Joseph se estaba mudando de ropa. Se ponía la camisa con cuidado por el vendaje que recorría su torso y hombro. Estaba sentado para hacerlo y antes de que lograra colocarse la camisa sobre los hombros oyó una voz que le dijo--¿Qué clase de miércoles tienes en la cabeza, perro?—
Esa voz le quitó la respiración. Torció el cuello perplejo y ahí estaba, caminando como una tromba hacia él como lo hacía cuando quería atemorizar a un competidor o algo así. Era imposible, se dijo Joey. Él debería estar hospitalizado. ¿Estaba al borde de la muerte hace un par de días, no? La ilusión llegó ante él y le preguntó--¿Por qué te quedas mirando con cara de idiota? ¿Acaso perdiste la memoria en estos dos días?—
Mientras los otros tres que habían entrado con el castaño los miraban un tanto asombrados ya que esperaban otra cosa para un reencuentro que debía ser emotivo.
Creo que era de esperarse si pensamos bien en la personalidad del jefe—dijo el mayor de los pelinegros.
¡Oye Seto!—dijo el rubio levantándose con cara de ofendido.
¡Oye tú, idiota! Que si me hirieron fue por tu culpa y por tú estúpida idea de hacerte pasar por otro personaje de tu mundillo de pacotilla. Señor reyecito—dijo el ojos azules antes de que las piernas se le doblaran mientras todos apreciaban su charla.
Entonces pudieron ver la preocupación en el melado que atrapó al otro antes de que cayera de rodillas--¿Qué diablos…?—exclamó el rey.
Subaru no lo dejó terminar—Se ha escapado del hospital para encontrarlo—
El muy idiota estaba medio desesperado por saber como estaba—dijo Renji.
¿Cómo me llamaste?—preguntó el airado castaño mientras era sostenido por el rubio que había recuperado su color natural en ese campamento.
¡Este no es momento de pelear, idiota!—le dijo el ojos mieles mientras asimilaba la revelación hecha por Renji y Subaru. Lo colocó en el asiento que él dejara.
Es mejor irnos—dijo Sumeragi a Renji mientras colocaba un brazo frente a él para que este no fuera para el lugar donde estaban esos dos.
Seichiro se dio cuenta de que el joven era más despierto de lo que parecía—Sí. Es mejor que hablen a solas—exclamó antes de salir por la puerta seguido por un Su que empujaba al pelirrojo.
¿Qué idioteces te has puesto a hacer?—preguntó el asesino al empresario con cierta preocupación en su voz.
Las mismas que tú, estúpido—contestó el ojos azules antes de besarlo. Joey correspondió al beso que fue largo e intenso como todo beso que se da al ser amado luego de una larga ausencia o de pasar por una separación forzada.
Las manos de Kaiba se deslizaron por las caderas del arrodillado Wheeler para atraerlas hacia sí.
¿Estás seguro? ¿En tu condición?—preguntó el melado de repente apartando su beso para ver en esos mares azul profundo.
¡Serás idiota! En este momento nada podría detenerme—le dijo el castaño impulsando otro beso, esta vez más fogoso y posesivo.
Entonces deja que vaya a cerrar la puerta. En este lugar una cerradura no va a detenerlos pero evitará que nos interrumpan—dijo Joey antes de ir y apagar la luz también.
Al ver que la luz bajo la puerta desaparecía el pelirrojo no pudo evitar decir--¡Apagaron la luz! No me digan que ellos…--
Sei rió un poco con desdén por su estupidez y les dijo—Los conduciré a los aposentos para huéspedes—
Pero si nuestro jefe está ahí—señaló Abarai.
No creo que pueda sucederle nada malo estando con quien está. Además este campamento es del todo seguro—indicó Sakurazukamori.
Yo no me fiaría tanto. Nos dejaron pasar muy fácil—dijo el tatuado.
Eso es lo que crees, se dijo el de lentes.
Joey se dedicó a besar cada milímetro del expuesto cuerpo de Seto que estaba debajo de él en la cama. Besó con fruición, tomándose su tiempo y luego volvió a los labios de su CEO que lo esperaba con deseo. Después Seto le hizo voltearse y se deleitó besando su espalda como sabía que lo enloquecía y es que Wheeler perdía la cabeza con los labios del castaño sobre la sensible piel de ese lugar.
Hicieron el amor despacio con Joey arriba, haciendo el trabajo por la condición del ojos azules. Estuvieron así por largo rato y terminaron abrazados a oscuras, disfrutaban cada uno de la calidez del otro y se reconfortaban mutuamente con su presencia.