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One Shorts por Ayumi Kuran

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Notas del capitulo:

Hola a todos me alegro mucho de veros una vez más y aquí os traigo la conti. esta vez es un 1827 que me ha pedido madroj. espero que lo disfruteis y 1827forever1827 gracias por haberme ayudado a elegir la historia.

Tsuna soltó un profundo suspiro mientras buscaba a sus amigos y guardianes. No sabía en qué momento Yamamoto y Gokudera habían desaparecido aunque estaba casi seguro de que fue cuando Kusakabe y el resto del Comité Disciplinario apareció en el campo de visión de los tres.

- Eso es imposible. ¿Por qué querría el Comité disciplinario mantenerlos alejados de mí?

Como era natural nadie respondió su pregunta por lo que encogiéndose de hombros se dispuso a seguir buscando a sus amigos. Sus pasos eran tranquilos y constantes, resonando en el espacio vacío del lugar.

Tsuna miraba por todos lados, intentando localizarlos y al no hacerlo se empezó a preocupar. No era normal que desaparecieran sin decirle nada, bueno, en realidad si le habían dicho que se iban pero tardarían poco no… levanto su muñeca y vio la hora que marcaba su reloj: las 20:30 de la tarde.

No le dijeron que desaparecerían durante las próximas cinco horas. Una vez más soltó otro suspiro al ver que no iban a venir. Resignado se dispuso a irse hacía su casa pero se detuvo abruptamente al ver una figura frente a él. Las calles estaban oscuras por lo que no podía ver bien quién era pero el misterioso hombre, ya que tenía que ser un hombre por su constitución física, dio unos pasos al frente hasta llegar a la luz de la farola revelando a Hibari Kyoya.

El castaño soltó todo el aire retenido al ver que solo era su guardián. Por un momento temió que fuera alguien peligroso, y aunque Hibari lo fuera, últimamente estaba más… “calmado” cuando estaba con él. No sabía lo que eso significaba pero al menos le daba el consuelo de saber que no lo atacaría, o eso esperaba.

Mientras estaba sumergido en sus pensamientos, dudando si la nube lo atacaría o no, el otro había aprovechado para acercarse a él, estando pocos centímetros del otro mientras de manera disimulada y sutil delineaba todo el cuerpo contrario. Recorriéndolo con la mirada, detallando la estrecha cintura, la aparente suave piel canela, los ojos chocolates que estaban idos mientras se sumergía en sus pensamientos y en su cabello castaño rebelde.

De un rápido movimiento estampo el cuerpo del contrario contra la pared mientras veía como esos ojos se agrandaban presa de la sorpresa y el pánico. Parecía un conejito que estaba atrapado frente al lobo. Una pequeña sonrisa quiso escapar de sus labios ante ese pensamiento pero se contuvo a tiempo, mostrando su rostro indiferente.

Acercó su rostro hasta el contrario sin desviar ni un segundo su vista de los ojos chocolate, acercando sus labios y sintiendo como el cuerpo de su acompañante se comenzaba a tensar. Ignoró esto y fue hasta el que fue su objetivo desde el principio, desviando su rostro en el último instante y pegando su cara en el oído contario.

- A las 10:00 en el parque de Namimori.

Sintió como el cuerpo del castaño temblaba al sentir su aliento en su oído y una vez más quiso sonreír pero se contuvo justo a tiempo. Se alejo de manera lenta, disfrutando el contacto de sus cuerpos conectados, el latido del corazón del otro juntarse con el suyo propio y las mejillas sonrojadas del chico. Por un momento se le paso la idea de besarlo en ese momento, con pasión y lujuria para jamás dejarlo ir de su lado. Marcándolo en ese mismo momento como SU amante y herbívoro. Mostrándole al mundo entero de que ese castaño ya tenía dueño.

Se relamió los labios de forma lenta y sexi ante el pensamiento, notando como el otro se sonrojaba más y lo miraba de manera nerviosa, intentando no verlo a la cara. Le hizo gracia ese comportamiento pues se notaba a leguas que lo ponía nervioso, algo conveniente para lo que pensaba hacer.

No queriendo tentar más su autocontrol se alejo del conejito antes de que acabara haciéndole cosas indebidas en ese sucio callejón. No era el lugar adecuado para la primera vez del chico. Sí, Hibari sabía que Sawada Tsunayoshi era virgen. ¿Cómo lo sabía? Sencillo, él se encargaba de mantener alejados a todos aquellos que quisieran tocar al chico.

Desde que el castaño entró a Namimori pudo notar como muchos le dedicaban miradas de deseo. En un principio no le importo pero al conocer esa dulzura, sus brillantes sonrisas y la alegría y felicidad misma en el chico no pudo evitar sentirse atraído por él, era como un imán. Poco a poco fue alejando a todos los pretendientes que tenía sin que nadie lo supiera, incluso mientras lo hacía sabía que el castaño no lo conocía realmente y le temía. No le importo. Se aseguro de tener esa dulce y virginal entrada solo para él pero desde que apareció el bebé y los amigos del castaño la cosa se había complicado. Podía ver como estos mantenían miradas de deseo e incluso de amor hacía el de ojos chocolate y eso hacía arder su sangre. No iba a permitir que algo que guardo por tanto tiempo para él se lo quedara otro, era el momento de actuar.

- Si llegas tarde te morderé hasta la muerte.

Al ver como el cuerpo del otro temblaba de miedo tuvo ganas, por primera vez, de golpearse. Había dirigido toda la ira que tenía hacía los estúpidos herbívoros hacía su castaño. Debía de controlarse si no quería que se le escapará. Respiró hondo y contó hasta diez antes de acercar su mano hasta el castaño, notando el temblor que invadía a su cuerpo. Una vez más se maldijo internamente y como si se tratará de un indefenso animal le acarició la cabeza con cuidado, dándole una cálida caricia. Notó como su cuerpo se estremecía pero no supo si lo hizo de miedo o placer, sinceramente esperaba que fuera más la segunda.

Sin mediar palabra fue alejando su mano y posteriormente se dio la vuelta para desaparecer entre las sombras, sin embargo se quedo a la distancia ocultando su presencia y asegurándose de observar todos y cada uno de los movimientos del otro.

El castaño respiro con dificultad después del acercamiento que tuvieron hace apenas unos minutos. Vio como miraba a todos lados nervioso antes de manera temblorosa comenzará a caminar. Le siguió de cerca, observando que caminaba de manera rápida y nerviosa hasta que a unos pasos de la calle que lo conectaba a su casa se encontró con los matones de siempre.

Al verlos no pudo evitar gruñir furioso, sabía lo que esos desgraciados pretendían y eso solo lo enfurecía más. Tsuna salió corriendo, evitando que le alcanzase mientras que ellos solo reían con malicia. Hibari sonrió de lado al ver lo que esto significaba. Sin el castaño cerca pudo salir y sin que estos se dieran cuenta se acerco hasta ellos para golpearlos con fuerza pero no tanta como para dejarlos inconscientes. Estos se giraron con rapidez mientras sus rostros palidecían al ver  a la persona que tenían en frente.

- Por atreveros a tocar mi propiedad… ¡KAMIKOROSU!

No espero a que los herbívoros reaccionaran para darles la paliza. Los golpes iban y venían con velocidad, viendo como sus tonfas se llenaban de sangre pero no prestándole atención siguió golpeando a esos malnacidos hasta dejarlos al borde de la muerte. Justo en ese momento se detuvo, no porque sintiera lástima de ellos sino por su herbívoro. No lo podía dejar solo.

Dándoles una última mirada de asco, junto a un buen tonfaso, se fue corriendo a buscar al otro. Lo encontró en frente de su casa y sin preocuparse más por ello se alejo al ver que entraba a la residencia.

Con paso tranquilo se fue alejando del lugar hasta llegar a un barrio al que nadie solía acercarse, uno que era para gente muy adinerada. Sin ninguna prisa entro en el lugar hasta llegar a la casa más grande y lujosa, donde uso sus llaves para entrar al lugar.

- Bienvenido a casa señorito.

- Hump.

No le tomo importancia al mayordomo ni a la reverencia que le daba y sencillamente se alejo del lugar, caminando por el vestíbulo hasta las escaleras que daban a la segunda planta. Las subió con parsimonia y sin prisa, contemplando un poco del vestíbulo pero sin prestarle realmente atención. Cuando termino de subir las escaleras fue en camino recto hacía la derecha hasta llegar al final del enorme pasillo. Abrió una puerta de madera de roble en la que había talladas figuras que se podían contemplar que era muy antigua, siendo todas ellas de nubes en el cielo. Abrió la puerta y contemplo el lugar.

Las paredes estaban pintadas de un color violeta claro, pero tan claro que casi parecía blanco. Los muebles eran de madera pero pintadas de un tono marrón claro tirando para blanco. El cuarto era enorme y apenas había un escritorio, una mesita de noche y el armario, no había más objetos.

Con paso apurado se dirigió hasta el armario de donde empezó a sacar ropa. La miraba por apenas segundos antes de lanzarla a la cama sin ningún tipo de cuidado, no era algo que le interesará. Estuvo así durante unos minutos hasta que ya no quedo nada de ropa en el closet. Aunque nadie lo supiera Hibari solía ser un poco desordenado con la ropa, al menos cuando la elegía para algo importante, en esta ocasión la cita con el chico de ojos miel.

Miró con atención la ropa en la cama, analizándola con cuidado. Escogió varias prendas y se las estuvo probando, frunciendo el ceño cada vez se ponía una, desechándola en el momento. Cada vez quedaba menos ropa y su ceño se acentuaba más. No había ninguna que le agradará para la cita que tendría en escasas horas con el castaño. Estaba a punto de destruir lo primero que se le pusiera enfrente cuando al fin lo encontró. Era la ropa perfecta para él, y justamente la más adecuada para cuando estuviera con el herbívoro.

Una sonrisa de autosuficiencia se formo en su rostro y con parsimonia se empezó a desnudar y dejar la ropa en lo alto de un silloncito bien doblada y preparada para el día siguiente. Se puso su pijama negro y se acostó en la cama, siendo acompañado pro Hibird y Roll.

<<Mañana serás mío conejito>>

Con ese último pensamiento cayó en los brazos de Morfeo.

A las siete de la mañana Kyoya ya estaba despierto y preparado para su cita, sin embargo aún quedaban tres horas y ya estaba impaciente. Se dirigió una vez más al baño y por quinta vez en el día se dio una ducha intentando calmarse a él y sus emociones. Un carnívoro como él no debía de estar así por una simple cita pero al pensar que era con Sawada… su cuerpo se estremecía de puro placer.

Soltó un suspiro y salió de la ducha para volver a vestirse, comenzando a caminar por el lugar con los nervios a flor de piel, siendo observado por sus mascotas que lo miraban de forma extraña. De repente un humo violeta empezó a inundar el lugar, justo en el sitio en el que estuvo Roll.

Cuando el humo se disipo se dejo ver a un atractivo y sexi hombre de cabello plateado, ojos violetas, cuerpo de ensueño y piel levemente bronceada.

- Maestro, tranquilo seguro que todo va bien.

- ¿Cómo puedes estar tan seguro?... Roll

- Instinto

- Hump

Kyoya no le prestó más atención a su humanizada mascota mientras cogía todo lo que necesitaría y salía por la puerta. No se molesto en ver a los empleados de la casa ni lo que hacían simplemente se fue del lugar, sin ver a nadie ni comer. Eso era lo de menos.

Fue caminando por las calles, mordiendo hasta la muerte a todos aquellos que molestarán y perturbarán la paz en su querida Namimori hasta que llego al lugar acordado. Se acomodo en uno de los árboles esperando que el tiempo pasará rápido para ver a su conejito.

No paso mucho cuando lo vio llegar. Llevaba puesto un short corto y blanco junto con una playera blanca con orejas de conejo castañas. Traía también unas deportivas blancas. Se veía como un conejito blanco de ojos rojos, solo que en este caso era de ojos chocolate.

Se sorprendió de que quedando para las diez llegara a las siete y media pero eso solo saco una pequeña e imperceptible sonrisa en su rostro. Él estaba tan nervioso como el azabache.

Se apartó del árbol y se acercó hasta el pequeño conejito blanco para al estar detrás suya cogerlo de las caderas y pegarlo a su cuerpo sintiendo como el otro se sobresaltaba y tensaba. Acercó su boca a su oído.

- Has llegado pronto, usagi

Sintió como el cuerpo contrario se destensaba y un escalofrió pasaba por él. Una vez más quiso sonreír de medio lado pero lo retuvo justo a tiempo, no iba a dejar que cualquiera lo viera, solamente su conejito, nadie más.

- Hi…Hibari-san.

Dejo que se apartará unos escasos pasos de él para poder girarse pero aún así no alejo sus manos de la cintura contraria. Vio como él otro se sonrojaba y lo miraba de arriba abajo, notando como el sonrojo crecía más.

Llevaba puesta una camiseta negra que dejaba ver parte de su bien formado pecho y en ese espacio que dejaba ver lo adornaba un colgante que caía desde su cuello. El colgante era el de una flor en relieve. Encima de la camiseta llevaba una gabardina blanca que le llegaba hasta las rodillas pero lo tenía puesto por encima de los hombros y abierta, dejando ver el resto del conjunto. Sus pantalones era un azul marino que eran sujetados por un cinturón blanco del que también colgaban unas cadenas blancas y rojas. Sus zapatos eran unos blancos.

Todo ello se le ajustaba al cuerpo de manera sexi y sensual, siendo esto lo más probable de que el castaño este tan sonrojado, o al menos eso suponía. Lo atrajo una vez más hacía su cuerpo, dejando que ambos estén completamente juntos y sintiendo el calor del otro, su olor y apreciando mejor las mejillas carmesí.

Comenzó a subir su mano por la espalda del otro, notando como un estremecimiento surcaba por su cuerpo y como soltaba un casi imperceptible gemidito. Eso hizo que sus ojos se empezarán a oscurecer y que sus deseos por mandar la cita a la mierda se incrementarán pero una vez más se negó a sí mismo arruinarlo todo.

Con cuidado se separó del castaño y cogiéndolo de la mano comenzaron a caminar por el lugar. Tsuna no decía nada y solo permitía el acercamiento, dándose cuenta de que los herbívoros los observaban. Aunque claro, jamás pensaron en ver al jefe del Comité Disciplinario en una cita con alguien, aunque siendo sinceros ni él se lo hubiera creído si se lo decían hace a pernas unos días y sin dudarlo lo hubiera mordido hasta la muerte.

Ignorando a esos herbívoros sin vida propia siguió caminando hasta que se detuvo al oír un gruñido. Giró su cabeza y lo vio atentamente, dándose cuenta de que pudo haber sido él al haber bajado la cabeza con un sonrojo en su rostro, aunque también podría haber sido por esos entrometidos.

<<¡Los morderé a todos hasta la muerte!>>

Un nuevo gruñido salió y entonces pudo darse cuenta que era por parte del castaño. En ese momento se dio cuenta de que su primera hipótesis era la correcta y además que no habría comido nada al haber venido tan temprano. Su corazón empezó a latir con fuerza al darse cuenta de este hecho. Había salido de su casa sin comer nada solo por llegar antes hasta donde estaba él.

No pudo resistir la tentación y con una de sus manos levanto el rostro del otro antes de darle un beso dulce al castaños. Sus labios se compenetraban perfectamente, como dos piezas hechas para estar juntas. Le pareció el sabor más dulce y delicioso del mundo, y estaba seguro de que podría hacerse adictivo fácilmente.

Lo cogió de las caderas y lo unió a él, sintiendo como temblaba y sus labios se abrían brevemente, no supo de si fue por la sorpresa o porque le quería decir algo pero igualmente aprovecho esa oportunidad para meter su lengua en la cavidad del otro. Era delicioso el sentir como el otro reaccionaba a sus caricias, sintiendo como su lengua se sumergía en un vals con la suya.

Llevaba sus manos hasta los glúteos del otro, acariciando esa piel que había expuesta a su paso. Tenía esos montículos que conformaban su trasero apenas unos milímetros cuando el gruñido del estomago del castaño volvía a sonar. Ese fue el momento para que la cordura regresará a él y con algo de molestia se alejo de los labios. Abrió lentamente sus ojos y le encanto ver la escena de un Sawada completamente sonrojado, con sus ojos cerrados y la respiración entrecortada. Quería ver más, quería sentirlo más pero lo principal era el castaño y no sus deseos.

Se dio la vuelta de nueva cuenta le cogió de la mano hasta arrastrarlo a una cafetería que había cerca. Era una de estilo rural y tranquilo. Enseguida consiguieron una mesa, y se sentaron en un silencio bastante cómodo, lo que le sorprendió en cierta medida ya que pensaba que le iba a pedir explicaciones sobre por qué lo beso.

- Buenas tardes. ¿Qué desean tomar?

Se giró a ver al camarero y la furia empezó a recorrerlo por completo. El muy desgraciado estaba viendo a SU herbívoro con ojos para nada inocentes, desnudándolo con la mirada mientras este no se daba cuenta de nada.

- Um… yo quiero un trozo de pastel de chocolate con almendras.

- Lo mismo.

Realmente no había escuchado lo que había pedido el castaño, estaba más concentrado en vigilar al camarero de que no hiciera nada indebido, aunque claro, eso no sería lo único que haría.

En cuanto este se fue a por los pedidos miró al otro que jugaba con el borde de su short. Se veía realmente adorable pero también nervioso y ese gesto de alguna manera estaba consiguiendo que se le acabará la paciencia.

- ¿Qué pasa?

El otro saltó en su asiento pero respiro hondo antes de levantar la mirada hasta chocarla con la suya.

- Em… Hibari-san… ¿por…por qué dijiste que me querías ver?

- Hump. Estamos en una cita.

- ¡¿Una cita?!

-Sí

Los ojos del castaño se abrieron grandemente ante esa revelación. Solo espero que ahora no se quiera marchar porque he esperado mucho para esto y no voy a dejar que se valla así de fácil, de eso nada.

-Aquí tienen su pedidos.

El camarero puso los platos delante de cada uno pero en el del castaño puso un pequeño papelito. Eso no me gusto nada, y si era lo que yo creía que era ese camarero lo iba a pasar mal, MUY mal.

- Hump, se te ha caído el móvil.

Rápidamente Tsuna vio donde podría estar mientras cambié los platos y pude coger el papelito. En él había un número de teléfono junto con un “llámame ;)”

La ira empezó a recorrer mi cuerpo pero por no arruinar la cita con el lindo conejito simplemente me levante de la mesa.

- Voy al baño, enseguida regreso.

Camine hasta donde estaban los servicios pero antes de entrar me desvié hasta donde estaba el camarero llevándolo hasta la calle y le mostré lo que le pasaba por tocar a su herbívoro.

Después fui hasta la mesa donde Tsuna comía con los ojos brillantes de felicidad. Fue una buena idea venir aquí después de todo.

Al ver lo que había en la mesa fruncí un poco el ceño, odiaba este tipo de dulces. Cuando el otro termino de comer parecía que todavía tenía ganas de más así que solo cogí la cuchara con pastel y lo acerque a sus labios. Él pareció entender la indirecta ya que se sonrojo pero de manera temblorosa abrió sus labios y permitió entrar esa cuchara en su boca.

De esta manera estuvieron hasta que el pequeño quedó saciado y entonces salieron del lugar, pagando obviamente yo.

Fuimos a diferentes sitios en esta cita, y todo por lo que quería el castaño o le gustaba. Él no me lo decía pero yo lo sabía, lo conocía mejor de lo que parecía. Al final ambos no lo pasamos bien y él parecía más cómodo en mi presencia.

La tarde estaba cayendo mientras íbamos a comer unos helados. En esta ocasión había insistido el castaño en que sería él el que pagará y puso su carita de cachorrito para convencerme algo que consiguió completamente. - ¡Hibari-san!

El conejito venía corriendo con los helados en la mano. Estaba a penas dos pesos de mí cuando tropezó, consiguió no caer pero en cambio los helados salieron volando por el cielo hasta que uno se estampo en mi rostro y el otro por toda mi ropa.

Sentía mi ira fluir por todo mi cuerpo, cuando abrí los ojos lo vi temblar y como tenía un poco del helado en su dedo que se metió a la boca mientras retrocedía por el miedo. Entonces tuve una idea y toda la furia que sentía se fue de mi cuerpo para darle paso a la lujuria.

Se acerco con pasos lentos al otro y cogió del brazo al castaño para posteriormente cogerlo como a una princesa y salir corriendo con él entre los brazos. Sintió como el castaño cerraba los ojos y se pegaba a su pecho.

Sonrió ladinamente ante esto, eso era perfecto para lo que tenía pensado hacer. Aumento la velocidad y sin que el castaño se diera cuenta fueron pasando por caminos que eran atajos y todos llevaban al mismo lugar: a su casa.

Pronto Hibari se encontró en la mansión que era su hogar pero sin el ánimo de hacer caso a los sirvientes fue hasta la pared que comunicaba con su habitación, subiéndose por el árbol hasta llegar a la punta donde saltó para colarse en su propia habitación.

Con cuidado, algo inusual en él, dejo al castaño en la cama. Vio como empezaba abrir esos hermosos ojos castaños que tanto amaba. Nuestras miradas se conectaron y con cuidado de no aplastarlo me acerque hasta él para besarlo en los labios, un beso en el que intentaba transmitirle todos mis sentimientos sin palabras.

Poco a poco el ambiente comenzaba a calentarse, subiendo la temperatura de sus cuerpos y que su beso se volviera más apasionado aunque podía notar cómo le costaba seguirme el ritmo, muestra de que este era su segundo beso.

Me aleje de esos apetecibles e hinchados labios cuando se acabo el oxigeno de nuestros pulmones. Cada vez quería estar en una situación más intima con él y no quedaba mucho para que ello ocurriera. Pero antes debía arreglar el error que cometió con el helado.

- Limpia el helado.

- ¿Eh?

- Limpia el helado de mi cuerpo.

- ¿Cómo? No tengo nada para hacerlo.- Dijo con voz bajita.

Acerqué mis labios hasta su oído dejando que mi aliento chocará contra su lóbulo.

- Con tu lengua

Lo dije de la forma más sensual que pude y le di una lamida en su lóbulo, sintiéndose como su cuerpo se estremecía.

- Pe…pero…

- Es lo menos que puedes hacer después de ello ¿no?

Deje que toda la sensualidad que tenía se imprimiera en el ambiente, excitando al dulce castaño que pronto sería mi pareja. Lo vi morderse los labios antes de hincarse de rodillas y acercarse a mí. Paso su lengua de manera indecisa por mi rostro, llevándose parte del helado de chocolate.

Al sentir esa cálida lengua trague saliva mientras me iba sentando al borde de la cama y dejaba a Tsuna fuera. Estando de pie comenzó a lamer todo mi rostro, haciendo que mi miembro comenzará a crecer al sentir sus caricias y como poco a poco cogía más confianza. Me excitaba de sobremanera al verlo lamer el helado como si fuera lo más delicioso del mundo, y que fuera justamente sobre mi cuerpo lo hacía todavía más excitante. De mi rostro paso a lamer mi cuello, no tardo mucho con él ya que no había mucho chocolate. Al terminar se separó de mi cuerpo para mirarme a los ojos.

- Ya… esta…

Podía sentir su excitación pero eso no era suficiente, no todavía.

- No has terminado de lamer.

Mi voz estaba ronca por el deseo y al mirar su mirada llena de confusión le mostré mi ropa. Tragó saliva pero con determinación se puso a lamerla. Lo hacía de manera sensual y excitante. Comenzó a bajar hasta que llego a mis pantalones, donde vio un bulto que ocultaba mi palpitante erección. Puso sus manos a los lados de mis muslos y comenzó a lamer en mi miembro, donde había una gran mancha de helado de vainilla. Sin poder retenerlo solté un gemido de placer. A cada momento mi miembro crecía más hasta estar tan duro que me dolía.

Cogí al castaño del brazo y lo senté en mi regazo, haciendo que sintiera lo que me había causado. Soltó un gemido en mi boca mientras enredaba sus brazos en mi cuello, lo estreche más contra mi mientras sentía su erección pulsar contra mi vientre.

Comencé a besarle el cuello y a quitarle su playera, saboreando ese dulce cuerpo que se estaba empezando a impregnar de sudor, uno que viniendo de él me parecía delicioso. Mis manos fueron bajando por su cuerpo hasta llegar a sus caderas, donde las acaricie con devoción antes de pasarlas hacía delante. Empecé a quitarle el short que llevaba y bajando su ropa interior como podía hasta tocar su miembro. Lo sentía duro y palpitante, me gustaba porque sabía que era yo quien lo había conseguido.

Me levante y lo cogí de sus nalgas, saboreando la suave piel que ahí se ocultaba. Lo eche encima de la cama y le termine de quitar la ropa, devorándolo con mi mirada. Era una escena tan erótica, tan…deliciosa. Me relamí los labios y comencé a besar su cuerpo hasta que una idea se paso por mi mente. Me aleje de la cama y camine hasta una habitación que había escondida entre las paredes, en ella había un pequeño frigorífico lo abrí y saque helado.

Al regresar vi como se iba a vestir pero antes de que lo hiciera lo bese y volví a tumbarlo en la cama, no iba a permitir que se marchará todavía. Seguí besándolo hasta que note como ya no oponía resistencia, como se dejaba llevar por mí. Me aparte de él y cogí el helado, untándolo en sus pezones.

- ¡Ah!

Ese gemido hizo que me prendiera todavía más. No pude resistirme mucho antes de comenzar a devorarle esos dulces montículos que eran sus pezones, sintiendo como se estremecía cada vez que pasaba mi lengua por ellos. No deje ni una sola gota de helado.

- Humo. De esta manera comería más cosas dulces.

Se sonrojo ante mis palabras y yo solo mostré una traviesa sonrisa mientras cogía algo de helado y besaba a mi lindo conejito. Sin que él se diera cuenta lleve el helado hasta su entrada, llenándola de esta fría sustancia. Podía sentir como gemía en mi boca, tentándome. Lleve la mano que tenía desocupada hacía su falo, masturbándolo al son de mis caricias en su ano.

- ¡Ah!...¡Hi…Hi…¡Ah!

No le dejaba ni poder hablar de todo el placer que le estaba proporcionando y eso me complacía, saber que yo sería el único que lo viera de esta manera. Deje de darle placer con mi mano para pasar hacerlo con mi boca, oyendo sus gemidos cada vez más subidos de tono.

Recorrí con mi lengua todo lo largo y ancho para luego pasar a succionar la punta y sus testículos, oír ese ruido que era puramente sexual, esos candentes gemidos. Ya no podía más, estaba en mi límite. Comencé a acelar el ritmo de la masturbación mientras mi mano preparaba es estrecha entrada, sintiendo como succionaba mis dedos cada vez que la penetraba. Cuando sentí que estaba listo me aleje de él, sintiendo su mirada desconcertada sobre mí. Yo solo sonreí con sensualidad antes de darle un gran espectáculo.

Tire mi gabardina al suelo y con sensualidad me quite la camisa, dejándole ver mi bien formado cuerpo. Con paciencia, algo que no tenía a estas alturas, me fui quitando el cinturón y el pantalón cayo de mis piernas. Me quite el apretado bóxer y deje que me viera por completo durante unos segundos hasta que me acerque hasta el, atrayéndolo hacía mi.

Le di un apasionado beso mientras entraba en él, haciendo que gritará en mi boca y que yo poseyera esa virginidad. Estuve quieto, sintiendo como Tsuna me mordía intentando aguantar el dolor. Durante los próximos minutos me dedique a acariciar su espalda y darle caricias, haciendo que se acostumbrará y pronto las estocadas comenzaron.

Nuestros gemidos se mezclaban, nuestros sudores se volvían uno y sus expresiones de placer me volvían loco. No pasó mucho hasta que terminamos, yo en su interior y el castaño entre nosotros. Le di un beso más y me acomodé para poder iniciar una segunda ronda pero antes de hacerlo Tsuna ya se había quedado dormido. Suspire mientras salía de su interior, no iba hacerlo mío mientras estuviera durmiendo.

Me acomode a su lado y nos tape con una manta mientras Morfeo nos llevaba al país de los sueños. A la mañana siguiente le deje claro que ahora jamás lo dejaría ir, que se había convertido en mi pareja. Él solo se sonrojo y asintió a partir de ese momento lo nuestro fue algo que cambio mucho las cosas.

Todos los estudiantes y habitantes de Namimori sabían que el castaño me pertenecía por lo mismo el que se atreviera hacerle algo se enfrentaría algo mucho peor que la muerte y eso fue algo que aceptaron todos por lo mismo no volvieron a molestar al Sawada JAMÁS.

- Alaude, tu tatara tatara tatara nieto es muy celoso.- dijo cierto rubio.

- Hump y el tuyo muy torpe Giotto

- Pero aún así… prácticamente matar a unos chicos porque vieron durante un minuto a Tsuna sin apartar sus ojos de él fue demasiado.

- Yo hubiera hecho lo mismo.

Mientras decía esto se acerco hasta el que fue su cielo en el pasado y ahora era su amante. No le dejo decir nada cuando ya lo besaba con amor y pasión.

- vamos. Es hora de hacer lo mismo que ellos.

Giotto se sonrojo ante sus palabras pero no pudo hacer nada cuando ya era arrastrado por el mar del placer.

Notas finales:

Hola a todos, espero que os haya gustado la historia y como siemrpe estoy al pendiente de vuestros pedidos. en esta ocasión no pondré la lista ya que la tengo incompleta pero os aseguro que mañana la pondré. Solo me queda decir que espero que lo hayais disfrutado y nos veamos pronto.


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