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De enemigos a algo más HIATUS por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Jejeje (^-^)7

¡Hola! ¿Cómo están?

Perdonen que no haya escrito en tanto tiempo, la escuela me mató… dormía (con suerte) tres horas diarias, la tarea era demasiada… Pero en fin, ya vine. ¿Alguien sigue todavía el fic?

Como sea, aquí está el capítulo, espero que les guste, porque me tardé mucho en hacerlo >3<

Ambos se sonrieron sin despegar la vista de sus ojos…

 

 

6

¿Ale?

 

—McGrath, te tomaré la palabra—le dijo en voz baja. A pesar de que sentía una inmensa felicidad al escuchar esas palabras pronunciadas por esos labios que amaba besar, tenía en el fondo un toque de tristeza.

     —Ya no te pongas así, ¿está bien?... ¿O qué? ¿Acaso con esa cara larga vas a entrenar para ver si podrás ganarle a mi equipo? Porque si piensas hacer eso, sólo perderán más rápido—dijo y se volvió a acomodar, viendo las estrellas.

     —¿Acaso estás tratando de levantarme el ánimo?—preguntó con intenciones de provocarlo. Sí, eso hacía, a pesar de que se dieron tregua debía reconocer que molestarse mutuamente era divertido.

     —No—respondió secamente, aunque sabía perfectamente que eso hacía. Sí, después de todo era su amigo, ¿no?

     —Da igual—suspiró con pesadez y se acomodó a un lado del pelinegro. Mientras veía el cielo su mente no pudo evitar traerle viejos recuerdos, esos en los cuales él era un niño y sus padres lo cuidaban muy bien, de cuando su abuelo estaba con vida y lo llevaba a la empresa para que le hiciera compañía, de cuando su abuelo murió y su casa se llenó de gritos y reclamos causando que siempre observara las escenas de sus padres en silencio y escondido en un rincón…

     Sus ojos inevitablemente se llenaron de lágrimas. Veía las estrellas, pero sus ojos brillaban más a causa de esas gotas de líquido salado que se desbordaron e, inevitablemente, cayeron deslizándose por su rostro.

     —Sí lo hago—dijo en voz baja al verlo perdiendo el orgullo llorando frente a él.

     El rubio volteó a verlo, y podía notar en su rostro un toque de preocupación.

     —Tengo un problema de depresión leve—confesó. El otro abrió completamente los ojos al oír esa declaración—. Tomo unas pastillas para tratarla…—dijo.

     ¿Acaso había oído bien? ¿Él, con depresión? Siempre lucía tan alegre, confiado, obstinado, agresivo, rudo… Pero nunca se lo imaginaba llorando inevitablemente seguido, o con intenciones de hacerlo, a causa de un problema.

     —Es curioso, porque ni Ali lo sabe… sólo Domovoi…—le dijo. Esto hizo que el otro se sintiera un poco afligido.

     —Oye…—habló con voz baja. Se acercó más a él y le tomó los brazos, con intenciones de verlos, pero el otro aplicó fuerza con tal de evitarlo—. ¿Lo has hecho?—preguntó viéndolo a los ojos, el de ojos azules simplemente desvió la mirada penetrante que le dirigía.

     —Eso ya no es de tu incumbencia, McGrath—le dijo despectivamente. El otro se posó rápidamente sobre él, sentándose un poco debajo de su entrepierna; lo tomó fuertemente de los brazos y los observó.

     Había un único corte, uno sólo, uno que se encontraba en su brazo izquierdo… Pero la cicatriz que había se veía demasiado grande, fue uno del ancho de la muñeca. Al intentar recrear en su mente aquel posible suceso, su corazón dio un vuelco…

     Fue demasiado profundo…

     Un gran desangrado…

     Matt pudo haber muerto…

     —Maldita sea…—murmuró el rubio al ver que ese pelinegro observaba esa marca que tenía.

     Alejandro suspiró con cierto pesar. Cerró los ojos y dijo—: No lo vuelvas a hacer nunca más, ¿me oíste?

     —Oye, lo que haga o no es privado. Así que deja de hablar de lo que no entiendes, ¿me oíste?—le dijo con un tono amenazante. El que estaba arriba empezó a reír sin gracia.

     —“Lo que no entiendo”—dijo sarcásticamente. Se acercó a su rostro y le susurró al oído—. Yo me intenté suicidar al menos cuatro veces, sin contar todos los cortes que tengo en los brazos…

     Matt abrió los ojos completamente al escuchar eso. El pelinegro, como si hubiera leído sus pensamientos, le mostró sus brazos. Ahí pudo divisar múltiples cicatrices que probablemente llevaban años ahí.

     —No soy del todo como tú piensas, así como tú no eres como yo te pensaba…—cerró los ojos y sonrió de medio lado—. El hecho de que me comporte como un idiota contigo no quiere decir que me gustaría verte muerto…

     —Ale…—murmuró. El de arriba sonrió.

     “Ale”… ¿Hace cuánto que alguien no lo llamaba asi?

     —¿Sí?—preguntó viéndolo a los ojos.

     —¿Tiene que ver con el hecho de que no te gusta que te llamen “Alex”?

     …

     Dio justo en el clavo.

     La mirada de Alejandro se ensombreció un poco. Dejó de sonreír a la vez que bajaba su vista.

     …

     Sus reacciones extrañaban demasiado al rubio, realmente debió ser demasiado duro lo que haya ocurrido como para que adquiriera esas expresiones.

     —Sí…—confesó. Se acercó a su rostro y juntó su frente con la de él. El de ojos azules se sonrojó notoriamente ante esa cercanía. Sus labios a tan sólo unos centímetros de distancia, y realmente deseaba probarlos de nuevo, eran tan adictivos—. Sé perfectamente que hay cosas difíciles y sé que lo que estás pasando te dará el bajón, pero no lo hagas, ¿de acuerdo? Ya te lo dije, aquí estoy para lo que necesites, pero no te ayudaré a que cometas una estupidez, al contrario…

     —Lo que tú digas—susurró. El otro sonrió de medio lado, esperaba hacerlo entrar en razón.

     —Y sí, te presentaré a mi prima—dijo. Matthew realmente no se esperaba eso, si él era un sobre protector con ella. Aunque, a final de cuentas, ya no importaba eso…

porque él quería a alguien más…

     —Como quieras—dijo realmente sin interés. El otro sólo sonrió un poco.

     —O te presento a su hermano gemelo—dijo. El rubio no pudo evitar molestarse.

     —¡Oye!—exclamó molesto. Se incorporó, mandándolo hacia atrás. La posición en la que estaban era la siguiente: Matt sentado y Alejandro en sus piernas, con su torso inclinado hacia atrás y apoyándose con sus manos, viéndose a los ojos—. ¿Qué insinúas, idiota?

     —Nada—una sonrisa burlona se dibujó en su rostro—. Yo sugiero, tú insinúas—declaró.

     —…—realmente estaba furioso, sentía unas inmensas ganas de golpearlo. Pero después se percató de la posición en la que estaban, por lo que sonrió al igual que él—. ¿Acaso estás cómodo? Al parecer ya estás acostumbrado a esta posición…

     El pelinegro observó unos minutos y sí, estaba en sus piernas, como si fuera un pasivo a punto de tener sexo.

     Frunció el ceño, pero mejor decidió confrontarlo de otro modo. Lo tomó de la cintura y se hizo hacia atrás con tal fuerza que quedó recostado con él sentado prácticamente en su entrepierna.

     —¿Por qué? ¿Acaso te gusta más esta posición?

     El rubio frunció el ceño con enojo, realmente estaba declarándole guerra… otra vez…

     Hizo varias maniobras con tal de que los papeles se intercambiaran, alternando las posiciones constantemente. Pero ninguno de los dos iba a doblegar ni a ceder. De momentos Alejandro estaba arriba, en otros era Matt… Hasta que ambos se cansaron de forcejear tanto en el suelo. Matt estaba arriba de Alejandro, sus piernas estaban entrelazadas y su cabeza escondida en el hombro de éste, ambos intentaban regular su respiración. Sus cuerpos estaban perlados de gotas de sudor.

     —Es increíble cómo nos la vivimos peleando por quién sería más dominante como si fuéramos una pareja—dijo riéndose el pelinegro.

     —Lo sé, es raro… Pero mientras tú no cierres la boca yo tampoco lo haré—confrontó.

     —¿Sabes? A veces hablas demasiado….

     —Y tú eres insoportable…

     —Para ti lo soy, pero pregúntale a las linduras de la escuela y te dirán lo contrario…

     —Ni te emociones, que si tuvieran que elegir a uno de los dos, me escogerían a mí, obviamente—dijo orgullosamente.

     —Sí que sueñas demasiado…

     —¿Quieres apostar?—lo retó incorporándose y viéndolo a los ojos.

     —Adelante. Quien sea elegido por más chicas en la escuela tendrá que hacer lo que diga el otro, ¿está claro?

     —Ser elegido es demasiado sencillo… Qué tal si la condición es tener citas de mínimo una hora, quien consiga más citas de chicas diferentes gana, ¿te parece?—sugirió y el otro sonrió de medio lado, pensando que tenía la victoria asegurada.

     —Me parece bien… ¿reglas?

     —Tú no podrás salir con alguien que haya salido conmigo y viceversa. Las citas deben durar mínimo una hora, y no podremos salir con la misma chica dos veces. Supongo que en una semana es suficiente para saber quién es mejor.

     —Está bien… es un trato—aceptó confiado.

     El rubio sonrió, realmente era un reto que no iba a perder por nada.

 

***

 

—¿Quieres?—le ofreció unos chocolates envueltos en un papel plateado, el rubio tomó uno.

     Luego de su trato, permanecieron unos segundos más en la misma posición. Sin saber por qué, les causaba una gran tranquilidad estar juntos, que sus cuerpos estén pegados, sentir de cerca la respiración del otro. Después se separaron y se recostaron viendo hacia las estrellas, muy cerca uno del otro.

     —¿De dónde los sacaste?—preguntó mientras se introducía el chocolate en la boca.

     —Los tomé de la mesa que estaba adentro… Tomé muchos dulces más, pero los dejé en tu cuarto—le explicó.

     —Supongo que tienes una gran debilidad ante los dulces, ¿eh?

     —No, bueno… Adoro la azúcar, sobre todo los chocolates—admitió.

     —Recuérdame darte unos dulces que tengo guardados…

     —Está bien, lo haré—dijo y sonrió de medio lado.

     —Oye… me dejaste marca—le dijo y se descubrió el cuello, dejando ver esa área completamente enrojecida y a punto de volverse un moretón.

     —Me dejé llevar. Además, aún sigo de humor… puedes cobrártela, ya te lo dije, no me vengaré…

     —Sí, claro, lo que tú digas…—murmuró con sarcasmo.

     —Pues te digo la verdad, porque en el fondo yo sé que tuve la culpa de que tuvieras problemas con tu novia y eso…—reconoció. El rubio volteó a verlo y vio que estaba con los brazos detrás de la cabeza y una de sus piernas levemente flexionada, con la rodilla en alto.

     Empezó a dudar acerca de esa propuesta… en realidad quería besarlo… ¿Y por qué no? Marcarlo como si fuera de su propiedad.

     —¿Y acaso tú no tienes novia con la cual puedas tener problemas?—preguntó con cierto tono desinteresado… aunque en el fondo… sí le importaba…

     Y mucho…

     —Por el momento… no—dijo sin ninguna expresión, como si no le afectara en lo más mínimo—. Cuando me cambié de escuela, terminé con ella. Después de todo, ya no la vería…—dijo y suspiró. Volteó a verlo—. ¿Lo harás o no?

     —Me sorprende tu actitud… Pero creo que es lo justo—se acercó a él, con su cuerpo girado hacia un costado.

     La posición en la que se encontraba era demasiada incómoda. El pelinegro, al ver su cuerpo así, lo tomó fuertemente de la cintura y lo estiró, de modo que quedara encima de sí, con una pierna a cada lado. El rubio se había sorprendido por ese movimiento, pero debía admitir que era mucho más cómodo que en la que estaba anteriormente. 

     —Puedes sentarte—dijo el pelinegro viéndolo a los ojos. El rubio asintió extrañado y se sentó en sus piernas, poco más debajo de su entrepierna. Inclinó su torso hacia adelante y acercó su rostro a su cuello. Colocó su mandíbula en una parte, pero sin hacer presión todavía—. Espera, un poco más abajo… Sí, ahí está bien—dijo.

     El rubio, una vez estuvo en la posición que el pelinegro le dijo, empezó a hacer presión, sus dientes empezaban a marcar su piel. Max estaba con los ojos cerrados, y su cabeza hacia un lado dejando al descubierto su cuello; un tenue sonrojo invadía sus mejillas mientras disfrutaba de esa sensación de la lengua del rubio en esa sección tan sensible de su cuerpo.

     Matt encajó más sus dientes, así como le había hecho el de ojos cafés hace un rato. Esto sobresaltó al pelinegro, quien por la sorpresa dio un pequeño respingo, levantando sus caderas y provocando que su entrepierna se tocara con la del otro. Ambos dieron un pequeño gemido ahogado al sentir ese contacto.

     —No sangraste—murmuró al ver el área solamente enrojecida y con sus dientes marcados.

     —No, pero sí me durará por mucho—dijo con la voz levemente entrecortada.

     —Ale…—murmuró, tomó aire y se atrevió a decir—: Sé que también me comporté como un idiota contigo, y que si alguien pregunta probablemente lo negaré… Pero tú también puedes contar conmigo para lo que necesites.

     —¿Sabes?—lo abrazó de la cintura, por lo que el rubio se recostó sobre él escondiendo su cabeza en su cuello, causándole un leve cosquilleo por su respiración en su oreja—. Hace mucho que nadie me llamaba de ese modo…

     —¿Por?—le lamió el lóbulo de la oreja, causando que el otro ahogara un gemido. Por lo cual se rio burlonamente.

     —Deja de hacer eso—le dijo pero sin soltarlo.

     —¿Por qué? ¿Apoco te excitas fácilmente?—soltó con el mismo tono de voz.

     —Si me llegara a excitar tú no caminarías en una semana—le dijo, el otro rio, por lo que sonrió levemente.

     —No te imaginaba tan pervertido…

     —No soy pervertido… Pero, en fin, como te iba diciendo—suspiró y lo aferró más a sí, y Matt en verdad lo notó—, mi hermano era el único que tenía derecho a llamarme así—dijo. El rubio lo meditó unos segundos.

     —Entonces no te llamaré así si no quieres…

     —Él no era mi hermano biológico, era adoptado. Me llevaba diez años—le dijo. Empezó a besar su cuello y su hombro, pero el rubio no dijo nada.

     Matthew no entendía el porqué de ese comportamiento, pero no dijo nada. Sólo se dispuso a disfrutar de esos dulces besitos que le daba. Le agradaba mucho su compañía, pero no creía que fuera normal cómo se estaba portando a momentos, como cuando le besaba o acariciaba, o por las insinuaciones que le hacía.

     —Mi hermano murió en un accidente automovilístico—dijo y empezó a acariciar su espalda.

     Matt realmente estaba sorprendido por eso. En su mente empezaron a formularse teorías como que Alejandro, a pesar de que siempre se mostraba fuerte, en el fondo tenía muchos sentimientos y le afectaba demasiado la pérdida de su hermano y también la razón por la cual no quiere que nadie lo llame Alex. Supuso que el motivo por la cual en esos momentos se comportaba así era porque siempre buscaba consuelo en su (ahora) exnovia y la acariciaba de ese modo mientras se desahogaba.

     —Nadie más me llamaba así porque se los pedí—admitió.

     —Si no quieres que te llame así, sólo dímelo—se incorporó y buscó sus ojos. Cuando le vio el rostro, pudo ver cierto pesar en su mirada, aunque de todos modos parecía que no le afectara, algo en sus ojos le decía que realmente estaba destrozado.

     —En realidad, creo que sólo quiero que tú me llames así—murmuró. Rápidamente lo tomó de la nuca y lo acercó a sí para darle un beso, en el cual no se hicieron esperar sus lenguas luchando por conseguir la victoria. En cuanto se separaron, el rubio se animó a preguntarle a causa de esos repentinos cambios de comportamiento.

     —¿Por qué?

     —Me recuerdas demasiado a él…

     —¿Acaso besabas a tu hermano?

     —Claro que no, idiota—dijo molesto—. Tenía ojos azules, del mismo color que los tuyos… Normalmente cuando lo recordaba, después buscaba a mi novia y tenía una fajada con ella.

     —Vaya manera de animarse—dijo con cierta ironía, el otro sonrió de medio lado.

     —A final de cuentas sí me ayudaba un poco…—su teléfono sonó, por lo cual contestó la llamada aún con el rubio encima.

     Luego de unos segundos, se incorporó, aún abrazándolo. Colgó y el de ojos azules se puso de pie, luego eso mismo hizo el pelinegro.

     —Tengo que irme, era Moni. Dice que lleva un rato buscándome, mi tía le llamó diciéndole que mi abuelo se empezó a sentir mal, por lo que lo llevaron a la clínica. La tengo que llevar a casa—le explicó. Empezó a caminar hacia la salida del laberinto.

     —McGrath—lo tomó del hombro y él volteó.

     —No le diré a nadie, te lo prometo—se acercó a él y le dio un golpe amistoso en el hombro.

     —No era eso, pero gracias—dijo con una media sonrisa.

     —Entonces, ¿qué era?—se acercó más.

     —¿Vendrías mañana a jugar básquet conmigo?

     —…—no dijo nada, sonrió de medio lado—. Hecho. Pero si yo gano me darás una caja de chocolates—dijo y el otro rio un poco.

     —Si yo gano tendrás que darme un kilo de gomitas—el pelinegro imitó el gesto que tuvo el otro segundos antes.

     —Veo que no soy el único que tiene una ligera obsesión por los caramelos…

     —Creo que ya tenemos suficientes apuestas—dijo riéndose.

     —Hablando de… ¿Empezamos lo de las citas mañana?

     —¿Quieres perder tan pronto?

     —“Ganar” es la palabra correcta.

     —Lo que tú digas—respondió sarcásticamente.

     —Como sea, me tengo que ir ya…—se acercó todavía más, colocó una mano sobre su hombro y le sonrió—. Si necesitas algo, puedes llamarme, ¿sí?  Guardé mi número en tu celular mientras te duchabas.

     —Sí, está bien.

     —¿Sabes? No te lo tomes a mal, pero deberías conseguirte una novia… Y antes de que reclames, escucha. Dicen que besar a alguien eleva el nivel de endorfina en una persona, sobre todo si realmente te gusta, así ayudaría a mantenerte más animado—le dijo. Siguió su camino, esta vez sin interrupciones del rubio.

     Matt se quedó ahí, observándolo marcharse. Realmente tenía razón, un beso levanta el ánimo.

     Un minuto, ¿acaso todo eso de los besos era para animarse? No, eso era imposible, no se rebajaría tan fácilmente a hacerlo sentir bien, debe ser otra cosa.

     Pero con ello y todo lo que ocurrió en esa noche en su mente se formularon múltiples preguntas, por ejemplo: ¿por qué lo besó de nuevo? ¿Por qué dejó que sólo él le llamara Ale? ¿Por qué lo trataba muy bien últimamente?

     Esas preguntas junto con otras anteriores lo hacían sentir muy confundido, no soportaba que realmente le pareciera atractivo a final de cuentas y que probablemente sólo sea un simple entretenimiento para él. Suspiró frustrado y regresó a donde estaba hace unos minutos. Se quedó viendo hacia el cielo, la luna llena estaba en su punto alto.

     —También dicen que la luna llena ayuda a que la gente demuestre sus verdaderos sentimientos—murmuró viéndola, brillaba demasiado, y el cielo con pocas nubes pero muchas estrellas lo convertían en el ambiente perfecto—. Supongo que realmente estoy enamorado de ti, Ale…

     Sonrió, a decir verdad le parecía que al final podría olvidarse de él, o sufrir si de verdad era amor y no un simple enamoramiento porque ese pelinegro era muy mujeriego y seductor con todas las chicas. Pero…

quizás valdría la pena…

 

o tal vez no…

 

***

 

 

—Primito, ¿por qué no te quisiste quedar? Te dije que yo tenía que ir a casa porque mi papá se molestó mucho conmigo por haber venido, pero tú te pudiste haber quedado con el primo de Ali—dijo. Ambos caminaban por las calles, el pelinegro no había dicho nada en mucho tiempo, sólo veía al suelo con la mirada ensombrecida.

     —Moni, ¿recuerdas lo que te había confesado hace tiempo?—dijo de la nada, extrañando a la chica.

     —Sí, lo recuerdo muy bien, pero ¿qué hay con ello?—dijo desconcertada.

     —Moni—levantó la mirada y ella lo pudo ver con una expresión de pesar en su rostro. Aunque no fuera evidente, ese sentir estaba ahí, lo conocía perfectamente y sabía que era así—, ya no puedo seguir así—murmuró—, realmente me está matando todo esto…         

     —Primito…—se acercó y lo abrazó.

     —Detesto que sea así… No me deja vivir como yo quiero…—suspiró y correspondió al abrazo—. Lo peor de todo es que, aunque mi padre me mataría si se llega a enterar en dónde me estoy metiendo, yo ya no puedo ocultarlo… de verdad estoy siendo muy obvio…

     —Mi tío quizás lo entendería, después de todo eres casi un adulto, eres muy inteligente, y eres muy fuerte, obviamente nada te podría pasar estando en ese lugar…

     —Lo sé, pero él realmente es de ese modo, no cambiará con nada…—murmuró.

     —Max…

     —No, Moni, te digo la verdad… él jamás me dejaría volver si se entera de lo que estoy haciendo…

     —Entonces no le digas…

     Ambos jóvenes siguieron su trayecto.

     —¿Recuerdas lo que te dije que sentía hace ocho meses?—ella asintió—. Pues admito que realmente estaba equivocado… ¿Recuerdas lo que te dije hace una semana?—ella volvió a asentir.

     Se quedó unos minutos en silencio.

     —Realmente me siento de ese modo…

Notas finales:

Chan chan chan

-Pobre Matt, tiene problemitas de depresión… T^T

-¿Cómo se siente Alejandro? ¿Qué está haciendo que su padre se molestaría si se enterara? ¿En dónde está metido?

Me tardé mucho haciendo este capítulo, no es por ser exigente pero quiero reviews >u<

En verdad lamento no haber actualizado, realmente no tuve tiempo… y probablemente este semestre será igual, por lo que quiero preguntarles si preferirían, aunque sea, capítulos cortos que yo escriba desde el celular en cualquier oportunidad que tenga de tiempo libre en la escuela cuando entre (ahí habría posibilidad de que tenga una que otra falta de ortografía). Ustedes díganme.

En fin, creo que es todo.

¡Que tengan una linda semana!


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