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Dos chicos, un destino por Kuro Neko Braginskaya

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Notas del fanfic:

Hola, los personajes y la historia son completamente míos, si alguien se atreve a copiarme... KolKolKol

Ah, ya es medianoche y sigo sin poder dormir, los gritos de mis padres aún resuenan en las paredes de la casa, esta parece una discusión más fuerte que las anteriores y no sé cómo puede acabar. Tengo miedo, miedo de que mi padre haga daño de verdad a mi madre, o de que mi madre le diga algo que le duela de verdad y se vaya de casa. Las lágrimas se agolpan en mis ojos y empiezan a caer sin mi permiso, odio llorar, porque me hace parecer débil, ¡Pero no soy débil! Simplemente soy sentimental, los chicos también podemos serlo, y también nos derrumbamos, aunque no lo parezca. De todas maneras yo soy diferente de los demás chicos, eso pienso puesto que ellos siempre me molestan, me pegan y me humillan ¿La razón? Simple; Soy gay. Por eso mis padres siempre están discutiendo, y mirándome con asco, mi padre trabaja hasta tarde para no verme la cara y de vez en cuando me pega. Mi madre no me abraza, ni me ánima ni...Nada, ni siquiera me mira a los ojos. Yo no los culpo por eso, ya sé que esta sociedad es así, que suelen condenar a las personas que ellos creen que son distintas por tener gustos diferentes, pero tampoco es mi culpa, y no voy a sentirme culpable por lo que soy o por lo que siento, y si no les gusta pues bueno, que se jodan. 

Escucho a los búhos ulular afuera de la casa, provocando que las lágrimas se detengan y que mis labios formen una sonrisa suave, siempre me ha gustado la naturaleza en general; los bosques; el mar... Me parece muy relajante, y aunque mis padres siguen discutiendo a grito pelado, conseguí quedarme dormido.

El despertador no suena, ya es bastante tarde, lo sé porque yo no suelo levantarme temprano cuando no voy al instituto y cuando abro los ojos no sé dónde estoy, es una habitación muy blanca, como si fuese un hospital y todo es muy aséptico, una sensación de miedo empieza a apoderarse de mi y los ojos se me empiezan a humedecer, ¡Maldita sea, siempre me pasa lo mismo! Escucho la llave en la cerradura de mi puerta y mis rodillas empiezan a temblar, espero que no quieran hacerme daño. Una chica con pinta de enfermera entra con lo que parece ser mi ropa, me miro a mí mismo y me veo con una camiseta y unos pantalones completamente blancos, no me puedo creer que sea tan gilipollas, en serio.

 

-Supongo que estarás confuso

 

Me dice ella con una amable sonrisa a lo que yo asiento.

 

-Verás, te encontramos en un banco a las afueras de la clínica, al principio pensamos que serías algún paciente que había intentado escapar, pero miramos en los registros y tú no aparecías, luego pensamos que serías algún vagabundo así que tras mucho insistir por mi parte te lavamos la ropa y te dejamos una habitación hasta que despertaras, y en tu pantalón había una carta. En esta tus padres expresaban que te devolviésemos a casa cuando tu "terrible" enfermedad fuese curada. Te hicimos algunas pruebas mientras dormías y no encontramos nada, así que me gustaría saber a que se referían tus padres exactamente.

 

-Soy homosexual, a eso se referían mis padres.

 

La mujer se me quedo mirando con una mezcla de pena e impotencia que no pude soportar, así que simplemente bajé mi mirada.

 

-Toma, en cuanto te cambies te llevaré a tú casa, y no te preocupes, puedo hablar con tus padres si quieres.

 

-No, no te preocupes por eso, yo...lo tengo todo controlado- Mis labios esbozan una amarga sonrisa que ella no llega a ver, odio mi vida. 

 

Me cambio rápidamente y espero a que la enfermera vuelva, no tengo ganas de curiosear, y menos en un lugar totalmente desconocido. Cuando ella vuelve ya no esta vestida de enfermera, y en las manos lleva las llaves de lo que supongo sea su coche.

 

-¿Sabes dónde vivo?

 

-Tus padres lo mencionaron en la carta, no te preocupes.

 

El viaje fué bastante silencioso, aunque estoy feliz, es la primera vez que estoy con alguien tanto tiempo y no me reprocha nada, que me trata como si yo también fuese una persona y no algo raro, algo de lo que hay que reírse, algo que hay que reprimir y ocultar. Cuando legamos la ansiedad empieza a anidar en mi cuerpo, no puedo dar la cara, tengo miedo de lo que me dirán si lo hago, y mientras el coche de esa amable persona pienso que tal vez debería escapar, empezar a buscarme la vida y alejarme de aquí todo lo posible, pero tengo miedo, porque yo no sabría vivir solo, así que hago de tripas corazón y llamo a la puerta, esperando que los golpes no sean muy fuertes.

 

Notas finales:

Hasta aquí


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