Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Desliz imperial. por luky_luze

[Reviews - 2]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

No tengo mucho que decir, solo que...

¡No me arrepiento de nada! 

Es mi nueva Ship-crack :3

Notas del capitulo:

Bueno... este fic surgio con la intencion de hacer algo nuevo como fanficker es completamente diferente a lo que suelo escribir.

La narracion en la que se centra es nueva para mi, asi que sean piadosos conmigo.

La ship tambien es nueva para mi, me encanta :3 Surgio en mi en un momento de depresion (?)

La idea en la que me centro tambien es una de las mas sencillas que he tenido, asi que...

Mmm creo que eso es todo

No digo mas y les dejo leer.

Desde que eras pequeño has cargado sobre tu espalda una gran responsabilidad con tu pueblo como el emperador que eres para ellos. Tu vida se ha regido por reglas, juramentos, estatus, poder… si, tu vida no ha sido sencilla desde el principio. Eras un ser humano, uno con demasiado poder, tanto para poder causar una guerra al país que tú quisieras, mas no lo hacías porque ese no era uno de tus caprichos.

Tus caprichos han marcado a más de una persona. A más de un pueblo.

¿Acaso importaba? En realidad no.

Al menos a ti no te importa.

Todo tenía que salir tal y como lo planificabas. Cada uno de tus hombres sabía lo que tenían que hacer en el palacio real. No permitías ninguna falla, ni saltarte un solo detalle. Había reglas y esas reglas se cumplían al pie de la letra. Tú las impusiste, y tu mundo entero giraba adverso a ellas. El estado estaba en un momento de paz con todos los países aliados. Al menos eso es lo que querías pensar, pero tu subconsciente sabía perfectamente que eso no era del todo cierto. Los mongoles –aquellos que trataron de doblegar a China- tenían la intención de llegar hasta Japón con tal de expandir su territorio.

Sonreíste internamente. Eras consiente del salvajismo y la experiencia que ellos tenían en el campo de batalla, pero ellos no contaban con que tu ejercito era uno de los mejores en batallas territoriales. Con mayor razón con el capitán que tienes para dirigirles. Ellos eran sádicos a la hora de asesinar a sus adversarios, pero tu ejército era más inteligente, capaz y solo los mejores podían estar entre tus filas. Después de todo…

Un error podía marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

No eran las palabras que esperabas recibir de quien fuera tu padre a la edad de 5 años en ese momento pero… algo de razón tenía.

Un error, cualquiera que fuera definía quien era el vencedor y quien el perdedor.

“En todo caso, yo nunca pierdo. Soy absoluto y mi palabra es ley” pensaste, levantándote de tu asiento. No estabas de humor para continuar con aquellos pensamientos. Ahora que lo contemplabas ¿Qué fue lo que te llevo a perder tiempo al tenerlos?

Nada irrelevante, de eso estas seguro.

-Ryota…- llamaste a tu secretario, este ha estado a un lado tuyo, oculto entre las penumbras –me retiro a mis aposentos. No quiero que nadie me moleste- aclaraste, aquel chico rubio asintió sin chistar –en cuanto Shougo regrese, dile que vaya a verme durante la cena- agregaste, viendo como aquel chico se sonrojaba un poco, maldiciones del amor, supones.

-¿H-hoy regresa, mi señor?- pregunto, viéndote esperanzado.

-¿Por qué no le preguntas?- señalaste a una esquina de la sala donde se encontraban, entre penumbras y la poca iluminación del lugar no se distinguía nada, pero… a ti nada se te escapa. Como siempre.

-Te gusta el dramatismo, Akashi- tu capitán, era de los únicas personas que tenían la suficiente voluntad y confianza para llamarte tan altaneramente, aun sabiendo que el que lo hiciera se le condenaba a muerte –Ryota…- murmuro, recibiendo entre sus brazos a tu secretario, pasando de tu autoridad como emperador.

-No permito este tipo de comportamiento en mi palacio, Shougo- exclamaste, frunciendo levente las cejas.

-Me importa poco lo que pienses Akashi. Hace tres meses que no veo a mi esposo- te encaro, frunciendo las cejas. Sino es porque era uno de tus mejores hombres ya lo hubieras mandado a ejecutar –además, hice lo que me pediste, no te quejes-

-Haizakicchi, es el emperador. No puedes hablarle así- suplico el rubio, viendo angustiado al peli gris.

-Tienen suerte de que no los mande a ejecutar- murmuraste, terminando con esa conversación, asegurándote de que el mensaje les quedara claro –quiero un reporte completo de la misión, Shougo- advertiste, viendo fríamente al peli gris que asintió, enfocándose después en aquel rubio que tenía por pareja. Saliste del salón, para ir rumbo a tus aposentos, tronándote el cuello y los nudillos. No podías tener más contemplaciones con ese peli gris. Te venia importando poco el que en unos meses iba a ser padre.

Le impartirías respeto a tu persona y título, de una manera no muy digna de un emperador.

Caminaste por los pasillos vacíos del palacio real, no era extraño que el lugar se encontrara en penumbras y silencio sepulcral, después de todo, el día de apoco estaba terminando. Fuiste andado por pasillos, y velas, y por un gran número de habitaciones que eran de tu propiedad. Pues el ala de los dormitorios de tus empleados estaban al otro extremo del palacio. Solo ocupabas esas habitaciones para invitados especiales y sobresalientes. Ningún mortal tenía derecho a hospedarse ahí.

-¿Te has enterado? Dicen que lo que paso con el señor imperial de Akita fue traición mas no un ataque mongol- detuviste tus pasos al escuchar esas palabras de una voz masculina.

-Eso es imposible- protesto una voz femenina -¿Quién sería tan idiota para traicionar a uno de los amigos más cercanos de nuestro emperador? A sabiendas que la persona que lo haga traicionaría al mismo Akashi-sama-

-Tienes razón- secundo una tercera voz –además, nuestro señor no se ha mantenido con los brazos cruzados, busca por cielo, mar y tierra al responsable de lo acontecido con Murasakibara-sama-

-Hablando del señor imperial de Akita- agrego la voz masculina -¿supieron lo que paso con su prometido? El pobre chico aún no se recupera de la pérdida de Murasakibara-sama-

-Era normal, fue concebido y criado para contraer matrimonio con él. Era obvio que resultara enamorado tan perdidamente de su persona-

-Lo importante es que nuestro emperador no lo ha dejado solo ni un solo momento, confió plenamente que nuestro señor sabrá manejar esta situación y hará hasta lo imposible para conseguir venganza por lo acontecido con el señor imperial de Akita-

Ignoraste lo que continuaban murmurando tus empleados, caminando en silencio por los pasillos de tu palacio con una paz y calma infinita, solo como tú podías hacerlo. Solo han pasado cinco meses desde que se te notifico de la muerte de uno de tus mejores amigos y el señor imperial de unas de las ciudadelas más influyentes e importantes de tu imperio. Claro que no dejarías impune ese acto atroz, y castigarías con pena de muerte al culpable de este ataque a tu gobierno.

Aun si este era inocente.

Abriste con imponencia y elegancia aquellas pesadas y finas puertas de madera, haciendo eco en la habitación y el pasillo mismo. Buscaste con la mirada aquella persona, aquella que desde hace meses había despertado en ti más que simple deseo sexual y carnal. Despertó en tu corazón frio una inexplicable calidez y pureza. Un deseo infinito por marcarlo como tuyo y que de su vientre naciera tu primogénito.

Te había enamorado.

-Sigues siendo tan puro y frágil como aquella vez- susurraste, viendo con admiración la figura que reposaba en el lecho acompañada de diversas almohadas y fotones, acariciando su mejilla con delicadeza y cuidado de no despertarle. Robando de aquellos finos y delineados labios un beso.

-Me alegra saber que puedes darte un tiempo de tus responsabilidades con el país para asistir a mi boda, Aka-chin- comento feliz tu amigo, viéndote con entusiasmo mientras bebía un poco de su te de sakura.

-Eres uno de mis mejores amigos, además… no todos los días se casa uno de mis señores imperiales. Era normal que asistiría a tu boda, Atsuhi- agregaste, tomando un poco de tú te de hierbas -¿y bien? ¿Quién es la afortunada? No mencionaste nada en tu mensaje-

-No es ella sino el, Aka-chin- comento, pudiste ver en sus ojos un particular brillo –tiene 16 años, pero en tres días se volverá formalmente mi esposo, y en dos años la madre de mi primer hijo. Deberías verlo, es hermoso… lo mejor es que desde su nacimiento se me comprometió con él, lo que significa que es mío desde que nació- agrego complacido, le viste extrañado por su comportamiento, pues normalmente no haría caso a algo tan absurdo como un matrimonio forzado –me he enamorado…- eso si te tomo por sorpresa.

-¿Tan bueno es?- preguntaste alzando la ceja, te parecía imposible de creer eso viniendo de tu amigo.

-Es hermoso… te lo presentare- agrego, llamando a una de sus sirvientas. Viste que le susurro algo al oído y después esta se retiró de la habitación donde estaban, los rayos del sol entraban por un gran ventanal adornado con múltiples flores y adornos. Eran inicios de primavera, por lo que el ambiente era cálido y fresco.

-¿Cómo puedes decir amor? tienes a tu disposición varias mujeres y a donceles que están dispuestos a hacer lo que sea por ti… es imposible aquel acto viniendo de ti, Atsuhi-

-No me interesan ninguna de esas mujeres y hombres Aka-chin- se quejó, viéndote con el ceño fruncido, cruzándose de brazos –yo tampoco sé cómo sucedió esto pero… paso, me enamore. Ya lo veras cuando lo conozcas- aseguro –su belleza y pureza supera a cualquier otro ser humano en la tierra-

-Lo que digas- no querías continuar con esa absurda conversación, lo mejor era decirle que si a tu amigo. Pasaron los minutos entre conversaciones de diversas índoles –entre esas destacaban las intenciones de conquista de los mongoles que tenían por enemigo tu nación- no había sido la visita más divertida que hayas tenido en la vida pero… de algo te sirvió distraerte de tus deberes.

Pero una palabra de gran impacto para muchas personas hizo eco en tu mente.

¿Amor? en tu vida no existe esa palabra.

Si no habías contraído matrimonio aún era porque tu padre no lo dejo estipulado en su testamento. Tenías varias mujeres en tu harem, tanto así que podrías escoger a cualquiera para que fuera la madre del descendiente de tu imperio. Mas no lo hacías porque no estaba en tus planes tener un hijo, mucho menos una mujer con la que quieras acostarte hasta que tus deseos carnales estuvieran satisfechos. Simplemente… querías cumplir con tus obligaciones con tu imperio y ya después lo que la vida quisiera. No tenías intención alguna de enredarte con otras personas.

Al menos eso fue hasta que le viste entrar por aquellas puertas.

Parecía un pequeño ángel caído del cielo.

-Saku-chin, quiero presentarte al emperador Akashi Seijuuro, mi mejor amigo- viste un chico de tez blanquecina, castaño y tímido a simple vista.

-Me llamo Sakurai Ryo, soy el prometido de Murasakibara-sama, un honor y privilegio conocerle mi señor- se presentó el chico, haciendo una reverencia en tu honor, le viste de arriba abajo, aprendiéndote cada una de las partes de su cuerpo. Era delgado, y de complexión fina dirías tú y aquella fina túnica de ceda con color dorado y café combinados con sus ojos limpios y brillantes se le veía apetecible al paladar y a la pupila.

-Mucho gusto, Ryo- articulaste, no lo tenías del todo contemplado pero… algo en él te había atraído.

-Bien, parece que se cayeron bien- rompió con aquella extraña atmosfera tu amigo, agradeciste internamente eso –Saku-chin, quería que conocieras a Aka-chin porque lo considero uno de mis mejores amigos, en el recae mi vida y mi gobierno. Por tal motivo, si yo llegara a faltarte, me gustaría que Aka-chin cuidara de ti, como yo cuido de ti- expuso el peli morado. En ese momento alzaste la ceja extrañado.

-¿Estás seguro de lo que estás haciendo Atsuhi?- preguntaste, viendo seriamente a tu amigo.

-Por supuesto, Saku-chin en unos días será mi esposo- siguió, viéndote con seguridad –eres mi mejor amigo, por tal motivo pongo en tus manos uno de mis tesoros más preciados- agrego con toda la seriedad del mundo, desconcertándote un poco –si yo muero, quiero que te hagas cargo de Ryo- demando, considerabas como loco a tu amigo pero… no pudiste negarte a nada.

No cuando aquellos ojos tan limpios y brillosos te veían expectantes, ingenuos pero llenos de amor incondicional a tu amigo. No podías fallarle.

-Lo hare, solo porque me lo pediste- trataste de convencerte que lo estabas haciendo por tu amigo y su pareja. Pero en el fondo sabias que eso no era cierto, aquellas intenciones iban más allá de una amistad y un matrimonio. Ibas a hacerlo por conveniencia propia, como siempre. Solo que esta vez tomarías medidas más extremas que en ocasiones anteriores. Tenías algo completamente seguro en ese momento:

Días de traición, dolor… muerte se avecinaban como los rayos de la tarde de aquel día de primavera. Ibas a hacer lo que sea con tal de que ese niño fuera tuyo.

-Hmmm…- se removió inquieto en el lecho, buscando escapar de tu mano que acariciaba sus cabellos y mejillas, no sabías si lo estaba haciendo por inquietud o por buscar un poco de tu calor corporal. Sonreíste para tus adentros, aquel chico no terminaba por sorprenderte.

-Ryo… despierta, ya es muy tarde. Tienes que comer algo- susurraste, continuando acariciando la mejilla pálida del menor.

-No quiero…- respondió, levantando un poco la cara. Sus mejillas tenuemente sonrojadas al percatarse de tus caricias le daban un toque adorable, mas no aparto tus manos de su cara –porque… él era demasiado joven para el destino que le toco. Íbamos a casarnos ese mismo día- su voz se quebró mas no apartaba su mirada de la tuya, buscando algún consuelo en tus ojos.

-Ya han pasado cinco meses desde su muerte ¿no crees que ya es hora de que lo dejes ir? A Atsuhi no le hubiera gustado encontrarte en ese estado, llorando por los rincones del palacio su perdida- le explicaste, limpiando con tus pulgares las lágrimas que aun rodaban por sus mejillas. Sabías que no era sencillo lo que le estabas pidiendo, lo sabias perfectamente pero odiabas ver llorar aquel ángel por un muerto.

-Lo ame… sigo haciendo Akashi-sama, no puedo dejarlo ir- aquella declaración fue como un par de puñales clavándose en lo más profundo de tu corazón. Tenías que hacer algo con tal de que ese niño te viera de la misma manera en la que veía a tu amigo, lo obligarías a que se olvidara de él, lo obligarías a que te amara solo a ti. Así te llevara la vida entera.

-Solo tienes 16 años, tienes una vida por delante- dijiste, obligándole a que te viera a los ojos –eres lindo, hermoso… eres todo aquello que a los hombres les atrae- seguiste, invadiendo su espacio personal, colando tus labios hasta rozar con su cuello, mordiste una pequeña zona de aquella blanquecina piel, logrando arrebatarle un sonoro y excitante jadeo –tienes todo aquello que me vuelve loco- agregaste, subiendo tus labios hasta su oreja, logrando estremecerle.

-A-Akashi-sama- jadeo, poniendo sus manos sobre tus hombros, en un intento de que te apartaras de él –y-yo no puedo. No quiero- le acostaste de nuevo pero esta vez poniendo tu cuerpo sobre el suyo, tocando cada parte del cuerpo de aquel niño que las costosas y finas túnicas te permitían –si-siento que lo estoy traicionando, deténgase por favor-

-No estas traicionando a nadie- consolaste, viendo con intensidad el cuerpo semi desnudo que tenías a tu merced –ya no está más, Atsuhi murió. Ya no volverá- seguiste, sin un poco de tacto en tus palabras –ya no le perteneces, nunca le perteneciste- continuaste, abriendo con cuidado las ropas que impedían verle desnudo -sé que lo amas, sé que tu perdida es difícil pero yo… yo estoy dispuesto a esperar el tiempo que sea necesario para que termines enamorándote de mí. No te dejare ir, no dejare que veas de la misma manera en que viste a Atsuhi a otra persona que no sea yo- demandaste, viendo seriamente al castaño el cual se estremeció con tu mirada fría y dura. Terminarías por quebrarle pero… no ibas a arrepentirte de nada.

-Él nunca te amo- exclamaste, viendo como sus ojos se abrían de asombro e incredulidad –algo que tienes que entender en este mundo es que no debes confiar en nadie, siempre terminaran por traicionarte “incluso yo...”. Atsuhi no era la excepción, el solo te quería como un objeto, algo sin valor. Tienes algo que le obsesionaba contigo- explicaste con toda la frialdad que tu corazón pudiera reflejar en tus palabras –yo te ofrezco algo que nadie en esta vida podrá ofrecerte. Te doy poder, respeto, el dinero de una nación entera- seguiste, mostrando con los brazos abiertos la lujosa habitación donde estaban los dos –te ofrezco la vida que debiste tener desde el inicio pero a mi lado, no te faltara nada, ni a ti ni a nuestros hijos. Te ofrezco lo que ningún mortal tuvo la fortuna de reclamar como suyo: mi corazón y mi vida están a tus pies-

-N-no sé qué de-decir… yo, no se…- le callaste con un pequeño beso en los labios, que al pasar los segundos se fue intensificando, hasta que el aire de sus pulmones se terminara.

-No tienes que pensar en nada, disfruta del tacto que te ofrezco hasta el amanecer. Deja que tu cuerpo hable por ti- declaraste, acariciando con cuidado y sutiliza aquel fino y blanco cuerpo. Era un niño y doncel además… quizá en esta noche su vientre portaría a tu primogénito.

Sería el primero de muchos más que solo en su vientre engendrarías.

-¿Si entiendes que en su noche de bodas lo embarazaras, verdad?- le preguntaste a tu amigo, aquel niño moriría si se embarazaba de el en ese momento.

-No me correré dentro si él lo quieres decir, Aka-chin- exclamo despreocupado tu amigo –no te preocupes, ya tengo todo contemplado para esta noche-

-Pero…- ya no agregaste algo más por el llamado a la ceremonia nupcial de Murasakibara. Era el momento de actuar –Atsuhi…- le llamaste –solo tengo una cosa que agregar antes de tu gran día- te vio extrañado por tu repentino cambio de comportamiento mas no le diste importancia –bebe este trago de sake conmigo, será tu ultimo brindis de soltero. Tenemos que hacerlo especial- sonreíste, calmando algún indicio de sospecha en el peli morado.

-A ti nunca puedo negarte nada, Aka-chin- murmuro, tomando de tu mano el vaso de sake que le ofrecías –no tengo nada que decir al respecto-

-Yo si- alzaste tu vaso en señal de victoria –les deseo a ti y a Ryo una prospera vida juntos- seguiste, sin apartar la mirada de la de tu amigo –hasta que la muerte los separe, Atsuhi-

-Hasta entonces Aka-chin- exclamo Murasakibara, bebiendo de golpe aquel trago de sake. Supones tú que por los nervios de la boda, ni tiempo tuvo de cerciorarse que aquello que le diste a beber era todo, menos sake. Sonreíste para tus adentros al ver a tu amigo tambaleándose de un lado al otro por la habitación, chocando con uno que otro cuadro y un florero, en un intento de seguir de pie se sostuvo de una de las cortinas de la habitación, más aun así cayó inconsciente ante tus pies.

-Una cosa más, Atsuhi- le susurraste al odio a tu amigo desmayado –no permitiré que Ryo se quede a tu lado. Primero te mato antes de ver como aquel niño regresa a tus brazos- continuaste, quitando unos cuantos mechones de su cabello del rostro –es una lástima, eras mi mejor amigo pero… tu prometido no puede permanecer más a tu lado, lo quiero para mí. Mi futura emperatriz- agregaste, apartándote un poco del cuerpo inconsciente de Murasakibara al escuchar pasos acercándose.

-¿Está todo listo?-

-Sí, Akashi-sama- te respondió uno de tus hombres disfrazado de mongol –todos y cada uno de los invitados a la boda han sido ejecutados como usted ordeno-

-Perfecto, llévense a Atsuhi de aquí. Una vez lo hayan llevado lejos encárguense de quemar el palacio- sonreíste complacido por las acciones de tus hombres -¿Dónde está Ryo?-

-Sakurai-sama se encuentra en su carruaje mi señor, esta inconsciente como lo pidió-

-Iré a verlo, encárguense del resto. Es una orden- demandaste, saliendo a paso elegante y sin titubear de la habitación, importándote poco de los testigos que aun estuvieran con vida o los invitados que buscaban salir de ahí desesperadamente, morirían en cuestión de minutos.

Después de todo… hasta donde saben, lograste escapar a tiempo de aquel ataque mongol, seguido del prometido del señor imperial de Akita, los únicos sobrevivientes de aquella masacre.

-A-Akashi-sama- jadeo perdido en el placer el menor que tenías entre tus brazos, ahogando un gemido en tus labios. Abriste más sus piernas buscando más acceso a su interior, no dejabas de embestirle con fuerza.

-Ryo…- gruñiste al sentir sus uñas marcando tu espalda, era demasiado para su primera vez –Ryo…- jadeaste, masturbándole para que se perdiera entre los delirios del deseo carnal en el que estaban -…eres mío. Recuerda esta noche siempre- exclamaste, mordiendo su cuello para continuar con sus pezones, asegurándote de dejar varias marcas en ese cuerpo blanquecino.

-M-mi señor…- gimió quedamente el castaño –m-mi vientre se siente raro- murmuro a tu oído.

-Eso quiere decir que pronto acabaremos, relájate Ryo- seguiste profanando su interior, besando sus labios, embriagándote más de ellos –eso fue rápido- se sonrojo por tus palabras, en especial al ver su esencia en tus manos.

No supiste cuánto tiempo más paso en esos ojos cafés, hasta que al final terminaste por llenándole por completo, viendo como sus ojos se volvían más acuosos y llenos de otra cosa que no sabías como llamarlo, demasiada erótica era esa escena para ti. Saliste de su interior una vez sus respiraciones se habían normalizado, se abrazó a ti una vez te acostaste a su lado, buscando calor corporal, cariño pero sobre todo seguridad de que se sentía amado y querido. Al parecer tus planes de manipulación habían funcionado.

Pasaron unos minutos cuando cayó dormido rendido por el estrés mental y el esfuerzo físico de la última hora. Le besaste por última vez sus labios, quitando esos mechones húmedos de cabello que impedían verle su rostro. Saliste de la cama, admirando como dormía plácidamente, su respiración tranquila y su cuerpo apenas cubierto por una fina sabana te tranquilizaba mucho, te daba una paz imposible de explicar.

Te colocaste solo una túnica larga que se deslizaba por el suelo del palacio por lo larga que era, le diste una última mirada a aquel niño y saliste en silencio de la habitación, la noche había caído ya sobre el palacio real.

-¿Tengo que preocuparme por algo, Haizaki?- preguntaste, viendo a tu capitán y después a la noche y sus estrellas.

-En realidad no- contesto el peli gris, viéndote seriamente –la misión esta completada si es lo que te preocupaba- siguió –con esto… me das tu palabra de que dejaras a Ryota y a mi hijo lejos de esto, ¿cierto?- pregunto, viéndote ansioso.

-¿Trajiste lo que te pedí?- asintió –entonces sí, no me meteré con tu esposo e hijo. Despreocúpate Shougo- agregaste, con un particular brillo en tus ojos –retírate, y ninguna palabra de esto a nadie, okey-

-Lo que digas. Está en la otra habitación lo que querías- una vez viste que se alejó de tu presencia, entraste al cuarto continuo de donde descansaba Ryo, cuidando de que no te viera al hacerlo. Caminaste hasta donde se encontraba un pequeño cofre café con algunos diamantes a su alrededor. Lo abriste y de ahí sacaste la prueba de que todo lo que hacías tenía sus razones, la razón por la cual te temían en tu imperio, por la cual absolutamente nadie te contradecía.

La razón por la que la mayoría de tus allegados te llamaban loco.

-Parece ser que si estabas enamorado de Ryo… Atsuhi- murmuraste, viendo con detenimiento el corazón de quien fuera uno de tus amigos –es una pena que no vivas para contárselo- arrojaste sin sentimiento alguno aquel órgano a la chimenea que tenía la habitación, sin antes apuñalándolo como mínimo 20 veces.

-Él es mío, será en cuestión de días que se acostumbre a eso- saliste de la habitación, dejando que aquel pedazo de carne ardiera. Tus ojos reflejaban otra cosa, una que tú solo tienes el derecho de hacer a otras personas: muerte.

Te has obsesionado con Sakurai Ryo que… no sería la primera vez que asesinarías a alguien como muestra de tu amor hacia él y todo lo que representa para ti. Alejarías y sacarías del camino a quien se atreviera a interferir en tus planes. Te encargarías de que en aquel corazón puro y frágil solo hubiera amor para ti, para el emperador. Para el soberano de la nación naciente.

“Yo mataría monstruos por ti…

…Aun si ese monstro, soy yo”

Notas finales:

Mmm no tengo mucho que agregar solo que...

AMO EL CRACK (?) El AkaSaku es una de mis nuevas otp's

Mukkun Why?! Okey, si ya habia escrito algo MuraSaku... asi que me dije a mi misma,

Mi misma, metelos tambien y me dije ¿porque no?

No queria matarlo -enserio, no queria- pero mientras escribia esta historia se dieron varias cosas, entre esas el hecho de que me entraron unas ganas de matar a algun personaje, asi que... le toco a Atsuhi u.u

Espero les haya gustado...

Cualquier cosa me dicen en los comentarios.

luky se va a hacer tarea -la odio-

paz .Y.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).