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Canasta de Sorpresas por Chiru Less

[Reviews - 11]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del fanfic:

Bueno, como pregunté en la página - la idea ya me andaba rondando XD - escribí algunos one shots sobre tonterías...nada serio, aunque algunos tocan temas un poco fuertes, sobre los personajes de Magi. Algunos, como éste primero, se llevaran a cabo dentro del universo del manga, pero otros no tendrán nada que ver, y espero sorprenderl@s XDD

 

Espero les guste, y le den una oportunidad a ésta nueva idea!

Todos los derechos de Magi, the Labyrinth of Magic! pertenecen a Shinobu Ohtaka. Ésto es sólo por diversión y amor puro a sus personajes :D

 

Notas del capitulo:

Bueno, he aqui el primer capitulo!

Espero les guste, realmente :) 

Ya saben, si quieren comunicarse conmigo, enterarse cuando voy a actualizar, o simplemente para que podamos charlar sobre Magi u otro anime/manga, tienen mi página de face Ars Goetia CL , los espero!!!

A veces se preguntaba cuando había empezado el vicio por el alcohol, o cuando éste se volvió incontrolable. Recordaba en la lejanía y en lo profundo de su memoria, que ya de muy joven había incursionado en el placer que la bebida le brindaba, de la liviandad y la falsa felicidad y tranquilidad que lo inundaba cada vez que se pasaba con las copas. Y había sido en demasiadas ocasiones, tantas que ya de muchas no se acordaba.

 

Pero no recordaba haber perdido alguna vez los reflejos y la lucidez mental como le estaba sucediendo en esos momentos, y dentro del sopor de indulgencia que le brindaba la bebida, en el fondo se alarmaba por ello. Insistentemente, y como si fuesen un seguro de vida, se tocaba una y otra vez los contenedores de metal, para saber que aún seguían allí, y para estar seguro de que no lo abandonarían si la ocasión lo requería. Lo cual también lo alarmaba un poco, porque consideraba poco probable que en su estado los Djinns reaccionaran a su llamado.

 

Joder.

 

Y justo ahí, justo en esa reunión, Ja’far no había asistido.

 

Bueno, después de todo, el pobre hombre no podía dividirse en dos; su mente no necesitaba estar preocupada por lo que pasaba a miles de kilómetros de allí, en Sindria, porque sabía que su fiel general sabía administrar los quehaceres y problemas diarios que en su reino pudiesen surgir, incluso mucho mejor que él. Si el peliblanco lo hubiese visto en semejante estado, tirado entre una montaña de almohadones de diferentes colores, brillantes algunos, bordados otros, rodeado de cortinas de seda, intentando ver más allá de la humareda del tabaco y del alcohol que le nublaba el juicio, con toda seguridad lo habría aniquilado. Allí mismo, delante de todos, sin importarle todo el tema del protocolo y las apariencias.

 

Justo en una visita protocolar al Imperio Kou se le ocurría enfiestarse.

 

Bueno, él no tenía la culpa.

 

Aguzó un poco la vista, observando que Ren Kouen, el primer príncipe del Imperio vecino y su principal rival – de qué, en realidad no lo sabía – no estaba en mejores condiciones que él; tenía la vista fija hacia el frente, pero no parecía enfocar nada en particular, mientras sostenía una copa de saque en una mano, y un abanico en la otra, aunque no lo utilizaba. Uno de sus hermanos, no sabía cual, le estaba diciendo algo al oído, y parecía en un estado mucho más deplorable que él, porque se sostenía del hombro ancho del príncipe, quien parecía a punto de ceder para ese lado por la presión.

 

Cerca de ellos, el otro hermano – Koumei, creía que se llamaba, era el que más había hablado en la reunión del día, en la que por suerte todos habían estado sobrios aún – estaba sentado entre unos cojines, como él, rodeado de mujeres, pero estaba dormido. Podía saberlo porque su cabeza estaba en una posición anómala, y su cuello parecía fracturado, aunque respiraba. Bueno, con suerte no iban a notarlo. No iban a notar su estado.

 

Intentó incorporarse con la idea de salir de ese gran y lujoso salón – todo rojo y oro, exuberante y llamativo –para despejarse un poco de los gritos de las mujeres y hombres borrachos, de la música, y del olor al alcohol y al tabaco. Seguro que salir al patio principal que había visto ese mismo día, lleno de arboles y plantas con flores hermosas, lo despejaría. Si, seguro.

 

Trastabilló. Con sus propios pies.

 

-          Ay, mi rey…desea que lo acompañe?.- dijo una risilla encantadora a su lado, y Sinbad sintió las suaves manos de una mujer, seguramente una bailarina, que lo estaba sosteniendo luego de su casi caída estrepitosa. El tono de su voz insinuaba dobles intenciones.

 

-          No, pero lo tendré en cuenta.- la oyó suspirar. No quería romper sus esperanzas, pero tampoco le importaba demasiado. Quería salir de allí de una vez.

 

Como pudo – y no supo cómo – salió a tropicones de allí, encontrándose con Sharrkan en el camino, quien estaba aun más borracho que él, rodeado de un sinfín de mujeres, algunas demasiado sueltas de ropa. El rey de Sindria pensó, irónicamente, que si los de Kou intentaban una emboscada, o simplemente, envenenarlos con el vino, lo conseguirían con una seguridad insoslayable. Lástima que ellos parecían competir por ver quién estaba en el estado más calamitoso.

 

 

 

La primera inspiración de aire fresco le supo a gloria, refrescándole la boca, la garganta y la mente. Se le erizaron los vellos de los brazos, porque la temperatura del corredor era mucho menor que la del gran salón, y no sabía si se debía a que estaba lleno de personas o había algún tipo de calefacción especial. Qué más daba.

 

Caminó un poco, apoyando una mano en la pared de madera oscura, brillante a la luz de una luna llena que se filtraba por amplios ventanales a los que él anhelaba llegar, para así poder salir finalmente al patio. La diferencia entre el salón y el corredor no sólo era de temperatura, sino ambiental; el aire era puro, y el sonido se había prácticamente esfumado, dejando sólo algunos murmullos lejanos, como si la fiesta fuese a muchos metros, y no detrás de aquellas paredes.

 

Se apoyó un poco en la pared, descansando, mirando la fina copa de oro que aún llevaba en su mano derecha; aún tenia un poco de vino, pero simplemente la balanceó, mirándola sin ver. Lejos, a su derecha, podía ver de soslayo a dos personas muy pegadas contra la pared, y no quiso enfocar demasiado la vista. Quizás no le convenía saber quienes eran, ni tampoco le importaba realmente. No había nadie más por allí.

 

El vino giró dentro del vaso, y fue iluminado por la luz de la luna. Por un momento, el rey dejó la copa en esa posición, admirando el brillo morado, tan atractivo y a la vez tan misterioso…y eso le recordó a un color morado más oscuro, más siniestro y a la vez, más atrayente. Sintió un tirón en el estómago, y lo relacionó a una ansiedad que desconocía podía sentir ante aquel pensamiento. Sonrió en la oscuridad, protegido por la soledad del corredor.

 

Y detrás de ese color morado, pensó en el carmesí. En el color rojo sangre, más penetrante y llamativo que el del fuego, más profundo y misterioso. Un color oscuro, que lo llamaba a lo prohibido, a hacer y decir las cosas que no diría ni haría jamás en su reino, en su mundo, en su entorno. Que lo liberaba en cierta forma, o lo invitaba a ello.

 

Se descubrió con la mirada perdida en el ventanal, viendo en su mente unos ojos rojos enmarcados en morado.

 

Exhaló aire lentamente, sin darse cuenta que lo había estado reteniendo. Ahora que lo pensaba, aquel sujeto no había aparecido en la reunión de esa tarde. Ni cuando había llegado al palacio, ni luego, en la fiesta. Ni siquiera lo había visto a lo lejos, como si no estuviese allí. Recordando todo eso, se descubrió sinceramente decepcionado, porque tenía que admitir que, pese a que aquello era una visita diplomática, ansiaba verlo.

 

Y no sabía por qué.

 

Judal siempre le había causado problemas. Su nombre en sí significaba problemas cuando formaba parte de alguna frase o situación en la que se lo mencionaba. Ni siquiera tenía que remontarse demasiado lejos; con tan sólo recordar lo que les había hecho en Balbadd, y luego en Sindria, destruyendo la barrera que Yamuraiha construía con tanto ahínco, permitiendo así entrar a los de la Organización…la verdad es que le costaba mucho entender su personalidad ambivalente, caprichosa y salvaje. Por momentos, le proponía conquistar juntos el mundo, ser los más poderosos, tenerlos a todos a sus pies…y momentos después, todo era un caos, olvidando las palabras anteriores que a veces tanto seducían a Sinbad.

 

Pero se había descubierto, de vez en cuando, buscándolo. Después de todo, aquel era su territorio, y lo más obvio hubiese sido que, al saber que él iría directamente a Kou, se le tirara encima, o como mínimo, armara el caos habitual. Pero nada.

 

Ni una aparición.

 

Incluso había extrañado oír su voz, aunque fuese en insultos.

 

Decidió separarse de la fiel pared, dirigiéndose a los ventanales. Tenía un poco más de claridad mental, y sus movimientos ya no eran tan torpes; inspirando profundamente, llenándose los pulmones del frío aire de la noche cerrada, salió al hermoso patio.

 

El suelo era de piedra, pero había arboles bajos por todas partes, llenos de frutas y flores que en la oscuridad no alcanzaba a distinguir muy bien; el juego de luz y sombra que hacía la luna entre la flora era sutil y atrayente, y el canto de los grillos a la distancia le daba a todo un aire tranquilo increíble. Había también por allí un pequeño estanque, y Sinbad pudo vislumbrar el movimiento de algunos peces en su interior.

 

Decidió pasear.

 

Su cuerpo iba siendo tapado por la sombra, e iluminado por la luz, mientras caminaba bajo algunos árboles y arbustos demasiado altos. Sus pasos no hacían eco, pero sonaban fuerte en aquel apacible silencio. Sus joyas también tintineaban, recordándole que llevaba consigo los Djinns. Bien, por lo menos no los había perdido en el proceso. No sabía por qué también tenía miedo de eso. Quizás por encontrarse lejos de casa, quién sabía.

 

-          Qué raro, su tonteza sólo por aquí.

 

Sinbad inspiró bruscamente. Y le dio vergüenza descubrir que era por resolver el anhelo en su interior, y no por miedo o sorpresa.

 

No movió el cuerpo, sino que lo dejó estático, ladeando sólo la cabeza, lentamente, hacia la derecha, desde donde había provenido esa voz ronca y profunda, con un dejo de burla, y un dejo de impaciencia.

 

Allí estaba.

 

Podía verle la mitad del cuerpo, pues Judal se hallaba semioculto detrás de uno de aquellos arboles de troncos torcidos, oculto bajo la sombra que éste brindaba; pequeños destellos de luz de luna se filtraban entre las finas ramas, iluminando parte del rostro y cabello azabache del joven. Y uno de sus ojos.

 

El contraste era feroz. El ojo oculto en la oscuridad se veía oscuro, pero se notaba su color escarlata; en cambio, el iris iluminado brillaba furiosamente, como si tuviera luz propia, simulando la sangre a la perfección, contrastando con su piel pálida, expuesta a aquella luz impoluta.

 

Sonreía de lado, observándolo de soslayo, medio inclinado, como si realmente tuviese la intención de ocultarse. Su trenza pendía a un costado, aun moviéndose lentamente, mientras el cerebro de Sinbad, en cambio se había detenido completamente.

 

Lo oyó bufar impaciente ante la falta de respuesta tanto motora como verbal del rey, por supuesto. Todo tenía que ser ya, en ese momento, sin demoras. Deslizó una mano sobre el tronco rugoso del árbol, como si lo estuviera acariciando, y Sinbad siguió todo el movimiento de su mano y su brazo, como hipnotizado. Las joyas de sus brazos, cada tanto, también quedaban al descubierto de la luz, brillando.

 

Lentamente, salió enteramente, apoyando la espalda en el árbol, sin acercarse a él. lo estaba evaluando, con los ojos escarlatas entrecerrados y los brazos cruzados sobre el pecho. El rey notó que, como siempre, llevaba demasiada poca ropa. Un pedazo de su torso y todo su abdomen, incluidas sus ingles, estaban al descubierto, dejando poco a la imaginación ampliada que Sinbad estaba sufriendo en esos momentos. Qué le pasaba?

 

 

-          Tu pececito no te acompaña hoy?

 

-          Quién?

 

-          No me jodas.- escupió, molesto. Sinbad iba a tener que conectar ideas rápido esa noche, sino quería que el Magi oscuro acabara con él allí mismo. Parecía de un humor más temible que el habitual.- Sabes de quien hablo.

 

-          Estoy sólo.- No era estrictamente cierto. Sharrkan y Hinahoho habían ido con él, pero uno estaba perdido en el alcohol, y el otro, literalmente perdido. Podía obviar esos detalles.

 

-          Completamente…sólo?

 

Y se acercó.

 

Y Sinbad tuvo que hacer un esfuerzo más que sobrehumano para sostenerse.

 

Judal claramente estaba con todos sus sentidos al cien por ciento, y caminaba hacia él en forma lenta, recta y deliberadamente, para gusto de Sinbad, sensual. No sabía si esa era la palabra. Quizás erótica le quedaría mejor.

 

Quizás deliraba, pero lo veía contoneando las caderas, acomodándose el cabello en el proceso, hasta incluso creyó oírlo suspirar. No sabía si era el alcohol, o realmente estaba pasando.

 

Más temprano que tarde, estuvo a su altura. A centímetros. Judal nunca había sabido respetar espacios personales, y esa noche no era la excepción.

 

-          Si, completamente sólo. Lo preguntas por algo en especial?

 

-          No pareces tener miedo.

 

-          Tendría que tenerlo?

 

-          No.

 

-          Debo confiar en ti?

 

-          Confiarías en mí? Estamos solos, Sinbad.

 

Su voz había cambiado, por muy sutil que fuese, y Sinbad lo notó. Notó el doble sentido de la frase, y supo que no tenía nada que ver con Balbadd, con Sindria, Kou o la Organización. Eran ellos dos solos, en aquel hermoso, oscuro y solitario jardín.

 

No eran Rey y Magi, no eran de países ni de ideas diferentes. Eran dos personas que se habían conocido en el momento justo, en el lugar justo. Y que ahora se reencontraban, sin tener en cuenta nada más que aquello. Sin tener en cuenta lo malo, lo triste, lo odioso.

 

Era acaso la ocasión, era la noche, el momento justo, o quizás el alcohol que lo maravillaba con aquellas sutilezas? Sinbad no lo sabía, pero la intuición no lo engañaba.

 

-          No juegues conmigo, Judal.

 

-          Quién dijo que todo esto no es un juego?.- extendió sus brazos, abarcando el patio, y más allá. Le sonrió burlonamente, otra vez entrecerrando sus hermosos ojos rojos.- Quieres que me vaya? No me has visto en toda tu estadía aquí, quizás…

 

Lo dejó suspendido en el aire, como dejando la posibilidad al azar. A la espera de una respuesta. Siempre poniéndolo en encrucijadas jodidas, maldición…qué debía responder? La verdad? O lo correcto?

 

-          Estamos solos. Di la verdad.- lo dijo en un tono ronco, oscuro, como si hubiese sido capaz de leer sus pensamientos.- Sé sincero por una vez, infeliz.

 

Se había quedado mudo. O su mente se había quedado en blanco. O era un cobarde. No quería pensar demasiado cual era la opción correcta.

 

Lo oyó bufar otra vez. Cerró los ojos, mostrando el sombreado morado de sus ojos, oscuro, contrastando con su piel, haciendo juego con su oscuro cabello.  Se estaba moviendo. Se estaba yendo.

 

-          Espera.

 

-          No quiero ni tu lástima ni tu compasión.

 

-          No quiero dártelos. No los mereces.- Judal le devolvió la mirada, furioso, malinterpretando sus palabras.- Por qué debería tenerte lástima a ti? No es el sentimiento que despiertas en mi.

 

-          Bien. Me alegra oírlo. Nos vemos, tonteza.

 

-          Espera, por favor.

 

Por qué le pedía que se quedara? Qué pretendía? Qué iba a decirle, que iba a hacer? Por qué no quería verlo alejándose de él?

 

-          Por qué debería quedarme?.- no se había dado vuelta, le daba la espalda. Sinbad se demoró en responder, y Judal parecía ansioso por obtener una respuesta, pues no amagó en retirarse otra vez.

 

-          Por qué haces las cosas tan difíciles? Simplemente quiero que te quedes aquí, conmigo.

 

-          Por qué?.- se dio la vuelta, encarándolo. Parecía molesto, y Sinbad estaba realmente perdido en su expresión y en sus propios pensamientos turbios.

 

-          Porque deseo que te quedes.

 

-          No me odias?

 

-          Por qué te odiaría?.- lo dijo en un tono más bajo y grave del que le hubiese gustado, y notó la confusión en el rostro del menor.

 

-          No tienes motivos suficientes para hacerlo ya?.- la seguridad y molestia de su voz habían desaparecido, y habían sido reemplazadas por la inseguridad y quizás, solo quizás, el arrepentimiento.

 

-          No. Nunca tendré suficientes.

 

Ésta vez fue él quien se le acercó. Judal no se movió.

 

-          Me quieres, acaso?.- preguntó en un susurro Judal, cuando Sinbad ya prácticamente estaba pegado a él. Alzó la vista para verlo a los ojos ambarinos.

 

-          Cómo quieres que te quiera, con todo lo que me haces?

 

-          Entonces?.- lo había dicho en un tono de voz tan bajo, que le había costado oírlo. Pero lo había hecho.

 

-          No sé qué hacer contigo.

 

-          Si lo sabes. No te animas ni siquiera a decirlo.

 

-          Qué quiero hacer contigo?

 

Judal lo miró fijamente, con una mezcla de anhelo y tristeza que a Sinbad le dolió en el pecho. Acaso esa mirada siempre había estado allí y nunca había sabido descubrirla e interpretarla, o era ahora, en la soledad, que la exponía, y descubría por fin sus verdaderas intenciones?

 

Cuales eran sus verdaderas intenciones? Y las suyas propias?

 

Levantó la mano libre, acercándola al rostro de Judal; éste pegó un rápido vistazo al notar el movimiento, pero volvió a perderse en sus ojos. Ninguno de los dos parecía pestañear. Sinbad rozó su mejilla derecha con el dorso de sus dedos, contrastando el color de sus pieles, una al lado de la otra. Judal parpadeó y suspiró. Había estado reteniendo el aire.

 

A la mierda.

 

Tomó el rostro del Magi con su mano, grande y poderosa, que abarcaba toda su cara, y lo sostuvo allí, firme. Como si fuese a escaparse. Y acercó su rostro al suyo.

 

Primero apoyó la frente en la del menor, sopesando sus posibilidades. Éste sólo suspiró, y Sinbad notó que otra vez había cerrado los ojos. Acercó todo su rostro, y rozó sus labios con los de Judal, sólo un poco.

 

Fue Judal quien selló la unión de sus bocas.

 

Se acercó a él, apretando sus hombros con manos levemente temblorosas, inseguras. Le estaba pidiendo permiso?

 

Sinbad, ya sin el control ni la inseguridad anteriores, perdidas muy lejos, inspiró hondo y lo atrajo a su cuerpo bruscamente, rodeando su cintura con ambos brazos, apretándolo, tirando la copa en el proceso, que tintineó fuertemente entre las piedras.

 

Se besaban con tanta desesperación, y se abrazaban tan fuertemente, que Sinbad pensó que podrían haber perdido la vida si no hacían aquello en ese lugar, en ese momento. Parecía algo programado a suceder, y no entendía por qué habían tardado tanto.

 

Su juicio se nubló prácticamente por completo cuando Judal mordió su labio inferior, haciéndolo jadear. Lo apretó aun más, cortando el beso y deslizándose por su rostro y cuello, desesperados ambos.

 

-          Sinbad…

 

Su voz ronca sonaba lastimera, deseosa y desesperada, como si algo se estuviese por quebrar.

 

-          No juegues conmigo…

 

Le devolvía sus palabras. Eso no era un juego. Para nada.

 

Lo apretó aún más contra su cuerpo, haciéndolo suspirar. Judal lo abrazó, ésta vez delicadamente, y el furor inicial se apagó levemente, pero no se perdió, sino que simplemente se estaban controlando.

 

Se estaban dejando llevar en la mitad del jardín imperial del palacio de Kou. Con todos los príncipes adentro, sirvientes, embajadores. Testigos.

 

-          Si no quieres que me vaya…y no sabes si me quieres…- murmuró Judal cerca de su oído.-  Averigua qué es lo que quieres, rey tonto. Ven conmigo.

 

Y volvió a mirarlo a los ojos.

 

Con esos ojos escarlatas, rojo sangre, casi brillando de forma sobrenatural, esta vez sin burla. Sólo anhelo y ansiedad.

 

 

Sinbad se preguntó, cuando tomó la mano de Judal en ese momento, si realmente nadie le había puesto algo en la bebida esa noche.

 

Notas finales:

Bueno, espero que les haya gustado!

Haganmelo saber!! Espero ansiosa sus opiniones, tanto aquí como en face!! XD 

Nos leemos!!

 

PD: a ver de qué tratará el que sigue....


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