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EL REY DE LOS ASESINOS 4 "SED DE SANGRE" por desire nemesis

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¿Qué haces aquí?—preguntó Kaiba.

 

Vine a visitarte. Quería explicart…--antes de que Joey terminara su respuesta los labios del otro estaban sobre los suyos y sus manos pugnaban por encontrar la piel bajo la ropa—¿Estás yendo algo rápido no crees?—preguntó algo sorprendido y divertido el otro. A otra persona no le hubiera dejado acercarse así pero Seto tenía un trato especial después de todo.

 

Mientras lo empujaba contra el sillón del estudio el ojos azules le ordenó—¡Di que aún eres mío!—era casi una develación del temor que el otro sentía de que ya no lo fuera, pensó el rubio algo sorprendido pero feliz.

 

¿De quien más quieres que sea?—preguntó burlón el asesino mientras era recostado en el mueble y empezó a sentir los dulces labios de Seto que le estremecían hasta los huesos en la sensible piel de su garganta mientras unos dedos fríos y posesivos caldeaban la piel de su cintura al llegar a ella después de atravesar capas de ropa.

 

Juro que te mataría si no te deseara tanto—declaró el CEO con enojo casi fingido pues todo su ser se sentía vivo al tener al otro entre sus brazos nuevamente.

 

¡Di que me amas!—dijo de pronto Joey en su oído y el cuerpo del castaño que estaba sobre él, con su cara oculta en el cuello del rubio se relajó y detuvo todo movimiento.

 

¿A que viene eso ahora?—preguntó el ojos azules porque ese no era el estilo del melado que era más juguetón y frío que él.

 

Necesito oírlo—declaró en su oído el otro. Aunque Seto no podía ver la expresión de su rostro porque estaban casi a oscuras y porque estaba más cerca de su nuca que de su cara, el tono serio y necesitado del otro le dijo que esa era toda la verdad.

 

¡Te amo!—declaró algo a disgusto el castaño, no por      lo que estaba diciendo, ni a quien, sino porque el ceder no era parte de su naturaleza.

 

¡Soy tuyo!—fue la recompensa que obtuvo el millonario de labios de su amado asesino.

 

Estás más asustado de lo que pensé si necesitas tanto arrumaco—le dijo el CEO con su temperamental trato de siempre pero sin verdadera intención de pelea en su tono. Era una declaración de hecho que le asustaba un poco porque si Wheeler se sentía así tenían pocas posibilidades ante lo que fuera que estaba pasando.

 

Joey rió la broma como alguien que ríe ante un buen recuerdo—Extrañaba tu amable trato—le dijo burlonamente.

 

Voy a hacerte mío tan intensamente como sea posible—dijo el ojos azules antes de empezar de nuevo su tarea en cuello y cintura, sus manos halaban la ropa bajo esta.

 

Lo sé—respondió el ojos mieles mientras cerraba los ojos y disfrutaba del toque del otro que se esparcía por toda su piel—Es una de las razones por las que estoy aquí—

 

Entonces esta noche puede que sea la última—aseveró Kaiba alejándose lo suficiente para verse a los ojos. No era necesario que se hablaran más.

 

Sus labios se unieron primero despacio y luego con imposible urgencia. Sus lenguas se abrazaron como antiguas amigas que se reencuentran.

 

Las manos de Joey subieron al rostro de Seto mientras este después de despojarlo de sus pantalones iniciaba el rito que lo llevaría a tomar posesión de su rubio con la introducción de tres de sus dedos en la boca del melado que gustoso los aceptó y lubricó con su saliva en una lasciva escena ya conocida pero no menos vibrante para Kaiba.

 

Sus labios ansiaron y de nuevo poseyeron los del otro después de sacar sus dedos de esa tentadora boca con un frenesí creciente que su amante aceptó y condujo.

 

El castaño impaciente, pasó de un dedo a tres recibiendo un satisfactorio sonido en su boca que no era de molestia sino de impulsivo deseo por parte de Wheeler. Este rodeó las caderas del ojos azules con sus piernas y las puso rígidas con cada embestida, sometiéndose al desesperante deseo que sentía por el otro y que sabía que era recíproco.

 

Seto se sentía venir con cada embestida y es que el interior cálido y apretado lo llamaba a derramarse en las entrañas de su deseado cachorro como una prueba de que eran uno y no dos los que efectuaban ese rito. Porque aunque ambos eran muy diferentes en la vida cotidiana, cuando estaban juntos, como en ese momento, eran uno que sentía y vibraba de igual manera.

 

Lo que ninguno de los dos  sabía era que eran atentamente observados desde el ala oeste.


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