¿Cómo se encuentran tus heridas?—preguntó el ojos azules al melado mientras lo observa desvestirse y las vendas que cubrían parte de su torso.
El otro rio bajito—Eso debería preguntarlo yo. Después de todo es a ti al que le atravesaron el pecho. Deberías estar internado pero dadas las circunstancias es más saludable que permanezcas aquí—dijo.
Estoy hablando en serio—le regañó el castaño—Cuando esos tipos vengan si no estás en óptimas condiciones…--
Me las he visto peores. ¡Tú tranquilo!—trató de calmarlo el rubio.
Sinceramente lo dudo—dijo el CEO poniendo cara de enfado y el otro volteó para verlo, apoyado en sus manos sobre la manta mientras permanecía sentado en la cama, su torso tapado por la camisola del pijama y el ceño fruncido.
¿Te he dicho cuanto me gusta que te preocupes tanto por mí?—preguntó Joey gateando por encima de la cama hacia él con una sonrisa pícara para relajar la situación.
No es solo por ti bastardo. ¡Todos estamos metidos en tu brillante plan!—le recordó Seto—Si esto falla…—
¡No fallaré!—aseguró el ojos mieles.
¿Cómo estás tan seguro?—preguntó Kaiba.
Tu vida está en mis manos—dijo Joey--¿Alguna vez te he fallado?—miraba intensamente esos ojos zafiro desde una corta distancia. Seto calló.
¿Le tienes miedo a mi hermano?—preguntó el que con la espalda apoyada en la pared miraba al otro tender su cama en el piso al otro lado de la habitación.
No. No es solo él. Ya no quiero tener que ver con tu loca familia—dijo el rubio.
¿Debo inferir que por loca familia te refieres a él y a mí?—preguntó el peliverde ladeando la cara.
Cree lo que quieras. Tanto él como tú tienen maneras muy raras de relacionarse—aseguró Hyoga mientras terminaba de tender la cama.
Subaru estuvo a punto de tocar a su puerta en pos de un consejo pero se contuvo a último momento. Debía recordarse que él y ese hombre solo habían compartido relaciones carnales. Nada de lo que parecía era cierto con Seichiro. Recordó las palabras de Abarai dono y después su rostro al verlos en la habitación del pozo.
Iba a irse cuando la puerta se abrió inesperadamente. Sakurazukamori apareció en el vano--¿Querías decirme algo?—dijo y el otro que estaba de perfil pronto para dar el primer paso para irse le miró a los ojos.
No, nada—fue todo lo que dijo antes de marcharse. Su rostro era casi frío. Como decepcionado. La faz de Sei se tornó un poco melancólica al verlo desaparecer de su puerta pensando que el otro ya no le miraría de aquella forma nunca más.
No se atrevían a mirarse a los ojos. Fue el pelirrojo el primero en hablar—No quiero meterme en tus cosas pero quería saber… ¿No te obligó cierto? Sé que la primera vez duele y si necesi…--
¡No fue mi primera vez!—soltó para su sorpresa el pelinegro.
¿Con ese…?—las palabras se le atragantaban a Renji por la incomodidad del asunto pero quería saber si el otro lo había seducido por largo tiempo y estimar el daño.
¡No es mi primer hombre!—alegó el joven para más aturdimiento de Abarai.
Eto…--dijo el tatuado sin saber en verdad que decir.
Quiero decirle que me encuentro muy apenado con usted, Abarai dono. Usted me advirtió de él y aún así yo…--dijo Subaru.
Hay cosas que no podemos controlar por más que lo deseemos—le contestó Renji y por el tono sin resentimientos así que el pelinegro levantó la vista hacia él hallando una sonrisa amistosa.
Abarai dono, yo…--trataba de explicar lo que sentía pero no encontraba las palabras y de pronto una mano tendida frente a él.
¿Seguimos siendo amigos, verdad Sumeragi?—fue todo lo que dijo el tatuado.
Llevó tres días reparar las trampas y zonas del campo de entrenamiento del rey. En el interín las heridas de este sanaron. Seto por su parte escondía un secreto. Por días había permanecido algo alejado del melado, se dormía temprano, se levantaba tarde y no buscaba mucho la compañía de nadie. Todos pensaron que se trataba del habitual comportamiento de diva del CEO pero había algo más.
Llevaba días sintiéndose cansado y la fiebre había aparecido la noche anterior, lo que indicaba una infección. Lógicamente había consumido antibióticos luego de la operación pero estos se le habían acabado al día siguiente de estar ahí y mencionárselo al ojos mieles hubiera sido peligroso para la situación de todos, mucho más para Wheeler. No podían ir a un médico por una receta en esos momentos. Kaiba estaba soportando en silencio esa situación mientras pensaban que estaba siendo un engreído. No importaba. Estaba acostumbrado a eso.