Sus pasos resonaban por las frías y desiertas calles, dándole al lugar un aire siniestro y oscuro. No le dio importancia a su entorno y siguió caminando a paso tranquilo, oyendo los sonidos a su alrededor y en ocasiones mirando a ambos lados, intentando captar lo que iba mal.
Las casas eran de colores claros, al menos, era lo que podías distinguir con los brillos de las farolas en el lugar, iluminando los pequeños jardines llenos de verde o las calles llenas de asfalto. Dándoles a los habitantes del lugar, una mínima idea de por donde caminaban.
El chico que apenas era iluminado por la luz caminaba a paso tranquilo, importándole poco lo que sucediera a su alrededor. De pronto se quedo quieto mientras oía el rumor de los pasos cerca de él sin embargo no había nadie cerca. No le tomo importancia y siguió caminando, oyendo los mismos sonidos que anteriormente pero no percibiendo por donde venían. Lo ignoro por segunda vez y por tercera vez oyó el mismo sonido, sin previo aviso comenzó a correr lejos del lugar, como si la vida se le fuera en ello.
Los pasos misteriosos se detuvieron a penas segundos antes de iniciar una fuerte carrera, persiguiendo a su presa que huía por las calles. Vio como daleaba en una esquina y se relamió los labios, ansioso por poder cumplir su objetivo, aumento su velocidad al girar en la esquina, recibiendo un golpe en todo su rostro, tirándolo al suelo.
- ¿Por qué me sigues herbívoro?
La criatura no le contesto, solo se sobo el cachete rojo con una de sus manos mientras sus ojos caramelo se empañaban en lágrimas.
- Eres cruel, Hibari-san
- ¿Quién eres?-Le miro de manera más fría.
- Sawada Tsunayoshi, un demonio. Un demonio que te va a devorar.
No dijo nada más, solo se impulso hacia delante, con sus garras sacadas y con ansias de comida marcadas en sus pupilas. Al pelinegro le pareció interesante, pero rápidamente se decepciono al ver los lentos movimientos del otro. Soltó un bufido aburrido y en un rápido movimiento le estampo una de sus tonfas en todo el rostro y la otra en el estomago para acto seguido darle una fuerte patada que lo derribo en el suelo, dejando al otro con una mueca de dolor.
- Hump. Eres débil, ni siquiera pareces un demonio.
- Pues lo soy.- Lo miro con furia.- Y te aseguro algo Hibari Kyoya, no pienso descansar hasta devorarte.
- Wuau eres un herbívoro pervertido
- ¿Eh?
- En todo caso el único que devoraría a quien, sería yo a ti.
El demonio lo miro de forma confundida hasta que sintió unos dientes apretare con fuerza en su cuello, haciéndolo soltar un quejido sorprendido mientras los dientes se clavaban en su carne, dejándole una marca que en poco tiempo sería visible. Se alejo del castaño y lo miro de forma burlona mientras se alejaba de él, dirigiéndose a su casa donde lo esperaba su hermano mayor, Alaude.
- Maldito.- Dijo entre dientes - Maldito y mil veces maldito. Aunque me vaya toda la eternidad en ello te voy a devorar, te voy a llevar hasta el mismísimo infierno.
Los cabellos castaños se le alborotaron más de lo que ya lo estaban de por sí y extendió sus pequeñas alas mientras su expresión de odio se dirigía hasta donde había estado hace poco ese humano. Su cola se enrollo en una de sus piernas, simulando una cinta que adornaba sus morenas piernas, el chaleco negro se le ajusto a su abdomen, enmarcándolo y haciéndolo ver más delicado de lo que realmente era.
Bajo su cuerpo, inclinando sus rodillas y emprendió el vuelo, alejándose del lugar que se había convertido en su promesa para ir hasta donde se encontraba su víctima, la misma que sufriría a sus manos.
Cuando llego hasta la casa tipo tradicional en la que habitaba, se escabullo por la ventana, contemplando la y viendo el tipo de vida del otro, buscando su debilidad.
Hibari Kyoya sabía que ese demonio con el que lucho hace tan solo unos días le seguía, y él simplemente paso del otro. No le importaba lo que hiciera, no le iba a devorar aunque sinceramente ya se estaba cansando de tanto acoso. Jamás había conocido en su vida a alguien tan molesto como lo era aquel castaño, es cierto que era bastante lindo pero eso no significaba que fuera a tolerarlo tanto.
Soltó un bufido exasperado mientras esquivaba los ataques del otro. Eso era otra cosa que había pasado constantemente en este tiempo, siempre que pasaban dos minutos de su encuentro, se lanzaban a luchar con todas sus fuerzas al otro, dispuesto a destruirlo. El que salía victorioso de las batallas que se llevaban con frecuencia era el humano.
Ya cansado de esa lucha sin sentido le dio un tonfaso en la pierna, derivándolo y otro fuerte en el cuello. Ambos eran lo suficientemente duros como para matar a un humano común y corriente, sin embargo el otro no era un humano y tampoco era común. Eso lo único que había logrado había sido debilitarlo y confundirlo, dándole la victoria al otro. En cuanto el castaño supo esto dio un gruñido frustrado y enojado antes de desaparecer del lugar.
El azabache dejo salir un imperceptible suspiro mientras seguía su camino hacía su amada Namimori. Estaba cansado de esa situación y había decidido darle un fin a todo esto, solo tenía que encontrar la forma de que ese intento de devorador de hombres lo dejará en paz, algo que parecía que no tenía muchas ganas de hacer.
En uno de sus viajes por el lugar encontró algo que le pareció curioso, un libro reposaba tranquilo pero sobresaliendo por los demás, con un color rojo sangre cubriéndolo y como incitándolo a cogerlo. Nunca antes lo había visto y algo le decía que ese libro podría tener las respuestas a todos sus problemas.
Camino hacía él con paso tranquilo y estirando su mano lo cogió con delicadeza, algo poco propio de él, y se marcho hacía su oficina. Cerró la puerta y se puso cómodo en el sofá, dispuesto a ver lo que este decía.
Guía monstruosa, acaba con ellos, infórmate.
Levanto la ceja ante ese título, jamás pensó que algo así sería tan acertado sobre su situación, aunque tampoco tenía que ser algo que realmente funcionara. Miró la tapa durante unos segundos, debatiendo si sería mejor leerlo o pasar de él.
Estaba a punto de dejarlo cuando recordó todo lo que había pasado desde que ese demonio lo decidió convertir en su presa. Gruño enfadado pues estaba arto de su acoso y no tener su amada paz y tranquilidad. Era oficial, recurriría a cualquier cosa con tal de acabar con esto. Cogió el libro con firmeza y busco información sobre los demonios, encontrándolos casi al instante.
Demonios
Los demonios son seres del inframundo, se dicen que son ángeles caídos aunque nadie sabe realmente lo que son ni lo que han llegado a venir hacer a este mundo, sin embargo yo, el autor de este libro, he conseguido descubrir la verdad y con lo que me resta de vida explicaré todo lo que sé sobre ellos.
Los demonios fueron ángeles expulsados del paraíso por incumplir alguna de las reglas vitales de los ángeles, corrompiendo sus almas o simplemente porque hicieron un mal muy fuerte al humano que debían de proteger.
En el caso de que incumplieran alguna norma, irán en busca de cualquier ser humano, corrompiendo su alma y llevándolo con ellos a su mundo, siendo condenado de la misma forma en la que lo fue él en sus tiempos de mensajero de dios.
¿Cómo consiguen estos demonios arrastrarlos? Lo hacen con la seducción. Seducen a su humano con sus mejores artes, dejándole ver que es la “persona” adecuada para ellos, mostrándoles todas las cualidades que desean ver en su pareja oficial y sin darse cuenta poco a poco irán cayendo en su trampa. Si consiguen darse cuenta de esto antes de venderse, tendrán una mínima oportunidad de escapar de ellas, sin embargo en el mismo momento en el que les digas un simple “Te amo”, estarás condenado.
Esa simple palabra les demostrará que ya has caído ante ellos, por lo que solo les quedará tentarte para el paso final. En este paso pueden ocurrir distintas cosas, pueden usar miles de formas para que les vendas tu alma, formas que cambian a cada momento en el que van a por una nueva víctima, por simple diversión. Las formas más usadas son:
1.- Te pedirá que le ayudes. Te contará que un demonio le mintió y que se llevo su alma, no creyendo algo tan irrealista hará aparecer cadenas que lo aten y lo lleven al inframundo. Su víctima se asustará ante ello, pero siendo puros sus sentimientos intentará ayudarle, y la única forma era vender su alma por la contraria. Al ser cegados por ese amor lo harán sin dudar y es en ese momento en el que se rebela la forma del demonio, mostrándole a su presa el gran error que cometió y llevándolo hasta el infierno, donde meses después resurgirá como un nuevo mandado de Satanás.
2.- Te pedirá una muestra de amor, una que surgirá en un matrimonio en el que se deberá realizar en un cementerio en la noche más oscura y sin nadie a la vista. Tened cuidado ante ello, pues sabrá convenceros para que lo hagáis. En el mismo momento en el que se diga el “sí, acepto” habréis sido llevados hasta el peor momento de vuestras vidas. Una gran cadena se enrollara en vuestro cuello, comenzando a ahorcaros mientras ves como la forma del otro se muestra. En el lugar aparecerán sus víctimas anteriores que sujetándote por tus extremidades te las arrancarán, dándote una muerte dolorosa antes de aparecer en su harem.
3.- Te miraran de forma “amorosa” y “apenada” mientras te dan un documento, uno en el que no entenderás nada y simplemente te pedirán que lo firmes como muestra de tu amor, en el que ambos podrán iniciar una nueva vida. Normalmente suelen ceder fácilmente ante ello, aunque también hay quienes se niegan a hacerlo al momento, pero igualmente te sabrán convencer. Al poner tu firma en él, empezarás a sentir un fuerte dolor en el pecho, muriendo de un ataque al corazón y reapareciendo en el inframundo, donde serás el esclavo de Satanás, uno que normalmente suele ser un esclavo sexual.
Sin embargo las cosas cambian cuando se convierten en demonios cuando se trata del segundo motivo. Al convertirse en demonios a causa de lo que le hicieron a su humano, o por algún tipo de sentimiento que tuvieron hacía este las cosas cambian radicalmente.
Se sentirán estafados y enfurecidos con él, sintiendo que por su culpa fueron condenados a convertirse en demonios, obligándolos a vivir una vida en el pecado. Por consiguiente estos demonios harán algo completamente diferente a los que hicieron los otros. Estos no se van a ocultar, desde un comienzo mostrará su forma y su odio, yendo a destruir al humano que cuidaron con tanta dedicación, dispuestos a verlos sufrir y devorarlos.
Si eres alguien fuerte podrás defenderte de ellos hasta cierto punto, pues aprenden rápidamente de sus errores y sabrán como contraatacar tus ataques, siendo capaces de neutralizarlos y contrarrestarlos. Te vigilaran las veinticuatro horas del día por lo que no serás capaz de aprender movimientos nuevos que te sirvan contra ellos. En consecuencia a todo esto tus días están contados, no hay manera de que puedas sobrevivir a ellos.
Con suerte, los que tengan a este tipo de demonio detrás de él podrán llegar a salvarse si ese demonio decide dejarlo, perdonarlo y permitir que viva su vida hasta el momento de su muerte, donde le pertenecerá durante toda la eternidad, sin embargo son muy escasos los que lo permite por lo que no hay muchas esperanzas. No hay ningún tipo de consuelo ante ellos, pues os darán la peor de las muertes y lo que os espera el resto de la eternidad puede ser muy variado. Según lo que sucedió con ellos, los motivos que lo hicieron convertirse en lo que ahora son, será como traten al humano que los transformo. Sea como sea, no llegarán a la semana de vida cuando serán devorados por estos demonios y llevados al inframundo, donde se convertirán en sus esclavos.
Si has tenido la mala suerte de ser la víctima de algún demonio, ten cuidado, intenta huir si te es posible pero si te ha tocado la segunda opción, despídete ya de todos tus seres queridos, jamás conseguirás salir con vida de aquí, solo me queda desearte suerte en lo que te reste de vida.
Hibari soltó un gruñido enfadado mientras cerraba el libro de golpe. ¿Realmente pensaba que se iba a tragar esa tontería? Aquel castaño no era fuerte, era de los seres más débiles que había conocido y no lo creía capaz de derrotarlo.
Aunque siendo sinceros había algo que lo identificaba con este libro y eso era que le estaba pasando justamente era lo que narraban en el libro, lo peor era que este libro pertenecía al año 1714, siendo el único que se había escrito.
Tenía las hojas amarillentas e incluso la pasta desgastada, pero lo que le estaba empezando a preocupar de alguna manera, aunque nunca lo admitiera eran las manchas de sangre que adornaban al última página, haciendo difícil la lectura.
- Ya lo has descubierto.
Giró su rostro en un rápido movimiento encontrándose con el castaño que lo perseguía, el que le exasperaba y convertía su vida en un infierno.
. ¿Qué quieres?
- Matarte.
Ninguno de los dos se movió de su sitio, mirándose fijamente a los ojos, desafiándose.
- ¿Por qué?
- Por tu culpa todo se acabo, mi vida se arruino. Yo era uno de los ángeles más puros, el que tenía el corazón más grande y daba todo por los demás. Nunca falle al cuidar a uno de mis protegidos, siempre les di lo mejor y fueron felices, llegando hasta el cielo con un alma pura. Sin embargo todo eso se acabo cuando tuve que cuidar de… ti. Al principio todo era normal, te ayudaba y veía como te volvías fuerte día a día, madurando como hombre, volviéndote en el atractivo hombre que eres ahora. Me enamore.
Hibari abrió los ojos sorprendido mientras veía al otro. El castaño paso de su reacción y estiro una de sus piernas mientras la otra se la llevaba hasta su pecho, sonriéndole de forma burlona.
- Sí, me enamore de ti. Es algo curioso ¿verdad? Tu ángel guardián tiene que cuidar de ti pero no interferir en tu vida sin embargo yo me enamore, e intervine. Comencé a intervenir activamente en lo que pasaba a tu alrededor, cuidándote a pesar de saber que podías hacerlo por ti mismo. No fue mucho lo que cause o al menos hasta que él llegó.
Los ojos del castaño se oscurecieron, un aura pesada se instalo en el lugar. Llamas naranjas empezaron a surgir, quemando parte de los muebles e incluso algunos papeles pero ninguno llegó hasta donde estaba el azabache, que veía todo de manera seria, sin entender lo que decía.
- ¿A quién te refieres?
- ¿Te suena el nombre Dino Cavallone?
Los ojos del azabache se volvieron más fríos ante ese nombre, mirando al demonio de forma asesina mientras este empezaba a sonreír en burla.
- ¿Qué le hiciste?- Dijo arrastrando las palabras.
- Al principio no le hice nada. No pensé que fuera alguien importante, no sentía ira hacía él, incluso me parecía un buen hombre. En todo el tiempo que estuvo en tu vida lo considere un hermano mayor, para que veas el cariño que le tuve, o al menos así fue hasta que se te declaro. ¿Lo recuerdas? Lo hizo en un ambiente romántico y de forma torpe, justamente con todo lo que tú más odiaba pero a pesar de todo… lo aceptaste. Te convertiste en su pareja y fue en ese momento en el que el odio empezó a crecer dentro de mí. Aguantaba cada día el veros de forma romántica y melosa, disfrutando de vuestro amor, hasta que no pude más. Simplemente… explote. Un día mientras dormías me fui de la habitación hasta llegar a su casa. Le vertí veneno en su comida, durante días estuve haciéndolo, viéndolo morir de forma lenta y dolorosa, sintiendo como su vida se escapaba de sus labios. Con el paso del tiempo me aburrí de ese método, además de que era muy lento por lo que cogí un cuchillo y… se lo clave. Le di treinta apuñaladas sin embargo eso no fue suficiente para matarlo, al fin y al cabo me cuide de no darle en sus puntos vitales. Lo que le termino de matar fue el incendio, el mismo que yo encendí. Sufrió la muerte más dolorosa, morir calcinado, pero también sufrió otras dos aunque estas no acabarán con su vida.
- ¡Maldito!
Hibari se lanzó furioso en contra del castaño pero para su sorpresa este le detuvo, parando sus ataques y mirándolo de forma burlona. En un rápido movimiento lo estampo contra el otro lado de la ventana, apoyándolo en la pared y haciendo que fuertes cadenas retuvieran sus brazos en la misma. El castaño se acurruco en su pecho mientras respiraba su varonil aroma.
- Después de eso me condenaron, habían visto que me había convertido en un demonio, ya no podrían controlarme. Me exiliaron del paraíso y me dejaron abandonado en los límites donde los demonios me reconocieron como uno de los suyos, llevándome hasta el diablo. Vosotros lo conocéis como Satán, aunque nosotros le llamamos de otra manera, le decimos Reborn. Es el demonio más cruel de todos, convirtiéndolo en el rey.
Hibari se movió intentando liberarse, queriendo matar al otro con más fuerza que nunca, dispuesto a acabar con su vida.
- Deberías dejarlo, eso solo aumenta al agarre.
Lo sabía, sabía que lo hacía pero no le importaba, solo le interesaba verlo muerto.
- ¿Sabes lo curioso? Tu amante llegó hasta el paraíso donde vive feliz, esperando que llegues hasta él, sin embargo eso nunca pasará. Yo sabía desde el principio que había mínimas posibilidades de que fueras hasta el infierno por lo mismo decidí llevarte yo mismo. De esta manera estaremos juntos siempre, no habrá manera en la que nos separen.
Tsuna sonrió de una manera dulce, como si todo lo que ha dicho no fuera algo malo. Levanto su torso y junto sus labios con los contrarios, dándole un dulce beso, que el azabache se resistía a corresponder. Cuando el castaño considero que el otro no podría respirar se alejo de él.
- Ahora no me correspondes, de hecho sé que me odias pero te aseguro que pronto me amarás. Lo harás con todo tu corazón y serás SOLO MÍO.
El castaño volvió a besar al otro a pesar de su resistencia pero eso no le importo, lo amaba y estaba a punto de llevarlo con él. De hecho, sabía perfectamente que Dino los estaba observando desde el cielo, podía sentir su mirada sobre él. Levanto su vista y sonrió de manera maliciosa, dándole a entender que lo que pasaría ahora no le gustaría.
Llevó su mano hasta el miembro contrario y comenzó a frotarlo, sintiendo la resistencia del otro pero como poco a poco se empezaba a excitar, asegurándose de que tuviera una erección. Su mano libre acariciaba el pecho contrario, delineando esos bien formados músculos y de vez en cuando lamiéndolos. A pesar de todo lo que hacía podía notar como el otro se resistía por lo que libero su esencia, enloqueciendo al otro y haciendo que lo desee. Libero sus muñecas y espero ansioso.
Hibari sintió como las cadenas caían y de un golpe estampo al castaño contra la pared, besándolo de manera lujuriosa y metiendo su lengua en la cavidad contraria. Sus manos comenzaron a acariciar esas hermosas y cremosas piernas mientras su erección pulsaba en sus pantalones. No sabía lo que le pasaba, lo único que sabía es que deseaba al castaño.
El demonio enredo sus manos en el cuello contrario, atrayéndolo hacía su cuerpo. Sus erecciones se tocaron, sacándole gemidos deseosos a ambos. El pelinegro comenzó a besar el cuello contrario, dejando marcas de pertenencia mientras bajaba con su boca, saboreando esa piel que se exhibía ante él, sintiendo como el otro se retorcía bajo su cuerpo y con su voz le pedía, le exigía por más, algo que él le daba encantado. En su trayectoria llego hasta el miembro contrario, donde empezó a darle lamidas y mordidas en la punta, torturando al otro.
- ¡Kyoaghgght kyo…Ah…me…mételo!
- ¿Qué?- Sabía lo que quería pero deseaba que se lo dijera.
- ¡Mételo!
- ¿Qué meta el que?
Con su mano acariciaba la erección del otro mientras rozaba sus testículos, jugando con ellos y excitándolo mientras que su otra mano acariciaba la entrada del otro, preparándolo para lo que vendría.
- ¡Párteme por la mitad! ¡Méteme tu pene!
No necesito oír más para de una sola envestida penetrándolo, sacándole un fuerte gemido de dolor pero no espero para acostumbrarse cuando ya se estaba moviendo.
- Eres…mgh…resistente al dolor.
- So…¡Ah!..Soy un amgh….demonio
Las envestidas se hicieron rápidas y brutales, dándole en su punto dulce y haciéndolo delirar de placer, suplicando por más. Pronto ambos acabarían, ese cosquilleo en su bajo vientre se los indicaba y ellos deseaban poder llegar a ese delicioso placer que se escondía tras ello.
Al poco rato ambos se corrieron, uno manchando ambos abdómenes y el otro dentro del castaño. Sus respiraciones eran agitadas pero eso no impidió que el castaño volviera a besar al otro.
- Ahora eres mío Hibari-san, jamás te dejaré ir.
No sabía por qué pero sus ojos le empezaron a pesar y al final quedo dormido, quedándose vulnerable.
El castaño saco el miembro del otro de su interior mientras se arreglaba un poco al igual que al otro. Le abotono bien la camisa y le subió los pantalones, abrochándolos. Cuando termino encendió un fuego en la habitación, más fuerte que el que hubo anteriormente, mientras dejaba una lámpara de aceite encendida caer por la habitación.
- No te preocupes amor, no voy a dejar que sientas dolor al morir.
El castaño le dio un último beso mientras desaparecía para reaparecer poco después en la frontera que dividía el cielo y el infierno.
A la media hora apareció el espíritu de Hibari que lo veía todo desconcertado, viendo dos caminos completamente diferentes. El de la izquierda tenía una escalera brillante que lo llevaba hacía arriba donde le esperaba… Dino. Le miraba con una sonrisa de amor mientras estiraba su brazo hacía él.
Oyó unos pasos y giró su vista hacía la derecha donde había unas escaleras recubiertas en llamas que lo llevaban hacía abajo, donde se ocultaba el lugar maldito, donde solo las almas de los pecadores descansaban. Al pie de estas escaleras se encontraba Tsunayoshi, el ángel maldito, el demonio, quien le extendía una mano hacía él.
Dos caminos, una elección. Tsunayoshi le estaba dando la oportunidad de elegir cuando tendría que ir al infierno junto a él y a pensar de odiarlo, se sentía profundamente atraído hacía ese demonio. Sin embargo aún amaba a Dino, una elección difícil. Una sola oportunidad y a su pareja por toda la eternidad.
- Se acabo, yo lo elijó a él.
Dio unos pasos antes de mirar hacia atrás, viendo como Dino le observaba de forma dolida a la vez que las puertas del paraíso se cerraban a su paso, mientras las puertas del inframundo se abrían hacía él, siendo recibido por su demonio personal.
Tsuna al tenerlo cerca lo abrazo por el cuello, dándole un apasionado beso mientras los brazos contrarios se cerraban en torno a su cintura.
- Has hecho bien en elegirme. No me hubiera gustado tener que volver a aquel lugar solo para traerte de regreso.
- Eres alguien cruel.
- Lo sé.- Una sonrisa se empezó a formar en su rostro.- Al fin y al cabo yo soy un demonio, el mismo que te mato para que estuviéramos juntos.
- Me mataste como dijiste, me devoraste por completo.
- Te dije que lo haría. No te iba a dejar ir, y ya estaba cansado de devorar a todas aquellas que se te acercaban, era algo…cansino. Además prefiero que tú me devores de la misma forma cada día, cada hora de toda la eternidad.- Al terminar de hablar le mordió el lóbulo de la oreja, incitando al otro.
- Eres retorcido.-Una sonrisa imperceptible se poso en sus labios.- El demonio que se robo mi corazón.
Beso al otro, dando todo por finalizado y mostrándole que así estaba bien y que no se arrepentía de la decisión que había tomado, total, prefería estar con su demonio personal que con un ángel.