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¿Encontró todo lo que buscaba? por SeventeenWorld

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Notas del fanfic:

Este fanfic es el oneshot que le debía a la ganadora (Aurora) de mi dinámica en la historia "Cuando me miras"; espero haber cumplido sus expectativas. Le doy las gracias a ella y a todas las chicas que comentan y siguen mis historias por hacerlo y por demostrarme su amor. En serio, muchísimas gracias.


 

A las once de la mañana con veinticinco minutos, Seungkwan estaba siendo molesto —como siempre—, mientras fingidas lágrimas salían de sus ojos, lloriqueando sabrá dios qué cosa acerca de Hansol y cómo este era un estúpido por no valorarle. Agradece que te soporta, pensó el mayor. Ambos se encontraban en el pasillo de lácteos del supermercado, y en el carrito que el joven rubio llevaba, sólo había helado y galletas.

A veces, Jeonghan creía que Seungkwan se aprovechaba de su condición de "mejores amigos" para usarlo como pañuelo de lágrimas. Pero el rubio había aprendido a sobrellevarlo con los años. Incluso, lo soportaba más desde que Hansol había llegado; antes de él, el pelirrojo Seungkwan acostumbraba a tener un novio nuevo por cada día de la semana —bueno, no tan así, pero se entiende la idea—, y cuando terminaba la relación, ahí estaba el ángel Jeonghan para consolarlo. Afortunadamente, Hansol le cambió radicalmente, llevaban cerca de seis meses saliendo y a pesar de los melodramas que Seungkwan se creaba, su relación era fuerte.

Pero basta de hablar del ruidoso pelirrojo.

Yoon Jeonghan, estudiante de último año en la facultad de Química, cabello largo y rubio —rubio por ahora—, cara de ángel, sonrisa encantadora y personalidad caprichosa. Porque aunque sonaba cruel, las cosas eran así. Si Jeonghan quería algo, lo conseguía. Soltero pero jamás solo. Jeonghan era todo un personaje, que aunque peculiar, bastante normal.

Él y Seungkwan habían salido al supermercado que se encontraba a dos cuadras de su departamento, para comprar helado —y otras cosas que faltaban en la casa—, como era rutina los lunes de cada dos semanas. Una vez terminando sus compras, ambos se dirigieron a la caja, que se encontraba algo llena.

— Dime una cosa, ¿soy yo el que está mal? —Preguntó el menor.

— Sí — contestó Jeonghan sin titubeo alguno.

— ¡Jeonghan! —El mencionado soltó una risita, mientras empujaba el carrito hacia adelante, conforme la fila avanzaba—. Se supone que debes apoyarme a mi.

— ¿Pero qué quieres que te diga? Hansol es guapo, es imposible que evites que alguien se acerque a él con más intenciones que una simple amistad. Si no quieres sentir celos, consigue alguien horrible... —avanzó la fila—, y aún así es probable que de todas formas sientas celos hasta de su abuela.

— Es que tu no entiendes —Seungkwan tiró dentro del carrito una barra de chocolate que encontró en los estantes estrategicamente colocados antes de la caja—, no entiendes porque nunca te has enamorado.

— Tienes razón —llegó su turno en la fila, y colocó sus productos en la banda movediza de la caja—, no me enamoro precisamente para evitar este tipo de cosas, como molestarte porque un chico le pidió prestada una libreta a mi novio.

— ¡Te juro que ese sujeto quiere violarlo!

— ¿Encontró todo lo que buscaba?  —El par de excéntricos sujetos miraron al cajero, quien había interrumpido la plática repentinamente.

Un muchacho alto, de cabellos anaranjados y pequeños ojos decorados con unas hinchadas ojeras. De voz dulce y sonrisa blanca, con tres perforaciones en la oreja izquierda, y con un perfume exquisito desprendiendo de su piel lisa. Era el tipo de Jeonghan. El rubio sonrió angelicalmente —la sonrisa que Seungkwan sabía, su amigo utilizaba para atraer a sus presas—, mientras extendió la tarjeta de crédito al cajero, quien la tomó delicadamente con una sonrisa en el rostro.

— Sí —respondió al fin, leyendo la etiqueta en el chaleco azul del contrario—, ¿Mingyu?

— ¿Eh? —El de cabellos anaranjados pareció extrañado por la mención del nombre, cambiando después su cara por una sonrisa de entendimiento—, no, Mingyu me prestó su chaleco hoy, el mío no terminó de secarse. —Comentó mientras deslizaba la tarjeta dorada de Jeonghan en la máquina. —Serían 20, 340 wons.

— Claro —el rubio se mordió ligeramente el labio inferior, ¿era demasiado pronto para preguntar su nombre?

— ¿Me mostrarías tu identificación?

— ¿Para qué? —Sonrió coqueto, sabía que más temprano que tarde el chico de cabellos anaranjados caería en sus encantos.

— ¿Para comprobar que es tu tarjeta? —Contestó dudoso, con una sonrisa burlona y una mueca de diversión. 

Eso era nuevo. Ningun chico con el cual coqueteaba le miraba de esa manera. La reacción más común era esa de un perrito hambriento de amor, o alguien totalmente nervioso. Pero ahora se empezaba a incomodar frente a la sonrisa juguetona y la mirada tranquila del cajero de cabellos anaranjados.

Mostró su licencia de conducir y firmó unos recibos necesarios. Contestó que no cuando le preguntaron acerca de donar dinero para no sé qué, y al final, le entregó su tarjeta y un ticket.

— Eso es todo, gracias por comprar en Pledis, vuelve pronto —sonrió.

— ¿Eso es todo? —Preguntó, casi indignado.

— Sí, eso es todo... ten lindo día.

Jeonghan tomó las cuatro bolsas de plástico que protegían sus víveres y con el mentón bien alzado salió a grandes pasos de la tienda. Idiota. Estaba más que molesto, se había burlado de él, y peor aún, había logrado enfurecer al siempre relajado Jeonghan. El rubio no se dio cuenta a la velocidad que caminaba hasta que Seungkwan le gritó.

— ¡Espérame! —Reclamó, mientras el mayor se detenía—, por Dios, te rechazan una vez y armas este drama. ¿Se supone que yo exagero?

— Nadie me rechazó.  

— Claaaaaro. —Rodó los ojos, mientras comenzaba a caminar de nuevo—. Mientras tu tenías tu coqueteo fallido con el atractivo cajero, Hansol me llamó. Iré a su casa. No me esperes para la cena.

El pelirrojo se acercó a la calle y detuvo al primer taxi que se encontró, desapareciendo antes de que Jeonghan pudiese decir nada. Genial. Ahora además de todo, le habían dejado con la palabra en la boca.

[...]

A la una de la tarde con cuarenta minutos, Jeonghan decidió, mientras se encontraba tumbado en el sofá de su casa comiendo helado, que esa situación no se quedaría así. No permitiría que el sexy cajero se burlase de él.

[...]

A las dos de la tarde en punto, el muchacho rubio se encontraba planeando un discurso mental de cómo dejar en ridículo al chico de cabellos anaranjados, mientras esperaba que la fila de la caja avanzara. Pero todo se fue al caño cuando se encontró nuevamente frente a frente con esa sonrisa juguetona en unos labios finos y una mirada filosa en medio de algunas ojeras.

— Déjame adivinar —comenzó el desconocido, pasando por el lector de barras el único producto que Jeonghan llevaba, para después cruzarse de brazos— se te olvidó comprar algo.

— Tal vez —respondió un tanto nervioso.

— Ajá —desdobló los brazos—, ¿encontraste todo lo que buscabas?

— Sí —su voz parecía un suspiro decepcionado.

— ¿Sabes? Es política de la empresa que ayude al cliente a conseguir todo lo que busque en la tienda, así que te diré, me llamo Jisoo.

— ¿Qué te hace creer que quería saberlo? No eres el centro del mundo. 

— No sé, tal vez el hecho de que regresaste dos horas después de haber venido, sólo par "comprar" una jeringa para pavo horneado —a pesar de que estamos en julio—, y no has tomado la fila para la caja rápida. Aunque me ofende un poco que hayas tardado tanto en volver —terminó con su habitual sonrisa, contento de haber provocado un ligero rubor en el rubio.

— Idiota —Jisoo rió un poco, discretamente.

— ¿Encontraste todo lo que buscabas o también necesitas mi número?

— ¿Tienes mucha confianza en ti mismo, no? —Preguntó Jeonghan, un tanto altivo, queriendo salvar su imagen a pesar de lo sonrojado que se encontraba. Jisoo asintió—. ¿A qué hora termina tu turno?





FIN.

Notas finales:

Espero en el futuro poder hacer dinámicas como estas, ya que son bastante divertidas.


En fin. Muchas gracias por leerme, adiós.


PiaPia.


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