PARANOIA.
A Harry Potter Fanfic.
“Si no recuerdas la más ligera locura en la que el amor te hizo caer, entonces no has amado.”
William Shakespeare.
I
–Y bien, ¿hay algo entre Potter y tú? –preguntó Blaise a Draco mientras se colocaban el uniforme en la familiaridad de su habitación compartida.
–¿Algo? –cuestionó Draco girándose extrañado a mirar a su amigo a la cara, aún sin colocarse la parte superior del susodicho traje.
–No, mira, lo que quiero decir es –tartamudeó el moreno al fijarse en el torso desnudo, y la mirada fija, del otro puesta sobre el–… bueno, estaban mirándose el uno al otro muy fijamente en la clase de química, y también –dijo él con aplomo. Y tras una breve pausa añadió–, últimamente te estás yendo después de la escuela con él, es decir, no es como que me importe, ni nada…
Habló tan rápido y tan cortado, que hasta Draco pensaba que se quedaría sin respirar en cualquier momento. Incluso Blaise siendo moreno, tenía tan remarcado un sendo sonrojo en las orejas, que parecía a punto de desmayarse. Un breve asentimiento y un mohín pequeñito, por parte del rubio, fueron la contestación e invitación a Blaise para continuar con su diatriba.
–Yo solo me preguntaba –repuso, mientras pensaba en como continuar–, ya sabes, Potter es de una clase totalmente diferente a la nuestra. –Finalizó con desdén en el tono.
–¿Clase? –rebatió Draco al notar el sinsabor en las palabras dichas por el moreno, sin restarle cierto matiz de desacierto a su tono.
–Sabes de qué hablo, no te hagas el inocente. –Blaise había acabado de arreglarse y había ido acomodándose en la cama del contrario. Draco por su parte, aún seguía con la camiseta en mano, atento a las palabras de su amigo–. Verlos a los dos juntos es bastante…
–¿Raro? –decía el rubio sin poder evitar el dejar escapar un atisbo de buena carcajada.
–Sí, creo que es raro –añadió exasperado–, y deja de reírte que tu carcajada me pone los pelos de punta. –Draco continúo riéndose con mofa en la cara de Blaise.
–¡Basta ya, Draco! –Se defendió Zabini sonrojado–. ¿Y qué hay con esa risa? ¿Sabes acaso que ya se están esparciendo rumores de esa clase? –finalizó el chico en susurros.
Draco miraba la escena divertido, analizando todas y cada una de las expresiones faciales de su compañero. Hacía tanto que no lo veía tan agitado, que le parecía demasiado gracioso que se preocupara por algo irrelevante.
–¿Qué quieres decir con esa clase de rumores? –Algo que inmiscuyera a un Malfoy y a un Potter en la misma oración, junto a rumores extraños, en definitiva no habría de traer nada bueno como resultado.
–¡Vamos! –Zabini saltó del lugar en el que se encontraba sentado y en tres zancadas se acercó a Draco y le susurró al oído–. De esos que sólo se dan en un colegio de chicos, ya sabes…
Y, abriendo los ojos y la boca enormemente, Draco finalmente entendió; y fue el turno de Blaise, de deleitarse con las extraordinarias expresiones del rostro siempre pueril de su no tan afecto compañero.
II
Había presenciado la escena entre Blaise y Draco a través de una pequeña ranura dejada por la puerta sin cerrar. Lo último no había podido escucharlo, hablaron tan bajito, que pasó desapercibido a sus oídos, sin embargo, la expresión desquiciada en la cara de Draco dejaba mucho que desear.
Harry no se hacía una idea de lo que sea que el moreno habría de decirle al blondo, aun así suponía que no debía de ser algo agradable, lo que era aún más desconcertante, porque estaba seguro de que se trataba de algo que en cierta medida lo inmiscuía sin más.
Sabía de qué clase era el, y en qué clase figuraba Draco, más no tenía cabeza para pensar concretamente en qué tan malo sería que Harry, estando con tres tristes pesos en el bolsillo; y él, poseyendo las gemas del desierto, se llevaran de las mil maravillas. Buenos amigos, solo eso, con una increíble diferencia económica, pero nada más.
¿Tantos problemas veía la gente de ese colegio en que un becado anduviera por sus lares? Harry nunca llegaría a entender del todo la causa del problema.
III
–¡Harry! –Completó el camino a concienzuda carrera para poder alcanzarlo. Cuando lo hubo conseguido, caminó a la par de su ahora amigo, le cruzó un brazo por los hombros acercándose más a él y originando el continuo rose de sus costados–. Caminemos juntos a la clase de química, Snape debe estar ansioso de enseñarnos todas esas maravillas de los experimentos. –Quedaba más claro que el agua, que el rubiales apreciaba en demasía las clases de química, Harry por el contrario, siempre se debatía entre faltar o reprobar automáticamente, ostentaciones que claramente no podía darse.
La cháchara de Draco se extendió todo el camino rumbo al laboratorio. Al llegar al lugar de destino, el rubio seguía sin soltar de su agarre a Harry.
–Draco, creo que deberías soltarme antes de entrar –obvió Harry mientras tomaba entre sus manos, la diestra pálida de su acompañante y la colocaba correctamente a su costado–, no querrás que tu amigo se entere de que gustas de juntarte con los de mi clase. –Agregó sin pensar.
Aun procesando, en su confundido cerebro, lo dicho por el de cabellos rebeldes. Draco y Harry se dieron paso en el laboratorio cogiendo, cada uno, una de las batas colocadas en el perchero de la entrada.
–¡Hey, Potter! –Draco se acercó peligrosamente a Harry y seguido añadió susurrante–, no hagas caso de lo que el idiota de Blaise llegue a decir, está algo paranoico y cree que todos se fijan hasta en las horas que le dedico a ir al baño. – Se alejó sonriente dirigiéndose a Zabini que miraba la escena con recelo. –Además está celoso de que me gustes más que lo que me gusta el –dijo esto mientras caminaba de espaldas a su moreno compañero, y dirigía de manera cómplice un guiño a Harry.
Harry sonriente y más despreocupado se colocó las gafas protectoras y el cubre bocas y se dirigió a la mesa de trabajo que compartía con Granger, otra de las más listillas en química. Destilaba mezclas por los poros.
IV
El y Draco se llevaban más que bien. Meses siendo como el pan y mantequilla, abejas y miel. Esencialmente accidental dirían otros.
Draco pensaría que Harry seguía siendo tan accidental como la primera vez. Inesperado y a la vez tan oportuno que aún no había podido asimilar ni cuándo ni cómo había llegado para simplemente quedarse. Tenía la sensación de que llevaba formando parte de él mismo, toda la vida. Supondría que era eso era lo que se siente cuando te encuentras a ti mismo en otra persona, que es como tú, pero incluso en un grado más elevado, más extraordinario. Esencial como quererse es querer que Harry le quisiera, accidental como sus idas y venidas es querer que se quedase.
Era su sonrisa un tanto chueca, el brillo de sus verdes ojos, su lado tan como Draco, oculto, ese que le decía que no merecía la pena tener todas las gemas del mundo, sino que hay que vivir. Ese corazón que enseñaba apretando fuerte las manos para evitar que se viera demasiado grande, como si así no se lo fuesen a dañar. Miedoso. Mirarle era lo más parecido a mirarse a sí mismo en un espejo y gustarse tal cual era. Como si el reflejo que le devolvían sus esmeraldas fueran una versión propia y mejorada. Tan desastre y a la vez tan detallista, tan fuerte y frágil, risa y lágrima, guerra más paz. Tormenta y tan calma.
De antes de Harry, Draco se recordaba siempre fuera de lugar, como si no perteneciera a ninguna parte. Y entonces llegaba Potter, con su risa escandalosa, su paso de modelo, sus cabellos desgarbados y su voz entrecortada. Rompiendo todos los esquemas a los que se habría acostumbrado en casa. Era el mejor ejemplo de cómo las apariencias engañan. Y aunque para otros pudiera verse pequeño, frío y lejano a sentir, tenía la certeza de que con Harry nunca le faltaría calor, ni besos en la frente, ni abrazos con miradas cómplices, ni vicios de no pagar. Y nunca estaban de más las caricias en la espalda, porque bien sabía que Harry, como si fuera consigo mismo, podía contar.
V
–Tenía que hacerlo Draco –aseguró Blaise mostrándose tan o más desarreglado que los pordioseros fuera del McDonald´s–, él te estaba arruinando. –El cuerpo inerte de Harry yacía desmadejado en uno de los cubículos de los baños del segundo piso. Zabini se frotó la cara sucia manchándola de sangre si aún quedaba algún espació sin cubrir del líquido vital del cuerpo del pobre e inocente chico de ojos verdes. –. ¡Potter se robó a mi amigo! –Enfatizó, para seguidamente tirarse de los cabellos de manera desesperada – Draco, no podía permitirles que te llamaran marica a tus espaldas. –Finalizó con ojos desorbitados y llenos de locura.
Nadie hablaba a espaldas de Draco, nadie odiaba a Harry por su clase social, nadie le prestaba atención a Zabini más que el siempre benévolo y preocupado Harry que obligaba a Draco a permanecer junto a él. Su escuela no era solo de chicos, era una escuela mixta. Nunca existieron tales rumores lacerantes en contra de la homosexualidad de Draco, a nadie parecían importarle las preferencias del blondo.
Excepto a las alucinaciones de Blaise.
Blaise Zabini había dejado de lado el Prozac varias semanas atrás…