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Enamorado de Minato Namikaze por Fullbuster

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Notas del capitulo:

Aviso: Las próximas actualizaciones serán los Miércoles y los Domingos. Un saludo.

 Itachi Uchiha POV


 


Había pasado una semana desde aquella reunión con el consejo del clan Uchiha. No me había hecho ninguna gracia la noticia de mi compromiso, no quería que me adjudicaran una novia de repente y menos por unos motivos erróneos, creando alianzas secretas para llevar a cabo planes ocultos. Por suerte aún no había conocido a mi, por ahora, futura esposa porque ya pensaría algo para librarme de esta situación. Yo quería pasar el resto de mi vida con Minato, era al único al que amaba y no pensaba alejarme de él, así que hallaría la forma de cancelar este compromiso.


Acababa de salir del cuartel de los ANBU, el día anterior había regresado de una misión y hoy tenía que encargarme del informe para el Hokage. Se me daba bien el papeleo, era una persona ordenada y pulcra y me gustaba que todo estuviese perfecto, aún así no soportaba redactar los informes, era la parte aburrida de ser ninja pero era necesario y más en tiempos de guerra como en los que estábamos, donde la información era una parte fundamental e imprescindible.


Tras terminar, me dirigí a mi casa. No podía ir a buscar a Minato porque sabía que mi padre aún me estaba vigilando. Siempre debía buscar el momento adecuado para librarme de mis perseguidores cuando quería quedar con mi novio, me daba igual lo que hiciese mi padre, Minato era y seguiría siendo mi novio. Me molestaba no poder estar con él en estos momentos, porque sé que lo estaba pasando mal con la muerte de Obito. Conociendo a Minato como lo conocía, seguramente se sentiría responsable de su muerte. Hacía unos pocos días que sus alumnos y él fueron a una misión, pero Minato tuvo que acudir a otro lado del campo de batalla para ayudar a ninjas de Konoha, dejando a los tres encargándose de unos enemigos. Por desgracia, uno de ellos murió y Rin y Kakashi quedaron mal heridos. Leí en el informe que perdió un ojo durante la pelea, pero que Obito le dio uno de los suyos antes de morir. No creía posible trasplantar un ojo Uchiha a alguien que no perteneciese al clan, pero parece ser que era posible.


Cuando llegué a mi casa, escuché varios murmullos y risas que no conocía procedentes del salón. Fui hasta allí y al abrir la puerta me sorprendí mucho al encontrar a uno de los altos consejeros del clan junto a dos mujeres, supuse que serían su esposa y su hija. Aquello no me dio buena espina.


- Oh, cariño, ya has regresado – dijo mi madre feliz – Como ves, tenemos visita. Ya conoces a Saito, ellas son su esposa Hana y su hija Keiko – me explicó.


Todos los nombrados se levantaron e hicieron una reverencia a modo de saludo. Yo también me incliné ligeramente por no ser descortés aunque no me apetecía serlo en este momento porque me imaginaba el motivo de esa visita. Ellos volvieron a tomar asiento tras mi breve reverencia.


- Ahora que has llegado, ¿por qué no vas a dar una vuelta con Keiko y así os vais conociendo mejor mientras los adultos hablamos de temas importantes? - me sugirió mi padre aunque más bien era un orden camuflada.


Asentí con la cabeza, no me apetecía empezar una pelea con mi padre y menos delante de un alto cargo, sabía que si lo hubiese hecho, mi padre se hubiese vengado de alguna forma y necesitaba que se confiase para que no me vigilase tanto, necesitaba un poco de espacio para escabullirme y visitar a Minato. Me giré hacia la puerta por la que acababa de entrar y salí de allí. Noté cómo esa chica se había levantado apresurada de su asiento para seguirme porque en ningún momento me detuve a esperarla. Que accediese a la petición de mi padre no significaba que tuviese que comportarme con un caballero con una chica que me traía sin cuidado.


Al salir de mi casa, me dirigí hacia el centro de la villa, no me apetecía estar en el barrio Uchiha. Durante todo el camino aquella chica se mantuvo cerca de mí aunque no llegó a andar a mi lado. La miré de reojo, no me había fijado mucho en su aspecto pero debía hacerlo por si acaso se perdía y tuviese que buscarla, no quería que mi padre me echase la bronca si eso llegase a ocurrir y no pudiese encontrarla. Tenía rasgos típicos de los Uchiha, cabello largo y negro, ojos del mismo color, altura media, delgada y parecía un poco tímida. Llegamos al centro de la villa, no sabía dónde llevarla exactamente, no la conocía, no sabía sus gustos y tampoco me apetecía que pensase que esto era una cita.


- Iremos a comer algo – le informé.


No supe si le parecía bien la idea porque no me contestó y tampoco me giré para ver si asentía o no. Me dirigí hacia un puesto de dangos, compré varios de diferentes sabores y después nos sentamos en unos asientos que había cerca. Le pasé algunos dangos para que comiese y, cuando rozó mi mano para cogerlos, se puso colorada. Tenía razón al pensar que era una chica tímida aunque ahora no paraba de mirarme y no sabía por qué. Le di otro bocado a la comida y noté que se me había quedado un minúsculo trozo en la comisura de mis labios, iba a pasar mi lengua para atrapar ese rebelde trozo pero antes de que pudiera hacerlo, sentí otra lengua pasarse por mis labios. ¡Era aquella chica! Y yo pensando que era tímida y resulta que era más lanzada de lo que creía.


Me aparté rápido pero no lo suficiente porque ante mí pude notar una mirada furiosa y dolida. Giré mi cabeza y vi a Minato frente a mí acompañado por aquella pelirroja que siempre le perseguía desde la academia. Me acerqué a él, quería explicarle que no había pasado nada ya que podía notar sus celos y su decepción desde lejos. Le cogí suavemente del brazo y lo aparté un poco de aquellas chicas para que no nos escuchasen y así no levantar sospechas sobre nosotros.


- Minato, no es lo que parece – dije antes de que me interrumpiese o se soltarse de mi agarre y se marchase de allí.


- ¿Ah, no? Pues parecía que esa chica te estaba pasando la lengua por la boca - me respondió mordaz y no le pegaba nada hablar de esa manera.


- Vale, sí, es lo que parece pero me ha pillado desprevenido. No quería que pasase eso.


- Es imposible pillar desprevenido al genio Uchiha – me dijo desconfiado.


Me di cuenta que mi supuesta novia me miraba extraño, creo que empezaba a sospechar algo por lo que solté a Minato e intenté disimular mis sentimientos. Lo último que necesitaba es que se lo contase a su padre y éste al mío, entonces sí que se me caería el pelo.


- Ahora no tengo tiempo para explicarme, pero necesito que confíes en mí, ¿de acuerdo? - le susurré con delicadeza pero mantuve mi rostro serio para disimular – esta noche ve a nuestro lugar y allí te contaré todo, ahora tengo que irme – le dije y me fui dejándolo allí con la palabra en la boca.


Me aproximé hasta mi acompañante y le indiqué con la cabeza que me siguiera. Volvíamos al barrio Uchiha, iba a dejar a esa chica con sus padres, no me apetecía estar más tiempo con ella, me acababa de meter en un problema con mi novio.


- ¿Por qué demonios has hecho eso? - le pregunté enfadado.


- Ahora somos novios, ¿no? Es lo que me han dicho mis padres – me contestó con voz dulce – Y como tal, puedo besarte cuando quiera. Ahora eres mío – añadió como si fuese una cría consentida.


Me detuve al escuchar sus palabras de niña mimada y me giré para enfrentarla. Seguro que sus padres la habían tratado como a una princesa durante toda su vida, cumpliendo cada uno de sus deseos. ¿Pero quién se pensaba ésa que era? Pues estaba muy equivocada si creía que se iba a salir con la suya y que podría besarme a su antojo, yo no iba a aguantarle su actitud caprichosa.


- Te voy a dejar una cosa clara, que nuestros padres nos hayan comprometido no quiere decir que me vayas a gustar o que vayamos a ser realmente una pareja así que más te vale no volver a hacer algo parecido, no te conviene enfadarme – le advertí y reanudé mi camino.


Antes de hacerlo, vi que apartaba la mirada enfurruñada sin contestarme. ¡Vaya chica me habían elegido como novia! Una niña mimada acostumbrada a conseguir lo que quería sin mover ni un solo dedo, pues conmigo la llevaba clara.


Regresamos a mi casa donde nuestros padres seguían reunidos. Mi madre se sorprendió de que volviésemos tan pronto pero le mentí diciéndole que estaba cansado de la misión de ayer y necesitaba descansar, aunque no era del todo mentira... últimamente me dolían mucho mis ojos y eso me preocupaba. Me disculpé ante ellos y me dirigí a mi cuarto donde me encerré para que no me molestasen. Me tumbé en la cama pensando en Minato, ahora mismo debería estar sintiéndose fatal por la escena con Keiko, como si no estuviese ya mal por lo de sus alumnos, ahora el asunto de mi compromiso añadía más leña al fuego. Sé que no se había quedado conforme con lo que le había dicho, si yo estuviese en su lugar tampoco lo estaría pero confiaba en que esta noche pudiese aclararle todas sus dudas contándole la verdad. Con estos pensamientos, poco a poco me fui quedando dormido.


No sé cuánto tiempo estuve en el mundo de los sueños pero me desperté al oír unos fuertes golpes en mi puerta y después escuché la voz de mi padre llamándome y ordenándome que abriese la puerta de inmediato. Me levanté con lentitud y me acerqué hasta la puerta quitando el cerrojo para terminar abriéndola. En cuanto lo hice, me encontré con la mirada furiosa de mi padre, no sabía el motivo de su enfado pero intuí que de alguna forma yo estaba involucrado. Me apartó con su brazo para poder pasar al interior de mi dormitorio.


- Te advertí que no vieras más a ese chico Namikaze – me dijo mi padre y aquello me sorprendió. ¿Había averiguado sobre mis escapadas para ver a Minato?


- No lo he visto – le comenté muy sereno, aparentando convicción.


- No me mientas, Keiko me ha contado que cuando habéis salido, has estado hablando con un rubio de ojos azules y que os tratabais de forma extraña.


- Nos hemos encontrado por casualidad – le interrumpí – Me he mantenido lejos de él como me obligaste pero no puedo controlar que coincidamos por la villa, ambos somos ninjas de Konoha y vivimos aquí.


Me parece que no terminé de convencerle pero no tenía ningún argumento para rebatir mi afirmación, por lo que se mantuvo callado durante unos segundos.


- Tu prometida no está nada contenta con tu comportamiento y no me puedo permitir ese lujo, necesito a su familia de mi lado.


- ¿Y para qué necesitas eso? - pregunté intentando averiguar la verdadera razón para este matrimonio concertado.


- No es asunto tuyo – me contestó molesto – y no intentes cambiar de tema. ¿Qué es eso de que no sois una pareja de verdad? Lo seréis, te comportarás como tal y cumplirás con tu deber como su novio y futuro esposo.


Supe de inmediato que aquella chica le había contado lo que le dije.


- No, podrás obligarme a casarme con ella en el futuro o que tenga que aguantarla por ahora como mi novia, pero no podrás forzarme a que me comporte de forma cariñosa con ella o que la trate como si de verdad sintiese algo por ella – le grité.


- Sí que lo harás – me dijo con un tono amenazante que no me gustó nada – Porque si no lo haces, el que pagará los platos rotos por tu insubordinación será ese chico al que tanto dices querer.


Abrí los ojos asustado, aquellas palabras helaron mis venas y mi corazón parecía que había dejado de latir. ¿Realmente me estaba amenazando con hacer daño a Minato si no complacía a aquella malcriada?


- No puedes hacer eso – le dije en un hilo de voz – si le haces daño, ¿crees que su clan no tomará represalias? Incluso el Hokage irá a por ti, no puedes ir atacando a ninjas de la aldea a tu antojo.


Mi padre había puesto una mueca de disgusto al mencionar al Hokage que no me pasó desapercibido. Empezaba a creer que los rumores que corrían por el clan eran ciertos.


- Es normal que haya bajas durante las misiones y más en tiempos de guerra como en los que estamos.


- No te atreverás... - dije apretando los dientes de la rabia al captar su indirecta.


- No deberías subestimar mi poder, hijo. Más te vale mantener contenta a tu novia o de lo contrario Minato podría sufrir una herida mortal en su próxima misión – me avisó – Y lo primero que deberás hacer es romper todo contacto con él, a Keiko no le ha gustado las confianzas que tienes con ese rubio – me dijo antes de salir del cuarto dejándome solo y destrozado.


¿Si no rompía con él, Minato moriría? No sabía qué hacer, no quería separarme de Minato, no quería renunciar a él pero si no lo hacía, su vida estaría en peligro. Caí de rodillas y sentí que mis ojos se inundaban de lágrimas y las dejé salir libremente, empezando a caer por mis mejillas. Lloré por la impotencia de no poder hacer nada para librarme de esa situación y también lloré por el dolor que me causaba tener que dejar a la única persona que amaba y amaría, la única que sabía cómo era realmente, la que me conocía en profundidad con todas mis virtudes y defectos y él los aceptaba y me amaba a pesar de todo. No quería romperle el corazón, quería contarle la verdad, que mi padre nos estaba amenazando pero no sabía si las consecuencias serían peores y no podía arriesgarme. Supuse que sería mejor herirle ahora que verle muerto, al menos así sabría que seguiría con vida aunque no estuviese conmigo.


Lloré amargamente durante horas, arrodillado en el suelo de mi habitación incapaz de moverme hasta que mis ojos estaban tan secos que no podía producir ni una lágrima más. La luz de la luna entraba por mi ventana, iluminando tenuemente aquella habitación sumergida en la oscuridad, entonces recordé que debía encontrarme con Minato. Se suponía que debía explicarle la escena que había visto ese día conmigo y con... mi novia como protagonistas pero creo que ahora debía darle una explicación totalmente diferente a la verdad si quería mantenerle a salvo. Con lentitud, me levanté del suelo, me dirigí al baño para borrar todo rastro de lágrimas en mi cara y salí a buscar por última vez al amor de mi vida.


Pronto llegué a aquel árbol donde nos besamos por primera vez. ¡Cómo iba a echar de menos sus labios! No sabía cómo iba a vivir sin tenerle cerca, sin poder besarle, abrazarle, tocarle... pero estaba dispuesto a pagar ese precio con tal de que mi padre no llevase a cabo su amenaza. Me apoyé contra el tronco y cerré mis párpados esperando a que Minato llegara, el cual no tardó mucho en aparecer. Sentí su presencia a mi lado y abrí mis ojos para mirarle serio.


- Aquí estoy. ¿Ahora tienes tiempo para explicarme por qué una chica estaba lamiendo tu boca? - me preguntó enfadado y celoso.


- Porque es mi novia – le contesté tras varios minutos que necesité para armarme de valor.


- ¿Qué? - dijo Minato muy sorprendido, no se esperó esa respuesta – Itachi, no estoy para bromas pesadas. Yo soy tu novio.


- Ya no – le dije lo más frío que pude. Necesitaba que creyese mis palabras y así pudiese olvidarse de mí – Me he cansado de ti, me resultas aburrido. Me he dado cuenta de que me gusta Keiko, mi novia, me excita mucho más que tú. Fue divertido mientras duró pero ya no me atraes nada, lo que necesito es un buen par de pechos que tocar y no un torso plano como el tuyo – solté todo lo que se me iba ocurriendo para no dejarle ninguna duda de que ya no le amaba y así alejarlo de mí por su propia seguridad.


- Es imposible – me gritó cabreado comenzando a llorar – Tú me amas, me lo has dicho muchas veces. Ese sentimiento no se olvida de la noche a la  mañana.


- Estaba equivocado. No era amor lo que sentía, no sé si fue deseo o un capricho infantil, pero desde que conocí a Keiko, descubrí lo que es el amor verdadero – le dije muy serio – A partir de ahora tomaremos caminos separados por lo que será mejor que te olvides de mí.


Me giré y me marché lo más veloz que pude sin darle alguna oportunidad de replicar, no soportaba más ver así de destrozado a Minato, me rompía el corazón verle así y todo por mi culpa, mis palabras le estaban hiriendo pero no podía hacer nada para evitarlo, era necesario que creyese que ya no le amaba. En cuanto me alejé un poco, no aguanté más y rompí a llorar. ¡Qué lamentable! Un Uchiha llorando. Seguro que eso diría mi padre si me viese ahora mismo, pero a pesar de la fama que tenía mi apellido, seguía siendo una persona con sentimientos y por esta noche permitiría que saliesen. Acababa de perder a la persona más importante de mi vida, tenía derecho a desahogarme, a soltar todo el dolor que estaba sintiendo en ese momento.


Al regresar a mi casa, me dirigí a la oficina de mi padre y entré sin llamar. No me importaba que se enfadase, había perdido a Minato y me daba igual todo lo demás. Mi padre me miró curioso, creo que seguramente sería por al aspecto tan lamentable que debía tener en ese momento.


- Ya está hecho. Minato no querrá saber nada de mí nunca más – le informé serio – Espero que merezca la pena destrozar la vida de tu hijo con tal de mantener unas tradiciones arcaicas y conseguir más poder – le recriminé antes de salir sin escuchar su respuesta. Sabía que para él sí merecía la pena todo el dolor que me estaba causando.


Después me encerré en mi cuarto, no quería ver a nadie, ni siquiera salí a cenar, me sentía devastado. El resto de la noche lloré de forma desconsolada, gritando contra la almohada, liberando todo mi pesar y dolor, desahogándome... porque a partir de mañana debía empezar a pretender que todo estaba bien, que aceptaba a esa chica caprichosa, debía fingir que no me estaba muriendo por dentro por no tener a Minato a mi lado, debía comportarme como se esperaba mi padre que lo hiciese.


No sé cuánto tiempo había pasado desde la noche que rompí con Minato, creo que tan sólo una semana pero había parecido una eternidad. Para mí todos los días eran iguales, sin importancia y carentes de sentido al no poder estar con la persona que amaba, pero al menos sabía que Minato estaba vivo. Eso es lo que me decía cada mañana al levantarme para darme fuerzas y empezar la farsa en la que se había convertido mi vida. En este tiempo aprendí que era un gran mentiroso, se me daba muy bien fingir y manipular a la gente, me estaba convirtiendo en todo un experto. Aguantaba los caprichos de mi novia, le permitía besarme pero nada más, por ahora esa chica se conformaba con unos cuantos roces de nuestros labios. Quería mantener mi promesa con Minato todo el tiempo que me fuese posible, no iba a entregarle mi virginidad a otra persona, aguantaría hasta que me convirtiese en el líder del clan y me deshiciese de este maldito compromiso y de las amenazas de mi padre.


Iba caminando por una tranquila calle de la villa, me dirigía a mi casa tras pasar por el cuartel ANBU al terminar mi misión, entonces vi a Shisui caminar muy lentamente hacia un bosque cercano. Hacía mucho tiempo que no hablaba con él, supuse que no lo había estado pasando bien desde que hizo la misión con Minato y éste le rescató. A partir de aquel momento, todo el clan empezó a humillarlo, a insultarle, a llamarle débil, incluso su propia familia y todo porque le salvó un Namikaze. Para mi clan eso era una gran deshonra, ellos creían que eran los más fuertes y que alguien rescatase a uno de los nuestros era un golpe bajo para el orgullo del clan, aunque yo no compartía su opinión. Sí, éramos fuertes gracias sobre todo a nuestros ojos, a las técnicas que podíamos usar con ellas pero no éramos los únicos, había muchos más ninjas que estaban a nuestra altura o incluso eran más poderosos. A veces odiaba a mi clan por ser tan tradicional y por dejarse llevar tanto por las ansias de poder y el orgullo. Nada de eso importaba realmente pero ellos no se daban cuenta.


Decidí seguir a Shisui, aunque estuviese aún dolido y enfadado con él, había sido mi amigo desde siempre y ahora mismo él necesitaba a uno, necesitaba que alguien le apoyase. Le alcancé rápido ya que no iba a una gran velocidad precisamente.


- Shisui – le llamé y noté cómo se sobresaltó al escuchar mi voz.


- Itachi... - murmuró sorprendido cuando se giró y me vio – Te he estado buscando.


- ¿Para qué? - le pregunté extrañado.


- Quería pedirte disculpas por todo lo que hice, por causaros tantos problemas a ti y a Minato. Fui un estúpido... - comenzó a sollozar – lo siento, sé que no me merezco tu perdón pero...


- ¿Pero qué? - le insté a que continuara al creer que no se atrevía a seguir.


- Quería hacer algo bueno por ti aunque sé que jamás podrá compensar por todo el daño que he hecho – me contestó a la vez que se arrancaba sus ojos y me los daba.


Me quedé perplejo, no entendía por qué Shisui estaba haciendo todo eso.


- ¿Has perdido la cabeza? - le grité preocupado - ¿Por qué has hecho semejante locura?


- Los necesitas más que yo – me respondió sonriendo con tristeza – Yo soy una desgracia y una deshonra para este clan, ya no soy un ninja por lo que no necesito estos ojos... pero tú sí.


- ¿De qué hablas? - me hice el desentendido, no creía que Shisui se hubiese dado cuenta de lo que me pasaba últimamente.


- Tu vista va cada vez a peor, ¿verdad? Te duelen los ojos y a veces te sangran debido al uso extremo que les has dado.


- ¿Cómo lo has sabido? Nadie más se ha dado cuenta.


- Podrás engañar a los demás pero no a mí, soy de las pocas personas que te conocen bien, Itachi. He luchado a tu lado en incontables ocasiones, sé cuando no estás al cien por cien.


Me quedé mudo de la impresión, no sólo por las palabras de Shisui sino por lo que estaba haciendo. ¿Tanto deseaba que le perdonase como para llegar a tal extremo? ¿Tanto daño le habían causado las humillaciones que renunciaba a ser ninja?


- Yo no...


- Úsalos, por favor. No sólo tu vista se recuperará sino que tu sharingan será más fuerte, ya te dije que el mío era más poderoso que el tuyo aunque lo despertase tarde – me interrumpió con una sonrisa triste en su rostro - Necesito que los aceptes, necesito saber que estoy haciendo algo bien después de haberla jodido tanto – podía sentir su culpabilidad y arrepentimiento en cada palabra.


- Shisui... no sé qué decir – dije sincero.


- No hace falta que digas nada, sólo dales un buen uso – comenzó a girarse pero antes de hacerlo del todo me dijo una última cosa – Itachi, pelea por lo que te importa.


Shisui comenzó a caminar alejándose de mí, adentrándose al bosque. ¿Por qué iba hacia allí?


- ¿Adónde vas? - le pregunté preocupado.


- A dar una vuelta, no me apetece todavía volver a casa. No soporto la mirada de decepción de mi familia...


Y eso fue todo lo que pude escuchar antes de que desapareciera entre aquellos árboles. Con sus ojos aún en mis manos, regresé a mi casa con lentitud. Estaba demasiado aturdido por lo que acababa de ocurrir, no sabía qué hacer así que hasta que tomase una decisión, guardaría ese regalo a buen recaudo para que no cayese en manos equivocadas.


Al día siguiente, cuando me levanté, me sorprendí al ver a mi padre tan alterado. ¿Qué había pasado para que estuviese de esa forma? Yo había estado cumpliendo mi parte del trato así que no podía estar relacionado conmigo.


- ¿Qué ocurre? - le pregunté.


- Parece ser que el cobarde tu amigo se ha quitado la vida.


- ¿Qué? - dije sorprendido temiéndome lo peor - ¿Hablas de Shisui?


- Sí, hablo de ese débil que tuvo que ser rescatado por tu antiguo amiguito. Sus padres han encontrado una nota de suicidio escrita por él. He mandado a algunos hombres de mi confianza a buscar su cuerpo pero no lo han encontrado. Mejor así, de todas formas no pensaba organizar un funeral por alguien como él – me respondió y se fue supongo que a reunirse con otros miembros del clan para hablar del tema.


No podía creerme que Shisui hubiese hecho algo como eso, pero encajaba con su actitud de anoche, parecía que se estaba dando por vencido, que no tenía un motivo para seguir peleando. Me frustré y me cabreé conmigo mismo por no haberme dado cuenta, quizás hubiese podido decirle algo para que cambiase de opinión, para ayudarle. Sentí odio y rabia hacia mi clan, ellos tenían la culpa, habían empujado a Shisui hacia al abismo con sus desplantes y humillaciones. Sentí furia hacia mi padre por lo que acababa de decir sobre él, pero también la sentí hacia mí. Habíamos sido amigos desde la infancia y debido a mi enfado con él, no había estado a su lado para apoyarle cuando más me necesitaba. En ese instante, tomé una decisión. Me trasplantaría los ojos de mi mejor amigo, seríamos uno y, aunque nadie supiese que mis ojos serían ahora los suyos, les demostraría a todos que Shisui fue un gran ninja con el sharingan más poderoso de todos.


 


Minato Namikaze POV


 


Estaba en casa tumbado en mi habitación cuando miré por la ventana a ese cielo estrellado con mi rostro lleno de lágrimas. Por suerte mis padres no estaban hoy en casa, habían ido a una junta del clan y es que la guerra se alargaba, querían intentar averiguar qué es lo que ocurría y tratar de buscar una solución dialogada o al menos… una solución lo más rápida posible. Seguramente mi clan llegaría a alguna solución, eran listos y la mayoría estaban por el consejo.


Me habían pedido entrar al consejo hace unos días pero sinceramente… no estaba de humor con todo lo que había pasado en mi equipo. Había perdido a Obito en esta implacable guerra, a mi alumno. Se supone que yo era su profesor, tenía que haberle salvado pero no pude hacerlo y ahora tenía a Kakashi y a Rin en una depresión igual que la mía. Decían que estaba bien pero no era cierto, les había afectado tanto o más que a mí, eran sus compañeros y eran mis alumnos.


Di una vuelta en la cama dándole la espalda a la puerta de mi habitación y seguí mirando la ventana, el cielo estaba cubierto de nubes, no podía ver la luna, tan sólo esa estrella que había estado ahí todo este tiempo desafiando a las nubes que trataban de cubrirla. Pensé en Itachi… me había dejado, me había utilizado y abandonado por una chica. ¿Qué pasaba ahora con nuestra promesa? Prometí esperarle, ser suyo, hacía tan sólo tres malditas semanas que había venido a rescatarme y ahora… me dejaba, yo no era suficiente para un Uchiha, sólo era un Namikaze estúpido que había dejado que uno de sus alumnos muriese.


Coloqué mis manos sobre la almohada para colocarla mejor y me di cuenta de que estaba empapada por mi llanto. Me incorporé un poco para darle la vuelta cuando la luna salió de entre las nubes y no pude evitar mirarla olvidándome de la almohada. Luna roja, eso sólo significaba una cosa… se iba a derramar sangre y tuve miedo de que fuera a ocurrir algo en el consejo.


Me calcé y salí corriendo de casa saltando de tejado en tejado hasta que cogiendo uno de mis kunais me teleporté cerca del consejo. Todo parecía muy tranquilo pero yo no lo estaba, odiaba cuando la luna se volvía roja, sólo traía problemas. Algunos ANBU se habían esparcido por la ciudad, los veía y uno de ellos me indicó que volviera a casa, que era tarde para que un simple profesor de dieciséis años estuviera merodeando por la ciudad. Sé que tenían razón, estábamos en guerra y no debía de estar por aquí, pero necesitaba ver con mis propios ojos que todo estaba en orden.


En cuanto el ANBU se marchó me teleporté cerca del bosque de los Uchiha, ni siquiera sé muy bien qué hacía aquí, supongo que quería intentar ver a Itachi, tratar de verlo con su “novia” y ver si de verdad era feliz con ella, quería saber si era más feliz con ella que lo que había podido ser conmigo y es que ahora empezaba a entender por qué siempre me mantuvo en secreto, yo no le había importado, sólo fui un juguete en sus manos y ahora me despreciaba en el peor de mis momentos, cuando me sentía tan solo y tan perdido. No podía competir contra una Uchiha, ella siempre me ganaría. ¿Quién iba a querer salir conmigo? Como bien decían los Uchiha desde la academia… yo era el pelele, nada más. Pensar aquello me entristeció aún más en estos días de mala racha que estaba teniendo.


- ¿Qué hace aquí un Namikaze? – me preguntó uno de los vigilantes Uchiha del clan.


- Sólo pasaba por aquí, ya me marchaba – le comenté.


- Eres Minato Namikaze – dijo sorprendido pero luego volvió ese tono de prepotencia tan típico en los Uchiha – tú fuiste el que no pudo salvar a Obito Uchiha, era uno de los nuestros, está muerto por tu culpa.


Aquello me dolió. Yo quería a todos mis estudiantes y ya me sentía bastante culpable por no haber estado allí para poder salvar a Obito. Conseguí salvar a Rin y a Kakashi de puro milagro y sólo porque él llevaba uno de mis kunais con el sello, sólo porque pude teleportarme a la posición de Kakashi, aquel día pude perderlos a los tres y sólo perdí a Obito, sólo al Uchiha y eso me atormentaría el resto de mi vida.


- Lárgate de aquí Namikaze – me gritó – no eres bien recibido en este clan. Sólo traes desgracias.


Me fui de allí y cuando empecé a correr las lágrimas volvieron a salir. No podía dejar de pensar en Obito y en su muerte, había sido mi culpa, yo debí protegerle, debí estar con ellos y no lo hice, no estuve allí cuando me necesitaron. Llegué hasta uno de los estanques en el claro de un bosque, lo conocía bien y quizá por eso inconscientemente había venido aquí, este era el lugar donde venía de pequeño con mis padres, poca gente lo conocía.


Allí es cuando me senté en el suelo frente al estanque y me permití llorar del todo. Solté todo lo que llevaba dentro, lo de Obito, lo de Itachi, el problema con los Uchiha, la maldita guerra, el dolor de Kakashi por mi culpa, todo era mi culpa, yo seguía siendo ese pelele de la academia, no podía cambiar, no había cambiado nada.


- ¿Minato? – escuché que me llamaban a la espalda y me encontré con Shisui aunque me asusté al ver sus ojos… no estaban.


- Dios mío – exclamé y me levanté corriendo hacia él - ¿Qué te ha pasado? Tengo que llevarte al hospital – le dije.


- No te molestes – me comentó – se los he dado a Itachi.


- ¿Estáis locos? Dios… no entiendo a los Uchiha. ¿Cómo podéis vivir así? Os arrancáis los ojos y los pasáis de unos a otros, no entiendo nada.


- Somos complicados – me dijo.


- ¿Qué haces aquí, Shisui? Estás muy lejos de tu clan.


- Y tú vienes de allí.


- ¿Me has seguido? – le pregunté.


- Sí, quería agradecerte que me salvaste aquella vez.


- No debí hacerlo, ¿verdad?


- Ya sabes que mi clan es muy complicado. Ya no soy un Uchiha, Minato. Sólo soy una deshonra.


- Eso no es cierto, eres muy fuerte, sólo te dejaste llevar por tu orgullo, pero de los errores se aprenden y aprendiste a ser más cauto.


- Ya no sirve de nada, Minato. ¿Por qué estás llorando? ¿Es por lo de Obito o por lo de Itachi?


- Por ambas, supongo.


- ¿La novia de Itachi?


- ¿Lo sabías? Bueno… es normal, es una Uchiha, deberá saberlo todo el clan – le comenté sonriendo con tristeza - ¿Cómo no iba a ganarme una Uchiha? Qué idiota fui.


- Te ama.


- ¿Qué? – pregunté.


- Itachi… te ama. Sólo piensa en ti, da igual lo que diga o lo que haga… él te ama. Su padre le obliga a mantener las distancias contigo y le ha concertado esa cita con la tal Keiko, no sé el motivo, pero todos saben que Itachi no está muy contento con esa decisión.


- Están dejando que le coman la boca como quieren – le dije enfadado – prometió que estaría conmigo, pero me mintió.


- Él acabará volviendo a ti, ya lo verás, sólo necesita tiempo para poder llegar a ser el líder del clan.


- ¿Dónde vas, Shisui? Estás muy lejos de tu clan.


- Voy… a hacer mi última misión.


- ¿Tu última misión?


- Sí. ¿Por qué no vuelves a casa, Minato? Ey – me llamó cuando iba a marcharme – eres un buen profesor, digan lo que digan por ahí intentaste salvar a tus alumnos pero en el campo de batalla nadie está a salvo, no puedes salvarlos a todos.


- Sé que no puedo salvarlos a todos… pero era mi alumno, él era mi obligación, tenía que haberle salvado.


- Lo superarás, Minato – me dijo y traté de irme.


Apenas había dado unos pasos cuando sentí su grito de dolor y no supe muy bien si en este corto tiempo que yo había caminado habían llegado enemigos o algo, así que di media vuelta y corrí de nuevo hacia su posición. Shisui estaba en el suelo de rodillas y el muy idiota se había clavado su propia Katana, empecé a entender todas las palabras que me había dicho, su última misión.


- Serás idiota – le dije acercándome a él y quitándome mi chaqueta intenté frenar la sangre que salía de su herida - ¿Qué haces?


- Lo que tenía que haber hecho hace mucho, ya no soy parte del clan Uchiha, todos murmullan a mi espalda, todos creen que soy la deshonra del clan – me dijo – no merece seguir luchando contra esto, ya no puedo más.


- No puedes rendirte, ¿me oyes? – le grité – Voy a llevarte a un hospital.


- Ya no puedes hacer nada, Minato, está clavada en un punto vital, si la sacas moriré, si la dejas… moriré con mayor lentitud.


- Por eso iré a por un médico, lo traeré aquí, soy el más rápido, puedo hacerlo – le dije pero cuando iba a marcharme a buscar a uno, me cogió del brazo impidiéndomelo.


- No vas a ir a ningún lado, Minato. Déjame morir, no quiero un médico, sólo quiero morir. Necesito un favor… el último que te pediré, llévate mi cuerpo, no quiero que los Uchiha lo tengan, ellos no se molestarían ni en enterrarme, soy la deshonra, además… cuando vean que no tengo mis ojos sabrán que alguien me los ha quitado, sospecharán de Itachi por ser mi mejor amigo, tienes que llevarte mi cuerpo, no pueden descubrir que no tengo el sharingan.


- Yo no…


- Promételo, sólo tú puedes salvar a Itachi ahora – me gritó y me sorprendí asustándome un poco.


- L-lo prometo – le dije llorando.


Shisui cogió la empuñadura de su Katana y empezó a moverla para sacarla pero yo puse mis manos sobre la suya y traté de que no la quitase mientras lloraba.


- No lo hagas – le dije – morirás si la sacas.


- Déjame hacerlo – me dijo con su intimidante voz de Uchiha.


- No puedo… no puedo perderte a ti también. ¿Por qué me hacéis esto los Uchiha? Itachi me deja, he perdido a Obito, tú te suicidas frente a mí. ¿Qué narices os pasa? – le grité enfadado pero él sonrió.


- Itachi te ama y Obito no fue tu culpa, fuiste un gran profesor. Yo votaría por ti para Hokage – me dijo y me sorprendí, ni siquiera me había presentado a ningún cargo, sólo quería llevar una vida tranquila.


Sacó de golpe la katana con fuerza quitando mis manos de él y tirándome al suelo mientras yo veía con horror cómo la sangre salía y su cuerpo se desplomaba frente a mí. Lloré y grité acercándome a él y tratando de frenar la hemorragia, manchando mis manos con su sangre intentando salvarle aunque sabía que no podría, yo no era médico, me diseñaron para matar, me diseñaron para ser un arma de Konoha. Lloré frente a la sonrisa de Shisui. Su mano se levantó una última vez para intentar limpiar una de mis lágrimas.


- Ya sé por qué Itachi se enamoró de ti – me dijo – eres un gran chico.


Su mano cayó al suelo y nada pude hacer por él excepto llorar y manchar parte de mi rostro con su sangre al tratar de limpiar mis lágrimas. Me quedé allí frente a su cuerpo con la cabeza enterrada en su pecho llorando sin poder parar, con mis manos completamente rojas con su sangre fresca hasta que oí los pasos y murmullos de algunos ninjas, seguramente del clan Uchiha buscándole. Intenté sacar fuerzas de donde ahora mismo no tenía y cargué su cuerpo sobre el mío activando mi sello y marchándome de allí, se lo había prometido, alejar su cuerpo del clan Uchiha.


Yo mismo le enterré en el campo de los héroes, donde enterraban a todos los grandes ninjas que habían fallecido en esa guerra, justo al lado de Obito Uchiha. En una madera gravé su nombre con un kunai y lo coloqué en la lápida. Sé que no era mucho lo que podía hacer por él, pero creo que merecía estar aquí, con los héroes de Konoha y no tirar su cuerpo en cualquier lugar como harían los Uchiha por la deshonra. No me gustaban las tradiciones Uchiha, las odiaba y no entendía cómo Itachi aún podía aguantar sobre sus hombros aquella terrible carga.


Lloré con la frente pegada a ese trozo de madera con su nombre. Quería gritar, quería sacar toda esta ira que llevaba dentro, todo el dolor que estaba rompiendo mi corazón. Un golpe tras otro era lo que había recibido en estos últimos días, no podía ver la luz al final del túnel, sólo veía la oscuridad, perdía a la gente a mí alrededor y no podía ver una mínima esperanza.


Me marché de allí tras haberme quedado casi tres horas aquí solo llorando. Prácticamente estaba amaneciendo y no sabía dónde ir, no sabía qué hacer, acabé teleportándome a la casa de Kushina y aparecí en el jardín, cerca del árbol del cerezo en el que solíamos jugar de niños. No tardó en salir al sentir mi chakra y cuando me vio, trató de acercarse preocupada por la sangre que llevaba encima, preocupada por ver mis mejillas rojas y mis ojos hinchados de tanto llorar.


- No te acerques – le dije casi en susurro.


- ¿Qué ha pasado? ¿Minato? – preguntó intentando entender si estaba bien o no - ¿Y esa sangre?


- No… no es mía – le dije – estoy bien.


Me derrumbé cayendo de rodillas y ella aprovechó para acercarse hasta mí arrodillándose conmigo y colocando mi rostro en su pecho dejándome llorar de nuevo, fijándose en mi cuerpo y mis ropas llenos de sangre. Yo no podía dejar de mirar mis manos ensangrentadas.


- No puedo salvar a nadie – le dije – no soy capaz de salvar a nadie.


- No es cierto, Minato, yo estoy aquí contigo, vamos… lo superaremos, es una mala racha nada más. Ya sabes cómo es la guerra, haces lo que puedes.


- No hago suficiente – le dije.


- Minato – me llamó y levanté la mirada aún con las lágrimas brotando de mis ojos cuando Kushina unió sus labios a los míos en un dulce y tierno beso.


Abrí los ojos por la sorpresa pero no tenía fuerzas para apartarme, amaba a Itachi pero él había renunciado a mí, tenía que seguir con mi vida y ella… ella era una buena opción para intentar rehacer mi vida. Kushina siempre había estado a mi lado desde la academia, había llamado mi atención de niño y siempre la protegía, si tenía que rehacer mi vida era la mejor candidata para olvidarme de una vez por todas de Itachi.


Coloqué mi mano ahora con la sangre ya seca tras su cabeza y la impulsé hacia mí metiendo mi lengua para jugar con la suya. Necesitaba esto, necesitaba quitarme todas estas ideas de la cabeza, quería olvidarme de todo lo que había vivido estos días y al final… aquí estaba besando a Kushina Uzumaki.


 


Seis largos años transcurrieron desde aquel suceso y no volví a coincidir con Itachi. Supongo que él estaba muy ocupado con sus misiones ANBU. La guerra había finalizado hace un año y habían presentado mi nombre para futuro Hokage por mi eficiencia en la guerra. Estaba entusiasmado porque hoy era mi nombramiento, llevaba estos seis años saliendo con Kushina y ella había sido un apoyo importante para conseguir llegar a Hokage, ella fue siempre mi mayor apoyo cuando mi ánimo bajaba pero aunque no veía a Itachi desde hace dos años… no había conseguido tener sexo con ella, le había dicho que no quería hacerlo hasta el matrimonio y hoy en la celebración se lo iba a proponer. Había esperado demasiado por un amor imposible, sabía que jamás volvería a ver a Itachi Uchiha y que jamás podríamos estar juntos.


Me arreglé en casa, Kushina ahora vivía conmigo y apareció tras de mí con su gran sonrisa y vitalidad de siempre comentándome lo guapo que estaba y que me diera prisa, teníamos que ir a la proclamación de Hokage. Yo le sonreí y le agradecí su entusiasmo y preocupación por mí.


Cuando llegamos al gran salón de la torre del Hokage, el tercero me esperaba allí para nombrarme futuro Hokage. Hice todo el paseo hasta llegar a él mientras la gente se iba levantando a mi paso, la mayoría ANBU y sólo pude mirar a todos ellos buscando una cara conocido, buscando a Itachi y finalmente lo encontré con los de su clan. Sabía que su madre estaba embarazada, iba a tener un hermanito pequeño pero yo intenté fijarme en la novia de Itachi y allí estaba mirando la ceremonia con una sonrisa. Le miré y él me devolvió la mirada fijamente, pero al ver a su padre aparté mi vista de ellos y pasé hasta llegar al tercer Hokage.


El nombramiento no fue largo y una vez oficialmente era Hokage, nos marchamos todos a una cena que había como parte de la celebración. Mi futura mujer se sentó a mi lado y allí frente a todos, le declaré mi amor incondicional, le propuse ser mi esposa y aceptó entre gritos y euforia de la gente allí reunida. El resto de la cena fue tranquila aunque yo no dejaba de mirar hacia la mesa de Itachi, él también me miraba.


- Disculpadme, necesito ir al aseo – les dije disculpándome y me levanté para ir al cuarto de baño.


Entré en una de las cabinas y cuando acabé salí a lavarme las manos y mojarme la cara un poco. Todo esto me agobiaba y más ver a Itachi porque me recordaba la muerte de su mejor amigo, me recordaba lo inútil que fui de no poder salvar a su mejor amigo, murió frente a mí y no pude salvarle, me sentía culpable por ello. Levanté la mirada y en el espejo pude ver a Itachi que estaba tras de mí mirándome, aquello me asustó pero enseguida recuperé la calma.


- Lo siento, me has asustado – le dije.


- ¿Así que te casas? – me preguntó desilusionado.


- Sí, tengo veintidós años Itachi, llevo seis años de noviazgo con Kushina y va siendo hora de casarme. Kushina me ha dado todo lo que necesitaba.


- ¿Te has acostado con ella? – me preguntó cuando ya  me secaba las manos.


- ¿Qué más da? Tú me dejaste Itachi, no hay nada que tengamos que hablar.


- No he podido olvidarte Minato, en todos estos años, no he sido capaz de olvidarte pero tienes que escucharme bien, mi clan no es de fiar, están ideando algo, llevan años buscando el mejor momento y es ahora con el cambio de Hokage, cuando hay más dudas en la población por su nuevo líder. Ten cuidado por favor.


- ¿Por qué me avisas si son los tuyos?


- Porque ellos serán mi familia… pero a ti te amo, no puedo permitir que te ocurra algo malo.


- No me amas Itachi, me lo dejaste muy claro.


- Te amo más que a nada en mi vida, pero no puedo permitirme estar contigo ahora. Si pudiera deshacerme de la vigilancia de mi padre estaría contigo.


- ¿La vigilancia? – le pregunté.


- Mi padre me amenazó con matarte en la guerra si no te dejaba, no podía permitirlo, pero ahora que ha terminado… tenía que decírtelo, nadie sospecha de nosotros, llevamos seis años sin vernos. Hoy era mi única oportunidad de volver a verte.


Miré sus ojos, sus intimidantes ojos de Uchiha y caí en algo… eran los de su amigo, eran los de Shisui y fui yo quien le dejó morir. Dejé morir al mejor amigo del chico al que amaba, aquel pensamiento hizo que me derrumbase frente a él. Sorprendido me abrazó de golpe.


- Ey, no llores. ¿Por qué lloras ahora? – me preguntó.


- Lo siento – le dije – lo siento mucho, fue mi culpa, yo… yo lo maté.


- ¿De qué hablas?


- De Shisui… él… él me dijo que te había dado sus ojos, se había clavado una katana y traté de ir a por un médico, pero no me dejó, yo le vi morir, le dejé morir allí. Fue mi culpa. Enterré su cuerpo para que nadie te acusara a ti de su muerte. Yo… es mi culpa – le dije agarrando su camiseta.


Itachi movió mi cabeza para alejarla de su pecho y me miró fijamente antes de girarme y meterme en una de las cabinas. Creo que estaba enfadado conmigo pero soportaría que quisiera pegarme, que quisiera insultarme por lo que había hecho pero en su lugar, me besó con pasión.


- Te amo, Minato – me dijo – te amo por cómo eres y no fuiste el culpable de aquel suceso. Shisui habló conmigo antes, no sabía lo que estaba pensando así que yo también soy responsable de no haberlo podido impedir. Siento que tuvieras que cargar con esa responsabilidad, no era tu faena pero le hiciste un favor, tú al menos no le dejaste morir solo allí – me comentó – te agradezco que no le dejases solo en el peor momento de su vida, te lo agradezco mucho Minato – me dijo a punto de llorar.


- Respeté nuestro acuerdo – le dije al final – no me he acostado con Kushina, le comenté que quería reservarme hasta después del matrimonio.


- ¿Lo harás en breve entonces? Te vas a casar con ella, se lo acabas de proponer.


- Lo sé – le dije – sólo nos queda hoy Itachi.


- Me parece bien, porque no sabía cuánto tiempo más iba a poder engañar a mi novia para no hacerlo con ella – me comentó.


- ¿No lo hiciste?


- No. Te prometí que mi primera vez sería tuya. Utilicé alguna ilusión, no la he tocado Minato.


Esta vez fui yo quien le besó introduciendo mi lengua en su boca. Le había deseado tanto. Sé que estaba mal esto que hacíamos, sabía que Kushina no se merecía lo que estaba haciendo en este servicio pero necesitaba hacerlo, se lo prometí en la academia y yo siempre cumplía mis promesas. Estaba enamorado de Itachi Uchiha y aunque jamás pudiera volver a estar con él, al menos me quedaría este recuerdo suyo.


Itachi me empujó con fuerza sentándome en la taza del retrete mientras bajaba mi pantalón y tomaba mi miembro entre sus manos agachándose frente a mí. Me sonrojé al instante en cuanto le vi arrodillarse y sacar su lengua lamiendo desde la base de mi miembro hasta la punta. Me agarré a las paredes laterales y traté de aguantar los gemidos que luchaban por salir del placer que Itachi trataba de darme.


No podía evitar sentir vergüenza, sé que había hecho cosas así con él durante la academia y después de ella pero… habían pasado seis largos años y volver a retomar nuestro trato donde se quedó me hacía pensar en él como si fuera casi un desconocido o un amigo antiguo con el que ya había perdido la confianza de antaño pero a la vez… sentía que seguía siendo el mismo Itachi del que me enamoré. Era una sensación tan extraña.


Cogió mis huevos con suavidad masajeándolos en su mano mientras se metía mi miembro en su boca y tuve que morderme la muñeca tratando de evitar gemir con fuerza. Desde luego Itachi aún se conocía perfectamente mi cuerpo y cómo excitarme, se acordaba de dónde tocar para darme placer, se acordaba de lo que me gustaba.


Escuché como se abría la puerta de fuera del baño y entraba alguien. Podía escucharle en la cabina de al lado y aunque tuve miedo de que nos pillase haciendo esto, Itachi no se detuvo y yo tuve que armarme aún más de fuerzas para evitar jadear y gritar por el placer.


Itachi dejó mi miembro en paz sólo para subir hacia mi rostro y besarme con fuerza, metiendo su lengua con impaciencia disfrutando de mi boca como yo disfrutaba de la suya. Toqué su miembro por encima del pantalón. ¿Cuánto había deseado que él fuera mío? Mucho tiempo, muchos años y por fin ahora podía estar con él.


Metió sus dedos en mi boca empezando a besarme el cuello mientras me pedía que lamiera aquellos dedos y supe que estaba deseando hacerme suyo, yo también lo deseaba, por fin nuestra promesa quedaría zanjada aquí. Nunca me imaginé que acabaríamos en los servicios de la torre del Hokage el día de mi ascenso a Hokage, pero era mejor esto que no tener jamás a Itachi.


Metió sus húmedos dedos en mi entrada y dolía, esto era diferente a las ilusiones que me habían ofrecido sus ojos con anterioridad en el pasado, allí nada dolía pero aquí sí. Me quejé un poco aunque sinceramente… yo era un ninja de Konoha, este dolor no era nada comparado con las miles de heridas que había recibido en el campo de batalla en estos años. Sé que Itachi estaba preocupado por mí pero le dije que siguiera, quería ser suyo y hoy por fin era el día.


Se levantó y colocó su miembro en mi entrada dejándome recostado en la tapa del retrete y levantando mi pierna por encima de su hombro para tener mi entrada mejor posicionada. Miré su miembro. ¡Ya no era un crío de dieciséis años! Ahora era todo un hombre de veintidós y ver aquel miembro que iba a entrar en mí asustaba un poco, pero era lo que había deseado desde niño.


Me mordí con mayor fuerza la muñeca cuando empezó a entrar en mí, el dolor era inmenso pero deseaba tanto ser suyo que me daba igual aunque me hubiera partido por la mitad.


- Lo siento – escuché que susurraba.


- N-no pasa nada – le dije – puedo aguantarlo.


- Voy a moverme con cuidado – me comunicó.


- Hazlo.


El dolor seguía allí cuando se movió pero también sentía cómo mis paredes se iban acoplando poco a poco a su miembro, a su grosor y a su longitud. Sentía una mezcla extraña entre dolor y placer, casi más dolor que placer pero poco a poco a medida que iba moviéndose ese placer se hacía más intenso que el dolor hasta que tras varios minutos desapareció.


- ¿Sigue doliendo? – me preguntó preocupado.


- No tanto – le confirmé – espero que esto sólo sea la primera vez – le sonreí.


- Sí Minato, se nota que te has reservado para mí, estás demasiado estrecho.


- Lo siento – le dije alarmado de que eso fuera un problema.


- No te disculpes, me encanta esta sensación, pero no aguantaré mucho – me confirmó con una sonrisa y yo sonreí también.


Me miré la muñeca, algunas gotas de sangre corrían por ella por el mordisco que me había dado para intentar silenciar mis sonidos del resto de la gente. Podía escuchar la puerta abrirse y cerrarse, la gente no paraba de entrar y salir del baño pero yo ahora mismo sólo podía centrarme en las veces que Itachi entraba y salía de mí, cada vez con mayor velocidad, en las posturas que me hacía poner para entrar más hondo mientras seguía silenciando mis gemidos.


Me corrí allí mismo llenándome el abdomen entero con mi semen. Itachi no tardó tampoco mucho más en correrse dentro de mí ahogando también un gran gemido besándome con pasión. Yo sólo esperaba que nadie se diera cuenta de que el nuevo Hokage desde hacía un par de horas, estaba dejándose follar por un ANBU al que supuestamente… debía de controlar en los próximos años. Ahora yo era el superior de Itachi pero siempre estaba aquí, bajo su cuerpo esperando a ser suyo. El genio Uchiha no se doblegaba ni ante el Hokage y esa actitud suya me gustaba, porque aunque no se doblegase, sabía que él siempre me protegería, sería el más leal de los ANBU que iba a controlar.


- Déjame limpiarte – me dijo Itachi cogiendo papel para intentar quitar todo el semen nuestro. Sonreímos los dos y nos limpiamos tirando el papel por el retrete – Deberías de salir tú primero Minato, por cierto – comentó cogiéndome del brazo – felicidades por tu ascenso y por tu compromiso.


- Gracias – le dije besándole una última vez antes de tener que salir de esta cabina – te amo – le dije como despedida.


No le di tiempo a contestar cuando salí del baño como si nada y me fui hacia mi mesa. Kushina me sonrió al verme llegar y yo sonreí al verla dándole un beso en la mejilla antes de sentarme a la mesa de nuevo, fue entonces cuando se fijó en mi muñeca alarmada.


- ¿Qué te ha ocurrido? – me preguntó cogiendo su servilleta de tela y enrollándola en mi muñeca tratando de vendar la sangrante herida.


- Lo siento, ya sabes lo despistado que soy a veces, me choqué contra un pobre camarero y rompí un vaso, me he cortado un poco, pero estoy bien – le mentí.


Mientras Kushina me curaba, me di cuenta de que Itachi regresaba en aquel momento a su mesa y se sentaba junto a su novia y su familia. Me miró unos segundos y le miré antes de apartar mi vista de él, no quería levantar sospechas.


- ¿Estás bien? – me preguntó Kushina al verme algo serio.


- Sí – le mentí – estoy bien – le dije volviendo a mirar por última vez a Itachi. Lo nuestro jamás podría ser pero al menos habíamos cumplido nuestra promesa.


Aquella noche… finalmente tuve sexo con mi mujer, amaba a Kushina era una mujer estupenda pero mi corazón pertenecía a Itachi, no podía evitarlo. Supongo que él acabaría casado con su novia, que tendrían familia, yo también debía continuar con mi vida. Ahora sólo tenía una idea en mente… tener un hijo, quería ser padre, quería que ese niño… se llamase Naruto.


 


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