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Prélude d'un Monstre por hatsuki_chan

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Notas del fanfic:

Este fic probablemente lo han leido en mi blog, pero debido a los grandes errores, lo corregi. 

Este personaje sale en el fic Duelo de amor, lo cual lo hace una precuela.

Son personajes inventados, solo tome algunos eventos historicos para plantear el mundo donde estos se desenvuelven.

Prélude d'un Monstre

Por Kitsune_alys.

 

Esta historia es como otras, la diferencia porque es mi historia, la cual comienza mucho antes de que existiera... entre las llamas hambrientas de una hoguera, ante la mirada de odio de una mujer condenada por la corrupción y por un amor traicionero, entre gritos y risas de burlas mientras el fuego consumía su vida, sus palabras serian escritas en el pergamino de mi destino.

"¡¡¡Bàthory!!! Te maldigo, por tu cobardía, la sangre de tu sangre se volverá la condena de tus descendientes, el primogénito de tu primogénito se convierte en el demonio que devorara tu linaje..."

-Esas palabras llegaban a oídos inflexibles, György Bathory simplemente estaba impaciente para que la muerte llegara, con un gesto de afirmación se llevó acabo la ejecución de aquella mujer acusada de herejía y otros crímenes que quizás jamás sucedieron.

Transilvania 1560....Castillo de Čachtice, nacería el primogénito, una niña que me engendraría a un mundo donde solo me esperaba cargar con la condena de mis sucesores, desde pequeña presento las secuelas de la maldición, surgiendo repentinamente ataques epilépticos o al menos eso decían los doctores, desconociendo la verdadera causa.

Aquella niña se convirtió en una preciosa joven quien demostró tener inteligencia y audacia, incluso capaz de hablar más de un idioma, como una vida sexual a muy temprana edad, que como consecuencia quedo embarazada de uno de sus sirvientes, que no tardó en ser castrado y siendo alimento de perros rabiosos.

Ahí nací el primogénito del primogénito, que no conocería nombre ni rango, quien sería entregado a los brazos de la muerte, siendo despojado de la luz de la vida, una solución rápida para evitar la deshonra, de la familia Bathory.

Solo que el escabroso destino ya había pincelado el camino que recorrería, hizo caer en manos de una anciana conocedora de las artes oscuras, y ahí fue donde tuvo un nombre por primera vez Liviet, donde con dosis pequeñas de odio se irían sembrando en mi corazón. Contra los Bathory. 

Mi madre desposo al famoso Caballero Negro de Hungria, teniendo una vida cómoda y con prestigio, mientras yo recibiría espinas y  al pasar del tiempo a mis cortos años era alta y fuerte, la espada era una con mi brazo, aprendí varios idiomas, la escritura, las artes me habían sido inculcadas con mi familia adoptiva.

Sometida a rigurosas prácticas y creencias, donde la perversión no tenía limites, disponiendo de mi cuerpo a su voluntad, lágrimas de sangre surgían de mis cansados ojos, un monstruo se anidaba en mi corazón, mi cuerpo marcado por el castigo de mis supuestas insolencias, cicatrices palpables que me recordaban el desprecio de mis enemigos y de los mortales mismos.

Aquella bruja era mi verdugo, pues odiaba tanto a los Bathory como yo, que por tener sus sangre y incluso a ver heredado la belleza de mi madre le hacía desear torturarme y con tragos  de vino llenaba su garganta, para después culpar al alcohol por sus violentas acciones.

 

Cruel vida, pensaba, al ver su rostro del otro lado del espejo, era casi una imitación de ella, un fantasma que torturaba mis sueños, así alimentaba el monstruo con migajas de odio, haciendo que  mi único objetivo sería acabar con los Bathory, y el tiempo seria mi aliado, la paciencia mi compañera, asi sigilosa me limitaba a observar.

Dio a luz más hijos, a diferencia de mí no serían bastardos, al menos no ante los ojos de la sociedad, que ante su lujuria desenfrenada, sus últimos hijos resultaron ser de otro sirviente, cuan basta es la ironía de la vida y rei  ante tan la insensatez de mi progenitora.

Mi adolescencia se fue en un suspiro, la bruja murió al caer en un barranco en su embriaguez,  que infortunio solo se llevó la vaga imagen de mi rostro, el resto de mis verdugos se volvieron mis subordinados, y el que se opusiera a mí, su sangre envolvería mi espada.

Los gitanos me temían, aunque no faltaba aquel que osara a desafiarme, empezaba a disfrutar el sonido de mi espada al cortar su carne, el aroma a hierro cuando rompía sus huesos y la sangre empapar mi cara.

Era mi momento más glorioso, había aprendido a seducir a hombre y mujer por igual, el placer sexual es un arma poderosa, un modo de manipular a través del cuerpo, las siervas más cercanas a la familia se volvieron mis fieles sirvientas, para poder desahogar la lujuria conmigo.

El caballero negro tenía sus días contados, con un especial veneno, invento de aquella bruja, pronto murió, dejando sola a mi madre, aun con poder, una Señora Feudal, ya habría un modo más elegante de terminarle, a ella y sus descendientes.

Siempre la ambición de un hombre es su peor debilidad y un arma de doble filo, uno de los nobles más destacados serviría para mis propósitos, era el blanco perfecto para iniciar la labor. Sin embargo ella sola iba hacia el camino de su destrucción.

Viaje Alemania, a encontrarme con György Thurzó, un aliado de Mátyás, para comenzar el juego, ahora solo tendría que regresar para disfrutar de los eventos desde el mejor lugar.

Justo en una calle alemana, me tropecé con una joven mujer de mirada altanera, que me miro con cierto desprecio, sonreí al ver ese tipo de actitud, no era más que una niña rica la cual nació en una cuna de oro.

O al menos eso pensé, al descubrir que era una ladrona, sin darme cuenta el seguirle seria mi perdición total, en un callejón le acorrale, le vi sacar una daga de bellos decorados, posiblemente otro objeto robado.

-Creo que ya no hay más camino por seguir -dije con voz ronca y emotiva.

 

-Buen caballero, no comprendo porque me sigue -le vi temerosa y dudando que hacer después, tal vez porque podía oler mi fragancia, una que se queda latente tras derramar demasiada sangre.

-Inocente criatura, no pretendo ofenderle, tan solo quiero devuelva lo que ha tomado de mi -Sonríe burlonamente, mis ropas masculinas engañaban a los ojos mortales, cuando debajo de estos ropajes un cuerpo femenino se ocultaba.

Me sorprendió su valentía o su estupidez, al intentar atacarme directamente, con una mano le desarme, y le hice caer bruscamente al suelo, mi exceso de confianza, me hizo caer, pues ella aún tenía otro as bajo la manga, al tirarme un polvo a la cara.

-Lo siento,  gentil mozo, tengo algo de prisa -

 

No era veloz, su ventaja era el conocimiento del entorno en que se movía, igual disfrute siguiéndole con detenimiento, mientras parecía sentirse a salvo en una casa abandonada, donde probablemente revisaría sus ganancias de ese día.

Me desplace como sombra entre las ruinas de aquella mansión, mi presencia era indetectable, pude observarle con mayor detalle, era bella, su piel era blanca como la leche, pestañas largas adornaban sus ojos, cejas delineadas, cabellos rizados color miel, y unos preciosos ojos azules como un zafiro en bruto, un tesoro que no podía pasar desapercibido.

Entonces; un sentimiento desconocido me embriago, me sentí osada al mirarle de ese modo, mi corazón se aceleró por un momento, esa sensación no me gustaba, la inseguridad es debilidad, intente comprender el significado de mis desconcierto,  fuimos interrumpidas por una tercera persona.

-Hola, zorra, hemos venido hacer negocios - un hombre acompañado de otro fornido, resultaron ser soldados, la sometieron intentando ultrajarla, probablemente no era la primera vez, pues note esa chispa de odio y repudio en sus ojos.

Rápido y certero fue el movimiento de mis manos, que solo el familiar olor de sangre me trajo a la realidad, ambos hombres yacían en el suelo con una expresión de estupor,  gire levemente para encontrarme con unos temerosos ojos, sonreí sin saber porque me inquietaba su desprecio.

 

- Por Dios... -lloriqueaba aterrorizada, arrastrándose lo más lejos posible de mí, ese miedo lo conocía perfectamente, uno que me excitaba totalmente cuando mi enemigo pedía piedad antes de que diese mi última estocada.

-Supongo que así siempre seré- murmure para mí, de mis dedos aun goteaba algo de sangre, este era mi mundo pleno de exquisita violencia, mi mente comenzó a encaminarse por otra opción, ella me había visto el rostro, era un inconveniente, sin contar que había matado a dos soldados de la corte real alemana. Es un desperdicio, pensé al saber que debía matarle.

-Tenemos que irnos - dijo la mujer de repente, al escucharse la presencia de más personas en los alrededores.

- ¡Oye! -medio dije al sentir su mano en la mía para salir de ese lugar, entrando en una pequeña puerta y una nueva hilera de callejones se hicieron evidentes, no me percate hacia donde nos dirigíamos solamente podía pensar en la calidez de su mano envolviendo la teñida de sangre.

En una choza que apenas lograba sostenerse, una anciana nos recibió con una grata sonrisa, aun ante la carencia que prevalecía en aquel lugar, la hospitalidad reinaba.

 

Hola abuela, me he metido en líos – dijo despreocupada, el termino se quedaba corto con lo que había acontecido momentos atrás.

-Tranquila niña, puedes quedarte el tiempo que necesites y tu amiga también -decía la anciana mirándome cuidadosamente, parecía que no podía engañar sus viejos ojos rebosantes de desconfianza.

 

-¿Amiga?- repitió ella mirándome con cierto recelo- venga abuela ni siquiera tienes puesto esos antejos – dudando de mi género.

-Porque no se limpian, le diré a los muchachos que os lleven agua -

 

Se abrió la puerta de un cuarto, una tina en medio con algunos barriles alrededor, tenía que limpiarme la sangre que se había adherido a mi cuerpo y mi ropa, el agua estaba helada, a estas alturas no podía ser quisquillosa y me deje envolver por la frialdad del vital líquido.

Un espacio pequeño, al que estaba acostumbrada, el olor a antaño me recordaba al ático donde pasaba las noches, mientras innumerables hombres carcomían mi carne para satisfaces su depravada hambre, un recuerdo desagradable, que ni el agua más pura podría lavar.

 

Probablemente mis ojos se habían oscurecido, en momentos de soledad  fantasmas  y demonios me visitan sumergiéndose en mis memorias, sin embargo tocando cada cicatriz que marcaba mi piel, era el recordatorio de mi supervivencia.

 

Suspire levemente, mire la luna austera que me espiaba por las cuarteaduras del techo gastado, convirtiéndose en gentil bálsamo que sosegaba mi dolor, se había convertido en mi compañía durante las noches en las cuales resurgían las pesadillas.

Fingí no percatarme de la presencia que parecía estar ensimismada conmigo, ahora era mi turno de devolver el gesto de ser observada entre las sombras. 

- Así que eras mujer al fin de cuentas, es poco raro encontrar sujetos de largos cabellos –hablo con cautela, mientras acortaba la distancia que nos separaba. 

-Nunca dije que fuese hombre -respondí automáticamente, sin darle tanta importancia.

- Tiene razón - susurro de forma sugestiva, antes de comenzar a desvestirse ante mis ojos, sin darme cuenta me había perdido entre sus curvas, sonríe desconcertada y decidí marcharme. -¿te vas? - dijo sumergiéndose sin darme tiempo de pararme o de escapar.

-Termine, el lugar es todo tuyo – intenten gentilmente, no estaba de ánimos para jugar al gato y al ratón.

Fui a por mi ropa, aunque esta seguía sucia, no tenía más opción que usar parte de ella, mañana zarparía el barco que iría a mi país, el mensaje había sido entregado, urge entre mis cosas y cayó algo metálico, era la daga con la que había intentado atacarme, percibí un suspiro ahogado, sin embargo la deje ahí para que su legítimo dueña lo tomara.

 

Tras cruzar la puerta, guiada por diminutas velas, llegue hasta una especie de comedor, la anciana me coloco un tazón de sopa caliente, y con un seña me indico la caja que haría de silla, sin contradecir  termine en silencio comiendo el extraño pero agradable guiso, un mundo totalmente diferente del mío, incluso sentí cierta lastima por mi existencia.

 

Intente conciliar el sueño, mi cama era el firme suelo de madera apolillada, aun así era de algún modo un lugar tranquilo, podía escuchar el crujir del suelo de unos pasos que pretendían ser sigilosos, para no perturba el sueño de los demás.

 

Pronto los pasos cesaron y mis ojos adaptados captaron una silueta desplazarse lentamente entre la sombras proyectadas por la luz lunar, era ella de nuevo escabulléndose en mi lugar de reposo.

 

- ¿Puedo ayudarte en algo? -pregunte sin más y obtuve una risita modesta de su parte.

 

- Pareces ser una persona muy desconfiada - poco a poco su voz se oía más cercana- que no duermes por temor a ser atacada -

 

-No realmente -musite vagamente, le tenía sentada a mi lado, podía sentir sus dedos tocando mis extensos cabellos- ¿quieres algo?-insistí al no ver que tuviera intensiones de marcharse, después de todo este era su refugio.

 

-Sería más fácil si fueras hombre -dijo pensativa podía sentir el calor de su mano en un vago intento de tocarme, en lugar de eso deposito el saquito que había hurtado, poniéndolo a mi alcance como ofrenda de paz.

 

-Lamento decepcionarte- solté con sarcasmo, ignorando el gesto, pero mi perspectiva cambio al sentir un ligero peso ajustarse a la altura de mi cadera y sus labios presionando los míos, mi cuerpo instintivamente cedió ante sus besos

 

-So-lo quiero pa-garte por lo que hicisteis por mí -comenzó a desvestirse- veo que no te ha desagradado... nunca lo he hecho con una mujer -

 

- Para - dije quedamente intentando separarnos sin ser descortés.

 

-Note como me mirabas en el baño -comento terminando de quitarse la última pieza que le cubría e intento  hacer lo mismo por mí, sus hábiles manos se habían metido por debajo de la tela tocándome la piel.

 

-Para - susurre peligrosamente, sujetando sus manos - no tienes nada que pagarme - tenía esa mirada, la de una persona que había sufrido para vivir en el mundo, donde todo tiene un precio.

 

-Pensé que ...-

 

-Te equivocas – la aparte bruscamente- yo no soy así...- mentira - no me interesa las deudas, ni tu - mentira y más mentiras salían de mi boca, típico de mi.- ni nadie- sin lugar a duda había despertado en mí el deseo de poseerle.- no me debes nada -

 

-Eso no te hace mejor persona - dijo ella dolida y con lágrimas en los ojos comenzó a recoger su ropa - alguien que mata con tanta enfuria, no puede fingir contenerse cuando quiere algo –espeto acusadoramente.

 

Esa mujer era un peligro para mí, se había dado cuenta de que era capaz de eso y más, sus palabras certeras caían sobre mí como lanzas certeras y sonreí nuevamente.

 

- No eres diferente... no te la tengas tan creída- cubrió su desnudes y su vergüenza - tienes más podrida el alma que cualquiera de los que estamos aquí, quizás y eres más mujerzuela que yo -

Cada palabra ofensiva, despertaba mi  cólera, detente… podía sentir como la sangre bombeaba estrepitosamente por todo mi cuerpo, literalmente me hervía la sangre mi poco raciocinio me permitió intentar marcharme, pero me cerro el paso.

-Tus ropas solo ocultan lo que se puede ver en tus ojos – continuo sin saber que estaba creando una brecha en mi autocontrol.- ¡No debí a verme encontrado nunca contigo! -

 

Y en un parpadeo la tenía sometida al suelo, mi rabia y lujuria se habían detonado por unas simples palabras, no… era ella, su presencia, su voz… que pronto deje de escucharla, pues había ahogado sus blasfemias con mi boca, en un beso urgente, mordí sus labios y aparte la ropa que estorbaba mi trayecto.

 

La piel expuesta recibió mi cálido aliento y con la lengua me deleite en su suave textura, me había cegado al sentir explotar su sabor en mi paladar, deseando descubrir que otros sabores abría en la extensión de su piel.

 

Nublada por el deseo, sus suplicas no llegaban a mi aletargada mente, solo se retorcía debajo de mí y yo solo desea saciar este desquiciado anhelo.

-No... -Algo cálido y salado humedeció mi boca, eso me hizo despertar de aquel estado endemoniado.

-¿Que estoy haciendo? -retrocedí asustada, después de todo aquella bruja hizo un buen trabajo moldeando un monstruo, reí dolorosamente, comenzaba a quebrantar mi voluntad, me destruirá antes de ver realizado mi principal objetivo.

 

Pero todo pensamiento destructivo se desvaneció, al ser capturada en un inesperado abrazo que me envolvió en una calidez desconocida.

 

-¿Qué haces?- cuestione ante tan ajeno gesto.

 

-Lo siento... -susurraba como una madre a su pequeña- lo siento- sus dedos acicalaban mis cabellos- tranquila...- no entendía en ese momento, la pequeña muestra de amor que estaba recibiendo, jamás conocí tal cosa desde que nací.

 

Sin percatarme había sido derrotada, cuando mis latidos comenzaron a seguir el ritmo de los suyos, si he de morir, en estos brazos serian el mejor lugar y así con ese afable calor arrullo y ahuyento mis demonios, por vez primera.

 

Pronto aquel sentimiento tenía un nombre Amor, aquella hermosa desconocida seria mi salvación y mi condena, una princesa de corazón oscuro y sonrisa angelical, llamada Katherine Hamilton.

 

Olvide mis deseos de venganza, los Bathory dejaron de ser mi prioridad, Katherine ocupaba todo de mí, aprendí a sonreír con ella, descubrí un modo diferente de vida, y el monstruo comenzó a hundirse en un profundo letargo.

 

Disfrutaba de su majestuosa danza, de sus encantadores gesto, y el solo hecho de despertar a su lado se volvía un grato misterio. Me volví adicta a su piel, cuando por primera vez, sucumbimos a la pasión de unos inocentes besos.

 

-¿Liviet?- su voz cálida inundaba mis oídos- Liviet...- me había acostumbrado a dormir en su regazo, sentir sus dedos acariciar mis cabellos, mi cercanía no pasaba más allá de un tacto fraternal, aunque me consideraba su amante.

 

Tras el recuerdo de la primera vez que nos conocimos, tenía el temor de hacerle daño en lugar de transmitirle amor, yo desconfiaba de mí, así que ante cualquier posible oportunidad creaba una barrera.

 

-Mmm...¿sí?- pero no eran palabras lo que esperaba, un beso suave y lleno de pasión fue depositado en mis labios, que interrumpí al sentir mi libido despertar. -Lo siento -

-Liviet...-sujeto mi rostro para verse en mis ojos, la duda era evidente- confió en ti... te amo...- me cabeza descanso sobre su frente, y yo también te amo. Pero no las pronuncie.

En cambio devolví sus besos con la misma entrega que ella me daba, el calor de la pasión aumento en cada beso, los cuales se volvía más insistente que el otro, hasta olvidarme de la vital función de respirar.

Mis manos buscaron explorar aquello que me rehusé tocar, me deje seducir por su perfume y sus suspiros, me ama... pensaba repetidamente, aquellas dos pequeñas palabras se había colado en mi alma. Llore de felicidad, la cual creí era prohibida para mí.

-¿Q-que pasa, mi amor?- decía con la respiración agitada, sonriendo con las mejillas sonrojadas, negué gestualmente ocultando mis lágrimas sobre su pecho, sus manos nuevamente acariciaban mis cabellos.

Simplemente me deje llevar por la creatividad de sus caricias y probé su generoso cuerpo que fue exponiéndolo para el deleite de mis ojos,  tentándome como a un sediento cuando descubre un manantial  en medio del desierto.

 

En un abrazo mordaz, derrumbe su cuerpo sobre la cómoda cama que nos recibió silenciosamente, no hubo más palabras solo nuestras respiraciones llenando la habitación.

 

Y humedecí mis labios impaciente y al llenarme de su exquisita piel, exploto en mis papilas el dulzón sabor que emanaba de sus poros, anhelando mas continúe mi recorrido con desmesurada devoción, mis manos abarcaron lo que mi boca también ansiaba alcanzar.

Gemidos y palabras incompletas escapaban de sus labios, sus manos antes gentiles se volvieron inquietos y sugerentes, guiándome hacia el sur de sus suplicas, deseosa de ser liberada de las descargas que terminaban en el oasis de sus muslos.

Donde nacía el fruto de mis atenciones, sus caderas se mecían hipnóticamente y presurosa  descendí en aquel elixir que al sentir mi cálido aliento se desbordo inundando mis sentidos.

Mi nombre surgía incontablemente entre oleadas de placer, con sensuales movimientos su cuerpo se pegaba al mío, dejándome el anhelo al alejarse levemente, mi lujuria se encendió y reboso de mi corazón de amor,  la noche era joven y mis deseos aun no estaban saciados, y en sus ojos podía ver el mismo furor.

 

 

Muchas lunas competí con ella, sonrisas, besos, pero seguía adorando ese modo de dormir sobre su regazo, mientras entonaba sutilmente una canción que no tenía letra, por primera vez fui feliz, deseando cada día que aquello nunca terminara, aunque en el fondo sabía que solo era cuestión de tiempo y el destino celoso no contuvo su cruel mano.

 

Porque... soy una Bathory después de todo, maldecida hasta el día de mi muerte, misma que con su hoz decidió arrebatarme a la mujer que amaba, una epidemia se expandió por Alemania.

 

Ella moría lentamente ante mis ojos, no importaba mi riqueza, o mi fuerza, no podía salvarla, su vida se escapaba entre mis inútiles dedos, este era el precio de mis pecados, me rehusé ante la idea y busque el modo poco ortodoxo de librarle de una muerte inevitable.

Aquella bruja que había cuidado de mí, me había enseñado un arte para traer los muertos del río de las almas, jamás creí en la veracidad de sus cuentos cuando estaba borracha, alardea de haberlo hecho, pero  todo tiene un precio, y recuperar a Katherine no me importaba pagarlo.

Parecía sencillo, requería un Sacrificio, el recipiente al cual se retendría el alma y un lugar sagrado para efectuarlo, solo que en aquel viejo libro hecho de piel humana, se murmuraba que estaba escrita por el mismo demonio, eso poco me importaba.

Me volví una despiadada asesina, había perdido la cuenta de mis víctimas, eran demasiados cuerpos apilados en aquel lugar que sería el catalizador de mi propósito.

-Amor mío... esto es para ti... te amo..-Kahterine agonizaba y aun en mi ciego afán de recuperarla, ignore su amable sonrisa de adiós mientras la luz de sus ojos se marchitaba.

-Katherine.... no me dejes - la suavidad de su mano se escapó de la mía, ni siquiera note en su momento el significado de sus palabras, cargue con el cuerpo de mi amada, hasta el lugar donde había preparado con antelación, había perdido la razón, quería recuperarla, llevando acabo el ritual por inercia.

 

Sin resultados, destroce todo ante tal charlatanería, enfurecí gritando hasta sangrara la garganta, caí hincada ante su cuerpo pálido y frio, me di cuenta de que ella sostenía la daga que hace tiempo le devolví, un recuerdo de su madre que atesoraba.

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-No… no… no….-sola me había quedado de  nuevo con mis demonios que me dieron la bienvenida con sus grandes fauces.

Y me arrebate la vida, mi sangre se hizo un rio con nosotras dentro, lentamente sentía la llama de mi existencia se iba apagando, consciente de que tal vez no le alcanzara, porque el infierno seria el lugar más digno para alguien como yo.

 

Destino ven por mí…

 

Ingenua, fui una ingenua al pensar que la muerte mi invitaría a ir, al despertarme, el destino volvía a burlarse de mí, aquel ritual hizo su labor a su antojo, condenándome a seguir viviendo.

Con gran pesar enterré al único ser que me enseñó a sentir, moría con ella cada vez que se iba perdiendo entre la tierra negra que cubra su hermoso rostro, ni siquiera tuvo un funeral digno, sin duda me había convertido en un ser despreciable.

Conserve lo único de ella, aquella preciosa daga que me fue confiada.

Regrese a Transilvania, después de un tiempo, mis acciones dieron reacciones esperadas, todo salió a pedir de boca, era tarde para retractarme, mis antecesores uno a uno caían a mano dura de su propia nobleza.

Matyas consiguió lo que ambicionaba, la riqueza de la Condesa, que termino confinada en la mazmorra de su propio imperio, acusada de herejía y asesinato de jóvenes nobles, cuan cierto o falso podría ser todo aquello no importaba.

Me encontraba vacía, me hundí en mi propio dolor, vi por última vez a Elizabet Bathory, en el interior del castillo de Čachtice, extorsionando a los guardias me adentre aquel lugar donde aparentemente era el lugar donde había cometido sus crímenes.

El olor de sangre aún era perceptible, sin duda aquellos gritos y secretos de tortura quedaran encerrados junto con su autora, la Condesa Sangrienta, que buscaba su eterna juventud o eso rumoraban, la verdad quedaría enterrada, la gran condesa ahora era una mujer vieja y ciega por la oscuridad.

 

Jamás conocería mi rostro, pero mi voz le provoco nostalgia e imaginar que era casi su igual excepto por el color de mis ojos.

-¿Quién eres?- cuestiono desde el otro lado del muro, pegándose lo suficiente para poder escucharme.

-Condesa, ni siquiera acepta la culpabilidad de sus crímenes - era irónico, una asesina hablando a otra, el placer de matar venia en nuestra sangre.

- Mis palabras son vanas, inocente o culpable eh aquí mi pago -respondió neutral con una tenue risa acompañándole. -¿quién eres?... acaso nos conocemos -

 

-¿Qué le hace pensar eso? Condesa -indague con curiosidad.

-Tu voz... tu aroma... -agrego sutilmente- me recuerdas a alguien... ¿cómo eres? -

-No odia a las personas que le metieron aquí -desvié el tema, aun no estoy segura porque me atreví a visitarla.

 

-En realidad... no, sus motivos tendrán, la traición no es algo que me duela - hizo una pausa antes de insistir- ¿no me dirás quién eres o cómo eres?-De que serviría responder, siendo la primogénita bastarda, que le llevo a la ruina y al confinamiento en su propio castillo, yo soy.

 

-Tu Pecado -respondí mientras me alejaba- un espejo podría responderte -musite subiendo por los iluminados escalones.

-Mi Pecado...-oí un suspiro leve que me hizo detenerme -Entonces... podre morir en paz - le escuche decir, tuve la impresión de que sonreía, tal vez su aislamiento la había vuelto loca o yo era quien estaba alucinando.

El 21 de agosto de 1614, los rumores volvieron, la Condesa había muerto, si ambicionaba la eternidad, tal vez fue dada a la persona equivocada.

No volvería a pisar estas tierras malditas, mi intento infantil de volver a la vida a Katherine había fracasado, él hubiera no existe, pero aún me hago esas preguntas hipotéticas, ¿si hubiera permanecido con mi madre? ¿Habría conocido a Katherine?, tal vez no hubiera muerto y ni yo convertirme en lo que soy ahora.

Pasaron tantos años y mi rostro no cambiaba, aunque ya me sentía muerta.

En mi camino errante me encontré con un grupo de esclavistas que acampaban a las orillas del bosque. Tratando de obtener algo más de una viajera, descubrieron su muerte, el sutil perfume de la sangre seguía gustándome, los esclavos encerrados me miraban aterrorizados cuando los libere, incluso creyeron que era el diablo.

-No piensas huir- dije a la pequeña que permanecía en esa apestosa jaula, unos ojos carmesí me miraban sin emoción alguna, tan vacíos y solitarios, sin darme cuenta le extendí la mano, y unos diminutos dedos se aferraron con fuerza a los míos.

Carecía de ropa, había señas de que fue violada y también torturada, el olor a carne quemada provenía de una herida en su pierna. Me sentí nostalgia, al verla, quizá porque me recordó un poco a mí, en esto nos convierte un mundo donde no conoces nada más que el dolor, me quite la capa y le cubrí.

-¿cómo te llamas? -pregunte poniéndome a la altura de sus ojos, eran tan rojos como la sangre que me empapaba.

-Ion...-dijo con dificultad sin dejar de mirarme.- también me mataras- sonaba más a una súplica, que una pregunta temerosa.

- Ion - repetí el nombre poco usual para mí -¿quieres morir? - coloque mi mano sobre su mejilla, la cual quedo manchada.

- No lo sé -

-Entonces averígualo - me incorpore y vi los buitres rondar el lugar, pronto caería la noche, no dije más y reanude mis pasos, solo que una mano pequeña se rehusaba soltar mis dedos.

-Si me sigues puedes que encuentres la muerte -sentencie con frialdad, pero parecía importarle poco.

 

Ion Von Frescobish... la niña que se convirtió en mi pupilo y sin saberlo cargaría con mi maldición, se dice que un monstruo crea a otro, Ion traía su propio talento, aunque intente que su corazón no se pudriese como el mio.

 

Nunca sonreía, compartíamos las tardes en silencio, mientras sus sagaces ojos absorbe la lectura de algún libro que le obsequiaba, no quería que fuese como yo, me repetía internamente cuando solía colocar mi mano sobre su cabeza.

 

-¿Master...? -no sé cuándo comenzó a llamarme de ese modo, por muchas ocasiones le había reprendido por usar ese término para dirigirse a mí.

-Ion... deja de llamarme de ese modo -suspiraba mientras me encontraba con su mirada escarlata.- mañana iremos por otro libro, te parece -

-Sí, Master -aunque no sonriera levemente podía percatarme de la chispa de alegría en sus ojos. Los generosos años la convirtieron en una joven hermosa con una sonrisa seductora y una mirada peligrosa, aunque yo permaneciera intacta.

 

Jamás me cuestiono ese misterio, no significaba que careciera de curiosidad, podía percibirlo por el modo en que me miraba cuando fingía estar distraída, su hambre de conocimiento se hacía cada vez mayor, lo que hizo que viajáramos por el mundo, para domar sus ambiciones.

 

- Master el carruaje llegara en unos momentos - Ion me informaba mirando el reloj de la estación, aun su mano solía sujetar la mía en ocasiones.- Tenemos tiempo de tomar el té -

 

-De acuerdo… - sonreí para ella y acaricie sus cabellos fraternalmente- vamos.. Ion-

 

-Si, Master - Ion seguía en silencio mis pasos, ese día tropecé con una persona, que desprendía un sutil perfume que me provoco una escalofriante melancolía.

 

-Hola mi amor...- su voz congelo mi corazón, y mis ojos incrédulos se perdieron en su sonrisa.

-Katherine... - dije su nombre aun incrédula, sintiendo que los fantasmas de mi pasado venían por mí.

-Cuanto tiempo..- seguía igual de hermosa, sonríe extensamente y abrace a mi mayor condena, para seguir prolongando su eterna belleza, sin tentarme el corazón, la Katherine de la cual me había enamorado muchos años atrás, en realidad ya no existía, en ese vanidoso cuerpo y me deje seducir por la mentira.

****

 

Los relámpagos iluminaban tenuemente su entristecido rostro, sus pálidas manos permanencia teñidas de carmesí, sus lágrimas se confundían con las gotitas de lluvia que se aferraban en su rostro, mientras aprisionando a su amada en un abrazo mortal.

Cuanto había pasado desde que ya no sentía la calidez de su piel, el olor de su rizados cabellos, el sabor dulce de sus labios, el febril latir de un corazón en aquel cuerpo vanidoso, que había engañado a la muerte y detenido al tiempo.

- Liviet... Liviet Bathory- la amante eterna musito incrédula mientras su dedos se enredaban en el espeso cabello de la aludida--¿porque?¿no me amabas?-solicito su amante temblando en sus brazos.

Otro relámpago ilumino el filo de la espada que le atravesaba, sujetada por Liviet manteniéndole inmóvil.

-Te amo... siempre te amare...-susurro para su hermosa amante- pronto estaré contigo... pero tendrás que ir primero... -beso sus labios para sellar la promesa, desenvainando la espada del frágil cuerpo, para dar un giro escalofriante y desprender la preciosa cabeza de su amada del cuerpo sin alma que le mantenía.

 

Que rodó por el húmedo pasto hasta llegar a sus pies, había terminado lo que no pudo hacer hace tiempo, por amor y devoción había tomado tantas almas inocentes, ni el infierno sería suficiente castigo por sus pecados.

 

Se postro ante la cabeza, sujetando ahora el rostro sereno y sin vida de su amada. Camino con esfuerzo por el jardín, había alguien que esperaba escuchar el final de una bella historia.

 

-Ion...voy a liberarte de mí maldición... le daré a Marian el final que siempre deseo -

Encontrando a la joven Marian sollozando y sosteniendo a Ion que había quedado en el letargo eterno, al menos que su mentor dejase de existir, ella jamás despertaría.

-Marian... -Marian levanto la mirada encontrando a Liviet con la expresión cansada y mal herida, sosteniendo en mano la cabeza de Katherine.

 

Pronto estaría con su amada... aquella daga que fallo en el primer intento, esta ocasión seria certera, la tormenta ceso y el cielo se despejo y las estrellas brillaron, sabía que no podría ver el alba.

 

- Entonces... madre... esto es encontrar la paz -musito cerrando lentamente sus ojos, que no volverían abrirse.

No muy lejos de ahí... dos siluetas se alejaban de la mansión, a luchar por su propio destino, libres por primera vez o tal vez no…

 

Fin...

 Ok, pues espero haya sido entretenido, un desenlace evidente, de una heroína trágica.

 

Please dejen sus comentarios, no cuestan mucho, pero para mi VALEN ORO!!

Notas finales:

Gracias... !!!

 


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