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Gran descubrimiento: sentimientos
Ambos jóvenes, luego de que finalizaron las clases, se dirigieron a casa del rubio. Claro que a ninguno de los dos les agradaba la idea de tener que estar solos en un espacio cerrado, teniendo que hablar para hacer una tarea que valdría mucho para sus calificaciones bimestrales. Alejandro, cuando llegaron a esa mansión, se quedó un poco sorprendido por ver el lugar en el que ese chico vivía, aunque no lo demostró; aparte, era demasiado obvio que tendría mucho dinero, el colegio era muy costoso, y era muy, MUY complicado conseguir una beca en ese lugar.
Al entrar, apareció su mayordomo, Domovoi, quien preguntó si necesitaban algo, a lo que ambos negaron y se dirigieron a la habitación del de ojos azules. Se sentaron en sillas, con un metro de distancia. Había una mesa muy larga para hacer la tarea, cosa que era casi innecesaria, ya que casi no encargaban tarea, y los libros los dejaba en su casillero, aparte de que tenía un librero en la pared muy grande, y con la mitad del espacio desocupado.
Comenzaron con su trabajo, cada quien con una fuente de información distinta. Alejandro, quien era algo estudioso (cosa un poco inusual en jugadores de fútbol, quienes aparte son los capitanes de su propio equipo), estaba investigando, leyendo aquel libro que encontró en la biblioteca. Por otra parte, Matt únicamente escribía en el navegador de su celular "Accidente en Chernóbil" y ya, aparecían todos los resultados, millones de páginas web que hablaban acerca de eso. Y como todo buen estudiante que no quiere dificultarse la existencia y tener tiempo libre, abrió el vínculo que era de "Wikipedia", dispuesto a simplemente copiar aquello que decía ahí. Se dispuso a leerlo, pero no entendió unas cuantas cosas. Luego de una hora de leer lo mismo una y otra vez intentando comprenderlo, se desesperó.
—¡Hubiera sido más fácil incluso que habláramos de la teoría atómica, que de esto! —se quejaba Matthew.
—¡Ya cállate! —le regañó harto de sus constantes quejas, ante todo.
—¡Tú no me das órdenes, McGrath! —le reclamó.
—¡Y tú...! —le iba a reprochar, pero mejor suspiró hondo para relajarse y hablar más calmado. —Ya cierra la boca, sólo falta escribirlo en hojas para máquina todo lo que encontramos con nuestras palabras—le dijo un poco más tranquilo.
—Yo no pienso hacerlo—dijo mientras tomaba la laptop que estaba en otra mesita pequeña que estaba cerca.
—¡Claro que lo harás! —le dijo molesto. —El profesor dijo que podríamos hacerlo en computadora, para simplemente imprimirlo. ¿Tienes impresora? —preguntó.
—Sí, está allá—dijo señalando un rincón de esa extensa habitación, donde estaba esa máquina encendida. Se escuchó varias tecleadas, estaba escribiendo "Facebook", dispuesto a perder el tiempo.
—Okey, escribe: A continuación...
—¿Esperas que yo lo escriba? —preguntó con cierta ofensa, interrumpiéndolo.
—Es lo menos que puedes hacer. Yo estoy pensando, tú sólo tienes que copiarlo. ¿O qué? ¿Prefieres dictar el ensayo?
—"A continuación"—repitió, dándole a entender que lo escribiría.
Max le dictó un extenso ensayo, según lo que él comprendió acerca de ese tema.
Al terminar de dictarle la conclusión, se puso de pie y se acercó a donde estaba él sentado, para poder leer lo que escribió en ese archivo de Word.
Decía:
"A continuacion les precentare un ensallo, el cual abla aserca del axidente en Chernobil. Este tema lo escojimos mi compañero y llo devido al gran interes que teniamos por saver que ocurrio en ese lugar, ya que emos escuchado que esta proivido el axeso, por gran radiasion que inbade todo ese territorio.
Estúpido McGrath
Chernobil es una siudad que esta en Ucrania. En la planta nuclear de esa sona, se produjo una falla cuando se planiava realisar un simulacro
Estúpido McGrath
[...]"
El texto era muy extenso, de dos cuartillas. Pero Max se pudo percatar de dos cosas: Matthew era pésimo con la ortografía; y cada que él, para pensar qué dictarle, hacía una pausa, el rubio aprovechaba la oportunidad para liberar su tensión y enojo escribiendo "Estúpido McGrath".
—¿Sabías que, cuando escribes en Word, se subrayan solas con rojo o verde algunas palabras cuando tienen faltas de ortografía? —le dijo mientras tomaba la laptop y se sentaba en la silla en la que estaba, dispuesto a corregir el texto entero, porque casi todo estaba subrayado con esa línea horizontal con forma de zigzag.
—Tú lo dijiste. ¿Para qué preocuparse de la ortografía, si la computadora marca los errores y los corrige sola? Por algo se le llama inteligencia artificial —le dijo como si fuera un comentario muy inteligente. Y había que reconocer que tenía un poco de razón, la computadora corregiría cualquier error, sólo bastaba con presionar "Revisar ortografía" y ya, marcaba errores y daba sugerencias de posibles palabras que pudieron haber sido las que debieron usar. Sólo era cuestión de varios "clic".
—Asó que "inteligencia artificial"?—dijo y el otro sonrió de medio lado y asintió, creyendo que le había ganado esa discusión. —Dime, ¿qué se siente saber que tu computadora es más inteligente que tú? —dijo con burla.
—Cierra la boca, idiota—le dijo molesto mientras tomaba su celular.
Luego de unos minutos, por fin terminó de afinar algunos detalles. Hizo una portada, y envió el archivo para imprimirlo dos veces. Lo tomó de la impresora y le dio uno al otro.
—Ya me voy, ricitos de oro—le dijo y guardó esas hojas en su mochila, la cual se había llevado a la escuela ese día para guardar en su casillero unas últimas cosas que el primer día no pudo llevarse
Oye, antes de que te vayas—dijo y el otro prestó atención. Apagó la pantalla de su celular y lo colocó sobre la mesa. —¿Por qué me dejaste esta marca? —preguntó señalando su cuello, donde estaba esa marquita muy roja.
—Quería escuchar qué estupidez le decías a tu novia cuando la viera —dijo y volvió a avanzar, hasta que el otro volvió a llamarlo, así que se detuvo.
—¿Por qué te cambiaste de escuela? Creí que te gustaba mucho ser un castor...
—¡Eso no es de tu incumbencia! —le dijo molesto y salió lo más rápido posible de ese lugar, dejando muy desconcertado al rubio.
—"¿Qué te ocurrió, Max, para que te quisieras cambiar de escuela?" —pensaba con un poco de curiosidad y preocupación, pero después se retractó. —¿En qué demonios estoy pensando? —murmuró.
Buscó en su armario y su cajonera ropa, y entró al baño. Entró bajo la regadera, no estaba de humor como para sentarse en la tina y estar ahí un buen rato. Se duchó con agua fría. Pero había algo que le incomodaba mucho: no podía dejar de pensar en Alejandro.
Tímidamente se tocó el cuello, de nuevo sus mejillas ardieron. Pero de nuevo volvió a él esa inquietud de saber por qué Max se había cambiado de escuela.
—¿Qué te pasa, McGrath? —murmuró, pero sacudió la cabeza de un lado a otro al darse cuenta del tono que usó.
Terminó, y salió, ya vestido con un pijama guinda de líneas delgadas verticales de color blanco. Se recostó en su cama, no tenía ganas de hacer nada.
—¿Se le ofrece algo, joven Matthew? —preguntó Domovoi mientras entraba a la habitación.
—Tráeme algo de comer, no quiero bajar a la cocina—dijo viendo al techo.
—Sí, señor—dijo y bajó a la cocina, donde le pidió a la cocinera que preparara algo para el muchacho. Subió luego de unos minutos con una bandeja color plateado; sobre ella había un pequeño tazón con crema de champiñones, un plato con una guarnición de espagueti, un trozo de cordon blue y puré de patatas. Y en un pequeño tazón pequeño, ensalada de frutas. Entró a la habitación del rubio, y colocó la bandeja sobre la mesita de noche.
—Necesita algo más? —preguntó cordialmente.
—Tapa las ventanas con las cortinas, no quiero que entre luz—dijo un poco distraído.
—¿Se siente usted bien? —preguntó refiriéndose a que estaba pidiendo cosas que nunca había pedido en el mismo día.
—Sólo necesito pensar... —respondió. El mayor tapo las dos ventanas que había y salió luego de hacer una leve reverencia.
No podía comer, estaba como "en otro mundo". A su mente sólo venía la imagen de ese chico de cabello negro. Empezó a mover el espaguetti con el tenedor.
Narración de Matt
¿Por qué demonios no puedo dejar de pensar en McGrath? Mi pulso está demasiado acelerado. Sólo hay tres razones por las cuales podrí estar tan agitado...
a)Ejercicio. Siempre que juego fútbol, o entreno para box, mi corazón late así... pero no he hecho nada de ejercicio.
b)Excitación. Mientras me toco, incluso hasta se me dificulta respirar, sudo mucho y jadeo... pero no estoy excitado. ¡Ni siquiera tengo una erección!, además, estoy muy calmado.
c)...
No.
No puedo estar enamorado de él...
No soy gay...
Aunque...
Es apuesto... ¡Basta! ¡¡¡DEJA DE PENSAR EN EL!!!
Piensa en Raquel. Tiene pechos enormes, está preciosa, tiene un lindo trasero... Pero no tiene el abdomen de Alejandro...
Creo... creo que esto es más que un simple deseo carnal...
Creo... que sí me enamoré de él...
Es tan varonil, y tiene esa perfecta mirada seria, y de molestia, a pesar de cuando está feliz. Es algo apuesto... muy apuesto...
Y cuando ganaron el año pasado, se quitó la playera, y la empezó a girar... se veía tan sexy... me encantaba cómo se veía con el cabello alborotado, y su cuerpo tenía mucha tierra por las veces que le cometieron falta...
Es perfecto...
Mi corazón se calmó. ¿Acaso lo único que esperaba era que admitiera que amo a McGrath? Supongo que sí.
Debo terminar con Raquel lo más rápido posible. Tal vez, conforme pase el tiempo, convencer a Alejandro para que salgamos... como amigos, por lo menos.
Es demasiado orgulloso, y su carácter es algo insoportable. No creo poder lograr nada con él.
Pero... el dinero mueve al mundo, ¿no? Por dinero cualquier persona haría cualquier cosa. Y yo tengo mucho dinero...
Ahora que lo pienso, todos lo llaman por su apellido, o si no lo llaman "Max".
Mañana lo llamaré "Alex", después de todo, se llama Alejandro.