El sonido de la sirena sonaba fuerte y ensordecedor, avisando a todos a su paso que había ocurrido una desgracia. Al llegar al hospital todos los doctores y enfermeras trasladaron a la frágil figura hacía el quirófano esperando llegar a tiempo mientras un hermoso castaño de ojos miel lloraba desconsolado.
Sawada Tsunayoshi había visto como su pequeña Hikari de tan solo cuatro años era entrada a quirófano mientras él se moría de la angustia. Un momento que debería ser feliz se sumió en el dolor y la tristeza. No podía estar tranquilo por mucho que quisiera y su MUY embarazado hermano lo sabía. Estaba a punto de entrar en una crisis nerviosa cuando unos brazos le cogieron de la cintura, reconfortándolo. Giró su cabeza y sus ojos chocaron con unos heterocromaticos, unos que le llenaban de seguridad.
Soltó un suspiro y se recargo en el pecho de Mukuro esperando que pronto le dijeran que su niña estaba bien. Las horas pasaban de manera lenta, sin información lo que causaba un gran dolor para la desesperada madre. Sentía el llanto en la punta de la garganta cuando la luz que comunicaba que estaban de operación se apagó y un doctor salió del lugar.
Sus cabellos azabaches se mostraron y los ojos amarillos como el sol lo reconfortaron, principalmente al ver su sonrisa.
- La operación ha ido bien ¡HASTA EL LÍMITE! Necesitará unos días de reposo y tendremos que observarla. Los detalles se los deberá dar el doctor que atendió la operación.
La alegría inundó al castaño y sin poder resistirse abrazó al doctor dándole las gracias mientras lloraba. Con esfuerzo y de manera temblorosa llegó hasta la habitación de Hikari donde se le partió el corazón al verla rodeada de tubos pero al menos estaba vida. Su bebé estaba viva.
No pasó mucho tiempo cuando un apuesto hombre de piel pálida como la nieve, cabellos azabaches como la noche y ojos azul metálico apareció en la habitación. Ambos se vieron a los ojos con sorpresa, se habían reconocido.
Tsuna tembló al ver a Hibari ante él, el padre de su hija y el hombre que le rompió el corazón. Por un momento quiso huir pero eso no podía hacerlo sabiendo que dejaría a Hikari desprotegida. Abrió sus ojos con horror. ¡Podía descubrir que Hikari era su hija! No podía permitirlo, no podía dejar que la apartará de su lado.
- ¿Qué haces aquí?- Pregunto lo más firme que pudo, no debía dejar que el dolor se filtrará en su voz.
- Hump. Trabajo aquí, de hecho yo operé a esa herbívora y vengo a hablar con los herbívoros de sus padres.
- Yo soy su padre.
El silencio inundo el lugar mientras la expresión de Hibari se endurecía de tal manera que realmente daba miedo, por su parte Tsuna empezaba a entender lo que esa palabras significaban. El ambiente se puso tan tenso que fácilmente se podía cortar con un cuchillo.
- La herbívora ha sufrido lesiones que si hubiera tardado unos minutos más podría haber muerto. El disparo a afectado a la parte inferior de su cuerpo lo que significa que es posible que se quede paralítica. Tendrá que hacer rehabilitaciones para que vuelva a caminar. En cuanto a la bala que recibió en la cabeza hubo suerte de que se pudiera extraer de manera correcta pero me temo que perderá gran parte de la vista pero que podrá recuperar con una operación. Ahora debes decidir si llevamos a cabo el tratamiento para que se recupere o no, en el caso de que la respuesta sea afirmativa yo seré su médico.
Tsuna sintió sus rodillas temblar y sin poder aguantar su propio peso cayó sentado en la silla de la habitación. Su hija casi moría pero la habían conseguido estabilizar con lesiones que será para toda su vida a menos que pase por una serie de habilitaciones y operaciones, todo ello siendo dirigido por el hombre que los abandono a los dos cuando él estaba en cinta.
Su cuerpo comenzó a temblar y su respiración se volvió errática. Estaba teniendo una sobre carga de estrés y su cuerpo no lo aguantaba. Unas manos se apoyaron en sus rodillas y al ver quién era sus ojos chocaron con los mismos que lo enamoraron hace años atrás.
- No dejaré que le pase algo malo.
No sabía por qué pero sus palabras le tranquilizaron. Sus rostros se fueron acerando hasta que Hibari le beso, de una manera dulce como de las pocas veces que siendo novios le daba en los momentos especiales. No supo por qué fue, si por el estrés, el miedo o el amor que aún sentía hacía su persona pero respondió el beso que le daba el otro.
Al separarse se quedaron viendo a los ojos, Tsuna con confusión y Hibari de una manera que no supo descifrar.
Después de aquello Hibari se encargaba de la curación de su pequeña que nada más conocerlo le consideró alguien digno de confianza y admiración, al que a las meras dos semanas llamó “padre”. Eso trajo consigo muchas consecuencias. Hibari animaba a la pequeña a llamarle de esa manera mientras que Tsuna sentía que se le partía el corazón al ver como ambos interactuaban, siendo Hikari quien adoraba al mayor sin saber que este era su verdadero padre. En más de una ocasión el doctor le pregunto al castaño por el padre de su pequeña ya que esta le dijo que tenía dos papas. Al momento de contestarle a Tsuna no se le ocurrió nada mejor que decir que el padre de la pequeña era Mukuro, desatando así el odio entre ambos.
El tiempo pasaba rápido y pronto operarían a Hikari para que recuperara la visión. Esta vez volvió a ocurrir lo de la vez anterior, se dejo consolar por su ex – novio aunque de una manera distinta. El azabache le hizo el amor.
<<No, aquello no fue hacer el amor. Solo fue sexo>>
Se recordó. Aún así no pudo evitar que aquello ocurriera, no pudo evitar caer en la tentación y se sentía culpable por ello, por dejar que su amor vuelva a surgir de sus cenizas, quemándolo y debilitándolo, haciendo que vuelva a caer por el mismo hombre que una vez lo conquisto y desecho.
La operación salió de manera magnificaba lo que significaba que en poco tiempo tendría la niña la vista una vez más. En ese tiempo los encuentros se volvieron a repetir a pesar de la resistencia del castaño, quien a cada momento intimo que tenía con Hibari se odiaba más, sin embargo nunca hablaron de lo que tenían, no sabía si era amor (lo más probable es que no) pero de todas formas pronto se acabaría todo. Mañana volverían a casa y no volvería a ver a Hibari NUNCA. O al menos esos eran sus planes.
Estaban en una habitación del hospital que estaba completamente cerrada, sin nadie alrededor y con aparatos que Tsuna veía pero que en ese momento no reconocía a pesar de haber estado usándolos durante un tiempo sin embargo los demandantes besos del otro no lo dejaban pensar.
Sus escurridizas manos se metieron por el interior de la camisa del otro, tocando toda la piel expuesta a su paso causándole estremecimientos y gemidos de placer que resonaban por todo el lugar. Lo recostó en la camilla y tiró la camiseta lejos, le hecho una viscosa sustancia en el vientre haciendo que escalofríos surcaran su piel al hacer contacto con el frío líquido.
- ¿Qué…?
No pudo terminar de hablar cuando unas manos lo tumbaron una vez más y un aparato que no sabía cómo se llamaba pasaba por su vientre, mostrando una imagen en la pantalla. No podía entender lo que pasaba hasta que sintió como algo se paraba en un punto exacto mostrando una especie de bulto en la pantalla, uno que apenas se estaba formando pero que tenía la forman de un embrión. Tsuna se puso pálido ante ello sin atreverse a ver a Hibari.
Estaba viendo ante sí como una nueva vida se formaba en su interior, un nuevo embarazo en el que el padre volvía a ser Hibari. ¿Cómo podía la vida ser tan perra? Estaba a punto de marcharse y no volver a verlo, justo en ese momento se queda embarazado. Las lágrimas se acumularon en sus ojos, no podía volver a pasar por un embarazo solo y no podía hacer que Giotto estuviera con él cuando tenía que cuidar de sus seis hijos y el que venía en camino. ¿Y ahora?
El azabache no dejaba de ver la pantalla fijamente hasta que sintió como el cuerpo del más pequeño comenzaba a temblar. Giró su rostro y se sorprendió al verlo a punto de llorar. Estiro sus manos hasta él pero el otro lo rechazó, limpiándose el abdomen y levantándose de la camilla.
- No tienes de que preocuparte Hibari-san, no te pediré que te hagas cargo del bebé.
Empezó a caminar hacia la salida cuando no pudo dar ni dos pasos cuando su muñeca era atrapada por la mano del más grande viendo como este estaba completamente enojado.
- ¿Vas a volver hacerlo? ¿Vas a volver a alejarme de MIS hijos?
- No sé de que hablas.- Dijo nervioso.
- Sí, sí lo sabes. No soy tonto Tsunayoshi. En el mismo momento que me dijiste que eras el padre de la pequeña y esta me confirmó que provenía de una relación de dos hombres investigue. Primero vi su ficha médica, realice los cálculos y una prueba de ADN. Y sorpresa YO era el otro padre. Y tú no dijiste nada.- Dijo con reproché la última parte.
- ¡¿Y qué querías que te dijera?! ¡¿”Kyoya estoy embarazado”?! ¡¿Cuándo querías que lo hiciera, antes de que te acuestes con tu hermano o después?!
Había soltado todo lo que llevaba dentro desde hace años viendo como se ponía pálido y le soltaba la muñeca. Era el momento de la verdad.
- No sé de que hablas.
- No lo niegues Kyoya, te vi. Estabas en el comité disciplinario teniendo sexo con Alaude y fue justo ese día en el que te lo iba a contar. Pero tú te encargaste de que no lo hiciera.
- No paso como crees.
- ¡¿Me vas a negar que no tuvisteis sexo?!
-…No
- Entonces sí es lo que pensaba.
Se dio la vuelta y comenzó a caminar cuando una vez más fue detenido, sin embargo en esta ocasión lo tiro con cuidado en la camilla mientras él se posicionaba sobre el cuerpo del otro, evitando que escapará.
- Déjame hablar.
- No quiero.- Dijo desviando la mirada.
- Pues me escucharás igual
- ¡DÉJAME! ¡NO QUIERO SABER NADA DE TI NI AHORA NI NUCA!
- ¡PUES LO VAS A SABER!
Ambos se quedaron matándose con la mirada, de manera penetrante decidiendo quién ganaría. Sin poder aguantarlo Tsuna desvió la mirada, en parte porque no podía con ella y en parte porque quería saber la verdad.
- Aquel día que nos vistes me habían drogado dándome afrodisiaco y viagra. Ambos son unos estimulantes muy fuertes y no hacen una buena combinación juntos. Necesitaba sexo urgentemente y Alaude estaba destrozado por la ruptura con su novio aunque no lo admitiera. Lo hicimos más por instinto que por otra cosa.
- ¿De verdad crees que me tragaré eso?- Le dijo con los dientes apretados.
- Sabes que yo nunca estaría con ningún herbívoro y mucho menos que rompiera mi privacidad pero tú lo hiciste. Te deje estar a mi lado y te ame como no lo hice con nadie, todavía te amo y quiero estar contigo y nuestros hijos.
- Cuando rompimos te alegraste.- Dijo sin apenas voz.
- Tenía que irme a estudiar medicina al extranjero y sabía que tú no querías marcharte del lugar. No quería terminar contigo por lo mucho que te amaba pero cuando me dijiste que me dejabas pensé que era una buena idea. De esa forma tú no sufrías y yo podría terminar mis estudios lo antes posible para volver junto a ti y retomar lo nuestro pero al hacerlo desapareciste por completo. No te pude encontrar, no hasta hace unos meses atrás donde apareciste de nuevo en mi vida y con el mejor regalo del mundo.
Tsuna miró al otro con los ojos aguados en lágrimas. No sabía si creerle o mandarle a la mierda. ¿Era todo eso verdad? ¿Realmente lo amaba y quería tener una relación con él nuevamente? ¿Quería que criaran a sus hijos juntos? No lo sabía y le daba miedo volver a confiar, entregarle una vez más su corazón a la persona que anteriormente lo destruyo. Un peso extra se posó sobre él y sintió como algo empapaba su pecho. Kyoya estaba llorando. Abrió los ojos impresionado por ello y como un Flash pasó por su cabeza todo desde que se reencontraron. Las miradas indescifrables, los besos dulces, la delicadeza al hacerlo suyo, el odio hacía el hombre que lo pretendía (Mukuro, piña para los amigos), el amor hacía Hikari… todo cobraba sentido.
- Si te perdono y te doy una nueva oportunidad, prométeme que jamás nos abandonarás.
La nube levanto la cabeza y vio con determinación y amor a su cielo.
- Te lo juro.
Con un beso sellaron su promesa y una vez más se hicieron uno en el lugar en el que descubrían que la familia crecía.
Lo que paso después de ello fue único. Mukuro quiso matar a Hibari pero fue detenido por su novio Daemon, Giotto lo aceptó al ver que su intuición le decía que todo lo dicho por Hibari era verdad y la pequeña Hikari estaba muy feliz de conocer a su padre y quiso “Arañar hasta la muerte” a su tío Mukuro por querer hacerle daño a su padre. Al cabo de nueve meses nacieron los gemelos Alexander (Alex) y Miccaella (Miki) Hibari. Ahora si eran una familia feliz y unida.