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The Next Step por Riko

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Notas del fanfic:

Bueno, la verdad este es el primer one shot que escribo y con el también el primer lemon... Sé que debería haberme centrado en la actualización de "Encerrémonos" pero el problema esque cuando se me ocurre una idea no puedo sacarmela de la cabeza y realmente no podría escribir el cápitulo 3 de "Encerrémonos" si no lograba plasmar mi idea en este one shot.

Espero que lo disfruten tanto como yo disfrute escribiendolo :)

Este fic va con una especial dedicatoria a tod@s los miembros del grupo de facebook AoKaga 5x10 (Aomine x Kagami), disfruto mucho compartiendo con las chicas del grupo que comparten felizmente el amor que siento por esta ship. ¡Espero que les guste nenas!

 

Notas del capitulo:

DISCLAIMER:

Los personajes no me pertenecen, yo sólo descargo mi imaganación en ellos. Todos los personajes usados en esta historia pertenecen a Fujimaki Tadatoshi y su animé y manga: Kuroko no Basket.

« Pensamiento »
Flasback

 

« ¿En qué momento llegamos a esto? » Se preguntaba internamente un joven de hermosos cabellos rojos, cuyas hebras brillaban con el reflejo de la luz del atardecer, mientras esperaba afuera de una pequeña farmacia a su novio, Aomine Daiki.

« A pesar de que acepté, tengo miedo» Kagami caminaba en círculos en las afueras de aquella farmacia. Con ambas manos se rascaba la cabeza de forma desesperada mientras los transeúntes que circulaban por el lugar lo veían de forma extraña.

Inseguridad

No podía quitarse aquella sensación tan asfixiante de las neuronas que recorrían su encéfalo. Había pensado diferentes cosas para mantener la calma pero ninguna había funcionado. «No quiero huir», se lamentó. Incapaz de seguir soportando aquella horrible sensación, decidió tomar asiento en una de las bancas de madera y hierro que se encontraban al frente de la farmacia. Comenzó a pensar en su novio. Lo amaba con demasía… Taiga nunca olvidaría aquella noche hace cinco meses atrás, cuando se encontraba plácidamente durmiendo y cuando de forma abrupta, el timbre de su departamento lo había despertado…

*****

— ¿Quién rayos podrá ser a estas horas?—se quejó, mientras se sentaba en el borde de la cama y se acomodaba las sandalias que se encontraban en la alfombra de su habitación.

Se levantó perezosamente y mientras dejaba escapar un enorme bostezo, se abrigó con una chamarra deportiva de tela suave color negro y unos pantalones cortos, también deportivos, para emprender el camino hacia la puerta de su departamento. Taiga solía dormir sólo con bóxer, por lo que decidió abrigarse antes de salir, no quería pescar un resfriado.

Se encaminó por el pasillo del departamento, llegando hasta el living, cuando nuevamente volvió a escuchar los molestos e insistes sonidos del timbre.

— ¡Ya voy, maldición!—vociferó de mala gana.

Finalmente había llegado a la puerta. Posó su mano derecha en el frío metal del seguro y posterior a esto, giró la manilla para observar a la persona que osaba despertarlo a esas horas de la noche.

Se refregó los ojos para aclarar su visión. De todas las personas que imaginó que podrían ser las que lo buscaban a esas horas, aquella persona que se encontraba tras el umbral de la puerta, definitivamente no era una de las que conformaban aquella lista.

—Aomine—susurró sorprendido, mientras el joven de cabellos azules lo observa de manera nerviosa—. ¿Qué haces acá? ¿Estás bien?—le preguntó preocupado. No había motivo para el que Aomine fuese a su departamento tan tarde en la noche y mucho menos sin avisarle antes.

— ¿No me vas hacer pasar?—interrogó dudoso el moreno.

— ¡Ah! Por supuesto, adelante—Taiga se hizo a un lado e hizo un gesto amable con las manos indicándole a Aomine que podía entrar.

Una vez que el de los hermosos zafiros entró, Kagami cerró la puerta y le puso el seguro. Se dirigió hacia la cocina y prendió la cafetera para ofrecerle una taza caliente a su invitado.

Aomine se encontraba parado en medio del living, estático y con un semblante que denotaba preocupación.

—Aomine, puedes sentarte, no te quedes ahí parado como idiota—habló con un tono divertido, para relajar al moreno. Se veía bastante tenso y eso estaba comenzando a preocuparle.

—Ah…está bien…—susurró apenas el moreno, mientras posaba su cuerpo en uno de los sofás que decoraban el hermoso living del hogar de Taiga.

Kagami se acercó a Aomine con una taza de café en la mano, tomó asiento al lado de él y depositó la taza en la mesita que se encontraba al frente del sofá.

— ¿Y bien?—le interrogó preocupado, mientras fijaba sus rubíes tan rojos como la sangre en los zafiros azul mar del moreno—. ¿Me vas a decir que estás haciendo acá? Realmente me estás preocupando con esa cara terrible que tienes—Taiga tomó la taza de café que minutos antes había depositado en la mesita y se la ofreció a Aomine. Este le devolvió una mirada llena de incertidumbre e inseguridad y con movimientos temblorosos, aceptó el café ofrecido por Taiga, dándole un pequeño sorbo.

Daiki se mantuvo en silencio por varios minutos. Cada cierto tiempo, posaba sus labios en el borde de la taza, para saborear algunos tragos de café.

—Muy bien Aomine, si no vas a decir nada entonces iré a dormir. Mañana tengo entrenamiento matutino y no puedo seguir despierto—anunció el pelirrojo mientras se levantaba de forma cansina—.Si quieres puedes dormir en la habitación de invitados, eres libre de quedarte hasta cuando quieras… Si tienes ganas de comer hay comida en el refrigerador—concluyó. Dando pasos lentos se encaminó hacia su habitación.

Ni una sola palabra había sido emitida por las cuerdas vocales de Aomine.

Taiga se había quitado la chamarra deportiva y los pantalones cortos que se había colocado antes y se acomodó en su cama, la cual aún permanecía tibia.

Estaba por quedarse dormido cuando una voz ronca y masculina lo despertó.

Abrió lentamente sus ojos para poder observar el origen de aquella voz. Sus ojos se encontraron con Aomine, el cual estaba sentado a los pies de su cama con ojos decididos, muy diferentes a los que Taiga había apreciado unas horas antes.

—Maldición, Aomine… ¡Estaba por quedarme dormido!—le regañó, mientras se incorporaba de mala gana.

—Me gustas, Kagami—soltó con voz decidida, mientras clavaba sus ojos azules en los rubíes de Kagami.

— ¿Qué?—respondió Taiga, confundido—.Sabes Aomine, ese tipo de cosas no son las que le dice un hombre a otro hombre, realmente es una mala broma—le reprochó. Se rascaba la nuca de manera incomoda.

—No es una broma, Kagami—aclaró con voz profunda y cargada de sentimientos—.Realmente me gustas. Desde que jugamos ese partido soy incapaz de dejar de pensar en ti. —Hizo una pequeña pausa—.Me gustas demasiado y ya no puedo seguir escondiendo mis sentimientos…—Bajó su cabeza y posó sus manos sobre su rostro. Ya se había confesado, pero era realmente difícil no sentirse avergonzado en una situación como aquella.

—Yo…—Taiga tragó saliva—.No sé qué decir… —susurró tímidamente, sintiendo como la vergüenza invadía su cuerpo—Aomine… Yo…

—No digas más—le interrumpió—.No espero que aceptes mis sentimientos tan fácilmente…Sé que es difícil…—Se acercó al lado de Kagami y posó su mano derecha en el rostro de este, acariciándolo—.Sólo dame una oportunidad… Sal conmigo. —Exhaló un profundo suspiro—.Sal conmigo un tiempo… Si después de eso no cambias de opinión no te molestaré más, y podremos hacer como si esto nunca hubiese sucedido… ¿Si?—le preguntó con miedo. Si Taiga lo rechazaba ahora, al menos podría quedarse tranquilo consigo mismo. Finalmente había juntado fuerza y valor para confesar sus sentimientos.

—Está bien…Aomine—le respondió con timidez, mientras que depositaba un beso en la mejilla del moreno—.Saldré contigo…—finalizó con una hermosa sonrisa, digna de un ángel.

*****

Cinco meses habían pasado desde esa noche, en la cual sorpresivamente Aomine había declarado sus sentimientos por Kagami. Después de ello, salieron en diferentes ocasiones a variados lugares, teniendo diferentes citas. Todas y cada una de ellas habían sido disfrutadas a concho por Kagami. Si bien Aomine era una persona ruda y a veces hasta mal educada, cuando se trataba del pelirrojo, era todo un caballero. Trataba a Taiga como si no hubiese persona más importante en el mundo que él. Kagami se divertía cuando pasaba su tiempo con el peliazul. Cada cierto periodo de tiempo, Aomine aparecía con flores y hamburguesas para su amado, a lo cual este respondía con hermosas sonrisas. Aquellos pequeños detalles, la forma tan amable de tratarlo y la manera de divertirse que tenía cuando estaba con él, habían llegado a enamorar a Kagami. En una de sus citas, Kagami sorprendió al peliazul cuando de forma espontánea le preguntó si deseaba ser su novio, a lo que Aomine respondió con un feliz: “¡Por supuesto!”

Y ahí se encontraba Kagami ahora, hecho un manojo de nervios mientras esperaba que su novio saliera de la farmacia. Se estaba tardando más de lo normal y aquel hecho no hacía más que aumentar su inquietud.

—Hey, Kagami—llamó el moreno. Salía de la farmacia y cruzaba la calle en dirección a la banca donde se encontraba sentado su novio. Llevaba una bolsita negra en sus manos.

— ¡Aomine! Te tardaste mucho—se quejó el pelirrojo una vez que su novio estuvo ya a su lado.

— ¡Lo siento! , Kagami…La farmacia estaba muy llena y había una fila interminable para poder pagar. —Se disculpó de forma despreocupada—. ¿Nos vamos?—le preguntó, ofreciéndole una de sus manos.

Kagami tomo la mano ofrecida por Aomine y a continuación comenzaron a caminar juntos. Sus manos se encontraban entrelazadas en un gesto que le avisaba a todo el mundo que ambos eran pareja. Las diferentes personas que transitaban a esas horas por las calles los miraban de manera extraña y negativa, sin embargo a ellos no les importaba. Sus padres, amigos y compañeros de equipo sabían de su relación, por lo que no había nada que ocultar. Si las personas más preciadas para ellos aceptaban su relación, todo lo demás en el mundo era una nimiedad.

—Aomine…—Kagami rompió el silencio después de varios minutos de caminata donde solo podían sentir el calor que emanaba de sus manos, producto de la unión—.He estado pensando… Los hombres no podemos concebir hijos…—Hizo una pausa, algo dudoso—.Entonces… ¿Para qué usar condones?—soltó finalmente.

Aomine detuvo su andar y llevo a Kagami a un lugar más apartado. Con voz nerviosa y una expresión indignada, le reprochó:

— ¡Kagami! No digas esas cosas en público, es algo vergonzoso. Además… Quiero hacer esto bien. —Fijó su mirada llena de determinación en los rubíes de Kagami—.Fui a comprar preservativos porque no quiero hacerte daño…—le susurró con palabras llenas de amor—.Investigué un poco del tema en internet y leí que los condones hacen que sea más cómodo para la otra persona. Te amo demasiado, Kagami… Y por ello, no me perdonaría nunca el lastimarte. —Lo rodeó con sus brazos, propiciándole un cálido abrazo, el cual con timidez, fue correspondido por Kagami.

Taiga le dedicó una mirada comprensiva que ocultaba felicidad. Los detalles de Aomine nunca le cansaban, y aquellas actitudes tan amables y dedicadas, sólo hacían que cada día que pasara se enamorara un poco más de aquel hombre que hoy en día era su novio.

—Está bien, Aomine. —Tomó el rostro del moreno con ambas manos, y depositó un sensual beso en los labios de este, el cual fue correspondido con pasión y ternura.

 

Siguieron su camino apurando el paso, ya comenzaba a oscurecerse y con ello el frío de la noche descendía sobre la ciudad.

Mientras se encaminaban al departamento del pelirrojo, pasaron por las afueras de una tienda de conveniencia.

—Kagami, ¿Te parece que compremos provisiones? Ya sabes, para que no tengamos que salir después—le comentó el peliazul a su novio, el cual asintió de manera despreocupada.

—Te esperaré aquí Aomine, no tengo ganas de entrar…No me siento bien, quisiera descansar mientras te espero—El pelirrojo habló con voz baja. Su semblante lucía preocupado.

Daiki observó la expresión de Taiga y pensó en preguntarle que le ocurría, sin embargo, no se sentía capaz de hacerlo. Sabía exactamente cuál era el motivo de aquel rostro impregnado de duda e inseguridad de su novio…Pero no tenía el valor para decirle nada. De forma rápida y escueta entró a la tienda de conveniencia. Kagami permaneció en las afueras de la tienda, disfrutando del ambiente tranquilo y relajante.

«No quiero dejarlo…pero tengo miedo. No creo estar preparado para esto» Se cuestionaba a sí mismo el pelirrojo mientras una vez más, comenzaba a dar vueltas por el lugar cuando nuevamente esperaba a Aomine. Se preguntaba así mismo que demonios pasaba por su cabeza, cuando su novio le preguntó: “Kagami, quiero hacerte el amor… ¿Estarías dispuesto a hacerlo?” ¡Si tan sólo lo hubiera pensando un poco más! Le había respondido con una afirmativa de inmediato. No es que el no quisiera intimar de esa forma con su novio, incluso hasta sentía deseos de que él lo tocara de forma indebida en ciertas ocasiones, pero nunca había pensado en llegar hasta tal punto con él.  Le había respondido de manera impulsiva e inmadura y ahora sufría las consecuencias de ello. Se sentía demasiado inseguro como para dar aquel paso.  Después de todo, sólo era un joven de 16 años el cual por primera vez experimentaba una relación amorosa y para colmo, de carácter homosexual… ¿Quién dijo que sería fácil?

« ¿Cómo le diré que ya no quiero hacer esto? No quiero que piense que ya no lo amo...Sólo necesito un poco más de tiempo, para prepararme…» El pelirrojo seguía con su cerebro lleno de dudas, el cuerpo le pesaba como si de plomo estuviesen hechos sus huesos, por lo que decidió sentarse en un bloque de concreto que había cerca de la tienda. Escucho el maullar de un gato negro cuyos ojos eran de un azul tan oscuro como la noche. El pequeño gato se le acercó y Taiga comenzó a llamarlo haciendo gestos con sus manos, pudo sentir la áspera lengua del pequeño felino rozar su piel. Tomó al pequeño felino entre sus brazos y fijó su mirada en los ojos gatunos de este.

— ¿Qué debería hacer?—le susurró al animal mientras lo recostaba en sus muslos y comenzaba a  acariciarle el lomo, a lo cual el felino respondía con suaves ronroneos.

—Estoy enamorado de Aomine…—Cerró sus ojos con fuerza, escuchando sólo los sonidos emitidos por el felino—. ¿Por qué tengo tanto miedo?—volvió a preguntarle al pequeño gato, el cual le respondía ronroneando y lamiéndole las manos con su áspera lengua.

El felino mantenía cálidos los muslos de Kagami, este último había depositado su atención en sólo acariciarle el lomo al animal, por lo que sin darse cuenta, su nerviosismo inicial estaba desapareciendo poco a poco, dando paso a una pseudo-sensación de relajo antes de la tormenta.

La noción del tiempo desapareció, había estado tan atento en jugar con el pequeño felino negro, que no noto cuando Aomine salió de la tienda y se había quedado estático frente a él, observándolo atentamente.

Daiki se sintió algo más tranquilo al ver como la preocupación de Kagami había desaparecido de las facciones de este, al menos casi en su totalidad.

— ¿Nos vamos, Kagami?—interrogó el peliazul, sacando del ensimismamiento al pelirrojo que aún se mantenía jugando con aquel bello gato negro de hermosos ojos azules.

— ¿Ah?—Taiga observó desconcertado a Aomine. Le tomó un par de segundos recordar la razón del porqué se encontraba ahí. Cuando las neuronas de su confundido cerebro bajaron a la realidad, su rostro tranquilo e impasible volvió a transformarse en un torbellino de dudas e inseguridad.

Al notar como la expresión tranquila de Kagami había deformado en lo que ahora sus ojos azules observaban, Aomine se mordió el labio inferior con remordimiento. Dejó la bolsa de las compras a un lado y se agachó a la altura de donde el pelirrojo se encontraba. Rodeó el rostro de Kagami con ambas manos, sintiendo como el frío de la noche se había apoderado de las mejillas de su novio.

Taiga se sintió atrapado por aquellos ojos llenos de determinación, levantó su mano derecha y la posó en una de las tibias manos de Aomine. Podía sentir el cálido respirar de su novio.

—No huyas. —El peliazul rompió el silencio con apenas un susurro—.Por favor… No huyas…Taiga…—El pelirrojo pudo notar como los profundos ojos azules del moreno se encontraban sumergidos en un mar de tristeza y melancolía. Sentía como lentamente una sensación de angustia y dolor ascendía por su pecho. Un agujero tan profundo y doloroso que se clavaba justo por encima de su esternón. Deseaba hablar, decirle a su novio que todo estaría bien pero aquellas palabras eran incapaces de salir a través de sus labios. Sintió como unos tibios y reconfortantes labios se posaban en los suyos. Aquel beso que transmitía los sentimientos del moreno, liberó poco a poco la tensión y el malestar que se había anidado en su pecho.

—No huiré…—susurró—.Te amo, Aomine… ni aunque lo deseara sería capaz de huir de ti. —Le propició una sonrisa sincera, la cual llenó progresivamente de alegría los ojos del peliazul.

Si bien Kagami aún se sentía inseguro, no podía ‘huir’ como le había planteado Aomine, amaba demasiado a su novio como para hacerle tal daño. La inseguridad aún corría por las terminaciones nerviosas de su cuerpo, pero aquel apasionante beso que el peliazul le había regalado y aquellos ojos tan profundos, llenos de sentimientos por él, habían logrado que lenta y progresivamente aquel miedo fuera desapareciendo «Confío en él»

 

Taiga se levantó de aquel bloque de cemento con la ayuda de Aomine, este último recogió las bolsas de ‘provisiones’ -alimentos y refrescos- del suelo. 

Cuando se estaban alejando de la tienda escucharon un fuerte maullido. Aomine se volteó  y pudo notar como un pequeño gato negro se encontraba siguiendo sus pasos.

—Vete, vamos, no tengo alimento para darte. —El moreno intentaba espantar al animal lejos de ahí, pero la acción fue en vano. El gatito seguía sin moverse, desafiándolo—.Maldito gato, ¡No nos sigas!—Kagami miraba divertido. Le hacía gracia ver el como su novio se dirigía hacia el animal.

Taiga se hincó en el suelo empolvado y llamó al felino con sus manos. En un instante el animal dio un brinco y se instaló en los brazos del pelirrojo. Kagami se puso de pie con el gato en sus brazos y con un tono de voz suplicante le preguntó a Aomine:

— ¿Podemos llevarlo con nosotros?—Aomine miraba al felino irritado, aquel gato parecía sólo hacerle caso a Kagami y eso por alguna razón le molestaba.

—No—respondió secamente.

— ¿Eh? ¿Por qué? ¡Sí es muy lindo! Vamos… Se quedará en mi departamento, prometo que no traerá problemas. —Aomine pareció sopesarlo un momento y después de un par de minutos respondió:

—Está bien, pero tú te encargarás de alimentarlo y cuidarlo. —El peliazul había sido convencido por el rostro alegre y a la vez suplicante de Kagami. Al parecer, Taiga anhelaba el poder quedarse con aquel animal, por lo que decidió aceptar. Si Kagami estaba feliz, él también lo estaría.

 

Caminaron por varios minutos bajo la luz de la luna y los diferentes faroles que iluminaban la ciudad. En esta ocasión no podían ir tomados de las manos, ya que los brazos de Taiga se mantenían ocupados cargando al pequeño felino negro.

Finalmente llegaron al edificio donde se encontraba el departamento de Kagami. Conforme se acercaban al hogar del pelirrojo los latidos del corazón de este aceleraban. «Falta poco» pensaba, mientras sus mejillas adoptaban el color de sus ojos.

No habían cruzado ninguna palabra entre ellos mientras estaban en el ascensor. Solamente se habían quedado ahí, mirándose fijamente. Con aquellas miradas no había necesidad de decir algo, el sentimiento que ambos se profesaban fluía tan bien como si fuese electricidad. El que alguno de los dos dijese algo en un momento como ese, cuando estaban tan unidos y vinculados, rompería el emocionante ambiente que se había formado entre las cuatro paredes metálicas de aquel ascensor.

Salieron de aquel cubo metálico y caminaron por un largo pasillo hasta llegar a la puerta que correspondía al departamento de Kagami. El pelirrojo hizo un ademan de sacar algo de su bolsillo, pero no pudo concretar la acción debido a que el gato negro que sostenía, entorpecía sus movimientos.

Una pequeña e imperceptible sonrisa se formó en los labios de Aomine, con un movimiento lento y seductor, se posicionó detrás de Taiga. Se encontraba tan cerca de él, que el pelirrojo podía sentir la respiración del otro en su cuello. Aomine acercó sus labios al cuello de Kagami y a continuación, procedió a depositar húmedos y sensuales besos en el.

La sangre comenzó a fluir por el tejido subcutáneo de las mejillas de Kagami, dejando estas de aquel color tan característico. Mientras el peliazul propiciaba cariñosos besos en el cuello de su amado, su mano derecha comenzó a bajar lentamente por el cuerpo del pelirrojo, introduciéndose por debajo de sus ropas. Aquel contacto piel con piel se sentía como una exquisita descarga eléctrica, la cual recorría la médula espinal de Taiga. La traviesa mano de Aomine llego hasta la cintura del pelirrojo y ahí comenzó a hacer círculos con los dedos en aquella sensual zona anatómica, propiciaba apretones y delicados rasguños de vez en cuando. Su juguetona mano siguió bajando, hasta llegar a la zona lateral del muslo derecho del pelirrojo.

La mano habilidosa del moreno se introdujo lentamente en el bolsillo del pantalón de Kagami, pasó a rozar el órgano reproductor del pelirrojo, el cual por todo el jugueteo anterior, ya se encontraba semi-erecto. Los labios de Aomine se curvaron en una sonrisa lasciva, Taiga exhaló un pequeño quejido al sentir el contacto. Finalmente, el moreno abrió la palma de su mano, rebuscando algo en el bolsillo del otro. Un sonido metálico se escapó por el bolsillo del pelirrojo, cuando este desvió su mirada hacia dónde provenía el origen de tal sonido, pudo notar como los dedos de Aomine evacuaban su bolsillo sujetando un objeto que minutos antes, él había intentado fallidamente sacar: Las llaves de su departamento.

Después de haber logrado su objetivo, el moreno se posicionó al costado de Taiga. El pelirrojo permanecía quieto, manteniendo los ojos cerrados. Su corazón latía desmedido, pensaba que en cualquier momento sufriría un infarto. Todo por aquel jueguito de Aomine.

—Si querías sacar las llaves, podrías haber sostenido al gato por mí y yo mismo me las habría sacado del bolsillo—lo regañó, evadiendo la mirada color zafiro de su acompañante.

—No hubiera sido divertido—se excusó el peliazul, cuya hermosa sonrisa y radiante voz inundaban los pensamientos de Taiga—.Además, sé que lo disfrutaste…—Raudamente depositó un tierno beso en la mejilla de su novio—.Ya que tengo las llaves abriré ¿Si?—preguntó. Taiga retrocedió unos pasos sobre sí, dándole espacio al moreno para que pudiera abrir la puerta.

El sonido de la cerradura siendo abierta resonó por el pasillo. Los novios, acompañados por un felino negro que dormía apaciblemente en los tibios brazos del pelirrojo, finalmente habían llegado al departamento de Kagami, al lugar donde dos amantes se dedicarían a consumar su amor.

 

Ingresaron al departamento tímidamente. Aomine encendió la luz y Kagami se dirigió a la cocina a buscar algún lugar donde dejar al felino que los había acompañado hasta allí. Taiga rebuscó entre las cosas de la estantería donde guardaba los útiles de aseo de la casa, ahí encontró una caja del tamaño de una de zapatos y delicadamente procedió a dejar al pequeño animal en la cajita.

—Con esto estarás bien—se dijo a sí mismo mientras sonreía observando felizmente a su nueva mascota.

Estaba por dirigirse al living del departamento cuando escucho tras de sí unos deprimentes maullidos. Se volteó a ver al animal que minutos atrás había acomodado en la caja y pudo ver como el felino había salido de aquel lugar y se encontraba siguiendo sus pasos.

Aomine miró de mala gana. Había aceptado que Kagami conservase al animal, pero realmente ya se estaba hartando. Su libido se encontraba alto debido a la situación ocurrida unos minutos antes, y no se sentía con ánimos de esperar.

—Vamos, Kagami—le llamó—.Deja al pequeño bastardo, se cansará sólo—refunfuñó acercándose al gato. Se plantó frente al felino y de forma decidida, se agachó para tomar al animal con las manos. Algo haría para que el ‘pequeño bastardo’ como lo había llamado, dejase de molestar. Cuando el animal estuvo en las manos de Aomine, este recibió un feroz rasguño en la cara.

— ¡Maldito gato, ya verás!—El peliazul se encontraba a punto de lanzar al felino por la terraza del departamento, cuando Kagami lo sorprendió abrazándolo por la espalda.

El moreno detuvo sus movimientos. Sentir la calidez de su novio abrazar su cuerpo hacía que todos sus pensamientos se disolvieran. Kagami era lo único que pasaba por su cabeza.

Depositó al felino en el suelo el cual fue a esconderse tras los pies del pelirrojo.

Taiga se mantuvo en la posición con la que había sorprendido a Aomine y a continuación, le propició un cálido beso en la mejilla. Con palabras suaves pero no por ello menos seductoras, susurró:

—Sólo un momento—le habló al oído—.Ya quiero hacerlo…—El tono lascivo de su voz se acentuó en la última palabra. Aomine se deshizo del agarre y se giró a ver a Kagami, parecía que el pelirrojo se había transformado. Un sonrojo casi imperceptible se había apoderado de las mejillas del moreno.

—Te esperaré en la habitación, Kagami—le avisó con una profunda voz ronca que hizo estremecer al pelirrojo. Después de haber dicho aquellas palabras, el peliazul se perdió en el pasillo que conducía a la habitación de Taiga sin decir más.

Kagami exhaló un gran suspiro a través de sus labios, a pesar de haber dicho esas palabras, su cuerpo aun temblaba de los nervios y la emoción, estaba expectante. Tomó al pequeño felino entre sus brazos y nuevamente se dirigió a la cocina. Esta vez acomodó al pequeño animal en la misma caja, pero con una manta rosada sobre esta para que el gatito no pasara frío, las noches en ese departamento solían ser tan frías como la nieve. Excepto esa noche, aquella definitivamente podría ser todo, menos fría.

 

Taiga se dirigió con pasos dudosos pero firmes a su habitación. Esperaba que Aomine no se hubiera  dormido o algo por el estilo mientras él se encontraba encargándose del gato. Llego al marco de la puerta y atravesó esta tembloroso, cuando entró a la habitación, con manos hábiles le puso el seguro a la puerta. Sabía que aquella acción carecía de sentido, pues se encontraban solos en el enorme departamento. Sin embargo, realizar tal acto le asignaba una oscura emoción al ambiente.

Aomine se encontraba sentado en el borde de la cama, sus labios se encontraban curvados en una sensual sonrisa.

—Te tardaste, Taiga—pronunció el peliazul mientras mantenía aquella sonrisa tan característica. Kagami se estremeció, Aomine no solía llamarlo de esa forma, sin embargo en el día de hoy ya lo había llamado al menos en dos ocasiones por su nombre. Definitivamente era un día especial.

—Lo siento, acomodé al gatito con una manta para que no pasara frío…—le respondió, mientras se acercaba al moreno y tomaba asiento al lado de él.

— ¿Entonces ahora no podrá molestarnos?—preguntó el moreno, acercándose con ágiles movimientos a Kagami, este retrocedió hasta quedar arrinconado en el marco de la cama.

—Eso creo…—susurró Taiga con una voz impregnada de lujuria. Posó ambas manos en las mejillas de Aomine y tímidamente, acercó su rostro al de él para depositar un beso. Aomine correspondió aquel contacto de forma pasional. Sus lenguas se entrelazaban en una sensual danza y sus labios se encontraban íntimamente unidos. Ambas lenguas recorrían con fervor la cavidad oral del otro. Aquel sensual beso fácilmente podría haber durado para siempre si es que la imperiosa necesidad de respirar no los hubiera interrumpido.

Con la frecuencia respiratoria y cardiaca aumentada a mil, ambos chicos inhalaban rápidamente el aire que fluía en ese excitante ambiente.

Aomine observó el tímido rostro de Kagami, y sintió como si hubiese visto el cielo. Aquella imagen, era la más bella que alguna vez había pasado por sus retinas. Kagami se encontraba con los ojos entrecerrados, mejillas rojas producto de la sangre que fluía rápidamente por aquel excitado cuerpo y un pequeño hilo de saliva escurriendo por la comisura de sus labios. Parecía como si le pidiese a gritos que lo hiciese suyo.

Para sorpresa de Aomine, Taiga comenzó a quitarse las molestas prendas que cubrían su marcado cuerpo. Con movimientos torpes y lentos, se quitó la remera y la depositó en el suelo. Posteriormente hizo un ademán con la intención de quitarse los pantalones, pero el moreno lo detuvo:

—No te preocupes por eso, cariño—aquella voz cargada de lujuria penetró en el conducto auditivo de Kagami, provocando que un excitante escalofrío recorriera su cuerpo—.Yo me ocuparé, sólo tienes que ser paciente—finalizó mientras entrelazaba sus manos con las de Kagami y nuevamente volvían a sumergirse en un mar de húmedos y sensuales besos.

Mientras sus labios seguían unidos, Kagami lentamente se fue acomodando en la cama, quedando recostado sobre esta. Al darse cuenta de esta acción, Aomine se posó sobre el cuerpo del pelirrojo, acomodando su trasero encima de los genitales de su novio, sintiendo como el miembro de este ya se encontraba totalmente erecto. Ante aquel contacto, un involuntario y lascivo gemido se escapó de entre los labios de Taiga.

Una mirada cómplice se apoderó de los ojos de Aomine, observando como Kagami mantenía sus ojos fijos en él, de manera lenta y tortuosa, el moreno comenzó a quitarse la camisa que llevaba puesta. Cada botón que desabrochaba era una tortura para el pelirrojo, el cual sentía como su erección pulsaba al observar al peliazul en tal seductor acto.

Después de que se hubo quitado la camisa, el peliazul comenzó a hacer un pequeño vaivén con sus nalgas, presionando el miembro de Kagami. El pelirrojo soltaba pequeños gemidos los cuales resonaban en la habitación. Aomine acallaba sus gemidos mordiéndose con fuerza el labio inferior, no deseaba que Taiga tomara el control de la situación, al menos en la primera vez, él quería ser quien llevara las riendas de tan especial asunto. Mientras se encontraba realizando aquellos sensuales movimientos, escuchó a Taiga susurrar con apenas un hilo de voz, la siguiente palabra:

—Tócame…—El pelirrojo se encontraba extremadamente avergonzado, aquella súplica había salido a través de sus labios inconscientemente, por lo que no se atrevía a mirar a Aomine. Se había cubierto los ojos posando su brazo derecho encima de estos.

Aomine sonrío sinceramente al oír aquello, una sensación de felicidad y alegría indescriptible invadía su ser. ¿Cuánto tiempo había sido desde que esperaba oír esa palabra? Aquella frase suplicante sólo la había escuchado en sueños.

—Por supuesto, cariño—le respondió. Kagami se incorporó lentamente al escuchar esa respuesta, el que Aomine le llamara ‘cariño’ No hacía más que aumentar el amor que sentía por él. Se acomodó en la cama quedando semi-sentado. Aomine se quitó del cuerpo de Taiga y se instaló al frente de él. Se acercó al rostro del pelirrojo y propició un sensual beso en los labios de este. Taiga nunca se cansaba de aquellos besos tan demandantes que el peliazul le entregaba. Jugaron con sus lenguas un largo rato hasta que Aomine decidió comenzar a descender. Bajó por el mentón regalando pequeños besos, los cuales hacían estremecer a Taiga. Cuando llegó a la zona del cuello, comenzó a succionar de manera enérgica, dejando pequeñas marcas color rosa en él. Quejidos, emitidos a causa de una mezcla de dolor y placer, se escapaban entre los labios de Kagami.

Siguió descendiendo, proporcionando besos y pequeñas mordidas en la bella anatomía de Taiga. Mientras se dedicaba a esta acción, con una de sus manos masajeaba discretamente el miembro del pelirrojo, el cual se encontraba aprisionado por los boxers y el pantalón. Se detuvo unos segundos en la marcada clavícula de Taiga. Siempre había pensado que tal zona era una de las más sensuales de su novio. Se le marcaba de forma perfecta y cuando jugaba básquet, las gotas de sudor se curvaban de manera irresistible al pasar por aquel lugar. Marcó sus dientes de forma salvaje en aquella zona. De esa forma, los demás sabrían que Kagami le pertenecía. A continuación se dedicó a atender los delicados y sensuales pezones del chico de cabellos rojos. Antes de comenzar a jugar con ellos, levantó su vista dirigiéndola hacia su novio, este se encontraba con los ojos semicerrados, cubriéndose los labios con el brazo derecho, un tierno sonrojo poblaba su rostro. Cuando Taiga notó que Aomine lo observaba, este se quitó el brazo de encima y le sonrío de manera tímida. Con esa bella sonrisa, le indicaba que podía continuar.

Aomine comenzó a jugar con el pezón izquierdo de Kagami. Empezó a pellizcarlo de manera suave. Con cada contacto, Kagami curvaba su espalda, estremecido. Aomine sabía que aquel punto era uno de los débiles de su novio, pero no había comprobado hasta qué grado.

—Nhg… ¡Ah!—gimió el pelirrojo, cuando pudo sentir como el moreno mordía suavemente uno de sus pezones.

El peliazul comenzó a succionar aquel pezón como si su vida dependiese de ello, era un placer de los Dioses realizar tal acción y los gemidos de Taiga no hacían más que incrementar ese placer. A continuación decidió dedicarse al pezón derecho, ya le había proporcionado demasiada atención al otro y parecía como si aquel pezón descuidado rogara por la atención de Aomine. Mientras se dedicaba a repetir la labor que había realizado, esta vez con el pezón derecho, el peliazul sacó la mano traviesa que había estado masajeando lentamente por encima de la ropa a los genitales del pelirrojo y decidió llevarla hacía los labios de este. Posicionó los dedos índice y medio en el labio inferior del pelirrojo. Inmediatamente, Taiga comenzó a lamer aquellos dedos, pasando su lengua entre ellos y finalmente introduciéndoselos en su cavidad oral. Nunca pensó que aquella acción resultaría tan placentera.

Después de un largo rato entreteniéndose con los rosados y tiernos pezones de Kagami, Aomine descendió por la línea alba del abdomen del pelirrojo, dejando una sensual línea de saliva. Propició unas cuantas mordidas en la zona umbilical de su novio y finalmente decidió acomodarse entre las piernas de Kagami.

De forma lenta desabrochó el botón del jean de Taiga y  bajó el cierre de manera rápida. Pudo ver como una pequeña mancha de humedad poblaba el bóxer de Kagami.

—No pensé que lo hubieses sentido tanto, cariño—comentó Aomine divertido, mientras dirigía su vista hacia arriba, mirando de forma sincera a su novio.

—Cállate…—susurró—.Es tu culpa… el que me haya puesto así—Taiga desviaba su vista, la vergüenza que sentía en aquel momento era tal, que le era imposible observar a su novio. Sin embargo, la felicidad que sentía en aquellos momentos le restaba importancia a todo lo demás.

Desde que le había respondido con una afirmativa a Aomine, Taiga no había dejado de pensar en el cómo sería la situación. Se arrepintió muchas veces de su impertinente decisión, amaba a Aomine, pero él era un chico virgen que apenas sabía masturbarse ¿Cómo era posible no sentirse inseguro ante tal inminente acto? Sin embargo ahí se encontraba, dejándose llevar por las caricias del peliazul, algunas más salvajes que otras pero siempre teniendo en común una cosa: cada una de ellas transmitía el inmenso amor que el moreno sentía por él. Con cada contacto que la piel del moreno hacía con la suya, sentía como una oleada de placer y amor puro recorría cada terminación nerviosa de su cuerpo. Aquella inseguridad que tanto temor le había provocado en los últimos días desaparecía progresivamente con los hechizantes toques del moreno. Después de un largo tiempo de miedo y dolor, se sentía listo. Ya nada importaba, lo único existente para él en ese momento era Aomine y felizmente se dejaría hacer por él. Lo amaba y nada era más significativo que ello.

El Peliazul se deshizo de los molestos pantalones y boxers que cubrían aquella anatomía tan sensual y que ansiaba ser explorada por caricias ajenas. El pene erecto de Taiga se alzaba con majestuosidad. Aomine comenzó a masajearlo con movimientos ascendentes y descendentes. Kagami exhalaba pequeños gemidos los cuales se perdían en el romántico ambiente. Aomine observaba con una amplia sonrisa, las diversas reacciones de Kagami a sus toques, sus expresiones, sus gemidos y sus inesperados movimientos, incrementaban considerablemente el deseo que sentía por él.

Líquido pre-seminal comenzó a gotear por el glande de Taiga, las gotas resbalaban por el cuerpo de aquel órgano reproductor y antes de que se perdieran, el moreno las atajaba con su lengua, lamiendo la extensión del miembro de Kagami y saboreando aquel transparente líquido. Aomine decidió que era momento de comenzar la acción, por lo que mientras realizaba un sensual vaivén con su mano, apretando el miembro de Taiga, lo introdujo dentro de su cavidad oral. Comenzó succionado el glande con demasía, haciendo círculos en el vértice de este con su lengua, a lo que Kagami respondía con hermosos gemidos. El pelirrojo posó sus manos en las bellas hebras azules de Aomine, acariciándole el cabello y tirando un poco de este cuando los espasmos -resultado de aquel placer sexual- invadían su cuerpo. El moreno se introdujo completamente el miembro de Kagami y comenzó a succionar con fuerza, sentía un enorme placer al lamer el órgano reproductor de su novio. Era bastante grande por lo que cada cierto tiempo tenía que detenerse para poder inspirar algunas bocanadas de aire. Siguió con aquellos sensuales movimientos ascendentes y descendentes, succionando con demasía. Sentía el sabor amargo del líquido pre-seminal invadir su boca, pero tal cosa no importaba, estaba disfrutando demasiado tal acto como para detenerse por ello. Aomine sintió como Taiga comenzó a tirar más fuerte de su cabello, eso le excitaba de sobremanera, pero también le advertía algo: Kagami estaba por venirse.

Rápidamente, la cavidad oral de Aomine abandonó la larga extensión del cuerpo de Kagami. El último respondió con un pequeño gruñido, estaba a punto de llegar al orgasmo y el peliazul lo desatendía.

—Tranquilo, cariño—Aomine habló con una voz tan ronca y profunda como el mar. Se instaló al lado del ya desnudo Taiga y depositó un tierno beso en su mejilla—.Ya pasaremos a la acción, no seas impaciente. —Kagami respondió a sus palabras con un beso demandante. Nunca antes, a lo largo de esos 5 meses de relación, Taiga había propiciado un beso de esa forma. Aquel beso contenía lujuria y deseo, muy diferente a los típicos besos tiernos y cargados de cariño que el pelirrojo solía regalarle al peliazul. Aomine correspondió el lascivo beso de su novio, entrelazando su lengua con la de él, mientras que lo rodeaba con sus brazos de forma cálida. El beso fue concluido una vez más por la maldita necesidad de respirar. Kagami volvió a recostarse en la cama, pues se encontraba agotado. Palabras suaves y tímidas salieron a través de sus labios:

—No es justo—habló, mirando a Aomine con ojos que simulaban enfado.

— ¿Qué cosa, cariño?—le preguntó Daiki, de forma divertida.

—Yo estoy desnudo pero tú aún te encuentras con pantalones…—desvío su mirada—.Yo…También quiero verte…

Aomine esbozó una sonrisa honesta ante las palabras dichas por Taiga, le alegraba que el deseo que sentía por él fuera correspondido de forma sincera. Tomó una de las manos de Taiga y la dirigió hasta donde se encontraba el cierre de sus vaqueros. Kagami lo observo de manera cómplice y con una imperceptible sonrisa, bajó el cierre del pantalón de Aomine. Quitó el molesto pantalón de las piernas morenas y a continuación, procedió a quitar el bóxer. Una vez concluida la acción, pudo notar como la hombría del moreno se encontraba completamente erecta, rogando por atención. Kagami se quedó estático un par de minutos observando con detalle el miembro del peliazul. Aomine soltó una ligera risita y de manera tierna, nuevamente tomó la mano derecha de Taiga y la guio hasta su órgano reproductor. La sangre comenzó a circular por las mejillas de Kagami, deseaba tocar al moreno pero no sabía muy bien cómo hacerlo, no quería incomodarlo, por lo que se dejó guiar por las manos de Aomine.

El peliazul comenzó a masturbarse con la mano de Kagami, este último observaba asombrado las eróticas expresiones que se marcaban en el rostro de Aomine con cada movimiento.

—Así es como tienes que hacerlo, cariño—La voz ronca de Aomine hipnotizó a Taiga de tal forma que el pelirrojo sólo asintió observándolo con ojos dilatados y llenos de lujuria. Aomine dejó de mover la mano de Kagami, esperando a que este ya hubiese aprendido cómo realizar los movimientos. Taiga se posicionó entre las fornidas y musculosas piernas del moreno sin detener aquel tortuoso y lento vaivén que le propiciaba con su mano al robusto miembro del peliazul.

Los roncos gemidos de Aomine invadían la habitación, aquel sonido era como una droga para Taiga, por lo que fue progresivamente aumentando el ritmo de aquellas caricias. Líquido pre-seminal comenzó a gotear por el glande del peliazul, una sonrisa perversa se dibujó en los labios de Taiga. Al ver aquel gesto, un sonrojo invadió las mejillas de Aomine, definitivamente no estaba acostumbrado a observar aquellas impropias expresiones marcarse en el rostro de su tigre.

Taiga seguía masturbando a Aomine y propiciaba pequeñas lamidas al glande de este. De vez en cuando, succionaba todo el líquido pre-seminal que se escapaba por la uretra del órgano reproductor de su novio. No deseaba que nada de ese líquido se perdiera, la esencia de Aomine era demasiado valiosa como para escurriese entre la cama. Decidió introducir la longitud del moreno completamente en su boca, la introdujo lo más profundo que pudo, incluso forzando su garganta, pero aun así, solo alcanzaba a cubrir hasta un poco más de la mitad. Al ver esta acción, Aomine le acarició los cabellos rojos y con una pequeña risita y su voz ronca característica, le susurró:

—Hey…Tranquilo, cariño… No te vayas a asfixiar, hazlo como mejor te parezca. —Sus manos se entrelazaron entre las delgadas hebras rojas que cubrían la cabeza de Kagami. Este sacó lentamente la extensión del peliazul de su boca y tímidamente le respondió:

—Ya lo sé…Es sólo que…quería probar…—Una vez terminada la frase, volvió a introducirse el miembro de Aomine entre sus labios.

Kagami succionaba con demasía mientras escuchaba los roncos gemidos del peliazul inundar su mente. Realmente amaba esos sonidos. Comenzó a aumentar la velocidad con la cual propiciaba aquellas deliciosas sensaciones, mientras que con una mano, masajeaba los testículos del peliazul, el último gemía fervientemente ante tal contacto. Taiga se había perdido en un mar de placer, realizaba aquella acción casi de manera automática y no pensaba en detenerse. Fue por ello que inesperadamente, sintió como Aomine rodeaba sus mejillas con ambas manos y empujaba delicadamente la cabeza de Taiga hacia atrás. Kagami lo observó desconcertado. Ante tal mirada, Aomine le respondió:

—Lo siento, estaba por correrme…—Fijó sus ojos en los orbes de Kagami—.Sólo quiero correrme cuando esté dentro de ti. —Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios, mientras que la epidermis de sus mejillas se tornaba de color rojo.

Kagami respondió a aquella sincera sonrisa con un delicado beso que depositó en la frente del peliazul. Posterior a esto, posó ambas manos en las mejillas de Aomine y apoyó su frente contra la de él.

—Entonces…Hagámoslo—le susurró. Taiga se acomodó en la cama, y de forma seductora abrió sus piernas, dejando expuesta su virgen entrada.

Aomine se llevó el dedo índice y el medio a la boca y los lamió con desesperación. Llevo primero el dedo medio a la entrada del pelirrojo, Kagami cerró los ojos con fuerza esperando aquella invasión. El peliazul introdujo lentamente el dedo medio por la entrada de Kagami, la cual estaba increíblemente apretada.

—Ngh…Duele—susurró Kagami en respuesta.

—Tranquilo, cariño…debes acostumbrarte...Si no puedes soportarlo después te haré daño. —Aomine exhaló un tranquilo suspiro—.Recuerda que eso es lo que menos quiero hacer…

El dedo medio de Aomine sólo había entrado hasta la mitad, por lo que decidió acomodarse entre las piernas de Kagami y mientras introducía aquel dedo, decidió comenzar a introducir su lengua de manera alternativa, humedeciendo el esfínter anal de su novio para conseguir dilatarlo. Los gemidos de Taiga aumentaban progresivamente a medida que el peliazul realizaba esta acción.

La penetración alternativa entre la lengua y el dedo medio había funcionado, la entrada de Taiga parecía estar más dilatada y los gemidos que salían por los labios de Kagami transmitían el placer que recorría su cuerpo. Aomine procedió a introducir el dedo índice y ahora con ambos dedos, comenzó a penetrar la entrada del pelirrojo. Hacia movimientos de entrada y salida, variando con movimientos circulares dentro.

—Aomine…No puedo más…Ponla por favor…—suplicó mientras se mordía el labio inferior.

—Un poco más, solo aguanta un poco más, cariño—le respondió el peliazul. Él se encontraba igual de impaciente que el pelirrojo, pero recordaba haber leído en internet que el momento de la dilatación era el más importante y que de este dependía el que la otra persona sintiese placer o no. Si no se dilataba de buena forma le produciría un enorme dolor a su pelirrojo e incluso podría hacerlo sangrar, por lo que Aomine de forma paciente y tranquila realizaría aquella labor. Taiga era lo más preciado para él y deseaba que aquella experiencia fuera la más hermosa de su vida.

El peliazul pudo notar que dos dedos no eran suficientes, la entrada de Kagami los apresaba de manera increíble, por lo que decidió añadir un dedo más. Esta vez, con los dedos índices, medio y anular, Aomine penetraba la entrada de Kagami, haciendo círculos y movimientos de tijeras con ellos. Kagami había comenzado a mover sus caderas en dirección opuesta a las estocadas del moreno, aumentando el nivel de profundidad que los dedos de Aomine alcanzaban dentro de él.

Delicados gemidos escapaban entre los labios de Taiga. Ya no aguantaba más, necesitaba sentir a su amado dentro de él. Aomine notó la creciente impaciencia de Kagami y de manera rápida comenzó a rebuscar entre sus cosas. Después de un par de minutos buscando pudo encontrar lo que tanto anhelaba, la cajita de preservativos que había comprado más temprano en la farmacia. Sacó uno de los sobres y comenzó a abrirlo con cuidado, no quería rasgarlo entre la emoción. Cuando ya hubo sacado el pequeño adminiculo de látex, se preocupó de que este no estuviera al revés y lo posicionó en la punta de su glande. Apretó con los dedos índice y pulgar el vértice que se formaba en el preservativo para que no quedara aire dentro de él y comenzó a desenrollarlo a lo largo de su miembro. Kagami miraba atentamente el accionar del moreno. Aquella escena era definitivamente una de las más sensuales que había visto en su vida.

Una vez que Kagami se cercioró con la mirada de que el preservativo se encontraba correctamente ubicado en el falo del peliazul, de forma tímida pero a la vez demandante, alzó sus caderas y separó ampliamente sus piernas, indicándole a Aomine que podía proceder.

El moreno inclinó ligeramente su cuerpo para besar la frente de Kagami, una vez realizado esto, con una voz ronca y sensual, le susurró:

—Cariño, voy a ponerla...Por favor, si llega a doler mucho, sólo avísame ¿Sí?—Kagami asintió con la cabeza y depositó un tierno beso en los labios del peliazul.

Aomine tomó su erecto miembro con la mano derecha y lo guio hasta el esfínter anal del pelirrojo. Se entretuvo jugando algunos segundos presionando su glande contra aquel rosado anillo muscular, haciendo círculos en los bordes. Un gemido de impaciencia de parte de Kagami llegó hasta su conducto auditivo, por lo que cuidadosamente, decidió comenzar a introducir su miembro en la apretada entrada del pelirrojo.

Taiga emitió un sonoro quejido. El volumen de aquel sonido fue tan fuerte que incluso traspasó las paredes de la habitación, resonando por todo el departamento. Asustado ante tal hecho, Aomine detuvo sus movimientos, dejando su miembro a medio entrar.

— ¿Duele mucho? Cariño, no tienes que obligarte a hacer esto, te dije que me avisaras si dolía—le reprendió con un hilo de voz cargado de preocupación. Kagami al escuchar tales palabras llenas de amor por parte del moreno, atrajo el cuerpo de este hacia sí para poder rodearlo con los brazos.

—Por favor, no te detengas—le susurró al oído, mientras afianzaba aquel abrazo, rozando con sus uñas la espalda del moreno.

—Está bien cariño, haré lo que me pidas. Tus deseos son órdenes para mí. —Lentamente Aomine siguió introduciendo su miembro. Deshizo lentamente el abrazo regalado por el pelirrojo, a pesar de que amaba aquel contacto, le impedía poder observar el rostro de su amado. El peliazul deseaba ver todas y cada una de las expresiones y reacciones que se impregnaban en el rostro y cuerpo de Taiga. Había soñado con esos gestos y sonidos  incontables noches, por lo que ahora que tenía la oportunidad, la aprovecharía al máximo. Grabaría aquella noche en las conexiones nerviosas más profundas de su memoria.

El miembro de Aomine ya se encontraba completamente dentro del pelirrojo, este tenía la espalda curvada y cerraba sus ojos con fuerza, acostumbrarse a aquella invasión no sería fácil, pero anhelaba tanto aquel contacto que tal incomodidad sólo era una nimiedad.

—Comenzaré a moverme, Taiga. —Un escalofrío recorrió la medula espinal de Kagami propagándose por todo su cuerpo. Aomine lo había llamado por su nombre en lugar de decirle ‘cariño’ como lo había estado haciendo hasta ese momento. El escuchar su nombre siendo pronunciado con aquella voz ronca y sensual pero no por ello menos amorosa, hacía que su frecuencia cardiaca aumentara irremediablemente. Tantas sensaciones juntas, aquel toque, el sonido ambiente, la profunda voz de Aomine y sus pequeños gemidos, sentía como si el corazón se le fuese a escapar.

Daiki comenzó con un lento vaivén para darle tiempo al organismo de Kagami de acostumbrarse a aquella unión. Roncos gemidos se escapaban entre sus labios, mientras que Taiga mantenía los ojos cerrados de tal manera que podía ver pequeñas luces brillando entre la oscuridad. Aomine comenzó a aumentar la velocidad de las embestidas, su cerebro le indicaba que debía hacerlo más lento mas su cuerpo actuaba de manera autónoma. Sentía como el interior de Taiga lo succionaba y aquello era tan irresistible que le era imposible ir despacio.

Levantó una de las piernas de Kagami y la posó por encima de su hombro para darle más profundidad a sus estocadas. Abrazaba con fuerza la pierna izquierda de Kagami, mientras las embestidas se hacían más y más rápidas. Taiga había abierto lentamente sus ojos, pudo observar como el sensual cuerpo de Aomine lo embestía, gotas de sudor resbalaban por la frente de Aomine, bajando por su mentón, cuello y clavícula y posteriormente por la línea alba de su abdomen, entre ambos músculos rectos abdominales, los cuales se encontraban perfectamente marcados. Aquella imagen tan sensual hizo que un poco de semen escurriera por su uretra y mojara la punta de su glande, dudaba que alguna vez pudiese sentirse más excitado de lo que se sentía en esos momentos. De forma voluntaria paso la pierna derecha por encima del hombro de Aomine, aumentado la profundidad de las estocadas que su novio le propiciaba.

—Más…rápido—ordenó entre deliciosos gemidos provocados por aquella exquisita unión.

Aomine obedeció sin emitir palabras. Sujetando las caderas de Kagami comenzó a penetrar con fuerza al pelirrojo y el sonido característico de la piel chocando entre sí inundo la habitación, al igual que aquel olor tan propio de los encuentros sexuales. Sus cuerpos encajaban perfectamente como si hubiesen sido creados para este momento, ambas anatomías se entrelazaban de forma perfecta, como un rompecabezas cuyas piezas fueron separadas al momento de su creación y que después de tanto tiempo al fin se encontraban, armadas unas con otras. La sensual danza de sus cuerpos no tenía intención de parar, las estocadas eran cada más fuertes y profundas, con cada una de ellas ambos chicos sentían como si estuviesen en el paraíso.

Un hilo de saliva escurría por la comisura de los labios de Taiga, sus gemidos se habían descontrolado cuando Aomine logró dar con un punto dentro de él que lo volvía loco.

— ¿Es ahí?—le preguntó Aomine, mientras repetía aquel exacto movimiento y tocaba con el vértice de su glande el punto que hacía que Taiga perdiera la razón. Kagami asintió con la cabeza incapaz de emitir palabra alguna, aquel placer propiciado por el peliazul lo había transformado en una bestia. Una bestia que instintivamente se movía, gemía y reaccionaba con tal de aprovechar al máximo las deliciosas estocadas dadas por el otro.

Al observar como el glande de Kagami goteaba semen con cada embestida que regalaba, Aomine decidió hacerse cargo del desatendido miembro de Kagami. Mantuvo la mano izquierda en la cadera de Taiga mientras que con la mano derecha, comenzaba a masturbar al ritmo de sus estocadas al salvaje pelirrojo.  Cuando Taiga sintió el contacto, unas pequeñas lágrimas comenzaron a brotar por sus ojos, mientras una sonrisa ligera se plasmaba en su rostro tan rojo como la sangre. Aomine Daiki lo estaba haciendo ver el cielo. Las sabanas de la cama se encontraban húmedas, el sudor que goteaba de ambos chicos y demás fluidos corporales habían invadido aquel lugar hecho para dormir. Siguieron regalándose amor mutuamente por otro largo periodo de tiempo, Aomine mantenía los ojos semi-cerrados mientras se mordía el labio inferior. Taiga al mismo tiempo, observaba al peliazul con los ojos perdidos y dilatados, como si estuviese bajo el efecto de alguna potente droga. Y es que eso era Aomine Daiki para él, una hermosa y sensual droga de la cual sin darse se cuenta, se había hecho incontrolablemente adicto.

Daiki acercó su rostro al de Taiga mientras seguía con el vaivén de estocadas.

—Taiga, estor por venirme—le susurró, observándolo a los ojos, sintiendo como la tibia y agitada respiración del otro se propagaba por su rostro.

—Te amo—respondió Kagami entre gemidos. Aomine sonrío delicadamente y con aquella voz ronca que volvía loco a Taiga le profesó:

—Yo también te amo, Taiga. —Posterior a esto, los labios de ambos chicos se fusionaron en un sensual beso cargado de amor y lujuria. Un beso donde consumaban todos sus sentimientos y emociones, un beso tan especial que ambos recordarían por el resto de sus vidas.

El frenético vaivén comenzó a llegar a su clímax, los gemidos de ambos chicos se propagaban por toda la habitación, la mano de Aomine se movía con demasía masturbando a su amado, mientras que este presionaba con fuerzas sus caderas contra el falo de Aomine. Sus cuerpos fusionados rápidamente ascendían al cielo, aquellas sensaciones tan placenteras producto de la unión se propagaban rápidamente por las fibras nerviosas de sus cuerpos. El primero en terminar fue Taiga, su gemido de placer se perdió en el aire mientras un chorro de semen espeso y blanquecino ascendió por su conducto deferente y posteriormente salió por la uretra para estrellarse entre sus músculos rectos abdominales, dejando parte de la esencia también en la mano de Aomine. El orgasmo de Taiga, provocó la contracción de  las paredes musculares de su entrada de forma abrupta, por lo que unos segundos después, con un quejido ronco y sonoro, Aomine expulsó el semen a causa del orgasmo dentro del cuerpo de Kagami. La respiración acelerada de ambos chicos era lo único que se escuchaba en aquella habitación. Sin deshacer la unión, Aomine se recostó sobre Kagami, mientras que este lo rodeaba con sus brazos. Sentían el fuerte latir de sus corazones uno contra otro, pecho contra pecho y se encontraban realmente felices por ello. Lo que ambos habían realizado era mucho más que un simple acto sensual, eran dos chicos que se amaban fervientemente y habían hecho el amor en la máxima expresión de la palabra.

Estuvieron así por varios minutos, hasta que Aomine notó que su amado había caído profundamente dormido. Lentamente salió de la entrada de Kagami con su pene medio flácido, tratando de no de despertar a su amante. Se quitó el condón rápidamente antes de que por producto de su flacidez, comenzara a chorrear semen. Le hizo un pequeño nudo al material de látex y lo tiró al tacho de la basura.

Kagami se había acomodado en posición fetal mientras seguía durmiendo. Aomine se instaló al lado de él, abrazando al pelirrojo por la espalda. Tomó las frazadas de la cama cubriéndose a ambos con ellas, ambos se encontraban desnudos y deseaba mantener el calor que propagaban sus cuerpos.

Aomine cerró sus ojos y lentamente cayó a los brazos de Morfeo.

 

Un sonido persistente y molesto despertó a Kagami. El pelirrojo abrió los ojos lentamente y aguzó su oído para descubrir el origen de aquel desagradable ruido, en menos de 3 minutos ya se había dado cuenta del origen de aquella molestia. El pequeño felino negro que había recogido la noche anterior se encontraba maullando y arañando la puerta de su dormitorio. Kagami observó a Aomine y pudo notar que el moreno dormía plácidamente, por lo que sigilosamente se levantó de la cama para dejar pasar al felino. Cuando abrió la puerta el gato entró rápidamente a la habitación y de un salto llego a la superficie de la cama. Con pasos lentos el pequeño gato se instaló en la desnuda espalda de Aomine. Kagami observó preocupado la situación, no quería despertar a su novio, sin embargo aquel felino de forma imprudente, no había encontrado nada mejor que acomodarse en la espalda de su novio. Lentamente Kagami se acercó a aquella mota de pelo negro para quitarlo de la espalda de Aomine, sin embargo, cuando sus manos estaban por hacer contacto con él, el gato chilló de mala manera y rasguñó la piel morena del chico que servía como cama. Taiga tomo rápidamente al gato y le reprendió:

— ¡Eres un gato malo!—El felino acerco su cabeza al rostro de Taiga y comenzó a lamerlo con aquella lengua áspera que provocaba cosquillas. Divertido por la situación, Kagami depositó al pequeño felino sobre los pies de la cama, soltando una pequeña risita. No podía enfadarse con tal bello animal.

—Ya me preguntaba porque tanto escándalo y veo que es el pequeño bastardo otra vez—pronunció un perezoso Aomine, exhalando un gran bostezo—.Ese maldito gato me despertó…—se quejó.

—Lo siento, Aomine—se disculpó. Se acomodó nuevamente en la cama, dejando su rostro frente al del moreno.

—No te preocupes, cariño—le respondió Daiki, esbozando una bella sonrisa—. ¿Cómo te sientes? ¿Está tu cuerpo bien?—preguntó algo preocupado.

—Me duele un poco el cóccix…pero creo que nada más fuera de eso—le respondió Kagami. Depositó un tierno beso en los labios del moreno.

Aomine abrazó a Taiga y beso tiernamente su mejilla, se encontraba realmente feliz de que su amado no sufriera nada salvo un pequeño dolor de espalda. Deseaba profundizar el abrazo pero sintió una cosa peluda entre ambos.

El felino negro se había acostado entre ambos chicos y ronroneaba apaciblemente mientras sus ojos azules se encontraban cerrados. Aomine miró de mala gana al gato y Kagami se largó a reír al observar la situación. Aomine y el pequeño gato no se llevaban para nada bien.

— ¡Agh! Maldito gato, enserio Kagami, si molesta una vez más, terminaré echándolo por la ventana—le advirtió de mala manera a su pelirrojo, mientras que este contenía las risas.

—Yo creo que es lindo. —Kagami comenzó a acariciar el lomo del pequeño animal—.Sólo quiere estar con nosotros. Nos debe ver como sus padres.

Aomine abrió sus ojos de par en par cuando oyó las palabras pronunciadas por Kagami. Este último levantó su vista con confusión al notar que no recibía respuesta de parte de su amado. Cuando observó la cara de perplejidad que se marcaba en el rostro del moreno, se dio cuenta del sentido que sus palabras contenían. Una oleada de sangre se apoderó rápidamente de la epidermis de las mejillas de Kagami y una vergüenza indescriptible comenzó a propagarse entre las terminaciones nerviosas de su cuerpo.

—Yo...esto… no quise decir—Sus entrecortadas disculpas fueron acalladas por un repentino beso. Aomine besaba con demasía los labios del pelirrojo y este desconcertado, se dedicó a corresponder de la mejor manera aquel contacto.

Una vez que fueron separados por la falta de aire, Aomine dibujó una hermosa y angelical sonrisa en su rostro. Las palabras dichas por Kagami lo alegraban profundamente.

—Así que este pequeño bastardo sería como nuestro hijo ¿Verdad?—le preguntó feliz, mientras que comenzaba acariciar el lomo del animal, el cual había sido abandonado por las manos de Kagami.

—Bueno…Yo—Taiga no sabía que responder. El sólo hecho de que la palabra “hijo” estuviese involucrada en una conversación entre ellos le hacía perder la cabeza. Siempre había pensado que sería bello adoptar un niño.

—Incluso podríamos casarnos, ¿Sabes?—Aomine habló con seriedad.

Las neuronas de Kagami daban vueltas rápidamente, todo había sido demasiado rápido y no sabía cómo responder. Lo único que podía asegurar era que se encontraba extremadamente feliz.

— ¿Lo dices enserio?—le preguntó tímidamente, mientras observaba como el felino dormía plácidamente.

—Claro que sí…—respondió Aomine, dejando de acariciar al felino y tomando el mentón de Kagami para fijar su vista en él— .Kagami Taiga, ¿Deseas ser mi prometido?—le preguntó con determinación. Pensó en preguntarle si deseaba casarse con él, pero apenas eran dos chicos de 16 años que recién habían ingresado a la preparatoria, por lo que quedaba un largo camino que recorrer si de bodas se trataba.

Teniendo cuidado de no aplastar al felino, Kagami se acercó al rostro de Aomine y lo besó con pasión. Necesitaba sentir los labios del moreno contra los suyos.

—Acepto ser tu prometido, Aomine Daiki—le respondió el pelirrojo una vez concluido aquel fugaz pero ardiente beso.

Tan sólo hace 5 meses habían comenzado con esta pequeña aventura, apenas la noche anterior habían hecho por primera vez el amor y aquella mañana, habían decido casarse. Ambos se amaban de tal manera que aunque todo pareciese ir muy rápido, estaban seguros sobre sus decisiones, eran felices como nunca antes lo habían sido y ambos sabían que al dar el siguiente paso, aquella felicidad no haría más que aumentar y es que, ¿Cómo no ser feliz cuando se está con la persona que uno ama?

 

 

Notas finales:

¡Espero que hayan disfrutado de este one shot! ^^ cualquier duda crítica y comentario lo recibiré feliz en los comentarios. Un abrazo enorme y un besote gigante

Riko off.


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