Desclavó el wakizashi del cuerpo inerte del mafioso y se irguió mirando su obra antes de darse cuenta del movimiento junto al contenedor. Primero pensó que fue una rata pero su profesionalismo no le dejó irse sin inspeccionar.
Al llegar al otro lado descubrió al niño con enormes ojos mieles y una mejilla amoratada que le miraba temeroso y que tragó en seco. Nunca había matado a un niño. No condecía con la visión que tenía de si mismo.
“Pensé que me mataría. Estaba muerto de miedo. Pero lo único que me dijo fue…”
¡Niño! Tienes dos opciones. Te conviertes en un asesino o mueres aquí—dijo el asesino extendiendo su mano hacia el niño rubio.
Y por supuesto dije que sí” relató Joseph al asombrado Kaiba.
¡Tú no elegiste ser un asesino! ¡No tenías opción!—protestó el ojos azules.
¡Claro que sí! ¡Podía morir! Ser asesino fue mi elección—le retrucó el melado y no parecía pesaroso por ese modo de pensar como si no sintiera que ser un asesino fuera una cosa errónea—Además si yo no hubiera demostrado capacidad él hubiera debido deshacerse de mi de todas formas—añadió.
¿Por qué no le contaste a tu padre?—preguntó Seto, tal vez si lo hubiera hecho…
El rubio lanzó una fuerte carcajada--¿A papá?—preguntó cuando paró con una carcajada que no agradaba al otro, hablaba de amargura—A papá solo le preocupaba papá. Por esos días no lo veía y si lo veía me gritaba que no lo molestara. Fue antes de que lo despidieran y nos mudáramos a otra ciudad. Además no hubiera servido de nada. De decirle a papá hubiéramos terminado muertos los dos—declaró Joseph.
¡Eso no lo sabes!—dijo Kaiba y el otro lo miró con esa mirada de “¡Vamos!”
A veces pareces tan idealista… o iluso—dijo Wheeler con una pequeña sonrisa al final y el otro le dio la espalda.
¡Olvidaba algo!—dijo al rato el que fingía dormir.
¿Qué?—sonrió divertido el asesino.
¿Qué haremos ahora?—preguntó Seto.
Hay unas cuevas por estos lares—le contestó el rey y el otro volteó para mirar su cara y ver si hablaba en serio y lo que vio no le gustó nada.
¿Estás bromeando? ¿Ahora vamos a escondernos en cuevas?—preguntó el mayor.
Si—contestó el rubio antes de soplar la vela y acostarse a dormir.
Kaiba no podía estar más harto de su actitud.
A los demás tampoco les encantó la idea pero como dijo Julio Cesar: “La suerte estaba echada”.
Se encontraron en una cueva a la que el otro conocía por entrenar ahí también. Esa noche Renji dijo que haría guardia. Nadie supo porque se ofreció y no les importó. La verdad es que creía que era el único con la mente fría del lugar pues los demás se miraban con esos “ojitos” o en el caso de Hyoga ignoraba demasiado a su compañero.
Estaba entre sus mantas tiritando cuando de pronto sintió que alguien más se metía entre sus cobertores y asustado se volteó--¿Quién…?—
¿Quién más podría querer meterse entre tu ropa de cama?—le preguntó Shun a Hyoga.
¿Qué…?—el rubio estaba sorprendido de la audacia del otro aunque debería estar acostumbrado.
Estoy cansado de este juego—le contestó el otro.
¿De que juego?—preguntó el ojos azules.
¡Vamos! No te hagas el desentendido. Ambos sabemos que tú y yo deseamos terminar lo que quedó pendiente. Me deseas y yo a ti. ¿Qué más puede importar?—preguntó el peliverde.
¿Qué nos quieren matar? Entre otros tu hermano y el mío—respondió el rubio.
Tranquilo, yo te protegeré. Ahora dame tu calor—le dijo algo risueño Sakurazukamori antes de besarlo y que el Cisne cayera en la tentación y es que teniendo su calor tan cerca y él que se moría de frío. Todos saben que la mejor manera de calentar un cuerpo en hipotermia es el calor de otro cuerpo, de preferencia desnudo, a su lado.
Dormir juntos para escapar del frío no era un concepto revolucionario y desconocido. Y quiso la casualidad que las otras parejas “dormidas” estuvieran utilizando ese mismo método en esa oscura cueva.
La mano de Seto viajó por la ingle de Joey para abajo para acariciar con fruición el centro de esta.
¿Qué haces?—preguntó el ojos mieles.
¿Qué te parece que hago? Quiero hacerte el amor por supuesto—susurró el otro a su oído. El rubio se encontraba boca arriba y el castaño de costado con su mano acariciando esa parte mientras el otro se retorcía de puro placer.
Una mano agonizante se tomó de su chamarra mientras el cuerpo del otro se retorcía hacia él—Por favor… Seto…--esa voz era de deseo contenido, de barreras a punto de caer, saboreó el CEO.
¡Dime Kaiba!—le demandó el castaño y el otro lo miró—Me gusta cuando me dices así, también—le aclaró dejando de acariciarlo y el otro entendió.
El peregrino Kaiba disfrutaba con el poder y ahora que sentía que lo tenía en la palma de la mano le demandaba esas cosas. Lastimosamente para el asesino en el estado en que lo tenía, él…
¡Kaiba, por f…!—no pudo acabar porque unos labios apasionados apagaron su voz.
Por un momento para los dos no había pasado el tiempo, no tenían esos problemas y comenzaban de nuevo. Por un momento eran el fresa y el perro de nuevo.
En la entrada Renji oyó un sonido que pudo identificar como un gemido ahogado y se puso más colorado que un semáforo mientras imágenes non santas acudían a su mente.
¡Rayos! Nunca debí aceptar este trabajo—se quejó mientras trataba de poner su mente en blanco.