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EL REY DE LOS ASESINOS 4 "SED DE SANGRE" por desire nemesis

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Tu razonamiento está bien pero… ¿Cómo piensas tú…?—preguntó el más joven.

 

Sabes… Vivimos tiempos muy violentos. La gente está aterrorizada con la violencia y los países occidentales se preocupan por las bases terroristas secretas—dijo el rey mientras el otro se preguntaba adónde iría a parar con todo eso—Tú eres la prueba viviente de que Japón protege una base de asesinos, espías y ladrones y que eventualmente se sirve de ellos y tu clan lo sabe. Si los países de Europa y Norte América se enteraran de que este país esconde tal secreto el prestigio de Japón como nación desarrollada y progresista sería derribado en menos de un momento y pasaría a ser una de las tantas sospechosas de solapar el terrorismo y la violencia. Al contrario de lo que muchos puedan pensar este país no podría sobrevivir al vilipendio de las demás naciones. Japón solo exporta tecnología, y todo lo demás, lo importa. ¿Te imaginas que todas las naciones le dieran la espalda? Para evitar eso el país debería entregar a tu clan y todos lo sabemos—arguyó Joseph.

 

¿Y crees que mi clan va a quedarse tranquilo? Ante cualquier sospecha mandará a que nos maten. Asociarnos a Seto Kaiba y a mi contigo solo debilitarán mi credibilidad—contrarrestó el ojos verdes.

 

Tienes razón pero la existencia de su isla solo con eso demostramos nuestra veracidad. En cuanto al intentar matarnos… ¿Tratas de decirme que les tienes miedo?—era como una burla, un reto, que Joey le lanzaba y Shun aunque sabía que no debía aceptarlo, negarse era admitir que no podía. Además… el clan no merecía su lealtad. ¿No es así?

 

Pensó Shun mientras evaluaba la proposición de su anterior enemigo.

 

 

 

 

 

 

 

Hyoga volvió con las bolsas de compras y con mal humor gritó--¡Ya estoy de vuelta!—encontrando un apartamento vacío.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Seto estaba enojado consigo mismo, su mano aterida lo dejaba entre ver mientras su ceño fruncido le daba una expresión tiránica. Estaba por subir las escaleras rumbo a su dormitorio luego que Lelan su mayordomo le dejara entrar cuando una voz irritante le hizo detenerse.

 

¡Vaya! Oí que habías desaparecido de la clínica pero no esperaba que estuvieras aquí tan pronto. ¿Y quienes son ellos? No me digas que has traído más delincuentes de esos de los que te gusta rodearte—dijo Mokuba Kaiba desde lo alto de la escalera con expresión de desdén hacia su hermano y sus invitados.

 

¡Métete en tus asuntos!—le gritó el CEO antes de proseguir y pasar por su lado.

 

Los demás también lo hicieron y Renji no pudo evitar preguntar--¿Quién era ese? ¿No es muy zafado ese empleado tuyo? Creí que lo despedirías por hablarte así—

 

No era un empleado. Ese es Mokuba Kaiba. El hermano menor de Kaiba—dijo el de lentes. No era para sorprender le pareció al castaño pues no era ningún secreto la identidad de su hermano.

 

Son una familia algo disfuncional. ¿No?—preguntó el tatuado haciendo recordar a Seto malas épocas.

 

Los problemas de mi familia no tienen nada que ver con ustedes—dijo el CEO antes de seguir su camino.

 

Entró a su escritorio y cerró de un portazo dejándolos fuera.

 

¡Vaya, que modales! ¿Estás seguro que aún quieres quedarte Subaru?—preguntó el ex sargento al joven pelinegro.

 

 

 

 

 

 

 

Tres días más tarde.

 

Miraba sin ver la pantalla de su laptop mientras pensaba sin resolver el drama de liberar al rubio. La idea de ser un rehén de ese clan para retenerlo revolvía las tripas del ojos azules al igual que el ser el señuelo de Sakurazukamori para atrapar a Joey con la guardia baja. Pero en algún punto había empezado a confiar en la habilidad del otro para sortear las trampas que le preparaba el destino.

 

Le dolía el pecho por tanto esfuerzo e hizo una mueca mientras revolvía en el cajón superior y buscaba los analgésicos que tenía ahí junto a algunos elementos médicos más, o sea sus pastillas para la acidez y similares. Sin ceremonias las puso en su boca y las tragó en seco.

 

Te sacarás una úlcera si sigues tomándolas así—dijo una voz del todo familiar en la oscuridad de su escritorio tomando del todo por sorpresa al empresario. No podía ser que él estuviera allí. Volteó hacia la voz envuelta en sombras--¿Te saco el hipo?—

 

Joseph Wheeler estaba ahí. Justo ante él y lo miraba con esa sonrisa que le sacaba de quicio como si se burlara de su expresión de sorpresa.


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