Despierto, aun no sale el sol, pero eso ya es común, desde luego. Como siempre pasa…si soy sincero perdí la cuenta de cuánto tiempo llevo en esta rutina.
Me resigno al hecho de que no seguiré durmiendo y me dispongo a prepararme un té, me siento en el sofá y me tapo con una manta para evitar el frio.
Enciendo el televisor, más que nada para que me haga compañía, ya que a esta hora no suele haber mucho que ver. Bebo un sorbo, seguido de otro hasta terminarme el contenido de la taza, dejo la taza en la mesita que está a mi costado derecho.
¿Por qué pasa esto? Me pregunto por enésima vez, porque noche tras noche es la misma rutina, el mismo puto sueño, es tan real tan tangible, tan vivido que siento como si de verdad estuviera pasando, bueno la verdad es que si paso, cada parte de ese sueño, de principio a fin es real, son hechos que ocurrieron, pertenecen a una época lejana, a una era ya olvidada por la humanidad, una era en la que dominaba el miedo y la incertidumbre, donde cada día podía ser el último, o al menos para algunos, dentro de los cuales estaba yo.
Viví una vida maldita, o algo así. Tenía sobre mis hombros una gran responsabilidad, una gran carga que sobrellevar, un pasado de mierda y un futuro incierto, esa fue mi realidad, hasta que un día, sin previo aviso llego una luz, una esperanza a mi vida, algo que me hizo ver las cosas de otra manera.
Fue el, sin duda alguna, el me hizo ver todo distinto, donde había oscuridad, el trajo luz, donde había corrupción el purifico, donde antes hubo solo dolor trajo amor.
Pero como el destino es un hijo de puta, hizo de las suyas y se las arreglo para destruir mis ilusiones, me quito ese rayo de luz que alumbro mis días.
Tal vez yo fui el idiota por ilusionarme, pero eso no hace que deje de odiar, de odiarlo todo, odio a aquellos que me hicieron hacer lo que hice, odio a quienes creyeron en mi, odio en lo que me convertí, odio al fatídico destino, odio mi vida pasada, odio esta nueva vida, odio mis recuerdos y odio por sobre todas las cosas el hecho de no poder hacer nada para remediar lo que hice.
Ese pecado inexpiable, que me perseguirá para siempre, mi mente jamás podrá olvidar lo que paso, sin importar que haga llevare esa carga para siempre conmigo.
Asesino, así de simple, esa palabra me define, yo mismo fui y sigo siendo el causante de mis penas, yo mismo me arrebate lo que tanto quería, jamás me lo podre perdonar aún cuando sepa que en si fue la decisión correcta.
Si pudiese volver el tiempo atrás lo haría, cambiaria todo, actuaria egoístamente sin importarme las consecuencias y sin pensar en nada ni nadie más.
Volviendo al sueño, es muy simple en verdad pero muy doloroso a la vez.
Una voz familiar me habla, me dice lo que debo de hacer en caso de emergencia, el cómo debo procede, el cómo debo deshacerme de él si llega a perder el control, yo solo asiento y me retiro…la escena cambia repentinamente y paso de estar en el pasillo de el cuartel al exterior, y justo frente a mis ojos lo veo, a él, convertido en aquella mole de 15 metros, descontrolado, como un animal, matando, devorando, acabando con todos a su paso.
Se lo que tengo que hacer, maniobro y con dificultad llego a su cuello, sostengo el cuchillo en mi mano temblorosa, no hay tiempo para basilar, miro hacia abajo donde me hacen la señal mientras huyen, cierro los ojos y un par de lagrimas se escurren de mis ojos, alzo el cuchillo y lo clavo en el lugar adecuado y luego todo se vuelve un infierno, mi cuerpo cubierto de su sangre, su cuerpo humano ya separado del de el titán , inerte entre mis brazos. Grito, lloro qué más puedo hacer, lo perdí, lo mate, tal como se me dijo actué y ya no me queda nada, ya no tengo porque vivir. Dejo su cuerpo en el suelo, le doy un beso en la frente “espérame, ya nos reuniremos” susurro y siento el frio metal clavándose en mi pecho, caigo abatido por mis propias manos.
En ese punto es donde despierto, frustrado, asustado, inseguro, enojado, miles de sentimientos vienen a mí.
El sol ya salió, debo prepararme para otro día laboral.
Después de desayunar y asearme me vuelvo a sentar en el sofá, aun quedan algunos minutos.
Siempre aguardare por él, siempre albergare esperanzas de volverlo a ver pero hasta entonces…
Vuelve a mi Eren…