Style
Por: K
…
KiBum no ve de otra más que correr a refugiarse bajo la carpa a azul, blanco y rojo de un establecimiento cercano. Gira la vista hacia el cristal, dándole la espalda a la calle, y suspira al ver su reflejo en el mismo. Su cabello luce bastante desordenado por perder la forma del peinado debido a la lluvia, su chaqueta de imitación de piel hace evidentes las gotas que lo atacaron y se rehúsa a bajar la vista hacia sus creepers Dior. No, no quiere saber ni cómo quedaron después de tener que caminar por algunos charcos. Siente agua hasta entre los artejos*.
Es otoño en Londres y la lluvia es lo primero que ves al salir de casa. Los árboles son cada vez más dorados y el piso está cada vez más cubierto por hojas secas. No hay un solo ser que salga sin paraguas… excepto tal vez él.
KiBum vive un su mente, KiBum vive en sus fantasías, KiBum olvida siempre cosas importantes por pensar en otras que no lo son tanto.
Suspira nuevamente dando ahora la espalda al establecimiento y observa algunos automóviles pasar. Alza su muñeca hacia su rostro y puede ver en el reloj de mano que faltan cinco minutos para media noche; muy tarde.
Él usualmente toma el tren para llegar a casa. Está frente a la estación porque sabe que taxis pasan por ahí para recoger a las personas que por una u otra razón no alcanzaron el último viaje, como últimamente le sucede a él. Si preguntan, no ha podido evitarlo; su cumpleaños fue hace poco y por primera vez en mucho tiempo, lo pasó absolutamente solo… se ha estado preguntando si navidad (que aún está algo lejos) será de la misma forma. Kim es una persona sentimental, por lo que no puede dejar de pensar en eso, como consecuencia ha perdido mucho tiempo, ha terminado los bocetos tarde, y ahora está esperando un carro de sitio que comienza a dudar llegue.
Y en esos momentos sigue pensando que será la primera navidad que pase solo también, porque fue a últimos de enero de ese mismo año que decidió vivir en Londres, después de un mes de haber terminado una grandiosa relación. Se pregunta si debe viajar a Corea para pasar las fechas con su abuela, pero recuerda que ella ni siquiera es cristiana… KiBum tampoco lo era antes de conocer a JongHyun.
Ah… JongHyun…
KiBum no puede evitarlo, piensa en JongHyun cada cierto tiempo, en especial cuando está nostálgico. Como en esos momentos.
Se pregunta nuevamente si un taxi llegará a su auxilio cuando la lluvia comienza a caer de manera frenética, rápida; le parece como si estuviera desesperada. Un deportivo negro sin los faros encendidos se estaciona frente a él y antes de siquiera pensar que será víctima de un secuestro, el cristal de la ventana del lado del copiloto baja y puede ver que precisamente JongHyun es el conductor.
La calle es silenciosa y las farolas más cercanas parpadean cual horrorstory, la luz más próxima (porque ni una luz en el auto está encendida) viene de dentro de la estación y justo en esos momentos, se apaga.
“¿No subes? Te llevo”.
KiBum no tiene que pensar demasiado para colocar su messengerbag sobre su cabeza y prácticamente correr el metro de distancia hacia el auto.
Observa nuevamente el reloj de mano cuando se ponen en marcha. Es media noche y JongHyun lo ha recogido con ni una sola luz encendida. KiBum se esfuerza en no pensar siquiera por qué él está ahí y no en Corea.
“Es un largo viaje”, murmura JongHyun cuando KiBum le indica su dirección. Aun así no se retracta, y enciende la calefacción.
“¿Podrías por favor encender los faros?” JongHyun sólo asiente con una media sonrisa y lo hace. KiBum se acomoda mejor en los asientos porque sí, su loft queda bastante lejos, pero es el precio que hay que pagar por la comodidad del barrio en el que se ubica.
Por algunos minutos, nadie dice nada. KiBum se ha estado cuestionando por qué aceptó que lo llevara, si sabe que JongHyun es un arma de doble filo, que podría hacerlo arder en llamas o terminar en el paraíso.
Viendo hacia atrás, ha pasado un tiempo desde la última vez que se vieron, un tiempo desde la última vez que escuchó de él, desde que terminaron su relación. Los recuerdos le sobrevienen y un nudo molesto se aloja en su garganta. Lo sabía, piensa, que no debió aceptar, debí haberle dicho que se alejara.
Sabe perfectamente a dónde conducirá eso.
Pero así van las cosas, JongHyun no puede mantener la vista por más de dos minutos en el camino sin antes echarle un vistazo con esa mirada salvaje. Y KiBum lo siente, que está apunto de derrumbarse.
Se toma por débil cuando al llegar a su loft, no entra solo.
Las luces están apagadas y JongHyun se quita su chaqueta, dejándola en el mueble más cercano. KiBum está nervioso y no puede hacer otra cosa más que sacar a flote algo que escuchó hace unos meses:
“He oído que has estado saliendo con otra persona”.
Tal vez eso lo haga reaccionar, tal vez eso lo haga retroceder, idea, pero él responde de inmediato:
“Lo que has oído es verdad, es así. Pero yo no puedo dejar de pensar en ti y en mí”.
“He escuchado eso antes, también, un par de veces”.
Porque no es la primera vez que les pasa. No es la primera vez que terminan y recaen, no es la primera vez que JongHyun se acerca a él tan seguro de sí mismo y lo toma en sus brazos después de un año de haber terminado dos de relación. Era casi una tradición.
Sabía perfectamente que los conduciría a eso.
Si se pone a pensar en ello, JongHyun aún tiene esa mirada soñadora en sus ojos que siempre le recordaba a James Dean. Y él tiene ese mismo bálsamo* sabor chocolate en los labios, clásico que a JongHyun tanto le gusta. JongHyun tiene ese peinado hacia atrás que sólo se hace cuando el cabello ya está largo y no ha habido tiempo para un corte. Y cuando se quitó la chaqueta, pudo darse cuenta de que sólo llevaba una playera blanca de manga corta, haciendo evidentes los músculos de sus brazos que tanto le llaman. Por si era poco, él tiene esa expresión de timidez que prende tanto al moreno, sin mencionar esos pantalones ajustados.
Sabía perfectamente dónde terminaría eso.
KiBum le pasa los brazos por el cuello cuando ambos se derrumban, JongHyun lo pega a la pared y ataca sus labios mientras sus manos se detienen en su cadera.
Están volviendo otra vez.
Ellos volvían cada vez.
Y es que KiBum nunca se cansa, no se cansa de acariciarle brazos mientras JongHyun le besa el cuello, no se cansa de alborotarle el cabello cuando él le besa el abdomen, no se cansa de perderse en sus ojos en el momento en que, en su cama, JongHyun le abre las piernas y entra en él. Y JongHyun nunca se cansa de sus labios sabor chocolate, de acariciar sus piernas que se ven aún mejor sin el pantalón estorbando, del sonrojo de sus mejillas que aumenta con cada embestida.
Ellos estaban volviendo otra vez.
Ellos volvían cada vez.
Y es que nunca se cansaban del otro.
Nunca, para ellos, pasaban de moda.
.