En lo profundo del bosque, tras cruzar el pestilente pantano, se encuentra un claro y en medio del claro un pozo. Uno que parece nunca haber sido usado, uno donde agua es lo menos que contiene. Si lo ves nunca te acerques a él.
No te preocupes en reconocerlo. Es el único pozo en el que si detienes a escuchar un instante oirás un extraño canto del cual embelesarte no debes. Es el único claro en donde la tierra erosionada solo ve crecer negruzco musgo y torcidas setas. Es el único bosque en donde los sakuras* han dejado su vestido rosa para teñirse rojo escarlata. Es el único pantano donde existe un decrepito viejo que con su canoa y por dos monedas de plata transporta a los que están y a lo que ya no.
No te acerques, recuérdalo.
Cada siete días y cuando la neblina se disipe saldrá una criatura.
Una criatura menuda y frágil. Una criatura cuya palidez raya en lo enfermo. Una criatura de largos cabellos tan oscuros como la noche misma. Una criatura de andar desgarbado y cuya túnica se asemeja a un viejo camisón. Una criatura cuya voz hipnotizante ha arrancado efímeras vidas. Te lo volvemos a decir, nunca te acerques al pozo del claro en lo profundo del bosque tras cruzar el pantano…
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Ahí estaba de nuevo, escondido tras un viejo roble observando a esa chica sentada a un lado del pozo y cuyo cabello cubría su rostro. Era la única chica que no podía tener, pero era probablemente la chica que él más necesitaba. Salía cada siete días, con su cabello cubriendo su cara, su pálida piel estaba sucia, pero no le importaba, aun así era hermosa.
La niña saltó del pozo, sus pequeños pies golpearon la nieve blanca; el chico se escondió aún más tras el viejo roble, esperando que no pudiera escuchar el enorme ruido de su corazón. Sonrió para sí mismo y comenzó a respirar fuertemente, su sonrisa creció mientras escuchaba las pisadas de esa pequeña crujir en la nieve. Su caminar se escuchaba muy lindo.
Tomó una bocanada de aire antes de darse la vuelta para ver a la niña de nuevo. Su aliento se quedó atrapado en su garganta cuando la vio mirándolo, sus fríos ojos negros desgarraban sus huesos. Era tan hermosa. Decidió salir de su escondite, su corazón latía cada vez más fuerte. La niña no quitó sus ojos de él.
El niño le sonrió mientras se acercaba hacia ella. La niña no se encogió mientras lo vio acercarse, sus ojos nunca parpadearon. El niño dudó antes de tomar un largo paso hacia ella, su larga capa se deslizó bajo la nieve.
"H-hola…" El chico comenzó a tartamudear.
Ella no contestó.
"Soy Yunho" Tomó otro paso hacia ella.
La niña lo miró en silencio.
"¿Cómo te llamas?" Le preguntó Yunho parado frente a ella, con su corazón latiendo aun más fuerte que antes.
La niña lo miró, sin parpadear. "Jaejoong" Le dijo.
"Jaejoong." Repitió el niño sonriendo... "Me gusta aunque parezca nombre de varón."
Jaejoong sonrió. “Soy un niño”
Yunho se ruborizó aún más mientras sostenía su mano. "No me importa, esto es para ti." Anunció.
Jaejoong lo miró por un momento, antes de hablar. "Es un corazón."
Yunho asintió, su aliento quedó atrapado en su garganta de nuevo. "Si, lo saqué de una señorita que murió la semana pasada, creí que podría gustarte."
Jaejoong miró el corazón un poco más antes de tomarlo entre sus manos. "Aun sigue latiendo." Le dijo mirándolo a los ojos.
"Si, no sé porque, pero siempre comienza a latir, cuando estoy cerca de ti."
Jaejoong acercó el corazón a su traje blanco. "Gracias."
Yunho tomó nuevamente la mano del que ahora sabía que era un niño y lo llevó por un estrecho sendero que salía del claro. Jaejoong no preguntó nada y tan solo se dejó guiar. Cuando finalmente se detuvieron frente a los enormes árboles de cerezo.
“Sabes los árboles de cerezo al principio son blancos…blancos como la nieve". Dijo con una sonrisa traviesa para luego cambiar a una mueca entre divertida y siniestra.
"Y a que no sabes por que aquellos sakuras son rojo escarlata"
Jaejoong negó con un ligero movimiento de cabeza.
“Porque beben la sangre de los cuerpos que están debajo y soy yo quien los alimenta. Soy el guardián del cerezo”.
"¿Me temes?" Dijo nuevamente Yunho mientras acariciaba las largas hebras negras.
Sacudió la cabeza. "No. ¿Tú me temes?"
"¡No! Claro que no. De hecho creo que eres…"
Jaejoong asintió. "Sigue."
"Está bien, de hecho creo que eres hermoso." Dijo mientras se ruborizaba de nuevo, mirando fijamente sus pies.
Jaejoong miró hacia el corazón, ahora él también estaba ruborizado. "¿De verdad?" preguntó mordiéndose el labio.
"¡Si, definitivamente!" Yunho asintió.
Jaejoong se ruborizó aún más. "Gracias. Pienso que tú también eres hermoso…"
El niño subió la mirada de repente. "¿Enserio?" chilló.
El pelinegro soltó unas risitas. "Enserio."
Yunho sonrió antes de tomar sus manitas entre las suyas. "¿Por qué estas siempre en ese pozo?" preguntó, mirando en dirección al pozo.
"Porque ahí fue donde morí por primera vez ." Contestó Jaejoong, mirando sus manos.
"¿Fue divertido?" Preguntó el chico.
Jaejoong lo miró raramente. "¿Qué fue divertido?"
"Morir en el pozo."
Sacudió su cabeza. "No. Fue oscuro, y aterrador. Siempre es oscuro y aterrador. Y solitario…muy solitario."
"¿Entonces por qué vuelves?" preguntó el, apretando su mano delicadamente.
"Porqué ahí es a donde pertenezco." Le dijo.
Yunho asintió. "¿Puedo ir contigo?"
Jaejoong lo miró con ojos bien abiertos. "¿Por qué querrías ir al pozo contigo?"
"Porqué te quiero, y no te dejaré solo." Le dijo el guardián del cerezo, y con delicadeza, le dio un beso en los labios.
Por eso te lo repetimos por ultima vez, nunca te acerques al pozo del claro en lo profundo del bosque tras cruzar el pantano por que sabido es que si tu osaras adentrarte en él te encontraras con ellos, si precisamente con ellos.