maldito caso perdido.
Después de mínimo una media hora. Escuché como dejaba la pluma en el escritorio, y de reojo va como cruzaba los dedos y me miraba para nada indiscreto.
-¿Sabe bailar, señor Mackenzie?- Una pregunta totalmente fuera de mi entendimiento en ese momento. Simplemente volteé, y con una buena cara de “no entiendo qué carajo acaba de decir”, dije:
-… ¿qué?- casi ni se escuchó mi respuesta a su no esperada pregunta. Al parecer ni siquiera se preocupó en escuchar o no, porque sin previo aviso se levantó de su pupitre y fue a la esquina del salón, en donde se encontraba una grabadora que no había notado para nada. La abrió, supongo que para averiguar si el disco se encontraba ahí, y la puso a andar. Sonaron canciones de diferentes tonos, ritmos y letras, pero la dejó justamente en una con un ritmo de ¾. Parecía todo menos un balls.Un tipo de música que jamás había escuchado.
Se dirigió hacia mí y me hizo levantarme de un tirón del brazo. La canción había comenzado hace tiempo, pero me hizo entrar a ritmo de una vez. Me colocó mi mano en su cintura y él puso la suya en mi hombro, mientras que su derecha y mi izquierda se conectaban en una enredadera de dedos.
-Si te pierdes, sigue mis pies.- y comenzamos a bailar, o lo que sea que era eso. Estaba demasiado asombrado o “en shock” por la drástica pregunta y el drástico baile que prácticamente salió de la nada.
Después de un tiempo el “shock” fue desapareciendo y simplemente me dejé llevar por la música y por sus pies. Fue fácil después de acostumbrarse a él.
Bailaba suave y lento, aunque el ritmo del 1, 2, 3 era un poco más rápido de lo usual, según yo. La canción comenzó a ponerse un poco tosca y entonces el paró, fue a apagar la grabadora y después volvió a pararse enfrente mío.
-¿Y bien? ¿Qué te pareció esta nueva experiencia?- preguntó con amabilidad otra vez. La verdad no sabía que responder. Simplemente lo miré por un momento y sonreí sin ningún tipo de explicación. Era la primera vez que lo veía tan de cerca y. . . definitivamente tenía unos muy bonitos ojos caramelo. –Bien. . . Mañana puedes volver para otra nueva clase- Y así fue que me di cuenta del verdadero significado de lo que era tener una buena compañía.