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La solución por sugarlimbo

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Jonghyun’s P.O.V.

 

Observaba mi reflejo en el espejo.

Hace días que mis labios estaban resecos, y me incomodaba bastante. Quiero decir, como cantante pues, debía abrir mucho la boca y siempre se me terminada hiriendo.

 

Malditos labios resecos.

 

Un ruido hizo que me sobresaltara; alguien había abierto la puerta. Por el reflejo del espejo, reparé quien había entrado se situaba cerca de mi su locker.

Hace días que Lee Jinki estaba extraño. Ya no mostraba su estúpida sonrisa, ni siquiera para disimular. Y eso no podía dejar de intrigarme.

Lo observé detenidamente, por el espejo.

Él revisaba tranquilamente sus bolsillos. Parecía que casi lo hacía por inercia, ya que, no mostraba interés alguno en su reciente actividad. Lucía tan desmotivado. Tan cansado. Hasta parecía un poco...

….¿Decepcionado?

¿Qué demonios le pasaba?

Vi como miraba con detención algo que tenía en la mano. Esto sí parecía llamarle la atención, pues su expresión había cambiado completamente.

Sus ojos fijos en el objeto. Su ceño un poco fruncido. Su quijada un poco apretada. Sus labios un mínimo tensos.

 

Sus labios.

 

Los labios de Lee Jinki. No pude evitar detenerme ahí. Digo, sus labios tenían personalidad.

Y no tengo idea que es lo que quiero decir con ‘personalidad’. Pero estos las tienen y ya. Y su personalidad es increíblemente magnética. Porque mis ojos –y todo de mi- no pueden evitar pendientes de ellos.

No era justo que yo lo observara tanto y él no se percatara de mis labios.

 

¿Qué…qué demonios?

 

–¿Qué…–se me escapó.

 

Y Onew ya no pudo ser ignorante a mí. Ni menos a mi mirada.

 

–¡Ah!...ho…hola…–dijo sorprendido.

 

Me sonrió.

Qué plástico. Qué…yo. Y ese Lee Jinki, no me agradaba. Aunque no tuviera el honor de conocer a muchos más.

Me volví a mirar al espejo.

 

–Hola– sonreí igual que él. Plástico. 

 

Cruzamos miradas por el espejo.

Jinki tenía ojeras. Qué risa. Me mordí los labios para no reír tan evidentemente.

 

–Jonghyunah– lo miré interrogante–tienes ojeras.

Explotó en carcajadas.

Estúpido.

No dejaba de reír.

¿Por qué le daba tanta risa?

¿Por qué me daba tanta risa verlo reír? Ahora era tan natural. Me tentó.

Sonreí.

Él se apretó el estómago. Se retorcía de risa.

Ya no pude más y le seguí. Me carcajeé, como no lo hacía hace tiempo. Era una tentación de risa. Abrí tanto mi boca, que mis labios se terminaron de romper.

 

–Ay…

Maldición. A veces soy tan quejumbroso.

–¿qué…qué te pasa..?– decía apenas abriendo los ojos, porque aún no para completamente de reír.

–Nada –dije tapando me los labios instintivamente.

Él giró su cabeza en señal de incomprensión, y se fue a sentar a una banquita.

–Vamos, déjame ver–me sonrió de medio lado.

 

¡Me sonrió de medio lado!?

 

¿Desde cuándo este idiota había aprendido a hacer esto?  Mi mano cayó de la pura impresión. Y pues, él pudo ver mi labio sangrante.

 

Maldita sea. Maldito seas, idiota.

 

–Toma –me dijo alegre.

Yo, que sólo me había limitado a verlo por el espejo, me giré. Me estaba entregando eso que antes tenía en la mano.

Era un pequeño frasquito en forma de cilindro.

Era un lubricante labial.

 

Alcé la cabeza y lo vi.

Ahí estaba. Tan sonriente como siempre. Con cara de que había hecho su “buena acción del día”. Iluso.

 

–Y… ¿qué quieres que hagas con esto?

Me miró confundido. Me carcajeé por dentro.

 

–Pues que te lo pongas en los labios. Así no se te herirán tanto. Y quedarán maravillosamente. Es un excelente producto.

Eso último lo dijo como anunciador de televisión. Qué ridículo.

 

–¿Me los dejará como los tuyos?

Alcé una ceja.

 

–Claro–rió satisfecho.

–Entonces, no lo quiero.–estiré mi mano, en son de entregárselo.

Qué risa, dios.

Cara de no entender nada. Amaba esa cara. Moví mi mano para que tomara el frasco.

En cuanto lo tomó, le agarré la mano con fuerza.

–Prefiero la aplicación indirecta. Dicen que es más efectiva.

–¿Eh…

 

Lo jalé de la mano hacia mí. Sus ojos se abrieron en sobremanera. Y yo sonreí de medio lado.

Nuestros labios chocaron. Y sentí esa típica corriente sobre ellos.

Se sentía maravilloso.

Presioné mis labios sobre los suyo y masajeé levemente. Él no respondía. Y me importaba realmente poco.

Me senté a horcajadas sobre él. Y seguí besándolo.

Pasé mi lengua sobre sus gruesos labios. Cerré mis ojos y tomé su quijada entre una de mis manos. Mordí el labio inferior, y él me abrió paso a su boca.

Lentamente, y muy contario a mis cálculos, me respondió.

Su lengua tuvo una lucha con la mía, pero finalmente la gané mordiéndola despacio.

De repente escuché voces a fuera. Y nuestro delicioso contacto, tan rápido como dio incio, dio término.

Maldita gente. Siempre interrumpían los mejores momentos.

Miré a Jinki. Tenía las pupilas dilatadas y los labios rojos y húmedos.

Me lamí los labios. Tal vez ese lubricante sería efectivo.

 

Y por cierto, era mentolado.

 

 

 

 

 

 

 

 

;___Enero 2010

 


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