Pensé que te irías—dijo el pelinegro al que pasaba por su lado en la puerta y que caminaba con pisadas de elefante.
¡Cállate!—le dijo el otro de malhumor—No hay forma de que deje a Su chan solo con gente como tú—añadió el pelirrojo molesto por la cara burlona del habitualmente inexpresivo Seichiro.
Estaban en el edificio que el clan les había dado mientras esperaban que el objetivo llegara a su destino en una torre frente a esa.
¡Ve por comida!—le ordenó el melado al ojos azules sabiendo que se irritaría.
Hyoga no contestó porque sabía que el otro se burlaría de él como la última vez--¡Cuídate!—dijo a su compañero peliverde antes de irse del apartamento.
Ya te deshiciste del Cisne. ¿Qué es lo que quieres?—preguntó Shun mientras bebía agua.
Estaba pensando…--dijo el rubio mientras el otro lo escuchaba sin mirarlo—¿Te gustaría vivir sin restricciones, sin gente que te mande o que te use?—
¿Es esa una propuesta?—preguntó con cuidado el otro que había pensado en eso como una posibilidad cuando supo que el otro lo quería como su compañero.
¿Por qué no?—preguntó el rey.
Sabes que te echarás al clan en contra—razonó el ojiverde--¿Por qué me lo propones a mí? Sabes que podría denunciarte al clan y…--
Tengo mis razones. ¿Quieres al menos oírlas antes de decidir?—preguntó Joey.
No estaríamos hablando si no estuviera interesado en saberlas—dijo Shun apoyándose en la ventana frente al otro. Mirando al asesino que sentado en una poltrona le miró directamente a los ojos.
La forma en que te tratan me disgusta—afirmó para sorpresa del otro que no dejó entreverlo.
¿Ah, si?—preguntó Sakurazukamori.
Puedes dudarlo pero es verdad. Antes te lo dije. Somos muy parecidos—le dijo el rubio muy serio—Es lo mismo que me disgusta en mi propio caso. Esos tipos se piensan que porque saben con qué chantajearme voy a quedar sumiso a sus pies pero desgraciadamente para ellos eso nunca ha sido una característica mía—le habló sinceramente y el peliverde pudo sentir la verdad de sus palabras.
¿Eso tiene que ver con el señor Kaiba?—preguntó Sakurazukamori.
En parte sí. Dicen que un animal que no tiene nada que perder es peligroso. Sin embargo cuando defiende algo o está herido es letal—dijo el ojos mieles.
Shun en verdad estaba sorprendido de que el otro aceptara que Seto Kaiba era una de las razones que lo envalentonaba contra el poderoso clan. Era para él tan extraña esa reacción y parte de su alma desearía… no, no era posible que deseara… pero sí. Veía en Wheeler a lo que hubiera deseado fuera su familia con él. Era en parte esa intensidad lo que lo movía a oír a tal hombre.
Kaiba solía llamarme de una forma que me disgustaba pero para mi desgracia esa descripción me va bastante bien—dijo el rubio con cierta mirada en su rostro y media sonrisa ante recuerdo de antiguas peleas y ese sobrenombre que le crispaba—Me decía “perro callejero”—
No suena como el mote que de un amigo—dijo el ojiverde algo sorprendido por ese trato.
No. En ese tiempo nos odiábamos. Ni siquiera soportábamos nuestra mutua presencia—recordó Joey—Pero para variar el tipo tenía la razón. Soy como un perro callejero en eso de que las reglas no se ajustan a mi modo de vida y la correa no es algo que yo vaya a aceptar sin dar pelea—
Entiendo. Pero tus posibilidades ante tantos enemigos son casi nulas y deberías saberlo—le advirtió Hades.
Esa es la otra razón por la que te quiero de mi lado—admitió el ojos mieles.
No entiendo—dijo Sakurazukamori.
El que tu clan haya sobrevivido tantas generaciones solo tiene una explicación. Se ha infiltrado tanto en las altas esferas económicas como políticas. Debe trabajar tanto como para el gobierno como para privados y debe conocer todos sus trapos sucios. Por eso se le permite vivir en la más absoluta de las impunidades. De hecho no me sorprendería descubrir que el gobierno de Japón fue el que dio la orden de ejecución para Jason Michaels. Debió asustarles la posibilidad de que Japón se convirtiera en un atractivo turístico, por llamarlo así, para que los reyes se mataran entre sí o para evitar una guerra entre maleantes que desearan adjudicarse el título que yo poseo—dijo Wheeler.